Un silencio gracias al cual san José, al unísono con
María, guarda la palabra de Dios, conocida a través de las sagradas Escrituras.
Autor: SS Benedicto XVI | Fuente: Catholic.net
En estos últimos días del Adviento, la
liturgia nos invita a contemplar de modo especial a la Virgen María y a san
José, que vivieron con intensidad única el tiempo de la espera y de la
preparación del nacimiento de Jesús. Hoy deseo dirigir mi mirada a la figura de
san José. (......)
Desde luego, la función de san José no puede reducirse a un aspecto legal. Es
modelo del hombre "justo" (Mt 1, 19), que en perfecta sintonía con su
esposa acoge al Hijo de Dios hecho hombre y vela por su crecimiento humano. Por
eso, en los días que preceden a la Navidad, es muy oportuno entablar una
especie de coloquio espiritual con san José, para que él nos ayude a vivir en
plenitud este gran misterio de la fe.
El amado Papa Juan Pablo II, que era muy devoto de san José, nos ha dejado una
admirable meditación dedicada a él en la exhortación apostólica Redemptoris
Custos, "Custodio del Redentor". Entre los muchos aspectos que pone
de relieve, pondera en especial el silencio de san José. Su silencio estaba
impregnado de contemplación del misterio de Dios, con una actitud de total
disponibilidad a la voluntad divina. En otras palabras, el silencio de san José
no manifiesta un vacío interior, sino, al contrario, la plenitud de fe que
lleva en su corazón y que guía todos sus pensamientos y todos sus actos.
Un silencio gracias al cual san José, al unísono con María, guarda la palabra
de Dios, conocida a través de las sagradas Escrituras, confrontándola
continuamente con los acontecimientos de la vida de Jesús; un silencio
entretejido de oración constante, oración de bendición del Señor, de adoración
de su santísima voluntad y de confianza sin reservas en su providencia.
No se exagera si se piensa que, precisamente de su "padre" José,
Jesús aprendió, en el plano humano, la fuerte interioridad que es presupuesto
de la auténtica justicia, la "justicia superior", que él un día
enseñará a sus discípulos (cf. Mt 5, 20).
Dejémonos "contagiar" por el silencio de san José. Nos es muy
necesario, en un mundo a menudo demasiado ruidoso, que no favorece el
recogimiento y la escucha de la voz de Dios. En este tiempo de preparación para
la Navidad cultivemos el recogimiento interior, para acoger y tener siempre a
Jesús en nuestra vida.
Meditación del Ángelus. Domingo 18 de diciembre de 2005
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