"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

miércoles, 14 de mayo de 2014

Quisiste abrir el reino a los pequeños

Homilía del Papa Juan Pablo II durante la Beatificación de los Pastores Jacinta y Francisco en Fátima 
Autor: SS Juan Pablo II


Fragmentos de la homilía del Papa Juan Pablo II durante la Beatificación de los Pastores Jacinta y Francisco en Fátima, 13 de mayo, 2000 

«Yo te bendigo, o Padre, (...) porque escondiste estas verdades a los sabios e inteligentes, y las revelaste a los pequeños (Mt 11, 25).

Con estas palabras, amados hermanos y hermanas, Jesús alaba los designios del Padre celeste; sabe que nadie puede estar con él, si no es atraído por el Padre (cf. Jn 6, 44), por eso, alaba por ese designio y lo abraza filialmente: Sí, Padre y te bendigo porque así fue de tu agrado (Mt 11, 26). Quisiste abrir el reino a los pequeños.

Por designio divino, vino del cielo a esta tierra, en búsqueda de los pequeños privilegiados del Padre , una mujer vestida de Sol (Ap 12, 1). Les habla con voz y corazón de madre: los invita a ofrecerse como víctimas de reparación, ofreciéndose Ella para conducirlos, seguros, hasta Dios. Fue entonces que sus manos maternas salió una luz que os penetró íntimamente, sintiéndose inmersos en Dios como cuando una persona -explican ellos- se contempla en un espejo.

Más tarde, Francisco, uno de los tres privilegiados, exclamaba: Nosotros estábamos ardiendo en aquella luz y no nos quemábamos. ¿Cómo es Dios? No se puede decir. Esto sí que nosotros no podemos decir. Dios: una luz que arde, pero que no quema. La misma sensación tuvo Moisés, cuando vio a Dios en la zarza ardiente; allí escuchó a Dios hablar, preocupado con la esclavitud de su pueblo y decidido a liberarlo por medio suyo: Yo estaré contigo (cf. Ex 3, 2-12). A cuantos la acogen, esta presencia se vuelve morada y consecuentemente, «zarza ardiente» del Altísimo.

A Francisco, lo que más impresionaba y absorbía era Dios en aquella luz inmensa que penetrara lo más íntimo de los tres. Sin embargo, sólo a él Dios se daría a conocer «tan triste», como él decía. Cierta noche, su papá los escuchó sollozar y le preguntó porqué lloraba; el hijo le respondió «Pensaba en Jesús que está tan triste por causa de los pecados que se cometen contra él ». Vive motivado por el único deseo -tan expresivo del modo de pensar de los niños- de «consolar y dar alegría a Jesús».

En su vida, se da una transformación radical; una transformación ciertamente no común en niños de su edad. Se entrega a una vida espiritual intensa, que se traduce en oración asidua y fervorosa, llegando a una verdadera forma de unión mística con el Señor. Eso mismo lo lleva a una progresiva purificación del espíritu mediante la renuncia y a los propios gustos y hasta a los juegos inocentes de niños.

Soportó los grandes sufrimientos de la enfermedad que lo llevó a la muerte, sin nunca lamentarse. Todo le parecía poco para consolar a Jesús; murió con una sonrisa en los labios. Grande era, en el pequeño Francisco, el deseo de reparar las ofensas de los pecadores, esforzándose por ser bueno y ofreciendo y oración. Y Jacinta su hermana, casi dos años más joven que él, vivía animada por los mismos sentimientos.

[...]

El mensaje de Fátima es un llamado a la conversión. [...] La meta última del hombre es el Cielo, su verdadera casa donde el Padre Celeste, en su amor misericordioso, por todos espera.

Dios no quiere que nadie se pierda, por eso hace dos mil años mandó a la tierra a su hijo «buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19, 10). Y Él nos ha salvado con su muerte en la cruz; ¡que nadie torne vana esa Cruz! Jesús murió y resucitó para ser «el primogénito de muchos hermanos» (Rom 8, 29).

En su solicitud materna, La Santísima Virgen vino aquí, a Fátima, pedir a pedir a los hombres «no ofender más a Dios nuestro Señor, que ya está muy ofendido». Es el dolor de la Madre que la hace hablar; está en juego la suerte de sus hijos. Por eso, decía a los pastorcillos: «Rezad, rezad mucho y haced sacrificio por los pecadores, que muchas lamas van al infierno por no haber quién se sacrifique y pida por ellos».

La pequeña Jacinta sintió y vivió como propia esa aflicción de Nuestra Señora, ofreciéndose heroicamente como víctima por los pecadores. Un día - ya ella y Francisco habían contraído la enfermedad que os obligaba a estar en cama - la Virgen María vino a visitarlos a su casa, como cuenta la pequeña: «Nuestra Señora vino a vernos y dijo que viene a llevar a Francisco muy pronto al Cielo. Y a mí me preguntó si todavía quería más pecadores. Y le dije que sí». Y, al acercarse el momento de la partida de Francisco, Jacinta le recomienda: «Dale muchos saludos míos a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, diles que sufro tanto como ellos quieran para convertir a los pecadores». Jacinta quedará tan impresionada con la visión del infierno durante la aparición del 13 de julio, que ninguna mortificación y penitencia era de más para salvar a los pecadores.

Bien podía ella exclamar con San Pablo : «Me alegro de sufrir por vosotros y completo en mi misma lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1, 24). [...]

Aquí en Fátima, donde fueron vaticinados estos tiempos de tribulación pidiendo Nuestra Señora oración y penitencia para abreviarlos, quiero hoy dar gracias al Cielo por la fuerza del testimonio que se ha manifestado en todas aquellas vidas y deseo una vez más celebrar la bondad del Señor para conmigo, cuando, duramente herido aquel 13 de Mayo de 1981, fui salvado de la muerte. Expreso mi gratitud también a la beata Jacinta por los sacrificios u oraciones ofrecidas por el Santo Padre, que ella había visto en gran sufrimiento.

«Yo te bendigo, oh Padre, porque revelaste esas verdades a los pequeños. La alabanza de Jesús toma hoy la forma solemne de la beatificación de los pastorcillos Francisco y Jacinta. La Iglesia quiere, con este rito, poner sobre el candelabro estas dos velas que Dios encendió para iluminar a la humanidad en sus horas sombrías e inquietas. Brille ellas sobre el camino de esta multitud inmensa de peregrinos .

Mi última palabra es para los niños: Queridos niños y niñas, veo muchos de vosotros vestidos como Francisco y Jacinta. ¡Os cae muy bien! Pero, luego mañana, dejaréis esas ropas y... se acabarán los pastorcillos. ¡No deberían acabar ¿No es cierto?! Es que Nuestra Señora necesita mucho de todos vosotros, para consolar a Jesús, triste con las tonteras que se hacen; necesita de vuestras oraciones y sacrificios por los pecadores.

Pedid a vuestros padres y educadores que os inscriban en la «escuela» de Nuestra Señora, para que Ella os enseñe a ser como los pastorcillos, que buscaban ser todo lo que Nuestra Señora les pedía. Os digo que «se avanza más en poco tiempo de sumisión y dependencia de María, que durante años enteros de iniciativas personales apoyadas en sí mismos (S. Luis de Montfort, Tratado de la Verdadera Devoción a la SS.ma Virgen, nº 155). Fue así que los pastorcillos se volvieron santos de prisa. Una mujer que acogiera a Jacinta en Lisboa, al escuchar tan buenos y acertados consejos que la pequeña le daba, le preguntó quién los enseñaba. «Fue Nuestra Señora» - respondió. Entregándose con total generosidad a la dirección de tan bondadosa Maestra, Jacinta y Francisco subieron en poco tiempo a las cumbres de la perfección. 

«Yo te bendigo, oh Padre, porque escondiste estas verdades a los sabios e inteligentes, y la revelaste a los pequeños».

Yo Te bendigo, oh Padre, por todos tus pequeños, comenzando por la Virgen María, tu humilde Sierva, hasta los pastorcillos Francisco e Jacinta.

¡Que el mensaje de sus vidas permanezca siempre viva para iluminar el camino de la humanidad!




martes, 13 de mayo de 2014

Ofrecer un consejo

Es hermoso ofrecer consejos, sobre todo si son buenos. Es más hermoso todavía hacerlo de modo correcto.

Un consejo llega a nuestros oídos. "Calma, calma..." Por el tono de voz, podemos distinguir si se trata de un reproche amargado o de una invitación desde el cariño.

También nosotros a veces damos consejos y exhortaciones a otros desde diferentes estados de ánimo. En ocasiones, lo hacemos con el alma inquieta o incluso con rabia. Más que ofrecer una palabra buena para ayudar, tomamos una actitud negativa hacia el otro.

Otras veces el momento y el tono de voz desvelan en nuestro corazón una actitud cercana, buena, comprensiva hacia quien ofrecemos nuestro consejo, con un deseo humilde y sincero de dar una mano.

Es hermoso ofrecer consejos, sobre todo si son buenos. Es más hermoso todavía hacerlo de modo correcto. El arte de la corrección fraterna no es fácil, pues requiere de mucha paciencia, tacto, empatía. Por eso necesitamos estar atentos a la hora de encontrar el modo que permita ayudar amablemente a un familiar o conocido.

¿Cómo ofrecer un consejo de modo oportuno y cordial? Primero, desde la paciencia. Una palabra dicha con prisas, casi para deshacernos del otro, seguramente estará herida. Más vale esperar un momento adecuado que lanzar un dardo que pueda herir a mi hermano.

Segundo, desde la propia experiencia. Cuando alguien nos ha dicho algo bueno con un tono de enfado e impaciencia, sentimos cierta pena. Al revés, la ternura de un familiar o amigo que nos aconseja con respeto suaviza nuestro corazón y nos hace disponibles a la acogida. Desde esa introspección podemos aprender cómo aconsejar a quienes viven a nuestro lado.

Ofrecer un consejo es todo un arte. Podemos mejorar mucho si encontramos rostros amables que nos orientan hacia el buen camino. Podemos apoyar a otros con una palabra serena y dicha en el momento adecuado.

"Calma, calma..." Sí, acepto tu consejo, porque me lo ofreces con ese afecto que tanto necesita cada corazón humano; porque con tus palabras reflejas un poco la bondad de Dios, que es tierno y amable con cada uno de sus hijos.

Autor: P. Fernando Pascual LC

lunes, 12 de mayo de 2014

La Luz de Pascua

Antes de la victoria pascual de Cristo, el hombre vivía condenado a la oscuridad del pecado y de la muerte, dos enemigos imbatibles que nos eclipsaban la luz de Dios.



Es un hecho incuestionable que la felicitación navideña está mucho más extendida que la felicitación de la Pascua de Resurrección. Todo el mundo se felicita las Navidades, aunque muchos no sean capaces de dar razón de lo que esas palabras expresan. Por el contrario, son muy pocos los que felicitan la Pascua, aunque, posiblemente, lo hagan con mayor consciencia.

Y en referencia a la celebración popular de la Semana Santa, también cabe constatar la desproporción existente entre la representación de los misterios de la Pasión y los de la Resurrección. Los pasos del Cristo sufriente, superan con creces a los que representan a Cristo glorioso. En definitiva, todavía nos falta mucho camino hasta llegar a descubrir la centralidad de la fe en la Resurrección, representada en la luz del Cirio encendido, en la Vigilia Pascual.

La Historia de la Salvación es una historia de luz. Dios es la Luz, mientras que la impotencia y el sufrimiento humano se describen en la Biblia bajo la imagen de la tiniebla, hasta el punto de que el camino hacia nuestra plena felicidad se simboliza en el paso de la noche al día, de la oscuridad a la luz: "Trocaré delante de ellos la tiniebla en luz" (Is 42,16). Pues bien, ¡son cuatro las noches que, por la misericordia de Dios Padre, han iluminado nuestra existencia! Las describimos brevemente:

La Noche de la Creación: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios: «Que exista la luz», y la luz existió" (Gn 1,1-3).

La primera luz que el mundo ha recibido -y cada uno de nosotros en particular- ha sido la de nuestra existencia. ¿Por qué "el ser" y no "la nada"? Lo lógico hubiese sido la "oscuridad" de la nada. El texto bíblico afirma: "Vio Dios que la luz era buena y la separó de las tinieblas" (Gn 1, 4). En esas breves palabras se nos recuerda la inmensa misericordia que Dios ha derramado sobre nosotros, al crearnos: ¡¡Somos!! ¡¡Existimos!! ¡Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios! La verdad, la belleza y la bondad de la creación son un reflejo de la suma Verdad, Belleza y Bondad divinas. Nuestra existencia no es consecuencia del azar o de un ciego destino, sino que es fruto de la libre decisión de un Dios, Padre, que crea solamente por amor. ¡Nuestra existencia es un destello de la infinita luz de Dios!

La Nochebuena: Pero... el pecado hizo que el hombre rompiese su amistad con Dios. El Cielo se convierte para nosotros en algo inalcanzable y arcano. El hombre intenta conocer a Dios y relacionarse con Él, sin conseguirlo, ya que la religiosidad natural es incapaz de acceder a la intimidad de Dios.

La búsqueda de Dios, por parte del hombre, es ardua y estéril: una durísima noche. Pero, "el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. A los que vivían en tierra de sombras, una luz les brilló" (Is 9, 2). La Revelación de Dios, que culmina con la Encarnación de Dios entre nosotros, se hace luz en la noche de nuestra búsqueda impotente.

El hecho de que la Nochebuena se celebre en el solsticio de invierno, es decir, en la noche más larga del año, encierra un simbolismo muy pedagógico: la llegada de Cristo da un vuelco a la historia, de forma que la luz comienza a ganarle terreno a la oscuridad de la noche.

La Noche Pascual: La noche de la Pascua fue para el pueblo judío el momento cumbre de su liberación. Aquella salida de Egipto, así como el paso del Mar Rojo camino de la Tierra Prometida, no eran sino imagen de la plena liberación que Cristo nos obtuvo por su muerte redentora.

Antes de la victoria pascual de Cristo, el hombre vivía condenado a la oscuridad del pecado y de la muerte, dos enemigos imbatibles que nos eclipsaban la luz de Dios. El plan divino de redención del mundo asumió nuestra noche, para transformarla en luz. Cristo "se hizo pecado" (2 Cor 5, 21), y padeció bajo el poder de la muerte, para vencer al enemigo en su propio terreno. La Resurrección de Cristo transformó la noche en día; la gracia vence al pecado y la vida derrota a la muerte. Así lo rezamos en el Pregón de la Vigilia Pascual:"Ésta es la noche en que la columna de fuego esclareció las tinieblas del pecado... Ésta es la noche de la que estaba escrito: «Será la noche clara como el día, la noche iluminada por mi gozo»".

La Noche de la Purificación: Pero todavía faltaba algo para culminar la Historia de la Salvación. Nos referimos a la necesidad de que cada uno de nosotros haga suyo -se apropie de él- ese tesoro de gracia. No basta con el anuncio de que la luz de Cristo vence a la tiniebla, sino que es necesario que ese acontecimiento tenga lugar en cada uno de nosotros, es decir, que lo personalicemos en nuestro interior.

San Juan de la Cruz describió ese proceso de purificación ascética y mística como la "noche oscura del sentido" y la "noche oscura del espíritu". Es un proceso doloroso y gozoso al mismo tiempo, en el que el paso por la oscuridad es necesario para que se haga luz en el alma. Tras la muerte, el misterio del Purgatorio completa nuestra purificación, cuando no la hemos practicado suficientemente en nuestra etapa de peregrinos. Sólo de esta forma, veremos cumplida nuestra vocación a ser Hijos de la Luz: "Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor" (Ef 5, 8).

La reflexión que hoy hacemos sobre estas cuatro noches, nos llena de esperanza ante las situaciones de oscuridad o soledad, que podamos atravesar a lo largo de nuestra vida. ¡Cristo ha resucitado! y, en consecuencia, tenemos sobradas razones para la confianza y la alegría. ¡Feliz Pascua de Resurrección!

domingo, 11 de mayo de 2014

Con cariño para mi mamá

Una madre es alguien que nos guía y nos inspira; ella nos ayuda a lograr nuestros sueños y deseos. 



Dios nos ha regalado a todos los hijos un tesoro incalculable, un diamante muy fino, es decir, a una MAMÁ . Una madre es alguien que nos guía y nos inspira; ella nos ayuda a lograr nuestros sueños y deseos; con su sabiduría y profundidad, alumbra el sendero de sus hijos y les trae alegría.

Lo que hace maravillosa a una madre, es el espíritu abnegado que la mueve a sacrificar tiempo, fuerzas y, de ser necesario, hasta la salud por el bien de su hijo.

En cierta ocasión, un niño parcialmente sordo volvió del colegio a su casa; llevaba una nota de la dirección, la cual recomendaba que los padres lo sacaran del centro docente, ya que «era demasiado falto de inteligencia para aprender».

La madre del niño leyó la nota y dijo: «Mi hijo Tom no es falto de inteligencia. Yo misma le enseñaré.»

Cuando Tom murió muchos años después, los estadounidenses le rindieron homenaje apagando todas las luces del país durante un minuto, pues este Tom fue el que inventó la lámpara incandescente, y no solo eso, también inventó el fonógrafo y un rudimentario proyector de películas. En total, Thomas Edison patentó más de mil inventos (Thomas A. Edison (1847-1931).

Cierta vez preguntaron a una madre cuál era su hijo preferido, aquel que ella más amaba, y ella, dejando entrever una sonrisa, respondió:

"Nada es más voluble que un corazón de madre. Y, como madre, le respondo:

El hijo predilecto, es aquel a quien me dedico en cuerpo y alma...

Es mi hijo enfermo, hasta que sane.

El que partió, hasta que vuelva.

El que está cansado, hasta que descanse.

El que está con hambre, hasta que se alimente.

El que está con sed, hasta que beba.

El que está estudiando, hasta que aprenda.

El que está desnudo, hasta vestirlo.

El que no trabaja, hasta que se emplee.

El que se enamora, hasta que se case.

El que se casa, hasta que conviva.

El que es padre, hasta que críe a sus hijos.

El que prometió, hasta que cumpla.

El que debe, hasta que pague.

El que equivocó el camino, hasta que se convierta.

El que llora, hasta que calle.

El que está triste, hasta que se alegre".

Y ya con el semblante bien distante de aquella sonrisa, completó:

"El que ya me dejó... hasta que lo reencuentre en el cielo..."

Valoro y te agradezco por ser quien eres, un faro de luz y de amor en mi camino. Cuidemos este tesoro tan especial que Dios ha puesto en nuestras manos. Gracias por ser quien eres, MAMÁ TE AMO... 
Autor: P. Dennis Doren LC

sábado, 10 de mayo de 2014

¿Te cuesta creer en la Resurrección?

La alegría de saber que Jesús está vivo, la esperanza que llena el corazón, no se pueden contener. 
Autor: SS Francisco 

Reflexionesmos hoy en unas palabras de SS Francisco en su primera Catequesis del Año de la Fe:

(...)

Los primeros testigos de la Resurrección fueron mujeres. Al amanecer, van al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús, y encontraron al primer signo: el sepulcro vacío (cf. Mc. 16,1). Esto es seguido por un encuentro con un mensajero de Dios que anuncia: Jesús de Nazaret, el crucificado, no está aquí, ha resucitado (cf. vv 5-6.). Las mujeres se sienten impulsadas por el amor y saben cómo acoger este anuncio con fe: creen, y de inmediato lo transmiten; no lo retienen para sí mismas, sino que lo transmiten. La alegría de saber que Jesús está vivo, la esperanza que llena su corazón, no se pueden contener.

Esto también debería suceder en nuestras vidas: ¡Sintamos la alegría de ser cristianos! ¡Creemos en un Resucitado que ha vencido el mal y la muerte! ¡Tengamos el valor de "salir" para llevar esta alegría y esta luz a todos los lugares de nuestra vida! La resurrección de Cristo es nuestra mayor certeza; ¡es el tesoro más preciado! 

¿Cómo no compartir con otros este tesoro, esta certeza? No es solo para nosotros, es para transmitirlo, para dárselo a los demás, compartirlo con los demás. Es nuestro propio testimonio.

En las profesiones de fe del Nuevo Testamento, como testigos de la Resurrección se recuerda solo a los hombres, a los Apóstoles, pero no a las mujeres. Esto se debe a que, de acuerdo con la ley judía de la época, las mujeres y los niños no podían dar un testimonio fiable, creíble. 

En los evangelios, sin embargo, las mujeres tienen un papel primordial, fundamental. Aquí podemos ver un elemento a favor de la historicidad de la resurrección: si se tratara de un hecho inventado, en el contexto de aquel tiempo, no hubiera estado ligado al testimonio de las mujeres. Los evangelistas sin embargo, narran simplemente lo que sucedió: las mujeres son las primeras testigos.

Esto nos dice que Dios no escoge según los criterios humanos: los primeros testigos del nacimiento de Jesús son los pastores, gente sencilla y humilde; los primeros testigos de la resurrección son las mujeres. Y esto es hermoso. ¡Y esto es un poco la misión de las madres, de las mujeres! Dar testimonio a sus hijos, a sus nietos, que Jesús está vivo, que es la vida, que resucitó.

¡Mamás y mujeres, adelante con este testimonio! Para Dios cuenta el corazón, el cuánto estamos abiertos a Él, si acaso somos como niños que se confían.

Pero esto también nos hace reflexionar sobre cómo las mujeres, en la Iglesia y en el camino de la fe, han tenido y tienen también hoy un rol especial en la apertura de las puertas al Señor, en el seguirlo y en el comunicar su Rostro, porque la mirada de la fe tiene siempre la necesidad de la mirada simple y profunda del amor. 

A los Apóstoles y a los discípulos les resulta más difícil creer. A las mujeres no. Pedro corre a la tumba, pero se detiene ante la tumba vacía; Tomás debe tocar con sus manos las heridas del cuerpo de Jesús. También en nuestro camino de fe es importante saber y sentir que Dios nos ama, no tener miedo de amarlo: la fe se confiesa con la boca y con el corazón, con la palabra y con el amor.

Después de las apariciones a las mujeres, les siguen otras: Jesús se hace presente de un modo nuevo: es el Crucificado, pero su cuerpo es glorioso; no ha vuelto a la vida terrenal, sino que lo hace en una condición nueva. 

Al principio no lo reconocen, y solo a través de sus palabras y sus gestos sus ojos se abren: el encuentro con Cristo resucitado transforma, da nuevo vigor a la fe, un fundamento inquebrantable. Incluso para nosotros, hay muchos indicios de que el Señor resucitado se da a conocer: la Sagrada Escritura, la Eucaristía y los demás sacramentos, la caridad, los gestos de amor que llevan un rayo del Resucitado.

Dejémonos iluminar por la Resurrección de Cristo, dejémonos transformar por su fuerza, para que también a través de nosotros en el mundo, los signos de la muerte den paso a los signos de la vida.


(...)Jóvenes, a ustedes les digo:

·  Lleven esta certeza: el Señor está vivo y camina con nosotros en la vida. ¡Esta es su misión!
·  Lleven adelante esta esperanza: este ancla que está en los cielos; mantengan fuerte la cuerda, manténganse anclados y lleven la esperanza.

·  Ustedes, testigos de Jesús, den testimonio de que Jesús está vivo y esto nos dará esperanza, dará esperanza a este mundo un poco envejecido por las guerras, por el mal, por el pecado. ¡Adelante, jóvenes! 


Fragmento de la Catequésis de SS Francisco sobre el Año de la Fe el miércoles 3 de abril 2013.

viernes, 9 de mayo de 2014

Jesús resucitó, está partiendo el pan para ti

Junto a nosotros, es El, "sus manos están partiendo el pan" y la gracia se hace viva en nuestros corazones.


Seguimos en el camino de la Pascua, y quiero recordar el pasaje del domingo pasado, donde dos de los seguidores de Cristo regresan a su pueblo. Emaús es una pequeña aldea de Judea, dista unos once o doce kilómetros de Jerusalén. Está atardeciendo. Van llenos de amargura y decepción. Saben que Cristo, el Maestro ha muerto. Han oído algo que han dicho unas mujeres de su Comunidad pero no quieren prestar oídos; piensan: si hubiera resucitado lo hubiéramos visto. 

María Magdalena con su amor vivo y esperanzado lo ha visto ya, ellos tendrán que "calentar el corazón" como nos dice San Lucas.

Mientras ellos van conversando de todo lo sucedido, un caminante se les ha unido y les va hablando con voz cálida y persuasiva: -" Oh, insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas ¿no era preciso que Cristo padeciera eso y entrara así en la gloria?. Y empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó todo lo que había sobre él en todas las escrituras" ( Lucas 24, 25-27). 

Lo oían y estaban embelesados pero no lo reconocían. Como nos dice Evely: -" Jesús no se impone, aunque se proponga siempre así mismo. El nos deja libres. ¡Nada resulta tan fácil como obrar cual si no lo hubiésemos encontrado, como si no lo hubiésemos oído, como si no lo hubiésemos reconocido!". No queremos saber que camina en nuestro mismo camino y siempre junto a nosotros. No vaya a se que sus palabras y su mirada nos haga sus prisioneros. 

Pero hay veces que es una enfermedad, un accidente, una pena, un momento especial en nuestras vidas que hacen que lo veamos, que la venda caiga de nuestros ojos, y ahí está, frente a nosotros, junto a nosotros, es El, "sus manos están partiendo el pan" y la gracia se hace viva en nuestros corazones.

Y los apóstoles que están cenando con el caminante, al reconocerlo se levantan, corren y regresan a Jerusalén. No guardan para sí su alegría, tienen que comunicarla y repartirla. Así nosotros, si el compañero de nuestro diario vivir es Jesús, no podemos esconder ni guardar para nosotros solos esa gran verdad, hemos de proclamarla para que todos los hombres estemos conscientes de esa maravillosa compañía.

El sabe lo testarudos que somos lo difícil que le es al hombre creer en lo que no ve. Más aún, en lo que no palpa. Y cuando se vuelve a aparecer al resto de los apóstoles adivina sus pensamientos y les dice:- " ¿ Por qué os turbáis y por qué sube a vuestro corazón esos pensamientos?. Ved mis manos y mis pies. Si soy yo. Palpadme y ved, los espíritus no tienen carne y huesos como veis que tengo yo" ( Lc, 24, 38-43).Y les va mostrando sus manos donde están sus heridas aún abiertas. Abre su túnica y ven su carne rota por larga y profunda herida, allí donde late el corazón. No hay misterios ni fantasías. Es El, y con una sonrisa tierna les dice:-" ¿Tenéis algo de comer?.

Tomás no estaba con ellos en ese grandioso momento. Sobre esto Evely nos comenta:-" Tomás es un auténtico hombre moderno, un existencialista que no cree mas que en lo que toca, un hombre que vive sin ilusiones, un pesimista audaz que quiere enfrentarse con el mal, pero que no se atreve a creer en el bien. Para él lo peor es siempre lo más seguro". Y cuando Jesús le dice:-" Tomás trae tu dedo y mételo en las llagas de mis manos, trae tu mano y métela en mi costado"(Jn 2O,27). Tomás toca, palpa y deslumbrado y aplastado, cae de rodillas y dice :-" Señor mío y Dios mío". Y Jesús responde ante esta bellísima oración:-" Tomás porque has visto has creído, dichosos los que han creído sin ver".

No nos empeñemos en "tocar y ver". Amémosle, que es mucho más sólido nuestro amor que nuestras manos. La humildad y profundidad de nuestra fe hará que haya una llama ardiente en nuestro corazón porque sabemos, porque creemos que Cristo es el compañero fiel en todo los instante de nuestra vida.

Autor: Ma Esther de Ariño

jueves, 8 de mayo de 2014

El arma de Juan Pablo II - la consagración mariana

Es la total consagración a Jesús a través de la Santísima Virgen María

En el "Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen", San Luis María Grignion de Montfort nos dice que el camino seguro, fácil y corto para acercarnos a Cristo y parecernos más a Él es la consagración a la Virgen María y propone 33 días de preparación para hacer la consagración Mariana.

Todos sabemos que el crecimiento espiritual, nuestra transformación en Cristo, no es cosa fácil. Entonces, es razonable que la oferta de Montfort levante sospechas... Pero hay muchas personas de fiar que lo aprueban y lo promueven. Por ejemplo, el Papa Pío IX dijo que esta devoción a María es la mejor y la más aceptable. El Papa Pío X promulgó que quien rezara la fórmula de la consagración Mariana de San Luis María recibiría indulgencia plenaria en perpetuidad. Él mismo experimentó la eficacia de esta devoción y por ello la promovió con tanta decisión en la encíclica Mariana Ad Diem Illum donde dice que "No hay camino más seguro y más fácil como María para unir a todos los hombres con Cristo." Y el promotor principal ha sido el Papa Juan Pablo II que declaró que la lectura del "Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen", fue decisiva en su vida y tomó como lema papal una expresión que aparece en el texto breve de la consagración Mariana de San Luis María Grignon de Montfort:

Totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt. Accipio te in mea omnia. Praebe mihi cor tuum Maria!

Soy todo tuyo y todo lo mío es tuyo. Te recibo como mi todo. ¡Dame tu corazón, oh María!

Todo tuyo.

¿En qué consiste la consagración Mariana?

Es la total consagración a Jesús a través de la Santísima Virgen María. Consiste en un acto libre y voluntario donde ofreces toda tu persona y tu vida, y te entregas todo entero, en cuerpo y alma, a la Madre de Jesús y Madre nuestra para que a través de ella el Espíritu Santo nos transforme conforme a la imagen de Jesús.

La misión que Jesús le dio a María

Jesús nos dio a su madre como nuestra madre espiritual para que Ella nos conciba a la vida cristiana por obra del Espíritu Santo, nos alimente, nos cuide y nos lleve a la plenitud de Cristo.

Cuando Jesús miró por última vez a su Madre antes de morir le dijo: "Mujer aquí tienes a tu hijo. Aquí tienes a tu Madre" (Jn 19, 26-27) ¿Qué quiso decirle Jesús a María? Fórmalos como me formaste a mí. ¿Qué quiso decirle a Juan? (él nos representaba a todos nosotros) Descansa en su regazo, confíate a sus manos maternales: Ella te va a santificar por el poder Espíritu Santo, Ella se encargará de modelarte y transformarte conforme a mi imagen.
San Luis María enuncia en su libro "los actos de caridad que la Virgen, como la mejor de todas las madres, hace para con sus fieles servidores": Ella los ama, los mantiene, los guía y dirige, los defiende y protege, intercede por ellos ante Dios. Y añade los frutos que esta devoción produce en el alma: alcanza luz del Espíritu Santo para crecer en humildad y conocimiento personal, la Sma. Virgen concederá parte de su fe, apartará del alma los escrúpulos y ensanchará y abrirá el corazón para correr "por el camino de los mandamientos de su Hijo" con gran libertad interior, los llenará de una gran confianza en Dios y en Ella misma, "el alma de la Sma. Virgen María se os comunicará para glorificar al Señor" y "Ella dará su fruto a su tiempo y este fruto suyo es Jesucristo".

Pertenecer a María

Por eso, cuando María nos ve a cada uno de nosotros, sus hijos, nos mira con amor, anhelando el momento en que libremente le digamos: Madre, soy todo tuyo, te pertenezco, fórmame como lo hiciste con Jesús, protégeme del Maligno, llévame al Paraíso.

Si Dios Omnipotente confió incondicionalmente en la Virgen María y puso a Su Hijo Unigénito en sus brazos maternales, ¿cómo no vamos a hacerlo nosotros?

Cuando le demos todo a María, Ella se hará cargo de nosotros y de nuestros seres queridos.
Cuando estemos como ciegos en las horas oscuras, María escuchará nuestro grito desesperado: "Señor, que vea" (Mc 10,51) y se encargará de decirle a Jesús: "Mira, no tienen vino" (Jn 2,3) y encontraremos una y otra vez la salida de las tinieblas para entrar en su luz maravillosa (cfr. 1 P 2,9)

A la hora del sufrimiento y de la cruz, María estará allí, de pie a nuestro lado, abrazándonos con ternura. (Jn 19,25)

En las decisiones importantes, María nos mostrará el Camino, la Luz, la Verdad, la Vida. Ella será la dulce y firme Pastora que nos conduzca por el buen Camino (Cfr. Jn 14,6). María nos lleva siempre por el mejor camino a Jesús.

En la vida cotidiana, María será nuestra educadora, la que nos forme en las virtudes cristianas.

María será nuestra maestra de oración. Nos conducirá siempre al Sagrario y nos mostrará el costado traspasado de Su Hijo, nos enseñará a entrar en la intimidad de Su Corazón traspasado. 

Es un maravilloso intercambio: le damos nuestro corazón a María y Ella nos da su Corazón inmaculado. A María le gusta compartir, cuando le demos nuestro corazón con absoluto abandono, Ella nos abrirá la intimidad del suyo, conoceremos cómo es su amor a Jesús, cómo gusta Su palabra, cómo contempla los misterios de Su Hijo. Sentiremos como Ella siente, amaremos como Ella ama, dejaremos que Jesús encuentre consuelo y descanso en nosotros como lo encuentra en Ella.

A la hora de nuestra muerte, María será la que nos abra la puerta del hogar definitivo, nos abrace y nos lleve a la presencia del Padre para entrar en su intimidad y permanecer allí para siempre.

Les invito a leer el libro "Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen", quiera Dios que su experiencia sea como la del Papa Juan Pablo II, cuya fórmula de consagración Mariana les comparto ahora:

Soy todo tuyo, María

Virgen María, Madre mía.

Me consagro a ti y confío en tus manos toda mi existencia.
Acepta mi pasado con todo lo que fue.
Acepta mi presente con todo lo que es.
Acepta mi futuro con todo lo que será.

Con esta total consagración, te confío cuanto tengo y cuanto soy, todo lo que he recibido de Dios.
Te confío mi inteligencia,
Mi voluntad, mi corazón.

Deposito en tus manos mi libertad;
mis ansias y mis temores;
mis esperanzas y mis deseos;
mis tristezas y mis alegrías.

Custodia mi vida y todos mis actos para que le sea más fiel al Señor, 
y con tu ayuda alcance la salvación.

Te confío ¡Oh María! 
Mi cuerpo y mis sentidos
para que se conserven puro
y me ayuden en el ejercicio de las virtudes.

Te confío mi alma para que Tú la preserves del mal.

Hazme partícipe de una santidad, igual a la tuya.

Hazme conforme a Cristo, ideal de mi vida.

Te confío mi entusiasmo 
y el ardor de mi juventud,
Para que Tú me ayudes 
a no envejecer en la fe.

Te confío mi capacidad y deseo de amar,
Enséñame y ayúdame a amar como Tú has amado 
y como Jesús quiere que se ame.

Te confío mi incertidumbres y angustias,
para que en tu corazón yo encuentre
seguridad, sostén y luz,
en cada instante de mi vida.

Con esta consagración
me comprometo a imitar tu vida.
Acepto las renuncias y sacrificios
que esta elección comporta,

Y te prometo, con la gracia de Dios
y con tu ayuda,
ser fiel al compromiso asumido.
Oh María, soberana de mi vida
y de mi conducta

Dispón de mí y de todo lo que me pertenece,
para que camine siempre junto al Señor
bajo tu mirada de Madre.

¡Oh María!
Soy todo tuyo
y todo lo que poseo te pertenece
Ahora y siempre.

AMEN

Autor: P. Evaristo Sada LC | Fuente: la-oracion.com

miércoles, 7 de mayo de 2014

Pedir ayuda y encontrarla

¿Cuántos, al sentirse necesitados de ayuda, pensarían en mi seguros de encontrar, de mi parte, algo de acogida? 


Tenemos a nuestro alrededor tantas personas: familiares, amigos, compañeros de trabajo, vecinos, conocidos. El número será mayor o menor. Lo que importa es la calidad.

Se presenta una situación difícil. Hay que pedir ayuda. Si tenemos suerte, con cierta rapidez somos capaces de escoger a quién solicitar ese favor. En otras ocasiones, empezamos a repasar nombres y nombres y los vamos descartando uno a uno...

Sí: no siempre encontramos a la persona justa para un asunto concreto. A veces, por la complejidad del tema. Otras veces, es triste reconocerlo, porque los que parecían ser amigos no lo son tanto...

Podríamos aplicar la mirada hacia nosotros mismos: ¿cuántos, al sentirse necesitados de ayuda, pensarían en nosotros? ¿Cuántos nos llamarían por teléfono, enviarían un mensaje, confiarían de palabra ese asunto seguros de encontrar, de nuestra parte, algo de acogida?

En la vida es muy hermoso saber que contamos con personas disponibles para hacernos un favor. Algunas, incluso, son capaces de desvivirse por darnos una mano. Encontrarse con alguien así alivia el alma y da confianza.

Si resulta tan bello tener cerca a amigos disponibles, ¿no será hora de revisar mis actitudes? ¿Son las de un ser ensimismado, egoísta, pequeño de alma, o la de un corazón grande, sencillo, disponible, abierto a las peticiones de otros?

Al responder a esas preguntas, quizá descubra que llega la hora de cambiar. Me lo pide Dios, que también necesita mujeres y hombres generosos y alegres para llevar su Amor a los hombres. Me lo piden tantas personas que, en las mil encrucijadas de la vida, necesitan encontrar, en la lista de sus "contactos" y "amigos" a alguien, realmente, disponible y bueno.


Autor: P. Fernando Pascual LC

martes, 6 de mayo de 2014

¿Qué tipo de personas queremos formar en los colegios católicos?


Necesitamos formar hombres y mujeres piadosos, contemplativos en la acción; hombres y mujeres que recen y trabajen por el Reinado de Dios

Toda institución educativa tiene una finalidad y responde a una necesidad. La educación nunca es neutra. Detrás de los planteamientos pedagógicos de toda escuela, subyace una antropología - un ideal de persona -, un modelo de sociedad y una cosmovisión. Los colegios - todos los colegios - tienen la misión de formar personas (darles forma) y educarlas; o sea, de conducir a los alumnos hacia una meta: desarrollar sus cualidades intelectuales, morales y físicas para encaminarlos hacia la felicidad.

¿Pero qué es eso de "la felicidad"? 

La escuela sin Dios

La respuesta no puede ser la misma en una escuela agnóstica o atea que en una escuela confesionalmente católica (o no debería serlo). Un colegio laicista tiene una visión inmanentista y materialista del hombre, de la sociedad y de la historia. Para un colegio sin Dios, el hombre no es más que el resultado del azar, de la concepción casual de un óvulo por un espermatozoide. Para un materialista, la realidad del hombre es consecuencia de la suerte (o mala suerte, según se mire): vivimos de casualidad.

Para un materialista ateo, es decir, para alguien que sólo cree lo que ve o lo que la ciencia puede demostrar empíricamente, la vida del hombre no tiene más sentido que la de una cucaracha: nacemos, crecemos, nos reproducimos para transmitir nuestra herencia genética a la generación posterior y contribuir así a la subsistencia de la especie humana y, finalmente, morimos y desaparecemos. Y como el sufrimiento nos acaban alcanzando y nos impiden ser felices y disfrutar de la vida, tenemos que tratar a toda costa de evitar el dolor y la angustia existencial. La vida no tiene más sentido que "disfrutar". El ideal del hedonistaconsiste en apurar al máximo los placeres de la existencia, dar rienda suelta a un vitalismo insaciable de placeres. Y cuando ya no haya nada que disfrutar porque la vejez o la enfermedad mermen nuestras facultades, lo mejor es morir para acabar con el sufrimiento. Una vida es digna solo si se puede gozar de sus placeres. El aborto y la eutanasia estarían plenamente justificados desde esta perspectiva materialista. De ahí viene ese deseo irracional por mantenerse indefinidamente jóvenes y saludables, el culto al cuerpo, la idealización idolátrica de la juventud como la mejoretapa de la vida del ser humano (o tal vez la única que merezca la pena ser vivida) y el terror a envejecer.

Esas ansias irrefrenables de disfrutar acaba conduciendo al nihilismo: nada vale la pena. Al final, la muerte y el sufrimiento acaban con nosotros; por lo tanto, abandonemos cualquier pretensión de felicidad. Sólo podemos aspirar a placeres momentáneos y pasajeros, porque nada dura, nada tiene consistencia. Las drogas, el alcohol o el sexo contribuyen a anestesiar el dolor de la propia existencia y a olvidarnos de la angustia.

¿Qué escuela puede surgir sobre este humus nihilista? La escuela laicista atea debe ser blandita. Hay que evitar que el niño sufra: que sean felices (que disfruten, que se sientan bien). El esfuerzo del estudio puede generar frustración y dolor. Y eso hay que evitarlo a toda costa. 

Debe ser una escuela utilitaristaque forme buenos profesionales para que respondan a las demandas del mercado de trabajo (aunque finalmente sea una fábrica de parados); una escuela que eduque "en valores" y forme ciudadanos tolerantes, solidarios; ciudadanos que procuren su propio bienestar, muy liberales y relativistas (que cada uno viva como quiera y haga lo que le dé la gana, siempre que respete las leyes).

La escuela de la sociedad hedonista es una escuela cientificista: sólo existe la realidad física (lo que vemos y tocamos) y se niega cualquier posibilidad de metafísica; es decir, cualquier realidad que tenga que ver con el alma, con el espíritu, con algo que vaya más allá de la naturaleza sensible o que tenga que ver con Dios: es una escuela sin transcendencia. Y en caso de que se admita algo más allá de lo tangible, se aceptan y difunden las teorías las de la "Nueva Era" y se elucubra sobre energías, sobre el karma, sobre algo difuso e incomprensible que pasa por una meditación sin contenido que meditar y que al final se reduce a buscar la paz interior mediante prácticas como el yoga o el Tai Chi que en última instancia, sólo buscan que el individuo se "sienta bien" consigo mismoy combata el estrés o la ansiedad que le provoca su propia nada. Porque esta escuela es emotivista y sentimentaloide. Parece como si los sentimientos se hubieran apoderado del hombre, sometiendo a la razón y a la voluntad a sus dictados y a sus vaivenes.

Hablamos de una escuela que fomenta las herramientas instrumentales (idiomas e informática, fundamentalmente) y posterga la cultura humanista: la historia, la filosofía, el arte,los principios básicos de la teología cristiana, las lenguas y la cultura clásica o la literatura. Ofrecemos a los niños los mejores cubiertos y la vajilla de lujo, pero les negamos la comida que alimenta el entendimiento y el alma. Una persona puede ser perfectamente analfabeta con cinco idiomas. ¿Para qué sirve ser bilingüe si no tienes nada que decir, nada que aportar, nada que comunicar? ¿De qué te vale tener acceso a toda la información de la Red y a todos los medios de comunicación globales si no sabes distinguir lo bueno de lo malo, la verdad de la mentira; si no tienes nada que aportar ni criterio propio respecto a nada?

Nuestros jóvenes fracasan en comprensión lectora porque ya no se lee a Garcilaso, ni a Cervantes, ni a Fray Luis de León, ni a San Juan de la Cruz, ni a Cela, ni a Baroja, ni a Unamuno, ni a Delibes ni a nadie. Un alumno de bachillerato sale del instituto después de haber leído tres libros por curso, en el mejor de los casos. ¿Cómo van a entender los jóvenes el valor de la catedral de Burgos o el del Pórtico de la Gloria; o los cuadros del Museo de Prado, si no saben nada de religión, ni de filosofía, ni de Historia del Arte, ni de Historia de España; ni de mitología clásica ni de Historia Sagrada? Y con la excusa de que los clásicos son aburridos, les hemos cambiado a Quevedo por Blue Jeans; a Góngora, por J. K. Rowling; y a Lázaro de Tormes por los vampiros de la saga de Crepúsculo. Y los resultados están a la vista de todos. 

Eso sí: la educación afectivo sexual que reciben en las escuelas desde la más tierna infancia les incita a explorar su cuerpo, a buscar frenéticamente el placer, a experimentar y buscar su propia "identidad sexual", a considerar normal y positiva todo tipo de relación sexual, al margen de cualquier compromiso. Se trata de sentir y gozar, sin reprimirse en ningún caso, porque si te reprimes te sientes mal. Y como los sentimientos son pasajeros y fugaces, no cabe pensar en compromisos duraderos. Se fomenta así la promiscuidad y el narcisismo: el derecho al propio placer, como si uno fuera el ombligo del universo y sólo yo fuera lo importante. Al final, muchos jóvenes no encuentran otro horizonte queponerse ciegos los fines de semana, buscar relaciones fugaces sin otro contenido que la búsqueda desesperada del propio placer y luego, la nada. Algunos son bilingües y la mayoría se pasa la vida delante de la pantalla de un ordenador, twitteando chorradas o colgando fotos en Facebook con posturitas insinuantes. En la "cultura del selfy",los jóvenes buscan la alegría y la felicidad en el culto a la apariencia; en la nada condensada en ciento cuarenta caracteres y una foto sexy con morritos. Salir, beber y agobiarse por el aburrimiento, hasta que salga el último cacharro tecnológico y por fin pueda ser feliz, si puedo comprarlo. 

De una escuela laicista (sin Dios o tantas veces contra Dios) obtenemos resultadoscontrastables: una formación mediocre (los datos son los datos) y unos chicos orientados mayoritariamente (mal orientados o desorientados) hacia el individualismo relativista; algunos hacia el marxismo leninismo - más o menos teñido de ecologismo verde -; y unos pocos más violentos,hacia el nihilismo ácrata antisistema. De la escuela sin Dios salen personas que no creen en nada porque no hay nada en que creer, porque no hay ninguna verdad que aprender; chicos sin rumbo porque no hay ningún camino que conduzca a ninguna parte.

La escuela católica

Lamentablemente, los resultados de las escuelas de titularidad católica no ofrecen resultados mucho más halagüeños, en términos generales. Tal vez, en algunos casos, un mayor grado de formación; puede que algo más de disciplina en las aulas y poco más. 

Se habla mucho en los colegios católicos de "educación integral", que es el eufemismo que se emplea para referirse a que también se atiende a los aspectos espirituales o religiosos de los alumnos y que se note poco. Se hacen referencia en sus proyectos educativos a la "educación en la interioridad o en la transcendencia" para referirse a la educación religiosa, a las actividades pastorales o a las catequesis de primera comunión o de confirmación en aquellos colegios a los que el obispo les permite desarrollar ese tipo de labor.

La "transcendencia" en la que muchos de los colegios católicos españoles quieren educar a sus alumnos consiste en"suscitar vivencias que lleven a la experiencia del Absoluto": pero en muchos casos (en demasiados casos), ni media palabra de Jesucristo. Esa transcendencia puede referirse a Buda, a Krishna, a Shiva, a Yahveh... Como dice un pintoresco personaje de una popular serie de televisión, "algo hay: llámalo dios, llámalo energía, o un principio cósmico; pero algo hay". 

No digo yo que estas ocurrencias posmodernas y tan "new age" sean las que se ofrecen en todos los colegios católicos. No. Hay ocurrencias peores. Y también hay colegios católicos fieles al Evangelio, a la Tradición Apostólica y al Magisterio de la Iglesia: lamentablemente, pocos. Cada vez menos.

Hay colegios confesionales en los que los alumnos van a misa al principio de curso y al final (y gracias). La mayoría de los colegios católicos en poco (o en nada) se diferencian de los institutos públicos o de los colegios laicos. De muchos de nuestros colegios nominalmente católicos es más fácil que surjan militantes de izquierda o de la derecha pagana y relativista que católicos practicantes: mucha multiculturalidad, mucha solidaridad con los más pobres, mucha tolerancia, mucha ONG, mucho respeto a la naturaleza y mucha concienciación medioambiental; mucha preocupación por la justicia social, muchas jornadas de la paz y la no violencia, mucho Gandhi... Y poco o nada de Jesucristo.

Se puede iniciar a los niños en la meditación para que lleguen a la experiencia del absoluto, pero no se puede enseñar a los niños a rezar el rosario, ni se les enseña a adorar al Santísimo, realmente presente en cuerpo, alma y divinidad en la Hostia consagrada. Eso, no. Eso es oscurantismo medieval y fomentar las supersticiones sin fundamento científico. Se puede ofrecer una educación afectivo sexual liberal y progresista, pero no se habla del amor auténtico - que no es sólo sentimiento, sino que integra también a la inteligencia que toma decisiones y a la voluntad que compromete a la fidelidad - con vocación de eternidad (o se habla muy poco), ni se puede enseñar el verdadero sentido cristiano del sacramento del matrimonio, en el que Dios une "hasta que las muerte los separe" a los esposos. Y cuando a algún obispo o a algún cura se le ocurre predicar en un colegio la verdad de la Iglesia, se monta un escándalo de padre y muy señor mío.

Dice el Diccionario de la Real Academia que la "piedad" consiste en la "virtud que inspira, por el amor a Dios, tierna devoción a las cosas santas; y, por el amor al prójimo, actos de amor y compasión". Eso es lo que echo de menos en muchas de las escuelas católica españolas: educación en la piedad. Nuestra misión como centros educativos de la Iglesia es conducir ("educar" significa conducir, guiar) a nuestros niños a Cristo. Nuestro deber es cuidar a los niños, amarlos y guiarlos hacia el Único que puede hacerles realmente felices: Cristo Jesús. Y para ello, hay que procurar que adquieran buenos hábitos (virtudes) que expresen amor a Dios y al prójimo. Tenemos la obligación de ponerlos ante el Señor para que hablen con Él, para que se dejen transformar por Él, para que el único y verdadero Maestro les pueda llevar de la mano hacia una vida plena. Todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos. Y lo mejor que les podemos transmitir es una vida de fe, de oración, de vida sacramental que los encamine hacia una vida santa en Cristo. 

Si educáramos así a nuestros niños, con la ayuda de Dios, podríamos conseguir una sociedad más justa, solidaria, fraterna. ¿Qué mejor vacuna contra la corrupción, contra el adulterio, contra el aborto, contra la pobreza y el paro que formar hombres y mujeres santos? Pero si seguimos educando en la ideología al margen de Dios, seguiremos fracasando. No nos avergoncemos de profesar nuestra fe en Cristo Resucitado. No adulteremos la educación católica ni demos gato por liebre. Nosotros solos no podemos cambiar el mundo por muchas campañas que pongamos en marcha. ¿Están mal las campañas solidarias? No. Están muy bien. Pero no basta. Lo más importante es que Cristo sea el Señor de nuestras vidas. No seamos soberbios: no nos creamos todopoderosos. No somos Dios. Somos muy poca cosa. El único que puede cambiar el corazón del hombre es Cristo. Y en la medida en que nosotros seamos santos, en que seamos de Cristo y dóciles a su voluntad, el mundo será mejor, más justo, más habitable, más fraterno. No por mérito de nuestras obras, sino por mérito de Dios. Seamos humildes servidores de Dios y así serviremos al prójimo y seremos capaces de amar como Él nos ama. La verdadera revolución que cambió definitivamente la historia fue la resurrección del Señor. Él derrotó al pecado, al mal, a la muerte y nos abrió las puertas de la esperanza que no falla. 

Pero para transmitir la esperanza y la fe en Jesucristo, los primeros que tenemos que predicar con nuestra vida y con nuestra palabra somos los maestros y educadores católicos. Nadie da lo que no tiene. Un claustro de un colegio católico debería constituirse como una comunidad de fe al servicio de los niños y de sus familias; una comunidad reunida en torno a Cristo, que reza, adora y celebra en comunión con la Iglesia. Entonces lo de menos será la clase de religión. Todos evangelizaremos, todos anunciaremos al Señor y conduciremos a los alumnos a Cristo. La ciencia, el arte, la historia, la música, la filosofía, las matemáticas... Todo conduce a la Verdad, a la Belleza y al Bien; todo conduce a nuestro Señor Jesucristo, camino, verdad y vida. 

Queremos que de nuestras escuelas católicas salgan personas buenas, bien formadas, virtuosas y comprometidas con los más necesitados y con la justicia social. Necesitamos formar hombres y mujeres piadosos, contemplativos en la acción; hombres y mujeres que recen y trabajen por el Reinado de Dios; personas honorables y honradas que sepan adorar a Dios y servir al bien común; con principios sólidos y carácter bien forjado, que desarrollen al máximo sus cualidades para ponerlas al servicio de los demás.Necesitamos educar hombres y mujeres virtuosos que sean testigos de la Verdad en medio de un mundo desnortado lleno de personas que vagan sin rumbo como zombis en busca de algo que dé sentido a su vida. La felicidad no consiste en disfrutar de más placeres y mayor bienestar. No estamos condenados al sufrimiento, al sinsentido y a la nada: estamos llamados a una vida en plenitud. La felicidad auténtica consiste en amar y en saberse amados; en buscar incansablemente la Verdad. Y nuestra Verdad es la verdad del Amor: nuestra Verdad es Cristo. Dejemos que nuestros niños se acerquen a Él. Y el Señor hará el resto.

Autor: Pedro Luis Llera Vázquez