Durante la misa, nuestro Obispo es asistido en ella por un sacerdote, dos
monaguillos y un seminarista de quien, y por casualidad, apenas sé su nombre.
Me pregunto, Madre querida, cuál habrá sido el camino que debió recorrer ese
joven para llegar hasta...
- Hasta un especial sitio en mi Inmaculado Corazón.- Me respondes
mientras le miras desde tu imagen del altar.
- Madre, por caridad, cuéntame lo que él y tantos como él, significan para ti.
Tu imagen de La Dolorosa, al pie de la Cruz, y junto a San Juan, parece
murmurar una respuesta. Así es Madre, tu siempre eres para tus hijos, respuesta
serena al alma.
- Verás, hija, desde aquellos tiempos en que veía a los Apóstoles ir
recorriendo lentamente los caminos que Jesús les mostraba. Desde que aprendí a
conocer sus dudas, sus preguntas, sus renuncias. Desde aquellos días mi corazón
ha ansiado ser compañera de camino en quienes entregan su vida al servicio de
Dios. Ese camino que empezó, para mí, el día de la Anunciación, en medio de un
indescriptible gozo, pero que continuó, más tarde, en medio del silencio y la
rutina de Nazaret.
- Comprendo, Madre, o casi... pero, a ellos, a nuestros seminaristas, ¿Cómo les
acompañas?
- Cuando un alma escucha el llamado de Dios y responde, le invito a
compartir mi alegría en el día de la Anunciación. Luego, le acompaño fielmente
en las dificultades que debe afrontar, pues les espera un viaje a Belén, no programado,
y muchas puertas que han de cerrarse. Tendrá una Nochebuena con canto de
ángeles y también un Simeón anunciando espadas. Deberá buscar, en medio de
tantas noches oscuras, un sitio seguro para resguardarse de las tentaciones.
Oh! Hija, no puedes imaginar cuán hermoso, sereno y perfumado, es el sitio que
tengo reservado para ese amado hijo.
-Es ¿Tu Corazón? O sí, seguro ha de ser tu Corazón, Madre querida. Allí tienes,
para el alma, una exquisita ternura, un refugio seguro en las tormentas del alma,
y, sobre todo, el camino más corto, seguro y fácil para llegar a Jesucristo.
-Así es hija. Desde mi corazón, le llevaré a los días en que Jesús se perdió
y yo le buscaba. Le contaré que muchas veces deberá hacer esta búsqueda a lo
largo de su vida. Después, le traeré conmigo a los días de Nazaret, al
silencio, a lo cotidiano, a las pequeñas cosas.
- Entonces, Madre, un seminario ¿Es como un pequeño Nazaret?
- Pues... sí.
- Y, si es Nazaret, entonces ¡estas tú!. Siempre, cada día, cada mañana.
- Cada mañana- y tus ojos parecen recorrer todos los
seminarios del mundo-, cada mañana le pregunto, si quiere permanecer
junto a mí en Nazaret. Y su "sí" me alegra el alma. Y nos vamos
juntos a buscar agua al pozo. Él alivia mis cansados brazos y yo le sirvo agua
fresca cuando estudia en la biblioteca. También me ayuda a cargar la leña y
encender el fuego y yo le regalo gracias a su alma, para que su oración no sea
una simple repetición de palabras sino un torrente de amor que, desde su
corazón, llegue al Corazón de Jesús.
Miro hacia el altar y allí, en un rincón, en un Nazaret de silencio, el joven
seminarista se arrodilla durante la Consagración.
- Hija mía- susurras a mi corazón- ahora soy yo la que
quiere pedirte algo.
- Dime, Madre, dime, pues mi corazón halla gozo en servirte.
- Ora, hija, ora por ese joven y por todos los seminaristas. Ora para
que, en medio del ruido del mundo, puedan escuchar el canto del viento de
Nazaret, el perfume de aquel hogar, que ahora habitan. Ora para que, cada mañana,
su corazón elija, nuevamente, acompañarme al Corazón de Jesús, de donde brotan
ríos de agua viva.. Ora para que sientan mi mano en la suya, mi abrazo en la
noche oscura del alma, mi compañía en cada día, en cada alegría, en cada
soledad, en cada pena. ¿Puedo, hija, contar con tus oraciones?.
-Sí, Madre, sí, y perdóname por no habértelas ofrecido antes. Perdóname por
haber esperado, cómodamente, que siempre haya un sacerdote en la parroquia, sin
haber pensado que, para hallarlo, primero debió existir un seminarista que,
cada mañana, eligió ser tu compañero en Nazaret. Que sintió tu mano, cuando yo
sólo le regalaba olvido, que sintió tu abrazo, cuando yo ni siquiera me
preocupé por saber su nombre.
La misa ha terminado. Todos se han retirado. El joven seminarista atiende los
pequeños detalles para la siguiente misa. Ahora sé que está contigo en Nazaret,
ordenando la casa, esperando a Jesús.
Te regalo, Madre, mi oración por él. Regálale tu, todo el perfume de Nazaret.
NOTA DE LA AUTORA "Estos relatos sobre María Santísima han
nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella,
basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean
consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato
habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden
exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna."
Autor: Ma. Susana Ratero
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"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)
sábado, 23 de agosto de 2014
María y un seminarista en Nazaret
viernes, 22 de agosto de 2014
Para la edad del ocaso...la fórmula
Disfrutar del momento presente que es toda nuestra realidad y regalar
toda la experiencia de nuestra vida.
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La edad del ocaso...
Difícil la vida de esa etapa para muchas personas. Hay soledad, quizá abandono,
indiferencia, incomprensión... pero también nosotros, si hemos llegado a esa
edad, nos podemos tornar distintos, exigentes y malhumorados con los que nos
rodean y están en otras etapas y corren todo el día empujados por la vorágine
del momento, porque así se lo demanda la existencia moderna y consumista.
Pero hay una fórmula, no mágica por cierto, para vivir mejor la etapa de los
"muchos años".
Salimos al camino de la vida con una alforja nueva, vacía de experiencias pero
llena de sueños y proyectos, el alma limpia y transparente, la mirada decidida
y animosa puesta en la "cima de la montaña" de la vida.
Ahora bajando por la ladera del otro lado, que también es un camino nuevo,
sabemos que nos ha de conducir hasta el Valle del reposo.
Una experiencia profunda del vivir nos acompaña... quizá muchos sueños se
quedaron hechos jirones en las zarzas del camino, pero, ¡cuánta riqueza
atesora, ahora, nuestra vieja alforja!:
· Lleva mucha paciencia,
· infinita tolerancia,
· sabiduría profunda para saber lo que es
importante o no vale la pena,
· mansedumbre y paz,
· y tal vez aún, el alma limpia y transparente,
si sabemos hacernos semejantes a los niños,
· valor y fuerza porque tuvimos que aprender a
vivir con esos dos baluartes mientras escalábamos la "montaña"... y
ahora, quizá más que nunca, necesitamos sentir lo que eso vale en nuestras
vidas.
Es esta etapa la hora del remanso y no de la prisa.
Disfrutar del momento presente que es toda nuestra realidad y regalar toda la
experiencia de nuestra vida resumida en una sola palabra: AMOR.
Esa es la fórmula para que nuestra etapa del atardecer sea feliz.
Autor: Ma Esther De Ariño
jueves, 21 de agosto de 2014
Dime quién eres y te diré cómo te valoras
El valor del hombre es haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, y
hoy... no sabe qué lleva dentro.
Los derechos y la
dignidad del hombre están fundamentados en última instancia en Dios creador,
que nos ha hecho a su imagen y semejanza y que ha dado a cada uno la
inteligencia y la libertad. Si el hombre prescinde de este modo de fundamentar
su vida, la dignidad y los derechos del hombre se debilitan, pues pierden su
fundamento sólido .
Vivimos en una sociedad de consumo, relativista, convenenciera, que camina
según sus caprichos, gusto e intereses. Aceptar esta jerarquía de valores nos
obliga a buscar en todo momento el poseer como única meta de la vida. El hombre
no debe medirse por lo que tiene sino por lo que es. La persona es más
importante a los ojos de Dios que el oro.
Lo que da valor al hombre es haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. El
creador ha dado capacidad a los mortales de conocer el bien y amarlo. La
persona es feliz cuando ama y es amado porque el hombre no puede vivir sin
amor. El permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de
sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo
experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente(Redemptor
hominis, 10).
¿Cómo te defines? , Esta ha sido la pregunta de los filósofos durante miles de
años. La respuesta es vital, porqué los seres humanos tenemos una necesidad
básica de comportarnos según la opinión que tengamos de nosotros mismos, por
eso dime como te valoras y te diré quien eres.
Les voy a contar un cuento. Había un alacrán que debía cruzar un río, pero como
los arácnidos no saben nadar, se le acercó a una rana y le propuso: "Tú
que sabes nadar muy bien, ¿Me puedes llevar al otro lado? El batracio lo miró
con recelo. ¡Jamás! Los alacranes pican a las ranas, no me voy a exponer a
un peligro letal . El alacrán argumento: ¿Cómo crees que te voy a picar
en medio del río? si fuera así, tú morirías y yo también porque no sé nadar.
Prometo no lastimarte y estar eternamente agradecido.
Después de meditarlo un poco, la rana aceptó la petición del alacrán
permitiéndole subir a su espalda mientras avanzaba por el agua. Pero
exactamente a la mitad del trayecto, sintió un piquete en el cuello y gritó: ¿Qué
has hecho? ¡Me picaste, ahora los dos moriremos! Él tranquilamente le contestó:
Yo soy un alacrán, y esto es lo que hacen los de mi especie, pican a las ranas.
"
El hombre es el centro de todo lo creado y la creatura más amada por Dios;
tanto amó Dios al hombre que hasta él mismo quiso hacerse hombre. El Hijo de
Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre. Trabajó con
manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre,
amó con corazón de hombre (Gaudium et spes, 22).
Hoy, con mucha frecuencia, el hombre no sabe qué lleva dentro, en la
profundidad de su espíritu, de su corazón. Muchas veces se siente incierto
sobre el sentido de su vida en esta tierra. Está dominado por la duda, que se
convierte en desesperación. El hombre ha perdido su definición, y la perderá,
siempre que saque a Dios de en medio..... El alacrán tenía su identidad y la
tenía clara, hoy el hombre está incierto y confuso.. de ahí ese espectáculo
triste que nos toca ver de muertes e violaciones a los derechos de las
personas. Nosotros como cristianos tenemos el deber de llevar al mundo la
antorcha de la dignidad, es decir, la luz de la vida, que Cristo ha depositado
en nuestras manos
Autor: P. Dennis Doren LC
miércoles, 20 de agosto de 2014
Dios es un niño grande
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Nos cuesta mucho sonreír, hemos perdido la capacidad de maravillarnos por
cosas pequeñas, de gozar cada momento presente.
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Una madre, para dar ánimo a su hijo, lo llevó a un
concierto de Paderewski. El hijo entró en el escenario y empezó a tocar el piano.
Cuando las cortinas se abrieron, el niño estaba interpretando las notas de
“Mambrú se fue a la guerra”. En aquel momento, el maestro hizo su entrada, fue
al piano y susurró al oído del niño: “No pares, continúa tocando”. Entonces
Paderewski extendió su mano izquierda y empezó a llenar la parte del bajo.
Luego, puso su mano derecha alrededor del niño y agregó un bello arreglo de la
melodía. Fue una experiencia creativa. El público estaba entusiasmado.
Dios es el gran maestro que nos enseña y nos dirige con sus manos divinas. Con
su presencia inunda de vida toda nuestra existencia. “El Señor exulta de gozo
por ti, te renueva con su amor, danza por ti con gritos de júbilo como en los
días de fiesta” (So 3,17-18).
Dios es alegre y joven. La Escritura nos habla así de Dios: crea la vida “entre
el clamor de las estrellas del alba” (Jb 38,7), la hizo con sabiduría (Pr
8,30). Dios disfruta y no sólo en su intimidad; salta de satisfacción al ver a
los suyos, a su amado pueblo: “Me regocijaré en mi pueblo” (Is 65,18).
A nosotros, los adultos, nos cuesta mucho sonreír. Las preocupaciones nos
arrancan el gozo de poder disfrutar. Necesitamos hacernos como niños para
entrar en el reino de los cielos (Mt 18,3), para gozar cada momento presente,
para deleitarnos con todo lo bello de la vida, como si lo contempláramos por
primera vez.
El adulto ha perdido la capacidad de maravillarse, de asombrase por los grandes
y pequeños acontecimientos. El adulto ha aprendido a pensar y actuar de una
forma autómata y rígida. Y ha aprendido también a preocuparse de los negocios,
de lo que los demás pensarán y dirán de él. Se reciben aplausos si se actúa de
acuerdo a las expectativas de los otros.
El adulto funciona a base de normas. Se hace serio y competitivo. Ha cifrado su
importancia en el trabajo duro, en la ocupación, en tener cosas... Éstas son
sus metas, aunque para ello tenga que dejar de sonreír, vivir amargado y, a
veces, hasta enfermar.
Según el pasaje evangélico de Mc 10,13-16, los discípulos actúan como “el adulto”
y no permiten que los niños, la alegría personificada, se acerquen a Jesús. Sin
embargo, él, que era libre, acogía a los niños y destacaba su forma de actuar.
El adulto que redescubre el niño interior aprende “lo que ha de tomarse en
serio para reírse de lo demás” (Herman Hesse). Esto crea una armonía profunda
de espíritu y de unidad con el Creador.
Descubrir el niño interior que llevamos dentro nos puede ayudar mucho a
despertar a la vida, a contemplar con sorpresa las maravillas que nos topamos
cada día, a valorar más el ser que el hacer. Necesitarnos volver a la niñez
para darnos mayor cuenta de todo, para vivir sin prisas, para invertir tiempo
en el descanso y el juego. Quizá debamos orar con las manos juntas y los ojos
cerrados como los niños, pidiendo al Amigo que nos enseñe a disfrutar con lo
que tenemos; que nos haga más plenamente conscientes de lo que vemos, tocamos,
gustamos y olemos; que nos dé ojos para descubrir los grandes tesoros diarios y
vivir en alegría y gratitud; que nos dé el coraje de ser nosotros mismos para
no dejarnos llevar por una vida de normas ni por el qué dirán; que nos devuelva
el alma de niño para disfrutar de todo y con todo.
Acercarnos a los niños nos puede ayudar a ser como ellos: tener sus ojos,
pensar como ellos, sonreír y disfrutar la vida como ellos.
Autor: P. Eusebio Gómez Navarro OCD.
martes, 19 de agosto de 2014
A mi amigo Pedro Casquero, al cumplir “Un año de su muerte.”
Sin que casi nos hallamos dado cuenta, se ha ido un año de la
muerte de mi gran amigo Pedro Casquero, aquel fatídico veinticinco de agosto de
2013.
A la amistad, se le pueden poner cuantas comas deseemos, pero
jamás un punto y final, si es que de una verdadera amistad se trata, como era
para mí la de Pedro Casquero.
En el caso de este gran amigo, solamente nombrarlo, “Pedro
Casquero” y vuelve uno a ver como penden de él la cantidad de virtudes que este
aglutinaba, que eran muchas y muy grandes, ya las mencione en las cartas que a
su muerte le escribí y si quieren recordarlas aquí tienen un enlace que les
llevara a una de ellas.
O esta otra
Pero ya todo es historia, como historia fue su ejemplar vida,
en todas sus facetas, como hijo, esposo, padre, abuelo y en mi caso gran amigo.
Es también ya historia el comportamiento de muchos amigos y
sobre todo de la institución a quien tanto dio, Servicio Extremeño de Salud,
que se limitó a encargar una Santa Misa, para asistir luego no más de un par de
directivos a la citada ceremonia.
Creo, que a mi entender, Pedro Casquero, era merecedor con
creces, de alguna Distinción Especial, por parte del Servicio Extremeño de
Salud, o al menos a nivel de Complejo Hospitalario Infanta Cristina, pero nada
de nada, estos políticos son insensibles a todo, y los empleados de estas
instituciones solo hemos sido objetos de usar y tirar como si de algo material
se tratara.
No voy a hacer aquí una recopilación de sus méritos como
profesional, por dos razones, una que me tendría que extender demasiado y otra
porque los que tuvimos el honor de ser compañero y amigo, las conocemos de
sobra, al igual que conocemos sus méritos personales, pero como digo, los
directivos de la Institución a la que tanto dio, parece y demuestran, no
haberse enterado de nada, o no han sabido valorarlo, ya que a Pedro le gusto y
se distinguió, por querer pasar siempre desapercibido, lo que le da aún más
valor a todo cuanto hizo.
Pero para quien tuvo la gran suerte y el gran honor de haber
sido su compañero y amigo, creo que la mayor distinción que puede uno hacerle,
es colocarle una medalla en la que irían grabado los nombres de tantas y tantas
personas a las que ayudo, sin escatimar esfuerzo.
Lógicamente para dar cabida a tantas y tantas personas, la
medalla tendría que ser de dimensiones
gigantescas, pero solo es, la que el con su buen hacer y gran ejemplo se
ha ganado.
Se, amigo Pedro, que estarás gozando de la presencia de Dios,
pues solo te pido, que desde arriba, sigas ayudando como lo hacías aquí, será
la única forma de que todos seamos algo mejor. Tus huellas, serán siempre
imborrables.
Solo me resta, mirando hacia arriba, enviarte un gran abrazo
y decirte: ¡¡Pedro, seguimos siendo amigos!!
Manuel Murillo Garcia.
Para no chantajear a Dios
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Si Dios no nos concede eso que pedimos insistentemente es porque desea
darnos algo diferente y mejor.
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Una persona reza por la curación de su hijo. Pasan los días. La enfermedad
avanza. Al final, el desenlace tan temido: muere el hijo. ¿Para qué sirvieron
tantas oraciones?
La lista de ejemplos puede ser enorme. Rezamos para que llueva o para que
haga sol, para que termine la guerra o para encontrar trabajo, para superar
esa pelea por la herencia o para que un gobernante se convierta y busque la
justicia en su pueblo.
Si no sucede eso por lo que rezamos, surge en muchos un sentimiento de
desengaño. No faltan quienes llegan a enfadarse con Dios, o incluso a
chantajearle.
Es entonces cuando hay personas que dejan de rezar, o de ir a misa, o de leer
el Evangelio. Incluso en algunos lugares, la gente suprime la procesión del
santo patrono, como "castigo" porque no se ha logrado este año una
buena cosecha.
Este tipo de reacciones pueden ser señal de un grave error: pensar que Dios
debería someterse a las peticiones humanas. En realidad, Dios es siempre
libre y conoce lo que es mejor para todos, aunque no lo comprendamos muchas
veces.
Por eso no tiene sentido pedirle algo a Dios, si creemos en Él, y luego
"castigarlo" si no concede eso que le habíamos pedido.
La actitud correcta de quien reza desde la fe y la esperanza nos lleva a
reconocer que los planes de Dios no son los nuestros, que no siempre sabemos
pedir con una actitud humilde y confiada, o que en ocasiones pedimos cosas
que no nos convienen.
Necesitamos recordar lo que nos dice la Escritura: Porque no son mis
pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos
-oráculo de Yahveh-. Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así
aventajan mis caminos a los vuestros y mis pensamientos a los vuestros (Is
55,8 9).
Además, si Dios no nos concede eso que pedimos insistentemente es porque
desea darnos algo diferente y mejor para nosotros. Nos cuesta aceptarlo,
sobre todo cuando rezamos por un ser querido. Pero un día comprenderemos.
Mientras seguimos en el misterioso camino de la vida, tenemos que aprender a
orar con sencillez, confianza y apertura. Sólo entonces nuestra oración será
auténticamente cristiana, porque sabremos que, pase lo que pase, Dios está
siempre a nuestro lado y da en cada momento aquello que más nos conviene.
Autor: P.
Fernando Pascual LC
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lunes, 18 de agosto de 2014
Juan Pablo II y Gianna Beretta, santos patronos del Encuentro Mundial de las Familias 2015
Bajo el lema "El amor es nuestra misión: la familia plenamente
viva" miles de familias se reunirán en Filadelfia en septiembre de 2015
El arzobispo de Filadelfia, Charles J. Chaput, ha
anunciado oficialmente que san Juan Pablo II y santa Gianna serán los santos
patrones para el Encuentro Mundial de las Familias, Filadelfia 2015. Lo
comunicó el pasado domingo 20 de julio durante la misa celebrada en la Catedral
de San Pedro y San Pablo. El anuncio del arzobispo Chaput se realizó junto con
la presentación de la reliquia de de san Juan Pablo II para la veneración
pública.
“San Juan Pablo II y santa Gianna han sido elegidos como los dos dignos santos
patronos, para guiar todo en la preparación y participación de este evento
internacional, ya que ellos encarnan plenamente la historia, misión y tema del
Encuentro Mundial de las Familias 2015”, dijo el arzobispo Chaput. Asimismo
indicó que ambos "tenían un profundo y permanente compromiso con el
fortalecimiento de la familia y la sostenían con amor. Este acontecimiento
histórico dará a miles de personas de todo el mundo la oportunidad de
participar en el mismo compromiso de nuestros santos patronos".
En 1979 san Juan Pablo II fue el primer papa en visitar Filadelfia, donde
celebró la misa en Logan Circle con casi un millón de presentes. 15 años
después, en 1994, san Juan Pablo II celebró el primer Encuentro Mundial de las
Familias, que tiene como objetivo fortalecer los lazos sagrados de la familia
en todo el mundo. El día de su canonización, Francisco dijo de él que fue
"el Papa de la familia".
Santa Gianna también fue elegida como santa patrona para el Encuentro Mundial
de las Familias 2015, que, como ella, lleva el lema "El amor es nuestra
misión: la familia plenamente viva". Pediatra y madre de cuatro hijos,
santa Gianna es mejor conocida por su amor desinteresado como madre, dando su
vida por su cuarto hijo en 1962. Fue beatificada por Juan Pablo II en 1994 -
año que se celebró el primer Encuentro Mundial de las Familias- y canonizada en
2004. Santa Gianna es patrona de las madres, los médicos y los niños no
nacidos.
Para conmemorar el anuncio de los patronos, el arzobispo Chaput concluyó la
misa con la bendición de una reliquia del Papa san Juan Pablo II pidiendo su
intercesión celestial. La reliquia es la sangre del Santo Padre, que permanece
en estado líquido. Los Caballeros de Colón han confiado esta reliquia para
fomentar la devoción al papa polaco.
Miles de familias procedentes de todo el mundo se reunirán del 22 al 27 de
septiembre de 2015 en Filadelfia, EEUU, para el VIII Encuentro Mundial de la
Familia. Un encuentro -tal y como explicó el arzobispo en la presentación del
evento en el Vaticano el pasado mes de marzo- que quiere ser un don no solo
para los católicos de Filadelfia, sino para todas las personas de buena
voluntad que quieran acudir al evento. "Todo el que tenga un corazón generoso
será bienvenido, y en los meses futuros yo trabajaré en estrecha colaboración
con mis hermanos en el episcopado, para animar a las familias de todo el mundo
a venir a Filadelfia en el 2015", afirmó.
Autor: zenit/redacción | Fuente: http://www.zenit.org
domingo, 17 de agosto de 2014
María está cerca de cada uno de nosotros
Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al
estar en Dios, está "dentro" de todos nosotros.
Esta poesía de María -el «Magníficat»- es totalmente original; sin embargo,
al mismo tiempo, es un "tejido" hecho completamente con
"hilos" del Antiguo Testamento, hecho de palabra de Dios.
Se puede ver que María, por decirlo así, "se sentía como en su casa"
en la palabra de Dios, vivía de la palabra de Dios, estaba penetrada de la
palabra de Dios. En efecto, hablaba con palabras de Dios, pensaba con palabras
de Dios; sus pensamientos eran los pensamientos de Dios; sus palabras eran las
palabras de Dios. Estaba penetrada de la luz divina; por eso era tan
espléndida, tan buena; por eso irradiaba amor y bondad.
María vivía de la palabra de Dios; estaba impregnada de la palabra de Dios. Al
estar inmersa en la palabra de Dios, al tener tanta familiaridad con la palabra
de Dios, recibía también la luz interior de la sabiduría. Quien piensa con
Dios, piensa bien; y quien habla con Dios, habla bien, tiene criterios de
juicio válidos para todas las cosas del mundo, se hace sabio, prudente y, al
mismo tiempo, bueno; también se hace fuerte y valiente, con la fuerza de Dios,
que resiste al mal y promueve el bien en el mundo.
Así, María habla con nosotros, nos habla a nosotros, nos invita a conocer la
palabra de Dios, a amar la palabra de Dios, a vivir con la palabra de Dios, a
pensar con la palabra de Dios. Y podemos hacerlo de muy diversas maneras:
leyendo la sagrada Escritura, sobre todo participando en la liturgia, en la que
a lo largo del año la santa Iglesia nos abre todo el libro de la sagrada
Escritura. Lo abre a nuestra vida y lo hace presente en nuestra vida.
Pero pienso también en el «Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica», que
hemos publicado recientemente, en el que la palabra de Dios se aplica a nuestra
vida, interpreta la realidad de nuestra vida, nos ayuda a entrar en el gran
"templo" de la palabra de Dios, a aprender a amarla y a impregnarnos,
como María, de esta palabra. Así la vida resulta luminosa y tenemos el criterio
para juzgar, recibimos bondad y fuerza al mismo tiempo.
María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, y con Dios es reina
del cielo y de la tierra. ¿Acaso así está alejada de nosotros? Al contrario.
Precisamente al estar con Dios y en Dios, está muy cerca de cada uno de
nosotros.
Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al
estar en Dios, que está cerca de nosotros, más aún, que está "dentro"
de todos nosotros, María participa de esta cercanía de Dios.
Al estar en Dios y con Dios, María está cerca de cada uno de nosotros, conoce
nuestro corazón, puede escuchar nuestras oraciones, puede ayudarnos con su
bondad materna. Nos ha sido dada como "madre" -así lo dijo el Señor-,
a la que podemos dirigirnos en cada momento. Ella nos escucha siempre, siempre
está cerca de nosotros; y, siendo Madre del Hijo, participa del poder del Hijo,
de su bondad. Podemos poner siempre toda nuestra vida en manos de esta Madre,
que siempre está cerca de cada uno de nosotros.
Autor: SS Benedicto XVI
sábado, 16 de agosto de 2014
Maria y la oveja perdida
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Esta mañana, mientras leo la parábola de la oveja descarriada, me llego
hasta tu Corazón, Madre Santísima, para que me expliques.
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Hace tiempo vi un pequeño cuadro del Buen Pastor y algo en él me llamo la
atención. Junto al pastor había una oveja más grande que las demás.
Era parte del rebaño pero distinta. Podía leerse en sus mansos ojos una súplica
al Pastor, por una oveja que se había apartado del rebaño y se perdía en
caminos sinuosos.
Esta mañana, mientras leo la parábola de la oveja descarriada, me llego hasta
tu Corazón, Madre Santísima, para que me expliques esos detalles de amor que
esconde la Palabra...
Y te acercas a mi alma, en la fresca brisa de esta mañana, a la sombra de los
árboles de mi patio.
- Las ovejas, hija, las ovejas y el Pastor... Por cierto, no es un
Pastor común, es El Pastor por excelencia. Yo he sentido en mí los cuidados y
delicadezas de este Pastor. Desde Nazareth, donde mi alma queda extasiada de
gozo porque "en mí obró grandezas el Poderoso" (Lc 1,49)... Tú también
puedes disfrutar de los cuidados y atenciones de este Pastor, tal como te lo
asegura en la Parábola.
- ¡Oh Madre!, ¿Puedes guiarme para sacar de esta lectura el mayor fruto para mi
alma?
- Con gusto hija. Ven, vamos con el Pastor y su rebaño.
Y con mi corazón en el Tuyo nos vamos al desierto, por donde viene caminando el
Pastor con sus ovejas.
- Mira, hija, como las cuida. Las llama por su nombre y ellas reconocen
su voz; lo siguen, sabiendo que, aún en medio del desierto, con tal Pastor, no
pasaran hambre ni sed.
Cuando Pastor y rebaño están cerca nuestro, me aconsejas:
- Fíjate que una se ha descarriado, se ha alejado y hasta cree que ya
no puede regresar. Se siente perdida... Recuerda y gusta ahora las palabras de
la Escritura "...Que hombre entre vosotros, teniendo cien ovejas, si llega
a perder una de ellas, no deja las otras noventa y nueve en el desierto, para
ir tras la oveja perdida, hasta que la halle?"
Me tomas, Madre, de la mano y me conduces, delicada y pacientemente, hasta muy
cerca de la oveja perdida.
- Mírala con tu corazón, hija, creo que la conoces...
Al acercarme a aquel sitio escarpado y de difícil acceso, esperando ver un
pobre animal asustado, me encuentro... ¡Oh Dios! ¡Conmigo!. Me veo a mí misma,
perdida tantas veces en tantos caminos mal elegidos, en tantas opciones
equivocadas, en tanto olvido...
Entonces me abrazas, porque sabes que de mis labios no puede salir ni una
palabra, pues tengo un nudo en la garganta... Un llanto contenido que mezcla
antiguas penas y profundos agradecimientos...
¡Ay Madre! ¡Cuántas veces me perdí! ¡Cuántas veces me sentí sin caminos y hasta
sin fuerzas para volver al rebaño!
Entonces descubro, con inmensa alegría que, cada vez que me sentí perdida,
nunca se apartó de mis labios el Avemaría y hasta hubo una vez, en que la pena
era tan honda y no había camino posible, a los ojos humanos, que desde el fondo
de mi alma mi oración fue un profundo y silencioso grito: ¡Haz algo, por
piedad, haz algo!....¡Cuántos recuerdos! Cuánto camino recorrido, cuántas
esperas entre espinas...
Sin dejar de abrazarme, repites para mí las Palabras Santas: "Para ir tras
la oveja perdida, hasta que la encuentre"
- Escucha hija: "ir tras", o sea que el Pastor ya sabía dónde
ir a buscarla. Y sólo el Pastor puede "ir tras" la oveja, porque los
caminos son sinuosos, difíciles... ninguna otra oveja puede ir a rescatarla,
solo el Pastor.
- ¿Por qué sólo el Pastor, Madre? ¿Por qué solo Él puede recatarla y no otra de
las ovejas del rebaño?
- Porque el territorio donde está perdida, hija, es su corazón, solo
Jesús puede entrar en él, aliviar heridas, curar desilusiones, acortar
esperas...
En el silencio asombrado de mi alma me veo tantas veces socorrida, como si
nombrarte, Madrecita, haya sido el grito de auxilio que traspasó todas las
distancias, todos los abismos, todos los dolores...
Recuerdo el cuadro del Buen Pastor, esa oveja grande pintada junto a Él...
¡Eras tú Madrecita! ¡Tú que escuchabas mi voz, mi súplica, mi llanto! ¡Tú te
acercaste al Pastor y suplicaste por mí! ¡Gracias, Madre, gracias!
Arropada bajo tu manto, sigo escuchando tu sabia enseñanza...
- "Y cuando la hallare, la pone sobre sus hombros, muy gozoso, y
vuelto a casa convoca a amigos y vecinos y les dice "Alegraos conmigo,
porque halle mi oveja, la que andaba perdida"
Ya se escuchan los pasos del Maestro que me ha hallado y viene por mí, pobre
oveja enredada entre espinas y los pasos del Maestro son pasos conocidos...
tienen el sonido de tantas absoluciones recibidas en la Confesión, de tantos
"El Cuerpo de Cristo" escuchado al recibirle en la Eucaristía... el
eco de tantos buenos hermanos acercándome una palabra, un abrazo, un corazón
que me escuchó y me contuvo... ¡Cuantas veces el Maestro me puso sobre sus
hombros!¡Cuántas!
- Hija -continúas, para que no pierda ni una sola enseñanza- que
no te pasen desapercibidas las dos palabritas siguientes..."la pone sobre
sus hombros MUY GOZOSO." Este detalle de infinita misericordia es el que
has de recordar, confiada. Cuando Él te ha hallado, su Corazón ha sentido una
enorme alegría, alegría que se ha extendido por todo el Cielo. Algunas veces ha
esperado largo tiempo a tu lado, hasta que tú quisiste o pudiste estirar tus
brazos hacia Él. Jesús es paciente, hija y la inmensidad de su Paciencia es tan
insondable como su Misericordia.
Que enorme paz ha sentido mi alma cada vez que el Maestro me llevó en sus
hombros. Una paz profunda, gozosa, infinita, una paz que nada en este mundo
puede darme.
- Aún falta otro detalle. Si lo buscas, lo descubrirás
- Y repites para mí: "Alegraos conmigo, porque halle mi oveja, la
que estaba perdida"
- Mi oveja... mi oveja- repito mientras las palabras me van mostrando sus
profundos secretos de amor.
- Así es, querida mía, cuando el Maestro dice "mi oveja" no
dice "cualquier oveja", sino "mi oveja", porque le
perteneces. Por filiación divina eres hija de Dios, por el Bautismo. "Mi
oveja, la que andaba perdida". Su gran Misericordia no tiene en cuenta los
motivos por los que te habías perdido... no hay reproches, hay amor, un amor
tan grande que el encontrarte ha llenado de gozo Su Corazón.
Recuerda estas palabras, hija, cuando sientas que te alejas del Pastor...
recuerda también que por lejos que estés, escucharé tu oración de súplica y se
la acercaré a mi Hijo, para que vaya "tras de ti".
Recuérdala, no sólo cuando tú te hayas perdido, sino también cuando veas
alejarse del Pastor a aquellos que amas, a los que conoces y a los que no amas
también... Tú no puedes caminar tras ellos, porque a la profundidad de su alma
solo el Buen Pastor puede llegar, esperar con paciencia infinita y, en los
tiempos y modos de Él (no en los tuyos) abrazar y cargar a salvo en sus hombros
a esas ovejas por las que tú le has suplicado... Suplica para ellas la gracia
del perfecto arrepentimiento y deja en manos del Pastor los tiempos y las
circunstancias...
Me colocas amorosamente sobre los hombros del Buen Pastor y, como despedida,
lees para mí el final de la Parábola:"Así os digo habrá gozo en el
Cielo, más por un solo pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos
que no tienen necesidad de convertirse"...
Jesús me carga sobre sí y me devuelve al rebaño. Tú estás junto a Él y le
hablas de tantas otras ovejas que necesitan su abrazo, les presentas las
oraciones que, de ellas o por ellas, has recibido.
Madre, que jamás desoyes a tus hijos, te pido la gracia de que nunca falte en
mis labios un Avemaría por mí, por cada uno de mis hermanos, en la plena
confianza de que el Buen Pastor te ha de escuchar y llegará a cada corazón en
sus tiempos, en sus circunstancias, para Gozo perfecto de Su Corazón y de todo
el Cielo.
Amigo mío, amiga mía... que quizás sientas que andas por caminos sinuosos y con
espinas…o quizás veas por estos caminos a aquellos que amas…. No apartes jamás
de tu corazón el Avemaría, en la total confianza de que tu Madre hará llegar
tus súplicas al Pastor...
NOTA de la autora: Estos relatos sobre María Santísima han
nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella.
Autor: María Susana Ratero
viernes, 15 de agosto de 2014
Presencia Viva....plenitud de Vida
Que tuviste ganas no solo de comer con nosotros sino de ser nuestro
alimento.... y tocaste a nuestra puerta y.... ¡no te reconocimos!
Cuando estoy en tu presencia, Señor, ahí, desde el Sagrario donde me miras y me
escuchas... me da gusto recordar pasajes de tu vida y pienso que a ti te
gusta... ¿Recordamos?
Ya resucitado te apareces a tus amigos, a los que tanto quisiste, a los que se
durmieron cuando les pediste que velasen mientras sudabas sangre y estabas
lleno de tristeza...
En la primicia de tu resurrección te apareciste a la mujer pecadora, porque ya
arrepentida, te amaba en entrega total,... a tus seguidores en el camino de
Emaús que iban decepcionados tras la muerte del Maestro, porque eran pesimistas
y en su corazón solo tenían tristeza y desánimo..., al amigo que no creyó lo
que le contaron sus compañeros ... y tuvo que meter sus dedos en tus llagas y
la mano en tu herida palpitante para creer, e hizo que tu, Jesús, le dijeras: -
"Tomás, porque has visto has creído. Dichosos los que creen sin ver"
Y en ese momento nos llamaste dichosos y bienaventurados a todos los que en el
tiempo y la distancia creemos en Ti por la fuerza y la gracia de la fe.
Te volviste a aparecer una y otro vez después de tu resurrección...no como un
fantasma, no como fue la resurrección de Lázaro, que a pesar del milagro de
volver a la vida, quedó sujeto a volver a morir. No como algo irreal e
intocable, no, te presentaste con una realidad tangible y transfigurado al
mismo tiempo. Tu ya no pertenecías a la Tierra pero vivías en ella.
Eras presencia viva, plenitud de vida.
Y como queriendo demostrar que no eras una aparición, un fantasma o figuración
de las mentes de tus discípulos, te sientas con ellos, conversas con sencillez
y les pides de comer....
Hubo en tu tercer encuentro, un cuadro bellísimo.
Estaban pescando. No sacaban nada. Todo la noche fatigosa y sin ningún logro.
Al amanecer, la figura de un hombre joven, en la playa, les hace señas. Se
acercan, El les dice: - "Muchachos, teneís algo que comer? " ( Jn
21,5). Estaban malhumorados y te contestaron, que no. Y les dijiste: -
"Echad la red a la derecha y hallareís". Así lo habían estado haciendo
toda la noche pero obedecieron en silencio, quizá recordando otra ocasión
parecida... ¡y las redes se llenaron!
Volvieron a mirar a la orilla buscando al desconocido y te vieron encendiendo
la hoguera. Todos los corazones latían fuerte por el mismo pensamiento y Juan
fue el que habló :- "Es El, el Señor!
Pedro no pudo contener su carácter vehemente y se arrojó al agua con la túnica
arrollada al cuello y cuando llegó a la orilla se la puso y corrió hacia Ti.
Luego se les unieron los demás , felices y seguros. Allí estabas Tu, el
resucitado pero asando un pez, como antes, como un viejo y querido amigo, como
el Maestro de siempre, sencillo, tierno, bondadoso, con tu mismo estilo de
mansedumbre y con la misma forma, tan especial, de partir y repartir el pan.
Y Tu, Jesús, te acercas a nosotros así, en mil formas diferentes.
Te vemos en el que nos pide pan, en el que nos pide ayuda. Tenemos que estar
alertas para conocerte, que no estemos distraídos con "una y mil cositas
que no tienen valor".... y no tengamos que experimentar la tristeza de que
LLEGASTE Y PASASTE DE LARGO.
Que tuviste ganas no solo de comer con nosotros sino de ser nuestro
alimento.... y tocaste a nuestra puerta y.... ¡no te reconocimos!.
Tu que eres, Señor, presencia viva, plenitud de vida. ¡Ayúdanos, Señor!
Autor: Ma Esther De Ariño
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