Autor: Pablo Cabellos
Llorente
Hace unos días, las tertulias deportivas se animaban con la
sanción a Cristiano Ronaldo. Comprendo que se hable de esos asuntos de muy
amplio interés. Entre temas como el citado y la economía se llenan las páginas
de los diarios, las pantallas de las TV y las ondas de la radio, amén del mundo
digital. De un modo u otro, todo es mercado, se venden hombres, noticias,
hambre, banalidades... El mundo es un gran mercado, lo hemos querido así.
He comenzado por el futbolista de renombre, no para culparlo de nada, sino para
llamar la atención de esta compraventa constante, de la cantidad de recursos utilizados
desorbitadamente para pagar a un futbolista, a un banquero, a un directivo de
multinacional, al traficante de droga o por la
exclusiva a un medio de comunicación. El dinero se mueve al son del
mercado, de la oferta y la demanda. Es lo que nos hemos fabricado. Alguno puede
pensar que me he convertido en un estatista. No, pero es progresivamente claro
que al mercado puro y duro, a eso que se ha dado en llamar capitalismo salvaje,
le falta algo y le sobra bastante. No se tiene por sí mismo.
A mi entender, es obvio que el problema no lo resuelve el
Estado-providencia que suplanta al individuo y a las sociedades menores. Y
también es elemental señalar que no poseo la llamada tercera vía, que vendría a
ser una fusión con pérdida de algunas libertades por un cierto intervencionismo
estatal, y ganancia de otras muchas intervenidas innecesariamente. Ganaría la
dignidad personal, el bien común y la capacidad de participación social. El Papa Francisco ha escrito: Así como el mandamiento de
«no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy
tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa
economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en
situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es
exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa
hambre. Eso es inequidad.
Algo
hay que hacer por parte de la entera sociedad al ver que -como también ha
escrito el Pontífice- no es cierto lo que algunos todavía defienden, las
teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido
por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e
inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por
los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes
detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema
económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando, y los
"ronaldos" -sólo es un paradigma- se hacen con el botín. La causa:
una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano!
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