Pedimos la gracia más importante: la conversión de los
corazones, la victoria sobre el pecado, el crecimiento en el amo
Las oraciones surgen desde la fe: creemos en Dios y
confiamos en su Amor providente. Entre esas oraciones, muchas tienen como meta
una petición.
¿Qué pedimos en la oración? Pedimos la gracia más
importante: la conversión de los corazones, la victoria sobre el pecado, el
crecimiento en el amor.
Pedimos también por necesidades concretas: que haya
comida en la mesa, que haya trabajo para todos, que haya serenidad en la familia.
Pedimos por la paz: la paz interior, que permite
convivir como hermanos. La paz exterior, que nace de la justicia, de buenas
leyes y de gobernantes honestos.
Pedimos por la lluvia y por el tiempo favorable a las
cosechas, por el aire limpio y por un poco menos de calor (o de frío).
Pedimos por los que están encadenados por la tibieza y
la apatía, por la desgana y por la cobardía, por el miedo y por el respeto
humano.
Pedimos por quienes sufren a causa de las tentaciones
de la carne, de la avaricia, de la envidia, de la soberbia, del rencor.
Pedimos por los pobres y los enfermos, por los
abandonados y los excluidos, por los perseguidos y los discriminados, por los
huérfanos y las viudas.
Pedimos por los niños, los jóvenes, los adultos y los
ancianos. También por los hijos antes de nacer y por las madres en dificultad.
Pedimos tantas cosas. La lista parece interminable.
Llevamos nuestras súplicas al Padre, en el nombre de su Hijo Jesucristo, por el
Espíritu Santo.
Las acompañamos con la intercesión de la Virgen María
y de los santos. Las unimos a tantos monasterios donde, sin cesar, mujeres y
hombres contemplativos elevan a Dios una oración de súplica llena de esperanza.
Por: ¿Qué pedimos en la oración?
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