"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

lunes, 10 de octubre de 2011

El Sacerdote en el Siglo XXI

Intervención del Cardenal Mauro Piacenza, Prefecto de la Congregación para el Clero, en el Encuentro con los Sacerdotes de la Archidiócesis de Los Ángeles. 3 octubre 2011

Dorothy Thompson, escritora estadounidense, hace algunos decenios publicó en un artículo para una revista los resultados de una cuidada indagación sobre el mal afamado campo de concentración de Dachau.

Una pregunta clave dirigida a los supervivientes fue la siguiente: «¿Quién en medio del infierno de Dachau ha permanecido más largo tiempo en condiciones de equilibrio? ¿Quién ha mantenido por más tiempo el propio sentido de identidad?». La respuesta fue coral y siempre la misma: «los sacerdotes católicos». Sí, ¡los sacerdotes católicos! Éstos han logrado mantener el propio equilibrio, en medio de tanta locura, porque eran conscientes de su Vocación. Tenían su escala jerárquica de valores. Su entrega al ideal era total. Eran conscientes de su misión específica y de los motivos profundos que la sostenían.

¡En medio del infierno terreno, daban su testimonio: el de Jesucristo!

Vivimos en un mundo inestable. Existe una inestabilidad en la familia, en el mundo del trabajo, en las diversas asociaciones sociales y profesionales, en las escuelas y en las instituciones.

El sacerdote debe ser, sin embargo, constitucionalmente un modelo de estabilidad y de madurez, de entrega plena a su apostolado.

En el camino inquieto de la sociedad, se presenta con frecuencia un interrogante a la mente del cristiano: «¿Quién es el sacerdote en el mundo de hoy? ¿Es un marciano? ¿Es un extraño? ¿Es un fósil? ¿Quién es?».

La secularización, el gnosticismo, el ateísmo, en sus varias formas, están reduciendo cada vez más el espacio de lo sagrado, están chupando la sangre a los contenidos del mensaje cristiano.

Los hombres de las técnicas y del bienestar, la gente caracterizada por la fiebre del aparentar, experimentan una extrema pobreza espiritual. Son víctimas de una grave angustia existencial y se manifiestan incapaces de resolver los problemas de fondo de la vida espiritual, familiar y social.

Si quisiéramos interrogar la cultura más difundida, nos daríamos cuenta de que está dominada e impregnada de la duda sistemática y de la sospecha de todo lo que se refiere a la fe, la razón, la religión, la ley natural.

«Dios es una inútil hipótesis - escribió Camus - y estoy perfectamente seguro de que no me interesa».

En la mejor de las hipótesis, cae un denso silencio sobre Dios; pero se llega con frecuencia a la afirmación del insanable conflicto de las dos existencias destinadas a eliminarse: o Dios o el hombre.

Si después tuviéramos que dirigir la mirada al conjunto del panorama de los comportamientos morales, no podríamos no constatar la confusión, el desorden, la anarquía que reina en este campo.

El hombre se hace creador del bien y del mal.

Concentra egoístamente la atención sobre sí.

Sustituye la norma moral con el propio deseo y búsqueda del propio interés.

En este contexto, la vida y el ministerio del sacerdote adquieren importancia decisiva y urgente actualidad. Mejor aún - permitídmelo decir - cuanto más marginado, más importante es, cuanto más considerado superado, se convierte en más actual.

El sacerdote debe proclamar al mundo el mensaje eterno de Cristo, en su pureza y radicalidad; no debe rebajar el mensaje, sino, más bien, confortar la gente; debe dar a la sociedad anestesiada por los mensajes de algunos directores ocultos, detenedores de los poderes que valen, la fuerza liberadora de Cristo.

Todos sienten la necesidad de reformas en el campo social, económico, político; todos desean que, en las luchas sindicales, y en la proclamación económica se reafirme y se observe la centralidad del hombre y el perseguimiento de objetivos de justicia, de solidaridad, de convergencia hacia el bien común.

Todo esto será sólo un deseo, si no se cambia el corazón del hombre, de tantos hombres, que renueven por su parte la sociedad.

Mirad, el verdadero campo de batalla de la Iglesia es el paisaje secreto del espíritu del hombre y en él no se entra sin mucho tacto, sin mucha compunción, además de contar con la gracia de estado prometida por el Sacramento del Orden.

Es justo que el sacerdote se inserte en la vida, en la vida común de los hombres, pero no debe ceder a los conformismos y a los compromisos de la sociedad.

La sana doctrina, pero también la documentación histórica nos demuestran que la Iglesia es capaz de resistir a todos los ataques, a todos los asaltos que las potencias políticas, económicas y culturales pueden desencadenar contra ella, pero no resiste al peligro que proviene del olvidar esta palabra de Jesús: «Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo». El mismo Jesús indica la consecuencia de este olvido: «Si la sal se hace insípida, ¿cómo se preservará el mundo de la corrupción?» (cfr. Mt 5,13-14).

¿A qué serviría un sacerdote tan semejante al mundo, que se convierte en sacerdote mimetizado y no en fermento transformador?

Ante un mundo anémico de oración y de adoración, el sacerdote es, en primer lugar el hombre de la oración, de la adoración, del Culto, de la celebración de los santos Misterios.

Ante un mundo sumergido en mensajes consumistas, pansexuales, atacado por el error, presentado en los aspectos más seductores , el sacerdote debe hablar de Dios y de las realidades eternas y, para poderlo hacer con credibilidad, debe ser apasionadamente creyente, ¡como también ser “limpio”!

El sacerdote debe aceptar la impresión de estar en medio de la gente, como uno que parte de una lógica y habla una lengua diversa de los otros («no os conforméis a la mentalidad de este mundo», Rm 12,12). Él no es como “los otros”. Lo que la gente espera de él es precisamente que no sea “como los demás”.

Ante un mundo sumergido en la violencia y corroído por el egoísmo, el sacerdote debe ser el hombre de la caridad. Desde las alturas purísimas del amor de Dios, del que realiza una particularísima experiencia, desciende al valle, donde muchos viven su vida de soledad, de incomunicabilidad, de violencia, para anunciarles misericordia, reconciliación y esperanza.

El sacerdote responde a las exigencias de la sociedad, haciéndose voz de quien no tiene voz: los pequeños, los pobres, los ancianos, los oprimidos, marginados.

No pertenece a sí mismo sino a los demás. No vive para sí y no busca lo que es suyo. Busca lo que es de Cristo, lo que es de sus hermanos. Comparte las alegrías y los dolores de todos, sin distinción de edad, categoría social, procedencia política, práctica religiosa.

Él es el guía de la porción del Pueblo, que le ha sido confiada. Ciertamente, no jefe de un ejército anónimo, sino pastor de una comunidad formada por personas que cada una tiene un nombre, su historia, su destino, su secreto.

El sacerdote tiene la difícil tarea, pero eminente, de guiar estas personas con la mayor atención religiosa y con el escrupuloso respeto de su dignidad humana, de su trabajo, de sus derechos, con la plena conciencia de que, entonces, la condición de hijos de Dios corresponde en ellos a una vocación eterna, que se realiza en la plena comunión con Dios.

El sacerdote no dudará en entregar la vida, o en una breve pero intensa temporada de dedicación generosa y sin límites, o en una donación cotidiana, larga, en el estilicidio de humildes gestos de servicio a su pueblo, tendiendo siempre a la defensa y formación de la grandeza humana y del crecimiento cristiano de cada fiel y de todo su pueblo.

Un sacerdote debe ser contemporáneamente pequeño y grande, noble de espíritu como un rey, sencillo y natural como un campesino. Un héroe en la conquista de sí, el soberano de sus deseos, un servidor de los pequeños y débiles; que no se humilla ante los poderosos, pero que se inclina ante los pobres y pequeños, discípulo de su Señor y cabeza de su grey.

Ningún don más precioso se puede regalar a una comunidad de un sacerdote según el corazón de Cristo.

La esperanza del mundo consiste en poder contar, también para el futuro, con el amor de corazones sacerdotales límpidos, fuertes y misericordiosos, libres y mansos, generosos y fieles.

Amigos, si los ideales son altos, el camino difícil, el terreno quizás menos minado, las incomprensiones son muchas, pero todo podemos con Aquel que nos da fuerzas (cfr. Flp 4,13).

El eclipse de la Luz de Dios y de su Amor, no es el apagarse la Luz y el Amor de Dios. Ya mañana lo que se había interpuesto, obscureciendo la fe, arrojando el mundo en una oscuridad espantosa, puede convertirse en menos espeso, y después de una larga pausa, demasiado larga del eclipse, volver el sol, lleno y espléndido.

Más allá de las inquietudes y contestaciones que agitan el mundo, y se hacen sentir también dentro de la Iglesia, están en acción fuerzas secretas, escondidas y fecundas en santidad.

Más allá de los ríos de palabras y discursos, de programas y planes, de iniciativas y organizaciones, hay almas santas que rezan, sufren, expían adorando al Dios-con nosotros.

Entre éstas hay niños y adultos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, cultos e ignorantes, enfermos y sanos, y hay también tantos sacerdotes, que no sólo son dispensadores de los Misterios de Cristo, pero en la babel actual permanecen signos seguros de referencia y de esperanza, para cuantos buscan la plenitud, el sentido, el fin, la felicidad.

Estemos unidos, queridos amigos, en el Cenáculo de la Iglesia, en torno a María nuestra Madre, con Pedro y los Apóstoles, sumergidos en la comunión de los santos, para ser también nosotros, de verdad, signos seguros de referencia y de esperanza para todos.

Es mi deseo, que convierte en oración por todos vosotros que estáis aquí presentes y por todos vuestros Hermanos, que no están aquí ahora. Os llevaré, de ahora en adelante, siempre conmigo.
Autor: Cardenal Mauro Piacenza.

domingo, 9 de octubre de 2011

LA MUSICA DEL BLOG, ACTUALIZADO EL 04/11/2011 A LAS 12:18


Con la finalidad de abarcar una de las secciones más buscadas por los usuarios de blog, cree recientemente una sección en este blog Mis Cosas, un nuevo apartado, dedicado muy especial a la Música de los años Sesenta.

He ido recopilando Videos Musicales, de esa época, ordenandos por autor, en los casos que se publiquen al menos tres del mismo, en el caso en los que solo se publiquen uno o dos del mismo autor ira en el apartado de varios. De esta forma se pretende ayudar al lector a localizar mejor, su autor preferido.

Sé que ha tenido una inesperada y enorme aceptación, por lo que al día de os público el contenido actual de la sección dedicada a la Música y que es el siguiente.

TEMAS 

 MUSICA




 * PUEDE HABER  NUEVAS INCLUSIONES QUE NO FIGURARN EN ESTE LISTADO, YA QUE EL MIMO, SE ACTUALIZARA SEMANALMENTE.

NUEVAS INCLUSIONES QUE AUN NO FIGURAN EN EL LISTADO:  RAY CONNIFF, PEDRO  VARGAS, NUESTRO PEQUEÑO MUNDO, RUDY VENTURA, JUAN LUIS GUERRA, EL CONSOCIO, AGUAVIVA, CECILIA, SYLVIE VARTAN, ANDRE RIEU, GEORGIES DANN,  NIÑA PASTORI, LOS ALBAS, LOS 4 DE LA TORRE, DOS INCLUSIONES EN ALBERT HAMMOND , OCHO INCLUSIONES EN JULIO IGLESIAS Y CINCO INCLUSIONES EN MARIA DOLORES PRADERA.

LO QUE HACEN UN TOTAL DE 709 VIDEOS MUSICALES

 Lógicamente aún falta mucho por hacer y están esperando cantidad de videos que nos harán revivir gratos recuerdos de nuestra Juventud, pero que siguen perdurando en nuestra memoria.


Solo me queda agradecer la acogida de esta sección y les mantendré periódicamente informado de las inclusiones que se produzcan en la misma.

Gracias a todos, Manuel Murillo, Autor y Propietario de este Blog.


NUEVA SECCION


Con la finalidad de abarcar una de las secciones más buscadas por los usuarios de blog, nace hoy en este blog Mis Cosas, un nuevo apartado, dedicado muy especial a la Música de los años Sesenta.
Iré publicando Videos Musicales, ordenandos por autor, en los casos que se publiquen al menos tres del mismo, en el caso en los que solo se publiquen uno o dos del mismo autor ira en el apartado de varios. De esta forma se pretende ayudar al lector a localizar mejor, su autor preferido.
Espero tenga esta nueva sección la misma acogida que el resto del blog y si les gusta haganse seguidores del blog.
Gracias amigos lectores.
Saludos. Manuel Murillo Garcia.


Presencia de Jesús y María en nuestra vida

Meditaciones del Rosario. Segundo Misterio de la Luz. Jesús en las Bodas de Caná.
Presencia de Jesús y María en los acontecimientos humanos: una boda. Hay que invitarlos a todas las cosas de nuestra vida, seguros de que accederán con gusto. Su presencia transforma las realidades humanas, las alegres y las tristes, en acontecimientos santificadores. Sufrir en su compañía es muy distinto que sufrir solos.

Ellos dan la fuerza y el ejemplo para llevar la propia cruz con amor y alegría. También quieren participar en nuestras alegrías. Porque la alegría es cristiana, es fruto maduro del misterio pascual. Si, según Santa Teresa,”un santo triste es un triste santo”, quiere decir que el cristiano tiene el derecho y el deber de ser un irradiador de alegría. Si Jesús inventó la religión del amor, inventó por lo mismo la religión de los hombres y mujeres más felices. Es la paradoja del cristianismo: Los santos -los mejores cristianos- son los que más han sufrido y también los más felices. “Con la amistad de Cristo, con su presencia, he sido y soy inmensamente feliz, cargando la cruz que Él ha querido darme ...” María adelanta los milagros. Y Jesús condesciende con mucho gusto. Jesús abre el corazón de sus discípulos a la fe, obrando su primer milagro, gracias a la intervención de María.

Todos los que quieran ser apóstoles de Jesús, deben aprender a amar a María, para ser eficaces en su labor de salvación de los hombres. En la salvación de los hijos, debe intervenir la presencia de la Madre, por voluntad del Redentor. El rosario que reza el sacerdote habla muy bien de él. Cuantas veces al Papa se le ve con el rosario entre los dedos. El sacerdote que invoca frecuentemente a María, que predica con entusiasmo sobre Ella a los fieles, tiene garantizado el éxito apostólico. No se puede decir lo mismo del ministro -quizás celoso y trabajador- que no tiene tiempo de rezar el rosario y que demuestra hacia su Madre una superficial adhesión. “Totus tuus” fue lema elegido amorosamente por Juan Pablo II. Pero, aunque no esté esculpido en un escudo, cada sacerdote debe hacerlo propio. La importancia de María para llegar a Jesús: La devoción a María es señal de predestinación.

Dios no permitirá que un alma que ame a María no se salve. El amor a María es un elemento muy específico y gratificante de la religión cristiana. La devoción a María otorga al cristianismo una ternura, una finura y delicadeza extraordinaria. La necesidad que en el orden humano experimentan de una mamá todos los seres humanos, no es menos requerida en el orden del espíritu, Y Dios, que quiso darnos una madre de la tierra para las necesidades materiales, tuvo la buena idea de regalarnos una Madre para las necesidades del espíritu.

El huérfano de madre lo demuestra, el huérfano de madre en el espíritu lo acusa también. María no es un estorbo para llegar a Jesús, al contrario, es el camino más corto y maravilloso para llegar al Mediador. Esta es la voluntad del mismo Mediador, Jesucristo. Jesús mismo que quiso tener una madre, no ha querido privarnos a nosotros de ella, Más aun, la misma madre suya nos la regaló a nosotros, Con ello no sólo nos ha dado una madre, sino la mejor de todas. El agua convertida en vino: Vida triste convertida en vida feliz; mediocridad en santidad; esterilidad en apostolado fecundo. “En tu nombre echaré la red”, dijo Pedro a Jesús. También podemos decir nosotros: “En tu nombre, María, echaremos la red”. Jesús no es celoso, y llenará también nuestras redes de peces. Sin duda que el vino mejor del mundo se bebió en Caná, como lo atestigua el mayordomo de la fiesta.

Cuantas veces nuestra triste vida se nutre de vinagre, de vino de poca calidad o tiene que conformarse con simple agua. María puede pedir Jesús que convierta esa pobre agua en dulce vino que nos dé gusto y fuerzas para el camino de la vida. “Haced lo que Él os diga”. Siempre nos guía a Él, nos invita a obedecerle, a seguirle, a imitarle. Y los discípulos creyeron en Él, por María. Cuando la presencia de María en la vida de un apóstol es constante, ese apóstol tiene la bendición y el beneplácito de Dios. María nunca se cree ni se nombra Maestra, sino discípula; la mejor de todas. Es la que conoce como nadie la religión del amor y quien la ha vivido mejor que ningún cristiano. Por eso puede enseñar a sus hijos lo que Ella sabe. Jesús dijo “ Yo soy el camino, la verdad y la vida”, María podría decirnos. “Yo soy la caminante más decidida, la seguidora de la verdad, la distribuidora de la vida”. Ella nos dice:”Hagan lo que Él les diga”. Él nos dice: “Hagan lo que Ella les diga”
Autor: P. Mariano de Blas LC.

sábado, 8 de octubre de 2011

Jesús humilde y María....también

Meditaciones del Rosario. Primer Misterio de la Luz. El Bautismo de Jesús.
Dios puesto en la fila de pecadores. En la fila había ladrones, asesinos, adúlteras, fariseos podridos, soldados...Jesús metiendo los pies en la charca del pecado. Él, el tres veces santo. Besó el suelo podrido de las almas, y no sintió náusea. Sabía que podía limpiar todas las almas, todos los basureros, todas las cloacas.

¿Qué te costaba convertir los basureros en jardines, las ruinas en castillos donde Tú te sintieras divinamente a gusto? Cada santo es un pecador reconstruido como santo sobre sus propias ruinas. María se enteró porque se lo contaron. “Si Él se humilla así, yo... esclava del Señor. Yo quiero imitarlo sufriendo el castigo de los hombres -luego serán mis hijos- para ayudar a salvarlos.” Tal vez a nosotros no nos ha impresionado ver a Jesucristo bautizado en el Jordán; a ti, María, te debió impresionar muchísimo, porque tú sabías, como nadie, que Él era Dios. ¡Qué humillación! Tu humildad te parecía pequeña, muy pequeña junto a la suya. Él no se había hecho esclavo, sino pecador. Y Tú, que a todo le buscabas la razón y el sentido, preguntarías: ¿Por qué Jesús se ha querido bautizar por Juan como un pecador más, ¿por qué? La pregunta sigue todavía en el aire...

Juan había sido el primer hombre que había reconocido a Jesús como el Hijo de Dios y trató de comunicárselo a los demás. Pero muy pocos lo aceptaron. Un día dijo a Andrés y a su amigo: “He ahí el cordero de Dios”. Y éstos sí le siguieron, para su bien. Los demás no le hicieron caso, para su mal. Posteriormente Jesús se lo reclamaría: “¿El bautismo de Juan venía de Dios o de los hombres?” Le respondieron: “No lo sabemos, es decir, no lo queremos saber”.

Jesús venía del desierto donde había realizado una dura penitencia: oración y ayuno muy fuertes. Ella aprendió que la oración es muy importante para un cristiano. Ella oraría con más fervor a partir de entonces, si se podía. Aprendió que la humildad y el sacrificio eran muy propios del cristianismo. Ella no pensaba como muchos cristianos y aún sacerdotes, que estas cosas están pasadas de moda y que no ayudan mucho para lo esencial, que es vivir la alegría pascual. Se han olvidado de que se llega a la alegría de la resurrección pasando por la humillación y el sufrimiento de la cruz. “¿No era necesario que el Cristo sufriera esto para entrar en su gloria?”

“Este es mi Hijo muy amado en quien tengo mis complacencias”. Jesús era Hijo del Padre e Hijo suyo. Cómo recordaría la pérdida a los doce años-“¿No sabéis que tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre?” Ahora lo había dejado ir, para que se ocupara de las cosas de su Padre. Ella lo devolvía al Padre; sacrificaba su amor de madre. Dolor que sería total en la muerte en el Calvario. Muchas madres de posibles hijos sacerdotes no han sabido sacrificar el amor al hijo y no le han dejado trabajar en las cosas del Padre. Se trataba de un amor equivocado.

El Espíritu Santo descendió sobre Él para investirlo de la misión que le esperaba.
Un nuevo tema de meditación de María, sobre su Hijo. Aquí ya no es la sencillez del Jesús que parecía un simple hombre. Aquí interviene el cielo en pleno: El Padre celestial, Yahvé (con todo lo que significaba para un israelita) y el Espíritu Santo que ya había intervenido en Ella. “El Espíritu Santo descenderá sobre ti”. Ahora sobre Él. La imagen de su Hijo crecía a sus ojos; y Ella se sentía pequeñita junto a Él. Como Juan, el hombre humilde por excelencia, Ella también se decía a sí misma: “Es necesario que Él crezca y que yo disminuya”.
Autor: P. Mariano de Blas LC.

viernes, 7 de octubre de 2011

Enséñanos, María a aceptar sin preguntar

Meditaciones del Rosario. Quinto Misterio de Gozo. Jesús perdido y hallado en el templo.
¡Qué prueba tan dolorosa! Prepárate, Madre, para la hora del Calvario. Ahí lo perdiste por tres días terribles; pero lo recuperaste entero. Allí te lo matarán a mordiscos todos los pecados de los hombres, como rabiosos lobos. Al final, cuando pudiste recoger lo que quedaba de tu Hijo; era un muerto y un cadáver destruido desde la cabeza a los pies; la cabeza rota por las hondas espinas; la cara desfigurada por las bofetadas; el pecho y la espalada aradas por los latigazos; las manos y pies horadados por los clavos: el corazón partido por una lanza.

Perdido y hallado. Perdido y no encontrado en el callejón lóbrego de la muerte. Perdido y hallado vivo. Perdido y hallado muerto, destinado solo para el sepulcro. Y ahí terminó la muerte; en un sepulcro pétreo que impedirá acercarse a los restos del amado hijo,

Prepararnos a las separaciones. Vivir un cierto tiempo es separarse de algunas personas. Vivir un trecho más es separarse de más seres. Durar más tiempo es separarse uno de los que me sobreviven. Cada separación es un desgarrón. Uno muere al final desgarrado y desgarrando a alguien más.

¿Por qué me buscabais? La pregunta que toca la herida abierta, haciéndola sangrar. María sangraba por aquella herida de su corazón. El doloroso por qué de María quedó acallado con el misterioso por qué del Hijo. María sabía que aquel hijo sería cada vez menos de Ella y más del Padre y de todos. María aceptó del desgarrón del hijo que se va de la casa, por ley de la vida, en este caso por ley divina. Pero aceptó sangrando.

María conservaba todas estas cosas en su corazón.
Su corazón sangraba. Con oración y obediencia la curaba pero al mismo tiempo la abría,, porque esa herida nunca se cerró. Y de pronto un día, en el Calvario se abrió completamente y sangró a torrentes. Sólo en el cielo se ha cerrado del todo aquella herida, María ya no pregunta más; ha recibido todas las respuestas y una corona eterna por no haber preguntado indiscretamente sobre los misterios que le rodeaban.

Enséñanos, María a aceptar sin preguntar, hasta que Dios quiera ofrecernos su respuesta. Al final, todos diremos que Dios tuvo la razón, para que nuestra fe fuera meritoria.
Autor: P Mariano de Blas LC.

jueves, 6 de octubre de 2011

María te ofrece al Hijo de Dios

Meditaciones del Rosario. Cuarto Misterio de Gozo. Presentación del Niño Jesús en el templo.
En aquel templo se habían ofrecido muchos animales, en particular abundantes corderos. Muy poco valían- aquel día una joven madre ofrecía un par de tórtolas con una mano y con la otra y con el corazón ofrecía la ofrenda mejor, salida de sus purísimas entrañas, al Hijo de Dios envuelto en la carne del hijo del hombre. El templo se había hecho para esta ofrenda única. El Padre la aceptó totalmente satisfecho. Tomó aquel puñadito de carne de manos de María diciendo. Este es mi Hijo muy amado en quien tengo todas mis complacencias. ¡Gracias, María! ¡Gracias, Hijo mío”. Acepto la ofrenda, acepto el Cordero sin mancha”.

Nadie supo, nadie vio salvo dos privilegiados testigos, Ana y Simeón, la singularidad del momento y la grandeza de la ofrenda. Y siguió la fila de animales ofrecidos sin importancia.

Todo lo que tenga valor en el futuro solo lo tendrá si va unido a aquella ofrenda. Cuando el sacerdote eleva en la misa el cáliz y la hostia consagrados repite el gesto de María en aquella mañana: Por Cristo, Con Él y en Él, a Ti, Dios Padre Omnipotente todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

Como en todo sacrificio aparece el cuchillo que se clava y la sangre que brota. Ese cuchillo se clavó ya un poco en el alma de María. Se clavaría hasta la empuñadura en el Calvario, atravesando el corazón de una virgen y una madre. Y se convertiría en cinco cuchillos, para las dos manos, para los dos pies. Y si algo de vida quedaba, para matarla del todo hundiéndose en el corazón. El Calvario era el monte del sacrificio: del sacrificio de la segunda Eva. Ahí murió casi del todo María. Y del segundo Adán: totalmente muertoNuestra presentación en el templo:
Fue en el bautismo. Éramos niños, pero no inocentes. El bisturí extrajo el pecado original. Morimos al pecado para vivir para Dios. Quedamos señalados con el signo de Cristo: cristianos. Por eso nuestra ofrenda fue agradable al Padre. Lo que debemos hacer en la vida es vivir como cristianos y morir como cristianos, para reinar con Cristo por toda la eternidad. Nuestra señal cristiana es la que nos vuelve aceptos al Padre y nos devuelve la imagen y semejanza de Dios, que es la cruz de Jesucristo. Como religiosos resaltamos esa cruz en rojo, en sangre y sacrificio.

En el Calvario corrió mucha sangre, sangre divina, y se rompieron las compuertas del amor del Padre y del amor de María. Tanto amor y tanto dolor con puedo hacerlos inútiles con la infidelidad total y la condenación. Todos los condenados gritan a Dios: “Moriste por mí de sobra”. Esta es la blasfemia más horrible. Y gritan a María: Tu dolor fue para nada” ¿Cómo gritar ese insulto a María?
Autor: P. Mariano de Blas LC.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Dios Niño dormía seguro en brazos de María

Meditaciones del Rosario. Tercer Misterio de Gozo. El Nacimiento del Jesús.
Salí por los caminos del mundo
buscando un ser que me quisiera mucho,
que me quisiera más que nadie.

Lo encontré en una cueva:
Era un Niño pequeño,
eras Tú, mi Señor.
Tú eres mi amor largamente soñado,
mi amor eterno, mi grande y único amor.

Dejé a la puerta del portal todas mis cosas,
dejé mis riquezas, dejé mis otros amores.
Me pasé sin nada y entré en la cueva.
Lo tomé en los brazos,
lo único que quiero tener:mi Dios y mi todo.

Tú me has amado, Niño Dios, como nadie.
Tú has apostado por mí todo.
Tú mismo te has ofrecido.
Hoy he comprendido cuánto me quieres.

Yo, que tantas veces he dudado,
ya no dudo.
Yo, que tantas veces te he traicionado,
ya no más.

Yo, que mil veces me siento infeliz,
turbado, angustiado... nunca más.
Tú eres mi respuesta.
Tú eres la luz que ilumina mi senda.
Tú eres desde hoy la alegría de mi corazón.

Tú siempre estarás conmigo.
Yo también quiero.
Tú me pides que sea santo.
Te lo prometo.
Tú me quieres un apóstol, un hombre del Reino,

Aquí estoy.
La vida que repartí entre tantas criaturas,
hoy es toda tuya.
Ya no lloro, ya no temo al futuro.
Tú eres mi espléndido futuro.

Desde que bajaste a la tierra,
hiciste de la vida una aventura apasionante.
Y voy a hacer de mi vida
una aventura apasionante.

Al decirte que te quiero como a nadie,
te digo que quiero con la misma fuerza tus amores.
Quiero a tu Padre, porque Tú me lo has dado.
Quiero a tu Madre, que ya no es solo tuya,
es mía también.

Quiero a las almas, porque son tuyas y son mías,Porque diste por ellas un precio muy alto.
Si obras son amores,
muy grande debe ser tu amor por ellas.
Hoy entro en tu cueva.

Quiero arrodillarme junto a ti,
a reparar lo que ha sido mi vida:
tu pesebre, tus pajas hieren la carne muelle de mi sensualidad.

Tu amor ame golpea.
Tu amor me pone de rodillas.
¡Gracias, Amor!
¡Gracias, Jesús!


Madre de Dios y Madre del hombre

Júbilo eterno nació en su corazón
desde que supo que era la elegida
para Madre de Dios.

Dios en su seno durante nueve meses.
Ninguna madre ha gustado la felicidad
de ser madre tan profundamente,
tan tiernamente como la Madre de Jesús.
Dios en sus brazos, alimentándose de Ella,
dormido dulcemente junto a Ella,
prestándole el calor de su cuerpo
y la seguridad de una madre.

Dios Niño dormía seguro en sus brazos.
Dios de la mano de María, Dios caminando
no ya entre las estrellas y rodeado de los ángeles, de la mano de su Madre, pequeñito,
por las calles de Nazaret.

El hijo de María, tan guapo como Ella
tan igual a Ella, tan hijo de Ella,
cogido de su mano.

Un día, al querer tomar la mano de Jesús,
sintió un dolor en su mano, un dolor en sus ojos, un dolor en su corazón.

Dirigió sus ojos de cielo a la mano que le hería, a aquel niño malo, vestido de harapos,
descalzo, enfermo y herido.

“Ahí tienes a tu hijo, mujer”.
Y besó a aquel niño malo en la frente,
diciéndole con ternura celestial: “Hijo mío”.
Ese niño era yo...

No pudiste ofrecerle nada material: unas pajas, un pesebre, unos pañalitos.
Jesús no te pidió nada de eso. Tu amor le arropaba como la mejor cobija; tu pureza le hacía sentirse alimentado como el manjar más sabroso. Jesús nació con más amor, con más ternura y cariño que ningún otro niño.

Dios te lo agradece infinitamente, María.
-No tengo nada que ofrecerte
-No puedes ofrecerme nada mejor. Esas pajas, pañalitos y pesebre son mejores que a las cunas, los vestidos, los palacios de los niños ricos.

El regalo más grande de María a nosotros es Jesús. Podemos quedarnos sin nada de la tierra, y lo tenemos todo con Jesús. Quien a Jesús tiene, nada la falta.

Pensar que ese maravilloso don quiso dárnoslo el Padre por ti, a través de tus manos, de tu cuerpo, a través de tu corazón. ¡Gracias, María; ¡Gracias, Jesús, por habernos dado el regalo más grande, precioso y totalmente inmerecido!

El regalo más grande que podemos dar a los demás es Jesús por medio de María. El regalo no se achica, porque se le distribuya a más personas, Jesús puede ser de todos y quiere ser de todos, y Jesús todo entero es de cada uno.

María presentó a Jesús a los pastores; a cada uno le dijo: Aquí tienes a mi hijo, es todo tuyo. Y cada uno de nosotros nos lo ha presentado de igual forma; ahí tienes a Jesús; es todo tuyo y para siempre. Y ¿qué hago yo con Jesús? ¿Qué han hecho otros? Conocerlo hasta el éxtasis; amarlo con todo su corazón, toda su alma, toda su mente y todas sus fuerzas. Predicarlo a todos; darlo a conocer a todos,

Jesús es alimento, Jesús es vida, es camino, es felicidad sin fin. No sabremos hasta el cielo qué regalo nos han dado. Perderlo es perderse eternamente, es quedar aniquilado, sin nada. Con Jesús eres rico, feliz, realizado. Sin Jesús eres un desgraciado sin nombre.

A veces se hace mucha teoría sobre el apostolado. Pero consiste sencillamente en dar a Jesús al hermano para que sea, para que se realice, para que alcance la felicidad sin fin.
Autor: P Mariano de Blas LC.

martes, 4 de octubre de 2011

No he venido a ser servida sino a servir

Meditaciones del Rosario. Segundo Misterio de Gozo. La Visita de la Virgen a su prima Isabel.
De tal palo tal astilla, o de tal astilla tal palo. El hijo y la madre tan parecidos, no sólo en la cara sino en la vida. Dos vidas paralelas.

Dos personas que vinieron a inaugurar una nueva forma de vivir: No la del egoísmo, sino la de la generosidad y la entrega. El que no vive para servir, no sirve para vivir.

María es un sí a Dios, un sí a Jesús y un sí a los hombres.

Un sí a Dios: Hágase en mí según tu palabra. Pero no una vez o por un rato, sino en todas las oportunidades y siempre. María el encanto de Dios. Mirarla es sonreír. La única criatura que ha agradado a en todo y siempre a Dios. Hermana nuestra, intercesora, pararrayos. Nuestra raza ha producido monstruos horrendos. Pero la figura de María le cura a Dios de todas las heridas que le provocan los hombres.

Un sí a Jesús: Soy tu madre, tu compañera, tu sostén hasta la muerte. Lo tuvo en brazos cuando era un bebé desvalido, lo defendió de la espada de Herodes, lo acompañó en su vida pública con su oración y fortaleza: Jesús hombre, el Siervo de Yahvé incomprendido se cobijó a la sombra reconfortante de María, encontrando el único alivio en la tierra, porque su padre lo “abandonó en la tierra”. “Dios mío, Dios Mío, ¿por qué me has abandonado?”

María cuidó de un hijo de Dios “abandonado” por el Padre y perseguido por los hombres. Es difícil imaginar hasta qué punto María ayudó a Jesús hombre en su dura travesía por la tierra. Le acompañó en la cuesta más dura, en el último trecho hacia el Calvario. María supo sostener con su oración y su presencia y con todo el amor de una madre a un dios semiagonizante que sudaba sangre en Gethsemaní. Y dio aliento a su hijo Dios crucificado para que terminara de entregar su vida por os hombres. En el templo lo entregó de niño en sus brazos. En el Calvario lo entrego de hombre en sus mismos brazos. “Padre, te ofrezco lo que queda de mi hijo en altar destruido de mi corazón de madre”.

Jesús murió en el lecho duro de la cruz. Pero cobijado por el amor y el abrazo heroico de María. Retuvo en sus ojos un mar de llanto con la compuerta de su fortaleza, para no herir más al herido de muerte.

Cuando Jesús expiró, se rompieron los diques y María se convirtió en un mar de lágrimas. Jesús da gracias a María por haberlo ayudado a subir al Gólgota, por haberlo ayudado a morir como un crucificado. En la cruz no quedaba nada de la omnipotencia de Dios y nada de la dignidad del hombre. Era la aniquilación total. Jesús no hubiera podido sólo. Quiso necesitar la ayuda de María no sólo para nacer, sino para morir. Fue corredentora porque ayudo al Redentor a redimirnos.

Un sí a los hombres: No sabemos lo que le debemos a Dios. Ni sabemos lo que le debemos a María. Somos muy desagradecidos por ser muy ignorantes de tanto amor. “Ahí tienes a tu hijo, a tus hijos. No te dé pena de cómo son. Ámalos y cuídalos, como si fuera yo mismos”. María ha tomado en serio como al mismo Dios el cuidar de ti y de mí. No cabe duda que uno de los momentos en que Dios me ha amado más es cuando me dijo: Ahí tienes a tu madre. Desde entonces hay un amor en mi vida, el más puro, el menos merecido el de la madre más maravillosa. El corazón que amó a Dios me a mí como madre. ¡Bendito el momento en que esto empezó a suceder!. La madre de Dios es mi madre.

Ella me sostiene con su oración y amor a lo largo de mi vida, en mis problemas y sufrimientos y en la hora de mi muerte
Si servir hace felices, María fue la mujer más feliz, porque fue la mejor servidora. El método ha funcionado siempre, igual que el del egoísmo jamás ha funcionado ni funcionará. El de servir al prójimo crea hombres y mujeres felices. Se sirve rezando por los infelices; se sirve sufriendo por los pecadores; se sirve dedicando tiempo, mi tiempo, al apostolado; se sirve dando algo mío, y se sirve, sobre todo, dándose a sí mismo con amor al prójimo.

Donde está María las personas y las cosas cambian

Nazareth es un pueblo bendito por Ella y por Jesús y José. ¡Qué trilogía! Nunca tan pocos han hecho tanto por toda la humanidad. La casa de Zacarías no fue la misma desde que en ella se hospedó María. El nivel de gozo y serenidad subió al máximo. La boda de Caná, que hubiera acabado en un naufragio por escasez de vino, terminó siendo la boda más feliz, donde se sirvió el vino mejor del mundo. Por Ella. La vida de Jesús en este mundo hubiera sido insoportable sin Ella. Pero la vida de Jesús, la dura vida terrena del Hijo de Dios fue maravillosamente soportable por aquella flor de Nazareth.

La vida de un cristiano, la tuya, la mía es muy diferente: amable, dulce, llevadera, cuando María convierte nuestra pobre agua en dulce vino. María es la alegría de vivir para quien la toma simplemente en serio. Invito desde aquí a todos los tristes, pesimistas, amargados a que toquen a la puerta de María. Verán renacer la esperanza.

Y amar a María es la cosa más sencilla, más dulce, más inefable. El primer mandamiento de “amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón...” podríamos adaptarlo así:”Amarás a María, tu Madre, una milésima menos de la que amas a Dios”.

Bendita tú que has creído...

Tu fe gigantesca borra la incredulidad aterradora de millones de ateos e incrédulos. Y Dios lo sabe, lo mide. Bendita por ti y bendita por nosotros, que tanto tenemos la cerrazón de Tomás. Tú dijiste, antes que él, sin pedir tocar ni ver:”Señor mío y Dios mío”, cuando aquel Dios era sólo un puñadito de células en tu seno.

Jesús diría a Tomás y a todos los incrédulos: “Dichosos los que sin ver creyeron”. En aquel momento la alabanza era para ti y para Juan. Después sería para todos los creyentes. Dichoso el que sigue creyendo en la Eucaristía, en la Iglesia, en Jesús, en María.

Creer es un acto de amor y confianza en el amado; no en lo que yo veo o palpo o discurro, sino en su palabra. Creer es fiarse, es amar, es entregarse sin agarraderas. La fe fue toda tu vida la estrella polar. La fe te salvó de la desesperanza y del orgullo; de la rutina y del cansancio. La fe es la victoria que vence al mundo. Tú eres la mujer vencedora por excelencia.


Mi alma glorifica al Señor...

Debías cantar muy bellamente. Me gustaría oírte cantar uno de tus canciones favoritas, el Magnificat con el alma encendida de amor y gratitud a tu Creador. Sabías agradecer: Te nacía del alma como fuente a flor de corazón. Sabías ser humilde: Eras la humildad encarnada y transparente. Conocías tu grandeza, pero sabías que era regalo, y así lo proclamas: “Soy grande, andaré boca de todas las generaciones, porque Él es bueno y grande”. Yo sé que das las gracias a quien te reza un avemaría.

Te llamas esclava, palabra sublime de amor. Ser esclavo del amado representa la plena disponibilidad, el sí total; por eso al llamarte esclava te declarabas totalmente a las órdenes de tu amado, Dios.

Del amor hiciste tu identidad. Te podemos llamar Amor como san Juan llamaba a Dios. De amor llenaste la vida, y, así, esa vida se tornó maravillosa como todo lo que toca el amor. De amor viviste, y de amor moriste. Y de amor vivirás eternamente en el cielo; enamorada para siempre de tu Dios y enamorada de tus pequeños. Enséñanos a amar, a vivir de amor como tú.
Autor: P. Mariano de Blas LC.