El otro día, en una de
las muchas reuniones familiares, me detuve un momento en el recuerdo observando
a cada uno de los que allí estábamos y las diferentes conversaciones, la
confianza, las risas —en definitiva—, la felicidad que reinaba; y me di cuenta
de que mi fantástica mujer y yo, llevábamos muchos años compartiendo mil y una
experiencias, muchos años haciendo familia, sintiéndonos
felices y orgullosos, a pesar de los muchos errores y tropiezos que
nos hemos encontrado en el camino.
Recuerdo que todo empezó
con mis padres, que siempre procuraron juntarnos a todos los hermanos y a
nuestras respectivas parejas —en todas las ocasiones posibles—, dejándonos el
fantástico recuerdo de las Navidades y del día de Reyes, donde todos
disfrutábamos como niños.
Esta misma tradición se
mantiene en nuestra casa y en las Navidades, organizamos divertidas
representaciones de musicales, participando todos y cada uno (padres, hijos,
novios, maridos, esposas, nietos…), esperando con ilusión el día de Reyes para
repartirnos regalos según la carta que cada uno ha escrito con anterioridad. No
os imagináis cómo disfrutamos de la alegría y la felicidad de cada uno, sea
grande o pequeño, viendo las sorpresas que esconden los paquetes.
Recuerdo cuando en su
momento podíamos juntarnos para ir todos o casi todos a la playa. La colchoneta
siempre resultaba pequeña para que todos permaneciésemos encima. Más de uno
caía, tragaba agua y era pisoteado por los demás. Casi ahogamos un día a
nuestra nuera. Pobrecilla, siempre nos lo recuerda, despertando las risas de
los presentes.
En las comidas y en las
cenas nunca ha estado encendida la televisión. No, no era un castigo. Ha sido y
sigue siendo la mejor forma de hablar, de escuchar, de saber, de conocernos, de
orientar, de aprender, de recordar, de transmitirnos
sentimientos.
Recuerdo la cantidad de
conversaciones que hemos mantenido —unas más dulces que otras-que transmitían
mensajes de amor, de
crecimiento, lecciones de la experiencia, consejos llenos de sabiduría,
principios para una educación sana.
Ahora, nuestros hijos,
también hacen familia en la distancia de sus propios hogares, no olvidándose
del amor a sus hermanos, de sus cuñados, de sus sobrinos, de nosotros como
padres, manteniendo un nivel de comunicación, que demuestra el cariño, la
preocupación y el ánimo y la fuerza que transmite el compartir alegrías y
tristezas. Es tan fantástico, que uno se enorgullece de verles haciendo
familia y sintiendo de cerca a cada uno con el corazón.
Cuando alguno se entera
de algún problema de uno de sus hermanos, no dudan en juntarse, hablar,
estudiar la mejor manera para darle ánimo, envían notas, sorprenden, tienen
detalles de consuelo, fuerza, confianza; enviándose incluso «píldoras de
felicidad» o —llegado el caso—, buscando trabajo unos a otros, dándose consejos
laborales, consejos en la educación de los hijos e intentando ayudarse en el
camino hacia sus sueños.
¡Qué
importante es hacer familia! ¡Qué importante es el amor entre hermanos! ¡Qué
importante es entregar amor y recibir amor!
Al
podio de los triunfadores también se llega haciendo familia, creciendo en la entrega y en la generosidad,
participando en las alegrías y las tristezas, caminando juntos, aunque cada uno
lleve su propia mochila de obstáculos, problemas o retos personales.
Como ya sabes, es
importante dejar huella allá por donde pasamos, por eso es importante
dejar huella como padre, como hijo, como hermano, viendo que el paso por tu
vida tiene un verdadero sentido para lograr la felicidad de las personas
haciendo familia, aunque ese con el que te cruces no tenga contigo un lazo de
sangre.
Como decía en una
conferencia Mario Alonso Puig: Conviértete
en un sembrador de alegría, de ilusión y esperanza, que alguien recogerá la
gran cosecha.
¿Y qué mejor sembrador
puedes ser sino haciendo
familia?
Esto es
dejar huella, esto es llegar al podio de los triunfadores, haciendo familia.
Sí, estoy orgulloso y
muy enamorado de
la mujer que me ha acompaña desde hace 36 años. Sí, estoy orgulloso de mis
hijos, de su esfuerzo, de su valentía, de su caminar construyendo su futuro y
haciendo familia, pero sobre todo, estoy orgulloso por el amor que reina entre
hermanos y que nos llena de satisfacción cuando se entregan para reilusionar a
aquel que lo necesita.
No te
olvides de dejar huella haciendo familia, día tras día, porque eso siempre será
lo que dé sentido a tu vida.
Artículo
escrito por Jesús
Portilla y publicado en el blog Dame tres minutos de José Iribas.
Para leer el Evangelio de hoy, comentado, por favor pulse aquí
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