Decorar el árbol
tiene el sentido de una gran esperanza, la de la redención, la de sentirse
amado por Dios.
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Es tradición decorar árboles en
este periodo del año. Sin embargo, la forma de hacerlo para los ateos y los
cristianos es muy diferente.
¿Qué puede esperar cada uno de ellos en esta navidad?
El árbol del conocimiento
Margaret Downey, presidente de "Atheism Alliance International",
junto con un grupo de miembros librepensadores, han preparado en Filadelfia
un hermoso pino que adornaron con portadas de libros. El árbol del
conocimiento: "The knowledge tree". Esta iniciativa buscaba expresar
su amor al conocimiento y su amor al periodo invernal.
André Frossard, ateo, escéptico e indiferente, hijo de un marxista que llegó
a ser secretario general del partido comunista en Francia, se declaraba un
ateo perfecto. Él comentaba: "Dios no existía. El cielo estaba vacío y
la tierra era una combinación de elementos químicos. Era el ateo perfecto, no
porque negaba la existencia de Dios, sino porque simplemente ni siquiera me
ponía el problema de la existencia de Dios". Para Frossard, adornar un
árbol del conocimiento durante la navidad no tendría sentido. Dice, contando
su experiencia: "vivíamos una navidad sin recuerdos religiosos, una
navidad que no era fiesta de nadie. Dios no existía". Antes de su
conversión, por una gracia especial de Dios, la navidad no tenía un sentido.
"Los hombres éramos una fraternidad de huérfanos que no teníamos un
padre en común como las religiones tradicionales".
La visión atea afronta este periodo sin una esperanza o con expectativas
meramente humanas. Por ello, se adornan árboles pensando sólo en lo terreno.
Por el contrario, la visión cristiana ofrece otra perspectiva desde la cual
se puede vivir esta Navidad. Los árboles navideños tienen otro simbolismo que
se manifiesta con una esperanza más plena, más profunda.
El árbol de la vida
Los cristianos no somos huérfanos y, en Jesucristo, somos hermanos. Para los
creyentes, Cristo es el árbol de la vida y todos aquellos que creen en Él,
viven unidos a Él y participan de la vida. Entonces la Navidad, el árbol, la
fiesta, tienen el sentido de una esperanza más grande, la de la redención, la
de sentirse amados por Dios.
El Papa Benedicto XVI lo recordó en su reciente encíclica: "No es la
ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor. La gran
esperanza del hombre sólo puede ser Dios, el que nos ha amado y que nos sigue
amando hasta el extremo" (Spe Salvi nn. 26-27).
La Navidad es la fiesta de la encarnación. Para nosotros, continúa el Papa:
"Dios es el fundamento de la esperanza, el Dios que tiene un rostro
humano y que nos ha amado hasta el extremo. Su amor es para nosotros la
garantía de que existe aquello que esperamos en lo más íntimo de nuestro ser:
la vida que es realmente vida" (Spe Salvi n. 31).
En esta preparación para la Navidad, cada uno de nosotros es responsable de
poner su árbol y de adornarlo con aquello que llene mejor los deseos
profundos de su corazón.
Autor: Laureano López, L.C.
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"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)
jueves, 28 de noviembre de 2013
¿Qué árbol vas a poner esta Navidad?
miércoles, 27 de noviembre de 2013
Las diez frases del documento «La alegría del Evangelio» del Papa Francisco
J. V. BOO / CORRESPONSAL EN EL VATICANO
Aboga, entre otras cosas, por «una
presencia femenina más incisiva en la Iglesia»
EFE
El Papa Francisco aboga en su primera exhortación apostólica
«Evangelii Gaudium» (La alegría del Evangelio), que se ha hecho pública este
martes, por una «conversión
del Papado» y, concretamente, por «una saludable descentralización»
de la Iglesia, así como por aumentar la responsabilidad de los laicos. A
continuación, recogemos las diez frases destacables de «La
alegría del Evangelio»:
-«La alegría del Evangelio llena
el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se
dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío
interior, del aislamiento».
-«Más que
el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las
estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven
jueces implacables».
-«Agradezco
el hermoso ejemplo que me dan tantos cristianos que ofrecen su vida y su tiempo
con alegría. Ese testimonio me hace mucho bien y me sostiene en mi propio deseo
de superar el egoísmo para entregarme más».
-«Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro(cf. Ex 32,1-35) ha
encontrado una versión nueva y despiadada en elfetichismo
del dinero y en la
dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente
humano».
-«No es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados
locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus
territorios. En este sentido, percibo la necesidad de avanzar en una saludable
‘descentralización’».
-«A los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser
una sala de torturas sino el lugar de la misericordia
del Señor que nos
estimula a hacer el bien posible».
-«En algunos hay un cuidado
ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia,
pero sin preocuparles que el Evangelio tenga una real inserción en el Pueblo
fiel de Dios y en las necesidades concretas de la historia. Así, la vida de la
Iglesia se convierte en una pieza de museo o en una posesión de pocos».
-«Reconozco con gusto cómo muchas
mujeres comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes,
contribuyen al acompañamiento de personas, de familias o de grupos y brindan
nuevos aportes a la reflexión teológica. Pero todavía es necesario ampliar los
espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia».
-«Más que como expertos en diagnósticos apocalípticos u oscuros jueces que se ufanan en detectar todo
peligro o desviación, es bueno que puedan vernos como alegres mensajeros de
propuestas superadoras, custodios del bien y la belleza que resplandecen en una
vida fiel al Evangelio».
-«El
debido respeto a las minorías de agnósticos o no creyentes no debe imponerse de
un modo arbitrario que silencie las convicciones de mayorías creyentes o ignore
la riqueza de las tradiciones religiosas. Eso a la larga fomentaría más el
resentimiento que la tolerancia y la paz».
Enlace articulo original: http://www.abc.es/sociedad/20131126/abci-frases-papa-alegria-evangelio-201311261259.html
martes, 26 de noviembre de 2013
Dios nos reprende con una caricia
Confiémonos en las
manos de Dios, como un niño se confía en las manos de su papá. ¡Esas son
manos seguras!
Autor: SS Francisco
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Fragmento de la homilía del Papa
francisco el la misa del martes 12 noviembre en Santa Martha
Confiémonos a Dios como un niño se
confía en las manos de su papá. El santo padre ha reiterado que el Señor no
nos abandona nunca y ha subrayado que también cuando nos reprende, Dios no
nos da una bofetada sino una caricia.
"Dios ha creado al hombre para la incorruptibilidad", pero
"por la envidia del diablo ha entrado la muerte en el mundo".
Hay un pasaje del Libro de la Sabiduría que recuerda nuestra creación. La
envidia del diablo, ha hecho posible que comenzase esta guerra, "este
camino que termina con la muerte y ha entrado en el mundo y la experimentan
aquellos que le pertenecen".
Todos tenemos que pasar por la muerte, pero una cosa es pasar por esta experiencia
con una pertenencia al diablo y otra cosa es pasar por esta experiencia de la
mano de Dios. Y a mí me gusta escuchar esto: "Estamos en las manos de
Dios desde el principio". La Biblia no explica la Creación, usando una
imagen hermosa: Dios, con sus manos nos hace del barro, de la tierra, a su
imagen y semejanza. Son las manos de Dios las que nos han creado: el Dios
artesano, ¿eh? Como un artesano nos ha hecho. Estas manos del Señor... Las
manos de Dios, que no nos abandonan.
La Biblia, narra como el Señor le dice a su pueblo: "Yo camino contigo,
como un papá con su hijo, llevándolo de la mano". Son las manos de Dios
las que nos acompañan en el camino.
Nuestro Padre, como un Padre con su hijo, nos enseña a caminar. Nos enseña a
ir por el camino de la vida y de la salvación. Son las manos de Dios las que
nos acarician en los momentos de dolor, nos consuelan. ¡Es nuestro Padre el
que nos acaricia! Nos quiere mucho. Y también en estas caricias, muchas
veces, está el perdón. Una cosa que me ayuda es pensar esto. Jesús, Dios, ha
traído consigo sus llagas: se las hace ver al Padre. Este es el precio: ¡Las
manos de Dios son manos llagadas por amor! Y esto nos consuela mucho.
Muchas veces, escuchamos decir a las personas que no saben en quien confiar:
"¡Confíate en las manos de Dios!. Esto, es bello porque allí estamos
seguros: es la máxima seguridad, porque es la seguridad de nuestro Padre que
nos quiere mucho. Las manos de Dios, también nos curan de nuestras
enfermedades espirituales.
Pensemos en las manos de Jesús, cuando tocaba a los enfermos y los curaba,
son las manos de Dios: ¡Nos curan! ¡No me imagino a Dios dándonos una
bofetada! No me lo imagino. Reprendiéndonos sí me lo imagino, porque lo hace.
Pero nunca, nunca nos hiere. ¡Nunca! Nos acaricia.
También cuando nos reprende lo hace con una caricia porque es Padre.
"Las almas de los justos están en las manos de Dios". Pensemos en
las manos de Dios, que nos ha creado como un artesano, que nos ha dado la
salud eterna. Son manos llagadas y nos acompañan en el camino de la vida.
Confiémonos en las manos de Dios, como un niño se confía en las manos de su
papá. ¡Esas son manos seguras!
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lunes, 25 de noviembre de 2013
El Papa cierra el Año de la Fe que inició Benedicto XVI
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60.000
peregrinos abarrotaron la plaza de San Pedro
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«Cristo
es el centro de la creación, del pueblo y de la historia», recordó durante la
homilía
Darío Menor.
Corresponsal en la Santa Sede. Efe
Si el creyente quiere
serlo de verdad, debe «reconocer y acoger la centralidad de Jesucristo» en
todas las facetas de su vida, «en sus pensamientos, en sus palabras y en sus
obras». Ése fue el mensaje principal que dejó el Papa Francisco a los más de
60.000 fieles que participaron ayer en la solemne misa celebrada en la plaza de
San Pedro, a pesar del frío y la amenaza de lluvia. Este acto puso fin al Año
de la Fe. El Pontífice comenzó su homilía acordándose del ya Papa emérito
Benedicto XVI, que fue quien promovió esta iniciativa, mostrándole su «afecto y
reconocimiento por este regalo que nos ha hecho».
«Nos ha ofrecido la
oportunidad de redescubrir la belleza de este camino de fe que comenzó en el
día de nuestro bautizo, que nos hizo hijos de Dios y hermanos en la Iglesia. Un
camino que tiene como meta final el encuentro pleno con Dios, y durante el cual
el Espíritu Santo nos purifica, nos eleva, nos santifica, para hacernos entrar
en la felicidad que anhela nuestro corazón», comentó el Pontífice, explicando
así el objetivo principal del Año de la Fe. Con él concelebraron la Eucaristía
más de 1.200 cardenales, obispos y sacerdotes. Entre ellos se encontraban los
patriarcas y arzobispos mayores de las Iglesias católicas orientales, para los
que el Pontífice tuvo unas palabras de cariño.
Además de ofrecerles
un saludo «cordial y fraterno», destacó que el intercambio de la paz con ellos
durante la ceremonia simbolizaba sobre todo «el reconocimiento del obispo de Roma
hacia estas comunidades, que han confesado el nombre de Cristo con una
fidelidad ejemplar, pagando con frecuencia un alto precio». En su recuerdo a
los cristianos orientales, manifestó su deseo de que aquellos que viven «en
Tierra Santa, en Siria» y en toda la región consigan «el don de la paz y de la
concordia».
En su homilía, en la
que nuevamente volvió a improvisar y a sorprender a los asistentes con su
lenguaje coloquial, Francisco insistió en que Cristo es «el centro de la
creación, del pueblo y de la historia» y advirtió que, cuando se pierde este
concepto poniendo «cualquier otra cosa» en lugar de Jesús, se producen sólo
«daños, tanto para el ambiente que nos rodea como para el hombre mismo». Ayer
se celebraba la solemnidad de Cristo Rey y el Santo Padre recordó por ello la
búsqueda que hizo el pueblo de Israel para encontrar la figura ideal de rey.
«Estos hombres buscaban a Dios mismo: un Dios que fuera cercano, que aceptara
acompañar al hombre en su camino, que se hiciese hermano suyo». Ese «hermano»
que buscaban es Cristo, «alrededor del cual se constituye el pueblo, que cuida
de su pueblo, de todos nosotros, a precio de su vida. En él somos uno; unidos a
él, participamos de un solo camino, un solo destino».
Acabó el Papa
Francisco su homilía incidiendo en la lectura evangélica sobre el buen ladrón.
La promesa que Jesús le hizo cuando estaba crucificado significa una esperanza
para todos los católicos. «Hoy todos podemos pensar en nuestra historia, en
nuestro camino. Cada uno tiene el suyo: cada uno tiene sus errores, sus
pecados, sus momentos felices y sus momentos oscuros». Les pidió luego el Sumo
Pontífice a los presentes que se dirigieran a Jesús asumiendo su condición de
pecadores y pidiéndole que se acordara de ellos. «La promesa de Jesús al buen
ladrón nos da una gran esperanza: nos dice que la gracia de Dios es siempre más
abundante que la plegaria que se le ha pedido. El Señor siempre da más de lo
que se le pide, es muy generoso», aseguró Francisco.
Por otro lado, la
Santa Sede realizó una colecta a favor de la población filipina afectada por el
tifón. Así, según indicó el presidente del Pontificio Consejo para la Promoción
de la Nueva Evangelización, Rino Fisichella, esta colecta de dinero se realiza
«como signo de participación concreta y solidaria con quienes comparten la
misma fe y están en situaciones de necesidad extrema». Para Fisichella se trata
de una «contribución de los peregrinos por el Año de la Fe a tantos hermanos y
hermanas que han sido tocados por esta calamidad y están en situaciones de
profunda necesidad». Además, apuntó que el Papa Francisco ha repetido durante
los primeros meses de su pontificado que la importancia de «vivir la fe tocando
la ''carne'' de Cristo en los pobres y en los que sufren».
Después de la misa, el
Papa dirigió la oración del Ángelus. En su alocución previa a la oración
mariana hizo un reconocimiento a la labor de los misioneros y se acordó de
Junípero Serra, el misionero franciscano español de cuya muerte se celebra el
tercer aniversario. «Nuestro reconocimiento a los misioneros que durante los
siglos han anunciado el Evangelio y esparcido la semilla de la fe en tantas
partes del mundo», dijo el Papa. Además, dio las gracias a los impulsores del
Año de la Fe. En particular, citó al arzobispo Rino Fisichella, presidente del
Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, el dicasterio
vaticano que ha organizado las actividades de esta iniciativa. «Le doy las
gracias de corazón a usted y a todos sus colaboradores. ¡Muchas gracias!».
Las reliquias de San Pedro, expuestas por primera vez
Por primera vez las
reliquias de San Pedro fueron expuestas durante una ceremonia ante decenas de
miles de fieles que otro domingo más abarrotaban la plaza de San Pedro del
Vaticano. Era un gesto con el que la Santa Sede subrayaba la importancia de la
misa de ayer, con la que concluía el Año de la Fe, proclamado por el ya Papa
emérito Benedicto XVI y continuado por Francisco. De hecho, en un momento de la
Eucaristía, mientras se rezaba el credo, el Papa Francisco tomó en sus manos la
urna de bronce en la que se guardaban los huesos que pertenecerían al Apóstol
Pedro. En la caja podía leerse la siguiente inscripción en latín: «Huesos
hallados en el hipogeo de la Basílica Vaticana, que se considera que son del
beato Pedro Apóstol». La exhibición de las reliquias, anunciada por el
arzobispo Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción
de la Nueva Evangelización, ha reabierto el debate sobre si los restos que
contiene la urna son o no los del apóstol. Fisichella no quiso entrar en polémicas
y aseveró que lo importante era que «habían sido reconocidos por la tradición
católica». El relicario se conserva desde 1971 en la capilla privada del Papa,
dentro del apartamento pontificio. Los huesos fueron hallados en 1950 en unas
excavaciones bajo la basílica vaticana comenzadas en 1939. Tras 30 años de
investigaciones, en 1968 el Papa Pablo VI indicó que estos restos óseos eran
considerados las reliquias del Apóstol Pedro.
El detalle
Un español entre las
36 personas que recibieron el «Evangelii gaudium»
En la parte final de
la Eucaristía, el Papa entregó una copia de su exhortación apostólica
«Evangelii gaudium» («La alegría del Evangelio») a 36 representantes de los
1.300 millones de católicos. Había un obispo, un sacerdote, un diácono,
religiosos, catequistas, una familia, miembros de movi-mientos, artistas... Y
finalmente, también dos periodistas, uno de ellos español. Se trata de Javier
Martínez-Brocal, director de la agencia de noticias para televisión Rome
Reports, galardonada con el premio ¡Bravo! que otorga la Conferencia Episcopal
Española en 2010. El contenido de la exhortación apostólica no se hará público
hasta mañana, cuando la Santa Sede presentará el texto.
domingo, 24 de noviembre de 2013
¡Qué grande es Nuestro Señor Jesucristo!
Durante su vida en
la tierra, aunque era el Hijo de Dios, Cristo vivió en humildad, se hizo todo
para todos a fin de salvarnos.
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¡El próximo domingo
celebramos la gran fiesta de Cristo Rey!
Jesucristo ha sido constituido el centro del universo. Todo fue creado por Él y para Él, todo se mantiene en Él, y Jesucristo será el único Soberano de todas las cosas en los siglos eternos. ¡Qué grande es Nuestro Señor Jesucristo, y qué orgullosos estamos nosotros de su gloria! Durante su vida en la tierra, aunque era el Hijo de Dios, Jesucristo vivió en humildad, se hizo todo para todos a fin de salvarnos a todos, y sólo a partir de su resurrección aparece en todo el esplendor de su grandeza. Sin embargo, aún no se ha manifestado toda la gloria suya. Hemos de esperar al fin, cuando vuelva a dar la mano definitiva al mundo y a cerrar la historia de todas las cosas. Sólo entonces veremos sometidos a Jesucristo los seres todos del cielo y de la tierra, y celebraremos su Reino que no tendrá fin. Todo esto es muy bonito. Todo esto, entusiasma. Pero, ¿nos damos cuenta de lo que nos exige?... En la revolución mexicana, que cubrió de mártires nuestra América, un joven de veintitrés años abandona su magnífico puesto en el Banco Internacional de México y se enrola en las filas de los católicos que luchaban por defender la Religión perseguida. Una bala perdida le atraviesa las dos piernas, pierde el sentido, cae prisionero, y, recobrado el conocimiento, le pregunta el coronel: - ¿De qué partido es usted? - Soy un defensor de Cristo Rey. - ¿Qué grado tiene? - Capitán primero. - ¿Se rinde? - No, no me rindo. - Deme su revolver. - Tómelo, y máteme si quiere. Pero antes déjeme gritar: ¡Viva Cristo Rey! El coronel disparó el arma, le destrozó al valiente muchacho la cabeza con las balas, y con aquellos disparos le abría las puertas del Cielo, el Reino glorioso de Jesucristo. Como este joven mártir, nosotros, bien penetrados de la fe cristiana, miramos en Jesucristo al Soberano que dicta leyes, al Jefe que gobierna, al Juez que pedirá cuentas. Y nos rendimos ante Jesucristo. Con la mentalidad democrática que rige nuestros pueblos, nos cuesta aceptar un jefe absoluto, al que llamamos dictador; no nos sometemos a nadie sino al pueblo soberano, como decimos; y jamás aceptaríamos una justicia que no se rigiera por las normas que nosotros mismos le hemos impuesto. Así es nuestra democracia, así pensamos, y esto es lo único que aceptamos. Pero ante Jesucristo hemos de cambiar de parecer. Jesucristo no es un dictador que oprima a nadie ni un hombre sin corazón. Es un Soberano lleno de amor que no busca sino nuestra salvación. Pero el único legislador es Jesucristo, y no una asamblea constituyente, con diputados elegidos por nosotros. El único que manda es Jesucristo, porque es el Señor. El que tendrá la última palabra es Jesucristo, porque ha sido constituido Juez de vivos y muertos. Ante este Jesucristo nos jugamos la vida. Aceptar a Jesucristo es aceptar su Persona, su doctrina y sus mandatos. Por desgracia, no todos aceptan a Jesucristo de manara incondicional. Son muchos los que lo rechazan. No admiten a nadie que esté sobre sus cabezas. No quieren a ninguno que les venga a fastidiar la vida de placer a que se entregan... El orgullo y la sensualidad son los dos grandes enemigos de Cristo. Sin embargo, Jesucristo se ofrece y actúa como Salvador antes que ejercer sus poderes de Juez. Ha dejado su Iglesia en el mundo como signo del Reino y encargada de llevar adelante el Reino de Dios hasta que Jesucristo vuelva. Y aquí, en la Iglesia y su Vicario el Papa, es donde tropiezan también muchos. Al aceptar a Jesucristo en su Persona y no en sus representantes ni en su Iglesia, vienen a rechazar al mismo Jesucristo, que dijo: - Id y enseñad... Con vosotros estoy... Quien os acoge a vosotros me acoge a mí, y quien a vosotros rechaza me rechaza a mi y al Padre que me envió. Cuando nosotros hablamos así de Jesucristo y salimos con energía por sus derechos, podemos dar la sensación de que nosotros somos más rigurosos que el mismo Jesucristo. Pero esto es una equivocación completa. Jesucristo no es nada riguroso, porque es Rey de amor y Rey de paz. Nuestra lengua puede subir un poco el tono, pero tampoco somos rigurosos. Lo que nos pasa es que nos duele, como le dolía a Pablo, el ver que hombres, hermanos nuestros, rehusan someterse a Jesucristo, porque con ello hasta pueden poner en peligro su salvación. Y este miedo nos hace cambiar un poquito la voz... Nosotros, creyentes, no ponemos condiciones a Jesucristo. Que mande. Que pida. Que nos gobierne por su Iglesia. No nos pide que dejemos el puesto en el Banco ni que entreguemos la pistola al enemigo para que nos abra la cabeza. Pero nos pide el amor del corazón, y se lo damos entero. Nos pide la obediencia a su Iglesia, y no nos ponemos a discutir. Y así, tranquilos, esperamos su venida, y hasta le pedimos que la acelere, pues estamos impacientes de encontrarnos con Él: ¡Ven, Señor Jesús!... . Salvador Gurtiérrez de Mora, 19-Mayo-1927. |
Autor:
Pedro García, misionero claretiano
sábado, 23 de noviembre de 2013
La Iglesia, con las cuentas claras
·
Balance
de la Asamblea Plenaria del Episcopado
·
«La
credibilidad nos va en la transparencia económica», aseguró ayer el secretario
general al presentar los presupuestos de la Conferencia Episcopal
J.
Beltrán.
Transparencia en los
presupuestos, en la acción. Es el mensaje que lanzó ayer en su segunda
comparecencia, el nuevo secretario general de la Conferencia Episcopal, José
María Gil Tamayo, acompañado del vicesecretario de Asuntos Económicos, Fernando
Jiménez Barriocanal, al presentar los presupuestos del Episcopado para el
próximo año. Es uno de los acuerdos adoptados por la CII Asamblea Plenaria de
la Conferencia Episcopal, reunida desde el lunes hasta ayer. Así, aunque no se
disponen todavía de los datos sobre la última campaña de la declaración de la
Renta, los obispos confían y trabajan sobre la hipótesis de que la Iglesia
recibirá la misma cantidad del año anterior. Con este punto de partida, el
Fondo Común Interdiocesano estará dotado con 231,6 millones, la misma cantidad
que este año, mientras que el presupuesto de la CEE será de 4,4 millones, un
1,5 por ciento más que en 2013.
«Hay un deber de transparencia
y claridad», relató Gil Tamayo, que subrayó como «la credibilidad nos va en
este asunto». Así, recordó que «la Iglesia está en clave de autofinanciación,
no vive del Estado. Lo hace por intermediación de la Administración Pública,
pero se somete a un referéndum anual», explicó en relación a la decisión de los
ciudadanos de marcar la cruz de la Iglesia en su declaración de la renta.
Preguntado por si desde el
Gobierno les ha comunicado ya la inclusión de la Iglesia en la futura Ley de
Transparencia, Jiménez Barriocanal señaló que «no es un tema que se esté
tratando en las relaciones que mantienen los técnicos de Hacienda y los de la
Conferencia Episcopal». Acto seguido, dijo que «nosotros vamos a hacer lo que
se nos diga, pero ya estamos avanzando en esa línea. Se habla de presentar los
presupuestos, una memoria de actividades, someter a revisión estas actividades».
Poco antes, en declaraciones a
Radio Nacional, Gil Tamayo pidió que «el PSOE y otros partidos del espectro
político expresen sus ideas y cumplan sus programas pero dejen de usar a la
Iglesia como bandera para distraer de asuntos que son graves e importantes». En
esta línea, ha pedido que «los experimentos se hagan con gaseosa y no con las
cosas que van bien» en referencia a la intención del Partido Socialista de
modificar los acuerdos del Estado con la Santa Sede. «España lleva una
trayectoria democrática lo suficientemente amplia y los acuerdos que fueron
firmados después de la Constitución y ratificados por el Congreso están dando
resultados», aseguró.
«El inmigrante no es un
peligro»
Asignatura de Religión
Gil
Tamayo justificó la presencia de la asignatura de Religión en el aula desde «el
derecho esencial de los padres a educar a sus hijos conforme a sus convicciones
en el marco escolar».
Cuchillas en la valla de
Melilla
Preguntado por la instalación
de las cuchillas en la valla de Melilla, el secretario se confesó hijo de
inmigrantes en Alemania, y destacó que «esa no es la manera, habrá que regular
desde el respeto básico y esencial a la vida. El inmigrante no es un peligro.
Nosotros no podemos estar en una cultura del descarte».
El aborto
En relación a la reforma del
aborto, se mostró partidario de «desclericalizar las cosas» y tomar la defensa
de la vida como un derecho humano.
viernes, 22 de noviembre de 2013
Con María, el día de su presentación en el Templo
Este día, ayer, la
Santa Iglesia festejaba el día en que, pequeñita, María fue presentada en el
Templo.
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Al meditar sobre tu
vida, Madre querida, nos queda siempre en el alma alguna enseñanza, un
prudente consejo, un camino...
Hoy, 21 de noviembre, la Santa Iglesia festeja el día en que, pequeñita, fuiste presentada en el Templo. Por más que intento, Madrecita, no puede descubrir mi corazón una enseñanza en esta parte de tu vida. Me quedo en oración. Acabo de recibir a tu Hijo bajo la apariencia de pan. Así, mi corazón hecho pregunta se postra ante ti. Enséñame, Madre... Me abrazas el alma y siento que te acompaño en tan hermoso día. Vas llegando al Templo de la mano de tus padres. La mano de Joaquín te llena de fuerza y confianza. La de Ana te sostiene un equipaje de amor, besos y abrazos para que te acompañe en el viaje trascendental que emprendes. Con tu inocencia, jamás perdida, y tu ternura, exquisitamente multiplicada en años venideros, vas acercándote al lugar del que tanto te han hablado y vas aprendiendo a abrazarte al Dios eterno que conociste de la boca de tus amados padres. Por estas cosas de la imaginación una María mamá, tal como me la recuerda la imagen de la Parroquia, me acompaña a descubrir a una María niña. Vamos subiendo las escalinatas... Al llegar al último escalón distingo, a una prudente distancia un personaje conocido... ¡ Madre! ¿Acaso esa mujer que está allí, observando de lejos es... ? -Si, hija, es Ana, la profetisa. Claro, según dice la Escritura: "... casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones" (Lc 2, 36-37) Ana... quien años más tarde hablaría "... acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén"...(Lc 2,38) Ana... mira a esta niña de ojos dulces, belleza serena y sonrisa de cielo. Ana... guarda ese rostro en su corazón, pues el rostro de María es inolvidable. Me descubro nuevamente arrodillada en la Parroquia. Te miro con el alma, María, y descubro de tu mano la enseñanza. Simple y profunda. Simple como una mujer viuda mirando de lejos. Profunda, como el amor que nos tienes. ¡Nadie puede olvidarte, Madre!. Una vez que se te ha conocido, no es posible el olvido. Aunque pasen muchos años entre el encuentro y el abrazo... entre la mirada y la sonrisa. Nadie, que te haya visto, aunque sea una vez, puede olvidarte. Verte... no con los ojos del cuerpo, sino con los del alma. El encuentro es interior. El abrazo, único. Mi corazón está feliz pues me has enseñado, una vez más, que meditar en tus ejemplos no es en vano, ni "pérdida de tiempo". Meditar en ti calma las angustias del alma, encamina los pasos del corazón y nos acerca a tu Hijo. Este 21 de noviembre quiero pedirte que subas conmigo las escalinatas de mi vida. Que me lleves de la mano y me proveas de un imprescindible equipaje interior. Que sepa mantener ese equipaje meditando siempre en tus virtudes y ejemplos. Feliz recuerdo de tu Presentación, Madre. Hermano que lees estas sencillas líneas. Acompaña a Maria recordando con ella este día. Acompáñala con una oración, con un pensamiento, con una obra de caridad... Suma tu sencilla ofrenda a la que hizo de su vida la más pura ofrenda de amor. NOTA de la autora: Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna. |
Autor:
María Susana Ratero
jueves, 21 de noviembre de 2013
El Dios que ofrecemos al mundo
Un Dios que se
empeña en meternos dentro de su propia felicidad, y no para hasta
conseguirlo.
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Si siempre estoy
pensando en Dios, cabe preguntar:
¿Y cómo es Dios para mí? ¿Cómo es el Dios en quien yo pienso? ¿En qué Dios debe creer el mundo?... Porque los hombres nos hemos imaginado a Dios de mil maneras. ¿Son correctas todas estas formas de ver a Dios, son todas válidas, las hemos de mantener todas?... Es esto muy importante, porque Dios influirá en nuestra vida según sea lo que pensemos de Él y el modo como experimentemos a Dios. ¿Es lo mismo pensar en un Dios presente que cuida de nosotros, o pensar en un Dios lejano al que nada le importamos?... ¿Es lo mismo tener miedo horrible a Dios, que está con una vara en la mano, esperando que cometamos un disparate para molernos a golpes, o amarlo con una confianza de hijos?... ¿Es lo mismo esperar en Él, que nos quiere felices, o poner todo nuestro afán en este mundo que pasa, sin pensar en una vida eterna dentro del seno de Dios?... El ateísmo moderno, el negar y combatir a Dios, ha sido un fenómeno inexplicable de nuestros días. Antes, a nadie se le ocurría semejante barbaridad. Y hoy el mundo necesita contar con Dios. Muchos teólogos y filósofos nos ofrecían un Dios infinito, un Dios simple, omnipotente, eterno... Con ello teníamos un Dios al que no entendíamos de ninguna manera, muy elevado allá en las alturas, que no nos decía nada ni nos movía a nada, sino a adorarlo de una manera fría... El hombre, el que veía a Dios en la Naturaleza, se espantaba ante el trueno y el rayo, ante el terremoto devastador o el ciclón espantoso... Ese hombre de religión natural tenía miedo a Dios, aunque lo reconocía en todas las cosas, como cantaban en aquella tribu de la selva africana: - Después de la noche, el día; después del árbol otro árbol; después de la nube otra nube; después de mí, otro hombre. Pero Dios vive, Dios no muere, Dios es señor de la muerte. No está mal este Dios de la Naturaleza. Pero a nosotros no nos llena. Queremos algo más. Aunque no queremos sólo al Dios de los judíos, es decir, al Dios de la Biblia en el Antiguo Testamento. Era el Dios verdadero, el Dios de la revelación, el Dios que nos buscaba para salvarnos..., pero nos hacía temblar el Dios del Sinaí, con una Ley que engendraba esclavos, como dirá San Pablo. Nosotros queremos al Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, al que nos hace conocer íntimamente el Espíritu Santo. ¿Y quién es este Dios?... Un Dios Amor. Porque es un Dios Padre, que se desvive por sus hijos. Un Dios que nos busca con pasión divina, hasta vernos libres de la perdición. Un Dios que se convierte en mendigo de amor, y nos dice: -¡Hijo, dame tu corazón! Un Dios que se empeña en meternos dentro de su propia felicidad, y no para hasta conseguirlo. Contra ese fenómeno inexplicable del ateísmo moderno, nosotros creemos en Dios, esperamos en Dios, ponemos en Dios todas nuestras ilusiones, le amamos y por Él hacemos todas las cosas. Y este es el Dios, por otra parte, que los creyentes queremos presentar al mundo para comunicarle nuestra fe. Ante tanta calamidad del mundo -guerras, hambre, inmoralidad, injusticia-, son muchos los hombres de buena voluntad que quieren hacer algo y trabajan por remediar males tan graves. Nosotros, igual. Nosotros queremos hacer algo por nuestros hermanos, y les ofrecemos lo único que tenemos y con lo que contamos seguros: con Dios. Con un Dios que es amor, que nos busca y que nos salva. Con un Dios que, manifestado en Jesucristo, nos impone un yugo suave y una carga ligera. Con un Dios del que nadie se ríe, ciertamente, pero que conoce nuestra debilidad, y está siempre prodigándonos su mirada comprensiva y tendiéndonos la mano. Nosotros ofrecemos al mundo el testimonio de un Dios al que amamos y del que no esperamos más que amor, porque Dios es amor, como lo expresó de modo admirable Teresita, esa joven Doctora de la Iglesia: - Yo no he dado a Dios más que amor y espero recibir sólo amor. Éste es nuestro Dios. Esto pensamos de nuestro Dios. Así es Dios para nosotros, y así somos nosotros para nuestro Dios. Nada se interpone entre Dios y nosotros, porque Dios llena nuestra vida entera. ¡Oh Dios, Tú eres mi Dios! El Dios mío y el de todos los hombres. El que te nos has revelado y te nos has dado en Jesucristo. El que nos quieres tener contigo metidos en tu gloria para siempre. Autor: Pedro García, Misionero Claretiano Queremos ofrecer al mundo con nuestra vida una imagen tuya hecha de piedad, de oración, de fidelidad, para que todos crean en ti, se vuelvan a ti, y Tú los salves.... |
Autor:
Pedro García, Misionero Claretiano
miércoles, 20 de noviembre de 2013
¿DESDE DONDE SIGUEN A ESTE BLOG?
Simplemente
y por curiosidad me pongo a sacar las Estadísticas que Google ofrece sobres sus
Blog, en uno de sus apartados informa desde que lugares se visita el blog y el número
de páginas vista desde cada país.
Me llena de satisfacción
y a la vez de asombro, ver la estadística correspondiente al citado apartado y correspondientes a este Blog.
Se ha ido
dando a conocer, única y exclusivamente gracias a sus lectores ya que no se ha
realizado promoción alguna sobre el mismo. Ni se ha contratado ningún servicio
a tal efecto.
En la
siguiente fotografía, podrán ver desde que países se sigue este blog.
Me llaman la atención las entradas desde Rusia, Alemania, Perú, Colombia, todo ello anima a seguir intentado hacerlo lo mejor posible y darles las gracias a todos ustedes, estimados lectores, porque solo suyo es el éxito.
Les sigo
esperando todos los días, no sin antes agradecerle al máximo sus entradas en mi
blog.
¡¡Gracias a
todos!!
Manuel Murillo Garcia
MUNDO, PROGRESO, DIOS
Autor: Pablo Cabellos
Llorente
A la vez que desea a los cristianos en la calle, el Papa
Francisco ha advertido del riesgo de ser mundanizados. Está claro que es necesario
vivir en el mundo y amarlo -es hechura de Dios-, pero sin permitir que nos
atrapen sus fealdades, los pecados. El pecado esclerotiza, priva de una visión
abierta.
El cristiano debe tener un enfoque positivo de las realidades
temporales. Me atrevería a decir que el lamento, el pesimismo, la demonización
de determinadas profesiones -la política, por ejemplo-, actividades o ciencias
no es cristiano. Dios lo creó y vio que era bueno. Pero hizo aún más: habiendo
prevaricado el hombre, "tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo
Unigénito, para que todo el que cree en Él no perezca". Lo leemos en el
Evangelio de san Juan. También aparece en la Escritura el sentido negativo del
término. Así san Pablo habla de las concupiscencias mundanas o de la vida
mundana.
Pero en las Sagradas Escrituras predomina la mirada positiva
hacia lo creado por Dios, aunque durante siglos se haya hecho más uso del
vocablo mundo en su acepción negativa. El Magisterio del concilio Vaticano II
ha devuelto el mundo al lugar en que los cristianos se santifican, con todas
sus realidades honradas, santificando el mundo mismo, "la creación entera
que -escribe san Pablo -gime y sufre con dolores de parto...Y no sólo ella sino
que nosotros, que poseemos ya los primeros frutos del Espíritu, también gemimos
en nuestro interior aguardando la adopción de hijos (de Dios), la redención de
nuestro cuerpo". El mundo anhela a Dios.
San Josemaría Escrivá
habló y escribió profusamente del tema, pues el punto neurálgico de su
predicación fue la santificación de las realidades terrenas y los que trabajan en ellas. Recojo unas breves
frases, que contienen las dos ideas sobre el mundo, aunque prevaleciendo la
positiva: "el mundo no es malo, porque ha salido de las manos de Dios,
porque es criatura suya, porque Yaveh lo miró y vio que era bueno (cfr. Gn 1, 7
ss.). Somos los hombres los que lo hacemos malo y feo con nuestros pecados y
nuestras infidelidades", aunque la
malicia del hombre no destruye la intrínseca bondad de la creación. Ahí aparece
el desafío cristiano de estar en las encrucijadas todas de esta tierra para
manifestar "aquella visión optimista de la creación, aquel amor al mundo
que late en el cristianismo", escribía el fundador del Opus Dei en 1959.
En un profundo tratado sobre la teología espiritual de esta
prelatura de la Iglesia Católica ("Vida cotidiana y santidad en la
enseñanza de San Josemaría"), y a partir de esa consideración noble del
mundo, se extraen dos conclusiones plenamente válidas para ser ese tipo de
cristianos que habitan todas las
periferias sin mundanizarse. Recojo muy resumidas esas ideas de Burkhart y
López en la referida obra.
La conclusión primera es que a las realidades temporales les
corresponde, por designio divino, una autonomía, que no significa independencia
de Dios, sino que gozan de leyes propias y variados modos de vivirlas. Pero
todas ellas son ordenables a Dios, si bien cada una según su propia naturaleza,
según el fin inmediato que Dios le ha dado, como declaraba san Josemaría en una
de las entrevistas reunidas en "Conversaciones con Monseñor Escrivá de
Balaguer" y como recogió el Vaticano II al afirmar que "las cosas
creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores que el hombre ha
de descubrir, emplear y ordenar progresivamente". Respetando su
consistencia, verdad y bondad propias, el cristiano ha de descubrir ese algo
santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno
descubrir (cfr. "Conversaciones..., 114). Sin afirmar la bondad e inteligibilidad
del mundo, se excluiría la posibilidad de ordenarlo a Dios.
Esta mirada comporta necesariamente respetar la libertad de
pensamiento, expresión y acción de los cristianos para realizar esas tareas no dirigidas unívocamente, sino
con posibilidades diversas. El amor a la libertad está imperiosamente presente
en una vida cristiana cabal. Tal visión del mundo se contrapone tanto al
"integrismo" que afirma a Dios a costa de la autonomía de lo creado,
como al "secularismo" que elimina a Dios de la vida social por
entender mal esa autonomía. La Iglesia -ha dicho Francisco- no
es un negocio, no es un organismo humanitario, la Iglesia no es una ONG, la
Iglesia tiene que llevar a todos hacia Cristo y su evangelio.
La segunda idea es que las realidades terrenas son para amarlas
apasionadamente, de modo que todos persigamos las valiosas mejoras que renuevan
la sociedad, el avance de la ciencia y de la técnica, el progreso de la razón,
etc., pero sin olvidar que esos escenarios admirables son medios de santificación,
pero sin constituir el fin último. Escribió san Josemaría: "si
transformamos los proyectos temporales en metas absolutas, cancelando del
horizonte la morada eterna y el fin para el que hemos sido creados -amar y
alabar al Señor, y poseerle después en
el Cielo-, los más brillantes intentos se tornan en traiciones". Con el
poeta Pedro Salinas podemos exclamar: "¡Qué gran víspera el mundo!"
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