|
Noche mágica y misteriosa...¡Qué bonito sería pensar que esta noche todos
duermen con esta espera maravillosa!
|
|
Noche de Reyes...
Noche mágica y misteriosa...
Noche que hace palpitar aceleradamente los corazones infantiles y que al
cerrar sus ojos para dormir, los hará soñar con la tierna ilusión de una
muñeca o de un tren de bonitos colores. Porque a pesar de que ahora los
juguetes han alcanzado perfecciones insospechadas y técnicas admirables, nada
podrá igualar al maravilloso encanto y tierna sencillez de una muñeca
"vestida de azul" o de un tren de alegres y vivos colores.
Sueñan los niños y porque sus almas son inocentes y tienen fe, encontrarán
sobre sus zapatitos, que esta noche brillan de tan limpios que están, los
juguetes anhelados... "porque se portaron bien" y escribieron una
carta que siempre empezó así: Queridos Reyes Magos....y los mágicos
personajes, Melchor, Gaspar y Baltasar, vendrán al conjuro de esos deseos
ingenuos, con sus hermosas capas, con dos coronas y un turbante, para dejar
sus regalos.
De tanto pensar en ellos, sienten los niños que en el silencio de esta noche
han oído como un rumor de pasos, roce de sedas, terciopelos y brocados... Son
los tres Reyes Magos que han pasado. Y ojalá que esos niños guarden para
siempre la ilusión y magia de esta noche tan singularmente bella para que,
cuando adultos, en sus nuevos hogares, siempre haya una "noche de
Reyes". ¡Qué bonito sería pensar que esta noche todos los niños duermen
con esta espera maravillosa!
Pero el cuadro tiene su claro-oscuro. Las sombras que nos estrujan el corazón
de miles y miles de niños que esta noche no pondrán sus zapatitos porque no
los tienen, porque sus pies caminan descalzos sobre la tierra de este
Planeta. Que no pedirán ni un tren ni una muñeca sino un mendrugo de pan para
tener algo que comer en esta noche de Reyes. Estos niños nos están gritando
con el grito silencioso de su presencia, que de nada sirven los tecnicismos
de esta era si a los hombres se nos ha endurecido el corazón. Pobre
humanidad, envanecida y orgullosa...¡de qué podemos estarlo! si los hombres
se matan y los niños tienen hambre.
Hacer a los niños felices sería el mejor regalo y más aún para nuestras
conciencias. Que la mejor meta al llegar el año 2012 sería que no existiera
un solo niño sobre la faz de la tierra, en la calle, con hambre y descalzo.
Será sin duda el mas severo juicio al que seremos sometidos ante el Creador,
porque estuvieron a nuestro lado y no los quisimos ver, tuvieron hambre y no
les dimos de comer, tuvieron sed y no les dimos de beber...
Esta noche, noche de Reyes, la humanidad entera y cada uno de nosotros,
tendríamos que convertirnos en un Rey Mago, abrazar contra nuestro pecho a un
chiquitín, besar sus mejillas sucias, sus ojos tristes y caer de rodillas y
pedirles perdón.
Autor: Ma Esther De Ariño
|
"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)
lunes, 6 de enero de 2014
La noche de los Reyes Magos
domingo, 5 de enero de 2014
Queridos Reyes Magos ¡Feliz fin de viaje!
Estamos
celebrando el día de la Manifestación del Señor... así que ¡ánimo! El día de
encontrar lo que están buscando ha llegado.
Queridos
Reyes Magos:
Se muy bien que desde que han visto la estrella aparecer en el firmamento y
después de consultar sus mapas de astronómicos, y sobre todo sondear su
corazón, se han puesto en camino con gran docilidad para ir al encuentro del
Rey hecho niño, del Salvador del Mundo.
Y llevan sus regalos, que han elegido de una manera extraordinaria, Oro,
Incienso, y Mirra; porque lo reconocen como Rey, como Dios, y como hombre. Y se
han puesto en camino dejándose guiar por aquella estrella, que solo se deja ver
por las noches... y les va marcando el rumbo y les va orientando sus pasos.
Y ustedes con gran alegría, venciendo el cansancio y la sed de tanto caminar,
el calor y el frío del desierto, han continuado su camino y están por llegar.
También venciendo innumerables dificultades, como los engaños de Herodes, que
sabiamente han podido burlar, siendo obedientes al ángel.
Estamos celebrando el día de la Manifestación del Señor... así que ¡ánimo! El
día de encontrar lo que están buscando ha llegado.
Gracias por su fidelidad, por su obediencia, y por esos regalos que llevan en
sus manos. Pero más agradezco el signo que nos regalan a toda la humanidad de
que la salvación es para todos los pueblos.
Desde que ha empezado el tiempo de Adviento, he pensado en ustedes, y en la carta
que habría de escribirles para pedirles, como lo hice cuando era niño, algunos
regalos. Pero el tiempo se ha pasado tan rápido, entre posadas, la Fiesta de
Navidad, Fin de año, Fiesta de Nuestra Santísima Madre... que es hasta este
momento en la solemnidad de su venida que les escribo mi carta. De todas
maneras tengo la confianza que les llegará a tiempo porque le pediré a mi Ángel
de la Guarda que se las haga llegar en forma prioritaria.
Les pido, con humildad que me compartan:
La sencillez
para saber distinguir en los signos de los tiempos la presencia de la Buena
Noticia, para saber observar desde la fe todas la realidades tanto de la tierra
como del cielo.
Que puedan compartir conmigo la
docilidad a las divinas inspiraciones del alma, y seguir el
camino que me marque la estrella. A ustedes los ha guiado una estrella en el
cielo, para mi esa estrella que me lleva a Jesús es María, por eso pido tener
esa docilidad de ustedes para saber descubrirla en todo momento, para no perder
el rumbo que conduce al Salvador de todas las naciones, al Rey de todos los
Pueblos.
Valentía para hacerme al
camino, para saber dejarlo todo y lanzarme a la aventura de un
camino, a desinstalarme con frecuencia para vivir de la fe y no de la seguridad
de mis reinos, de mis posesiones. Confiar que, dejando todo, es la única forma
de encontrar El Todo.
Obediencia a las guías
que tengo en el camino, obediencia a lo que se cree, a lo que
se espera, a lo que se ama. Obediencia humilde a las inspiraciones y a los
ángeles, especialmente a mi Ángel de la Guarda, para que no pierda el camino, y
tenga la alegría de que todo se me ha dado como regalo, confiando y dependiendo
totalmente en Aquel que me ha llamado a un encuentro.
Alegría de un encuentro,
del encuentro que más se desea: encontrarse con Dios, por eso ese encuentro es
una Celebración. Porque es el encuentro de la criatura con su Creador, alegría
de encuentro porque es la manifestación de Dios hecho hombre como Dios, como
Rey, y como hombre. Quiero, tener esa alegría de encuentro que para mi se
realiza en cada Eucaristía, en cada sacramento, en cada encuentro con el más
necesitado. Alegría de encuentro, que es una gran celebración, porque cuando el
encuentro esta tocado por el amor solo puede ser celebrativo, y toda nuestra
vida es encuentro y toda nuestra vida es celebración si lo vivimos en la
dimensión del amor.
Abusando de su generosidad, pido la
paciencia para seguir en el camino, para que el cansancio no me
haga desistir, para que las dificultades no resten el ánimo, para que los
obstáculos del camino solo sean oportunidades de crecimiento, que sean retos
que me permitan crecer como persona, como cristiano, como discípulo del
Maestro.
Que no pierda la esperanza del encuentro, que no pierda la esperanza que la
promesa se hará realidad.
Que no pierda la esperanza que en el camino no se anda solo, que ángeles,
estrellas y hermanos caminamos juntos. Tener siempre y cada día, la esperanza
de que es posible vivir la caridad entre los hermanos que caminamos en
comunidad como lo hicieron ustedes, que se acompañaron hasta el final.
Todo lo anterior no lo pido solo para mi, lo pido para poder compartirlo con
todos mis hermanos, quiero descubrir en cada hermano a Cristo, quiero
descubrirlo especialmente en los más pobres, en los más necesitados, los
enfermos, los encarcelados, los que están solos o se sienten solos; quiero
reconocer al Rey en aquellos que llevan con humildad la cruz de cada día, en
los que se esfuerzan por dar testimonio del amor, en las personas que perdonan y
aquellos que se niegan a recibir el perdón, recocerlo en los amigos y también
en los enemigos.
Quiero compartir todo lo que les he pedido con todos aquellos que se acerquen a
mi vida, y quiero ser yo el que se ponga en camino hacía el encuentro. Me gustaría,
ser el primero que tienda un puente por donde el otro se pueda acercar a mi, y
por donde yo me pueda acercar a él.
Todo lo que les he pedido, también se los pido para todos mis amigos,
familiares y benefactores... para que todos seamos instrumentos de paz. Para
que todos busquemos el reino de Dios, sabiendo que si Dios reina en nuestros
corazones, reinará en nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestras
ciudades, y en nuestras naciones.
Les deseo a ustedes queridos Reyes Magos, feliz fin de viaje. Y me despido
agradecido por la ilusión que guardaron en mi cuando era un niño.
Gracias porque un día los espere con la ilusión de niño y hoy los puedo esperar
con la ilusión de sacerdote.
Con afecto, en el Señor que buscamos y que encontramos en la Eucaristía.
Autor: P Idar Hidalgo
sábado, 4 de enero de 2014
Los Magos de Oriente, modelos del verdadero sabio
Descubrieron
un nuevo rostro de Dios, una nueva realeza: la del amor.
Las palabras del Papa durante el rezo del Ángelus, el miércoles 6
de enero de 2010 con los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro en la
Solemnidad de la Epifanía del Señor.
Celebraremos la gran fiesta de la Epifanía, el misterio de la Manifestación del
Señor a todas las gentes, representadas por los Magos, venidos de Oriente para
adorar al Rey de los Judíos (cfr Mt 2,1-2). El evangelista Mateo, que relata el
acontecimiento, subraya que éstos llegaron a Jerusalén siguiendo una estrella,
avistada en su surgimiento e interpretada como signo del nacimiento del Rey
anunciado por los profetas, o sea, el Mesías. Llegados sin embargo a Jerusalén,
los Magos necesitaron las indicaciones de los sacerdotes y de los escribas para
conocer exactamente el lugar a donde dirigirse, es decir, Belén, la ciudad de
David (cfr Mt 2,5-6; Mi 5,1). La estrella y las Sagradas Escrituras fueron las
dos luces que guiaron el camino de los Magos, los cuales aparecen como modelos
de los auténticos buscadores de la verdad.
Éstos eran unos sabios, que escrutaban los astros y conocían la historia de los
pueblos. Eran hombres de ciencia en un sentido amplio, que observaban el cosmos
considerándolo casi un gran libro lleno de signos y de mensajes divinos para el
hombre. Su saber, por tanto, lejos de considerarse autosuficiente, estaba
abierto a ulteriores revelaciones y llamadas divinas. De hecho, no se
avergüenzan de pedir instrucciones a los jefes religiosos de los judíos.
Habrían podido decir: hagámoslo solos, no necesitamos a nadie, evitando, según
nuestra mentalidad actual, toda "contaminación" entre la ciencia y la
Palabra de Dios. En cambio los Magos escuchan las profecías y las acogen; y,
apenas se vuelven a poner en camino hacia Belén, ven nuevamente la estrella,
casi como confirmación de una perfecta armonía entre la búsqueda humana y la
Verdad divina, una armonía que llenó de alegría sus corazones de auténticos
sabios (cfr Mt 2,10). El culmen de su itinerario de búsqueda fue cuando se encontraron
ante "el niño con María su madre" (Mt 2,11). Dice el Evangelio que
"postrándose le adoraron". Habrían podido quedarse desilusionados, es
más, escandalizados. En cambio, como verdaderos sabios, se abrieron al misterio
que se manifiesta de modo sorprendente; y con sus dones simbólicos demostraron
que reconocían en Jesús al Rey y al Hijo de Dios. Precisamente en ese gesto se
cumplen los oráculos mesiánicos que anuncian el homenaje de las naciones al
Dios de Israel.
Un último detalle confirma, en los Magos, la unidad entre inteligencia y fe: es
el hecho de que "advertidos en sueños de que no volvieran a Herodes,
volvieron a su tierra por otro camino" (Mt 2,12). Habría sido natural
volver a Jerusalén, al palacio de Herodes y al Templo, para proclamar su descubrimiento.
En cambio, los Magos, que han elegido como soberano al Niño, lo custodian
escondiéndolo, según el estilo de María, o mejor de Dios mismo, y tal como
habían aparecido, desaparecieron en el silencio, apagados, pero también
cambiados tras el encuentro con la Verdad. Habían descubierto un nuevo rostro
de Dios, una nueva realeza: la del amor. Que nos ayude la Virgen María, modelo
de verdadera sabiduría, a ser auténticos buscadores de la verdad de Dios,
capaces de vivir siempre la profunda sintonía que hay entre la razón y la fe,
entre la ciencia y la revelación.
Autor: SS Benedicto XVI
viernes, 3 de enero de 2014
Temperamento, carácter y personalidad
«Temperamento», «carácter» y «personalidad» son
conceptos que utilizamos con frecuencia y que no siempre es claro qué se quiere
entender con ellos. La psicología actual los entiende del modo siguiente.
Temperamento: está formado por aquellos aspectos de la personalidad que hemos recibido de nuestros progenitores a través de la herencia y que afectan, sobre todo, a las formas primarias que tenemos de
reaccionar ante el ambiente (ser primario o secundario, tranquilo o agitado,
emotivo o frío, etc.). El temperamento es siempre algo innato; es decir, no se aprende, sino que se viene al mundo con él
y, generalmente, permanece sin muchos cambios a lo largo de toda la vida.
Carácter: es la parte adquirida de la
personalidad; es decir, todo lo que procede de nuestra relación con el mundo y
con las personas desde el momento en que nacemos. El carácter es como el sello
personal que distingue la conducta de un sujeto. Nuestros gustos, ideas,
simpatías o antipatías, por ejemplo, se deben más bien a la influencia del
carácter. En su formación juega sobre todo el ambiente familiar de la infancia.
Más tarde, pero con menos importancia, influyen también el colegio, el ambiente
cultural, socio‑económico, etc.
Se puede afirmar, por tanto, que con
el temperamento se nace, y que el
carácter se hace. Siempre es difícil, por no decir imposible, determinar
con precisión qué aspectos de nuestra conducta tienen una relación directa con
el temperamento y cuáles con el carácter,‑ ya que es muy difícil distinguir lo
que recibimos por la herencia de nuestros padres y lo que se debe al ambiente y
a la educación que empezamos a recibir el mismo día de nuestro nacimiento. En
el ser humano parece que es mucho más importante lo que se debe al carácter que
lo que se debe al temperamento. Es decir, que el medio ambiente cuenta mucho más que la herencia a la hora de
explicar el comportamiento.
La personalidad es un concepto
más complejo y no fácil de definir. ¿En qué nos apoyamos para decir que un
sujeto tiene mucha o poca personalidad? Si hiciéramos un sondeo sobre esta
pregunta, nos encontraríamos con opiniones muy diversas. Unos señalarían
factores físicos, otros rasgos psicológicos, otros hablarían de valores o
cualidades, para otros sería una cuestión de originalidad...
Científicamente, la personalidad se entiende como la estructura global del sujeto, que le hace único y diferente de los
demás. Es lo propio y distintivo de cada
individuo. Ello supone un modo
habitual de responder a las diversas situaciones, que viene determinado
tanto por el temperamento como por el carácter que se ha ido configurando. En
la
formación de la personalidad influyen, por tanto, los elementos biológicos
heredados, el ambiente en el que cada uno se desarrolla, particularmente el de
la familia, y también la propia voluntad de cada uno, que va libremente
dirigiendo sus pasos y contribuyendo, por tanto, a ir configurando un tipo u
otro de personalidad.
No existe un acuerdo unánime a la hora de señalar los rasgos de lo que
podríamos llamar una personalidad madura.
Sin embargo, existe una serie de elementos sin los cuales difícilmente se
podría hablar de «madurez humana».
Así, por ejemplo, la capacidad para adaptarse
a la realidad con capacidad de gozo y
disfrute de todo lo que ella pueda brindar, con capacidad para asumir las inevitables frustraciones que
de ella proceden y con capacidad para emprender una lucha contra las frustraciones evitables (injusticias, violencia,
etc.).
En las relaciones interpersonales, la persona madura muestra su habilidad
para el encuentro en la comunicación
profunda, en el respeto a la
libertad y diferencia del otro y en la actitud de donación.
En la relación con uno mismo es
necesario aprender a aceptar las propias
limitaciones, al mismo tiempo que se lucha
por conseguir un mejor desarrollo personal.
En resumen, una persona madura es la que adquiere una buena capacidad para
amar y ser amado y para desempeñar un proyecto creativo en el mundo. Amor profundo y trabajo creativo son los
dos ejes básicos de la maduración de la personalidad.
Los elementos de temperamento y carácter no son fácilmente modificables.
Pero tan falso sería afirmar que son inmodificables («yo soy así y no puedo
hacer nada por cambiar») como pensar en una modificación radical de lo que
somos («desde hoy seré otra persona»). Muchas cosas pueden permanecer siempre,
pero podríamos manejarlas de modo distinto (manejar nuestras limitaciones para
evitar el que nosotros seamos manejados por ellas). Para eso es fundamental
adquirir previamente un buen conocimiento
de nosotros mismos. Conocer nuestro temperamento y carácter ayuda a
manejarlos mejor.
La vida de pareja, por el nivel
profundo de afectividad en que suele establecerse, contribuye de modo
importante a afianzar los problemas y conflictos personales o a progresar en la
solución de los mismos contribuyendo a la maduración personal. Todo depende de
la madurez previa de ambos y de la capacidad que exista para la comunicación personal profunda.
...PARA EL DIÁLOGO
· ¿Qué piensas que determina más a la persona, su temperamento o su carácter?
¿Lo que se hereda de los padres o lo que la educación hace?
· Describe el temperamento, carácter o
personalidad de tu pareja.
· De lo que ves que a tu pareja no le gusta o le incomoda ¿qué estás dispuesto
a cambiar? ¿Cuál es la mejor ayuda que puedes tener para hacerlo?
· ¿Cómo influye la relación de pareja en la maduración personal de cada uno
de vosotros?
jueves, 2 de enero de 2014
COMPRENSIÓN Y ACEPTACIÓN MUTUAS EN EL MATRIMONIO
1. Aceptación
La íntima comunidad de vida y amor a que
aspira toda pareja desde su noviazgo, y con el matrimonio como horizonte, se
irá alcanzando progresivamente, a lo largo de su existencia, con el empeño y el
esfuerzo que ambos aporten. Convivir es difícil. La adaptación y búsqueda de
la complementariedad de dos seres diferentes, únicos e irrepetibles, requiere
hacer vida, día a día, todo cuanto conlleva el amor.
Jamás podrá marchar
bien un matrimonio si en la base de su escala de valores no está la aceptación
del otro tal como es, con su propio carácter, sus cualidades y defectos, sus
capacidades y limitaciones, su unidad original...: SU PERSONA.
2. Ponerse en el lugar del
otro. La comprensión
El amor espolea a «conocer»
a la persona amada y aceptada, para con ella dejar de ser un «tú» y un «yo» y
aspirar a un «nosotros» en plenitud.
Para conocer al otro
más allá de lo sensible, de lo externo (aspecto físico, cualidades,
comportamientos...), es preciso alcanzar su nivel profundo (motivaciones,
actitudes, sentimientos, etc., a los que responde eso que se manifiesta
externamente), y requiere, como en todo lo relacionado con la pareja, una doble
actitud en cada protagonista: abrirse al otro desde la confianza y amor que le
inspira, para mostrarse tal como se es (sin máscaras, con autenticidad), y
ponerse en su lugar para captar su verdad, sus valores, su singularidad... En
la vivencia intensa de esta dinámica está el fundamento de la comprensión
mutua: te acepto + me abro a ti + me
pongo en tu lugar = te comprendo.
3. Potenciar la personalidad del otro
El «nosotros» no es
la mera suma del «yo» y el «tú», sino la expresión más acabada de la relación
humana, que tiene su comienzo en el encuentro amoroso y va adquiriendo «cuerpo»
a lo largo de toda una vida en común.
El «nosotros» lo
constituyen dos personas, varón y mujer, que no lo son de una vez, porque la
persona es una realidad dinámica, un proceso que experimenta alteraciones en su
trayectoria: avanzar, retroceder, sufrir crisis, relanzarse... o permanecer más
o menos estable a lo largo de las diferentes etapas de la vida.
Y es fundamental que
ese proceso de maduración personal, que afecta al de maduración como pareja,
sea compartido plenamente: «Más valen dos que uno solo, porque logran mejor
fruto de su esfuerzo. Si uno cae, el otro lo levanta; pero ¡ay del solo, que,
si cae, no tiene quien lo levante!» (Ecle 4,9‑10).
Cada uno es
corresponsable de la evolución personal del otro y, desde el amor que los une,
está llamado a ayudarle a potenciar su personalidad, a desarrollar todos sus
«talentos».
4. La corrección fraterna
Aceptarse,
comprenderse y ayudarse a evolucionar exige una constante superación de los
defectos y limitaciones que todos tenemos.
Madurar, avanzar
hacia el logro de la plenitud como persona, conlleva, por un lado, descubrir el
bagaje de valores y cualidades positivas que se poseen, para potenciarlos; y,
por otro, localizar todo aquello que llevamos dentro de nosotros como lastre
negativo que nos impide avanzar y del que precisamos liberarnos.
Desde esa
corresponsabilidad antes referida, ambos están llamados a detectar en el otro
aquello que éste no «ve» y que requiere ser modificado.
5. Valores de referencia
Todo lo dicho se
inscribe en una compleja dialéctica sustentada por una serie de valores que la
pareja ha de tener siempre presentes:
Respeto, que
ayuda al otro, no sólo a sentirse amado, sino a sentir que merece ser amado.
Escucha atenta, valorando
sinceramente lo que el otro expresa, intentando entender incluso más allá de
sus palabras.
Delicadeza y ternura,
que
permiten abordar toda situación, por compleja que sea.
Disponibilidad para
cambiar modos
de ser, hábitos, criterios, etc., desde la búsqueda en común de la Verdad.
Capacidad de perdonar,
que
es la dimensión más sincera, gratificante y generosa del amor adulto.
Generosidad, tomando
la iniciativa sin reservas, sin esperar a que sea el otro quien dé el primer
paso.
Voluntad, estando
dispuestos a recomenzar siempre, en continua reconciliación con el otro, por
grandes que sean las dificultades.
Todo ello, en un
clima de confianza que significa “con‑fe" en uno mismo, en el otro y en
la relación entre ambos.
miércoles, 1 de enero de 2014
El primer día del año...para María, Madre de Dios
Pongamos hoy nuestra vida en manos de María Santísima. Ella pondrá el año
que termina en manos del Padre Misericordioso, y la en el que comienza en
manos del Hijo Providente.
|
Hoy celebramos una
fiesta que hace referencia al título más sorprendente que puede tener una
criatura humana: Madre Dios... Lo cual significa que el Salvador del mundo no
sólo nació "en" ella, sino "de" ella. El Hijo formado de
sus entrañas es el mismísimo Hijo Dios, nacido en la carne.
El Evangelio nos narra los acontecimientos de la Navidad, remarcando la imposición del nombre, dado por el ángel antes de la Concepción: JESÚS (que significa YHWH [nombre sagrado e inefable de Dios en el A.T.] salva); nombre puesto por orden divina... misterioso, cargado de significado salvífico [con todo y por todo lo que significa el "nombre" para los semitas] (ver a este respecto lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica al explicar el II mandamiento...). La invocación de ese nombre trae la salvación (semejante lo que ocurre en la 1a.lectura con el nombre de YHWH, pronunciado una sola vez al año). Nosotros tenemos el nombre del Señor sobre nosotros: somos cristianos... ¡No lo digamos con tanta ligereza! Así, se abre el año con esa fórmula que pide la bendición y el favor de Dios. Él nunca se la ha negado la humanidad; pero con Cristo esta Bendición es irrevocable. Comienza el año civil; y se lo celebra de diversos modos:
·
En estas fiestas, se suele hacer mucho ruido (bailes, fuegos
artificiales, pirotecnia,...) mucho ruido ¿Y "pocas nueces"...?
·
Para muchos, las fiestas están cargadas de melancolía (paso de los
años; "los que ya se han ido"; nostalgias; recuerdos...). Muchos
desean "que las fiestas pasen pronto"...
·
Para los pobres (que no son pocos), el dolor de no poder participar de
las alegrías festivas... o de hacerlo con muchas limitaciones.
Pensemos cómo vivimos interiormente las fiestas. Sin interioridad, todo lo otro es vacío, pura exterioridad e hipocresía: festejamos... nada. ¿Cuál es el motivo para alegramos por las fiestas? El Amor de Dios, experimentado en estos días como una fuerza que quiere renovarnos incesantemente. Navidad es el comienzo de una nueva creación (Dios a hecho con el hombre una Alianza Eterna: Cristo). Todo comienzo de algo (también el del año civil) debe remitirnos a este comienzo: al de la Alianza Nueva y Eterna... (la que no pasará jamás, y por ende radicalmente diversa de lo que no permanece, lo que es pasajero, transitorio (tiempo; apariencias; exterioridades)... Éste es el fundamento de nuestra Paz, cuya Jornada mundial cada año celebramos precisamente hoy. Volvamos a mirar las cosas que nos rodean, pero con esta perspectiva: pensemos en las cosas que se fueron con el año y los años que pasaron... y pongámoslas en manos Dios. Pero sepamos que todo lo que hayamos hecho con amor, y por amor tiene un valor que permanece, y está "eternizado" en la presencia del Señor. Todo lo hecho por amor, aunque pequeño, aunque los demás no lo noten, ha sido tomado en cuenta por Dios, y lo encontraremos renovado en Él. También las personas que se han ido... Y así, nuestros lazos de amor, lejos de perderse, serán renovados y glorificados en la Resurrección. "Nada se pierde, todo se transforma..." también en el orden espiritual. Frente al año viejo, y al nuevo, tengamos una mirada de Fe: evaluemos desde el amor que hemos puesto y hemos de poner para hacer las cosas. El tiempo pasa, pero el amor permanece; y allí debemos encontrar el motivo de nuestra alegría: en el amor vivido y en el "por vivir". "En el atardecer de la vida e juzgará el Amor", nos recuerda San Juan de la Cruz. Un nuevo año ha "atardecido"... Un año más de vida... y un año menos para llegar al cielo. Un año con sus alegrías... y sus amarguras. En vista a los acontecimientos de la vida de cada uno de ustedes, quiero hoy recordarles nuevamente que con todos sus engaños, trampas y sueños rotos, éste sigue siendo mundo hermoso, que vale la pena vivir como camino al cielo. En este valle de lágrimas, la alegría que da el Espíritu Santo es más fuerte que cualquier pena... Esa alegría profunda, serena, misteriosa, radiante... (quien la conoce, entiende lo que estoy diciendo... y a quien no la conoce, le repito con el salmo 33: "prueben y vean qué bueno es el Señor..."). Pongamos hoy nuevamente nuestra vida en manos de María Santísima. Ella pondrá el año que termina en manos del Padre Misericordioso, y la en el que comienza en manos del Hijo Providente... ella que es Soberana de los Ángeles, pero mucho más aún es nuestra: sangre y dolor de nuestra raza humana. Amén.
Autor: P Juan Pablo Esquivel
|
martes, 31 de diciembre de 2013
Se termina el año 2013
|
Han pasado ya las penas y las alegrías. De ellas sólo quedan el mérito de
haber sufrido con espíritu sobrenatural, y de haber agradecido a Dios.
|
|
El tiempo pasa
volando. Han pasado ya las penas y las alegrías. De ellas sólo quedan el
mérito de haber sufrido con espíritu sobrenatural, y de haber agradecido a
Dios las satisfacciones. El pasado deja huella en la biografía que Dios tiene
de mí.
El día de hoy podríamos considerar tres cosas: a) El tiempo pasa. b) La muerte se acerca. c) La eternidad nos espera. El tiempo pasa volando. Han pasado ya las penas y las alegrías. De ellas sólo quedan el mérito de haber sufrido con espíritu sobrenatural, y de haber agradecido a Dios las satisfacciones. El pasado deja huella en la biografía que Dios tiene de mí. La muerte se acerca. Cada día que pasa estoy más cerca de ella. Es necio no querer pensar esto. Muchos de los que murieron el año pasado se creían que iban a seguir vivos en éste, pero se equivocaron. Puede que este año sea el último de nuestra vida. No es probable, pero sí posible. Debo tenerlo en cuenta. En ese momento trascendental, ¿qué querré haber hecho? ¿Qué NO querré haber hecho? Conviene hacer ahora lo que entonces me alegraré de haber hecho, y no lo que me pesará haber hecho. La eternidad nos espera. Nos preocupamos mucho de lo terrenal que va durar muy poco. Nos preocupamos de la salud, del dinero, del éxito, de nuestra imagen, etc. Todo esto es transitorio. Lo único que va a perdurar es lo espiritual. El cuerpo se lo van a comer los gusanos. Lo único que va a quedar de nosotros es el alma espiritual e inmortal. Con la muerte no termina la vida del hombre: se transforma, como dice el Prefacio de Difuntos. Palabras de Santo Tomás Moro sobre la morada en el cambio de destino. Los que niegan la vida eterna es porque no les conviene. Pero negarla no es destruirla. La verdad es lo que Dios nos ha revelado. Hoy es el momento de hacer balance. No sólo económico, sino también espiritual y moral. Hagamos examen del año que termina. Sin duda que habrá páginas maravillosas, que besaremos con alegría. Pero también puede haber páginas negras que desearíamos arrancar. Pero eso ya no es posible. Lo escrito, escrito está. Hoy abrimos un libro nuevo que tiene todas las páginas en blanco. ¿Qué vamos a escribir en él? Que al finalizar este año que hoy comienza, podamos besar con alegría cada una de sus páginas. Que no haya páginas negras que deseemos arrancar. Puede que en ese libro haya cosas desagradables que no dependen de nosotros. Lo importante es que todo lo que dependa de nosotros sea bueno. Pidamos a Dios que dirija nuestra mano para que a fin de año podamos besar con alegría todo lo que hemos escrito. También es el momento de examinar todas las ocasiones perdidas de hacer el bien. Ocasiones irrecuperables. Pueden venir otras; pero las perdidas, no se recuperarán. Finalmente, demos gracias a Dios de todo lo bueno recibido en el año que termina. De la paciencia que Dios a tenido con nosotros. Y de su gran misericordia.
Autor: P. Jorge Loring SJ
|
lunes, 30 de diciembre de 2013
Fe cristiana y matrimonio
Para hablar de la visión cristiana del matrimonio,
paradójicamente conviene comenzar insistiendo en el valor humano del mismo.
Porque a veces hacemos falsas contraposiciones y llegamos a la conclusión de
que el matrimonio, o tiene una dimensión religiosa o no es digno de llevar ese
nombre.
Pues bien, hay que comenzar afirmando que una pareja
que asume con todas sus consecuencias el compromiso de entregarse mutuamente y
vivir un proyecto de vida en común está haciendo un acto profundamente digno
de su condición humana: él y ella están, sencillamente, realizándose como
personas humanas.
Toda visión cristiana del matrimonio hay que
construirla a partir de esa convicción previa: porque dicha visión no es una
negación del valor humano del matrimonio, sino una potenciación del mismo.
Tan grande es el valor humano del matrimonio y del
amor entre los cónyuges que la revelación cristiana ha tomado ese hecho para
hacernos comprender lo que es Dios y cómo se relaciona Dios con los suyos.
En efecto, ya en el Antiguo Testamento, y
especialmente en los libros de los Profetas, se toma el amor y la fidelidad
conyugal como expresión de lo que es el amor que Dios tiene por su pueblo y su
fidelidad a la alianza que había establecido con éste. Y, al contrario, las
mayores acusaciones contra el pueblo de Israel se centran en la falta de
fidelidad de éste, que en ocasiones ha vuelto la espalda a Dios y se ha
comportado como una prostituta, vendiéndose al mejor postor. (Pueden verse
textos como Is 1, 21‑23; 54,4‑8; Jer 2,1‑2; Ez 16; Os 2,422).
Igualmente, en el Nuevo Testamento, Pablo recurre al
amor conyugal para explicar las relaciones de Jesús con la Iglesia, es decir,
con la comunidad de los que le han seguido haciendo suyo el Evangelio y esforzándose
por ser testigos de este mensaje en medio del mundo (Ef 5,31‑33).
Es decir, que, cuando los autores sagrados quieren
explicar nada menos que las relaciones de Dios con los suyos, no encuentran una
realidad más válida que la del matrimonio.
Es cierto que la Biblia no habla mucho del matrimonio.
Pero hay un texto muy importante, que los Evangelios ponen en boca de Jesús,
pero que recoge toda la tradición que nace en el mismo relato de la creación de
la pareja humana:
«Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre,
se unirá a su mujer, y serán los dos un solo ser; de modo que ya no son dos,
sino un solo ser. Luego, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre» (Mc
10,7‑9; Mt 19,5‑6; en ellos se encuentra el eco de Gn 2,24).
En estas palabras subraya Jesús, ante todo, que el
matrimonio, como toda realidad humana, ha salido de las manos de Dios. Eso el
creyente lo sabe, aunque en la práctica muchos lo vivan (incluso entre los que
creen) sin hacerse eco de ello. Pero estas palabras destacan además aspectos
importantes del matrimonio: a) la profundidad y seriedad de la unión, hasta
formar «un solo ser»; b) la autonomía de la pareja respecto de todo lo que le
rodea, y concretamente de sus respectivas familias.
Una familia feliz porque ahí estaba Dios.
|
Una familia muy pobre, tenía lo elemental para vivir. Sin embargo, ha
sido la familia más feliz.
|
|
Ayer se celebro la
fiesta de la Sagrada Familia. Una familia formada por José, María y el Niño
Jesús. Era una familia muy pobre, tenía lo elemental para vivir. Sin embargo,
ha sido la familia más feliz.
Feliz porque ahí estaba Dios. Una familia feliz porque ahí se rezaba todos
los días. Feliz porque ahí se trabajaba con paz y con amor. Allí se amaba la
vida, allí se amaban entre ellos con un grandísimo corazón.
¡Cuánto necesitamos nosotros que esa Sagrada Familia nos ayude a recuperar
muchos valores familiares que se ha llevado el viento!
¡Oh Familia de Nazareth, qué pocos elementos te bastaron para ser una familia
feliz y hermosa! ¡Cómo necesitamos que vuelvas a injertar en nuestros
hogares, en nuestros corazones, esa maravillosa gama de virtudes que tiene la
familia!
Todos los que quieran saber cuál es la familia más maravillosa deben visitar
Nazareth, y preguntar a José a Jesús y a María cómo se puede ser feliz en
familia.
Autor: P. Mariano de
Blas LC
|
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)
