Un tiempo propicio para encontrar la paz
del corazón, para retomar el camino de Dios, que es un camino de amor, armonía
y paz.
¿SABES QUÉ ES LA CUARESMA?
Un tiempo propicio para encontrar la paz del corazón, para retomar el camino de
Dios, que es un camino de amor, armonía y paz. Paz que nace del saber que somos
amados y perdonados por Dios y del saber que correspondemos a ese amor.
La Cuaresma es una oportunidad para «volver a ser» cristianos, a
través de un proceso constante de cambio interior y de avance en el
conocimiento y en el amor de Cristo.
La conversión no tiene lugar nunca una vez para siempre, sino que es un
proceso, un camino interior de toda nuestra vida. Ciertamente este itinerario
de conversión evangélica no puede limitarse a un período particular del año: es
un camino de todos los días, que tiene que abarcar toda la existencia, cada día
de nuestra vida.
San Agustín dijo en una ocasión que nuestra vida es un ejercicio único del
deseo de acercarnos a Dios, de ser capaces de dejar entrar a Dios en nuestro
ser. «Toda la vida del cristiano fervoroso -dice- es un santo deseo».
Si esto es así, en Cuaresma se nos invita aún más a «arrancar de nuestros
deseos las raíces de la vanidad» para educar el corazón en el deseo, es decir,
en el amor de Dios. Dios -dice San Agustín- es todo lo que deseamos»
(Cf. «Tract. in Iohn.», 4).
Y esperamos que realmente comencemos a desear a Dios, y de este modo desear la
verdadera vida, el amor mismo y la verdad (Benedicto XVI, 27 de febrero de
2007).
1. Amarás a Dios. Le amarás sin
retóricas, como a tu padre, como a tu amigo. No tengas nunca una fe que no se
traduzca en amor. Recuerda siempre que tu Dios no es una energía, un abstracto,
la conclusión de un silogismo, sino Alguien que te ama y a quien tienes que
amar... Y, al mismo tiempo que amas a Dios, huye de esos ídolos que nunca te
amarán pero podrían dominarte: el poder, el confort, el dinero, el
sentimentalismo, la violencia.
2. No usarás en vano las palabras:
Dios, familia, amor. No las uses jamás contra nadie, jamás para sacar jugo de
ellas, jamás para tu propia conveniencia.
3. Piensa siempre que el domingo
está muy bien inventado, que tú no eres un animal de carga creado para sudar y
morir. Impón a ese desgastante exceso de trabajo, que te acosa y te asedia,
algunas pausas de silencio para encontrarte con la soledad, con la música, con
la naturaleza, con tu propia alma, con Dios en definitiva.
4. Recuerda siempre que lo mejor de
ti lo heredaste de tu padre y de tu madre.
5. No olvides que naciste carnívoro
y agresivo y que, aunque algún filósofo dijo que el “hombre era Lobo
para el hombre”, nosotros cristianos no lo somos, aunque te es más fácil
matar que amar. Vive despierto para no hacer daño a nadie, demostremos que
tenemos razón, libertad y voluntad para respetar a todos.
6. No temas ni la amistad, ni el
amor. Pero no caigas nunca en esa gran trampa de creer que el amor es
recolectar placer para ti mismo, cuando es transmitir alegría a los demás.
7. No robarás a nadie su derecho a
ser libre. Recuerda que te dieron el alma para repartirla y que roba todo aquel
que no la reparte, lo mismo que se estancan y se pudren los ríos que no corren.
8. Recuerda que, de todas tus armas,
la más peligrosa es la lengua. Rinde culto a la verdad, pero no olvides nunca
dos cosas: que jamás acabarás de encontrarla completa y que en ningún caso
debes imponerla a los demás.
9. No desearás la mujer de tu
prójimo, ni su casa, ni su coche, ni su sueldo. No dejes nunca que tu corazón se
convierta en un cementerio de chatarra, en un cementerio de deseos innobles.
10. No codiciarás los bienes ajenos
ni tampoco los propios. Sólo de una cosa puedes ser avaro: de tu tiempo, de
llenar la vida de los años -pocos o muchos- que te fueron concedidos.
La Cuaresma avanza y todos, al inicio de estos 40 días, comenzamos con buenos
propósitos para ser mejores y al final sentirnos amados por Dios y en su casa.
¿Ya has regresado?, ¿vas de camino?, ¿qué te falta?, ¿cuánto te falta por
llegar?, ¿qué último esfuerzo debes hacer? Aún tenemos esta semana para decir
al Señor, que SÍ QUEREMOS.
Por: P. Dennis Doren LC
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