"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

viernes, 13 de septiembre de 2013

El camino de la Iglesia

La Iglesia sigue el camino de Pasión y Resurrección de Jesús. La Iglesia es Eterna, superará todas las tribulaciones. 


Como círculos concéntricos, así es el Plan de Dios. Si se analizan las Escrituras, es evidente que el mismo argumento, la misma historia se repite una y otra vez, con distintos personajes, pero con el mismo significado y mensaje. Por ejemplo, cuando Dios saca a Su Pueblo de Egipto y le pide se sacrifique como ceremonia previa un cordero Pascual en cada familia, para abrir de ese modo las puertas a la salvación del pueblo elegido. Del mismo modo, siglos después es el Cordero de Dios, Cristo, el sacrificado para salvar al Pueblo de Dios una vez más, ésta vez por la Redención definitiva de toda la humanidad. También vemos en el pedido a Abraham de sacrificar a su primogénito, reemplazado a último minuto por un cordero, el mensaje de Dios sacrificando a Su Hijo Unigénito siglos después, Cordero de Dios, Hombre Verdadero y Dios Verdadero. Círculos y círculos que se repiten con distintos personajes y circunstancias, pero con el mismo mensaje y contenido. 

Los mensajes de Dios raramente son directos, pero en la forma de parábolas y revelaciones El nos ha dejado lo necesario para que encontremos las pistas que nos den el camino seguro a la Salvación. Nuestro es el esfuerzo necesario para comprender Su Mensaje, Su Palabra, porque esa es la Ley de Dios para nosotros: poner nuestra voluntad a Su servicio, incluido el disponer nuestra inteligencia para comprender Su Revelación.

Como una piedra lanzada a un estanque, que produce círculos que se abren más y más, el uno más grande que el otro, pero todos provenientes del mismo evento. La Piedra, el centro de toda ésta historia, se sitúa en la Vida de Cristo. Todo lo que rodeó a Jesús en Su vida en la tierra fue preanunciado con siglos de antelación, y también se repite luego a través de la vida de Su Iglesia, ya que El mismo es la Cabeza del Cuerpo Místico del que nosotros somos miembros activos y militantes. De este modo, existe un claro paralelo entre la historia del Redentor y la de Su Iglesia, ya que ambas van indisolublemente unidas, son dos círculos distintos pero ambos provenientes del mismo evento: la Encarnación del Verbo.

Todo comienza con la Anunciación del Ángel a Maria en la casita de Nazaret, donde Ella dio el si que abrió las puertas a la historia de la Salvación. El equivalente a la Anunciación, en la historia de la iglesia, se produce al pie de la Cruz. En este caso, no fue el ángel el que hizo el anuncio. Es el mismo Cristo el que anuncia a María que Ella será la Madre de todos los hombres, de la Iglesia. Una vez más, Maria dio un si, lleno de dolor ante tan horrorosa vista, la de Su Hijo Crucificado y a punto de morir. 

El Nacimiento de Jesús se produce en Belén en una pobre gruta, con María y José como testigos. La Iglesia, en cambio, nace el día de Pentecostés, nuevamente con María como la Madre que da a luz espiritualmente al Nuevo Pueblo de Dios. En la misma sala en que Jesús había instituido la Eucaristía poco tiempo antes, en la sala del Cenáculo en la planta alta de aquella casa de Jerusalén, se produjo el nacimiento de la Iglesia. El Pequeño Cuerpo de Jesús que Ella tuvo en sus brazos en Belén, fue reemplazado en este caso por un pequeño grupo de humildes hombres que eran la iglesia infante que nacía aquel día. 

El mundo quiso asesinar a Jesús en Sus primeros años de vida, con la persecución de Herodes. La Sagrada Familia huyó entonces de Palestina hacia Egipto. Luego del nacimiento de la Iglesia, los primeros cristianos también fueron perseguidos y debieron huir de Jerusalén hacia lugares distantes, llevando el mensaje de Salvación con ellos. Muchos fueron asesinados, como los niños de Belén, pero la Iglesia Cuerpo Místico de Cristo salvó Su vida y siguió camino rumbo a la adultez. El retorno de la Sagrada Familia desde Egipto a Nazaret puede ser comparado, en la vida de la Iglesia, con el establecimiento del Cristianismo en Roma, la vuelta a casa para seguir dando firmes cimientos a la historia de la Redención.

Los primeros años de la vida de Jesús fueron un periodo de crecer, oculto a los ojos del mundo, creciendo en Su Naturaleza Humana y formándose bajo el cuidado de Su Madre. Del mismo modo, la iglesia transitó siglos de pequeñez y ocultamiento, creciendo y fortaleciéndose hasta ser un vigoroso Cuerpo dispuesto a dar el mensaje de Salvación al mundo. Los santos que fueron surgiendo a través de los tiempos son los miembros vigorosos de Jesús, lozanos y deslumbrantes, que nos permiten ver en todo su esplendor al Cuerpo de Cristo formado como un Adulto fuerte y preparado para Su Misión.

Es difícil ver como se establece el paralelo de allí en adelante, quizás porque estamos tan cerca de los hechos que no podemos reconocer qué parte de la vida de Jesús está viviendo la Iglesia en estos momentos. A pesar de ello, creo que está claro que la Vida Pública de la Iglesia empezó hace varios siglos ya. Y probablemente el signo más claro esté constituido por las múltiples apariciones de María, que ha sido enviada por Jesús para trabajar y anunciar el mensaje, el mismo mensaje, a todos nosotros. Apariciones en todos los continentes, mensajes invitando a la conversión, al amor, a la fe. El mismo mensaje que Jesús nos da en el Evangelio, ahora traído por Su Madre. Pero también Jesús ha salido a caminar los senderos de este mundo, a través de Santa Margarita Maria de Alacoque y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, de Santa Faustina Kowalska y el Jesús Misericordioso, entre varias diversas manifestaciones de Jesús a santos de la Iglesia. 

Jesús y Maria han salido a recorrer los caminos de este mundo, como en Palestina. La vida pública de la iglesia parece estar desarrollándose de modo pleno. Pero, así como Jesús caminó tres años de Su vida pública rumbo al Calvario como indudable destino final, ¿hacia dónde se dirige Su Cuerpo Místico, la Iglesia, entonces? Difícil de saberlo, pero un dato resuena en mi mente. Desde hace un tiempo la Virgen se manifiesta con lágrimas en sus ojos, comenzando en La Salette, pero mucho más claramente en las últimas décadas con las lacrimaciones de muchas de sus imágenes, lágrimas de sangre algunas veces. No puedo dejar de recordar que, si bien la Virgen lloró muchas veces por el mal que los hombres hacían a Su Jesús, Ella nunca lloró más que al pie de la Cruz, en el Calvario.

La esperanza, sin dudas, la tenemos puesta en la seguridad plena de que la Iglesia sigue el camino de Pasión y Resurrección de Jesús. La Iglesia es Eterna, superará todas las tribulaciones, las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Pero, mientras tanto, tiene en el Cielo a todas las almas santas, las que llegaron al Reino, y aquí en la tierra a sus miembros militantes, todos nosotros, que la integramos con el orgullo de vivir días de Cruz o Resurrección, según sea Su Voluntad.


Autor: Oscar Schmidt.

jueves, 12 de septiembre de 2013

El pecado

Autor: Carolina Crespo Fernández
El mayor pecado de nuestro tiempo es que los hombres han perdido el sentido del pecado. La crisis social, consecuencia del relativismo moral y ético imperante, está íntimamente ligada a la crisis que se ha producido en torno al concepto de pecado.

Todos somos conscientes de la corrupción, de la injusticia, de la codicia, en definitiva, de la maldad que reina en la sociedad, pero le echamos la culpa al sistema.
El pecado es un rechazo personal de la recta razón, en el que el hombre se erige en "dios" y establece lo que está bien y lo que está mal.

Este “encumbramiento" lo hace fracasar como persona, ya que al guiarse no por el Espíritu, sino por un espíritu mundano, le hace invertir los valores y al mismo tiempo niega y destruye su propia dignidad humana, la filiación divina.

Por supuesto, se puede intentar obrar rectamente sin valores cristianos, pero la diferencia la marca la "conciencia", la "ley inscrita por Dios en el interior del corazón del hombre"; y esa conciencia se puede formar, perfeccionar.

La moral cristiana no está sujeta a modas, a intereses, sino a la propia conciencia que, iluminada por la fe, nos capacita para discernir entre el bien y el mal e incluso entre lo legalmente permitido "matrimonio" homosexual, aborto, eutanasia y un largo etcétera que usted, estimado lector, puede completar- y lo moralmente justo.

En este caso, una ley aprobada, respaldada por la mayoría, no es garantía alguna de que esté ordenada según criterios morales justos.
Y este tipo de pecado repercute muy negativamente en la sociedad, ya que arrastra a perpetrar masivamente el mal.
Actuar en "conciencia" hoy exige, en muchas ocasiones, ir contracorriente incluso de la ley civil aquí entraría la objeción de conciencia, un derecho especialmente necesario en nuestro mundo contemporáneo.

El pecado es algo inherente a la naturaleza humana, independientemente de ser empresario u obrero, poseer bienes materiales en distintos grados o carecer en absoluto de los mismos, ya que lo que le confiere dignidad y magnanimidad al hombre es la práctica de la virtud y ésta no es patrimonio exclusivo de nadie, sino que es asequible por igual a ricos y pobres, poderosos y oprimidos, etc. Es en la virtud y no en la posesión de bienes materiales donde radica la recompensa a una manera de obrar rectamente.


Muchas personas viven permanentemente en pecado, sin arrepentirse de nada -la minoría, por falta de formación, la mayoría por inmensa soberbia y afán de autosuficiencia-, pero, algún día se darán cuenta de que se equivocaron en lo principal de su vida: salvarse eternamente.

"Y oí otra voz del cielo, que decía: salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas." Apocalipsis 18,4.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

¿Sois cristianos de etiqueta o de verdad?

Quisiera decir con fuerza: no tengamos miedo de cruzar la puerta de la fe en Jesús, de dejarle entrar cada vez más en nuestra vida.

Autor: SS Francisco.



Ángelus en la Plaza de San Pedro Domingo 25 de agosto de 2013



«Señor, ¿son pocos los que se salvan?» (13, 23).

Jesús no responde directamente a la pregunta: no es importante saber cuántos se salvan, sino que es importante más bien saber cuál es el camino de la salvación. Y he aquí entonces que, a la pregunta, Jesús responde diciendo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán» (v. 24).

¿Qué quiere decir Jesús? ¿Cuál es la puerta por la que debemos entrar? Y, ¿por qué Jesús habla de una puerta estrecha? 

La imagen de la puerta se repite varias veces en el Evangelio y se refiere a la de la casa, del hogar doméstico, donde encontramos seguridad, amor, calor. Jesús nos dice que existe una puerta que nos hace entrar en la familia de Dios, en el calor de la casa de Dios, de la comunión con Él. 

Esta puerta es Jesús mismo (cf. Jn 10, 9). Él es la puerta. Él es el paso hacia la salvación. Él conduce al Padre.

Y la puerta, que es Jesús, nunca está cerrada, esta puerta nunca está cerrada, está abierta siempre y a todos, sin distinción, sin exclusiones, sin privilegios. Porque, sabéis, Jesús no excluye a nadie. 

Tal vez alguno de vosotros podrá decirme: «Pero, Padre, seguramente yo estoy excluido, porque soy un gran pecador: he hecho cosas malas, he hecho muchas de estas cosas en la vida». ¡No, no estás excluido! Precisamente por esto eres el preferido, porque Jesús prefiere al pecador, siempre, para perdonarle, para amarle. Jesús te está esperando para abrazarte, para perdonarte. No tengas miedo: Él te espera. Anímate, ten valor para entrar por su puerta.

Todos están invitados a cruzar esta puerta, a atravesar la puerta de la fe, a entrar en su vida, y a hacerle entrar en nuestra vida, para que Él la transforme, la renueve, le done alegría plena y duradera.

En la actualidad pasamos ante muchas puertas que invitan a entrar prometiendo una felicidad que luego nos damos cuenta de que dura sólo un instante, que se agota en sí misma y no tiene futuro. Pero yo os pregunto: nosotros, ¿por qué puerta queremos entrar? Y, ¿a quién queremos hacer entrar por la puerta de nuestra vida? 

Quisiera decir con fuerza: no tengamos miedo de cruzar la puerta de la fe en Jesús, de dejarle entrar cada vez más en nuestra vida, de salir de nuestros egoísmos, de nuestras cerrazones, de nuestras indiferencias hacia los demás. Porque Jesús ilumina nuestra vida con una luz que no se apaga más. No es un fuego de artificio, no es un flash. No, es una luz serena que dura siempre y nos da paz. Así es la luz que encontramos si entramos por la puerta de Jesús.

Cierto, la puerta de Jesús es una puerta estrecha, no por ser una sala de tortura. No, no es por eso. Sino porque nos pide abrir nuestro corazón a Él, reconocernos pecadores, necesitados de su salvación, de su perdón, de su amor, de tener la humildad de acoger su misericordia y dejarnos renovar por Él. 

Jesús en el Evangelio nos dice que ser cristianos no es tener una «etiqueta». Yo os pregunto: vosotros, ¿sois cristianos de etiqueta o de verdad? Y cada uno responda dentro de sí. No cristianos, nunca cristianos de etiqueta. Cristianos de verdad, de corazón. 

Ser cristianos es vivir y testimoniar la fe en la oración, en las obras de caridad, en la promoción de la justicia, en hacer el bien. Por la puerta estrecha que es Cristo debe pasar toda nuestra vida. 

A la Virgen María, Puerta del Cielo, pidamos que nos ayude a cruzar la puerta de la fe, a dejar que su Hijo transforme nuestra existencia como transformó la suya para traer a todos la alegría del Evangelio.


martes, 10 de septiembre de 2013

Elegancia

Autor: Carolina Crespo Fernández


El diccionario de la RAE dedica pocas palabras al término "elegancia", a pesar de que el cultivo de este arte forma parte de la educación humana. 

Una cosa es la "educación" –practicar las formas de cortesía– y otra la "formación", la transmisión de hábitos de comportamientos humanos. 

El cultivo de la elegancia pertenece a las profundidades de la sensibilidad humana y es difícil de expresar. La elegancia es sublime, se eleva sobre lo normal. De la elegancia hablan desde los llamados entendidos en la materia en las revistas especializadas en moda hasta los expertos del marketing. Pero, ni unos ni otros, tienen en cuenta que la elegancia es un bien invisible. 

La elegancia no tiene nada que ver con lucir el más famoso de los reptiles del ámbito de la moda y otros sucedáneos, sino que es algo más elevado. No hay que dejarse tiranizar por los llamados especialistas en elegancia, que solo se mueven por criterios humanos y comerciales.


La elegancia invita a la trascendencia; va más allá de las tendencias de moda que nos tratan de imponer cada temporada; la elegancia no pasa nunca de moda, es clásica. La elegancia la conforman el modo de andar, el porte, el modo de hablar, de vestir, de comer, etc. Decía Azorín: "Hay un modo elegante de llevar un traje, de sostener una pluma entre los dedos para escribir (?), formas de hacer que requieren un aprendizaje." 

Es cierto que nuestra imagen es nuestra tarjeta de presentación; es nuestra proyección al exterior. Pero, ese envoltorio que es nuestra imagen, para ser elegante, ha de contener equilibrio y armonía. Por ello, la elegancia es un don que nace dentro y se transmite al exterior. 

No solo somos un cuerpo, sino un ser con un alma, pero solo la belleza de esta última es inmune al paso del tiempo. Cuando se posee armonía entre el interior y el exterior se puede decir que los ojos son el reflejo del alma, al margen de la edad, de la estatura y de la complexión física; por ello, hay que percibir más allá de las apariencias, captar la belleza sutil y la belleza espiritual. "Lo esencial es invisible a los ojos", escribió Antoine de Saint-Exupéry.

Caminemos pues, contracorriente, no admiremos a esos modelos que invaden todos los medios de comunicación, porque no son superiores a nosotros; huyamos de la ordinariez, de la vulgaridad, de la zafiedad y del mal gusto, en aras de una sociedad más delicada, sutil, sensible, cultivada, distinguida y elegante. Por supuesto que esto requiere esfuerzo, porque para alcanzar los valores más sublimes hay que llegar a la cima, pero creo que merecía la pena.

¿Tienes fe para repartir?

¿Puedes dar a otros esa fe, esa visión de la vida, ese amor a Dios que tú tienes? 


¿Tienes fe para repartir, es decir, tienes tanta abundancia que te sobra, y, por consiguiente, puedes dar a otros esa fe, esa visión de la vida, ese amor a Dios que tú tienes? ¿O es una fe que apenas te alcanza?

Como cuando uno va a comprar en el mercado, y se le antoja llevarse muchas cosas; pero, a la hora de sacar la cartera, se da cuenta de que no le alcanza, y empieza a dejar un objeto aquí, y luego otro, y luego otro, y se lleva solamente unas cuantas cosas porque no le alcanza el dinero. 

¿Eres tú de ésos? ¿De los que son católicos a ratos? Quizás el domingo un momento. Quizás en algún evento especial de la vida. Pero luego hay horas, días y meses en que parece que ya no crees. Parece que no tienes un fuerte sostén espiritual. Parece que andas sin brújula en la vida. 

Se necesita hoy gente que esté llena, llena de esa fe, llena de ese amor, llena de esperanza para repartir; porque hay más pobres, más mendigos del espíritu que mendigos de un pedazo de pan. Hay mucha hambre de fe, mucha hambre de Dios, y se requiere gente que la tenga en abundancia para repartirla.



Cuando el nivel de fe baja en el mundo, sube el nivel de la desesperación. ¿Por qué habrá hoy tantos desesperados?


Autor: P Mariano de Blas LC.

lunes, 9 de septiembre de 2013

SE CUMPLEN HOY CINCUENTA AÑOS

Autor: Pablo Cabellos Llorente

            Cuando escribo, se cumplen cincuenta años del día en que conocí a un Santo. Habrá pasado algún tiempo cuando se publique. Yo era un joven universitario que había pedido recientemente la admisión en el Opus Dei. Un buen grupo de gente en parecida situación nos reunimos para un curso de verano -donde descansar y formarnos- en el Colegio Mayor Belagua de la Universidad de Navarra. San Josemaría Escrivá pasaba unos días, si no recuerdo mal, en Elorrio, en la tierra vasca que tanto amaba, como toda la entrañable geografía española. Aunque sea una digresión, dijo de Valencia que le parecía que el Señor deseaba que amase particularmente a nuestra ciudad.

       El veintitrés de agosto de 1963 se vino hasta Pamplona para visitarnos. Yo sólo conocía Camino y había escuchado en un viejo magnetofón una no menos vieja cinta con la  grabación de la homilía "Vida de Fe",  publicada años después. Me entusiasmaba -y me entusiasma- la fuerza de esa meditación, como me encantaron otras  que conocí bastante más tarde. Ese era mi bagaje de la persona que nos visitaba y, claro, que era el fundador del Opus Dei y que, como vivíamos como una familia, se le llamaba Padre, pero no como el común denominador usado para hablar a un sacerdote o, en España, más habitualmente a un religioso, a quienes amaba san Josemaría, pero sabiéndose sacerdote secular cien por cien. Era el Padre porque era padre de veras, así, sencillo,  como habría dicho un vasco.

        Luego he pensado que los carismas que Dios reparte entre  sus hijos, algunos -como en este caso- muy especiales, se traslucen en cierto modo al exterior. Si podía tener alguna idea fantasiosa del fundador, se me desvaneció nada más conocerlo: se veía a un Padre que generaba alegría y confianza conforme avanzaba de la puerta hasta llegar al oratorio para saludar al Señor -siempre era lo primero- y continuando después por el pasillo que conducía a la sala de estar. Éramos muchos porque se habían sumado los de otro curso que se realizaba en el Colegio Mayor Aralar. Éstos eran profesionales  jóvenes que habían vivido en Roma.

        A la naturalidad inicial, ya asombrosa, se sumaron más sorpresas: conocía detalles muy concretos de los llegados de Italia, tales como la operación quirúrgica del padre de un norteamericano, el estado de la construcción de una casa de retiros en Irlanda que comentaba con otro de este país, el interés por la familia de otro, etc. Esto no sucedió de golpe, sino a medida que los iba descubriendo entre los pocos sentados en sillas, los muchos colocados en el suelo y bastantes que permanecían de pie haciendo fondo. Aquello no tenía orden ni concierto: era una tertulia familiar en la que cada uno contaba lo que quería, otro preguntaba  si cantábamos e íbamos a ello, después un chiste. Y entre una cosa y otra la reflexión sobrenatural, el impulso para orientar todo hacia Dios, el descubrimiento de horizontes apostólicos no imaginados.

        Su impulso me hace ahora recordar ese punto de Camino: "No tengas espíritu pueblerino. —Agranda tu corazón, hasta que sea universal, "católico". No vueles como un ave de corral, cuando puedes subir como las águilas". Pero no sonaba a prédica sino a un no sé qué de entusiasmo contagioso, de natural sobrenaturalidad que pasaba las fronteras de lo humano a lo divino y viceversa, sin mezclar los planos, respetando la libertad que pregonaba a los cuatro vientos: soy amigo de la calle, del aire libre, del agua clara, me gusta querer al mundo con toda el alma, decía con canción que era rezo, que se impregnaba de Dios sin dejar de amar nada de cuanto es humano. Además, aprendí que ese vuelo de águila era para servir.

        Yo  era más bien tímido, pero casi sin darme cuenta le estaba preguntando por su intención especial, algo por lo que toda la Obra rezaba y que vendría a ser la erección del Opus Dei en Prelatura personal, figura jurídica que salvaguardaba la unidad de todos los hombres y mujeres que habían recibido esa vocación, bajo la cabeza del Prelado y sus vicarios; y, a la vez, la secularidad, la realidad de que sus miembros eran hombres y mujeres corrientes, bautizados que vivían su vocación cristiana en medio del mundo con un espíritu querido por Dios; y unos sacerdotes plenamente seculares, iguales a sus hermanos de todas las diócesis del mundo.


        En aquel momento me respondió lo que podía decir entonces: había que rezar mucho, ofrecer muchas misas y rosarios, y ratos de trabajo y de descanso, y hasta la enfermedad y la muerte, porque era para asegurar el espíritu de la Obra y la eficacia de su apostolado. Se me acaba el espacio y queda lo fundamental: quedé convencido de haber conocido a un Padre muy cercano, a un hombre muy normal y muy extraordinario, a alguien que se empeñaba a diario en la lucha por la santidad y en arrastrar a tantos cuantos podía a esa pasión. Hoy, hace cincuenta años, conocí a un Santo.

Nacimiento de María. Un regalo de cumpleaños

Sentimos inmensa alegría, felicitamos a la Virgen María en la fiesta de cumpleaños. 


Hoy, fiesta del nacimiento de la Virgen María, Estrella de la mañana, como la invoca San Bernardo, quiero poner nombres a la constelación celeste que corona a la Mujer vestida de sol y que tiene a la luna por pedestal, la dispuesta por Dios para ser madre suya.

María es la Inmaculada, la concebida sin pecado. Dios podía liberar a quien iba a ser madre de su Hijo de toda mancha de pecado, lo quiso y lo realizó. Ella es la sin-pecado.

María es la colmada de gracia, la amada de Dios; así la llama el ángel Gabriel como nombre propio, y esa identidad configura esencialmente la vida de la Nazarena.

María es la mujer creyente, la que se fía de Dios; así la saluda su prima Isabel: "Dichosa tu, que has creído". Ella es nuestra madre en la fe.

María es , que abandona su propio proyecto por el que le revela el Ángel de Dios: "Hágase en mí según tu Palabra".

María es la madre del Verbo encarnado: "Concebirás en tu vientre y darás a luz un Hijo", el Hijo de Dios. Es la madre de Jesús de Nazaret, Dios y hombre verdadero, es también verdadera Madre de Dios.

María es la contemplativa por excelencia, ella "guardaba todas estas cosas en su corazón". Maestra en acoger la Palabra, meditarla y alumbrarla.

María es la mujer servicial: "Subió deprisa a la montaña a servir a su prima". Ella se tiene por esclava, servidora del Señor, y de cuantos tengan necesidad de su ayuda.

María es la mujer agradecida, sensible a los dones recibidos. No se cree con derechos y reconoce a quien es la causa de su privilegio: "Proclama mi alma la grandeza del Señor".

María es mujer solidaria, sensible, social. La vemos actuar en el marco de una boda de manera comprometida cuando le dice a su Hijo: "No tienen vino".

María es la mujer fuerte, no se arredra frente a la dificultad. "Junto a la Cruz estaba María, su madre".

María es la mujer orante; dialogó con el Ángel, acudió al templo con angustia buscando a su Hijo, se reunió con los discípulos a la esperan del don del Espíritu Santo.

María es la mujer ensalzada, gloriosa, colocada junto a su Hijo en el cielo.

Por todos estos motivos, a la vez que sentimos inmensa alegría, felicitamos a la Virgen María en la fiesta de cumpleaños.

Por el nacimiento de María se enciende nuestra esperanza, el sentido de nuestra peregrinación. Ella, Medianera de todas las gracias, permanece en el desierto como mujer entrañable.

Este artículo se puede reproducir sin fines comerciales y citando siempre la fuente www.la-oracion


Autor: Don Ángel Moreno de Buenafuente.

domingo, 8 de septiembre de 2013

EL SANTO DE PEDRO

REPRODUZCO LITERALMENTE EL CORREO QUE HOY ENCUENTRO Y QUE LE ENVIÉ A MI AMIGO PEDRO,  EL DÍA DE SU SANTO EN EL AÑO 2012, POR ENCONTRARME YO EN LISBOA. SIEMPRE HE ESTADO AQUÍ Y LO HE PODIDO HACER PERSONALMENTE.
RÁPIDAMENTE ÉL ME CONTESTA, CON EL CORREO QUE LES MUESTRO Y COMO SIEMPRE DANDO MUESTRAS DE SU INMENSA BONDAD.
¡¡DE VERDAD, ES QUE ERA UNA GRAN PERSONA Y UN GRAN AMIGO!!

Mi última felicitación A Pedro, en 2012 por su Santo.
El 29 de junio de 2012 08:36, Manuel Murillo Garcia <mamuga99@gmail.com> escribió:
Para mi mejor amigo, la mayor felicidad.
 Querido Amigo Pedro:
Pues aquí andamos en Lisboa y mañana saldremos para el Algarve (Portimao) a pasar unos días por allí, luego el diez regresamos a Lisboa y lo más normal es que siga aquí.
Como no puedo felicitarte personalmente lo hago desde aqui, eso si con el máximo Cariño, que pases un día fenomenal y al siguiente Abuelo, por cierto el día que lo seas no olvides decírmelo. Apúntame en la lista.
Que Dios te colme de Bendiciones en este día y un abrazo muy fuerte de Matu, María Jesús y Mío, bueno y de Clara, mi nieta también, se lo estaba leyendo a Madre e Hija y ha saltado con eso y yo también, pues ahí va.
Un abrazo muy fuerte para Isabel y para ti uno muy especial de todos.
MANUEL MURILLO GARCIA
Para ir al Blog "Solo Informatica, por Manuel Murillo Garcia", siga este enlace: http://mmurilloinformatica.blogspot.com/  
Para ir al  Blog "MIS COSAS"


La contestación de Pedro
Las felicitaciones de hoy han ido cayendo por el siguiente orden: 
1.   1ª) Isabel.
2.   2ª) Conchi.
3.   3ª) Paco. 
4.   4ª) LA TUYA.
5.   5ª) Quique. (de la Farmacia).
6.   6ª) Charo. (vecina del antiguo piso).
Creo que el ranking está perfectamente confeccionado. Y tú, como siempre, ocupas un lugar preferente.

Muchas gracias de todo corazón, pásalo bien con tu familia, y con esa CLARA, que se ve "claramente" que te tiene loco. -¡bendita locura¡-, yo estoy deseando que pasen los días que faltan para el acontecimiento y cada día pidiendo a Dios que todo salga bien. 

Cuando estés en Badajoz avísame para echar un café y que me cuentes cosas, aunque intuyo que toda va perfectamente.

Un abrazo muy fuerte para todos los tuyos y otro más fuerte para ti.

¡Queremos ser hombres y mujeres de paz!

Que el grito de la paz se eleve alto para que llegue al corazón de todos y todos dejen las armas y se dejen guiar por el anhelo de paz.
Autor: SS Francisco,


Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días! 

Hoy, queridos hermanos y hermanas, quisiera hacerme intérprete del grito que sube de todas partes de la tierra, de todo pueblo, del corazón de cada uno, de la única gran familia que es la humanidad, con angustia creciente: ¡es el grito de la paz! El grito que dice con fuerza: ¡queremos un mundo de paz, queremos ser hombres y mujeres de paz, queremos que en nuestra sociedad, destrozada por divisiones y por conflictos, estalle la paz; nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra!

La paz es un don demasiado precioso, que debe ser promovido y tutelado. Vivo con particular sufrimiento y preocupación las tantas situaciones de conflicto que hay en nuestra tierra, pero, en estos días, mi corazón está profundamente herido por lo que está sucediendo en Siria y angustiado por los dramáticos desarrollos que se presentan.

Dirijo un fuerte llamamiento por la paz, ¡un llamamiento que nace de lo íntimo de mí mismo! ¡Cuánto sufrimiento, cuánta devastación, cuánto dolor ha traído y trae el uso de las armas en aquel martirizado país, especialmente entre la población civil e inerme! 

¡Pensemos en cuantos niños no podrán ver la luz del futuro! Con particular firmeza condeno el uso de las armas químicas: les digo que tengo aún fijas en la mente y en el corazón las imágenes terribles de los días pasados!

¡Hay un juicio de Dios y también un juicio de la historia sobre nuestras acciones al que no se puede escapar! Jamás el uso de la violencia lleva a la paz. ¡Guerra llama guerra, violencia llama violencia!

Con toda mi fuerza, pido a las partes en conflicto que escuchen la voz de su propia conciencia, que no se cierren en sus propios intereses, sino que miren al otro como un hermano y emprendan con coraje y con decisión la vía del encuentro y de la negociación, superando la ciega contraposición. 

Con la misma fuerza exhorto también a la Comunidad Internacional a hacer todo esfuerzo para promover, sin ulterior demora, iniciativas claras por la paz en esa nación, basadas en el diálogo y en la negociación, por el bien de la entera población siria. Que no se ahorre ningún esfuerzo para garantizar asistencia humanitaria a quien está afectado por este terrible conflicto, en particular a los evacuados en el país y a los numerosos prófugos en los países vecinos. Que a los agentes humanitarios, empeñados en aliviar los sufrimientos de la población, se les asegure la posibilidad de prestar la ayuda necesaria. 

¿Qué podemos hacer nosotros por la paz en el mundo? Como decía el Papa Juan: a todos nos corresponde la tarea de recomponer las relaciones de convivencia en la justicia y en el amor (Cfr. Carta encíclica, Pacem in terris [11 abril de 1963]: AAS 55 [1963], 301-302). ¡Que una cadena de empeño por la paz una a todos los hombres y a las mujeres de buena voluntad!

Es una invitación fuerte y urgente que dirijo a la entera Iglesia Católica, pero que extiendo a todos los cristianos de las demás Confesiones, a los hombres y mujeres de toda religión y también a aquellos hermanos y hermanas que no creen: la paz es un bien que supera toda barrera, porque es un bien de toda la humanidad.

Repito con voz alta: no es la cultura del enfrentamiento, la cultura del conflicto la que construye la convivencia en los pueblos y entre los pueblos, sino la cultura del encuentro, la cultura del diálogo: éste es el único camino hacia la paz. 

Que el grito de la paz se eleve alto para que llegue al corazón de todos y todos dejen las armas y se dejen guiar por el anhelo de paz. 

Por esto, hermanos y hermanas, he decidido convocar para toda la Iglesia el próximo 7 de septiembre, víspera de la fiesta de la Natividad de María, Reina de la Paz, una jornada de ayuno y de oración por la paz en Siria, en Oriente Medio, y en el mundo entero, y también invito a unirse a esta iniciativa, según el modo que considerarán más oportuno, a los hermanos cristianos no católicos, a los pertenecientes a las demás religiones y a los hombres de buena voluntad. 

El 7 de septiembre, en la Plaza de San Pedro, aquí, desde las 19:00 y hasta las 24:00, nos reuniremos en oración y en espíritu de penitencia para invocar de Dios este gran don para la amada nación siria y para todas las situaciones de conflicto y de violencia en el mundo. 

¡La humanidad tiene necesidad de ver gestos de paz y de escuchar palabras de esperanza y de paz!

Pido a todas las Iglesias particulares que, además de vivir este día de ayuno, organicen algún acto litúrgico según esta intención. 

A María le pedimos que nos ayude a responder a la violencia, al conflicto y a la guerra, con la fuerza del diálogo, de la reconciliación y del amor. Ella es Madre: que Ella nos ayude a encontrar la paz. Todos nosotros somos sus hijos. Ayúdanos, María, a superar también este momento difícil y a empeñarnos a construir cada día y en todo ambiente una auténtica cultura del encuentro y de la paz.

María, Reina de la paz, ¡ruega por nosotros! Todos: María, Reina de la paz, ¡ruega por nosotros!

sábado, 7 de septiembre de 2013

NUEVO GRUPO “AMIGOS DE PEDRO CASQUERO”

112 miembros, en un corto plazo de días, es para estar contento, pero creo que nuestro gran y buen amigo Pedro, tiene más amigos, tal vez algunos aun sumidos en el inmenso dolor no se atreven, o les cuesta entrar, me lo han confirmado personalmente.
Otros como me paso ayer, aun se habían enterado, al no estar en esos días en Badajoz, creo que este Grupo es el mejor homenaje que le podemos ofrecer, unido a nuestras oraciones.
Por lo que insisto, en que por favor cada miembro aporte al menos a tres o cuatro persona, si se tiene voluntad se hace y cuesta poco. ¡¡Él se lo merecía todo!! ¿A quién no lo he ha hecho algún favor? ¿A quién no le ha dedicado esa sonrisa bonachona, que le caracterizaba? Sé que con el tiempo este grupo crecerá muchísimo, pero tengo y tenemos ganas de verlo.

El amigo Manolo.



                En la Fotografía: Pedro Casquero