Pedirla cada día pues es un relalo de Dios y sostenerla y
aumentarla, no es cosa fácil, pero tenemos un ejemplo a seguir.
La puerta de la fe (cf.Hch,14,27) que introduce en la
vida de comunicación con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre
abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia
y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta
supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el Bautismo
(cf.Rm 6,4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se
concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección
del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma
gloria a cuantos creen en Él ( cf.Jn 17,22 ). Profesar la fe en la Trinidad-
Padre, Hijo y Espíritu Santo- equivale a creer en un solo Dios que es amor.
(cf.Jn 4,8 ) El Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para
nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección
redimió al mundo, eñ Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los
siglos en la espera del retorno glorioso del Señor. (Benedicto XVI para el
Año de la fe)
Las virtudes teologales son tres: Fe, Esperanza y Caridad. Hoy ante la crisis de Fe en el mundo actual nos podemos preguntar: ¿cómo es mi fe?.
Cuando nos sentimos plenos, alegres, felices o cuando hay sufrimiento, cuando hay enfermedad, cuando hay dolor de la índole que sea... ¿cómo está mi fe?. La fe que es luz se puede apagar. El que conoce y ama a Cristo se identifica con Él, en cualquiera de esa circunstancias, y se convierte en apóstol, siendo parte de esa luz y esa fe.
Tener fe y vivir la fe es un riesgo. Un riesgo que nos obliga a dejar el egoísmo que ha hecho nido en el fondo de nuestro corazón, a dejar la pereza, el engaño, los gustos hedonistas, frívolos y llenos de vanidad. Una vida vacía solo llena de cosas perecederas.
Sostener y aumentar la fe no es cosa fácil, pero tenemos un ejemplo a seguir. Jesús es el mejor ejemplo para ayudarnos pues El vino por eso y para eso. En El encontraremos todo lo que nuestro corazón nos pide y desea. La amistad con el Hijo de Dios, es el resultado de una vida sostenida, iluminada y confortada por nuestra fe en El. Y ante todo tenemos que pedirla en la oración de cada día, porque la fe es un regalo de Dios.
Este mundo está necesitado de que seamos portadores de esa FE como miembros de la Iglesia, instituida por Cristo hace más de veinte siglos y tenemos y debemos dar testimonio al mundo de nuestra fe.
No podemos decir que vivimos esa fe si no pedimos perdón o si no sabemos perdonar. Esa humildad y ese perdonar nos identifican como personas de fe, de verdadera y auténtica FE.
El mensaje del Señor resuena en toda la tierra: Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día comunica su mensaje al otro día y una noche se lo transmite a la otra noche. Sin que pronuncien una palabra, sin que resuene su voz, a toda la tierra llega su sonido y su mensaje hasta el fin del mundo. El mensaje del Señor resuena en toda la tierra. (Salmo 18)
Las virtudes teologales son tres: Fe, Esperanza y Caridad. Hoy ante la crisis de Fe en el mundo actual nos podemos preguntar: ¿cómo es mi fe?.
Cuando nos sentimos plenos, alegres, felices o cuando hay sufrimiento, cuando hay enfermedad, cuando hay dolor de la índole que sea... ¿cómo está mi fe?. La fe que es luz se puede apagar. El que conoce y ama a Cristo se identifica con Él, en cualquiera de esa circunstancias, y se convierte en apóstol, siendo parte de esa luz y esa fe.
Tener fe y vivir la fe es un riesgo. Un riesgo que nos obliga a dejar el egoísmo que ha hecho nido en el fondo de nuestro corazón, a dejar la pereza, el engaño, los gustos hedonistas, frívolos y llenos de vanidad. Una vida vacía solo llena de cosas perecederas.
Sostener y aumentar la fe no es cosa fácil, pero tenemos un ejemplo a seguir. Jesús es el mejor ejemplo para ayudarnos pues El vino por eso y para eso. En El encontraremos todo lo que nuestro corazón nos pide y desea. La amistad con el Hijo de Dios, es el resultado de una vida sostenida, iluminada y confortada por nuestra fe en El. Y ante todo tenemos que pedirla en la oración de cada día, porque la fe es un regalo de Dios.
Este mundo está necesitado de que seamos portadores de esa FE como miembros de la Iglesia, instituida por Cristo hace más de veinte siglos y tenemos y debemos dar testimonio al mundo de nuestra fe.
No podemos decir que vivimos esa fe si no pedimos perdón o si no sabemos perdonar. Esa humildad y ese perdonar nos identifican como personas de fe, de verdadera y auténtica FE.
El mensaje del Señor resuena en toda la tierra: Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día comunica su mensaje al otro día y una noche se lo transmite a la otra noche. Sin que pronuncien una palabra, sin que resuene su voz, a toda la tierra llega su sonido y su mensaje hasta el fin del mundo. El mensaje del Señor resuena en toda la tierra. (Salmo 18)
Autor: Ma Esther De Ariño.
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