Meditaciones del Rosario. Primer Misterio de la Luz.
El Bautismo de Jesús. Juan había sido el primer hombre que había reconocido a
Jesús como el Hijo de Dios.
Durante el mes de Octubre, Mes del Rosario, en esta
sección, meditaremos cada día un misterio, y así poder "guardar y meditar
en nuestro corazón" la Vida de Jesús.
Dios puesto en la fila de pecadores. En la
fila había ladrones, asesinos, adúlteras, fariseos podridos, soldados...Jesús
metiendo los pies en la charca del pecado. Él, el tres veces santo. Besó el
suelo podrido de las almas, y no sintió náusea. Sabía que podía limpiar todas
las almas, todos los basureros, todas las cloacas.
¿Qué te costaba convertir los basureros en jardines, las ruinas en castillos
donde Tú te sintieras divinamente a gusto? Cada santo es un pecador
reconstruido como santo sobre sus propias ruinas. María se enteró porque se lo
contaron. "Si Él se humilla así, yo... esclava del Señor. Yo quiero
imitarlo sufriendo el castigo de los hombres –luego serán mis hijos- para
ayudar a salvarlos.” Tal vez a nosotros no nos ha impresionado ver a Jesucristo
bautizado en el Jordán; a ti, María, te debió impresionar muchísimo, porque tú
sabías, como nadie, que Él era Dios. ¡Qué humillación! Tu humildad te parecía
pequeña, muy pequeña junto a la suya. Él no se había hecho esclavo, sino
pecador. Y Tú, que a todo le buscabas la razón y el sentido, preguntarías: ¿Por
qué Jesús se ha querido bautizar por Juan como un pecador más, ¿por qué? La
pregunta sigue todavía en el aire...
Juan había sido el primer hombre que había reconocido a Jesús como el Hijo de
Dios y trató de comunicárselo a los demás. Pero muy pocos lo aceptaron. Un día
dijo a Andrés y a su amigo: "He ahí el cordero de Dios”. Y éstos sí le
siguieron, para su bien. Los demás no le hicieron caso, para su mal.
Posteriormente Jesús se lo reclamaría: "¿El bautismo de Juan venía de Dios
o de los hombres?” Le respondieron: "No lo sabemos, es decir, no lo
queremos saber”.
Jesús venía del desierto donde había realizado una dura penitencia: oración y
ayuno muy fuertes. Ella aprendió que la oración es muy importante para un
cristiano. Ella oraría con más fervor a partir de entonces, si se podía.
Aprendió que la humildad y el sacrificio eran muy propios del cristianismo.
Ella no pensaba como muchos cristianos y aún sacerdotes, que estas cosas están
pasadas de moda y que no ayudan mucho para lo esencial, que es vivir la alegría
pascual. Se han olvidado de que se llega a la alegría de la resurrección
pasando por la humillación y el sufrimiento de la cruz. "¿No era necesario
que el Cristo sufriera esto para entrar en su gloria?”
"Este es mi Hijo muy amado en quien tengo mis complacencias”. Jesús era
Hijo del Padre e Hijo suyo. Cómo recordaría la pérdida a los doce
años-"¿No sabéis que tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre?” Ahora
lo había dejado ir, para que se ocupara de las cosas de su Padre. Ella lo
devolvía al Padre; sacrificaba su amor de madre. Dolor que sería total en la
muerte en el Calvario. Muchas madres de posibles hijos sacerdotes no han sabido
sacrificar el amor al hijo y no le han dejado trabajar en las cosas del Padre.
Se trataba de un amor equivocado.
El Espíritu Santo descendió sobre Él para investirlo de la misión que le
esperaba.
Un nuevo tema de meditación de María, sobre su Hijo. Aquí ya no es la sencillez
del Jesús que parecía un simple hombre. Aquí interviene el cielo en pleno: El
Padre celestial, Yahvé (con todo lo que significaba para un israelita) y el
Espíritu Santo que ya había intervenido en Ella. "El Espíritu Santo
descenderá sobre ti”. Ahora sobre Él. La imagen de su Hijo crecía a sus ojos; y
Ella se sentía pequeñita junto a Él. Como Juan, el hombre humilde por
excelencia, Ella también se decía a sí misma: "Es necesario que Él crezca
y que yo disminuya”.
Para que reces muy bien el rosario, consulta
El Santo Rosario Qué es
el rosario, cómo se reza, historia, oraciones, promesas, bendiciones y
beneficios.
Vamos a meditar las palabras del Ave María, para que
al repetirlas disfrutemos mas el Rosario. Y también las palabras del Salve Regina
Autor: P. Mariano de
Blas LC
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