"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

lunes, 25 de noviembre de 2013

El Papa cierra el Año de la Fe que inició Benedicto XVI

·         60.000 peregrinos abarrotaron la plaza de San Pedro

·         «Cristo es el centro de la creación, del pueblo y de la historia», recordó durante la homilía

Darío Menor. Corresponsal en la Santa Sede. Efe
Si el creyente quiere serlo de verdad, debe «reconocer y acoger la centralidad de Jesucristo» en todas las facetas de su vida, «en sus pensamientos, en sus palabras y en sus obras». Ése fue el mensaje principal que dejó el Papa Francisco a los más de 60.000 fieles que participaron ayer en la solemne misa celebrada en la plaza de San Pedro, a pesar del frío y la amenaza de lluvia. Este acto puso fin al Año de la Fe. El Pontífice comenzó su homilía acordándose del ya Papa emérito Benedicto XVI, que fue quien promovió esta iniciativa, mostrándole su «afecto y reconocimiento por este regalo que nos ha hecho».
«Nos ha ofrecido la oportunidad de redescubrir la belleza de este camino de fe que comenzó en el día de nuestro bautizo, que nos hizo hijos de Dios y hermanos en la Iglesia. Un camino que tiene como meta final el encuentro pleno con Dios, y durante el cual el Espíritu Santo nos purifica, nos eleva, nos santifica, para hacernos entrar en la felicidad que anhela nuestro corazón», comentó el Pontífice, explicando así el objetivo principal del Año de la Fe. Con él concelebraron la Eucaristía más de 1.200 cardenales, obispos y sacerdotes. Entre ellos se encontraban los patriarcas y arzobispos mayores de las Iglesias católicas orientales, para los que el Pontífice tuvo unas palabras de cariño.
Además de ofrecerles un saludo «cordial y fraterno», destacó que el intercambio de la paz con ellos durante la ceremonia simbolizaba sobre todo «el reconocimiento del obispo de Roma hacia estas comunidades, que han confesado el nombre de Cristo con una fidelidad ejemplar, pagando con frecuencia un alto precio». En su recuerdo a los cristianos orientales, manifestó su deseo de que aquellos que viven «en Tierra Santa, en Siria» y en toda la región consigan «el don de la paz y de la concordia».
En su homilía, en la que nuevamente volvió a improvisar y a sorprender a los asistentes con su lenguaje coloquial, Francisco insistió en que Cristo es «el centro de la creación, del pueblo y de la historia» y advirtió que, cuando se pierde este concepto poniendo «cualquier otra cosa» en lugar de Jesús, se producen sólo «daños, tanto para el ambiente que nos rodea como para el hombre mismo». Ayer se celebraba la solemnidad de Cristo Rey y el Santo Padre recordó por ello la búsqueda que hizo el pueblo de Israel para encontrar la figura ideal de rey. «Estos hombres buscaban a Dios mismo: un Dios que fuera cercano, que aceptara acompañar al hombre en su camino, que se hiciese hermano suyo». Ese «hermano» que buscaban es Cristo, «alrededor del cual se constituye el pueblo, que cuida de su pueblo, de todos nosotros, a precio de su vida. En él somos uno; unidos a él, participamos de un solo camino, un solo destino».
Acabó el Papa Francisco su homilía incidiendo en la lectura evangélica sobre el buen ladrón. La promesa que Jesús le hizo cuando estaba crucificado significa una esperanza para todos los católicos. «Hoy todos podemos pensar en nuestra historia, en nuestro camino. Cada uno tiene el suyo: cada uno tiene sus errores, sus pecados, sus momentos felices y sus momentos oscuros». Les pidió luego el Sumo Pontífice a los presentes que se dirigieran a Jesús asumiendo su condición de pecadores y pidiéndole que se acordara de ellos. «La promesa de Jesús al buen ladrón nos da una gran esperanza: nos dice que la gracia de Dios es siempre más abundante que la plegaria que se le ha pedido. El Señor siempre da más de lo que se le pide, es muy generoso», aseguró Francisco.
Por otro lado, la Santa Sede realizó una colecta a favor de la población filipina afectada por el tifón. Así, según indicó el presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, Rino Fisichella, esta colecta de dinero se realiza «como signo de participación concreta y solidaria con quienes comparten la misma fe y están en situaciones de necesidad extrema». Para Fisichella se trata de una «contribución de los peregrinos por el Año de la Fe a tantos hermanos y hermanas que han sido tocados por esta calamidad y están en situaciones de profunda necesidad». Además, apuntó que el Papa Francisco ha repetido durante los primeros meses de su pontificado que la importancia de «vivir la fe tocando la ''carne'' de Cristo en los pobres y en los que sufren».
Después de la misa, el Papa dirigió la oración del Ángelus. En su alocución previa a la oración mariana hizo un reconocimiento a la labor de los misioneros y se acordó de Junípero Serra, el misionero franciscano español de cuya muerte se celebra el tercer aniversario. «Nuestro reconocimiento a los misioneros que durante los siglos han anunciado el Evangelio y esparcido la semilla de la fe en tantas partes del mundo», dijo el Papa. Además, dio las gracias a los impulsores del Año de la Fe. En particular, citó al arzobispo Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, el dicasterio vaticano que ha organizado las actividades de esta iniciativa. «Le doy las gracias de corazón a usted y a todos sus colaboradores. ¡Muchas gracias!».
Las reliquias de San Pedro, expuestas por primera vez
Por primera vez las reliquias de San Pedro fueron expuestas durante una ceremonia ante decenas de miles de fieles que otro domingo más abarrotaban la plaza de San Pedro del Vaticano. Era un gesto con el que la Santa Sede subrayaba la importancia de la misa de ayer, con la que concluía el Año de la Fe, proclamado por el ya Papa emérito Benedicto XVI y continuado por Francisco. De hecho, en un momento de la Eucaristía, mientras se rezaba el credo, el Papa Francisco tomó en sus manos la urna de bronce en la que se guardaban los huesos que pertenecerían al Apóstol Pedro. En la caja podía leerse la siguiente inscripción en latín: «Huesos hallados en el hipogeo de la Basílica Vaticana, que se considera que son del beato Pedro Apóstol». La exhibición de las reliquias, anunciada por el arzobispo Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, ha reabierto el debate sobre si los restos que contiene la urna son o no los del apóstol. Fisichella no quiso entrar en polémicas y aseveró que lo importante era que «habían sido reconocidos por la tradición católica». El relicario se conserva desde 1971 en la capilla privada del Papa, dentro del apartamento pontificio. Los huesos fueron hallados en 1950 en unas excavaciones bajo la basílica vaticana comenzadas en 1939. Tras 30 años de investigaciones, en 1968 el Papa Pablo VI indicó que estos restos óseos eran considerados las reliquias del Apóstol Pedro.
El detalle
Un español entre las 36 personas que recibieron el «Evangelii gaudium»
En la parte final de la Eucaristía, el Papa entregó una copia de su exhortación apostólica «Evangelii gaudium» («La alegría del Evangelio») a 36 representantes de los 1.300 millones de católicos. Había un obispo, un sacerdote, un diácono, religiosos, catequistas, una familia, miembros de movi-mientos, artistas... Y finalmente, también dos periodistas, uno de ellos español. Se trata de Javier Martínez-Brocal, director de la agencia de noticias para televisión Rome Reports, galardonada con el premio ¡Bravo! que otorga la Conferencia Episcopal Española en 2010. El contenido de la exhortación apostólica no se hará público hasta mañana, cuando la Santa Sede presentará el texto.

domingo, 24 de noviembre de 2013

¡Qué grande es Nuestro Señor Jesucristo!

Durante su vida en la tierra, aunque era el Hijo de Dios, Cristo vivió en humildad, se hizo todo para todos a fin de salvarnos.

¡El próximo domingo celebramos la gran fiesta de Cristo Rey!

Jesucristo ha sido constituido el centro del universo. Todo fue creado por Él y para Él, todo se mantiene en Él, y Jesucristo será el único Soberano de todas las cosas en los siglos eternos. ¡Qué grande es Nuestro Señor Jesucristo, y qué orgullosos estamos nosotros de su gloria!

Durante su vida en la tierra, aunque era el Hijo de Dios, Jesucristo vivió en humildad, se hizo todo para todos a fin de salvarnos a todos, y sólo a partir de su resurrección aparece en todo el esplendor de su grandeza. Sin embargo, aún no se ha manifestado toda la gloria suya. Hemos de esperar al fin, cuando vuelva a dar la mano definitiva al mundo y a cerrar la historia de todas las cosas. Sólo entonces veremos sometidos a Jesucristo los seres todos del cielo y de la tierra, y celebraremos su Reino que no tendrá fin.

Todo esto es muy bonito. Todo esto, entusiasma. Pero, ¿nos damos cuenta de lo que nos exige?...

En la revolución mexicana, que cubrió de mártires nuestra América, un joven de veintitrés años abandona su magnífico puesto en el Banco Internacional de México y se enrola en las filas de los católicos que luchaban por defender la Religión perseguida. Una bala perdida le atraviesa las dos piernas, pierde el sentido, cae prisionero, y, recobrado el conocimiento, le pregunta el coronel:
- ¿De qué partido es usted?
- Soy un defensor de Cristo Rey.
- ¿Qué grado tiene?
- Capitán primero.
- ¿Se rinde?
- No, no me rindo.
- Deme su revolver.
- Tómelo, y máteme si quiere. Pero antes déjeme gritar: ¡Viva Cristo Rey!
El coronel disparó el arma, le destrozó al valiente muchacho la cabeza con las balas, y con aquellos disparos le abría las puertas del Cielo, el Reino glorioso de Jesucristo.

Como este joven mártir, nosotros, bien penetrados de la fe cristiana, miramos en Jesucristo al Soberano que dicta leyes, al Jefe que gobierna, al Juez que pedirá cuentas. Y nos rendimos ante Jesucristo.

Con la mentalidad democrática que rige nuestros pueblos, nos cuesta aceptar un jefe absoluto, al que llamamos dictador; no nos sometemos a nadie sino al pueblo soberano, como decimos; y jamás aceptaríamos una justicia que no se rigiera por las normas que nosotros mismos le hemos impuesto. Así es nuestra democracia, así pensamos, y esto es lo único que aceptamos.
Pero ante Jesucristo hemos de cambiar de parecer.

Jesucristo no es un dictador que oprima a nadie ni un hombre sin corazón. Es un Soberano lleno de amor que no busca sino nuestra salvación.

Pero el único legislador es Jesucristo, y no una asamblea constituyente, con diputados elegidos por nosotros.

El único que manda es Jesucristo, porque es el Señor.

El que tendrá la última palabra es Jesucristo, porque ha sido constituido Juez de vivos y muertos.

Ante este Jesucristo nos jugamos la vida.
Aceptar a Jesucristo es aceptar su Persona, su doctrina y sus mandatos.

Por desgracia, no todos aceptan a Jesucristo de manara incondicional. Son muchos los que lo rechazan. No admiten a nadie que esté sobre sus cabezas. No quieren a ninguno que les venga a fastidiar la vida de placer a que se entregan...

El orgullo y la sensualidad son los dos grandes enemigos de Cristo.

Sin embargo, Jesucristo se ofrece y actúa como Salvador antes que ejercer sus poderes de Juez.
Ha dejado su Iglesia en el mundo como signo del Reino y encargada de llevar adelante el Reino de Dios hasta que Jesucristo vuelva. Y aquí, en la Iglesia y su Vicario el Papa, es donde tropiezan también muchos. Al aceptar a Jesucristo en su Persona y no en sus representantes ni en su Iglesia, vienen a rechazar al mismo Jesucristo, que dijo:
- Id y enseñad... Con vosotros estoy... Quien os acoge a vosotros me acoge a mí, y quien a vosotros rechaza me rechaza a mi y al Padre que me envió.

Cuando nosotros hablamos así de Jesucristo y salimos con energía por sus derechos, podemos dar la sensación de que nosotros somos más rigurosos que el mismo Jesucristo. Pero esto es una equivocación completa. Jesucristo no es nada riguroso, porque es Rey de amor y Rey de paz.

Nuestra lengua puede subir un poco el tono, pero tampoco somos rigurosos. Lo que nos pasa es que nos duele, como le dolía a Pablo, el ver que hombres, hermanos nuestros, rehusan someterse a Jesucristo, porque con ello hasta pueden poner en peligro su salvación. Y este miedo nos hace cambiar un poquito la voz...

Nosotros, creyentes, no ponemos condiciones a Jesucristo. Que mande. Que pida. Que nos gobierne por su Iglesia. No nos pide que dejemos el puesto en el Banco ni que entreguemos la pistola al enemigo para que nos abra la cabeza. Pero nos pide el amor del corazón, y se lo damos entero. Nos pide la obediencia a su Iglesia, y no nos ponemos a discutir. Y así, tranquilos, esperamos su venida, y hasta le pedimos que la acelere, pues estamos impacientes de encontrarnos con Él: ¡Ven, Señor Jesús!... .

Salvador Gurtiérrez de Mora, 19-Mayo-1927.

Autor: Pedro García, misionero claretiano

sábado, 23 de noviembre de 2013

La Iglesia, con las cuentas claras

·         Balance de la Asamblea Plenaria del Episcopado
·         «La credibilidad nos va en la transparencia económica», aseguró ayer el secretario general al presentar los presupuestos de la Conferencia Episcopal
Transparencia en los presupuestos, en la acción. Es el mensaje que lanzó ayer en su segunda comparecencia, el nuevo secretario general de la Conferencia Episcopal, José María Gil Tamayo, acompañado del vicesecretario de Asuntos Económicos, Fernando Jiménez Barriocanal, al presentar los presupuestos del Episcopado para el próximo año. Es uno de los acuerdos adoptados por la CII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, reunida desde el lunes hasta ayer. Así, aunque no se disponen todavía de los datos sobre la última campaña de la declaración de la Renta, los obispos confían y trabajan sobre la hipótesis de que la Iglesia recibirá la misma cantidad del año anterior. Con este punto de partida, el Fondo Común Interdiocesano estará dotado con 231,6 millones, la misma cantidad que este año, mientras que el presupuesto de la CEE será de 4,4 millones, un 1,5 por ciento más que en 2013.
«Hay un deber de transparencia y claridad», relató Gil Tamayo, que subrayó como «la credibilidad nos va en este asunto». Así, recordó que «la Iglesia está en clave de autofinanciación, no vive del Estado. Lo hace por intermediación de la Administración Pública, pero se somete a un referéndum anual», explicó en relación a la decisión de los ciudadanos de marcar la cruz de la Iglesia en su declaración de la renta.
Preguntado por si desde el Gobierno les ha comunicado ya la inclusión de la Iglesia en la futura Ley de Transparencia, Jiménez Barriocanal señaló que «no es un tema que se esté tratando en las relaciones que mantienen los técnicos de Hacienda y los de la Conferencia Episcopal». Acto seguido, dijo que «nosotros vamos a hacer lo que se nos diga, pero ya estamos avanzando en esa línea. Se habla de presentar los presupuestos, una memoria de actividades, someter a revisión estas actividades».
Poco antes, en declaraciones a Radio Nacional, Gil Tamayo pidió que «el PSOE y otros partidos del espectro político expresen sus ideas y cumplan sus programas pero dejen de usar a la Iglesia como bandera para distraer de asuntos que son graves e importantes». En esta línea, ha pedido que «los experimentos se hagan con gaseosa y no con las cosas que van bien» en referencia a la intención del Partido Socialista de modificar los acuerdos del Estado con la Santa Sede. «España lleva una trayectoria democrática lo suficientemente amplia y los acuerdos que fueron firmados después de la Constitución y ratificados por el Congreso están dando resultados», aseguró.
«El inmigrante no es un peligro»
Asignatura de Religión
Gil Tamayo justificó la presencia de la asignatura de Religión en el aula desde «el derecho esencial de los padres a educar a sus hijos conforme a sus convicciones en el marco escolar».
Cuchillas en la valla de Melilla
Preguntado por la instalación de las cuchillas en la valla de Melilla, el secretario se confesó hijo de inmigrantes en Alemania, y destacó que «esa no es la manera, habrá que regular desde el respeto básico y esencial a la vida. El inmigrante no es un peligro. Nosotros no podemos estar en una cultura del descarte».
El aborto
En relación a la reforma del aborto, se mostró partidario de «desclericalizar las cosas» y tomar la defensa de la vida como un derecho humano.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Con María, el día de su presentación en el Templo

Este día, ayer, la Santa Iglesia festejaba el día en que, pequeñita, María fue presentada en el Templo. 

Al meditar sobre tu vida, Madre querida, nos queda siempre en el alma alguna enseñanza, un prudente consejo, un camino...

Hoy, 21 de noviembre, la Santa Iglesia festeja el día en que, pequeñita, fuiste presentada en el Templo.

Por más que intento, Madrecita, no puede descubrir mi corazón una enseñanza en esta parte de tu vida. Me quedo en oración. Acabo de recibir a tu Hijo bajo la apariencia de pan. Así, mi corazón hecho pregunta se postra ante ti.

Enséñame, Madre...

Me abrazas el alma y siento que te acompaño en tan hermoso día.

Vas llegando al Templo de la mano de tus padres. La mano de Joaquín te llena de fuerza y confianza. La de Ana te sostiene un equipaje de amor, besos y abrazos para que te acompañe en el viaje trascendental que emprendes.

Con tu inocencia, jamás perdida, y tu ternura, exquisitamente multiplicada en años venideros, vas acercándote al lugar del que tanto te han hablado y vas aprendiendo a abrazarte al Dios eterno que conociste de la boca de tus amados padres.

Por estas cosas de la imaginación una María mamá, tal como me la recuerda la imagen de la Parroquia, me acompaña a descubrir a una María niña.

Vamos subiendo las escalinatas... Al llegar al último escalón distingo, a una prudente distancia un personaje conocido...

¡ Madre! ¿Acaso esa mujer que está allí, observando de lejos es... ?

-Si, hija, es Ana, la profetisa.

Claro, según dice la Escritura: "... casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones" (Lc 2, 36-37)

Ana... quien años más tarde hablaría "... acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén"...(Lc 2,38)

Ana... mira a esta niña de ojos dulces, belleza serena y sonrisa de cielo.

Ana... guarda ese rostro en su corazón, pues el rostro de María es inolvidable.

Me descubro nuevamente arrodillada en la Parroquia. Te miro con el alma, María, y descubro de tu mano la enseñanza. Simple y profunda. Simple como una mujer viuda mirando de lejos. Profunda, como el amor que nos tienes.

¡Nadie puede olvidarte, Madre!. Una vez que se te ha conocido, no es posible el olvido.

Aunque pasen muchos años entre el encuentro y el abrazo... entre la mirada y la sonrisa.

Nadie, que te haya visto, aunque sea una vez, puede olvidarte. Verte... no con los ojos del cuerpo, sino con los del alma. El encuentro es interior. El abrazo, único.

Mi corazón está feliz pues me has enseñado, una vez más, que meditar en tus ejemplos no es en vano, ni "pérdida de tiempo". Meditar en ti calma las angustias del alma, encamina los pasos del corazón y nos acerca a tu Hijo.

Este 21 de noviembre quiero pedirte que subas conmigo las escalinatas de mi vida. Que me lleves de la mano y me proveas de un imprescindible equipaje interior. Que sepa mantener ese equipaje meditando siempre en tus virtudes y ejemplos.

Feliz recuerdo de tu Presentación, Madre.



Hermano que lees estas sencillas líneas. Acompaña a Maria recordando con ella este día. Acompáñala con una oración, con un pensamiento, con una obra de caridad... Suma tu sencilla ofrenda a la que hizo de su vida la más pura ofrenda de amor.




NOTA de la autora:

Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna.
Autor: María Susana Ratero

jueves, 21 de noviembre de 2013

El Dios que ofrecemos al mundo

Un Dios que se empeña en meternos dentro de su propia felicidad, y no para hasta conseguirlo. 

Si siempre estoy pensando en Dios, cabe preguntar:

¿Y cómo es Dios para mí? ¿Cómo es el Dios en quien yo pienso? ¿En qué Dios debe creer el mundo?...

Porque los hombres nos hemos imaginado a Dios de mil maneras. ¿Son correctas todas estas formas de ver a Dios, son todas válidas, las hemos de mantener todas?...

Es esto muy importante, porque Dios influirá en nuestra vida según sea lo que pensemos de Él y el modo como experimentemos a Dios.

¿Es lo mismo pensar en un Dios presente que cuida de nosotros, o pensar en un Dios lejano al que nada le importamos?...

¿Es lo mismo tener miedo horrible a Dios, que está con una vara en la mano, esperando que cometamos un disparate para molernos a golpes, o amarlo con una confianza de hijos?...

¿Es lo mismo esperar en Él, que nos quiere felices, o poner todo nuestro afán en este mundo que pasa, sin pensar en una vida eterna dentro del seno de Dios?...

El ateísmo moderno, el negar y combatir a Dios, ha sido un fenómeno inexplicable de nuestros días. Antes, a nadie se le ocurría semejante barbaridad. Y hoy el mundo necesita contar con Dios.

Muchos teólogos y filósofos nos ofrecían un Dios infinito, un Dios simple, omnipotente, eterno... Con ello teníamos un Dios al que no entendíamos de ninguna manera, muy elevado allá en las alturas, que no nos decía nada ni nos movía a nada, sino a adorarlo de una manera fría...

El hombre, el que veía a Dios en la Naturaleza, se espantaba ante el trueno y el rayo, ante el terremoto devastador o el ciclón espantoso... Ese hombre de religión natural tenía miedo a Dios, aunque lo reconocía en todas las cosas, como cantaban en aquella tribu de la selva africana:

- Después de la noche, el día; después del árbol otro árbol; después de la nube otra nube; después de mí, otro hombre. Pero Dios vive, Dios no muere, Dios es señor de la muerte.

No está mal este Dios de la Naturaleza. Pero a nosotros no nos llena. Queremos algo más.
Aunque no queremos sólo al Dios de los judíos, es decir, al Dios de la Biblia en el Antiguo Testamento. Era el Dios verdadero, el Dios de la revelación, el Dios que nos buscaba para salvarnos..., pero nos hacía temblar el Dios del Sinaí, con una Ley que engendraba esclavos, como dirá San Pablo.
Nosotros queremos al Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, al que nos hace conocer íntimamente el Espíritu Santo. ¿Y quién es este Dios?...

Un Dios Amor. Porque es un Dios Padre, que se desvive por sus hijos.

Un Dios que nos busca con pasión divina, hasta vernos libres de la perdición.

Un Dios que se convierte en mendigo de amor, y nos dice: -¡Hijo, dame tu corazón!

Un Dios que se empeña en meternos dentro de su propia felicidad, y no para hasta conseguirlo.

Contra ese fenómeno inexplicable del ateísmo moderno, nosotros creemos en Dios, esperamos en Dios, ponemos en Dios todas nuestras ilusiones, le amamos y por Él hacemos todas las cosas. Y este es el Dios, por otra parte, que los creyentes queremos presentar al mundo para comunicarle nuestra fe.

Ante tanta calamidad del mundo -guerras, hambre, inmoralidad, injusticia-, son muchos los hombres de buena voluntad que quieren hacer algo y trabajan por remediar males tan graves. Nosotros, igual. Nosotros queremos hacer algo por nuestros hermanos, y les ofrecemos lo único que tenemos y con lo que contamos seguros: con Dios. Con un Dios que es amor, que nos busca y que nos salva.
Con un Dios que, manifestado en Jesucristo, nos impone un yugo suave y una carga ligera.

Con un Dios del que nadie se ríe, ciertamente, pero que conoce nuestra debilidad, y está siempre prodigándonos su mirada comprensiva y tendiéndonos la mano.

Nosotros ofrecemos al mundo el testimonio de un Dios al que amamos y del que no esperamos más que amor, porque Dios es amor, como lo expresó de modo admirable Teresita, esa joven Doctora de la Iglesia:
- Yo no he dado a Dios más que amor y espero recibir sólo amor.

Éste es nuestro Dios. Esto pensamos de nuestro Dios. Así es Dios para nosotros, y así somos nosotros para nuestro Dios. Nada se interpone entre Dios y nosotros, porque Dios llena nuestra vida entera.
¡Oh Dios, Tú eres mi Dios!

El Dios mío y el de todos los hombres.
El que te nos has revelado y te nos has dado en Jesucristo.

El que nos quieres tener contigo metidos en tu gloria para siempre.
Autor: Pedro García, Misionero Claretiano
Queremos ofrecer al mundo con nuestra vida una imagen tuya hecha de piedad, de oración, de fidelidad, para que todos crean en ti, se vuelvan a ti, y Tú los salves....

Autor: Pedro García, Misionero Claretiano

miércoles, 20 de noviembre de 2013

¿DESDE DONDE SIGUEN A ESTE BLOG?

Simplemente y por curiosidad me pongo a sacar las Estadísticas que Google ofrece sobres sus Blog, en uno de sus apartados informa desde que lugares se visita el blog y el número de páginas vista desde cada país.

Me llena de satisfacción y a la vez de asombro, ver la estadística correspondiente al citado apartado y correspondientes a este Blog.

Se ha ido dando a conocer, única y exclusivamente gracias a sus lectores ya que no se ha realizado promoción alguna sobre el mismo. Ni se ha contratado ningún servicio a tal efecto.

En la siguiente fotografía, podrán ver desde que países se sigue este blog.



Me llaman la atención las entradas desde Rusia, Alemania, Perú, Colombia, todo ello anima a seguir intentado hacerlo lo mejor posible y darles las gracias a todos ustedes, estimados lectores, porque solo suyo es el éxito.

Les sigo esperando todos los días, no sin antes agradecerle al máximo sus entradas en mi blog.

¡¡Gracias a todos!! 

Manuel Murillo Garcia

MUNDO, PROGRESO, DIOS

Autor: Pablo Cabellos Llorente
        A la vez que desea a los cristianos en la calle, el Papa Francisco ha advertido del riesgo de ser  mundanizados. Está claro que es necesario vivir en el mundo y amarlo -es hechura de Dios-, pero sin permitir que nos atrapen sus fealdades, los pecados. El pecado esclerotiza, priva de una visión abierta.

        El cristiano debe tener un enfoque positivo de las realidades temporales. Me atrevería a decir que el lamento, el pesimismo, la demonización de determinadas profesiones -la política, por ejemplo-, actividades o ciencias no es cristiano. Dios lo creó y vio que era bueno. Pero hizo aún más: habiendo prevaricado el hombre, "tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en Él no perezca". Lo leemos en el Evangelio de san Juan. También aparece en la Escritura el sentido negativo del término. Así san Pablo habla de las concupiscencias mundanas o de la vida mundana.

        Pero en las Sagradas Escrituras predomina la mirada positiva hacia lo creado por Dios, aunque durante siglos se haya hecho más uso del vocablo mundo en su acepción negativa. El Magisterio del concilio Vaticano II ha devuelto el mundo al lugar en que los cristianos se santifican, con todas sus realidades honradas, santificando el mundo mismo, "la creación entera que -escribe san Pablo -gime y sufre con dolores de parto...Y no sólo ella sino que nosotros, que poseemos ya los primeros frutos del Espíritu, también gemimos en nuestro interior aguardando la adopción de hijos (de Dios), la redención de nuestro cuerpo". El mundo anhela a Dios.

        San Josemaría Escrivá  habló y escribió profusamente del tema, pues el punto neurálgico de su predicación fue la santificación de las realidades terrenas y  los que trabajan en ellas. Recojo unas breves frases, que contienen las dos ideas sobre el mundo, aunque prevaleciendo la positiva: "el mundo no es malo, porque ha salido de las manos de Dios, porque es criatura suya, porque Yaveh lo miró y vio que era bueno (cfr. Gn 1, 7 ss.). Somos los hombres los que lo hacemos malo y feo con nuestros pecados y nuestras infidelidades", aunque  la malicia del hombre no destruye la intrínseca bondad de la creación. Ahí aparece el desafío cristiano de estar en las encrucijadas todas de esta tierra para manifestar "aquella visión optimista de la creación, aquel amor al mundo que late en el cristianismo",  escribía el fundador del Opus Dei en 1959.

        En un profundo tratado sobre la teología espiritual de esta prelatura de la Iglesia Católica  ("Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría"), y a partir de esa consideración noble del mundo, se extraen dos conclusiones plenamente válidas para ser ese tipo de cristianos que habitan  todas las periferias sin mundanizarse. Recojo muy resumidas esas ideas de Burkhart y López en la referida obra.

        La conclusión primera es que a las realidades temporales les corresponde, por designio divino, una autonomía, que no significa independencia de Dios, sino que gozan de leyes propias y variados modos de vivirlas. Pero todas ellas son ordenables a Dios, si bien cada una según su propia naturaleza, según el fin inmediato que Dios le ha dado, como declaraba san Josemaría en una de las entrevistas reunidas en "Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer" y como recogió el Vaticano II al afirmar que "las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar progresivamente". Respetando su consistencia, verdad y bondad propias, el cristiano ha de descubrir ese algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno descubrir (cfr. "Conversaciones..., 114). Sin afirmar la bondad e inteligibilidad del mundo, se excluiría la posibilidad de ordenarlo a Dios.

        Esta mirada comporta necesariamente respetar la libertad de pensamiento, expresión y acción de los cristianos para realizar  esas tareas no dirigidas unívocamente, sino con posibilidades diversas. El amor a la libertad está imperiosamente presente en una vida cristiana cabal. Tal visión del mundo se contrapone tanto al "integrismo" que afirma a Dios a costa de la autonomía de lo creado, como al "secularismo" que elimina a Dios de la vida social por entender mal esa autonomía. La Iglesia -ha dicho Francisco- no es un negocio, no es un organismo humanitario, la Iglesia no es una ONG, la Iglesia tiene que llevar a todos hacia Cristo y su evangelio.


        La segunda idea es que las realidades terrenas son para amarlas apasionadamente, de modo que todos persigamos las valiosas mejoras que renuevan la sociedad, el avance de la ciencia y de la técnica, el progreso de la razón, etc., pero sin olvidar que esos escenarios admirables son medios de santificación, pero sin constituir el fin último. Escribió san Josemaría: "si transformamos los proyectos temporales en metas absolutas, cancelando del horizonte la morada eterna y el fin para el que hemos sido creados -amar y alabar al Señor, y  poseerle después en el Cielo-, los más brillantes intentos se tornan en traiciones". Con el poeta Pedro Salinas podemos exclamar: "¡Qué gran víspera el mundo!"

martes, 19 de noviembre de 2013

En Él está nuestra esperanza

Dios ofrece y regala la salvación. La respuesta del creyente es acogerla por medio de la fe. 

Estamos en las manos de Dios, en Él tenemos puestos los ojos y la esperanza. No debemos temer nada: el poder del mal no triunfará.

Dios sigue hablando, revelándose. Es posible que el concepto o imagen de Dios de un adulto nos quede pequeño, no sea el mismo que el de un niño. No por ello se puede decir que una persona ha perdido la fe, sino más bien que ha evolucionado. Ha descubierto que el verdadero Dios es distinto, lo ha experimentado en su vida como Abrán, como María...

En el pasado, Dios habló de muchos modos a nuestros padres por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado a través de su Hijo (Hb 1, 1-2). Todo nos lo ha dicho en Cristo, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra (san Juan de la Cruz). Y lo esencial de este mensaje es: Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tm 2, 4).

Cuando la Biblia habla de la fe, pone ejemplos de personas que se fían de Dios, como Abrán, como María. La fe bíblica está más próxima a una actitud de búsqueda que a una seguridad total.

Abrán debe salir de su tierra sin saber siquiera adónde va (Gn 12, 1), fiándose de la promesa de Dios. El seguidor de Jesucristo debe renunciar a todo, romper con la seguridad del dinero, de la familia, de lo conocido (Lc 9, 3: 57-62).

Dios ofrece y regala la salvación. La respuesta del creyente es acogerla por medio de la fe. La Escritura nos propone dos modelos de fe, de acoger la palabra salvadora de Dios: Abrán y María. Por la fe, Abrán obedeció y salió hacia el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber adónde iba(Hb 11, 8). Gracias a esta fe poderosa, Abrán se convirtió en padre de todos los creyentes, porque supo creer esperando contra toda esperanza (Rm, 4, 18).

De la Iglesia recibe el creyente la fe y la vida nueva en Cristo por el bautismo. Quienes caminan con fe y acogen al Dios que se revela en los acontecimientos de cada día, serán felices por siempre. El ser humano ha sido creado por Dios y para Dios; sólo en Dios, que acoge por la fe, encontrará vida y descanso.
Creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador (GS 19, 1).

Dios nos ha bendecido con toda clase de bienes: salud, riqueza, familia, aunque todas las bendiciones se centran en Cristo (Ef 1, 3).

Todo el que cree en él será salvo. El ser humano es capaz de Dios (Karl Rahner), puede llegar a Dios. Al hacernos conscientes de que somos hijos de Dios, se deduce lógicamente que todos somos hermanos y como tales tenemos que vivir.

Frank Borman, un astronauta del Apolo VIII, pronunció a 350.000 km de la tierra una oración llena de confianza: Señor, concédenos la posibilidad de ver tu amor en el mundo a pesar de los defectos humanos. Concédenos la fe, la confianza, la oración a pesar de nuestra ignorancia y flaqueza. Concédenos lucidez para que sepamos seguir orando con corazón comprensivo y muéstranos lo que cada uno de nosotros puede hacer para facilitar que venga a nuestro mundo la paz universal.

Autor: P. Eusebio Gómez Navarro

lunes, 18 de noviembre de 2013

«Misericordina», la medicina espiritual que receta el Papa

VAT115. Vatican City (Vatican City State (holy See)), 17/11/2013.- A faithful shows so-called 'Misericordina', a box containing a rosary, at the end of Pope Francis' traditional appearance in St. Peter's Square at the Vatican City, 17 November 2013. The pontiff recommended the rosary as medicine that 'does good to the heart'. (Papa) EFE/EPA/ETTORE FERRARI
El Papa Francisco recetó hoy a los miles de fieles que acudieron a la plaza de San Pedro del Vaticano al tradicional rezo del Ángelus dominical una "medicina espiritual", la "Misericordina".
"Querría sugerir a todos ustedes que estáis aquí en la plaza un modo para concretar los frutos del Año de la Fe, que llega al final. Se trata de una 'medicina espiritual', llamada Misericordina. Es el contenido de una cajita, que algunos voluntarios distribuirán mientras dejan de la plaza. Hay una corona del Rosario, con la cual se puede rezar también la "Coronilla de la Divina Misericordia", ayudo espiritual para nuestra alma y para difundir en todas partes el amor, el perdón y la fraternidad", dijo Francisco.
Así, el pontífice explicó, ante la sorpresa de los fieles que habían acudido al Vaticano, que para concretar los frutos del Año de la Fe, que está llegando a su fin, un grupo de voluntarios iba a repartir entre los presentes una cajita con este "fármaco", que proporciona "ayuda espiritual para el alma y para difundir el amor, el perdón y la fraternidad".
El Papa, asomado desde la ventana del palacio pontificio, mostró sonriente la cajita de esta "medicina", que en su interior contenía una corona del rosario, y recomendó: "No os olvidéis de tomarla porque hace bien al corazón, al alma y a toda la vida".
La distribución se hizo mientras los fieles, que se mostraron muy agradecidos ante el peculiar gesto del pontífice, abandonaban la plaza.
El estuche reproduce a la perfección el de los fármacos tradicionales y en él se puede ver la ilustración de un miocardio con los vasos sanguíneos, una breve explicación de la posología y la indicación de que contiene 59 gránulos para el corazón.
En el prospecto se indica que este remedio "aporta misericordia al alma, con una amplia tranquilidad del corazón. Su eficacia está garantizada por las palabras de Jesús".
Sobre su uso, precisa que puede aplicarse "cuando se desea la conversión de los pecadores, se siente necesidad de ayuda, falta la fuerza para combatir las tentaciones, no se consigue perdonar a alguien, se desea la misericordia para un moribundo y se quiere adorar a Dios por todos los dones recibidos".
"Puede usarse tanto en niños como en adultos, todas las veces que sea necesario", rezan las instrucciones, que recalcan que su suministro prevé "el rezo de la Coronilla de la Divina Misericordia, promovida por Santa Faustina Kowalska", una religiosa de la que Juan Pablo II se consideraba discípulo, conocida como la santa Teresa de Jesús polaca, que introdujo esta devoción.
Además, según el prospecto, "no tiene efectos secundarios ni contraindicaciones".
"Antes de utilizar el fármaco -agrega- se aconseja acudir a un sacerdote para ulteriores informaciones y conservar las instrucciones para caso de nuevo uso".
Tras recetar la "Misericordina", el Papa, quien antes del rezo del Ángelus advirtió sobre "no dejarse engañar por falsos mesías, ni dejarse paralizar por el miedo", saludó a los fieles con su ya tradicional "Buen almuerzo".
En su mensaje de hoy, el pontífice pidió además rezar por los cristianos que sufren persecuciones a causa de su fe y expresó su "admiración por su coraje y su testimonio", en una parte improvisada de su discurso.
Según informó Radio Vaticana, se han elaborado varios miles de cajitas de "Misericordina", que contienen las instrucciones en diferentes lenguas, entre ellas italiano, español, inglés y polaco.
La iniciativa ha sido promovida por el limosnero pontificio, el polaco Konrad Krajevski, quien fue nombrado para este cargo por el Papa Francisco el pasado 3 de agosto.
El limosnero es delegado por el Papa para conceder la bendición apostólica por medio de un diploma en pergamino y la Limosnería Apostólica ejerce la caridad hacia los pobres en nombre del pontífice.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Dios existe yo me encontré con Él


 Testimonios de un encuentro personal con Dios. 

André Frossard, pensador francés del siglo XX, fue educado sin fe, en un ambiente familiar en que se pensaba que era anticuado oponerse a los creyentes, luchar contra la religión. La religión no tenía ningún valor. Él mismo declaraba: Éramos ateos perfectos, de esos que ni se preguntan por su ateísmo... El ateísmo perfecto no era ya el que negaba la existencia de Dios, sino aquel que ni siquiera se planteaba el problema.

Una tarde, Willemin lo invita a cenar con él. Antes quiere rezar en una iglesia. Cogen el coche y vagan por las calles de París. En ese momento de su vida, todo le va bien, goza de buena salud y es feliz. Al entrar en la iglesia, observa a un grupo de religiosas que están rezando ante Jesús sacramentado, y a varios fieles. De repente le ocurre algo extraño.

Ve unos cirios, su mirada pasa de la sombra a la luz y ve una serie de prodigios que en un momento le cambian la vida. Comienza una vida espiritual, el cielo se abre y encuentra la verdad acompañada de una gran alegría. Y encuentra una nueva familia: la Iglesia, que lo acompañará en su nuevo caminar. Siente una gran presencia de Dios. Dice: Todo está dominado por la presencia, más allá y a través de una inmensa asamblea, de Aquel cuyo nombre jamás podría escribir sin que me viniese el temor de herir su ternura, ante Quien tengo la dicha de ser un niño perdonado, que se despierta para saber que todo es un regalo

Ha sido un momento breve. André sale a la calle con su amigo, que lo observa con preocupación. 

Pero ¿qué te pasa?
Soy católico... responde. Willemin está atónito, apostólico y romano. Willemin no comprende qué ha ocurrido, ve los ojos de André desorbitados, misteriosos. Dios existe, y todo es verdad.

El milagro se prolonga durante un mes. Cada mañana volvía a encontrar, con éxtasis, esa luz que hacía palidecer el día, esa dulzura que nunca habría de olvidar y que es toda mi ciencia teológica

Cuando deja de repetirse el prodigio, André Frossard, acude a un sacerdote y se instruye sobre las verdades fundamentales de la fe cristiana. Quiere ser bautizado, quiere ser miembro de la Iglesia. Y André repetirá a lo largo de su vida: Dios existe. Yo me encontré con Él.