Orar es una exigencia– especialmente en este mundo tan lleno de ruido. Cuando somos honestos con nosotros mismos, reconocemos que no siempre es fácil escuchar la voz de Dios, conectarnos con Dios. Por eso necesitamos buscar constantemente nuevas formas de hacerlo. Tal como nos lo recuerda el Catecismo (n. 2726), la oración es un «combate», pero es un combate que siempre podremos ganar, si tan sólo seguimos luchando. Jesús lo prometió así: «Buscad y hallaréis» (Mateo 7,7).
Hace poco, el Papa Benedicto habló sobre un lugar al que podemos ir para encontrar a Dios, para ayudarnos en nuestra vida de oración. Este lugar ha sido el eje central –de manera por demás dramática- en mi propio camino espiritual. Pareciera como si el Santo Padre hablara desde su corazón cuando animaba a todos los católicos a regresar a este lugar cuando estuvieran haciendo el esfuerzo de encontrar a Dios en la oración. Esto es lo que dijo:
"Durante este período, más de una vez he llamado la atención sobre la necesidad que tiene todo cristiano de encontrar tiempo para Dios, para la oración, en medio de las numerosas ocupaciones de nuestras jornadas. El Señor mismo nos ofrece muchas ocasiones para que nos acordemos de él. Hoy quiero reflexionar brevemente sobre uno de estos canales que pueden llevarnos a Dios y ser también una ayuda en el encuentro con él: es la vía de las expresiones artísticas, parte de la «via pulchritudinis» —«la vía de la belleza»— de la cual he hablado en otras ocasiones y que el hombre de hoy debería recuperar en su significado más profundo... Queridos amigos, os invito a redescubrir la importancia de este camino también para la oración, para nuestra relación viva con Dios. "(Catequesis del miércoles, agosto 31, 2011).
Yo no crecí católico, de hecho, crecí sin religión alguna. Después, siendo joven me hice cristiano evangélico, me empape de profundos prejuicios contra la fe católica y, sin embargo, Dios me había creado para ser sacerdote. ¿Cómo pude escuchar ese llamado a través de las gruesas paredes de mi anti-catolicismo? No podía, pero Dios encontró un camino que evadió a esas paredes, fue «el camino de la belleza». Durante mis años de vida universitaria, los estudios de historia e historia del arte se convirtieron en un camino de profunda oración para mí, a pesar que eso no era lo que yo esperaba. Me enamoré de la Iglesia (la causa de toda vocación sacerdotal) sólo después haberme enamorado del arte, la arquitectura y la cultura católica. El arte fue el «Caballo de Troya» que Dios utilizó para invadir y conquistar mi corazón.
Quisiera responder a la invitación del Papa de «redescubrir la importancia de este camino de oración» y con la gracia de Dios, ayudarte también a ti a hacerlo. En algunas de los próximas meditaciones, trataré de enviar algunas reflexiones espirituales breves sobre las grandes obras del arte católico. En lugar de reflexiones académicas, trataré de hacer de ellas puentes de oración hacia un nuevo lugar donde podamos encontrar al Dios que nos tiene «en las palmas de sus manos tatuados » (Isaías 49,16), ya que ésa ha sido mi propia experiencia. Espero y ruego para que estas reflexiones no se sumen al ruido del mundo, sino que ayuden a abrir un camino que nos aleje de él y nos lleven hacia el abrazo tranquilo de Dios.
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