Los seres humanos tenemos capacidad de sintonizar con los sentimientos de
otra persona, penetrarlos y hasta cierto punto apropiarlos. Podemos ponernos en
el lugar del otro, comprender sus emociones y sentimientos y sentir juntamente
con él.
Es posible conectar con el otro y participar de su experiencia interior. Esto
abre un mundo maravilloso en la vida de oración. Con la ayuda de la gracia, es
un modo de hacer oración contemplativa.
Ciertamente la empatía tiene sus límites, pues la experiencia personal será
siempre personal; las vivencias de cada uno serán siempre propias y únicas.
¿En qué consiste esta "oración por empatía"?
Por ejemplo, en este tiempo litúrgico, consiste en centrar nuestra atención en
la Virgen María y tratar de sintonizar con los sentimientos de María durante la
pasión, muerte y resurrección de Jesús. He empleado esta modalidad de oración
durante el triduo pascual y lo sigo aplicando ahora en la pascua. Me está
ayudando mucho.
Tratar de meterse al corazón de la Madre de Jesús y Madre nuestra mientras en
silencio y soledad acompaña a su Hijo en cada momento de su pasión y en su
resurrección. Algunas preguntas que ayudan: ¿qué sentía María en esos momentos?
¿qué pensaba? ¿qué recuerdos le venían a la memoria? ¿qué le decía a Jesús?
¿qué escuchaba? ¿cuáles eran sus actitudes? ¿cuál era su experiencia interior?
Detenerse en cada paso, sin prisa. Un día se puede tomar una escena, otro día
otra. O permanecer durante varios días en la que más ayude a cada uno. Este
modo de orar supone un fuerte cultivo de la capacidad de escucha.
Se trata de contemplar y sentir profundo
No hacen falta muchos pensamientos, se trata de contemplar y sentir profundo,
identificándose con la oración de María: durante la última cena, durante la
oración en el huerto, cuando fue apresado, cuando estaba en la cárcel, cuando
fue condenado a muerte, cuando subía el Calvario con la cruz a cuestas, cuando
fue crucificado, durante su agonía, cuando expiró, cuando resucitó, cuando
encontró a María en el huerto, cuando se apareció a los suyos...
Gozar con Cristo Resucitado desde el corazón de María
Desde el Sábado Santo me ha ayudado mucho gozar con Cristo Resucitado desde el
corazón de su Madre.
En la resurrección de Jesús confluyen:
· El amor del Padre que lleno de conmoción vio
morir a su Hijo diciendo: "Todo está cumplido" (Jn 19,30),
"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23,45). Con la
Resurrección, el Padre respondió a la súplica de Jesús en el huerto: ¡Abbá,
Padre!; todo es posible para ti; aparta de mi este cáliz (Mc 14,36).
· El poder del Espíritu de amor que hace nuevas
todas las cosas (Ap 21,5)
· La pasión de amor de Cristo por el hombre que
quiere permanecer siempre a su lado: "Yo estaré con vosotros hasta la
consumación de los tiempos." (Mt 28,20)
Y María participa en la Resurrección de Cristo con su dolor y su esperanza
Con la muerte de Jesús parecía fracasar la esperanza de cuantos confiaron en
Él. Aquella fe nunca dejó de faltar completamente, sobre todo en el corazón de
la Virgen María, la Madre de Jesús, la llama quedó encendida con viveza también
en la oscuridad de la noche. (Benedicto XVI, 8 de abril de 2012) y
a través de la experiencia transformante de la Pascua de su Hijo, se convierte
en Madre de la Iglesia, o sea, de cada uno de los creyentes y de toda la
comunidad. (Benedicto XVI, Regina Coeli, 9 de abril 2012)
¡Qué fácil es gozar con Cristo Resucitado desde el corazón de su Madre mientras
le contempla vivo y glorioso!
Oración
Madre:
Mientras el sábado santo se libraba el combate entre la Luz y las tinieblas,
el Espíritu Consolador invadía tu corazón, aliviando tu dolor,
el Padre terminaba su obra maestra: Cristo Resucitado,
y tú en silenciosa espera...
¡Cuánto aprendo de tu silencio sonoro!
Gracias, Madre, por permitirme entrar en el jardín de tu alma y acompañarte en
tu dolor.
No me cabe la menor duda de que fuiste tú la primera a quien buscó Jesús
resucitado.
¿Qué pasó en tu corazón cuando al tercer día brilló el Sol Naciente con toda su
gloria?
¿Cómo celebraron juntos aquél momento? Me imagino lo que sentiste.
Déjame ver con tu mirada el rostro de tu Hijo Resucitado,
alegrarme y regocijarme en Él como tú lo hiciste.
A ti te constituyó en Madre de la Iglesia,
que a mí me conceda resucitar con Él;
que me haga un hombre nuevo,
que piense en las cosas de arriba,
y las busque por encima de todo
Amen
Autor: P Evaristo Sada LC
|
|||
|
|
|||
|
"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)
martes, 29 de abril de 2014
Encontrarse con Cristo Resucitado desde el corazón de María
lunes, 28 de abril de 2014
El farol rojo
La envidia y la avaricia llevan a seguir el camino equivocado
En la bella ciudad de Marraquech vivía un pobre pastelero que, ante la mala
fortuna en su negocio, decidió partir hacia otras tierras, con la esperanza de
encontrar una vida mejor. Ahmed recogió lo único que tenía, un farolillo de
hojalata con cristales rojos, y emprendió su viaje.
Al cabo de varios días, llegó a un próspero valle, donde fue recibido por el
jeque de aquel lugar, un hombre generoso y hospitalario. En pago por su
hospitalidad, Ahmed le regaló lo único que tenía: su farolillo rojo. El jeque
examinó el farol con asombro, porque en aquella ciudad no conocían el cristal,
y aquello de ver la luz de una vela brillando a través de un cristal rojo le
parecía un espectáculo maravilloso. ¿Cómo podría corresponder adecuadamente a
aquel maravilloso obsequio, si él sólo tenía montones de oro y piedras preciosas?
Al final, ofreció a Ahmed doce camellos cargados de piedras preciosas, y éste,
sorprendido, volvió a Marraquech, donde se construyó un magnífico palacio
rodeado de jardines.
Ahmed tenía un hermano llamado Said, que gozaba de cierta riqueza, pero que
nunca había ayudado a su hermano cuando éste lo había necesitado. Envidioso por
la suerte de Ahmed, fue a verle, y consiguió enterarse del origen de su
sorprendente fortuna. Entonces pensó que si su hermano había conseguido toda
esa riqueza a cambio de un simple farol rojo, ¿Qué no le darían a él, a cambio
de un regalo realmente valioso? Así que vendió todo cuanto tenía, cargó sus
pertenencias en unas mulas, y partió, siguiendo el camino que su hermano le
había indicado.
Pero durante el viaje fue asaltado por una partida de ladrones, que le robaron
todo, viéndose entonces Said tan pobre como en otro tiempo lo había sido Ahmed.
Con todo, decidió seguir, hasta que un día llegó a su destino.
El jeque lo acogió con hospitalidad. En el momento de partir, Said le ofreció
como regalo lo único que le había quedado, un viejo reloj de latón sin ningún
valor. Mas en aquella ciudad tampoco se había oído hablar jamás de relojes, por
lo que el jeque valoró aquel regalo mucho más que cualquier otra riqueza.
Pensando sobre cómo corresponder a aquel maravilloso presente, y pensando que
las joyas no significaban nada, que eran simples bagatelas, llegó a la
conclusión de que sólo había en su palacio un tesoro que fuera digno de aquella
incomparable máquina de medir el tiempo. Con infinito pesar, el jeque regaló a
Said su objeto más preciado: el farol de cristales rojos que siempre llevaba
consigo.
Ni que decir tiene que los ladrones no molestaron a Said en su camino de vuelta
a Marraquech.
Autor: Laureano Benítez
domingo, 27 de abril de 2014
Con María, en la puerta de la Misericordia
|
La Misericordia de Jesús tiene una fiesta para honrarla especialmente,
pero toda la vida para disfrutarla.
Mañana es la fiesta de la Misericordia. En la silenciosa semipenumbra de la
Parroquia, te contemplo en tu imagen de la Inmaculada Concepción.
- Perdona Madre, que no haya podido escribir nada para la fiesta de la
Misericordia... quizás el año que viene..
- ¿Por qué quieres esperar tanto, hija mía?
Desde la ternura de tu Corazón Inmaculado te acercas al mío, tan lento para
comprender...
- Hija, la Misericordia de Jesús tiene una fiesta para honrarla
especialmente. O sea, tienes un día para festejarla, pero toda la vida para
disfrutarla, si quieres, claro. Acercarte a ella, animar a otros a que lo
hagan, no tiene una fecha fija en el Calendario...
- Perdona Madre... entonces, enséñame a acercarme a la Misericordia, que no
sé bien como se hace eso...
- ¿Qué es, exactamente, lo que no sabes?
- Bueno... perdona la torpeza de mi razonamiento, pero.. si la Misericordia,
digamos, tuviese un lugar físico, como ir a tal o cual lado... bueno, seria
mas fácil. Como si fuera un gran jardín con una puerta. Solo bastaría con
saber donde esta la puerta...
Me miras serenamente y dices...
- Ven, sígueme...
- ¿Adónde, madre?- ¡Que inútil pregunta! Si tu me dices que te siga, ¿Para
qué preguntar dónde? Si siempre me llevas al Corazón de tu Hijo...
- Pues... a la puerta del jardín-susurras bajito para no lastimar el
silencio de la mañana...
Bueno, no voy a negar que mi imaginación dibujó cien jardines majestuosos en
un segundo. Delineaba en mi cabeza un largo trayecto por lugares
desconocidos... Pero nada de eso sucede. El trayecto es corto y el lugar por
demás conocido.
Solo unos pocos pasos, desde tu imagen hasta... el confesionario...
-¿Querías conocer la puerta de la Misericordia?. Pues aquí la tienes.
No atino yo a reaccionar, mucho menos a preguntar, por lo que tu ternura
infinita comienza a explicarme...
- Verás. Este sencillo y pequeño lugar tiene una profundidad que no puedes
comprender totalmente. A esta pequeña puertecita se acerca el alma cargada de
pecados, angustia, tristeza y dolor. Aquí, el corazón se muestra sin
disfraces, tal como es. Aquí, cada hijo mío viene confiado a pedir perdón, un
perdón que necesita, que ansía. Un perdón que le ha sido prometido desde las
entrañas de la Misericordia, a cambio de un sincero arrepentimiento.
- Ay Madre, cuantas veces la pequeña puertecita del confesionario se abrió
para mí. Infinidad de veces mi alma, llena de culpa y vergüenza por tantos
pecados, hallo paz al recibir el perdón que tu Hijo, a través del sacerdote,
me regalaba...
- A través del sacerdote, tú lo has dicho. Por eso, es que no debes
renunciar a la posibilidad de la confesión sólo porque el sacerdote no te
agrada, no le conoces y todos los etcétera imaginables. Mira, para que me
comprendas mejor, nos quedaremos un momento aquí, y apreciarás por ti misma,
los perfumes del jardín de la misericordia.
El silencio de la mañana es interrumpido por un rumor de pasos. El sacerdote
se acerca al confesionario y queda allí, en espera. Algunas personas van
entrando a la Parroquia y los bancos van poblándose lentamente.
- Mira con atención -me sugiere María.
Mi corazón aprecia entonces una lluvia de rosas en espera, rodeando el
confesionario.
- ¿Qué es eso, Madre?-mientras pregunto, mis pulmones se llenan del perfuma
más exquisito que haya conocido jamás.
- Esos pétalos en espera, representan la Misericordia de Jesús aguardando
un alma que venga por ella. Acércate más.
Sin que el sacerdote lo note, me acerco hasta él. El paisaje ha cambiado y el
hombre se halla sentado a la puerta de un vastísimo jardín. Sus manos se
hallan inundadas de pétalos. Mientras reza en silencio, de su aliento sale el
perfume indescriptible de la misericordia. Pero allí se queda, no se extiende
ni un centímetro.
- ¡Madre, corre, dile a esas personas que vengan!. Mira sus almas, Madrecita,
están tristes, agobiadas, doloridas..... Si tan sólo pudieran ver esto,
Madre, correrían agolpándose frente al confesionario, para inundarse del Amor
derramado en perfumes eternos.
Pero ¿qué digo? Si yo misma miles de veces estuve en el lugar de mis
hermanos. Mil veces, como ellos, me quedaba arrodillada en el banco, cargando
tanto peso en el alma que apenas si podía rezar. Mil veces deje los pétalos
en espera, mil veces no bebí de la fuente del Amor..."Ni bien pueda, me
confieso""Cuando halle a tal o cual cura me confesare"
"Hoy no lo siento, cuando lo sienta lo haré" ¡Que desperdicio,
Madrecita, que desperdicio!.
- Presta atención, hija mía, a lo que ahora te mostrare.
Una señora se acerca al confesionario. Se arrodilla lentamente y recibe el saludo
del sacerdote.
En ese momento los pétalos comienzan a rodearla. A medida que confiesa sus
faltas, una lluvia de luz y perfume desciende a su alma. Cuando reza el
Pésame, se oyen los trinos de los pájaros del jardín, en una melodía única
que jamás podría interpretar instrumento alguno. El sacerdote le da su
bendición, unos ángeles se acercan... la señora se levanta y mira hacia el
Sagrario. En ese momento Jesús, sentado en el lugar del sacerdote, sale del
pequeño recinto del confesionario y la abraza. Su alma se halla ahora en
estado de gracia, hermosa, casi con alas, y totalmente perfumada.
- Señora, jamás pensé... ¡Oh Señora!. Quiere decir que todo lo que me has
mostrado en esa buena mujer, ¿También ha sucedido conmigo hace un rato,
cuando me confesé?
- Claro, hija, claro. Pero aun no hemos visto todo el jardín. Te he
mostrado la puerta.Te has acercado a ella, por lo que ahora, te es permitido
entrar.
- ¿Entrar?¿Por cuánto tiempo?
- Por el que tu quieras...
Reconozco que mi capacidad de asombro se agota enseguida contigo, Madre. Pero
tu, que renuevas en mi corazón todas las cosas, me darás mas asombro para
poder seguirte.
Comienza la Misa. Cada palabra del sacerdote llega a mi corazón. Pero no me
faltan las involuntarias distracciones, pues mi corazón, humano e
inconstante, se escapa corriendo tras cuanto pensamiento pasa cerca de él.
Pero tu paciencia, Madre, que supera infinitamente mi pobreza, una y otra
vez, lo trae a mí.
Llega el momento de la Comunión.
- Mira el jardín -me dices.
Veo a la misma señora del confesionario acercarse a comulgar. Un inmenso
jardín la rodeaba y su alma, extasiada de gozo, abrazaba al Maestro, hecho
Pan Eucarístico.
Pero el jardín no es constante. No todas las personas salen envueltas en
pétalos y perfumes.
- ¿Porqué Madrecita, no a todos les es mostrado el jardín?
- Porque no todos lo han buscado, hija. Algunos se han acercado a recibir
a Jesús con el alma demasiado cargada de pequeñas faltas. Otros han ido como
por costumbre. El maestro golpea una y otra vez la puerta del corazón, pero
éste se halla tan ocupado encargándose de sus propios asuntos, que no escucha
el llamado. Y allí queda Jesús, casi una hora, esperando y esperando... Hasta
que decide irse. Sus manos, que estaban llenas de Misericordia, hecha pétalo
y perfume de eternidad, ahora quedan cargadas de las espinas del olvido, que
tanto le lastiman.
Poco a poco intento comprender. El sacerdote me da la Comunión, y la
misericordia de Dios me abraza. La disfruto en silencio, pero me queda una
gran tristeza por mis hermanos.
Si mi corazón disfruta de un abrazo de la Misericordia, es por su bondad, no
por mis méritos. Pero algo me resta por comprender.
- Madre, si ahora estoy en el jardín de la misericordia ¿por qué no
permanezco en él?
- Pues, porque te dejas engañar por el espejismo del pecado y te sales,
seducida por el canto de las sirenas.
- ¿Por qué Jesús no cierra las puertas, para que no pueda yo salir?
- Porque respeta tu libertad. Recuerda que ese es uno de los regalos más
bellos que te ha dado, pero el más difícil de disfrutar. Tu libertad se viste
con extraños disfraces. Digamos que es como una gran ola del mar y tu, una
tabla. Dejas que te arrastre donde quiera, o te trepas a la tabla, como el
deportista, y la dominas...
Me quedo en silencio. Sigo sintiendo en el alma la compañía de Jesús
Sacramentado. Tengo mucho para meditar... Mucho para aprender y sobre todo,
muchísimo más que agradecer...
La misa ha terminado. Camino lentamente hacia la salida del templo. Paso
frente al confesionario... Parece solitario, pero no... no lo está. Tu, Madre
querida, me has enseñado a ver, tras esa sencilla y pequeña puerta, el jardín
de la eterna misericordia. Dame la gracia, Madre, de grabar en mi alma tus
enseñanzas, de reconocer mis pecados y de acercarme, en cada oportunidad, a
las puertas del jardín de la infinita misericordia, o sea, al Sagrado Corazón
de Jesús.
Autor: María Susana Ratero
|
sábado, 26 de abril de 2014
Juan Pablo II, el hombre de toda la vida
Celebraremos gozosos su santidad y estará en los altares para ser
proclamado santo entre los santos.
En su momento, el Papa Juan Pablo II, fue denominado por la revista Times,
"EL HOMBRE DEL AÑO"
Entró en la Historia "Como el más grande Papa de nuestros tiempos
modernos" decía Billy Graham y añadía : -"Ha sido una patente
conciencia en todo el mundo cristiano".
Su voz nos sacudió, no solo a los católicos, sino a cualquier persona de
diferente religión, raza o credo. Su carisma era tan fuera de lo común, tan
subyugante, que quién lo llegó a ver o a oír, nunca lo pudo olvidar. Y ese
magnetismo provenía de su fuerza espiritual, que emanaba de toda su persona, de
sus actitudes, de su mirada, de su voz.
Era un ser lleno de Dios y, por lo tanto, transmitió esa energía a pesar de que
su figura se veía a veces un tanto cansada y doliente. Doliente si, porque le salía
afuera lo mucho que sufría su corazón al poder comprobar que sus amados hijos
seguíamos sumidos en el pecado de la ambición, del egoísmo y del odio.
Tristemente cansado, pero no doblegado, alzaba su voz al mundo entero como lo
hizo en la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo en el Cairo,
como lo hizo con su "best seller" Cruzando el umbral de la
Esperanza y tantos escritos más y como en su Rosario con el fondo musical
de Bach y Haendel y como le pudimos escuchar en sus innumerables viajes.
Su voz aún resuena sobre la faz de la Tierra y en lo individual de cada
conciencia de todos nosotros.
Fue el hombre vertical de la Iglesia Católica. Su vida fue firme como la roca
al embate de un mar embravecido que sacudía al mundo con oleajes de lujuria,
odios, muerte y desorientación.
Una bala mortal, un 13 de mayo día de la Virgen de Fátima, entró en su cuerpo y
la mano de una madre, la Madre de Dios, la desvió para que no muriera hasta que
acabara su Camino.
Fue el hombre de sacrificios, oración, de contacto vital con Dios y el Espíritu
de ese Dios hizo nido en su corazón y lo hizo arder como tea encendida y
proclamar la única verdad absoluta para el hombre: "Venimos de Dios y al
Él volvemos".
Siguió los pasos de Cristo y nos fue mostrando el Camino.
Fue un ejemplo viviente para nuestra existencia. Fue nuestro guía. Y no solo
fue "el hombre del año", allá por 1995, sino de todos los años, el de
"toda la vida".
Su muerte nos llenó de pesar.
Hoy celebraremos gozosos su SANTIDAD y estará en los altares para ser
proclamado SANTO entre los santos, pero muy especialmente en nuestros
corazones.
SAN JUAN PABLO II, DESDE LOS BRAZOS DEL PADRE, RUEGA POR NOSOTROS
Autor: María Esther de Ariño
viernes, 25 de abril de 2014
Verdaderamente ha resucitado!
Dejemos que el estupor gozoso de la Resurrección,se irradie en los
pensamientos, las miradas, las actitudes, los gestos y en las palabras.
Autor: SS Benedicto XVI
Palabras previas del Papa Francisco al rezo del Regina Coeli en el Lunes del
Ángel, 21 de Abril 2014
Queridos hermanos y hermanas,
¡Felices Pascuas! Cristòs anèsti! - Alethòs anèsti!, ¡Cristo ha resucitado! -
¡Verdaderamente ha resucitado!
¡Está entre nosotros aquí!
En esta semana podemos seguir intercambiándonos la felicitación pascual, como
si fuera un único día. Es el gran día que hizo el Señor.
El sentimiento dominante que transluce de los relatos evangélicos de la
Resurrección es la alegría llena de estupor; pero un estupor
grande, pero la alegría que viene desde adentro; y en la Liturgia nosotros
revivimos el estado de ánimo de los discípulos por la noticia que las mujeres
habían dado: ¡Jesús ha resucitado! Nosotros lo hemos visto.
Dejemos que esta experiencia, impresa en el Evangelio, se imprima también
en nuestros corazones y se vea en nuestra vida. Dejemos que el estupor
gozoso del Domingo de Pascua se irradie en los pensamientos, en las miradas, en
las actitudes, en los gestos y en las palabras... ojalá seamos así luminosos.
¡Pero esto no es un maquillaje! Viene desde dentro, de un corazón inmerso
en la fuente de esta alegría, como el de María Magdalena, que lloró por
la pérdida de su Señor y no creía a sus ojos viéndolo resucitado.
Quien hace esta experiencia se convierte en testigo de la Resurrección,
porque en cierto sentido ha resucitado él mismo, ha resucitado ella misma.
Entonces es capaz de llevar un "rayo" de la luz del Resucitado en las
diversas situaciones: en las felices, haciéndolas más bellas y preservándolas
del egoísmo; y en las dolorosas, llevando serenidad y esperanza.
En esta semana, nos hará bien tomar el libro del Evangelio y leer aquellos
capítulos que hablan de la resurrección de Jesús; nos hará tanto bien tomar el
libro y buscar los capítulos y leer aquello.
También nos hará bien, esta semana, pensar en la alegría de María, la
Madre de Jesús. Así como su dolor fue tan íntimo, tanto que le traspasó su
alma, del mismo modo su alegría fue íntima y profunda, y de ella los discípulos
podían tomar. Habiendo pasado, a través de la experiencia de la muerte y de la
resurrección de su Hijo, viste, en la fe, como la expresión suprema del amor de
Dios, y el corazón de María se ha convertido en una fuente de paz, de consuelo,
de esperanza y de misericordia.
Todas las prerrogativas de nuestra Madre derivan de aquí, de su participación
en la Pascua de Jesús. Desde la mañana del viernes hasta la mañana del domingo,
Ella no perdió la esperanza: la hemos contemplado como Madre de los
dolores, pero, al mismo tiempo, como Madre llena de esperanza. Ella, la Madre
de todos los discípulos, la Madre de la Iglesia y Madre de esperanza.
A Ella, testigo silencioso de la muerte y de la resurrección de Jesús, le
pedimos que nos introduzca en la alegría pascual. Lo haremos con el
rezo del Regina Coeli, que en el tiempo pascual sustituye la oración del
Ángelus.
jueves, 24 de abril de 2014
Se me nota...Quien resucita es diferente
Que el anuncio pascual llegue a todos los pueblos de la tierra, y que toda
persona de buena voluntad, se sienta protagonista en esta Pascua.
En la Resurrección de Cristo hemos
resucitado todos.
Que el anuncio pascual llegue a todos los pueblos de la tierra, y que toda
persona de buena voluntad, se sienta protagonista en este día en que actuó el
Señor, el día de su Pascua, en el que la Iglesia, con gozosa emoción, proclama
que el Señor ha resucitado realmente.
Este grito que sale del corazón de los discípulos, en el primer día después del
sábado, ha recorrido los siglos, y ahora, en este preciso momento de la
historia, vuelve a animar las esperanzas de la humanidad con la certeza
inmutable de la resurrección de Cristo, Redentor del hombre.
Hoy es el día que este grito me interpela a mí, y que en este preciso momento
me llena de alegría, paz y felicidad. Cristo verdaderamente me ha resucitado.
Se nota fácilmente quiénes siguen a Jesús Resucitado:
Tienen un encanto especial.
Son alegres y acogedores.
No se dan importancia ni buscan aplauso o recompensa de cualquier tipo.
Están siempre dispuestos a aceptar los trabajos más duros o más humildes.
Son sinceros y responsables.
No tienen miedo, o saben vencer el miedo.
No se echan para atrás.
Son colaboradores, participativos, imaginativos.
Siempre son personas de esperanza, positivas.
Y son especialmente amistosas y pacificadoras, cálidas y cercanas, personas de
toda confianza.
Viven o se esfuerzan por vivir las Bienaventuranzas.
No aman la riqueza por encima de todo, son austeras, sin apegos, saben
compartir, incluso de lo que necesitan. Hacen opción por los pobres y se
esfuerzan por ser pobres de espíritu.
No cultivan el orgullo ni se creen superiores.
No envidian ni se comparan.
Son humildes, vacías de sí mismas. Es la pobreza interior, la más difícil. Por
eso son personas sufridas, llenas de paciencia y mansedumbre.
No se sienten ofendidas, porque no viven para sí.
No son indiferentes ante los demás, sino sensibles y compasivas.
Saben llorar con los que lloran, perfectas consoladoras. Otros lloran por los
golpes que reciben, porque la vida les trata mal. ¡Cuántas lágrimas amargas e
inocentes! No se rebelan ni odian ni se desesperan, pero lloran.
No toleran la injusticia, aunque sea al más pequeño. Luchan por un mundo
solidario, en que todos consigan su dignidad y sus derechos. Sueñan con un
mundo nuevo, con la civilización del amor.
No son duras inquisidoras, sino comprensivas y compasivas. Tienen entrañas de
misericordia. Saben perdonar, estar cercanas, volcarse sobre las miserias
humanas. Se conmueven ante cualquier sufrimiento, como Dios.
No aman la impureza o la mentira. Tienen el corazón limpio. Son libres, no les
esclavizan los vicios. Son auténticas, transparentes, verdaderas. Se lavan con
agua de arrepentimiento, reconocen su fallo o su error.
No utilizan la violencia, sólo para sí mismas; pero irradian la paz, y la
crean, la defienden. Para todos, personas amigas del diálogo y promotoras de
reconciliación y del perdón.
No se acobardan a la hora de defender al oprimido; lo defienden siempre, aún a
riesgo de ser criticadas y perseguidas. Son profetas de la libertad y la
justicia, y por eso, tantas veces son mártires.
¿Me reflejo en alguno de estos rasgos?
Autor: P. Dennis Doren L.C.
miércoles, 23 de abril de 2014
Tiempo Pascual
Los cincuenta días que van desde el domingo de resurrección hasta el
domingo de Pentecostés.
El Domingo de Resurrección o de Pascua es la fiesta
más importante para todos los católicos, ya que con la Resurrección de Jesús es
cuando adquiere sentido toda nuestra religión.
Cristo triunfó sobre la muerte y con esto nos abrió las puertas del Cielo. En
la Misa dominical recordamos de una manera especial esta gran alegría. Se
enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que
permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo.
La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas entre otras, son
el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a sus apóstoles.
Cuando celebramos la Resurrección de Cristo, estamos celebrando también nuestra
propia liberación. Celebramos la derrota del pecado y de la muerte.
En la resurrección encontramos la clave de la esperanza cristiana: si Jesús
está vivo y está junto a nosotros, ¿qué podemos temer?, ¿qué nos puede
preocupar?
Cualquier sufrimiento adquiere sentido con la Resurrección, pues podemos estar
seguros de que, después de una corta vida en la tierra, si hemos sido fieles,
llegaremos a una vida nueva y eterna, en la que gozaremos de Dios para siempre.
San Pablo nos dice:
“Si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe” (I Corintios 15,14)
Si Jesús no hubiera resucitado, sus palabras hubieran quedado en el aire, sus
promesas hubieran quedado sin cumplirse y dudaríamos que fuera realmente Dios.
Pero, como Jesús sí resucitó, entonces sabemos que venció a la muerte y al
pecado; sabemos que Jesús es Dios, sabemos que nosotros resucitaremos también,
sabemos que ganó para nosotros la vida eterna y de esta manera, toda nuestra
vida adquiere sentido.
La Resurrección es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los cristianos
no podemos vivir más con caras tristes. Debemos tener cara de resucitados,
demostrar al mundo nuestra alegría porque Jesús ha vencido a la muerte.
La Resurrección es una luz para los hombres y cada cristiano debe irradiar esa
misma luz a todos los hombres haciéndolos partícipes de la alegría de la
Resurrección por medio de sus palabras, su testimonio y su trabajo apostólico.
Debemos estar verdaderamente alegres por la Resurrección de Jesucristo, nuestro
Señor. En este tiempo de Pascua que comienza, debemos aprovechar todas las
gracias que Dios nos da para crecer en nuestra fe y ser mejores cristianos.
Vivamos con profundidad este tiempo.
Con el Domingo de Resurrección comienza un Tiempo pascual, en el que recordamos
el tiempo que Jesús permaneció con los apóstoles antes de subir a los cielos,
durante la fiesta de la Ascensión.
La fiesta de la Pascua es tan importante, que un solo día no nos alcanza para
festejarla. Por eso la Iglesia ha fijado una octava de Pascua (ocho días) para
contemplar la Resurrección y un Tiempo Pascual (cincuenta días) para seguir
festejando la Resurrección del Señor.
¿Cómo se celebra el Domingo de Pascua?
Se celebra con una Misa solemne en la cual se enciende el cirio pascual, que
simboliza a Cristo resucitado, luz de todas las gentes.
En algunos lugares, muy de mañana, se lleva a cabo una procesión que se llama
“del encuentro”. En ésta, un grupo de personas llevan la imagen de la Virgen y
se encuentran con otro grupo de personas que llevan la imagen de Jesús
resucitado, como símbolo de la alegría de ver vivo al Señor.
En algunos países se acostumbra celebrar la alegría de la Resurrección
escondiendo dulces en los jardines para que los niños pequeños los encuentren,
con base en la leyenda del “conejo de pascua”.
La costumbre más extendida alrededor del mundo, para celebrar la Pascua, es la
regalar huevos de dulce o chocolate a los niños y a los amigos.
A veces, ambas tradiciones se combinan y así, el buscar los huevitos escondidos
simboliza la búsqueda de todo cristiano de Cristo resucitado.
La tradición de los “huevos de Pascua”
El origen de esta costumbre viene de los antiguos egipcios, quienes
acostumbraban regalarse en ocasiones especiales, huevos decorados por ellos
mismos. Los decoraban con pinturas que sacaban de las plantas y el mejor regalo
era el huevo que estuviera mejor pintado. Ellos los ponían como adornos en sus
casas.
Cuando Jesús se fue al cielo después de resucitar, los primeros cristianos
fijaron una época del año, la Cuaresma, cuarenta días antes de la fiesta de
Pascua, en la que todos los cristianos debían hacer sacrificios para limpiar su
alma. Uno de estos sacrificios era no comer huevo durante la Cuaresma.
Entonces, el día de Pascua, salían de sus casas con canastas de huevos para
regalar a los demás cristianos. Todos se ponían muy contentos, pues con los
huevos recordaban que estaban festejando la Pascua, la Resurrección de Jesús.
Uno de estos primeros cristianos se acordó un día de Pascua de lo que hacían
los egipcios y se le ocurrió pintar los huevos que iba a regalar. A los demás
cristianos les encantó la idea y la imitaron. Desde entonces, se regalan huevos
de colores en Pascua para recordar que Jesús resucitó.
Poco a poco, otros cristianos tuvieron nuevas ideas, como hacer huevos de
chocolate y de dulce para regalar en Pascua. Son esos los que regalamos hoy en
día.
¿De dónde viene lo del “conejo de Pascua”?
Su origen se remonta a las fiestas anglosajonas pre-cristianas, cuando el
conejo era el símbolo de la fertilidad asociado a la diosa Eastre, a quien se
le dedicaba el mes de abril. Progresivamente, se fue incluyendo la imagen del
conejo a la Semana Santa y, a partir del siglo XIX, se empezaron a fabricar en
Alemania conejos y huevos de chocolate y azúcar para regalar en la Pascua.
Los alemanes, para justificar "cristianamente" la mezcla de símbolos
paganos y cristianos, inventaron una muy curiosa leyenda, cuento o fábula, que
se ha ido transmitiendo de generación en generación y que dice así:
Había una vez un conejo que vivía en el sepulcro que pertenecía a José de
Arimatea donde depositaron el cuerpo de Jesús después de su muerte en la cruz.
El conejo estaba presente cuando lo sepultaron y vio cómo la gente lloraba y
estaba triste porque Jesús había muerto.
Cuando pusieron la piedra que cerró la entrada, el conejo se quedó ahí mirando
el cuerpo de Jesús y preguntándose quien sería ese Señor a quien querían tanto
todas las personas. Pasó todo un día y toda una noche mirándolo, cuando de
pronto Jesús se levantó y dobló las sábanas con las que lo habían envuelto. Un
ángel quitó la piedra que tapaba la entrada y Jesús salió de la cueva ¡más vivo
que nunca! El conejo entonces comprendió que Jesús era el Hijo de Dios y se
sintió obligado a avisar al mundo y a todas las personas que lloraban que ya no
tenían que estar tristes, pues Jesús no estaba muerto, sino que había
resucitado. Como los conejos no pueden hablar, se le ocurrió que si les llevaba
un huevo, símbolo de la vida, los hombres entenderían el mensaje de resurrección
y alegría. Desde entonces el conejo sale cada Domingo de Pascua a dejar huevos
de colores en todas las casas para recordarle al mundo que Jesús resucitó y hay
que vivir alegres.
Algunas ideas para vivir el Tiempo Pascual en Familia: http://www.cesm.org.ar
¿Cómo celebramos en familia cualquier fiesta importante? El cumpleaños de
nuestros hijos, nuestros aniversarios, un casamiento...
¿Por qué no invertimos el mismo tiempo, dedicación y recursos para celebrar la
gran fiesta de la Pascua? ¿Por qué contentarnos solo con repartir huevitos de
Pascua?
A ver abuelas y madres.... ¡A preparar la fiesta de la Pascua en familia !!!
Para que realmente, todos los signos y gestos durante los 8 días de la Pascua,
sean signos de fiesta, que ayuden a todos a comprender el misterio profundo que
celebramos !!!
El cirio Pascual de la familia: Una vela grande, más grande que lo
común. La decoramos con papelitos de colores, corazones que representen a cada
uno de los miembros de la familia. Le ponemos una cruz en el centro. Y en cada
uno de los lados de la cruz, el número que representa el año.
Arriba de la cruz la letra Alfa y por debajo de la cruz la letra Omega. Este
cirio lo encendemos la noche de la Pascua, y puede acompañar nuestra mesa
familiar a lo largo de toda la octava de Pascua.
Signos de fiesta: Globos, guirnaldas, carteles en la puerta de
casa, letreros, etc.
La mesa familiar: Durante 8 días se viste de fiesta. Con las
mejores cosas, las que ponemos para cuando vienen invitados importantes:
manteles, flores, copas...
Huevitos de Pascua: No hace falta "indigestar" a nuestros
niños el Domingo de Pascua. La Pascua dura 8 días, y sería muy lindo poder
comer algo bien rico en cada una de las comidas de esos días: Huevos de
chocolate, postres especiales, golosinas, etc.. Nuestros hijos saben que cuando
hay fiesta hay cosas ricas en la mesa. Seamos creativos en preparar algo rico
para cada día de esta fiesta!
Saludos y bendiciones: Para cada día, podemos preparar tarjetitas,
con algún saludo o bendición especial para cada uno. Las ponemos en la canasta
del cirio Pascual, o en el plato de cada uno. Pueden ser deseos, o textos
cortos de los evangelios de la resurrección. También pueden ser intenciones, deseos
o propósitos a cumplir en este tiempo Pascual.
Gesto solidario: aprovechemos este tiempo de Pascua para pensar en
familia algún gesto solidario que podamos hacer en favor de los más
necesitados, de Caritas Parroquial, o de algún vecino o miembro de la familia
que está necesitando nuestra ayuda. La Pascua siempre nos pone en camino hacia
el hermano, y es bueno que podamos concretar este festejo con un gesto de
solidaridad.
Asamblea familiar: Sería buenísimo que dentro de la octava de
Pascua, nos tomemos un tiempo para reunirnos en una Asamblea Familiar y
reflexionar juntos sobre la vida que compartimos.
A modo de sugerencia les proponemos esta dinámica:
1 ¿Qué es lo que más me gusta de la vida? ¿Qué cosas dan sentido a mi vida?
2 ¿Qué es lo que más me está costando de mi vida de hoy? ¿Qué es lo que me hace
sufrir o doler?
3 ¿Qué quiero decirle a Jesús resucitado en esta Pascua? ¿Qué es lo que
necesito de la vida, para mi vida, para mi historia de hoy?
Seguramente, muchos tiene más ideas, relacionadas con la propia tradición
familiar...
¡¡¡A CELEBRAR A CONTAGIARNOS LA ALEGRÍA DE LA VIDA QUE SE HACE PLENA POR EL
MISTERIO DE LA PASCUA!!! Que no nos gane el apuro o la rutina... Detengamos el
tiempo para celebrar el misterio que está más allá de todo tiempo...
Son fiestas Pascuales,
Son fiestas de la Vida,
Es el Misterio de la Eternidad presente en nuestras historias...
Es Jesús resucitado que sale a nuestro encuentro y quiere festejar su vida con
nosotros!!!
Autor: Teresa Fernández
lunes, 21 de abril de 2014
La Pascua es lo más grande de nuestra fe.
¿Podemos decir que nuestra Pascua ha sido "hacia adentro", que
hemos sentido que el Señor ha dejado alguna huella de su paso por nuestra
vida?
|
|
Estamos en la Pascua, la Pascua Florida. Llegó con
el Domingo de Resurrección.
Los vacacionistas regresaron..... otros lamentablemente no volverán. Salieron
felices y animosos pero ya no hubo regreso. Los recordamos y pedimos por
ellos.
La Pascua es el Misterio más grande de nuestra fe. Cristo ha resucitado y la
Muerte quedó vencida porque su Resurrección la mató. San Agustín nos dice: -
"Mediante su Pasión, Cristo pasó de la muerte a la vida. La Pascua es el
paso del Señor"
Ya dejamos atrás los días de Pasión y muerte. Seguiremos venerando la cruz
que fue el medio que nos hizo cruzar a la otra orilla de luz y de vida
eterna. Sin cruz.... no se llega. No se alcanza la resurrección. ¡Cristo
resucitó y su tumba quedó vacía!
Volvemos a los días de trabajo, a la rutina... ¿qué ha dejado este paso de
Dios en nuestras almas? ¿Podemos decir que nuestra Pascua ha sido "hacia
adentro", que hemos sentido que el Señor ha pasado y ha dejado alguna
huella de su resurrección en nuestra vida?
Jesús realiza la Pascua. Jesús pasa al Padre. ¿Es solo El quien pasa de este
mundo al Padre? ¿Y nosotros ?...
Dios es Omnipotente y puede hacerlo Todo, pero... "no puede"
obligarnos a tener un corazón arrepentido. Nos deja en libertad para amarlo o
para ofenderlo, para querer estar unidos a El o para olvidarlo y esa libertad
es tan traicionera que nos puede DAR o QUITAR el derecho a nuestra propia y
gloriosa resurrección. Porque resucitar eso si, lo haremos todos. Ya que así
lo decimos y creemos en nuestro Credo - creo en la resurrección de los
muertos.
Lo que hemos vivido estos días no puede pasar sin dejarnos algo, sin dejarnos
una huella en el alma, ahora que proseguimos el camino de nuestro quehacer de
siempre.
Cristo resucitó y los apóstoles, uno a uno, dieron su vida por esta VERDAD
que deslumbra.
Pedro comió y bebió con Jesús después de su Resurrección, Tomás metió sus
dedos en las llagas del Cristo resucitado y Pablo nos recuerda que si hemos
resucitado con Cristo por el Bautismo, debemos de vivir la nueva vida en
espera de su regreso y tenemos el compromiso de llevar por el mundo la
palabra de Dios.
|
Autor: Ma Esther De Ariño
sábado, 19 de abril de 2014
Jueves Santo. Misterio Eucarístico
|
Caigamos de rodillas y pidámosle que nos alimente con su Eucaristía
mientras recorremos el camino de la vida.
|
|
Hoy Jueves Santo
sentimos una necesidad imperiosa de recordar y más que recordar llegar con
nuestra imaginación y nuestro sentir hasta el Cenáculo, lugar que tuvo que
quedar perfumado con las palabras eucarísticas que pronunció allí Jesús la
misma noche en que sería entregado a la muerte.
En aquel sagrado recinto vemos a Cristo rodeado de sus apóstoles junto a una
mesa y le vemos tomar el pan y el cáliz en sus manos sacerdotales para
convertirlos en su Cuerpo y en su Sangre divinos.
Jesucristo se nos presenta con todo el poder de que es verdadero Dios, por su
milagro, por el dominio de su pena interna, por el infinito amor con que
corresponde a la soledad de los sagrarios de todo el mundo y de todos los
tiempos, a los sacrilegios y perversiones de los corazones de los hombres, al
desamor, y a la tibieza de los malos cristianos que lo reciben con gran
indiferencia.
San Pablo nos dice: Porque yo aprendí del Señor lo que también os tengo
enseñado; y es que el Señor Jesús, la noche misma en que había de ser entregado,
tomó el pan y dando gracias lo partió y dijo a sus discípulos: "Tomad y
comed. Esto es mi cuerpo que por vosotros será entregado a la muerte. Haced
esto en memoria mía". Y de la misma manera el cáliz, después de haber
cenado, diciendo: "Este cáliz es el Nuevo Testamento en mi sangre. Haced
esto cuantas veces lo bebiereis en memoria mía, pues todas las veces que
comierais este pan o bebierais este cáliz, anunciareis la muerte del Señor
hasta que venga.
Así es que, cualquiera que comiera este pan o bebiera el cáliz del Señor
indignamente será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Porque quién lo
come o bebe indignamente, se traga y bebe su propia condenación". (Cor,
ll,2O-32).
Las palabras del Señor en esa noche son una promesa de amor de que jamás
estaremos solos sin El, de que podremos alimentar nuestra alma y cuerpo con
el mismo Dios nuestro Creador que se quedó en el Sagrario pero también
palabras fuertes de una advertencia grave para que no tomemos a la ligera al
acercarnos a recibirle sin que antes reconciliemos nuestro corazón, si le
hemos ofendido gravemente, con el acto humilde de reconocer nuestros pecados
en el Sacramento de la Penitencia.
Y de nuevo ante esta inconmensurable escena de amor en el noche del Jueves
Santo podemos ver su rostro trasfigurado y sus ojos llenos de pesadumbre, su
corazón dolorido y sus palabras misteriosas para quedarse por siempre, hasta
la consumación de los siglos, entre los hombres
Caigamos de rodillas y pidámosle que nos alimente con su Eucaristía mientras
recorremos el camino de la vida, que nos consuele en nuestras penas, que
participe de nuestras alegría y que nos ayude a no perder la gracia para
poderlo recibir frecuentemente y de una manera digna.
|
Autor: Ma Esther De Ariño
viernes, 18 de abril de 2014
Getsemaní: Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz
|
Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Que tu voluntad se realice en
mi obrar cotidiano. Sea agradable o no. Tu voluntad, Señor...
|
|
Un hombre, el más
inocente de todos, Jesús de Nazareth, cae de rodillas en el huerto de los
olivos. Sólo le contempla la luna que baña, enmudecida, las sombras de la
ciudad santa. Era de noche.
Era de noche en el alma de Judas Iscariote, uno de los apóstoles, que ha
tomado la decisión de traicionar de su maestro.
Era de noche también en el alma de Jesús. El Señor, que nos acostumbró a
verlo tan seguro de sí mismo, dueño de toda circunstancia, aun en medio de
situaciones muy tensas, ahora cae de rodillas, temblando. Su sudor es frío,
llora, gime. Su oración es inusual: "Padre, si es posible, aparta de mí
este cáliz."
¿Cómo es que tú, que siempre aceptaste la voluntad del Padre y la defendiste
contra toda rebaja por parte de los hombres, ahora la rechazas? "Padre,
si es posible..." ¡Cuánto te debió doler esta oración! ¡Hasta qué punto
debió llegar tu sufrimiento moral que te ha reventado por dentro y te ha
hecho chorrear goterones de sudor sanguinolento!
Agonía, temor, pavor, tristeza suma, casi desesperación, tedio, pesar. Estas
son las aves que anidan en tu ánimo. Por eso te encontramos desplomado,
yaciente en el suelo, gimiendo e implorando misericordia al Padre de los
cielos. Sí que era de noche.
¿Por qué esta escena? ¿Por qué así? ¿Qué contemplabas, Jesús? Delante de ti
se levantaba una oscura y pesada ola de contradicciones, pasiones desbocadas,
traición y desprecio, vejaciones sin cuento, injusticias e ingratitudes,
insensibilidad y odio. Todo concentrado sobre ti. Y estabas solo.
Terriblemente solo.
Y no era para menos. Las imágenes de lo que te vendrá encima son como sordas
bofetadas sobre tu corazón. La traición de Judas, alma escogida; el abandono
de los once restantes cuando la captura; las negaciones de Pedro; la condena
injusta; el ir y venir de Pilato a Herodes; la cobardía y contemporización
del procurador; el bestial ensañamiento de la cohorte sobre tu persona
bendita; el desprecio de la chusma que prefirió a un bandido de nombre
Barrabás; el via-crucis; la crucifixión; las tres horas de agonía colgado de
un madero, pendiendo sobre tus carnes vivas; los desprecios y desafíos que
aún allí te lanzarán los escribas y fariseos. Una muerte ignominiosa. Este
era el cáliz que por adelantado te hacía beber el Padre.
¡Y no sólo! Ese cáliz insoportable lo completa el ridículo y triste
espectáculo de tus seguidores y amigos que a lo largo de la historia
actuarían "como si no te conociesen", como si estas páginas del
evangelio no hubiesen sido escritas, como si tu donación dolorosa no les
incumbiese también a ellos. ¡Cuántos besos sacrílegos y traidores! ¡Cuántas
promesas tiradas al bote de la basura! Y ¡cuánto desprecio a tu persona en la
persona de los pobres, de las viudas, de los niños, de los ignorantes, de los
que no suelen contar para nada en los destinos de las naciones!
"Padre, si te es posible..." aparte de mí tantos pecados, tanta
destrucción y muerte. Tantos sitios de exterminio: los lagers, los Gulag, los
Albania, los Bosnia, los Ruanda. A tantos Hitlers y Stalins a lo largo de la
historia. Todas las matanzas y carnicerías inútiles y gratuitas, perpetradas
sobre poblaciones inocentes. Las revanchas, odios, venganzas, rencores,
riñas, discusiones sin sentido, disensiones familiares, distancias entre
hermanos.
Aparta de mí tanta infidelidad conyugal, tanta debilidad e inconsciencia ante
el dolor de los hijos abandonados. Aparta tanto escándalo público, tanto mal
ejemplo y desfachatez engrandecida por los medios de comunicación pública.
Aparta de mí tanto desenfreno sexual, tanto comercio con la debilidad humana,
tanta propaganda escandalosa.
Y, sobre todo, aparta de mí, Padre santo, el grito angustioso del pequeño que
clama desesperado, desde el seno materno, que quiere vivir, que merece vivir,
que no es ningún injusto agresor. Él se considera un regalo, puro don de
alegría para sus padres. Y hay tantos de ellos, tantos médicos que lo
consideran un producto, un montón de células, un huésped indeseable, un
auténtico enemigo de la felicidad matrimonial.
¡Quiere vivir! ¡Quiere decirles que los quiere mucho! Sin embargo, son miles,
millones de hombres cuya vida ha segado el egoísmo humano.
Guerras, pobreza extrema, infidelidad generalizada, vida de placeres y
despilfarro material. Suicidios. Borracheras y orgías. Droga al por mayor.
Vandalismo sin sentido, pandillerismo nihilista. Trata de blancas. Misas
negras. Promoción de la homosexualidad. Superstición generalizada. La lista
sería interminable.
Esto es lo que contemplas, Señor. Esto es lo que cargarás sobre tus hombres.
Esto es lo que tu Padre te está cobrando: tú eres el redentor, tú pagarás por
los pecados del hombre, de todo hombre, en todas las latitudes, de todos los
tiempos. No hay escapatoria. Hay expiación. Y tú lo sabes. Y tú lo aceptas. Y
tú estás pagando por ello. Con amor, mansamente... por mí y en mi lugar.
Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga mi
voluntad, sino la tuya. Que tu voluntad se realice en mi obrar cotidiano.
Sea agradable o ingrata. Fácil o complicada. "Tu voluntad,
Señor..."
Autor: P. Alfonso
Pedroza, LC.
|
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)