En esa cadena, ¿cuál es mi
responsabilidad? ¿Cuál la de otros? ¿Ha sido una casualidad? ¿Puede evitarse un
daño futuro?
Un pinchazo en la rueda del coche. Un
volantazo. El golpe. Ida al hospital. Una semana en reposo. Tiempo para
reflexionar.
Pensamos en lo ocurrido. ¿Por qué aquel
pinchazo? Quizá se pudo haber evitado con una revisión a tiempo en el mecánico.
O tal vez alguien dejó un objeto puntiagudo en la carretera.
Empezamos a buscar causas y
consecuencias, responsabilidades y medios para prevenir algo parecido en el
futuro.
Muchas veces vemos la vida como una
cadena de hechos. Lo que pasa hoy se explica por lo que pasó ayer y prepara lo
que ocurrirá mañana.
En esa cadena, ¿cuál es mi
responsabilidad? ¿Cuál la de otros? ¿Ha sido una casualidad? ¿Puede evitarse un
daño futuro?
Duele constatar cuando uno inició una
cadena de eventos negativos. Al revés, sentimos alegría si dimos el primer
empujón a una cadena de hechos positivos.
Entonces, ¿qué voy a decidir ahora?
¿Hacia dónde dirigiré mi mente y mi corazón? ¿Cómo dar inicio a algo bueno?
¿Cómo prevenir peligros para mí y para otros?
El mundo tiene muchos rincones de
misterio que conviven con zonas de responsabilidad. Los primeros explican tanta
incerteza. Las segundas nos abruman: mis decisiones a veces tienen
consecuencias sumamente graves.
Por eso ahora, entre las muchas opciones
que tengo ante mí, necesito luz para decidir prudentemente. Una luz que viene
desde la Palabra de Dios y las luces del Espíritu Santo. Una luz que también me
llega gracias a amigos sensatos y reflexivos.
En estos momentos, inicia una nueva
cadena de eventos. Pido a Dios, humildemente, que esos eventos me hagan más
bueno, promuevan la justicia, abran la historia humana a la belleza, y nos
acerquen un poco al encuentro eterno con nuestro Padre de los cielos...
Por: P. Fernando Pascual LC
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