Jesús nos espera en
este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo.
Juan
Pablo II decía que "la Eucaristía es el más grande don que Cristo ha ofrecido
y ofrece permanentemente a la Iglesia" (3 1-10-82). Es el "tesoro más
precioso" (MF 1). En la celebración eucarística, "por la consagración
del pan y del vino, se opera el cambio de toda la sustancia del pan en la
sustancia del Cuerpo de Cristo Nuestro Señor y de toda la sustancia de vino en
la sustancia de su Sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y
apropiadamente a este cambio transustanciación" (Cat 1376). De ahí que, en
la Eucaristía, bajo las apariencias de pan y vino se hace presente una nueva
realidad: Jesús, vivo y resucitado. "Esto quiere decir que, después de la
consagración, no queda ya nada del pan y del vino, sino solas las especies;
bajo las cuales esta presente, todo e íntegro, Cristo en su realidad física,
aun corporalmente presente, aunque no del mismo modo como están los cuerpos en
un lugar" (MF 5).
"La Iglesia enseña y confiesa claramente y sin rodeos que en el venerable
sacramento de la santa Eucaristía, después de la consagración del pan y del
vino, se contiene verdadera, real y sustancialmente Nuestro Señor Jesucristo,
bajo la apariencia de esas cosas sensibles" (Trento, Denz 1636). En este
sacramento está "Cristo mismo, vivo y glorioso.., con su Cuerpo, sangre,
alma y divinidad" (Cat 1413). Esta presencia real de Cristo en la
Eucaristía "se llama real, no por exclusión, como si las otras presencias
no fueran reales, sino por antonomasia, ya que es sustancial, pues por ella
ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro" (MF
5). Y está presente "no de una manera transitoria, sino que permanece en
las hostias, que se conservan después de la consagración, como pan bajado del
cielo, absolutamente digno, bajo el velo del sacramento, de honores divinos y
de adoración" (Pablo VI en Burdeos 12-4-66).
Por eso, el sagrario, donde está Jesús, "debe estar colocado en un lugar
particularmente digno de la Iglesia y debe estar construido de tal forma que
subraye y manifieste la verdad de la presencia real de Cristo en el santo
sacramento" (Cat 1379).
"La Eucaristía es la fuente y cima de toda la vida cristiana... La sagrada
Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir
Cristo mismo" (Cat 1324). Por eso, "para que la Iglesia pueda
desarrollarse, es preciso poner de relieve el carácter central de la
Eucaristía, en virtud de la cual y alrededor de la cual, la comunidad se forma,
vive y llega a su madurez" (carta aprobada por Juan Pablo II 1-10-89).
Según el ritual de la Eucaristía fuera de la misa: "La celebración de la
Eucaristía es el centro de toda la vida cristiana y el manantial y la meta del
culto que se brinda a Dios" (N° 1 y 2).
"La Eucaristía es el centro de la comunidad parroquial. Permaneciendo en
silencio ante el Santísimo Sacramento es a Cristo, total y realmente presente, a
quien encontramos, a quien adoramos y con quien estamos en relación. La fe y el
amor nos llevan a reconocerlo bajo las especies de pan y de vino al Señor
Jesús... Es importante conversar con Cristo. El misterio eucarístico es la
fuente, el centro y la cumbre de la actividad espiritual de la Iglesia. Por
eso, exhorto a todos a visitar regularmente a Cristo presente en el Santísimo
Sacramento del altar pues todos estamos llamados a permanecer de manera
continua en su presencia. La Eucaristía está en el centro de la vida
cristiana... Recomiendo a los sacerdotes, religiosos y religiosas, al igual que
a los laicos, que prosigan e intensifiquen sus esfuerzos para enseñar a las
generaciones jóvenes el sentido y el valor de la adoración y el amor a Cristo
Eucaristía" (Juan Pablo II, 28-5-96).
La Eucaristía debe ser también el centro, especialmente, de cada casa de
religiosos. Dice el canon 608: "Cada casa ha de tener al menos un
oratorio, en el que se celebre y esté reservada la Eucaristía y sea
verdaderamente el centro de la Comunidad". "Y en la medida de lo
posible, sus miembros participarán cada día en el sacrificio eucarístico,
recibirán el Cuerpo Santísimo de Cristo y adorarán al Señor presenté en este
sacramenta" (Canon 663). La Eucaristía es la perla preciosa, el tesoro
escondido de que habla el Evangelio.
¿Que más podemos decir, si tenemos entre nosotros tan cerquita al propio Dios
en persona, al mismo Jesús de Nazaret? Por eso, en la plegaria N° 1 de la misa,
pedimos que "cuantos recibimos el cuerpo y la sangre de tu Hijo, seamos
colmados de gracia y bendición".
Hagamos de nuestra vida, una vida eucarística, es decir, agradecida, pues
Eucaristía significa acción de gracias. Allí está Jesús, irradiando rayos
luminosos de amor, que, aunque invisibles, no por ella son menos reales y
eficaces.
La Eucaristía no es un trozo del árbol de la cruz, donde clavaron a Jesús, sino
Cristo mismo. No son sus escritos personales, sino su misma persona, no es su
fotografía o su imagen, sino El mismo, vivo y resucitado con su corazón
palpitante. En la Eucaristía no tenemos sólo el recuerdo, las ropas o la corona
de espinas, sino su propio Corazón traspasado, su propia cabeza, su propio
cuerpo. Es Jesús, nuestro amigo y Salvador.
Por eso, la Eucaristía es el punto de apoyo que mueve el mundo, como diría
Arquímedes. Y nosotros necesitamos de este punto de apoyo para mover nuestras
almas a la santidad. La Eucaristía es el centro de energía espiritual del
catolicismo, es como una central eléctrica o atómica del espíritu. ¿Por qué no
aprovechar tanta energía que tenemos a disposición? Decía un hermano separado:
yo no creo en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, pero, si creyera,
me pasaría la vida de rodillas. Y tú ¿qué haces? ¿Qué importancia tiene la
Eucaristía en tu vida? Se necesitaría toda una vida para prepararse a recibir
la comunión y toda una vida para dar gracias. Y, sin embargo, comulgamos con
tanta tranquilidad que parece indiferencia.
"La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico,
Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a
encontrarlo en la adoración... No cese nunca nuestra adoración" (Cat
1380).
¡Oh Jesús, gracias por la misa de todos los días! ¡Gracias por el regalo
inmerecido de ser católico y poder conocerte y amarte en este sacramento del
amor!
Fragmento del Libro
"Jesús Eucaristía, el Amigo que siempre te espera".
Autor: P. Angel Peña O.A.R.
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