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Homilía del Papa Juan Pablo II durante la Beatificación de los Pastores
Jacinta y Francisco en Fátima
Autor: SS Juan Pablo II
Fragmentos de la
homilía del Papa Juan Pablo II durante la Beatificación de los Pastores
Jacinta y Francisco en Fátima, 13 de mayo, 2000
«Yo te bendigo, o Padre, (...) porque escondiste estas verdades a los
sabios e inteligentes, y las revelaste a los pequeños (Mt 11, 25).
Con estas palabras, amados hermanos y hermanas, Jesús alaba los designios del
Padre celeste; sabe que nadie puede estar con él, si no es atraído por el
Padre (cf. Jn 6, 44), por eso, alaba por ese designio y lo abraza
filialmente: Sí, Padre y te bendigo porque así fue de tu agrado (Mt
11, 26). Quisiste abrir el reino a los pequeños.
Por designio divino, vino del cielo a esta tierra, en búsqueda de los
pequeños privilegiados del Padre , una mujer vestida de Sol (Ap 12,
1). Les habla con voz y corazón de madre: los invita a ofrecerse como víctimas
de reparación, ofreciéndose Ella para conducirlos, seguros, hasta Dios. Fue
entonces que sus manos maternas salió una luz que os penetró íntimamente,
sintiéndose inmersos en Dios como cuando una persona -explican ellos- se
contempla en un espejo.
Más tarde, Francisco, uno de los tres privilegiados, exclamaba: Nosotros
estábamos ardiendo en aquella luz y no nos quemábamos. ¿Cómo es Dios? No se
puede decir. Esto sí que nosotros no podemos decir. Dios: una luz
que arde, pero que no quema. La misma sensación tuvo Moisés, cuando
vio a Dios en la zarza ardiente; allí escuchó a Dios hablar, preocupado con
la esclavitud de su pueblo y decidido a liberarlo por medio suyo: Yo
estaré contigo (cf. Ex 3, 2-12). A cuantos la acogen, esta presencia se
vuelve morada y consecuentemente, «zarza ardiente» del Altísimo.
A Francisco, lo que más impresionaba y absorbía era Dios en aquella
luz inmensa que penetrara lo más íntimo de los tres. Sin embargo, sólo a él
Dios se daría a conocer «tan triste», como él decía. Cierta noche, su papá
los escuchó sollozar y le preguntó porqué lloraba; el hijo le respondió
«Pensaba en Jesús que está tan triste por causa de los pecados que se cometen
contra él ». Vive motivado por el único deseo -tan expresivo del modo de
pensar de los niños- de «consolar y dar alegría a Jesús».
En su vida, se da una transformación radical; una transformación ciertamente
no común en niños de su edad. Se entrega a una vida espiritual intensa, que
se traduce en oración asidua y fervorosa, llegando a una verdadera forma de
unión mística con el Señor. Eso mismo lo lleva a una progresiva purificación
del espíritu mediante la renuncia y a los propios gustos y hasta a los juegos
inocentes de niños.
Soportó los grandes sufrimientos de la enfermedad que lo llevó a la muerte,
sin nunca lamentarse. Todo le parecía poco para consolar a Jesús; murió con
una sonrisa en los labios. Grande era, en el pequeño Francisco, el deseo de
reparar las ofensas de los pecadores, esforzándose por ser bueno y ofreciendo
y oración. Y Jacinta su hermana, casi dos años más joven que él, vivía
animada por los mismos sentimientos.
[...]
El mensaje de Fátima es un llamado a la conversión. [...] La meta
última del hombre es el Cielo, su verdadera casa donde el Padre Celeste, en
su amor misericordioso, por todos espera.
Dios no quiere que nadie se pierda, por eso hace dos mil años mandó a la
tierra a su hijo «buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19, 10). Y Él
nos ha salvado con su muerte en la cruz; ¡que nadie torne vana esa Cruz!
Jesús murió y resucitó para ser «el primogénito de muchos hermanos» (Rom 8,
29).
En su solicitud materna, La Santísima Virgen vino aquí, a Fátima, pedir a
pedir a los hombres «no ofender más a Dios nuestro Señor, que ya está muy
ofendido». Es el dolor de la Madre que la hace hablar; está en juego la
suerte de sus hijos. Por eso, decía a los pastorcillos: «Rezad, rezad mucho y
haced sacrificio por los pecadores, que muchas lamas van al infierno por no
haber quién se sacrifique y pida por ellos».
La pequeña Jacinta sintió y vivió como propia esa aflicción de Nuestra
Señora, ofreciéndose heroicamente como víctima por los pecadores. Un día - ya
ella y Francisco habían contraído la enfermedad que os obligaba a estar en
cama - la Virgen María vino a visitarlos a su casa, como cuenta la pequeña:
«Nuestra Señora vino a vernos y dijo que viene a llevar a Francisco muy
pronto al Cielo. Y a mí me preguntó si todavía quería más pecadores. Y le
dije que sí». Y, al acercarse el momento de la partida de Francisco, Jacinta
le recomienda: «Dale muchos saludos míos a Nuestro Señor y a Nuestra Señora,
diles que sufro tanto como ellos quieran para convertir a los pecadores».
Jacinta quedará tan impresionada con la visión del infierno durante la
aparición del 13 de julio, que ninguna mortificación y penitencia era de más
para salvar a los pecadores.
Bien podía ella exclamar con San Pablo : «Me alegro de sufrir por vosotros y
completo en mi misma lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en beneficio
de su cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1, 24). [...]
Aquí en Fátima, donde fueron vaticinados estos tiempos de tribulación
pidiendo Nuestra Señora oración y penitencia para abreviarlos, quiero hoy dar
gracias al Cielo por la fuerza del testimonio que se ha manifestado en todas
aquellas vidas y deseo una vez más celebrar la bondad del Señor para conmigo,
cuando, duramente herido aquel 13 de Mayo de 1981, fui salvado de la muerte.
Expreso mi gratitud también a la beata Jacinta por los sacrificios u
oraciones ofrecidas por el Santo Padre, que ella había visto en gran
sufrimiento.
«Yo te bendigo, oh Padre, porque revelaste esas verdades a los pequeños.
La alabanza de Jesús toma hoy la forma solemne de la beatificación de los
pastorcillos Francisco y Jacinta. La Iglesia quiere, con este rito, poner
sobre el candelabro estas dos velas que Dios encendió para iluminar a la
humanidad en sus horas sombrías e inquietas. Brille ellas sobre el camino de
esta multitud inmensa de peregrinos .
Mi última palabra es para los niños: Queridos niños y niñas, veo muchos de
vosotros vestidos como Francisco y Jacinta. ¡Os cae muy bien! Pero, luego
mañana, dejaréis esas ropas y... se acabarán los pastorcillos. ¡No deberían
acabar ¿No es cierto?! Es que Nuestra Señora necesita mucho de todos
vosotros, para consolar a Jesús, triste con las tonteras que se hacen;
necesita de vuestras oraciones y sacrificios por los pecadores.
Pedid a vuestros padres y educadores que os inscriban en la «escuela» de
Nuestra Señora, para que Ella os enseñe a ser como los pastorcillos, que buscaban
ser todo lo que Nuestra Señora les pedía. Os digo que «se avanza más en
poco tiempo de sumisión y dependencia de María, que durante años enteros de
iniciativas personales apoyadas en sí mismos (S. Luis de Montfort,
Tratado de la Verdadera Devoción a la SS.ma Virgen, nº 155). Fue así que los
pastorcillos se volvieron santos de prisa. Una mujer que acogiera a Jacinta
en Lisboa, al escuchar tan buenos y acertados consejos que la pequeña le
daba, le preguntó quién los enseñaba. «Fue Nuestra Señora» - respondió.
Entregándose con total generosidad a la dirección de tan bondadosa Maestra,
Jacinta y Francisco subieron en poco tiempo a las cumbres de la perfección.
«Yo te bendigo, oh Padre, porque escondiste estas verdades a los sabios e
inteligentes, y la revelaste a los pequeños».
Yo Te bendigo, oh Padre, por todos tus pequeños, comenzando por la Virgen
María, tu humilde Sierva, hasta los pastorcillos Francisco e Jacinta.
¡Que el mensaje de sus vidas permanezca siempre viva para iluminar el camino
de la humanidad!
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"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)
miércoles, 14 de mayo de 2014
Quisiste abrir el reino a los pequeños
martes, 13 de mayo de 2014
Ofrecer un consejo
Es hermoso ofrecer consejos, sobre todo si son buenos. Es más hermoso
todavía hacerlo de modo correcto.
Un consejo llega a
nuestros oídos. "Calma, calma..." Por el tono de voz, podemos
distinguir si se trata de un reproche amargado o de una invitación desde el
cariño.
También nosotros a veces damos consejos y exhortaciones a otros desde
diferentes estados de ánimo. En ocasiones, lo hacemos con el alma inquieta o
incluso con rabia. Más que ofrecer una palabra buena para ayudar, tomamos una
actitud negativa hacia el otro.
Otras veces el momento y el tono de voz desvelan en nuestro corazón una actitud
cercana, buena, comprensiva hacia quien ofrecemos nuestro consejo, con un deseo
humilde y sincero de dar una mano.
Es hermoso ofrecer consejos, sobre todo si son buenos. Es más hermoso todavía
hacerlo de modo correcto. El arte de la corrección fraterna no es fácil, pues
requiere de mucha paciencia, tacto, empatía. Por eso necesitamos estar atentos
a la hora de encontrar el modo que permita ayudar amablemente a un familiar o
conocido.
¿Cómo ofrecer un consejo de modo oportuno y cordial? Primero, desde la
paciencia. Una palabra dicha con prisas, casi para deshacernos del otro, seguramente
estará herida. Más vale esperar un momento adecuado que lanzar un dardo que
pueda herir a mi hermano.
Segundo, desde la propia experiencia. Cuando alguien nos ha dicho algo bueno
con un tono de enfado e impaciencia, sentimos cierta pena. Al revés, la ternura
de un familiar o amigo que nos aconseja con respeto suaviza nuestro corazón y
nos hace disponibles a la acogida. Desde esa introspección podemos aprender
cómo aconsejar a quienes viven a nuestro lado.
Ofrecer un consejo es todo un arte. Podemos mejorar mucho si encontramos
rostros amables que nos orientan hacia el buen camino. Podemos apoyar a otros
con una palabra serena y dicha en el momento adecuado.
"Calma, calma..." Sí, acepto tu consejo, porque me lo ofreces con ese
afecto que tanto necesita cada corazón humano; porque con tus palabras reflejas
un poco la bondad de Dios, que es tierno y amable con cada uno de sus hijos.
Autor: P. Fernando Pascual LC
lunes, 12 de mayo de 2014
La Luz de Pascua
Antes de la victoria pascual de Cristo, el hombre vivía condenado a la
oscuridad del pecado y de la muerte, dos enemigos imbatibles que nos eclipsaban
la luz de Dios.
Es un hecho incuestionable que la felicitación navideña está mucho más
extendida que la felicitación de la Pascua de Resurrección. Todo el mundo se
felicita las Navidades, aunque muchos no sean capaces de dar razón de lo que
esas palabras expresan. Por el contrario, son muy pocos los que felicitan la
Pascua, aunque, posiblemente, lo hagan con mayor consciencia.
Y en referencia a la celebración popular de la Semana Santa, también cabe
constatar la desproporción existente entre la representación de los misterios
de la Pasión y los de la Resurrección. Los pasos del Cristo sufriente, superan
con creces a los que representan a Cristo glorioso. En definitiva, todavía nos
falta mucho camino hasta llegar a descubrir la centralidad de la fe en la
Resurrección, representada en la luz del Cirio encendido, en la Vigilia
Pascual.
La Historia de la Salvación es una historia de luz. Dios es la Luz, mientras
que la impotencia y el sufrimiento humano se describen en la Biblia bajo la
imagen de la tiniebla, hasta el punto de que el camino hacia nuestra plena
felicidad se simboliza en el paso de la noche al día, de la oscuridad a la luz:
"Trocaré delante de ellos la tiniebla en luz" (Is 42,16). Pues bien,
¡son cuatro las noches que, por la misericordia de Dios Padre, han iluminado
nuestra existencia! Las describimos brevemente:
La Noche de la Creación: "En el principio creó Dios los cielos y la
tierra. La tierra era caos y oscuridad por encima del abismo, y un viento de
Dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios: «Que exista la luz», y la luz
existió" (Gn 1,1-3).
La primera luz que el mundo ha recibido -y cada uno de nosotros en particular-
ha sido la de nuestra existencia. ¿Por qué "el ser" y no "la
nada"? Lo lógico hubiese sido la "oscuridad" de la nada. El
texto bíblico afirma: "Vio Dios que la luz era buena y la separó de las
tinieblas" (Gn 1, 4). En esas breves palabras se nos recuerda la inmensa
misericordia que Dios ha derramado sobre nosotros, al crearnos: ¡¡Somos!!
¡¡Existimos!! ¡Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios! La verdad, la
belleza y la bondad de la creación son un reflejo de la suma Verdad, Belleza y
Bondad divinas. Nuestra existencia no es consecuencia del azar o de un ciego
destino, sino que es fruto de la libre decisión de un Dios, Padre, que crea
solamente por amor. ¡Nuestra existencia es un destello de la infinita luz de
Dios!
La Nochebuena: Pero... el pecado hizo que el hombre rompiese su amistad con
Dios. El Cielo se convierte para nosotros en algo inalcanzable y arcano. El
hombre intenta conocer a Dios y relacionarse con Él, sin conseguirlo, ya que la
religiosidad natural es incapaz de acceder a la intimidad de Dios.
La búsqueda de Dios, por parte del hombre, es ardua y estéril: una durísima
noche. Pero, "el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. A los
que vivían en tierra de sombras, una luz les brilló" (Is 9, 2). La
Revelación de Dios, que culmina con la Encarnación de Dios entre nosotros, se
hace luz en la noche de nuestra búsqueda impotente.
El hecho de que la Nochebuena se celebre en el solsticio de invierno, es decir,
en la noche más larga del año, encierra un simbolismo muy pedagógico: la
llegada de Cristo da un vuelco a la historia, de forma que la luz comienza a
ganarle terreno a la oscuridad de la noche.
La Noche Pascual: La noche de la Pascua fue para el pueblo judío el momento
cumbre de su liberación. Aquella salida de Egipto, así como el paso del Mar
Rojo camino de la Tierra Prometida, no eran sino imagen de la plena liberación
que Cristo nos obtuvo por su muerte redentora.
Antes de la victoria pascual de Cristo, el hombre vivía condenado a la
oscuridad del pecado y de la muerte, dos enemigos imbatibles que nos eclipsaban
la luz de Dios. El plan divino de redención del mundo asumió nuestra noche,
para transformarla en luz. Cristo "se hizo pecado" (2 Cor 5, 21), y
padeció bajo el poder de la muerte, para vencer al enemigo en su propio
terreno. La Resurrección de Cristo transformó la noche en día; la gracia vence
al pecado y la vida derrota a la muerte. Así lo rezamos en el Pregón de la
Vigilia Pascual:"Ésta es la noche en que la columna de fuego esclareció
las tinieblas del pecado... Ésta es la noche de la que estaba escrito: «Será la
noche clara como el día, la noche iluminada por mi gozo»".
La Noche de la Purificación: Pero todavía faltaba algo para culminar la
Historia de la Salvación. Nos referimos a la necesidad de que cada uno de
nosotros haga suyo -se apropie de él- ese tesoro de gracia. No basta con el
anuncio de que la luz de Cristo vence a la tiniebla, sino que es necesario que
ese acontecimiento tenga lugar en cada uno de nosotros, es decir, que lo
personalicemos en nuestro interior.
San Juan de la Cruz describió ese proceso de purificación ascética y mística
como la "noche oscura del sentido" y la "noche oscura del
espíritu". Es un proceso doloroso y gozoso al mismo tiempo, en el que el
paso por la oscuridad es necesario para que se haga luz en el alma. Tras la
muerte, el misterio del Purgatorio completa nuestra purificación, cuando no la
hemos practicado suficientemente en nuestra etapa de peregrinos. Sólo de esta
forma, veremos cumplida nuestra vocación a ser Hijos de la Luz: "Porque en
otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor" (Ef 5, 8).
La reflexión que hoy hacemos sobre estas cuatro noches, nos llena de esperanza
ante las situaciones de oscuridad o soledad, que podamos atravesar a lo largo
de nuestra vida. ¡Cristo ha resucitado! y, en consecuencia, tenemos sobradas
razones para la confianza y la alegría. ¡Feliz Pascua de Resurrección!
domingo, 11 de mayo de 2014
Con cariño para mi mamá
Una madre es alguien que nos guía y nos inspira; ella nos ayuda a lograr
nuestros sueños y deseos.
Dios nos ha regalado a todos
los hijos un tesoro incalculable, un diamante muy fino, es decir, a una MAMÁ
. Una madre es alguien que nos guía y nos inspira; ella nos ayuda a lograr
nuestros sueños y deseos; con su sabiduría y profundidad, alumbra el sendero de
sus hijos y les trae alegría.
Lo que hace maravillosa a una madre, es el espíritu abnegado que la mueve a
sacrificar tiempo, fuerzas y, de ser necesario, hasta la salud por el bien de
su hijo.
En cierta ocasión, un niño parcialmente sordo volvió del colegio a su casa;
llevaba una nota de la dirección, la cual recomendaba que los padres lo sacaran
del centro docente, ya que «era demasiado falto de inteligencia para aprender».
La madre del niño leyó la nota y dijo: «Mi hijo Tom no es falto de
inteligencia. Yo misma le enseñaré.»
Cuando Tom murió muchos años después, los estadounidenses le rindieron homenaje
apagando todas las luces del país durante un minuto, pues este Tom fue el que
inventó la lámpara incandescente, y no solo eso, también inventó el fonógrafo y
un rudimentario proyector de películas. En total, Thomas Edison patentó más de
mil inventos (Thomas A. Edison (1847-1931).
Cierta vez preguntaron a una madre cuál era su hijo preferido, aquel que ella
más amaba, y ella, dejando entrever una sonrisa, respondió:
"Nada es más voluble que un corazón de madre. Y, como madre, le
respondo:
El hijo predilecto, es aquel a quien me dedico en cuerpo y alma...
Es mi hijo enfermo, hasta que sane.
El que partió, hasta que vuelva.
El que está cansado, hasta que descanse.
El que está con hambre, hasta que se alimente.
El que está con sed, hasta que beba.
El que está estudiando, hasta que aprenda.
El que está desnudo, hasta vestirlo.
El que no trabaja, hasta que se emplee.
El que se enamora, hasta que se case.
El que se casa, hasta que conviva.
El que es padre, hasta que críe a sus hijos.
El que prometió, hasta que cumpla.
El que debe, hasta que pague.
El que equivocó el camino, hasta que se convierta.
El que llora, hasta que calle.
El que está triste, hasta que se alegre".
Y ya con el semblante bien distante de aquella sonrisa, completó:
"El que ya me dejó... hasta que lo reencuentre en el cielo..."
Valoro y te agradezco por ser quien eres, un faro de luz y de amor en mi
camino. Cuidemos este tesoro tan especial que Dios ha puesto en nuestras manos.
Gracias por ser quien eres, MAMÁ TE AMO...
Autor: P. Dennis Doren LC
sábado, 10 de mayo de 2014
¿Te cuesta creer en la Resurrección?
La alegría de saber que Jesús está vivo, la esperanza que llena el corazón,
no se pueden contener.
Autor: SS Francisco
Reflexionesmos hoy en unas palabras de SS Francisco en su primera Catequesis
del Año de la Fe:
(...)
Los primeros testigos de la Resurrección fueron mujeres. Al amanecer, van al
sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús, y encontraron al primer signo: el
sepulcro vacío (cf. Mc. 16,1). Esto es seguido por un encuentro con un
mensajero de Dios que anuncia: Jesús de Nazaret, el crucificado, no está aquí,
ha resucitado (cf. vv 5-6.). Las mujeres se sienten impulsadas por el amor y saben
cómo acoger este anuncio con fe: creen, y de inmediato lo transmiten; no lo
retienen para sí mismas, sino que lo transmiten. La alegría de saber que Jesús
está vivo, la esperanza que llena su corazón, no se pueden contener.
Esto también debería suceder en nuestras vidas: ¡Sintamos la alegría de
ser cristianos! ¡Creemos en un Resucitado que ha vencido el mal y la
muerte! ¡Tengamos el valor de "salir" para llevar esta alegría y esta
luz a todos los lugares de nuestra vida! La resurrección de Cristo es nuestra
mayor certeza; ¡es el tesoro más preciado!
¿Cómo no compartir con otros este tesoro, esta certeza? No es solo para
nosotros, es para transmitirlo, para dárselo a los demás, compartirlo con los
demás. Es nuestro propio testimonio.
En las profesiones de fe del Nuevo Testamento, como testigos de la Resurrección
se recuerda solo a los hombres, a los Apóstoles, pero no a las mujeres. Esto se
debe a que, de acuerdo con la ley judía de la época, las mujeres y los niños no
podían dar un testimonio fiable, creíble.
En los evangelios, sin embargo, las mujeres tienen un papel primordial,
fundamental. Aquí podemos ver un elemento a favor de la historicidad de
la resurrección: si se tratara de un hecho inventado, en el contexto de aquel
tiempo, no hubiera estado ligado al testimonio de las mujeres. Los evangelistas
sin embargo, narran simplemente lo que sucedió: las mujeres son las primeras
testigos.
Esto nos dice que Dios no escoge según los criterios humanos: los
primeros testigos del nacimiento de Jesús son los pastores, gente sencilla y
humilde; los primeros testigos de la resurrección son las mujeres. Y esto es
hermoso. ¡Y esto es un poco la misión de las madres, de las mujeres! Dar
testimonio a sus hijos, a sus nietos, que Jesús está vivo, que es la vida, que
resucitó.
¡Mamás y mujeres, adelante con este testimonio! Para Dios cuenta el corazón, el
cuánto estamos abiertos a Él, si acaso somos como niños que se confían.
Pero esto también nos hace reflexionar sobre cómo las mujeres, en la Iglesia y
en el camino de la fe, han tenido y tienen también hoy un rol especial en la
apertura de las puertas al Señor, en el seguirlo y en el comunicar su Rostro,
porque la mirada de la fe tiene siempre la necesidad de la mirada simple y
profunda del amor.
A los Apóstoles y a los discípulos les resulta más difícil creer.
A las mujeres no. Pedro corre a la tumba, pero se detiene ante la tumba vacía;
Tomás debe tocar con sus manos las heridas del cuerpo de Jesús. También
en nuestro camino de fe es importante saber y sentir que Dios nos ama, no tener
miedo de amarlo: la fe se confiesa con la boca y con el corazón, con la palabra
y con el amor.
Después de las apariciones a las mujeres, les siguen otras: Jesús se hace
presente de un modo nuevo: es el Crucificado, pero su cuerpo es glorioso; no ha
vuelto a la vida terrenal, sino que lo hace en una condición nueva.
Al principio no lo reconocen, y solo a través de sus palabras y sus gestos sus
ojos se abren: el encuentro con Cristo resucitado transforma, da nuevo vigor a
la fe, un fundamento inquebrantable. Incluso para nosotros, hay muchos indicios
de que el Señor resucitado se da a conocer: la Sagrada Escritura, la Eucaristía
y los demás sacramentos, la caridad, los gestos de amor que llevan un rayo del
Resucitado.
Dejémonos iluminar por la Resurrección de Cristo, dejémonos transformar
por su fuerza, para que también a través de nosotros en el mundo, los signos de
la muerte den paso a los signos de la vida.
(...)Jóvenes, a ustedes les digo:
·
Lleven esta certeza: el Señor está vivo y camina con nosotros en la
vida. ¡Esta es su misión!
·
Lleven adelante esta esperanza: este ancla que está en los cielos;
mantengan fuerte la cuerda, manténganse anclados y lleven la esperanza.
· Ustedes, testigos de Jesús, den testimonio de
que Jesús está vivo y esto nos dará esperanza, dará esperanza a este mundo un
poco envejecido por las guerras, por el mal, por el pecado. ¡Adelante, jóvenes!
Fragmento de la Catequésis de SS Francisco sobre el Año de la Fe el
miércoles 3 de abril 2013.
viernes, 9 de mayo de 2014
Jesús resucitó, está partiendo el pan para ti
Junto a nosotros, es El, "sus manos están partiendo el pan" y la
gracia se hace viva en nuestros corazones.
Seguimos en el camino de la Pascua, y quiero recordar el pasaje del domingo
pasado, donde dos de los seguidores de Cristo regresan a su pueblo. Emaús es
una pequeña aldea de Judea, dista unos once o doce kilómetros de Jerusalén.
Está atardeciendo. Van llenos de amargura y decepción. Saben que Cristo, el
Maestro ha muerto. Han oído algo que han dicho unas mujeres de su Comunidad
pero no quieren prestar oídos; piensan: si hubiera resucitado lo hubiéramos
visto.
María Magdalena con su amor vivo y esperanzado lo ha visto ya, ellos tendrán
que "calentar el corazón" como nos dice San Lucas.
Mientras ellos van conversando de todo lo sucedido, un caminante se les ha
unido y les va hablando con voz cálida y persuasiva: -" Oh, insensatos y
tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas ¿no era preciso
que Cristo padeciera eso y entrara así en la gloria?. Y empezando por Moisés y
continuando por todos los profetas, les explicó todo lo que había sobre él en
todas las escrituras" ( Lucas 24, 25-27).
Lo oían y estaban embelesados pero no lo reconocían. Como nos dice Evely:
-" Jesús no se impone, aunque se proponga siempre así mismo. El nos deja
libres. ¡Nada resulta tan fácil como obrar cual si no lo hubiésemos encontrado,
como si no lo hubiésemos oído, como si no lo hubiésemos reconocido!". No
queremos saber que camina en nuestro mismo camino y siempre junto a nosotros.
No vaya a se que sus palabras y su mirada nos haga sus prisioneros.
Pero hay veces que es una enfermedad, un accidente, una pena, un momento
especial en nuestras vidas que hacen que lo veamos, que la venda caiga de
nuestros ojos, y ahí está, frente a nosotros, junto a nosotros, es El,
"sus manos están partiendo el pan" y la gracia se hace viva en
nuestros corazones.
Y los apóstoles que están cenando con el caminante, al reconocerlo se levantan,
corren y regresan a Jerusalén. No guardan para sí su alegría, tienen que
comunicarla y repartirla. Así nosotros, si el compañero de nuestro diario vivir
es Jesús, no podemos esconder ni guardar para nosotros solos esa gran verdad,
hemos de proclamarla para que todos los hombres estemos conscientes de esa
maravillosa compañía.
El sabe lo testarudos que somos lo difícil que le es al hombre creer en lo que
no ve. Más aún, en lo que no palpa. Y cuando se vuelve a aparecer al resto de
los apóstoles adivina sus pensamientos y les dice:- " ¿ Por qué os turbáis
y por qué sube a vuestro corazón esos pensamientos?. Ved mis manos y mis pies.
Si soy yo. Palpadme y ved, los espíritus no tienen carne y huesos como veis que
tengo yo" ( Lc, 24, 38-43).Y les va mostrando sus manos donde están sus
heridas aún abiertas. Abre su túnica y ven su carne rota por larga y profunda
herida, allí donde late el corazón. No hay misterios ni fantasías. Es El, y con
una sonrisa tierna les dice:-" ¿Tenéis algo de comer?.
Tomás no estaba con ellos en ese grandioso momento. Sobre esto Evely nos
comenta:-" Tomás es un auténtico hombre moderno, un existencialista que no
cree mas que en lo que toca, un hombre que vive sin ilusiones, un pesimista
audaz que quiere enfrentarse con el mal, pero que no se atreve a creer en el
bien. Para él lo peor es siempre lo más seguro". Y cuando Jesús le
dice:-" Tomás trae tu dedo y mételo en las llagas de mis manos, trae tu
mano y métela en mi costado"(Jn 2O,27). Tomás toca, palpa y deslumbrado y
aplastado, cae de rodillas y dice :-" Señor mío y Dios mío". Y Jesús
responde ante esta bellísima oración:-" Tomás porque has visto has creído,
dichosos los que han creído sin ver".
No nos empeñemos en "tocar y ver". Amémosle, que es mucho más sólido
nuestro amor que nuestras manos. La humildad y profundidad de nuestra fe hará
que haya una llama ardiente en nuestro corazón porque sabemos, porque creemos
que Cristo es el compañero fiel en todo los instante de nuestra vida.
Autor: Ma Esther de Ariño
jueves, 8 de mayo de 2014
El arma de Juan Pablo II - la consagración mariana
Es la total consagración a Jesús a través de la Santísima Virgen María
En el "Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen",
San Luis María Grignion de Montfort nos dice que el camino seguro, fácil y
corto para acercarnos a Cristo y parecernos más a Él es la consagración a la
Virgen María y propone 33 días de preparación para hacer la consagración
Mariana.
Todos sabemos que el crecimiento espiritual, nuestra transformación en Cristo,
no es cosa fácil. Entonces, es razonable que la oferta de Montfort levante
sospechas... Pero hay muchas personas de fiar que lo aprueban y lo promueven.
Por ejemplo, el Papa Pío IX dijo que esta devoción a María es la mejor y la más
aceptable. El Papa Pío X promulgó que quien rezara la fórmula de la
consagración Mariana de San Luis María recibiría indulgencia plenaria en
perpetuidad. Él mismo experimentó la eficacia de esta devoción y por ello la
promovió con tanta decisión en la encíclica Mariana Ad Diem Illum donde dice
que "No hay camino más seguro y más fácil como María para unir a todos los
hombres con Cristo." Y el promotor principal ha sido el Papa Juan Pablo II
que declaró que la lectura del "Tratado de la verdadera devoción a la
Santísima Virgen", fue decisiva en su vida y tomó como lema papal una
expresión que aparece en el texto breve de la consagración Mariana de San Luis
María Grignon de Montfort:
Totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt. Accipio te in mea omnia. Praebe mihi
cor tuum Maria!
Soy todo tuyo y todo lo mío es tuyo. Te recibo como mi todo. ¡Dame tu corazón,
oh María!
Todo tuyo.
¿En qué consiste la consagración Mariana?
Es la total consagración a Jesús a través de la Santísima Virgen María.
Consiste en un acto libre y voluntario donde ofreces toda tu persona y tu vida,
y te entregas todo entero, en cuerpo y alma, a la Madre de Jesús y Madre
nuestra para que a través de ella el Espíritu Santo nos transforme conforme a
la imagen de Jesús.
La misión que Jesús le dio a María
Jesús nos dio a su madre como nuestra madre espiritual para que Ella nos
conciba a la vida cristiana por obra del Espíritu Santo, nos alimente, nos
cuide y nos lleve a la plenitud de Cristo.
Cuando Jesús miró por última vez a su Madre antes de morir le dijo: "Mujer
aquí tienes a tu hijo. Aquí tienes a tu Madre" (Jn 19, 26-27) ¿Qué quiso
decirle Jesús a María? Fórmalos como me formaste a mí. ¿Qué quiso decirle a
Juan? (él nos representaba a todos nosotros) Descansa en su regazo, confíate a
sus manos maternales: Ella te va a santificar por el poder Espíritu Santo, Ella
se encargará de modelarte y transformarte conforme a mi imagen.
San Luis María enuncia en su libro "los actos de caridad que la Virgen,
como la mejor de todas las madres, hace para con sus fieles servidores":
Ella los ama, los mantiene, los guía y dirige, los defiende y protege,
intercede por ellos ante Dios. Y añade los frutos que esta devoción produce en
el alma: alcanza luz del Espíritu Santo para crecer en humildad y conocimiento
personal, la Sma. Virgen concederá parte de su fe, apartará del alma los
escrúpulos y ensanchará y abrirá el corazón para correr "por el camino de
los mandamientos de su Hijo" con gran libertad interior, los llenará de
una gran confianza en Dios y en Ella misma, "el alma de la Sma. Virgen
María se os comunicará para glorificar al Señor" y "Ella dará su
fruto a su tiempo y este fruto suyo es Jesucristo".
Pertenecer a María
Por eso, cuando María nos ve a cada uno de nosotros, sus hijos, nos mira con
amor, anhelando el momento en que libremente le digamos: Madre, soy todo tuyo,
te pertenezco, fórmame como lo hiciste con Jesús, protégeme del Maligno,
llévame al Paraíso.
Si Dios Omnipotente confió incondicionalmente en la Virgen María y puso a Su
Hijo Unigénito en sus brazos maternales, ¿cómo no vamos a hacerlo nosotros?
Cuando le demos todo a María, Ella se hará cargo de nosotros y de nuestros
seres queridos.
Cuando estemos como ciegos en las horas oscuras, María escuchará nuestro grito
desesperado: "Señor, que vea" (Mc 10,51) y se encargará de decirle a
Jesús: "Mira, no tienen vino" (Jn 2,3) y encontraremos una y otra vez
la salida de las tinieblas para entrar en su luz maravillosa (cfr. 1 P 2,9)
A la hora del sufrimiento y de la cruz, María estará allí, de pie a nuestro
lado, abrazándonos con ternura. (Jn 19,25)
En las decisiones importantes, María nos mostrará el Camino, la Luz, la Verdad,
la Vida. Ella será la dulce y firme Pastora que nos conduzca por el buen Camino
(Cfr. Jn 14,6). María nos lleva siempre por el mejor camino a Jesús.
En la vida cotidiana, María será nuestra educadora, la que nos forme en las
virtudes cristianas.
María será nuestra maestra de oración. Nos conducirá siempre al Sagrario y nos
mostrará el costado traspasado de Su Hijo, nos enseñará a entrar en la
intimidad de Su Corazón traspasado.
Es un maravilloso intercambio: le damos nuestro corazón a María y Ella nos da
su Corazón inmaculado. A María le gusta compartir, cuando le demos nuestro
corazón con absoluto abandono, Ella nos abrirá la intimidad del suyo,
conoceremos cómo es su amor a Jesús, cómo gusta Su palabra, cómo contempla los
misterios de Su Hijo. Sentiremos como Ella siente, amaremos como Ella ama,
dejaremos que Jesús encuentre consuelo y descanso en nosotros como lo encuentra
en Ella.
A la hora de nuestra muerte, María será la que nos abra la puerta del hogar
definitivo, nos abrace y nos lleve a la presencia del Padre para entrar en su
intimidad y permanecer allí para siempre.
Les invito a leer el libro "Tratado de la verdadera devoción a la
Santísima Virgen", quiera Dios que su experiencia sea como la del Papa
Juan Pablo II, cuya fórmula de consagración Mariana les comparto ahora:
Soy todo tuyo, María
Virgen María, Madre mía.
Me consagro a ti y confío en tus manos toda mi existencia.
Acepta mi pasado con todo lo que fue.
Acepta mi presente con todo lo que es.
Acepta mi futuro con todo lo que será.
Con esta total consagración, te confío cuanto tengo y cuanto soy, todo lo que
he recibido de Dios.
Te confío mi inteligencia,
Mi voluntad, mi corazón.
Deposito en tus manos mi libertad;
mis ansias y mis temores;
mis esperanzas y mis deseos;
mis tristezas y mis alegrías.
Custodia mi vida y todos mis actos para que le sea más fiel al Señor,
y con tu ayuda alcance la salvación.
Te confío ¡Oh María!
Mi cuerpo y mis sentidos
para que se conserven puro
y me ayuden en el ejercicio de las virtudes.
Te confío mi alma para que Tú la preserves del mal.
Hazme partícipe de una santidad, igual a la tuya.
Hazme conforme a Cristo, ideal de mi vida.
Te confío mi entusiasmo
y el ardor de mi juventud,
Para que Tú me ayudes
a no envejecer en la fe.
Te confío mi capacidad y deseo de amar,
Enséñame y ayúdame a amar como Tú has amado
y como Jesús quiere que se ame.
Te confío mi incertidumbres y angustias,
para que en tu corazón yo encuentre
seguridad, sostén y luz,
en cada instante de mi vida.
Con esta consagración
me comprometo a imitar tu vida.
Acepto las renuncias y sacrificios
que esta elección comporta,
Y te prometo, con la gracia de Dios
y con tu ayuda,
ser fiel al compromiso asumido.
Oh María, soberana de mi vida
y de mi conducta
Dispón de mí y de todo lo que me pertenece,
para que camine siempre junto al Señor
bajo tu mirada de Madre.
¡Oh María!
Soy todo tuyo
y todo lo que poseo te pertenece
Ahora y siempre.
AMEN
Autor: P. Evaristo Sada LC |
Fuente: la-oracion.com
miércoles, 7 de mayo de 2014
Pedir ayuda y encontrarla
¿Cuántos, al sentirse necesitados de ayuda, pensarían en mi seguros de
encontrar, de mi parte, algo de acogida?
Tenemos a nuestro
alrededor tantas personas: familiares, amigos, compañeros de trabajo, vecinos,
conocidos. El número será mayor o menor. Lo que importa es la calidad.
Se presenta una situación difícil. Hay que pedir ayuda. Si tenemos suerte, con
cierta rapidez somos capaces de escoger a quién solicitar ese favor. En otras
ocasiones, empezamos a repasar nombres y nombres y los vamos descartando uno a
uno...
Sí: no siempre encontramos a la persona justa para un asunto concreto. A veces,
por la complejidad del tema. Otras veces, es triste reconocerlo, porque los que
parecían ser amigos no lo son tanto...
Podríamos aplicar la mirada hacia nosotros mismos: ¿cuántos, al sentirse
necesitados de ayuda, pensarían en nosotros? ¿Cuántos nos llamarían por
teléfono, enviarían un mensaje, confiarían de palabra ese asunto seguros de
encontrar, de nuestra parte, algo de acogida?
En la vida es muy hermoso saber que contamos con personas disponibles para
hacernos un favor. Algunas, incluso, son capaces de desvivirse por darnos una
mano. Encontrarse con alguien así alivia el alma y da confianza.
Si resulta tan bello tener cerca a amigos disponibles, ¿no será hora de revisar
mis actitudes? ¿Son las de un ser ensimismado, egoísta, pequeño de alma, o la
de un corazón grande, sencillo, disponible, abierto a las peticiones de otros?
Al responder a esas preguntas, quizá descubra que llega la hora de cambiar. Me
lo pide Dios, que también necesita mujeres y hombres generosos y alegres para
llevar su Amor a los hombres. Me lo piden tantas personas que, en las mil
encrucijadas de la vida, necesitan encontrar, en la lista de sus
"contactos" y "amigos" a alguien, realmente, disponible y
bueno.
Autor: P. Fernando Pascual LC
martes, 6 de mayo de 2014
¿Qué tipo de personas queremos formar en los colegios católicos?
Necesitamos formar hombres y mujeres piadosos, contemplativos en la acción;
hombres y mujeres que recen y trabajen por el Reinado de Dios
Toda institución educativa tiene una finalidad y responde a una necesidad.
La educación nunca es neutra. Detrás de los planteamientos pedagógicos de toda
escuela, subyace una antropología - un ideal de persona -, un modelo de
sociedad y una cosmovisión. Los colegios - todos los colegios - tienen la
misión de formar personas (darles forma) y educarlas; o sea, de conducir a los
alumnos hacia una meta: desarrollar sus cualidades intelectuales, morales y
físicas para encaminarlos hacia la felicidad.
¿Pero qué es eso de "la felicidad"?
La escuela sin Dios
La respuesta no puede ser la misma en una escuela agnóstica o atea que en una
escuela confesionalmente católica (o no debería serlo). Un colegio laicista
tiene una visión inmanentista y materialista del hombre, de la sociedad y de la
historia. Para un colegio sin Dios, el hombre no es más que el resultado del
azar, de la concepción casual de un óvulo por un espermatozoide. Para un
materialista, la realidad del hombre es consecuencia de la suerte (o mala
suerte, según se mire): vivimos de casualidad.
Para un materialista ateo, es decir, para alguien que sólo cree lo que ve o lo
que la ciencia puede demostrar empíricamente, la vida del hombre no tiene más
sentido que la de una cucaracha: nacemos, crecemos, nos reproducimos para
transmitir nuestra herencia genética a la generación posterior y contribuir así
a la subsistencia de la especie humana y, finalmente, morimos y desaparecemos.
Y como el sufrimiento nos acaban alcanzando y nos impiden ser felices y
disfrutar de la vida, tenemos que tratar a toda costa de evitar el dolor y la
angustia existencial. La vida no tiene más sentido que "disfrutar".
El ideal del hedonistaconsiste en apurar al máximo los placeres de la existencia,
dar rienda suelta a un vitalismo insaciable de placeres. Y cuando ya no haya
nada que disfrutar porque la vejez o la enfermedad mermen nuestras facultades,
lo mejor es morir para acabar con el sufrimiento. Una vida es digna solo si se
puede gozar de sus placeres. El aborto y la eutanasia estarían plenamente
justificados desde esta perspectiva materialista. De ahí viene ese deseo
irracional por mantenerse indefinidamente jóvenes y saludables, el culto al
cuerpo, la idealización idolátrica de la juventud como la mejoretapa de la vida
del ser humano (o tal vez la única que merezca la pena ser vivida) y el terror
a envejecer.
Esas ansias irrefrenables de disfrutar acaba conduciendo al nihilismo: nada
vale la pena. Al final, la muerte y el sufrimiento acaban con nosotros; por lo
tanto, abandonemos cualquier pretensión de felicidad. Sólo podemos aspirar a
placeres momentáneos y pasajeros, porque nada dura, nada tiene consistencia.
Las drogas, el alcohol o el sexo contribuyen a anestesiar el dolor de la propia
existencia y a olvidarnos de la angustia.
¿Qué escuela puede surgir sobre este humus nihilista? La escuela laicista atea
debe ser blandita. Hay que evitar que el niño sufra: que sean felices (que
disfruten, que se sientan bien). El esfuerzo del estudio puede generar
frustración y dolor. Y eso hay que evitarlo a toda costa.
Debe ser una escuela utilitaristaque forme buenos profesionales para que
respondan a las demandas del mercado de trabajo (aunque finalmente sea una
fábrica de parados); una escuela que eduque "en valores" y forme
ciudadanos tolerantes, solidarios; ciudadanos que procuren su propio bienestar,
muy liberales y relativistas (que cada uno viva como quiera y haga lo que le dé
la gana, siempre que respete las leyes).
La escuela de la sociedad hedonista es una escuela cientificista: sólo existe
la realidad física (lo que vemos y tocamos) y se niega cualquier posibilidad de
metafísica; es decir, cualquier realidad que tenga que ver con el alma, con el
espíritu, con algo que vaya más allá de la naturaleza sensible o que tenga que
ver con Dios: es una escuela sin transcendencia. Y en caso de que se admita
algo más allá de lo tangible, se aceptan y difunden las teorías las de la
"Nueva Era" y se elucubra sobre energías, sobre el karma, sobre algo
difuso e incomprensible que pasa por una meditación sin contenido que meditar y
que al final se reduce a buscar la paz interior mediante prácticas como el yoga
o el Tai Chi que en última instancia, sólo buscan que el individuo se
"sienta bien" consigo mismoy combata el estrés o la ansiedad que le
provoca su propia nada. Porque esta escuela es emotivista y sentimentaloide.
Parece como si los sentimientos se hubieran apoderado del hombre, sometiendo a
la razón y a la voluntad a sus dictados y a sus vaivenes.
Hablamos de una escuela que fomenta las herramientas instrumentales (idiomas e
informática, fundamentalmente) y posterga la cultura humanista: la historia, la
filosofía, el arte,los principios básicos de la teología cristiana, las lenguas
y la cultura clásica o la literatura. Ofrecemos a los niños los mejores
cubiertos y la vajilla de lujo, pero les negamos la comida que alimenta el
entendimiento y el alma. Una persona puede ser perfectamente analfabeta con
cinco idiomas. ¿Para qué sirve ser bilingüe si no tienes nada que decir, nada
que aportar, nada que comunicar? ¿De qué te vale tener acceso a toda la
información de la Red y a todos los medios de comunicación globales si no sabes
distinguir lo bueno de lo malo, la verdad de la mentira; si no tienes nada que
aportar ni criterio propio respecto a nada?
Nuestros jóvenes fracasan en comprensión lectora porque ya no se lee a
Garcilaso, ni a Cervantes, ni a Fray Luis de León, ni a San Juan de la Cruz, ni
a Cela, ni a Baroja, ni a Unamuno, ni a Delibes ni a nadie. Un alumno de
bachillerato sale del instituto después de haber leído tres libros por curso,
en el mejor de los casos. ¿Cómo van a entender los jóvenes el valor de la
catedral de Burgos o el del Pórtico de la Gloria; o los cuadros del Museo de
Prado, si no saben nada de religión, ni de filosofía, ni de Historia del Arte,
ni de Historia de España; ni de mitología clásica ni de Historia Sagrada? Y con
la excusa de que los clásicos son aburridos, les hemos cambiado a Quevedo por
Blue Jeans; a Góngora, por J. K. Rowling; y a Lázaro de Tormes por los vampiros
de la saga de Crepúsculo. Y los resultados están a la vista de todos.
Eso sí: la educación afectivo sexual que reciben en las escuelas desde la más
tierna infancia les incita a explorar su cuerpo, a buscar frenéticamente el
placer, a experimentar y buscar su propia "identidad sexual", a
considerar normal y positiva todo tipo de relación sexual, al margen de
cualquier compromiso. Se trata de sentir y gozar, sin reprimirse en ningún
caso, porque si te reprimes te sientes mal. Y como los sentimientos son
pasajeros y fugaces, no cabe pensar en compromisos duraderos. Se fomenta así la
promiscuidad y el narcisismo: el derecho al propio placer, como si uno fuera el
ombligo del universo y sólo yo fuera lo importante. Al final, muchos jóvenes no
encuentran otro horizonte queponerse ciegos los fines de semana, buscar
relaciones fugaces sin otro contenido que la búsqueda desesperada del propio
placer y luego, la nada. Algunos son bilingües y la mayoría se pasa la vida delante
de la pantalla de un ordenador, twitteando chorradas o colgando fotos en
Facebook con posturitas insinuantes. En la "cultura del selfy",los
jóvenes buscan la alegría y la felicidad en el culto a la apariencia; en la
nada condensada en ciento cuarenta caracteres y una foto sexy con morritos.
Salir, beber y agobiarse por el aburrimiento, hasta que salga el último
cacharro tecnológico y por fin pueda ser feliz, si puedo comprarlo.
De una escuela laicista (sin Dios o tantas veces contra Dios) obtenemos
resultadoscontrastables: una formación mediocre (los datos son los datos) y
unos chicos orientados mayoritariamente (mal orientados o desorientados) hacia
el individualismo relativista; algunos hacia el marxismo leninismo - más o
menos teñido de ecologismo verde -; y unos pocos más violentos,hacia el
nihilismo ácrata antisistema. De la escuela sin Dios salen personas que no
creen en nada porque no hay nada en que creer, porque no hay ninguna verdad que
aprender; chicos sin rumbo porque no hay ningún camino que conduzca a ninguna
parte.
La escuela católica
Lamentablemente, los resultados de las escuelas de titularidad católica no
ofrecen resultados mucho más halagüeños, en términos generales. Tal vez, en
algunos casos, un mayor grado de formación; puede que algo más de disciplina en
las aulas y poco más.
Se habla mucho en los colegios católicos de "educación integral", que
es el eufemismo que se emplea para referirse a que también se atiende a los
aspectos espirituales o religiosos de los alumnos y que se note poco. Se hacen
referencia en sus proyectos educativos a la "educación en la interioridad
o en la transcendencia" para referirse a la educación religiosa, a las
actividades pastorales o a las catequesis de primera comunión o de confirmación
en aquellos colegios a los que el obispo les permite desarrollar ese tipo de
labor.
La "transcendencia" en la que muchos de los colegios católicos
españoles quieren educar a sus alumnos consiste en"suscitar vivencias que
lleven a la experiencia del Absoluto": pero en muchos casos (en demasiados
casos), ni media palabra de Jesucristo. Esa transcendencia puede referirse a
Buda, a Krishna, a Shiva, a Yahveh... Como dice un pintoresco personaje de una
popular serie de televisión, "algo hay: llámalo dios, llámalo energía, o
un principio cósmico; pero algo hay".
No digo yo que estas ocurrencias posmodernas y tan "new age" sean las
que se ofrecen en todos los colegios católicos. No. Hay ocurrencias peores. Y
también hay colegios católicos fieles al Evangelio, a la Tradición Apostólica y
al Magisterio de la Iglesia: lamentablemente, pocos. Cada vez menos.
Hay colegios confesionales en los que los alumnos van a misa al principio de
curso y al final (y gracias). La mayoría de los colegios católicos en poco (o
en nada) se diferencian de los institutos públicos o de los colegios laicos. De
muchos de nuestros colegios nominalmente católicos es más fácil que surjan
militantes de izquierda o de la derecha pagana y relativista que católicos
practicantes: mucha multiculturalidad, mucha solidaridad con los más pobres,
mucha tolerancia, mucha ONG, mucho respeto a la naturaleza y mucha
concienciación medioambiental; mucha preocupación por la justicia social,
muchas jornadas de la paz y la no violencia, mucho Gandhi... Y poco o nada de Jesucristo.
Se puede iniciar a los niños en la meditación para que lleguen a la experiencia
del absoluto, pero no se puede enseñar a los niños a rezar el rosario, ni se
les enseña a adorar al Santísimo, realmente presente en cuerpo, alma y
divinidad en la Hostia consagrada. Eso, no. Eso es oscurantismo medieval y
fomentar las supersticiones sin fundamento científico. Se puede ofrecer una
educación afectivo sexual liberal y progresista, pero no se habla del amor
auténtico - que no es sólo sentimiento, sino que integra también a la
inteligencia que toma decisiones y a la voluntad que compromete a la fidelidad
- con vocación de eternidad (o se habla muy poco), ni se puede enseñar el
verdadero sentido cristiano del sacramento del matrimonio, en el que Dios une "hasta
que las muerte los separe" a los esposos. Y cuando a algún obispo o a
algún cura se le ocurre predicar en un colegio la verdad de la Iglesia, se
monta un escándalo de padre y muy señor mío.
Dice el Diccionario de la Real Academia que la "piedad"
consiste en la "virtud que inspira, por el amor a Dios, tierna
devoción a las cosas santas; y, por el amor al prójimo, actos de amor y
compasión". Eso es lo que echo de menos en muchas de las escuelas
católica españolas: educación en la piedad. Nuestra misión como
centros educativos de la Iglesia es conducir ("educar" significa
conducir, guiar) a nuestros niños a Cristo. Nuestro deber es cuidar a los
niños, amarlos y guiarlos hacia el Único que puede hacerles realmente felices:
Cristo Jesús. Y para ello, hay que procurar que adquieran buenos hábitos
(virtudes) que expresen amor a Dios y al prójimo. Tenemos la obligación de
ponerlos ante el Señor para que hablen con Él, para que se dejen transformar
por Él, para que el único y verdadero Maestro les pueda llevar de la mano hacia
una vida plena. Todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos. Y lo
mejor que les podemos transmitir es una vida de fe, de oración, de vida
sacramental que los encamine hacia una vida santa en Cristo.
Si educáramos así a nuestros niños, con la ayuda de Dios, podríamos conseguir
una sociedad más justa, solidaria, fraterna. ¿Qué mejor vacuna contra la
corrupción, contra el adulterio, contra el aborto, contra la pobreza y el paro
que formar hombres y mujeres santos? Pero si seguimos educando en la ideología
al margen de Dios, seguiremos fracasando. No nos avergoncemos de profesar
nuestra fe en Cristo Resucitado. No adulteremos la educación católica ni demos
gato por liebre. Nosotros solos no podemos cambiar el mundo por muchas campañas
que pongamos en marcha. ¿Están mal las campañas solidarias? No. Están muy bien.
Pero no basta. Lo más importante es que Cristo sea el Señor de nuestras vidas.
No seamos soberbios: no nos creamos todopoderosos. No somos Dios. Somos muy
poca cosa. El único que puede cambiar el corazón del hombre es Cristo. Y en la
medida en que nosotros seamos santos, en que seamos de Cristo y dóciles a su
voluntad, el mundo será mejor, más justo, más habitable, más fraterno. No por
mérito de nuestras obras, sino por mérito de Dios. Seamos humildes servidores
de Dios y así serviremos al prójimo y seremos capaces de amar como Él nos ama.
La verdadera revolución que cambió definitivamente la historia fue la
resurrección del Señor. Él derrotó al pecado, al mal, a la muerte y nos abrió
las puertas de la esperanza que no falla.
Pero para transmitir la esperanza y la fe en Jesucristo, los primeros que
tenemos que predicar con nuestra vida y con nuestra palabra somos los maestros
y educadores católicos. Nadie da lo que no tiene. Un claustro de un colegio
católico debería constituirse como una comunidad de fe al servicio de los niños
y de sus familias; una comunidad reunida en torno a Cristo, que reza, adora y
celebra en comunión con la Iglesia. Entonces lo de menos será la clase de
religión. Todos evangelizaremos, todos anunciaremos al Señor y conduciremos a
los alumnos a Cristo. La ciencia, el arte, la historia, la música, la
filosofía, las matemáticas... Todo conduce a la Verdad, a la Belleza y al Bien;
todo conduce a nuestro Señor Jesucristo, camino, verdad y vida.
Queremos que de nuestras escuelas católicas salgan personas buenas, bien
formadas, virtuosas y comprometidas con los más necesitados y con la justicia
social. Necesitamos formar hombres y mujeres piadosos, contemplativos en la
acción; hombres y mujeres que recen y trabajen por el Reinado de Dios; personas
honorables y honradas que sepan adorar a Dios y servir al bien común; con
principios sólidos y carácter bien forjado, que desarrollen al máximo sus
cualidades para ponerlas al servicio de los demás.Necesitamos educar hombres y
mujeres virtuosos que sean testigos de la Verdad en medio de un mundo
desnortado lleno de personas que vagan sin rumbo como zombis en busca de algo
que dé sentido a su vida. La felicidad no consiste en disfrutar de más placeres
y mayor bienestar. No estamos condenados al sufrimiento, al sinsentido y a la
nada: estamos llamados a una vida en plenitud. La felicidad auténtica consiste
en amar y en saberse amados; en buscar incansablemente la Verdad. Y nuestra
Verdad es la verdad del Amor: nuestra Verdad es Cristo. Dejemos que nuestros
niños se acerquen a Él. Y el Señor hará el resto.
Autor: Pedro Luis Llera
Vázquez
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