Inicios
Una de las grandes satisfacciones que tiene el ser humano en su vida cotidiana, es la gran seguridad de contar con grades amigos. Con el paso del tiempo, la amistad se fortalece sin darnos cuenta, la convivencia ha traído consigo aficiones, gustos e intereses en común, compartiendo preocupaciones, alegrías, tristezas, y la seguridad de contar con un apoyo incondicional.
La esencia principal de la amistad, radica en los valores que son el cimiento de las relaciones duraderas, porque nuestra amistad sobrepasa con mucho la superficialidad. Siempre quedamos en lo anecdótico, la broma, el buen momento ó pasivamente en disposición para lo que se ofrezca.
Es de gran utilidad considerar la gran importancia que tienen los valores para fortalecer el valor de la amistad, entre los más importantes se encuentran:
La Coherencia
Es de fundamental importancia mostrar una personalidad única con todas las personas y en todos los ambientes: vocabulario, modales, actitudes, opinión, y nuestra conducta en general. Nada es más desconcertante que descubrir distintas formas de ser en una misma persona, esto afecta significativamente la comunión expedita, a la vez provoca desconfianza y demuestra falta de madurez.
La Flexibilidad
Es la adaptación a los distintos ambientes, y facilita la comunicación y permite a su vez acrecentar nuestro círculo de amistades. Debemos tomar en cuenta que la persona flexible es amable y a la vez servicial, en todo lugar, si sólo tenemos atenciones con las personas que conocemos, no se puede hablar de flexibilidad.
Hay signos evidentes de flexibilidad son: ceder la palabra; rectificar la opinión, pedir disculpas públicas; participar de las actividades y aficiones que gustan a los demás ( siempre y cuando permitan la vivencia de los valores ), aceptar de buen grado los consejos sanos, y las recomendaciones sobre nuestra persona con sencillez y serenidad.
Como detalle importante, podemos señalar que una persona puede tener varios amigos con intereses diametralmente opuestos; la flexibilidad nos permite alejar ese sentimiento de exclusividad que muchas personas equivocadamente reclaman. Cada persona por ser naturlmente diferente aporta definitivamente algo distinto en la vida de los demás, en eso consiste el enriquecimiento personal y el cultivo de amistades.
La Comunicación
La verdadera comunicación, no es una agradable conversación que muchas veces puede ser también superficial. Comunicarse significa participar de nuestro yo a nuestros amigos, conla sinceridad de las palabras, transmitiendo de verdad nuestros verdaderos punto de vista, y la manera de sentir, sólo así existe un intercambio real y verdadero de pensamientos que desembocan en la comprensión y el entendimiento formal.
La forma más simple de conservar una amistad, es manteniendo contacto frecuente con nuestros amigos, sin importar realmente la distancia, pues unos simples minutos bastan para hacer una llamada ó escribir un correo electrónico.
Preguntar por el estado de salud, el trabajo diario, cual fue el resultado de sus últimos planes, enviar saludos a la familia en general... y tantas cosas que podemos decir que demuetran interés y sincera amistad.
Por lo tanto, hay personas que se llaman nuestros amigos, pero sólo aparecen cuando necesitan algo de nuestra persona, y no cuando estamos enfermos, preocupados, felices ó aburridos. Ese es la mejor forma de mantener a sus amigos, llamándolos en su momento oportuno y mantener su interés en continuar disfrutando de la amistad en el futuro.
La Generosidad
Lo más importante de este valor, es hacer lo posible por otorgar nuestro tiempo, recursos, conocimientos y las cualidades cuando los demás lo necesiten, donde no importa realmente si piden ó no nuestra intervención.
Muchas veces, esperamos pacientemente que nuestros amigos estén a nuestra disposición, y lo demuestran con hechos plausibles; pero en ocasiones, por distracción ó simple comodidad no correspondemos de la misma manera, ¿no es esto una forma de aprovechar y utilizar la amistad en beneficio personal?
La generosidad, no tiene barreras, pues los amigos dan su persona desinteresadamente y sin límites; están muchas veces pendientes de las preocupaciones y de las necesidades; acompañándonos en la enfermedad ó en los malos momentos; gozan de los triunfos y de las alegrías, sin el sentimiento mezquino de la envidia; la generosidad se extiende a las cosas materiales, la ayuda para reparar el auto...
La Lealtad
No hay riqueza más valiosa que un buen amigo seguro. Ser leal, supone realmente ser una persona de palabra, que responda con fidelidad a los compromisos que la amistad lleva consigo; los amigos nobles no critican, ni murmuran, ni traicionan una confidencia personal, y siempre se encuentra veracidad en sus palabras. Son verdaderos amigos, quienes defienden a capa y espada los intereses y el buen nombre de sus amigos.
Ser leal, también es hablar claro y ser muy franco; la lealtad también se demuestra al corregir a un amigo que se equivoca al tomar una decisión importante en su vida cotidiana.
El Agradecimiento
Un pequeño detalle de agradecimiento fortalece enormemente nuestra amistad significativamente, no pensemos en objetos, devolver el favor en la misma proporción ó cualquier cosa extraña, entre los amigos hasta dar las gracias sinceramente como un reconocimiento efectivo a la ayuda desinteresada que hemos recibido. Pero, sobre todo hay que decirlo.
Debemos tomar en cuenta que los pequeños detalles son espontáneos, y que a la vez representan verdaderas muestras de afecto, pero nunca deben aparecer como "pago" al beneficio que desinteresadamente recibimos, pues los obsequios, invitaciones y otros detalles, son elementos naturales de una amistad sincera.
La Superación
Los verdaderos amigos, siempre nos ayudarán a superarnos y a vivir mejor, porque el interés está puesto en la persona, no en sus pertenencias, posición ó lo divertido, que puede ser. La confianza, el consejo oportuno sobre las buenas costumbres, hábitos, diversiones ó el orden de nuestros afectos, constituyen muestras claras de un gran aprecio, compromiso y de responsabilidad.
Los valores, nos ayudan enormemente a encontrar nuevos amigos sinceros, y mejores amistades, porque nuestra actitud es franca y a la vez abierta para todas las personas. Ser un "mejor amigo", no es un objetivo para buscar el reconocimiento ó alimentar nuestra vanidad humana, es simplemente una forma de elevar la calidad de las relaciones humanas, poniendo siempre nuestro ejemplo en todas las actividades que hagamos en el futuro.
Por: Autor desconocido
"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)
sábado, 25 de junio de 2011
LA AMISTAD Y SUS VALORES
viernes, 24 de junio de 2011
La primera lección para obtener cariño
Preguntaron a una madre cuál era el secreto para obtener que sus hijos fueran tan amados por los demás, y ella respondió:
"Mi primera lección es enseñarles a sonreír".
Y resumía así los consejos que ella da a sus hijos:
Sonríe, sonríe, hasta que notes que tu continua seriedad o tu severidad habitual hayan desaparecido.
Sonríe, hasta que logres que el calor de tu rostro alegre, caliente tu corazón que tiende a ser frío.
Recuerda que tu sonrisa tiene un trabajo que hacer:
ganar amigos para ti, y almas para Dios. Puedes ser apóstol con sólo sonreír.
Sonríe a los rostros solitarios.
Sonríe a los rostros enfermos.
Sonríe a los rostros arrugados de los ancianos.
Sonríe a los rostros sucios de los pordioseros.
Deja que en tu familia todos gocen de la belleza y de la inspiración que provienen de tu rostro sonriente.
Cuenta, si tú quieres, el número de sonrisas que la tuya haya despertado en otros durante el día.
Ese número representa cuántas veces tú has fomentado la felicidad, la alegría, el ánimo y la confianza en otros corazones.
La influencia de la sonrisa se extenderá hasta donde tú ni siquiera alcanzas a sospechar.
Tu sonrisa te abre muchas puertas, allana las dificultades y hasta puede obtenerte excepcionales favores.
Puede ser un comienzo de conversión a la Fe.
Puede ganarte un sinnúmero de verdaderos amigos.
Y sonríe también a Dios: aceptando lo que él quiere que te suceda, porque ya sabes que todo redunda en bien de los que aman al Señor.
Sufrir con amor es delicioso, pero sonreír en el sufrimiento es el arte supremo del amor.
Sonreír en el sufrimiento es cubrir con pétalos vistosos y perfumados las espinas de la vida, para que los demás sólo vean lo que agrada, y Dios, que ve en lo profundo, anote lo que nos va a recompensar.
Y así obtendrás que en el último día, Cristo tu Juez, te sonría también satisfecho y te lleve a donde nunca vas a dejar de sonreír.
"Mi primera lección es enseñarles a sonreír".
Y resumía así los consejos que ella da a sus hijos:
Sonríe, sonríe, hasta que notes que tu continua seriedad o tu severidad habitual hayan desaparecido.
Sonríe, hasta que logres que el calor de tu rostro alegre, caliente tu corazón que tiende a ser frío.
Recuerda que tu sonrisa tiene un trabajo que hacer:
ganar amigos para ti, y almas para Dios. Puedes ser apóstol con sólo sonreír.
Sonríe a los rostros solitarios.
Sonríe a los rostros enfermos.
Sonríe a los rostros arrugados de los ancianos.
Sonríe a los rostros sucios de los pordioseros.
Deja que en tu familia todos gocen de la belleza y de la inspiración que provienen de tu rostro sonriente.
Cuenta, si tú quieres, el número de sonrisas que la tuya haya despertado en otros durante el día.
Ese número representa cuántas veces tú has fomentado la felicidad, la alegría, el ánimo y la confianza en otros corazones.
La influencia de la sonrisa se extenderá hasta donde tú ni siquiera alcanzas a sospechar.
Tu sonrisa te abre muchas puertas, allana las dificultades y hasta puede obtenerte excepcionales favores.
Puede ser un comienzo de conversión a la Fe.
Puede ganarte un sinnúmero de verdaderos amigos.
Y sonríe también a Dios: aceptando lo que él quiere que te suceda, porque ya sabes que todo redunda en bien de los que aman al Señor.
Sufrir con amor es delicioso, pero sonreír en el sufrimiento es el arte supremo del amor.
Sonreír en el sufrimiento es cubrir con pétalos vistosos y perfumados las espinas de la vida, para que los demás sólo vean lo que agrada, y Dios, que ve en lo profundo, anote lo que nos va a recompensar.
Y así obtendrás que en el último día, Cristo tu Juez, te sonría también satisfecho y te lleve a donde nunca vas a dejar de sonreír.
Juan Bautista un gran hombre
Juan bautiza a quienes le hacen caso y quieren cambiar. Hoy te invita a que cambies tu.
Autor: Archidiócesis de Madrid
Fuente: Archidiócesis de Madrid
La madre, Isabel, había escuchado no hace mucho la encantadora oración que salió espontáneamente de la boca de su prima María y que traía resonancias, como un eco lejano, del antiguo Israel. Zacarías, el padre de la criatura, permanece mudo, aunque por señas quiere hacerse entender.
Las concisas palabras del Evangelio, porque es así de escueta la narración del nacimiento después del milagroso hecho de su concepción en la mayor de las desesperanzas de sus padres, encubren la realidad que está más llena de colorido en la pequeña aldea de Zacarías e Isabel; con lógica humana y social comunes se tienen los acontecimientos de una familia como propios de todas; en la pequeña población las penas y las alegrías son de todos, los miedos y los triunfos se comparten por igual, tanto como los temores. Este nacimiento era esperado con angustiosa curiosidad. ¡Tantos años de espera! Y ahora en la ancianidad... El acontecimiento inusitado cambia la rutina gris de la gente. Por eso aquel día la noticia voló de boca en boca entre los paisanos, pasa de los corros a los tajos y hasta al campo se atrevieron a mandar recados ¡Ya ha nacido el niño y nació bien! ¡Madre e hijo se encuentran estupendamente, el acontecimiento ha sido todo un éxito!
Y a la casa llegan las felicitaciones y los parabienes. Primero, los vecinos que no se apartaron ni un minuto del portal; luego llegan otros y otros más. Por un rato, el tin-tin del herrero ha dejado de sonar. En la fuente, Betsabé rompió un cántaro, cuando resbaló emocionada por lo que contaban las comadres. Parece que hasta los perros ladran con más fuerza y los asnos rebuznan con más gracia. Todo es alegría en la pequeña aldea.
Llegó el día octavo para la circuncisión y se le debe poner el nombre por el que se le nombrará para toda la vida. Un imparcial observador descubre desde fuera que ha habido discusiones entre los parientes que han llegado desde otros pueblos para la ceremonia; tuvieron un forcejeo por la cuestión del nombre -el clan manda mucho- y parece que prevalece la elección del nombre de Zacarías que es el que lleva el padre. Pero el anciano Zacarías está inquieto y se diría que parece protestar. Cuando llega el momento decisivo, lo escribe con el punzón en una tablilla y decide que se llame Juan. No se sabe muy bien lo que ha pasado, pero lo cierto es que todo cambió. Ahora Zacarías habla, ha recuperado la facultad de expresarse del modo más natural y anda por ahí bendiciendo al Dios de Israel, a boca llena, porque se ha dignado visitar y redimir a su pueblo.
Ya no se habla más del niño hasta que llega la próxima manifestación del Reino en la que interviene. Unos dicen que tuvo que ser escondido en el desierto para librarlo de una matanza que Herodes provocó entre los bebés para salvar su reino; otros dijeron que en Qunram se hizo asceta con los esenios. El oscuro espacio intermedio no dice nada seguro hasta que «en el desierto vino la palabra de Dios sobre Juan». Se sabe que, a partir de ahora, comienza a predicar en el Jordán, ejemplarizando y gritando: ¡conversión! Bautiza a quienes le hacen caso y quieren cambiar. Todos dicen que su energía y fuerza es más que la de un profeta; hasta el mismísimo Herodes a quien no le importa demasiado Dios se ha dejado impresionar.
Y eso que él no es la Luz, sino sólo su testigo.
Autor: Archidiócesis de Madrid
Fuente: Archidiócesis de Madrid
La madre, Isabel, había escuchado no hace mucho la encantadora oración que salió espontáneamente de la boca de su prima María y que traía resonancias, como un eco lejano, del antiguo Israel. Zacarías, el padre de la criatura, permanece mudo, aunque por señas quiere hacerse entender.
Las concisas palabras del Evangelio, porque es así de escueta la narración del nacimiento después del milagroso hecho de su concepción en la mayor de las desesperanzas de sus padres, encubren la realidad que está más llena de colorido en la pequeña aldea de Zacarías e Isabel; con lógica humana y social comunes se tienen los acontecimientos de una familia como propios de todas; en la pequeña población las penas y las alegrías son de todos, los miedos y los triunfos se comparten por igual, tanto como los temores. Este nacimiento era esperado con angustiosa curiosidad. ¡Tantos años de espera! Y ahora en la ancianidad... El acontecimiento inusitado cambia la rutina gris de la gente. Por eso aquel día la noticia voló de boca en boca entre los paisanos, pasa de los corros a los tajos y hasta al campo se atrevieron a mandar recados ¡Ya ha nacido el niño y nació bien! ¡Madre e hijo se encuentran estupendamente, el acontecimiento ha sido todo un éxito!
Y a la casa llegan las felicitaciones y los parabienes. Primero, los vecinos que no se apartaron ni un minuto del portal; luego llegan otros y otros más. Por un rato, el tin-tin del herrero ha dejado de sonar. En la fuente, Betsabé rompió un cántaro, cuando resbaló emocionada por lo que contaban las comadres. Parece que hasta los perros ladran con más fuerza y los asnos rebuznan con más gracia. Todo es alegría en la pequeña aldea.
Llegó el día octavo para la circuncisión y se le debe poner el nombre por el que se le nombrará para toda la vida. Un imparcial observador descubre desde fuera que ha habido discusiones entre los parientes que han llegado desde otros pueblos para la ceremonia; tuvieron un forcejeo por la cuestión del nombre -el clan manda mucho- y parece que prevalece la elección del nombre de Zacarías que es el que lleva el padre. Pero el anciano Zacarías está inquieto y se diría que parece protestar. Cuando llega el momento decisivo, lo escribe con el punzón en una tablilla y decide que se llame Juan. No se sabe muy bien lo que ha pasado, pero lo cierto es que todo cambió. Ahora Zacarías habla, ha recuperado la facultad de expresarse del modo más natural y anda por ahí bendiciendo al Dios de Israel, a boca llena, porque se ha dignado visitar y redimir a su pueblo.
Ya no se habla más del niño hasta que llega la próxima manifestación del Reino en la que interviene. Unos dicen que tuvo que ser escondido en el desierto para librarlo de una matanza que Herodes provocó entre los bebés para salvar su reino; otros dijeron que en Qunram se hizo asceta con los esenios. El oscuro espacio intermedio no dice nada seguro hasta que «en el desierto vino la palabra de Dios sobre Juan». Se sabe que, a partir de ahora, comienza a predicar en el Jordán, ejemplarizando y gritando: ¡conversión! Bautiza a quienes le hacen caso y quieren cambiar. Todos dicen que su energía y fuerza es más que la de un profeta; hasta el mismísimo Herodes a quien no le importa demasiado Dios se ha dejado impresionar.
Y eso que él no es la Luz, sino sólo su testigo.
jueves, 23 de junio de 2011
¡HOY ES CORPUS CHRISTI !
Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre!
Señor... ¡haznos dóciles siempre a tu amor pero especialmente en este hermosísimo día de Corpus Christi!
Una vez más ante ti, Señor.
Hoy es un día grande para ti, para nosotros, para tu Iglesia. Es la solemnidad donde se exalta y glorifica la presencia de tu Cuerpo, tu Sangre y tu Divinidad en el Sacramento de la Eucaristía.
¡HOY ES CORPUS CHRISTI !
Tu Cuerpo, tu Sangre.... y tu Divinidad. ¿Qué te podemos decir, Señor? Tan solo caer de rodillas y decirte: - ¡Creo en ti, Señor, pero aumenta mi fe!
Tu lo sabes todo, mi Dios, mi Jesús, y sabías cuando te quedaste en el pan y vino, - aparentemente tan solo de pan y vino -, con el único deseo de ser nuestro alimento, que aunque no te corresponderíamos como tu Corazón desea, no te importó y ahí te quedaste para ser nuestro refugio, nuestra fuerza para nuestras penas y dolores, para ser consuelo, para ser el cirineo que nos ayuda a cargar con la cruz de nuestro diario vivir, a veces demasiado pesada y dolorosa, que nos puede hacer desfallecer sin tu no estás.... y también para bendecirte en los momentos de alegría, para buscar que participes en los momentos en que nuestro corazón está feliz.... ¡ahí estás Tu!...¡ Bendito y alabado seas!
Solo a un Dios locamente enamorado de sus criaturas se le podía ocurrir semejante ofrenda... por que no sabemos corresponder a ese amor, no, Jesús, no te acompañamos en la soledad de tus Sagrarios, no pensamos en tu gran amor .... somos indiferentes, egoístas, muchas veces solo nos acordamos de ti cuando te necesitamos porque las cosas no van, ni están, como nosotros queremos...
Señor... ¡haznos dóciles siempre a tu amor pero especialmente en este hermosísimo día de Corpus Christi!
¡Señor Jesucristo!
¡Gracias porque te nos diste de modo tan admirable, y porque te quedaste entre nosotros de manera tan amorosa!
Danos a todos una fe viva en el Sacramento del amor. Que la Misa dominical sea el centro de nuestra semana cristiana, la Comunión nos sacie el hambre que tenemos de ti, y el Sagrario se convierta en el remanso tranquilo donde nuestras almas encuentren la paz... (P. García)
Autor: Ma Esther De Ariño.
EVANGELIO DE HOY
El que coma de este pan vivirá para siempre
Juan 6, 51-58. Solemnidad de Corpus Christi. Éste es el pan que ha bajado del cielo, el que coma este pan vivirá para siempre.
Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 51-58
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo. Disputaban entonces los judíos entre sí: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Entonces Jesús les dijo: Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que coma este pan vivirá para siempre.
Oración introductoria
Jesús, tu Cuerpo Santísimo en la Eucaristía está presente en el mundo por mí. A veces no encuentro un faro que guíe mis pasos. Dame la gracia de saber que habitas en mí y yo en ti. Quiero ser cada día más tuyo y ser por entero un signo visible de tu amor. Dame la gracia de amarte en tu Eucaristía.
Petición
Señor, concédeme amar tu cuerpo y tu sangre. A veces soy egoísta y me fijo mucho en mi.
Meditación
Queridos hermanos y hermanas:
En la víspera de su Pasión, durante la Cena pascual, el Señor tomó el pan en sus manos --como hemos escuchado hace poco en el Evangelio-- y, tras pronunciar la bendición, lo rompió y lo dio a sus discípulos diciendo: «Tomad, este es mi cuerpo». Después tomó el cáliz, dio gracias, se lo dio y todos bebieron de él. Y dijo: «Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos» (Marcos 14, 22-24). Toda la historia de Dios con los hombres se resume en estas palabras. No sólo recuerdan e interpretan el pasado, sino que anticipan también el futuro, la venida del Reino de Dios en el mundo. Jesús no sólo pronuncia palabras. Lo que Él dice es un acontecimiento, el acontecimiento central de la historia del mundo y de nuestra vida personal.
Estas palabras son inagotables. Quisiera meditar con vosotros en este momento en un solo aspecto. Jesús, como signo de la presencia, escogió el pan y el vino. Con cada uno de los dos signos se entrega totalmente, no sólo una parte de sí. El Resucitado no está dividido. Él es una persona que, a través de los signos, se acerca a nosotros y se une a nosotros. Los signos, sin embargo, representan de manera clara cada uno de los aspectos particulares de su misterio y, con su manera típica de manifestarse, nos quieren hablar para que aprendamos a comprender algo más del misterio de Jesucristo. Durante la procesión y en la adoración, nosotros miramos a la Hostia consagrada, la forma más sencilla de pan y de alimento, hecho simplemente con algo de harina y de agua. La oración con la que la Iglesia durante la liturgia de la misa entrega este pan al Señor lo presenta como fruto de la tierra y del trabajo del hombre. En él queda recogido el cansancio humano, el trabajo cotidiano de quien cultiva la tierra, de quien siembra, cosecha y finalmente prepara el pan. Sin embargo, el pan no es sólo un producto nuestro, algo que nosotros hacemos; es fruto de la tierra y, por tanto, es también un don. El hecho de que la tierra dé fruto no es mérito nuestro; sólo el Creador podía darle la fertilidad. Y ahora podemos también ampliar algo esta oración de la Iglesia, diciendo: el pan es fruto de la tierra y al mismo tiempo del cielo. Presupone la sinergia de las fuerzas de la tierra y de los dones de lo alto, es decir, del sol y de la lluvia. Y el agua, de la que tenemos necesidad para preparar el pan, no la podemos producir nosotros. En un período en el que se habla de la desertización y en el que escuchamos denunciar el peligro de que los hombres y los animales mueran de sed en las regiones sin agua, volvemos a darnos cuenta de la grandeza del don del agua y de que no podemos proporcionárnoslo por nosotros mismos.
Entonces, al contemplar más de cerca este pequeño pedazo de Hostia blanca, este pan de los pobres, se nos presenta como una síntesis de la creación. Se unen el cielo y la tierra, así como actividad y espíritu del hombre. La sinergia de las fuerzas que hace posible en nuestro pobre planeta el misterio de la vida y de la existencia del hombre nos sale al paso en toda su maravillosa grandeza.
De este modo, comenzamos a comprender por qué el Señor escoge este pedazo de pan como su signo. La creación con todos sus dones aspira más allá de sí misma hacia algo que es todavía más grande. Más allá de la síntesis de las propias fuerzas, más allá de la síntesis de naturaleza y espíritu que en cierto sentido experimentamos en el pedazo de pan, la creación está orientada hacia la divinización, hacia los santos desposorios, hacia la unificación con el Creador mismo.
Pero todavía no hemos explicado plenamente el mensaje de este signo de pan. El Señor hizo referencia a su misterio más profundo en el Domingo de Ramos, cuando le presentaron la petición de unos griegos que querían encontrarse con Él. En su respuesta a esta pregunta, se encuentra la frase: «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (Juan 12, 24). En el pan, hecho de granos molidos, se esconde el misterio de la Pasión. La harina, el grano molido, presupone el morir y el resucitar del grano. El ser molido y cocido manifiesta una vez más el mismo misterio de la Pasión. Sólo a través del morir llega el resurgir, llega el fruto y la nueva vida. Las culturas del Mediterráneo, en los siglos anteriores a Cristo, habían intuido profundamente este misterio. Basándose en la experiencia de este morir y resurgir, concibieron mitos de divinidades, que muriendo y resucitando daban nueva vida. El ciclo de la naturaleza les parecía como una promesa divina en medio de las tinieblas del sufrimiento y de la muerte que se nos imponen. En estos mitos, el alma de los hombres, en cierto sentido, se orientaba hacia ese Dios que se hizo hombre, que se humilló hasta la muerte en la cruz y que de este modo abrió para todos nosotros la puerta de la vida. En el pan y en su devenir, los hombres han descubierto una especie de expectativa de la naturaleza, una especie de promesa de la naturaleza de que esto habría tenido que existir: el Dios que muere de este modo nos lleva a la vida.
Ha sucedido realmente con Cristo lo que en los mitos era una expectativa y lo que el mismo grano esconde como signo de la esperanza de la creación. A través de su sufrimiento y de su muerte libre, Él se convirtió en pan para todos nosotros y, de este modo, en esperanza viva y creíble: Él nos acompaña en todos nuestros sufrimientos hasta la muerte. Los caminos que Él recorre con nosotros y a través de los cuales nos conduce a la vida son caminos de esperanza.
Al contemplar en adoración a la Hostia consagrada, nos habla el signo de la creación. Entonces nos encontramos con la grandeza de su don; pero nos encontramos también con la Pasión, con la Cruz de Jesús y su resurrección. A través de esta contemplación en adoración, Él nos atrae hacia sí, penetrando en su misterio, por medio del cual quiere transformarnos, como transformó la Hostia.
La Iglesia primitiva encontró en el pan un signo más. La «Doctrina de los doce apóstoles», un libro redactado en torno al año 100, refiere en sus oraciones la afirmación: «Que así como este pan partido estaba esparcido sobre las colinas y es reunido en una sola cosa, del mismo modo tu Iglesia sea reunida desde los confines de la tierra en tu Reino» (IX, 4). El pan, hecho de muchos granos de trigo, encierra también un acontecimiento de unión: el convertirse en pan de granos molidos es un proceso de unificación. Nosotros mismos, de los muchos que somos, tenemos que convertirnos en un solo pan, en su solo cuerpo, nos dice san Pablo (1 Corintios 10, 17). De este modo, el pan se convierte al mismo tiempo en esperanza y tarea.
De manera semejante también nos habla el signo del vino. Ahora bien, mientras el pan hace referencia a lo cotidiano, a la sencillez y a la peregrinación, el vino expresa la exquisitez de la creación: a través de este signo menciona la fiesta de alegría que Dios quiere ofrecernos al final de los tiempos y que anticipa ahora, siempre de nuevo. Pero el vino también habla de la Pasión: la vid tiene que ser podada repetidamente para poder purificarse; la uva tiene que madurar bajo el sol y la lluvia y tiene que ser pisada: sólo a través de esta pasión madura un vino apreciado.
En la fiesta del Corpus Christi contemplamos sobre todo el signo del pan. Nos recuerda también la peregrinación de Israel durante los cuarenta años en el desierto. La Hostia es nuestro maná con el que el Señor nos alimenta, es verdaderamente el pan del cielo, con el que Él verdaderamente se entrega a sí mismo. En la procesión, seguimos este signo y de este modo le seguimos a Él mismo. Y le pedimos: ¡guíanos por los caminos de nuestra historia! ¡Vuelve a mostrar a la Iglesia y a sus pastores siempre de nuevo el camino justo! ¡Mira a la humanad que sufre, que vaga insegura entre tantos interrogantes; mira el hambre física y psíquica que le atormenta! ¡Da a los hombres el pan para el cuerpo y para el alma! ¡Dales trabajo! ¡Dales luz! ¡Dales a ti mismo! ¡Purifícanos y santifícanos a todos nosotros! Haznos comprender que sólo a través de la participación en tu Pasión, a través del «sí» a la cruz, a la renuncia, a las purificaciones que tú nos impones, nuestra vida puede madurar y alcanzar su auténtico cumplimiento. Reúnenos desde todos los confines de la tierra. ¡Une a tu Iglesia, une a la humanidad lacerada! ¡Danos tu salvación! ¡Amén! (Homilía de Benedicto XVI en el Corpus Christi 2006)
Reflexión apostólica
Hubo hace algún tiempo que una persona murió por ti. Después muchos siguieron su ejemplo. Hoy necesitamos ayuda en la evangelización del mundo. Hay muchos que son héroes por cosas que no valen la pena. Lánzate a darle un espacio a Cristo en tu corazón, pero no lo dejes abandonado sino que habita con Él.
Propósito
Visitaré a Jesús en la Eucaristía, valorando que Jesús siempre está ahí por mi.
Diálogo con Cristo
¡Jesús, gracias por quedarte conmigo! Te has quedado ahí para esperarme a estar contigo. Me ocupo de muchas cosas y te pido perdón por no darte un tiempo. Ahora buscaré ser un poco más tuyo. Seamos realistas. No estaremos todo el día en la iglesia pero podremos hacer esta pequeña jaculatoria «Señor, hazme fiel a tu amistad y jamás permitas que me separe de ti».
Solemnidad de Corpus Christi Este día, recordamos la institución de la Eucaristía, que se llevó a cabo el Jueves Santo, durante la Última Cena al convertir Jesús el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre.
Autor: Irving Sánchez
Juan 6, 51-58. Solemnidad de Corpus Christi. Éste es el pan que ha bajado del cielo, el que coma este pan vivirá para siempre.
Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 51-58
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo. Disputaban entonces los judíos entre sí: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Entonces Jesús les dijo: Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que coma este pan vivirá para siempre.
Oración introductoria
Jesús, tu Cuerpo Santísimo en la Eucaristía está presente en el mundo por mí. A veces no encuentro un faro que guíe mis pasos. Dame la gracia de saber que habitas en mí y yo en ti. Quiero ser cada día más tuyo y ser por entero un signo visible de tu amor. Dame la gracia de amarte en tu Eucaristía.
Petición
Señor, concédeme amar tu cuerpo y tu sangre. A veces soy egoísta y me fijo mucho en mi.
Meditación
Queridos hermanos y hermanas:
En la víspera de su Pasión, durante la Cena pascual, el Señor tomó el pan en sus manos --como hemos escuchado hace poco en el Evangelio-- y, tras pronunciar la bendición, lo rompió y lo dio a sus discípulos diciendo: «Tomad, este es mi cuerpo». Después tomó el cáliz, dio gracias, se lo dio y todos bebieron de él. Y dijo: «Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos» (Marcos 14, 22-24). Toda la historia de Dios con los hombres se resume en estas palabras. No sólo recuerdan e interpretan el pasado, sino que anticipan también el futuro, la venida del Reino de Dios en el mundo. Jesús no sólo pronuncia palabras. Lo que Él dice es un acontecimiento, el acontecimiento central de la historia del mundo y de nuestra vida personal.
Estas palabras son inagotables. Quisiera meditar con vosotros en este momento en un solo aspecto. Jesús, como signo de la presencia, escogió el pan y el vino. Con cada uno de los dos signos se entrega totalmente, no sólo una parte de sí. El Resucitado no está dividido. Él es una persona que, a través de los signos, se acerca a nosotros y se une a nosotros. Los signos, sin embargo, representan de manera clara cada uno de los aspectos particulares de su misterio y, con su manera típica de manifestarse, nos quieren hablar para que aprendamos a comprender algo más del misterio de Jesucristo. Durante la procesión y en la adoración, nosotros miramos a la Hostia consagrada, la forma más sencilla de pan y de alimento, hecho simplemente con algo de harina y de agua. La oración con la que la Iglesia durante la liturgia de la misa entrega este pan al Señor lo presenta como fruto de la tierra y del trabajo del hombre. En él queda recogido el cansancio humano, el trabajo cotidiano de quien cultiva la tierra, de quien siembra, cosecha y finalmente prepara el pan. Sin embargo, el pan no es sólo un producto nuestro, algo que nosotros hacemos; es fruto de la tierra y, por tanto, es también un don. El hecho de que la tierra dé fruto no es mérito nuestro; sólo el Creador podía darle la fertilidad. Y ahora podemos también ampliar algo esta oración de la Iglesia, diciendo: el pan es fruto de la tierra y al mismo tiempo del cielo. Presupone la sinergia de las fuerzas de la tierra y de los dones de lo alto, es decir, del sol y de la lluvia. Y el agua, de la que tenemos necesidad para preparar el pan, no la podemos producir nosotros. En un período en el que se habla de la desertización y en el que escuchamos denunciar el peligro de que los hombres y los animales mueran de sed en las regiones sin agua, volvemos a darnos cuenta de la grandeza del don del agua y de que no podemos proporcionárnoslo por nosotros mismos.
Entonces, al contemplar más de cerca este pequeño pedazo de Hostia blanca, este pan de los pobres, se nos presenta como una síntesis de la creación. Se unen el cielo y la tierra, así como actividad y espíritu del hombre. La sinergia de las fuerzas que hace posible en nuestro pobre planeta el misterio de la vida y de la existencia del hombre nos sale al paso en toda su maravillosa grandeza.
De este modo, comenzamos a comprender por qué el Señor escoge este pedazo de pan como su signo. La creación con todos sus dones aspira más allá de sí misma hacia algo que es todavía más grande. Más allá de la síntesis de las propias fuerzas, más allá de la síntesis de naturaleza y espíritu que en cierto sentido experimentamos en el pedazo de pan, la creación está orientada hacia la divinización, hacia los santos desposorios, hacia la unificación con el Creador mismo.
Pero todavía no hemos explicado plenamente el mensaje de este signo de pan. El Señor hizo referencia a su misterio más profundo en el Domingo de Ramos, cuando le presentaron la petición de unos griegos que querían encontrarse con Él. En su respuesta a esta pregunta, se encuentra la frase: «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (Juan 12, 24). En el pan, hecho de granos molidos, se esconde el misterio de la Pasión. La harina, el grano molido, presupone el morir y el resucitar del grano. El ser molido y cocido manifiesta una vez más el mismo misterio de la Pasión. Sólo a través del morir llega el resurgir, llega el fruto y la nueva vida. Las culturas del Mediterráneo, en los siglos anteriores a Cristo, habían intuido profundamente este misterio. Basándose en la experiencia de este morir y resurgir, concibieron mitos de divinidades, que muriendo y resucitando daban nueva vida. El ciclo de la naturaleza les parecía como una promesa divina en medio de las tinieblas del sufrimiento y de la muerte que se nos imponen. En estos mitos, el alma de los hombres, en cierto sentido, se orientaba hacia ese Dios que se hizo hombre, que se humilló hasta la muerte en la cruz y que de este modo abrió para todos nosotros la puerta de la vida. En el pan y en su devenir, los hombres han descubierto una especie de expectativa de la naturaleza, una especie de promesa de la naturaleza de que esto habría tenido que existir: el Dios que muere de este modo nos lleva a la vida.
Ha sucedido realmente con Cristo lo que en los mitos era una expectativa y lo que el mismo grano esconde como signo de la esperanza de la creación. A través de su sufrimiento y de su muerte libre, Él se convirtió en pan para todos nosotros y, de este modo, en esperanza viva y creíble: Él nos acompaña en todos nuestros sufrimientos hasta la muerte. Los caminos que Él recorre con nosotros y a través de los cuales nos conduce a la vida son caminos de esperanza.
Al contemplar en adoración a la Hostia consagrada, nos habla el signo de la creación. Entonces nos encontramos con la grandeza de su don; pero nos encontramos también con la Pasión, con la Cruz de Jesús y su resurrección. A través de esta contemplación en adoración, Él nos atrae hacia sí, penetrando en su misterio, por medio del cual quiere transformarnos, como transformó la Hostia.
La Iglesia primitiva encontró en el pan un signo más. La «Doctrina de los doce apóstoles», un libro redactado en torno al año 100, refiere en sus oraciones la afirmación: «Que así como este pan partido estaba esparcido sobre las colinas y es reunido en una sola cosa, del mismo modo tu Iglesia sea reunida desde los confines de la tierra en tu Reino» (IX, 4). El pan, hecho de muchos granos de trigo, encierra también un acontecimiento de unión: el convertirse en pan de granos molidos es un proceso de unificación. Nosotros mismos, de los muchos que somos, tenemos que convertirnos en un solo pan, en su solo cuerpo, nos dice san Pablo (1 Corintios 10, 17). De este modo, el pan se convierte al mismo tiempo en esperanza y tarea.
De manera semejante también nos habla el signo del vino. Ahora bien, mientras el pan hace referencia a lo cotidiano, a la sencillez y a la peregrinación, el vino expresa la exquisitez de la creación: a través de este signo menciona la fiesta de alegría que Dios quiere ofrecernos al final de los tiempos y que anticipa ahora, siempre de nuevo. Pero el vino también habla de la Pasión: la vid tiene que ser podada repetidamente para poder purificarse; la uva tiene que madurar bajo el sol y la lluvia y tiene que ser pisada: sólo a través de esta pasión madura un vino apreciado.
En la fiesta del Corpus Christi contemplamos sobre todo el signo del pan. Nos recuerda también la peregrinación de Israel durante los cuarenta años en el desierto. La Hostia es nuestro maná con el que el Señor nos alimenta, es verdaderamente el pan del cielo, con el que Él verdaderamente se entrega a sí mismo. En la procesión, seguimos este signo y de este modo le seguimos a Él mismo. Y le pedimos: ¡guíanos por los caminos de nuestra historia! ¡Vuelve a mostrar a la Iglesia y a sus pastores siempre de nuevo el camino justo! ¡Mira a la humanad que sufre, que vaga insegura entre tantos interrogantes; mira el hambre física y psíquica que le atormenta! ¡Da a los hombres el pan para el cuerpo y para el alma! ¡Dales trabajo! ¡Dales luz! ¡Dales a ti mismo! ¡Purifícanos y santifícanos a todos nosotros! Haznos comprender que sólo a través de la participación en tu Pasión, a través del «sí» a la cruz, a la renuncia, a las purificaciones que tú nos impones, nuestra vida puede madurar y alcanzar su auténtico cumplimiento. Reúnenos desde todos los confines de la tierra. ¡Une a tu Iglesia, une a la humanidad lacerada! ¡Danos tu salvación! ¡Amén! (Homilía de Benedicto XVI en el Corpus Christi 2006)
Reflexión apostólica
Hubo hace algún tiempo que una persona murió por ti. Después muchos siguieron su ejemplo. Hoy necesitamos ayuda en la evangelización del mundo. Hay muchos que son héroes por cosas que no valen la pena. Lánzate a darle un espacio a Cristo en tu corazón, pero no lo dejes abandonado sino que habita con Él.
Propósito
Visitaré a Jesús en la Eucaristía, valorando que Jesús siempre está ahí por mi.
Diálogo con Cristo
¡Jesús, gracias por quedarte conmigo! Te has quedado ahí para esperarme a estar contigo. Me ocupo de muchas cosas y te pido perdón por no darte un tiempo. Ahora buscaré ser un poco más tuyo. Seamos realistas. No estaremos todo el día en la iglesia pero podremos hacer esta pequeña jaculatoria «Señor, hazme fiel a tu amistad y jamás permitas que me separe de ti».
Solemnidad de Corpus Christi Este día, recordamos la institución de la Eucaristía, que se llevó a cabo el Jueves Santo, durante la Última Cena al convertir Jesús el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre.
Autor: Irving Sánchez
¡HOY ES CORPUS CHRISTI !
Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre!
Señor... ¡haznos dóciles siempre a tu amor pero especialmente en este hermosísimo día de Corpus Christi!
Una vez más ante ti, Señor.
Hoy es un día grande para ti, para nosotros, para tu Iglesia. Es la solemnidad donde se exalta y glorifica la presencia de tu Cuerpo, tu Sangre y tu Divinidad en el Sacramento de la Eucaristía.
Tu Cuerpo, tu Sangre.... y tu Divinidad. ¿Qué te podemos decir, Señor? Tan solo caer de rodillas y decirte: - ¡Creo en ti, Señor, pero aumenta mi fe!
Tu lo sabes todo, mi Dios, mi Jesús, y sabías cuando te quedaste en el pan y vino, - aparentemente tan solo de pan y vino -, con el único deseo de ser nuestro alimento, que aunque no te corresponderíamos como tu Corazón desea, no te importó y ahí te quedaste para ser nuestro refugio, nuestra fuerza para nuestras penas y dolores, para ser consuelo, para ser el cirineo que nos ayuda a cargar con la cruz de nuestro diario vivir, a veces demasiado pesada y dolorosa, que nos puede hacer desfallecer sin tu no estás.... y también para bendecirte en los momentos de alegría, para buscar que participes en los momentos en que nuestro corazón está feliz.... ¡ahí estás Tu!...¡ Bendito y alabado seas!
Solo a un Dios locamente enamorado de sus criaturas se le podía ocurrir semejante ofrenda... por que no sabemos corresponder a ese amor, no, Jesús, no te acompañamos en la soledad de tus Sagrarios, no pensamos en tu gran amor .... somos indiferentes, egoístas, muchas veces solo nos acordamos de ti cuando te necesitamos porque las cosas no van, ni están, como nosotros queremos...
Señor... ¡haznos dóciles siempre a tu amor pero especialmente en este hermosísimo día de Corpus Christi!
¡Señor Jesucristo!
¡Gracias porque te nos diste de modo tan admirable, y porque te quedaste entre nosotros de manera tan amorosa!
Danos a todos una fe viva en el Sacramento del amor. Que la Misa dominical sea el centro de nuestra semana cristiana, la Comunión nos sacie el hambre que tenemos de ti, y el Sagrario se convierta en el remanso tranquilo donde nuestras almas encuentren la paz... (P. García)
Autor: Ma Esther De Ariño.
miércoles, 22 de junio de 2011
Con María, en la fiesta del Corpus
Hoy necesito decirte, Señora mía, que ya no hay más vino en la fiesta de mi vida...
Mañana celebraremos la fiesta del Corpus. La fiesta de Jesús Pan de Vida, de Jesús Vino de Redención, de Jesús Comunión, de Jesús repartido en miles de bocas, de Jesús habitando en infinitos corazones. Hoy es fiesta de pan, de mesa sencilla, de manos extendidas.
¿Cómo honrarte, Señor, en esta fiesta? Y se me vienen al alma las palabras de tu madre... caen, como en tropel, apuradas... las palabras de tu madre: “HAGAN TODO LO QUE EL LES DIGA”.
Hoy necesito decirte, Señora mía, que ya no hay más vino en la fiesta de mi vida... y tú, me miras a los ojos, caminas lentamente hacia Jesús y le presentas mi problema. Él susurra algo a tu oído... te vuelves hacia mí y me dices “HAZ LO QUE ÉL TE DIGA”... repites la frase, una vez, cien, mil, las que sean necesarias, hasta que yo comprenda.
Pero no me es fácil.
Hoy, si Dios quiere, caminaré en la Procesión siguiendo al Santísimo... hoy... pero ¿Y mañana?... Cuándo ya no se escuchen los cantos ni haya pétalos de flores ni olor a incienso... mañana, ¿Seguiré también a Cristo a cada instante? ¿Seguiré haciendo “Lo que Él me diga”? ¿Cómo se hace María querida?...
- ¡Mi hija amada, es tan simple!!!, -y tu voz de mil campanas resuena en mi alma y se transforma en camino-... hija, es simple, lo cual no significa que sea fácil. Sólo que debes estar muy atenta. En cada circunstancia, en cada momento, en cada enojo, en cada arranque de ira, busca el Santísimo y continúa en la procesión.
-Señora, ¿Cómo podré? Soy tan torpe y pecadora, tan impulsiva y atropellada...
- Pues te equivocas mucho allí, tú no ERES como dices, sino que OPTAS POR SERLO en cada circunstancia. Recuerda, hija mía del alma, que en toda situación tienes siempre dos alternativas, una de las cuales es Cristo, tu alma sabe de lo que hablo ¿Verdad?.
- Claro, Señora, claro- y me da mucha vergüenza porque tú conoces que en demasiadas oportunidades no tomé la decisión correcta.
- Bien, entonces, hija, intenta que la Procesión del Corpus no termine en tu vida cuando el sacerdote deje la Sagrada Forma en el altar, haz que toda tu existencia sea una larga procesión, siempre detrás de Él, siempre.
- Señora, tu misma vida así lo fue, recuerdo las Escrituras. Tú siempre tras Jesús, de lejos, sin hacer ostentación de tus privilegios de madre, de lejos, pero con Él. Tu hijo sabía que estabas cerca y al final, cuando ya nadie quedaba en la última procesión, cuando el cuerpo amado quedó expuesto en medio del dolor de la Cruz, allí estabas, de pie, sencillamente, con la espada anunciada desgarrándote el alma... la última procesión, la que acompañaste hasta el final. Mucha gente fue con Él, mujeres piadosas, el Cireneo, los discípulos, mas tú, Madre amadísima, llegaste hasta el final. Tu mirada le consolaba en tan gigantesca soledad... y tanto te amó, que te dedicó las últimas palabras... en medio de su dolor...”Madre,...” y te nombró. Tu respuesta fue una mirada de amor profundo. Tu respuesta fue la obediencia, yéndote a vivir a la casa de tu hijo Juan, nacido en el dolor de un adiós. Toda tu vida, Señora mía, fue una larga procesión tras el Hijo amado.
- Querida mía, mi alma está feliz porque has comprendido, eso ya es mucho, sé que no será fácil para ti lo que te pido, pero es el único camino.
- Señora, ¿me acompañarás?
- Siempre, hija mía, siempre... estaré contigo cada vez que me necesites. ¿Entiendes? No es lo mismo que cada vez que me llames, sino cada vez que me necesites. Aunque no me llames, como tu madre que soy estaré para mostrarte el camino de la paz... y estaré para vendar tus heridas cuando el dolor te llegue. Estaré como estoy con cada hijo mío, de quien conozco su nombre, su alma, sus problemas, sus angustias y alegrías, sus soledades, sus vacíos. Estoy para decirles que hay un Dios que los ama, que los ama tanto, tanto, que quiso quedarse con ustedes en la Eucaristía. Estoy al lado de cada sacerdote al celebrar la misa, como madre atenta. Estoy porque los amo mucho y porque allí está mi Hijo. Estoy con el sacerdote en la misa y, también, en las soledades de su alma, cuando los feligreses se van, cuando se apagan las velas, cuando el silencio lo invade todo, cuando los sueños se rompen, cuando la soledad irrumpe sin permiso, estoy, siempre, estoy allí. Con las religiosas, en su oración silenciosa que se transforma, al llegar al cielo, en canto agradable a Dios. Estoy con los laicos, desde el primero hasta el último, no hay escalas para mí. Hija mía, te deseo a ti y a todos los que leen estas líneas un feliz día del Corpus, nos vemos en la Procesión, en las dos, en la de hoy y en la otra... la Procesión de la vida....
NOTA DE LA AUTORA "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna."
Autor: María Susana Ratero
Mañana celebraremos la fiesta del Corpus. La fiesta de Jesús Pan de Vida, de Jesús Vino de Redención, de Jesús Comunión, de Jesús repartido en miles de bocas, de Jesús habitando en infinitos corazones. Hoy es fiesta de pan, de mesa sencilla, de manos extendidas.
¿Cómo honrarte, Señor, en esta fiesta? Y se me vienen al alma las palabras de tu madre... caen, como en tropel, apuradas... las palabras de tu madre: “HAGAN TODO LO QUE EL LES DIGA”.
Hoy necesito decirte, Señora mía, que ya no hay más vino en la fiesta de mi vida... y tú, me miras a los ojos, caminas lentamente hacia Jesús y le presentas mi problema. Él susurra algo a tu oído... te vuelves hacia mí y me dices “HAZ LO QUE ÉL TE DIGA”... repites la frase, una vez, cien, mil, las que sean necesarias, hasta que yo comprenda.
Pero no me es fácil.
Hoy, si Dios quiere, caminaré en la Procesión siguiendo al Santísimo... hoy... pero ¿Y mañana?... Cuándo ya no se escuchen los cantos ni haya pétalos de flores ni olor a incienso... mañana, ¿Seguiré también a Cristo a cada instante? ¿Seguiré haciendo “Lo que Él me diga”? ¿Cómo se hace María querida?...
- ¡Mi hija amada, es tan simple!!!, -y tu voz de mil campanas resuena en mi alma y se transforma en camino-... hija, es simple, lo cual no significa que sea fácil. Sólo que debes estar muy atenta. En cada circunstancia, en cada momento, en cada enojo, en cada arranque de ira, busca el Santísimo y continúa en la procesión.
-Señora, ¿Cómo podré? Soy tan torpe y pecadora, tan impulsiva y atropellada...
- Pues te equivocas mucho allí, tú no ERES como dices, sino que OPTAS POR SERLO en cada circunstancia. Recuerda, hija mía del alma, que en toda situación tienes siempre dos alternativas, una de las cuales es Cristo, tu alma sabe de lo que hablo ¿Verdad?.
- Claro, Señora, claro- y me da mucha vergüenza porque tú conoces que en demasiadas oportunidades no tomé la decisión correcta.
- Bien, entonces, hija, intenta que la Procesión del Corpus no termine en tu vida cuando el sacerdote deje la Sagrada Forma en el altar, haz que toda tu existencia sea una larga procesión, siempre detrás de Él, siempre.
- Señora, tu misma vida así lo fue, recuerdo las Escrituras. Tú siempre tras Jesús, de lejos, sin hacer ostentación de tus privilegios de madre, de lejos, pero con Él. Tu hijo sabía que estabas cerca y al final, cuando ya nadie quedaba en la última procesión, cuando el cuerpo amado quedó expuesto en medio del dolor de la Cruz, allí estabas, de pie, sencillamente, con la espada anunciada desgarrándote el alma... la última procesión, la que acompañaste hasta el final. Mucha gente fue con Él, mujeres piadosas, el Cireneo, los discípulos, mas tú, Madre amadísima, llegaste hasta el final. Tu mirada le consolaba en tan gigantesca soledad... y tanto te amó, que te dedicó las últimas palabras... en medio de su dolor...”Madre,...” y te nombró. Tu respuesta fue una mirada de amor profundo. Tu respuesta fue la obediencia, yéndote a vivir a la casa de tu hijo Juan, nacido en el dolor de un adiós. Toda tu vida, Señora mía, fue una larga procesión tras el Hijo amado.
- Querida mía, mi alma está feliz porque has comprendido, eso ya es mucho, sé que no será fácil para ti lo que te pido, pero es el único camino.
- Señora, ¿me acompañarás?
- Siempre, hija mía, siempre... estaré contigo cada vez que me necesites. ¿Entiendes? No es lo mismo que cada vez que me llames, sino cada vez que me necesites. Aunque no me llames, como tu madre que soy estaré para mostrarte el camino de la paz... y estaré para vendar tus heridas cuando el dolor te llegue. Estaré como estoy con cada hijo mío, de quien conozco su nombre, su alma, sus problemas, sus angustias y alegrías, sus soledades, sus vacíos. Estoy para decirles que hay un Dios que los ama, que los ama tanto, tanto, que quiso quedarse con ustedes en la Eucaristía. Estoy al lado de cada sacerdote al celebrar la misa, como madre atenta. Estoy porque los amo mucho y porque allí está mi Hijo. Estoy con el sacerdote en la misa y, también, en las soledades de su alma, cuando los feligreses se van, cuando se apagan las velas, cuando el silencio lo invade todo, cuando los sueños se rompen, cuando la soledad irrumpe sin permiso, estoy, siempre, estoy allí. Con las religiosas, en su oración silenciosa que se transforma, al llegar al cielo, en canto agradable a Dios. Estoy con los laicos, desde el primero hasta el último, no hay escalas para mí. Hija mía, te deseo a ti y a todos los que leen estas líneas un feliz día del Corpus, nos vemos en la Procesión, en las dos, en la de hoy y en la otra... la Procesión de la vida....
NOTA DE LA AUTORA "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna."
Autor: María Susana Ratero
lunes, 20 de junio de 2011
Las ventanas... Criticar a los demás...
La Señora de la Semillas...
Había una vez un hombre que subía cada día al autobús para ir al trabajo.
Una parada después, una anciana subía al autobús y se sentaba al lado de la ventana...
La anciana abría una bolsa y durante todo el trayecto, iba tirando algo por la ventana.
Siempre hacía lo mismo... y un día, intrigado, el hombre le preguntó que era lo que tiraba por la ventana.
Son semillas! -le dijo la anciana-
Semillas ? Semillas para qué ?
- De flores ... es que miro afuera y está todo tan vacío... Me gustaría poder viajar viendo flores durante todo el camino. ¿ Verdad que sería bonito ?
-Pero las semillas caen encima del asfalto, las aplastan los coches, se las comen los pájaros...
¿ Cree que sus semillas germinarán al lado del camino ?
- Seguro que sí... Aunque algunas se pierdan, alguna acabará en la cuneta y, con el tiempo...brotará...
- Pero tardarán en crecer, necesitan agua...
- YO HAGO LO QUE PUEDO... ¿ Ya vendrán los días de lluvia !
La anciana siguió con su trabajo... Y el hombre bajó del autobús para ir a trabajar, pensando que la anciana había perdido un poco la cabeza.
Unos meses después...
yendo al trabajo, el hombre, al mirar por la ventana, vió todo el camino lleno de flores...
¡ Todo lo que veía era un colorido y florido paisaje !
Se acordó de la anciana, pero hacía días que no la había visto...
Preguntó al conductor:
- ¿ Y la anciana de las semillas ?
- Pués... ya hace un mes que murió.
El hombre volvió a su asiento y siguió mirando el paisaje...
" Las flores han brotado, se dijo...
pero ¿ de qué le ha servido su trabajo ?
no ha podido ver su obra "
De repente, oyó la risa de un niño pequeño...
Una niña señalaba entusiasmada la FLORES...
Mira papá!!!
Mira cuántas FLORES !!!
¿ Verdad que no hace falta explicar mucho el sentido de la historia ?
LA ANCIANA DE NUESTRA HISTORIA HABÍA HECHO SU TRABAJO... Y DEJÓ SU HERENCIA A TODOS LOS QUE LA PUDIERAN RECIBIR... A TODOS LOS QUE PUDIERAN CONTEMPLARLA Y SER MÁS FELICES...
Dicen que aquel hombre, desde aquel día, hace el viaje de casa al trabajo con una bolsa de semillas que va arrojando por la ventanilla...
NO DEJES DE SEMBRAR COSAS BUENAS... ALGUIEN SIEMPRE RECOGERÁ TU SIEMBRA...
Dios les bendiga...
Una parada después, una anciana subía al autobús y se sentaba al lado de la ventana...
La anciana abría una bolsa y durante todo el trayecto, iba tirando algo por la ventana.
Siempre hacía lo mismo... y un día, intrigado, el hombre le preguntó que era lo que tiraba por la ventana.
Son semillas! -le dijo la anciana-
Semillas ? Semillas para qué ?
- De flores ... es que miro afuera y está todo tan vacío... Me gustaría poder viajar viendo flores durante todo el camino. ¿ Verdad que sería bonito ?
-Pero las semillas caen encima del asfalto, las aplastan los coches, se las comen los pájaros...
¿ Cree que sus semillas germinarán al lado del camino ?
- Seguro que sí... Aunque algunas se pierdan, alguna acabará en la cuneta y, con el tiempo...brotará...
- Pero tardarán en crecer, necesitan agua...
- YO HAGO LO QUE PUEDO... ¿ Ya vendrán los días de lluvia !
La anciana siguió con su trabajo... Y el hombre bajó del autobús para ir a trabajar, pensando que la anciana había perdido un poco la cabeza.
Unos meses después...
yendo al trabajo, el hombre, al mirar por la ventana, vió todo el camino lleno de flores...
¡ Todo lo que veía era un colorido y florido paisaje !
Se acordó de la anciana, pero hacía días que no la había visto...
Preguntó al conductor:
- ¿ Y la anciana de las semillas ?
- Pués... ya hace un mes que murió.
El hombre volvió a su asiento y siguió mirando el paisaje...
" Las flores han brotado, se dijo...
pero ¿ de qué le ha servido su trabajo ?
no ha podido ver su obra "
De repente, oyó la risa de un niño pequeño...
Una niña señalaba entusiasmada la FLORES...
Mira papá!!!
Mira cuántas FLORES !!!
¿ Verdad que no hace falta explicar mucho el sentido de la historia ?
LA ANCIANA DE NUESTRA HISTORIA HABÍA HECHO SU TRABAJO... Y DEJÓ SU HERENCIA A TODOS LOS QUE LA PUDIERAN RECIBIR... A TODOS LOS QUE PUDIERAN CONTEMPLARLA Y SER MÁS FELICES...
Dicen que aquel hombre, desde aquel día, hace el viaje de casa al trabajo con una bolsa de semillas que va arrojando por la ventanilla...
NO DEJES DE SEMBRAR COSAS BUENAS... ALGUIEN SIEMPRE RECOGERÁ TU SIEMBRA...
Dios les bendiga...
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)
