Meditaciones del Rosario. Segundo Misterio de la Luz.
Jesús en las Bodas de Caná.
Presencia de Jesús y María en los acontecimientos humanos:
una boda. Hay que invitarlos a todas las cosas de nuestra vida, seguros de que
accederán con gusto. Su presencia transforma las realidades humanas, las
alegres y las tristes, en acontecimientos santificadores. Sufrir en su compañía
es muy distinto que sufrir solos.
Ellos dan la fuerza y el ejemplo para llevar la propia cruz con amor y alegría.
También quieren participar en nuestras alegrías. Porque la alegría es
cristiana, es fruto maduro del misterio pascual. Si, según Santa Teresa,”un
santo triste es un triste santo”, quiere decir que el cristiano tiene el
derecho y el deber de ser un irradiador de alegría. Si Jesús inventó la
religión del amor, inventó por lo mismo la religión de los hombres y mujeres
más felices. Es la paradoja del cristianismo: Los santos -los mejores
cristianos- son los que más han sufrido y también los más felices. “Con la
amistad de Cristo, con su presencia, he sido y soy inmensamente feliz, cargando
la cruz que Él ha querido darme ...” María adelanta los milagros. Y Jesús
condesciende con mucho gusto. Jesús abre el corazón de sus discípulos a la fe,
obrando su primer milagro, gracias a la intervención de María.
Todos los que quieran ser apóstoles de Jesús, deben aprender a amar a María,
para ser eficaces en su labor de salvación de los hombres. En la salvación de
los hijos, debe intervenir la presencia de la Madre, por voluntad del Redentor.
El rosario que reza el sacerdote habla muy bien de él. Cuantas veces al Papa se
le ve con el rosario entre los dedos. El sacerdote que invoca frecuentemente a
María, que predica con entusiasmo sobre Ella a los fieles, tiene garantizado el
éxito apostólico. No se puede decir lo mismo del ministro -quizás celoso y
trabajador- que no tiene tiempo de rezar el rosario y que demuestra hacia su
Madre una superficial adhesión. “Totus tuus” fue lema elegido amorosamente por
Juan Pablo II. Pero, aunque no esté esculpido en un escudo, cada sacerdote debe
hacerlo propio. La importancia de María para llegar a Jesús: La devoción a
María es señal de predestinación.
Dios no permitirá que un alma que ame a María no se salve. El amor a María es
un elemento muy específico y gratificante de la religión cristiana. La devoción
a María otorga al cristianismo una ternura, una finura y delicadeza
extraordinaria. La necesidad que en el orden humano experimentan de una mamá
todos los seres humanos, no es menos requerida en el orden del espíritu, Y
Dios, que quiso darnos una madre de la tierra para las necesidades materiales,
tuvo la buena idea de regalarnos una Madre para las necesidades del espíritu.
El huérfano de madre lo demuestra, el huérfano de madre en el espíritu lo acusa
también. María no es un estorbo para llegar a Jesús, al contrario, es el camino
más corto y maravilloso para llegar al Mediador. Esta es la voluntad del mismo
Mediador, Jesucristo. Jesús mismo que quiso tener una madre, no ha querido
privarnos a nosotros de ella, Más aun, la misma madre suya nos la regaló a
nosotros, Con ello no sólo nos ha dado una madre, sino la mejor de todas. El
agua convertida en vino: Vida triste convertida en vida feliz; mediocridad en
santidad; esterilidad en apostolado fecundo. “En tu nombre echaré la red”, dijo
Pedro a Jesús. También podemos decir nosotros: “En tu nombre, María, echaremos
la red”. Jesús no es celoso, y llenará también nuestras redes de peces. Sin
duda que el vino mejor del mundo se bebió en Caná, como lo atestigua el
mayordomo de la fiesta.
Cuantas veces nuestra triste vida se nutre de vinagre, de vino de poca calidad
o tiene que conformarse con simple agua. María puede pedir Jesús que convierta
esa pobre agua en dulce vino que nos dé gusto y fuerzas para el camino de la
vida. “Haced lo que Él os diga”. Siempre nos guía a Él, nos invita a obedecerle,
a seguirle, a imitarle. Y los discípulos creyeron en Él, por María. Cuando la
presencia de María en la vida de un apóstol es constante, ese apóstol tiene la
bendición y el beneplácito de Dios. María nunca se cree ni se nombra Maestra,
sino discípula; la mejor de todas. Es la que conoce como nadie la religión del
amor y quien la ha vivido mejor que ningún cristiano. Por eso puede enseñar a
sus hijos lo que Ella sabe. Jesús dijo “ Yo soy el camino, la verdad y la
vida”, María podría decirnos. “Yo soy la caminante más decidida, la seguidora
de la verdad, la distribuidora de la vida”. Ella nos dice:”Hagan lo que Él les
diga”. Él nos dice: “Hagan lo que Ella les diga”
Autor: P. Mariano de Blas LC.
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