"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

sábado, 24 de mayo de 2014

EUROPA, BUSCÁNDOSE A SI MISMA

Autor: Pablo Cabellos Llorente

         Las próximas elecciones al Parlamento Europeo  son buena ocasión para plantearnos  la Europa que deseamos.  La mirada de este artículo no ha de ser política, ni siquiera económica, aunque existan diversos y profundos asuntos en estos terrenos que también postulan un análisis moral, sobre todo, porque afectan profundamente a las personas que constituimos el Viejo Continente. Cuestiones como el paro, la corrupción, los desechados en esas periferias de la existencia, a las que se refiere a menudo el Papa Francisco, bien merecen ahondar.

         Porque quizá en el fondo de esos y otros problemas subyazca la misma idea de Europa que tuvieron sus fundadores o que poseamos ahora. Y eso al margen de su propia organización, capacidad legislativa, estructuras técnicas, etc. ¿Qué es Europa? ¿Qué deseamos que sea Europa? Pienso que lo intentado por Adenauer, Monnet, de Gásperi y Schuman, a partir de la conocida Declaración del último, era la idea de una Europa solidaria sobre el sustrato de sus raíces cristianas.

         Desde luego, no pensaron en una Europa confesional, pero sí en una unión de países que no renunciara a su pasado porque sólo sobre ese humus podría edificarse también la diversidad. La pluralidad no exige el vaciamiento del propio ser, sino la integración de todos en lo previo, en la substancia. Sin eso nada resta para integrarse. Sería como el bosque de Calicanto: una rayo dormido con el silencio cómplice, quemó las raíces, reduciendo el bosque a cenizas. Ser cristiano en nuestro tiempo –escribía Juan Pablo II- significa ser artífice de comunión en la Iglesia y en la sociedad. A tal fin ayudan un espíritu abierto hacia los hermanos, la mutua comprensión y la prontitud en la cooperación mediante un generoso intercambio de los bienes culturales y espirituales.

         Es evidente que en la Europa de nuestro tiempo conviven diversas culturas y razas. Tal vez por eso, cuando se intentó elaborar una Constitución Europea, luego no lograda, algunos persiguieron eliminar las referidas raíces. Pero el tema no es baladí porque, creyentes o no creyentes, pensamos más o menos a partir de los conceptos y una cultura que nos ha legado una tradición judeocristiana y grecolatina. Olvidar todo eso equivale a la renuncia de lo que somos, aún al margen de nuestras diferencias.


         Concluyo con aquellas conocidísimas palabras de Juan Pablo II: Yo, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes. Reconstruye tu unidad espiritual, en un clima de pleno respeto a las otras religiones y a las genuinas libertades. Da al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. No te enorgullezcas por tus conquistas hasta olvidar sus posibles consecuencias negativas. No te deprimas por la pérdida cuantitativa de tu grandeza en el mundo o por las crisis sociales y culturales que te afectan ahora. Tú puedes ser todavía faro de civilización y estímulo de progreso para el mundo.  

María, eres mi madre y mi maestra

Es María Santísima quien me abre la puerta del Corazón de Jesús, quien me enseña a amarlo.

¡Oh, María, no sólo eres mi madre, sino también mi maestra, y quiero ser una obra maestra en tus manos! Alfarera divina, estoy ante ti como un cantarillo roto, pero con mi mismo barro puedes hacer otro a tu gusto. ¡Hazlo! Toma mi barro, el barro de mis dificultades, de mis problemas, de mis defectos, de mis pecados. Toma ese barro, ese barro que se ha deshecho tantas veces por obra de Satanás, del mundo, de las tentaciones, de la carne, y construye otro cantarillo nuevo, mejor que el del principio. Quiero ser santo en tu escuela, María; quiero ser un gran sacerdote en tu escuela, quiero ser un gran apóstol en tu escuela, María de Nazaret. 

Quiero, en la escuela de María de Nazaret, aprender el arte de vivir. Maestra, sobre todo, del amor a Jesús. Si en algo ella ha sido maestra, ha sido en el amor. Por eso, si es el amor el que nos va a salvar, el único que nos va a salvar, nos importa ir a esa escuela donde hay una maestra sublime, excelsa, en el arte, precisamente, de amar. Ninguna criatura ha amado tanto, y tan bien como María, a Dios. Ninguna criatura ha amado y ama a los hombres como Ella, porque es su Madre. Por tanto, Ella es la persona que mejor nos puede enseñar a nosotros a amar. 

Se es fiel, sólo por amor. Se es auténticamente feliz, sólo en el amor. Se es idéntico, sólo amando. Si esto es verdad, la gran fuerza, la única fuerza, capaz de arrancarnos de nuestro egoísmo y lanzarnos hacia Dios y hacia nuestros hermanos, es el amor. Pues bien, María de Nazaret tiene una escuela de amor. Es una maestra insigne, y a nosotros, sus hijos predilectos, nadie mejor que Ella nos puede enseñar el amor.

María, se ha dicho, es el camino más corto y más hermoso para llegar a Jesús. El camino más fácil para conocer al Hijo es el corazón de su Madre. Yo tendré un santo orgullo en decir que fue María Santísima quien me abrió la puerta del Corazón de Jesús. Quien me enseñó a amarlo. 

Decía San Pablo, también, "¿Quién me arrancará del amor a Cristo?" Yo quiero decir lo mismo, pero añadir también estas palabras: "¿Quién me arrancará del amor a mi Madre?." Un santo decía:" "Creo en mi nada unida a Cristo". Yo también quiero decirlo: "Creo en mi nada unida a Cristo." Pero también quiero decir: "creo en mi nada unida a María Santísima".

Autor: P. Mariano de Blas LC

viernes, 23 de mayo de 2014

¿Por qué Dios se demora en contestar?

El ruego de una madre. Después de todo, estoy pidiendo algo que no sólo es razonable, sino bueno y necesario para ellos. 


El dolor y el sufrimiento que una madre pasa en una prueba familiar es palpable. Desearía poder dar una respuesta fácil.

Desafortunadamente, temo que no va a gustar mucho mi respuesta porque es muy difícil y creo que por eso su alma está buscando certezas.

¿Por qué Dios no responde a mis plegarias de la manera que yo quiero que lo haga?

Después de todo, usted está pidiendo algo que no sólo es razonable, sino bueno y, tal parece, necesario. Entonces, ¿por qué Dios se demora? Permítame contestar a esa pregunta con otra pregunta: ¿Qué tan firmemente cree usted que Dios ama a sus hijos, incluso mucho más que usted? Sabemos que Él los ama - no porque el amor de usted sea insignificante, sino porque su amor es infinito. El amor que usted tiene por sus hijos, tan fuerte y apasionado, es sólo un reflejo del amor infinito que Dios tiene por ellos. Al mismo tiempo, Dios es todopoderoso. Entonces, por la fe sabemos que si Dios está permitiendo esta cruz, Él tiene sus motivos y les dará una serie de gloriosos domingos de resurrección a partir de lo que parece esta sucesión sin fin de viernes santos.

En tiempos de crisis, debemos ejercitar nuestra fe de manera premeditada. Además, deliberadamente y con valor, debemos acordarnos que el propósito último de Dios es llevar a cada persona hacia una comunión cada vez más profunda con Él. Esta comunión comienza y crece aquí en la tierra, pero alcanza su plenitud sólo en el cielo. Las batallas, luchas, penas y, muchas veces, los sufrimientos terribles que enfrentamos en nuestra peregrinación terrenal son inevitables en un mundo caído; pero Dios, lejos de estar ausente en medio de ellos, los ha transformado en canales de gracia, en gimnasios de virtud y puentes hacia una mayor sabiduría, compasión y madurez espiritual.

Ayudas prácticas

Usted siente que su fe está siendo probada por su situación actual. Esto debe ponerla de rodillas más frecuentemente - y tal parece que eso es lo que Dios le está pidiendo al empujarla fuera de su zona de confort espiritual. Él está purificando su fe y una fe más pura la llevará hacia una mayor unión con el Sagrado Corazón. Como el apóstol Santiago lo explica: Considerad como un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados por toda clase de pruebas, sabiendo que la calidad probada de vuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento; pero la paciencia ha de ser acompañada de obras perfectas para que seáis perfectos e íntegros sin que dejéis nada que desear. (Santiago 1,2-4)

En este período de sufrimiento, puede encontrar ánimo leyendo algunos escritos espirituales. Usted no está sola en esta prueba, es miembro del Cuerpo Místico de Cristo. Inspirarse en las vidas de los santos, y de otros cristianos, quienes han sobrellevado sufrimientos tremendos en su camino hacia la santidad le dará ánimo, la guiará y la edificará. Lea, por ejemplo Mártires del siglo veinte, de Robert Royals o Ven, sé mi luz, de la Madre Teresa de Calcuta o He Leadeth Me del Padre Walter Ciszek, S.J. Debemos, a propósito, llenar nuestra imaginación con recordatorios de que Dios trabaja a través del sufrimiento, de otra manera nuestra fe y nuestra esperanza disminuirán y caeremos en el espiral cegador de la frustración y el desánimo donde somos vulnerables del más mortífero de los pecados: el orgullo.

Cuando el amor de una madre se siente impotente

¿Qué puede decirles a sus hijos, qué puede usted hacer por ellos para que su fe no decaiga? 

La respuesta a esta pregunta va a gustarle menos que la que le di anteriormente. Permítame comenzar citando palabras de Nuestro Señor a san Pedro al final del Evangelio de Juan, cuando Pedro le preguntó a Jesús sobre qué le iba a pasar al otro discípulo (san Juan): ¿Señor, y éste, ¿qué? San Pedro quería saber que era lo que le esperaba al discípulo más joven, quizá debido a que lo quería tanto y estaba preocupado por él y Jesús responde de manera cortante Si yo quiero que se quede hasta que yo venga ¿qué te importa? Tú, sígueme (Juan 21,22). Jesús frenó la preocupación y ansiedad de Pedro diciéndole que permaneciera concentrado en su propio apostolado y confiara en que Jesús se haría cargo del resto.

Su corazón de madre anhela consolar a sus hijos, salvarlos del sufrimiento, rodearlos de luz, afecto y éxito. Esto es correcto, es saludable y es verdad, y aun así, al final no puede usted determinar cómo responderán ellos a la gracia de Dios. Por más que usted quiera asegurar que ellos conserven la fe, busquen a Dios y crezcan en santidad, no puede hacerlo, sólo puede hacer lo que a usted le toca. Al final, cada uno de sus hijos es responsable de su propia relación con Dios, cada uno de ellos es responsable de cómo enfrenta la crisis actual, cada uno es libre para crecer en paciencia, humildad, sabiduría y valor, o para rebelarse contra Dios, quien nos ama tanto que rehúsa evitarnos las dificultades...Pues a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que acoge. (Hebreos 12,6).

Aprendiendo a dejar ir y a dejar a Dios

Cuando sus hijos eran pequeños, usted podía controlar más directamente lo que los rodeaba e incluso sus reacciones. Entonces dependían más de usted. Pero ahora sólo puede influir en ellos y sus circunstancias de manera indirecta. Aceptar tranquilamente las limitaciones de su influencia dará gran gloria a Dios, porque elevará su confianza en Él a un nuevo nivel. Y si, en medio de esta prueba, alguno de sus hijos se revela contra Dios, usted debe conservar su paz interior a través de la oración y la confianza, mientras ofrece a Dios el sufrimiento que pueda experimentar. Después de todo, aun si en ellos hubiera una rebelión violenta, éste no es el final de la historia - la historia sólo termina el día del Juicio.

Recuerde, Dios ama a sus hijos aún mas de lo que usted los ama y Él honrara su amor de madre por ellos mucho más de lo que puede imaginar, siempre y cuando sea un amor puro, y su amor por Dios y su confianza en Él permanezcan en el primer lugar. Así que continúe haciendo lo que pueda para dar apoyo y valor a sus hijos y para ayudarlos a llevar sus cruces, a través de sus oraciones, su ejemplo y cualquier palabra y obra que las circunstancias le permitan. 

Pero -cuantas veces sea necesario- renuncie en su corazón y en su mente al control que le gustaría tener. Salvarlos no depende de usted, sólo puede ser un instrumento de la gracia de Dios hasta donde Él lo permita. 

Dios es Dios, nosotros no somos Dios, y con Dios de nuestro lado ¿quién contra nosotros? (Romanos 8,31). Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio (Romanos 8,28). Ésa es nuestra seguridad, nuestra esperanza, nuestra roca y nuestro refugio.

Autor: P. John Bartunek, L.C

jueves, 22 de mayo de 2014

Hoy voy a hablar contigo de Ella, de tu Madre, de mi Madre



Es mayo, Señor, y la Iglesia que tu fundaste le ha dedicado este mes a María. Señor, Jesús, gracias porque tu Madre es mi Madre.
Es mayo, Señor, y la Iglesia que tu fundaste le ha dedicado este mes a María. 

Vengo ante ti, la Capilla está vacía y en este silencio y soledad encuentro el momento propicio para hablar un rato contigo... podemos hablar de muchas cosas.... y traigo en el alma tantas penas, tantas preocupaciones, tantos desvelos, todos encerrados en mi "pequeño mundo", pero no. Hoy no te voy a hablar de mi, tu me conoces, tu lo sabes todo, Señor.. 

Hoy voy a hablar contigo de Ella, de tu Madre, de mi Madre, porque tu me la diste, me la entregaste desde la Cruz donde ya estabas a punto de morir. 

Los brazos de María son los primeros que te arroparon allá, en una noche fría pero la más bella y buena de todas las noches y así empezaste a conocer lo que es el amor y el calor de una madre. Después atravesaste montañas y pueblos, siempre arropado en los brazos de una mujer, tu madre, que con el corazón de latir asustado, huía a otras tierras para proteger tu vida. 

Tiempo después la vuelta y la vida tranquila, sencilla y humilde en la aldea de Nazaret... ¿Te acuerdas, Jesús del pozo donde la acompañabas a buscar el agua? ¿Te acuerdas de sus risas, de la mirada de sus ojos dulces y hermosos, desbordada de amor e infinita ternura?...¡Qué bonitos días, cuánta paz, cuánto amor!. 

Tu crecías.... te estabas convirtiendo en un jovencito y Ella siempre a tu lado. Fuieste con tu "padre" y Ella a Jerusalém, entraste en el Templo y por aquel "misterioso mandato" te quedaste a participar en las discusiones de los grandes pensadores... y te dolía el corazón porque sabías del dolor de "esos dos seres" tan amados al vivir la zozobra de tu ausencia.... pero es que ya estabas empezando a cumplir tu misión... 

Después volviste con "ellos" y ¡qué años tan inolvidables y hermosos! ¡Qué unión, qué felicidad, qué hogar tan pleno de armonía y de amor!. Cuántas veces la mirarías en el quehacer de las labores en la humilde casa, a la hora de estar reunidos en la comida, en la oración, desbordándose tu amor de hijo en aquella dulce y tierna mujer, sencilla pero con dignidad de reina, alegre y dispuesta... ¡cuánto te quería, cuánto la amabas... ¿Te acuerdas Jesús? Y un día la viste llorar... José, "tu padre" había muerto, Ella lo amaba mucho y lloraba...y tus brazos la rodearon y Ella apoyando su cabeza en tu pecho encontró, a pesar de su dolor, la paz. 

El tiempo pasó y llegó el día...Día en que habías de "saber decir adiós" y tenías un nudo en la garganta pero la viste a Ella con el brillo de las lágrimas en los ojos, pero serena, otra vez "el fiat" en su corazón, esclava a la voluntad de Dios, pero con la dignidad de reina y señora despedirte con el más fuerte y amoroso de los abrazos, de unos brazos que tal vez no te volverían a envolver y apretar contra su corazón hasta que te entregaran en ellos después de bajarte de la cruz...¡qué despedida, Jesús, qué despedida!. Así los dos nos enseñasteis a "saber decir adiós." 

Seguro que alguna vez regresaste para verla y estar con Ella pero... tu Misión había comenzado y ya no "eras suyo". 

Después tu subiste al Calvario y Ella lo subió contigo para estar al pie de la cruz. ¡Jesús, si habías tenido todos los más crueles sufrimientos que un hombre puede tener, creo que ninguno pudo atormentar tu corazón como el volverla a ver en aquellos momentos! y nos la diste por Madre para que sus brazos, ya sin ti, pudieran abrazar a toda la Humanidad y en ella, a mí!. ¡Gracias, Jesús!. 

¡Aleluya, Aleluya!. Otra vez Tu y Ella abrazados. ¡Madre querida, aquí estoy, he resucitado! ¿Te acuerdas, Jesús?. ¡No hubo una mañana más hermosa para Ti y para Ella!. 

Y después el tiempo pasó...y un día, un día muy especial, Ella subió al cielo para estar contigo, con San José, con los Santos y los ángeles en la infinita y gloriosa presencia de Dios. 

Estamos en el mes de mayo, Jesús, y hemos hecho un pequeño recuerdo de esa gran mujer, ejemplo de todas las madres del mundo: Estrella de la mañana, Reina de los ángeles, Virgen fiel, Virgen misericordiosa, Puerta del Cielo, Salud de los enfermos, Refugio de los pecadores, Reina de la Paz.... 

Señor, Jesús, gracias porque tu Madre es mi Madre. 

Santa María, ruega por nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. 

También en este mes festejamos el Día de la Madre. Las que partieron y nos siguen amando desde el Cielo y las que todavía están con nosotros sabemos que no hay un amor como ese amor, que es el que más se asemeja al de nuestro Padre Dios, pues lo da todo sin pedir nada a cambio, tal vez, si, una sola cosa, al igual que el Señor..... ¡que las amemos!.

 Autor: Ma Esther De Ariño 

miércoles, 21 de mayo de 2014

Urgencias de evangelización

Vale la pena volver la mirada hacia Jesucristo y preguntarle: ¿qué quieres que hagamos?

Muchos bautizados viven confundidos y llenos de dudas. Muchos bautizados no conocen realmente su fe. Muchos bautizados no acuden a misa cada domingo, ni se confiesan cuando han perdido la gracia. Muchos bautizados no saben qué diferencia hay entre pecado mortal y pecado venial, ni distinguen claramente entre el bien y el mal en temas de importancia

Hablar de nueva evangelización sin tener presente lo anterior es como hablar del tiempo sin mirar las señales del cielo y sin tener en cuenta los partes meteorológicos (cuando son buenos, claro). Porque es muy fácil idear proyectos evangelizadores llenos de ideas nuevas, pero no es tan fácil "aterrizar" y tocar los problemas concretos de millones de bautizados.

El mundo vive una urgencia de evangelización. Después de 2000 años, el Evangelio de Cristo está lejos de muchos corazones. En otros, hubo un tiempo en el que brilló el mensaje del Maestro para luego eclipsarse bajo el espejismo de ideas falsas o de avaricias destructoras, como vemos explicado en la parábola del sembrador (cf. Mc 4,5-20).

Por eso, vale la pena volver la mirada hacia Jesucristo y preguntarle: ¿qué quieres que hagamos? ¿Cómo llevar tu Amor a tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo? ¿Qué puedo hacer ahora, entre familiares y amigos, conocidos y contactos?

Si me abro a la belleza de la fe, si sintonizo con el anhelo del Maestro de incendiar el mundo, me convertiré en un vivo y entusiasta evangelizador, en un enviado que grita, sobre todo con la vida, la gran noticia: Cristo ha muerto y ha resucitado para nuestra salvación, está vivo en medio de la Iglesia católica, y quiere ser amado por todos los hombres y mujeres por quienes ofreció su Sangre en el Calvario.

Autor: P. Fernando Pascual LC

martes, 20 de mayo de 2014

María provoca la primera "señal"

Además de la gran confianza que María mostró en su Hijo, ella fue el medio que Dios usó para dar comienzo a la manifestación de Jesús. 



Ojalá puedas leer en el Evangelio Jn 2, 1-12, cuando María le pide a su Hijo que les falta el vino en una boda donde fueron invitado en Caná.

A mí me llama poderosamente la atención ese detalle de María de acercarse a visitar a su prima santa Isabel tras tener conocimiento de su estado de gestación, también su fina observación en las bodas de Caná, en una situación de tanto embarazo para aquellos jóvenes esposos. Todo ello habla de un corazón amable, sencillo, bondadoso, atento, comprensivo, servicial en nuestra madre del cielo".

Una contemplación superficial del episodio de la boda de Caná nos dice que lo más milagroso fue el hecho de que Jesús mostró su dominio absoluto sobre la materia, convirtiendo agua en vino. Sin embargo, el Evangelista nos da a entender que no fue así al decir "Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzó a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos" (Jn 2, 11).

Según el Evangelista la finalidad intrínseca de este milagro fue el convencer a sus discípulos que Él era lo que decía que era: el Hijo de Dios. Así manifestó su "gloria" que era su divinidad, pues María le obligó a "hacer llegar su hora" de mostrar su gloria o divinidad.

Independientemente de la gran confianza que María mostró en su Hijo, como hemos comentado antes, está el hecho de que ella fue el medio que Dios usó para dar comienzo a la manifestación de Jesús de Nazaret como su Hijo. Aquí María aparece como aquella que hace conocer a Cristo. Uno podría pensar que tal vez su misión fuese solamente traer al Hijo al mundo y después dejarlo manifestarse como le pareciera mejor. Dios en su providencia quería hacer las cosas de otra manera: quería dar a conocer a su Hijo al mundo por medio de su Madre. Nosotros podemos no estar de acuerdo con esta metodología, pero no se puede negar que Él quiso adoptarla para manifestar a su Hijo.

Parece ser que el Padre sigue usando esta metodología para dar a conocer a su Hijo. Son elocuentes las múltiples apariciones de la Virgen en estos dos últimos siglos. Pensemos en Lourdes, Fátima...
Autor: P. Fintan Kelly

lunes, 19 de mayo de 2014

¿Estás triste? ¿Quizás preocupado?

¿Qué sucedería si por un solo día aceptáramos que Dios maneje nuestros problemas, y Dios se hace cargo de ellos? 
Las preocupaciones son el pan nuestro de cada día. Muchas vienen de situaciones muy reales que enfrentamos en el diario vivir. Otras, sin embargo, surgen de la nada, por así decirlo. 

¿Qué sucedería si por un solo día aceptáramos que Dios maneje nuestros problemas, y Dios se hace cargo de esa gerencia?

Llevemos este experimento a la práctica. Supongamos que recibimos el siguiente correo de parte de Dios:

"Hoy, yo, Dios, estaré manejando todos tus problemas. Si enfrentas una situación que no puedes manejar, no intentes resolverla. Colócala en la bandeja "Algo que sólo Dios puede hacer." Me encargaré del asunto en mi tiempo, no en el tuyo. Una vez lo hagas, no te aferres más al problema, o pretendas retirarlo, pues tan sólo retrasarás la solución. Si crees que puedes solucionarlo, consúltalo conmigo. Asegúrate que tomarás la decisión adecuada.

Yo no duermo nunca. No hay razón que pierdas tu sueño a causa de las preocupaciones. Descansa en mí. Para contactarme, estoy a la distancia de una oración, de un diálogo, que eso es la oración. ¡Basta con que lo conversemos!

Piensa bien lo siguiente: sé feliz con lo que tienes.

Si te desesperas y peleas cuando estás metido en un gran tapón, recuerda que hay gente para quien tan sólo manejar es un privilegio.

¿Tuviste un mal día en el trabajo? Piensa en todos esos que están años sin poder conseguir uno.

¿Tienes el corazón roto por una relación sentimental deteriorada? Son muchos los que no saben qué es amar y que jamás han sido amados.

¿Luchas la que parece ser una batalla perdida con el hijo que te causa problemas? ¡Cuánto desearían tener ese reto los padres y madres que no han logrado tener un hijo!

¿A tu edad te faltan fuerzas para enfrentar una terrible pérdida, y te preguntas cuál es el propósito de esta prueba? Se agradecido. Existieron muchos que no vivieron hasta tu edad para averiguarlo.

¿Te encuentras en un momento en que eres objeto de la amargura, ignorancia, pequeñez o envidia de la gente? Las cosas podrían ser peores. ¡Tú podrías ser uno de ellos!

¿El amigo ese te ha dado la espalda cuando más lo necesitas? ¡Cristo, el amigo que nunca falla, está a tu lado, ahí mismito, pidiendo tan sólo que le abras tu corazón!

¿Por qué te confundes y te agitas y te deprimes ante los problemas? Déjame al cuidado de todas tus cosas. Todo te irá mejor. Lo que más daño te hace es tu propio razonar y tus propias ideas y el querer resolver tus cosas a tu manera.

Confía en mí. Ahora bien, no seas como el paciente que pide al médico que lo cure y luego le indica el modo de hacerlo. Déjate llevar en mis brazos, no tengas miedo. Yo te amo.

Si crees que las cosas empeoran o se complican a pesar de tu oración, sigue confiando. Cierra los ojos del alma y confía. Continúa diciéndome a toda hora: yo confío en ti."

Hasta ahí el correo de Dios. Prepara tu respuesta y envíasela lo más pronto posible. Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces, entonces estás peor que antes. Espero ese no sea tu caso.

Bendiciones y paz.    

Autor: Juan Rafael Pacheco


viernes, 16 de mayo de 2014

Siguiendo los pasos del Primer Pastor


Señor, veniste para mostrarnos el Camino. Fuiste el Maestro y fuiste el Pastor, dejando todos los cabos bien atados 

Frente a ti Señor, ante el Misterio del Sacramento Eucarístico me llega al pensamiento la enorme gracia que es, primero, creer en ti, después saber que eres un Dios-Redentor.... pero también toda la inmensa responsabilidad de testimonio de vida que esto implica.

Si siento que el creer en ti y en la Iglesia Católica me reviste de unas gracias muy especiales como hijo de Dios, portador de valores eternos y heredero del cielo... ¿Cómo ha de ser mi vida?

Y tu respuesta es: Siendo fiel al Papa, hoy a nuestro Pastor el Papa Francisco y a la Iglesia porque como bien decía el Padre José Luís Descalzo: "El encargo a Pedro es algo más que un encargo puramente personal".

Pedro no fue inmortal. Tus palabras nos lo recuerdan. La consigna, pues, que Tu le diste tenían que tener un significado especial, más largo que la vida personal de Pedro. Si Tu hablas de un rebaño permanente que va a prolongarse por los siglos, es claro que también nos hablas de un pastoreo permanente, que durará después de la muerte de este pastor concreto.

Jesús, estabas realmente introduciendo en la historia religiosa de la Humanidad una institución llamada a durar tanto como la fe en ti. Más claro aún: estabas instituyendo una dinastía de pastores. No una dinastía carnal y transmisible por la sangre, pero si una dinastía del espíritu.

Pedro será el primer pastor de esa serie en la que nunca le faltarán sucesores. El pastoreo durará tanto como la roca, es decir, tanto como la humanidad... 

Tu, Señor, veniste para mostrarnos el Camino.
Fuiste el Maestro y fuiste el Pastor, dejando todos los cabos bien atados, todas tus enseñanzas diáfanas, claras. Nos enseñaste a orar, nos hablaste de las Bienaventuranzas, nos hablaste de los Mandamientos, del código del amor, que tomásemos la cruz para seguirte, nos aseguraste que cuando dos o más orásemos al Padre, El estaría allí, entre nosotros, que fuésemos generosos, pero no ostentosos en nuestras dádivas, sino que lo que la mano derecha haga no lo sepa la izquierda, que seguir tus pasos cuesta renuncias y valentía, pero que al final podremos contemplar tu rostro y nos llamarás "benditos de mi Padre".

Sabiendo todo esto ¿viviré como ignorándolo, haciéndome la loca, la indiferente y quizá pensando que ya que tu misericordia es infinita también tendré la infinita disculpa... para mi desamor, para mi ingratitud? ...¡Cuidado!.

Ya nos mostraste el Camino y apartarnos de él pudiera ser, que ni el arrepentimiento del "buen ladrón" nos alcance al final de la jornada a tocar a nuestra puerta, atrapada en el laberinto de las pasiones y del despreocupado vivir.

Ahora frente a ti y en el silencio de ese amor oculto parece que te oigo decir: 

No pierdas más tiempo. Es hora del cambio, es hora de tomar la religión católica muy en serio y cumplir con los deberes de todo buen cristiano, de haceros apóstoles y llevar mi Mensaje a todos los que estén a vuestro lado con la palabra y con el ejemplo.

Aquí estoy, esperando que seaís valientes y que lleveis en el alma el legítimo orgullo de ser católicos, portadores de la Verdad.

Tendreis que seguir a los pastores, tras los pasos del Primer Pastor.... para que un día... ¡haya un solo rebaño! cuyas ovejas no se aparten del Camino enseñado.
Autor: Ma Esther De Ariño

jueves, 15 de mayo de 2014

Jesús y la pecadora arrepentida

¿Me amas? ¿Sí?... Pues, tengo bastante. De lo demás, no te preocupes... 

Un Papa y un Doctor de la Iglesia como San Gregorio Magno decía que le daban ganas de llorar cada vez que leía en el Evangelio la historia de la prostituta del lago. Una pobrecita que había caído muy hondo, pero que era una estupenda mujer y ha sabido ganarse los corazones a puñados... Es Lucas quien nos cuenta en su Evangelio la escena conmovedora. 

Jesús predica por todos los pueblos que rodean el lago de Genesaret. Entre los que le escuchan, se mete una mujer pecadora, y pecadora en aquel entonces era la que se había tirado a la calle... Todos la conocen, y los fariseos la deprecian. Por eso va a ser hoy grande el escándalo cuando la vean hacer lo que ella trama en sus adentros. Oye a Jesús. Se enternece. Adivina en el Maestro de Nazaret a alguien que es más que un profeta. La fe y el amor la están empujando misteriosamente. 

Y al fin, se decide a hacer lo que le inspira un secreto amor al que ya considera su Salvador:
- ¡Yo tengo que hablar con Jesús! ¡Éste es el Enviado de Dios que esperamos, y Él puede hacerme acabar con esta mi vida tan miserable! ¡A ver dónde y cómo me puedo llegar hasta Jesús!...

Y ve que el importante fariseo Simón se acerca a Jesús, le invita a comer en su casa, y que Jesús acepta de buen grado. 
- ¡Esta es la mía! A casa de Simón que voy, aunque me maten esos santurrones de los fariseos. 

Y a mitad del convite se presenta en la puerta del festín. Lleva escondido en un pañuelo de lino un frasco de perfume costoso en el que ha echado los ahorros de su vida. La inmundicia del pecado se va a convertir en aroma de cielo. 

Observa dónde está recostado Jesús, se acerca por detrás, no dice una palabra, rompe a llorar, quiebra el pomo de alabastro, lo derrama sobre los pies de Jesús, se suelta su larga cabellera y empieza a enjugar los pies divinos del Maestro. Los pensamientos de todos vuelan demasiado lejos y son temerarios y malos de verdad. Empezando por los del dueño, como nos refiere el Evangelio:
- Si este Jesús fuera el profeta que dicen, sabría bien quién es la mujer que le está tocando: ¡una pecadora! Lo he invitado para conocerlo de cerca, y qué bien que me ha salido la prueba. ¡Este Jesús no es ningún profeta!... 

Pero ahora Jesús le va a demostrar que es un profeta de verdad. 
- Oye, Simón, tengo que proponerte una cuestión. 
- ¡Dí, Maestro, dí! 
- Mira, un acreedor tenía dos deudores. El uno le debía como cincuenta dólares y el otro quinientos. Como ni uno ni otro tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. ¿Quién crees tú que le querrá más y le estará más agradecido? 
- ¡Toma! Pues el de los quinientos. Eso es claro. 
- ¡Muy bien pensado!
Pero aquí le esperaba Jesús para sacarle todo a relucir. 
- ¿Ves esta mujer? Al llegar a tu casa no me has lavado los pies, polvorientos del camino, y ella me los ha lavado con lágrimas y enjugado con sus cabellos. 

Cuando yo he entrado aquí, no me has saludado con el beso de paz, mientras que ésta, desde que ha entrado, no ha dejado de besar mis pies. Tú no me has ungido la cabeza como a huésped invitado, mientras que ella ha derramado todo el perfume sobre mis pies. 

Jesús le va sacando al anfitrión todas las faltas de educación que ha cometido --todos esos detalles que no faltan con cualquier invitado distinguido-- y ahora le añade esas palabras que han arrancado después tanto amor y tanta generosidad de muchos corazones: 
- Por eso te digo: se le perdonan todos sus muchos pecados porque me ha amado mucho.
Y volviéndose a la mujer, que no ha dicho una palabra, pero que le ha abierto y dado todo su hermoso corazón: 
- Mujer, tu fe te ha salvado, ¡vete en paz!...

Un perdón incondicional, preparado por la fe, producido por el amor, y confirmado por Dios con una paz inmensa. 

Esto es lo que resalta de manera tan deslumbrante en este pasaje de la pecadora, uno de los más bellos y enternecedores de todo el Evangelio: el valor inmenso del amor.

La pobre prostituta trae muchas culpas encima, pero trae mucho más amor que pecados. Y las infidelidades no significan nada en el corazón que ama. Lo malo es que no haya amor, pues entonces no hay nada que hacer, ya que el corazón frío no se rinde nunca.

Por otra parte, esas culpas se echan en el Corazón de Cristo, lo cual es arrojar una gota de agua en una ardiente hoguera. 

Hay pasajes del Evangelio que es mejor escucharlos y no comentarlos, si no queremos echarlos a perder. Y éste es uno de ellos, y como pocos. Sólo su recuerdo es la mejor lección. Al fin y al cabo, ésta es la única penitencia que pone Jesús a los pecadores que se acercan a Él, preguntarles como a Pedro después de sus estrepitosas negaciones: 
- ¿Me amas? ¿Sí?... Pues, tengo bastante. De lo demás, no te preocupes...

Éste es Jesús. Éste es nuestro Jesús. ¿A qué podemos tener miedo?...

Autor: Pedro García, Misionero Claretiano

miércoles, 14 de mayo de 2014

YO ACUSO

Autor: Pablo Cabellos Llorente

         A finales siglo XIX, El capitán del ejército francés Alfred Dreyfus, de origen judío y alsaciano, fue acusado de haber entregado documentos secretos a los alemanes. Enjuiciado por un tribunal militar, fue condenado a prisión perpetua, degrado y desterrado a la Isla del Diablo, cercana a la costa de la Guyana francesa, por un delito de alta traición. En ese momento, tanto la opinión pública como la clase política francesa adoptaron una posición abiertamente contra Dreyfus, cuya inocencia se demostró años más tarde.

         Después del injusto proceso y condena, Emilio Zola escribió la conocidísima carta al Presidente de la República que concluye con una serie de denuncias a los intervinientes en el juicio, comenzando cada una de ellas  con la frase “Yo acuso”, con la que ha pasado a la historia ese razonado y magnífico mensaje con  trazas de gran fuerza.

         Ha venido a mi mente la carta de Zola pensando en los problemas que suceden a nuestro alrededor. No pretendo inculpar a nadie de nada, porque todos somos culpables, en una u otra medida, de lo que escribo después. Además, los juicios morales han de ser emitidos con mucha cautela, sobre todo al tratarse de personas. Por eso no señalaré a ninguna. Escribo de hechos, ideas, conductas más o menos generalizadas y perturbadoras, por si sirven para averiguar  soluciones positivas.

         Consideremos primero la confusión de poderes propiciada por nuestras propias leyes, engendradoras  de la politización de la Justicia, el factor más extraviado a causa del desarreglo originado por el modo de constituir tanto el Consejo General del Poder Judicial como el Tribunal Constitucional. Es difícil atisbar la verdadera Justicia en algunas resoluciones dictadas según la composición de la mayoría conservadora o progresista. Puede originar resoluciones  ajenas a la ética.
        
         Otro asunto a resolver es el filtrado de documentos policiales o judiciales y su posterior publicación en los medios, aún estando bajo secreto del sumario o incluso antes de que el “presunto” sea ni siquiera presunto, pero lo obtenido ilegalmente puede “condenarlo” ante la opinión pública anticipándose a toda acusación. Aparte de situar el derecho a la información por encima del que gozamos sobre la imagen o la fama –lo que sería bien discutible-, ¿alguien ha intentado averiguar la fuente de la filtración que puede causar tanto daño? ¿O qué obtiene a cambio esa persona? Mientras, el “presunto” permanece en estado de indefensión. Además, suele cargarse al acusado con la prueba, en vez de probar el acusador.

         Existe susto para defender el matrimonio, la familia o la vida, porque parece más correcto dejar que cada uno haga de su capa un sayo. Algunos aseguran defender a la mujer otorgándole el triste poder de matar al “nasciturus” y dejándole a cambio una vida acaso desgarradamente sola. Es como tratar de proteger la propiedad privada  autorizando el robo, pero peor. El desgaste de la familia y el matrimonio natural y estable es tan patente  que ni se admite su defensa. No pensamos en el deterioro social producido, por ejemplo, en la facilidad para romper vínculos, con pérdida del sentido de la fidelidad y la lealtad; con una aminorada capacidad para el ejercicio de la libertad con lo que la engrandece: la adopción de compromisos serios, la elección de opciones valientes. La libertad crece cuando sirve para buscar la verdad y el bien y vivirlos.

         Se pide una escuela pública laica y de calidad. Nada que objetar salvo si significa –como sucede a menudo- negar la existencia de toda otra posibilidad. Para algunos, el laicismo se ha convertido en una religión excluyente, en un  fundamentalismo que, aplicado a la escuela, niega a los padres de familia la facultad de elegir la educación que deseen para sus hijos, sin mayores o menores derechos para ningún tipo de escuela.  Pagan sus gabelas los partidarios de cualquier modelo escolar, por lo que tienen derecho a que el Estado sufrague toda forma de enseñanza obligatoria. ¿Somos conscientes de que hay centros educativos en los que se problematiza gravemente a niños y niñas de diez años animándoles a pensar en qué género desean encuadrarse?

         Existen católicos encogidos, consentidores del “dogma” obligatorio de una práctica de la fe  reducida a la intimidad. Pero el cristianismo es vida, ha de manifestarse en la conducta. Aceptan el tipo de laicismo citado antes –en lugar del espíritu laical-, y se han convencido de  que la fe ha de guardarse en el reducto de la conciencia. Que lean al Papa Francisco animando a salir a la calle, a llegar a todas las periferias: de la miseria económica, de  la exclusión social, de la marginación y, las más primordiales: la miseria moral y la espiritual, la ausencia de Dios,  que convierte la vida es un sinsentido.


         De estos y otros asuntos hay muchos que piensan que alguien hará algo, que alguno debería actuar, mientras que cada uno hacemos como que no vemos las injusticias, las exclusiones, el hambre, la degradación social buscada y generada por los interesados en  la ausencia de Dios. Pienso que todos hemos de hacer algo, porque quien no es parte de la solución se convierte en parte del problema.