"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

martes, 27 de mayo de 2014

Vive el momento presente ... para la eternidad


El valor de nuestro tiempo se lo damos nosotros. Todos los instantes de nuestra vida son aprovechables.
 
El hecho de ser, de estar presentes en esta vida, de poder disponer de un tiempo que se nos da, trae consigo una responsabilidad de infinitas dimensiones que muchas veces no queremos o no sabemos aquilatar. 

Estamos conscientes de que solo el presente, el momento presente nos pertenece. El pasado lo vivimos, si, pero se nos fue como agua entre las manos dejándonos tan solo la humedad perfumada de un grato recuerdo o de un triste llanto. Se nos fue como el viento que pasa y pasa para no regresar jamás. Los instantes, las horas, los años vividos se fueron y no volverán. El futuro es tan incierto como el más grande de los misterios. Indescifrable e impenetrable 

No nos pertenece el mañana, ni siquiera el próximo minuto, que tan solo será nuestro si alcanzamos a vivirlo. ¿Y qué hacemos con nuestro tiempo? Ese, el del momento presente, el que Dios nos está regalando gota a gota, hora tras hora, día tras día... ¿Cómo empleamos nuestro tiempo.? A veces dejamos transcurrir esas horas, horas que no volveremos a tener, sin hacer nada, con una dejadez tonta, con un desperdicio imperdonable y falto de cordura.

Pensemos frecuentemente en esto: el gran tesoro del tiempo lo tenemos en nuestras manos. Es el momento presente el que no se nos puede ir sin darle su valor y de muchos presentes hacemos nuestro pasado y también estamos haciendo un puente hacia ese futuro que está por llegar. Ese puente que nos va a conducir a la eternidad.

El valor de nuestro tiempo se lo damos nosotros. Si empleamos ese tiempo en crecer espiritualmente, en ser mejores, en ir limando las aristas de nuestro carácter y temperamento con las que lastimamos a los que nos rodean, ese tiempo será rico, lleno de paz y de alegría.

Será de un extraordinario valor si no lo usamos con la avaricia de vivirlo para nosotros solos, sin que generosamente se lo obsequiemos a los demás. Así ese tiempo jamás será un desperdicio y cuando nos hayamos ido siempre habrá alguien que nos recordará porque llevará en su vida el regalo de nuestro tiempo, el regalo de nuestra propia existencia.

Todos los instantes de nuestra vida son aprovechables.

No los malgastemos en críticas malsanas, en chismes, en arropar rencores, en maldecir con envidia la suerte de otros, en herir de obra o de palabra, en lastimar sentimientos o menospreciar al más débil 

Por el contrario, valoremos y amemos esos instantes presentes para vivirlos con intensidad, con profundidad, haciéndolos fecundos dándoles su justo valor enriquecidos por la fe y la confianza en Dios y repartiéndolos siempre entre nuestros semejantes. 

Somos dueños de nuestro tiempo, pero no olvidemos que daremos cuenta de él cuando ese tiempo se termine y empiece la ETERNIDAD. 

Autor: Ma Esther De Ariño

lunes, 26 de mayo de 2014

¿Sabes quiénes son los galeotes?

El Espíritu Santo llega a liberarte y a ofrecerte sus dones y... ¿qué hacemos al saberlo?


Son hombres cargados de cadenas. Pasan su vida remando en el interior de barcos enormes y casi no ven la luz del sol. En sus rostros no hay esperanza, ni anhelos, ni futuro, porque nadie puede salvarles y sólo les espera el peso y lo abrumador de los días. 

Los barcos surcan continuamente el mar y los galeotes, en su interior, piensan únicamente en la comida del día y en sus penas, que les hacen suspirar sin descanso. Entre el golpe de los remos y el ruido de las olas, sólo se oye de vez en cuando:

- ¿Ya llega la comida? (suspiros, suspiros) La comida... ¿ya llega? 

Así es la vida de los galeotes. 

Pues bien, un día llegó un mensajero a bordo. Bajó hasta el interior del navío y, desenrollando un largo pliego de papel, comenzó a leer ante el asombro de los presos.

¡Era el nombre de un galeote y el edicto de liberación!

La bodega del barco se llenó de murmullos, y aún hablaba el mensajero cuando los vigilantes soltaron las cadenas del galeote y le arrancaron los grilletes. Después le alzaron agarrándole de los brazos y le pusieron un cartel colgado al cuello que decía: "Hombre libre". El mensajero caminó hacia él y le puso una gran suma de monedas en la mano, diciéndole:

- ¡Has sido rescatado, amigo! -y después, señalando al norte, concluyó:- Allí ¿ves?... ése es el camino de vuelta a casa.

Pero el galeote volvió a sentarse en su banco, haciendo comentarios sobre la comida del día y sobre lo oscura que estaba la bodega donde remaban...

Ése galeote eres tú. Y si no, recuerda:
El Espíritu Santo ha llegado a liberarte y a ofrecerte sus dones y... ¿qué hacemos al saberlo?

El próximo domingo 8 de junio celebraremos la fiesta de Pentecostés. Preparate para recibir al Espíritu Santo, para sentirte libre de toda cadena y tener la paz que solo Él puede traerte.

Autor: P. Miguel Segura

domingo, 25 de mayo de 2014

¿Soy ciudadano del Reino de Dios?

En la Iglesia Católica nacimos por el Bautismo para el Reino. En la Iglesia vivimos y en la Iglesia queremos morir. 
Jesús empezó la proclamación del Evangelio, apenas salido del Jordán, clamando por todos los poblados de Galilea: 

- ¡El Reino de Dios ha llegado! ¡El Reino de Dios está ya presente!... 

Está presente, decía Jesús ya en su tiempo. Cuánto más lo diría ahora. 

Pero falta mucho todavía para el fin. Así lo entendió aquel príncipe ruso. Era diplomático al servicio del zar, y al morir éste fusilado con toda su familia cuando llegó el comunismo, el fiel servidor del rey fue detenido y sometido a juicio. 
- ¿Da usted el voto al comunismo, renunciando a su difunto rey? 
Fiel servidor del rey y más fiel servidor de Dios, el digno diplomático contestó ante el tribunal revolucionario:
- No; mi voto es solamente para el reinado de Dios en la Tierra. 

Condenado y desterrado, murió como sacerdote de la Iglesia Católica. Aún antes de abrazar el catolicismo, cuando oía pronunciar el nombre del Papa se ponía en pie y hacía una reverencia. Para este mártir de su pueblo ruso, el Reino de Dios estaba confiado a la Iglesia Católica, puesta por Jesucristo en manos de Pedro como Vicario suyo, como lo presenta, progresivamente, el mismo Evangelio.

Cuando nota Jesús que el ambiente está maduro entre los apóstoles, le hace a Simón Pedro una promesa solemne: 
- Tú eres Pedro, tú eres roca, y sobre esta Roca edificaré yo mi Iglesia.

Antes de morir, sabiendo que todos se van a dispersar y que iba a fallar hasta el mismo Pedro, le encarga Jesús:
- Cuando regreses después de tu caída, confirma tú en la fe a tus hermanos. 

Y una vez resucitado, Jesús cumple la promesa a Pedro, y le encarga: 
- Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas. 

Al final, dice Jesús que volverá glorioso como Rey para juzgar al mundo, y a la Iglesia la meterá en el Reino definitivo de Dios: 
- ¡Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino que os está preparado desde el principio del mundo! 

Pablo comentará como colofón de todo: 
- Cristo entregará el Reino al Padre, para ser Dios todo en todas las cosas. 

Y la Iglesia confiesa, conforme a la palabra del Señor, que su Reino no tendrá fin. 

Como podemos entender, esta visión del Reino y de la Iglesia es imponente.

Estamos ya en este Reino, aunque todavía no se ha consumado, pues la victoria final no llegará hasta que el mundo termine. Ahora la Iglesia, anunciadora y portadora del Reino, tiene que sufrir las consecuencias de un mundo convulsionado por el pecado, y ha de aguantar persecución, porque el Reino de los cielos padece violencia, y solamente los esforzados se hacen con él.

Al llegar el Reino, esperado por los judíos de modo espectacular, Jesús aparece humilde, se ve rechazado hasta parar en la cruz, y les dice a los que querían un Reino glorioso: 
- El Reino de Dios no viene espectacularmente, sino que está dentro de vosotros.

La Iglesia, sabiendo que encarna el Reino, sigue los mismos pasos del Señor. Cuando se ve perseguida, cuando anuncia la Buena Noticia a los pobres, cuando se derrama en mil obras de caridad, cuando camina en humildad y sencillez, cuando hace los prodigios de amor que Jesús..., entonces está cumpliendo su misión de establecer, consolidar y llevar adelante el Reino. 

Pero nosotros no miramos el Reino solamente de un modo global --a nivel de toda la Iglesia--, sino de manera personal, individual, dentro de mí, de mi propia persona. Cada uno de nosotros se dice con plena convicción: 
- Yo tengo la ciudadanía del Reino, vivo conforme acredita esta mi cédula de identidad, y crezco, crezco siempre en la gracia y la santidad del Reino, hasta que me llegue el momento de recibir el premio que el Rey me tiene prometido. 

Porque Jesucristo cumple su palabra, tiene riquezas y las da. No hace como aquel rey persa de la antigüedad, que, en guerra contra su hermano, promete a sus soldados: 
- Después de la victoria os repartiré riquezas sin cuento. Mi preocupación no es que no voy a tener que dar, sino que no voy a contar suficientes amigos para repartir tanto como voy a tener. Además, a cada uno de los griegos que lucháis por mí, os daré una corona de oro. 

¡Qué bonitas palabras! Aquel rey fue derrotado, murió en la batalla, las riquezas prometidas no aparecieron por ninguna parte, y la corona de oro no se vio jamás... 

Jesucristo, sí; Jesucristo promete y da. Lo que le faltan al Rey Jesús son más seguidores incondicionales a quienes dar después el Cielo, que será el Reino en su consumación final.

En la Iglesia Católica nacimos por el Bautismo para el Reino. En la Iglesia vivimos y en la Iglesia queremos morir. En la tierra estamos dentro del Reino que lucha, y nosotros no rehuimos formar parte en la batalla. Después estaremos en el Reino triunfante....

Autor: Pedro García, Misionero Claretiano

sábado, 24 de mayo de 2014

EUROPA, BUSCÁNDOSE A SI MISMA

Autor: Pablo Cabellos Llorente

         Las próximas elecciones al Parlamento Europeo  son buena ocasión para plantearnos  la Europa que deseamos.  La mirada de este artículo no ha de ser política, ni siquiera económica, aunque existan diversos y profundos asuntos en estos terrenos que también postulan un análisis moral, sobre todo, porque afectan profundamente a las personas que constituimos el Viejo Continente. Cuestiones como el paro, la corrupción, los desechados en esas periferias de la existencia, a las que se refiere a menudo el Papa Francisco, bien merecen ahondar.

         Porque quizá en el fondo de esos y otros problemas subyazca la misma idea de Europa que tuvieron sus fundadores o que poseamos ahora. Y eso al margen de su propia organización, capacidad legislativa, estructuras técnicas, etc. ¿Qué es Europa? ¿Qué deseamos que sea Europa? Pienso que lo intentado por Adenauer, Monnet, de Gásperi y Schuman, a partir de la conocida Declaración del último, era la idea de una Europa solidaria sobre el sustrato de sus raíces cristianas.

         Desde luego, no pensaron en una Europa confesional, pero sí en una unión de países que no renunciara a su pasado porque sólo sobre ese humus podría edificarse también la diversidad. La pluralidad no exige el vaciamiento del propio ser, sino la integración de todos en lo previo, en la substancia. Sin eso nada resta para integrarse. Sería como el bosque de Calicanto: una rayo dormido con el silencio cómplice, quemó las raíces, reduciendo el bosque a cenizas. Ser cristiano en nuestro tiempo –escribía Juan Pablo II- significa ser artífice de comunión en la Iglesia y en la sociedad. A tal fin ayudan un espíritu abierto hacia los hermanos, la mutua comprensión y la prontitud en la cooperación mediante un generoso intercambio de los bienes culturales y espirituales.

         Es evidente que en la Europa de nuestro tiempo conviven diversas culturas y razas. Tal vez por eso, cuando se intentó elaborar una Constitución Europea, luego no lograda, algunos persiguieron eliminar las referidas raíces. Pero el tema no es baladí porque, creyentes o no creyentes, pensamos más o menos a partir de los conceptos y una cultura que nos ha legado una tradición judeocristiana y grecolatina. Olvidar todo eso equivale a la renuncia de lo que somos, aún al margen de nuestras diferencias.


         Concluyo con aquellas conocidísimas palabras de Juan Pablo II: Yo, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes. Reconstruye tu unidad espiritual, en un clima de pleno respeto a las otras religiones y a las genuinas libertades. Da al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. No te enorgullezcas por tus conquistas hasta olvidar sus posibles consecuencias negativas. No te deprimas por la pérdida cuantitativa de tu grandeza en el mundo o por las crisis sociales y culturales que te afectan ahora. Tú puedes ser todavía faro de civilización y estímulo de progreso para el mundo.  

María, eres mi madre y mi maestra

Es María Santísima quien me abre la puerta del Corazón de Jesús, quien me enseña a amarlo.

¡Oh, María, no sólo eres mi madre, sino también mi maestra, y quiero ser una obra maestra en tus manos! Alfarera divina, estoy ante ti como un cantarillo roto, pero con mi mismo barro puedes hacer otro a tu gusto. ¡Hazlo! Toma mi barro, el barro de mis dificultades, de mis problemas, de mis defectos, de mis pecados. Toma ese barro, ese barro que se ha deshecho tantas veces por obra de Satanás, del mundo, de las tentaciones, de la carne, y construye otro cantarillo nuevo, mejor que el del principio. Quiero ser santo en tu escuela, María; quiero ser un gran sacerdote en tu escuela, quiero ser un gran apóstol en tu escuela, María de Nazaret. 

Quiero, en la escuela de María de Nazaret, aprender el arte de vivir. Maestra, sobre todo, del amor a Jesús. Si en algo ella ha sido maestra, ha sido en el amor. Por eso, si es el amor el que nos va a salvar, el único que nos va a salvar, nos importa ir a esa escuela donde hay una maestra sublime, excelsa, en el arte, precisamente, de amar. Ninguna criatura ha amado tanto, y tan bien como María, a Dios. Ninguna criatura ha amado y ama a los hombres como Ella, porque es su Madre. Por tanto, Ella es la persona que mejor nos puede enseñar a nosotros a amar. 

Se es fiel, sólo por amor. Se es auténticamente feliz, sólo en el amor. Se es idéntico, sólo amando. Si esto es verdad, la gran fuerza, la única fuerza, capaz de arrancarnos de nuestro egoísmo y lanzarnos hacia Dios y hacia nuestros hermanos, es el amor. Pues bien, María de Nazaret tiene una escuela de amor. Es una maestra insigne, y a nosotros, sus hijos predilectos, nadie mejor que Ella nos puede enseñar el amor.

María, se ha dicho, es el camino más corto y más hermoso para llegar a Jesús. El camino más fácil para conocer al Hijo es el corazón de su Madre. Yo tendré un santo orgullo en decir que fue María Santísima quien me abrió la puerta del Corazón de Jesús. Quien me enseñó a amarlo. 

Decía San Pablo, también, "¿Quién me arrancará del amor a Cristo?" Yo quiero decir lo mismo, pero añadir también estas palabras: "¿Quién me arrancará del amor a mi Madre?." Un santo decía:" "Creo en mi nada unida a Cristo". Yo también quiero decirlo: "Creo en mi nada unida a Cristo." Pero también quiero decir: "creo en mi nada unida a María Santísima".

Autor: P. Mariano de Blas LC

viernes, 23 de mayo de 2014

¿Por qué Dios se demora en contestar?

El ruego de una madre. Después de todo, estoy pidiendo algo que no sólo es razonable, sino bueno y necesario para ellos. 


El dolor y el sufrimiento que una madre pasa en una prueba familiar es palpable. Desearía poder dar una respuesta fácil.

Desafortunadamente, temo que no va a gustar mucho mi respuesta porque es muy difícil y creo que por eso su alma está buscando certezas.

¿Por qué Dios no responde a mis plegarias de la manera que yo quiero que lo haga?

Después de todo, usted está pidiendo algo que no sólo es razonable, sino bueno y, tal parece, necesario. Entonces, ¿por qué Dios se demora? Permítame contestar a esa pregunta con otra pregunta: ¿Qué tan firmemente cree usted que Dios ama a sus hijos, incluso mucho más que usted? Sabemos que Él los ama - no porque el amor de usted sea insignificante, sino porque su amor es infinito. El amor que usted tiene por sus hijos, tan fuerte y apasionado, es sólo un reflejo del amor infinito que Dios tiene por ellos. Al mismo tiempo, Dios es todopoderoso. Entonces, por la fe sabemos que si Dios está permitiendo esta cruz, Él tiene sus motivos y les dará una serie de gloriosos domingos de resurrección a partir de lo que parece esta sucesión sin fin de viernes santos.

En tiempos de crisis, debemos ejercitar nuestra fe de manera premeditada. Además, deliberadamente y con valor, debemos acordarnos que el propósito último de Dios es llevar a cada persona hacia una comunión cada vez más profunda con Él. Esta comunión comienza y crece aquí en la tierra, pero alcanza su plenitud sólo en el cielo. Las batallas, luchas, penas y, muchas veces, los sufrimientos terribles que enfrentamos en nuestra peregrinación terrenal son inevitables en un mundo caído; pero Dios, lejos de estar ausente en medio de ellos, los ha transformado en canales de gracia, en gimnasios de virtud y puentes hacia una mayor sabiduría, compasión y madurez espiritual.

Ayudas prácticas

Usted siente que su fe está siendo probada por su situación actual. Esto debe ponerla de rodillas más frecuentemente - y tal parece que eso es lo que Dios le está pidiendo al empujarla fuera de su zona de confort espiritual. Él está purificando su fe y una fe más pura la llevará hacia una mayor unión con el Sagrado Corazón. Como el apóstol Santiago lo explica: Considerad como un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados por toda clase de pruebas, sabiendo que la calidad probada de vuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento; pero la paciencia ha de ser acompañada de obras perfectas para que seáis perfectos e íntegros sin que dejéis nada que desear. (Santiago 1,2-4)

En este período de sufrimiento, puede encontrar ánimo leyendo algunos escritos espirituales. Usted no está sola en esta prueba, es miembro del Cuerpo Místico de Cristo. Inspirarse en las vidas de los santos, y de otros cristianos, quienes han sobrellevado sufrimientos tremendos en su camino hacia la santidad le dará ánimo, la guiará y la edificará. Lea, por ejemplo Mártires del siglo veinte, de Robert Royals o Ven, sé mi luz, de la Madre Teresa de Calcuta o He Leadeth Me del Padre Walter Ciszek, S.J. Debemos, a propósito, llenar nuestra imaginación con recordatorios de que Dios trabaja a través del sufrimiento, de otra manera nuestra fe y nuestra esperanza disminuirán y caeremos en el espiral cegador de la frustración y el desánimo donde somos vulnerables del más mortífero de los pecados: el orgullo.

Cuando el amor de una madre se siente impotente

¿Qué puede decirles a sus hijos, qué puede usted hacer por ellos para que su fe no decaiga? 

La respuesta a esta pregunta va a gustarle menos que la que le di anteriormente. Permítame comenzar citando palabras de Nuestro Señor a san Pedro al final del Evangelio de Juan, cuando Pedro le preguntó a Jesús sobre qué le iba a pasar al otro discípulo (san Juan): ¿Señor, y éste, ¿qué? San Pedro quería saber que era lo que le esperaba al discípulo más joven, quizá debido a que lo quería tanto y estaba preocupado por él y Jesús responde de manera cortante Si yo quiero que se quede hasta que yo venga ¿qué te importa? Tú, sígueme (Juan 21,22). Jesús frenó la preocupación y ansiedad de Pedro diciéndole que permaneciera concentrado en su propio apostolado y confiara en que Jesús se haría cargo del resto.

Su corazón de madre anhela consolar a sus hijos, salvarlos del sufrimiento, rodearlos de luz, afecto y éxito. Esto es correcto, es saludable y es verdad, y aun así, al final no puede usted determinar cómo responderán ellos a la gracia de Dios. Por más que usted quiera asegurar que ellos conserven la fe, busquen a Dios y crezcan en santidad, no puede hacerlo, sólo puede hacer lo que a usted le toca. Al final, cada uno de sus hijos es responsable de su propia relación con Dios, cada uno de ellos es responsable de cómo enfrenta la crisis actual, cada uno es libre para crecer en paciencia, humildad, sabiduría y valor, o para rebelarse contra Dios, quien nos ama tanto que rehúsa evitarnos las dificultades...Pues a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que acoge. (Hebreos 12,6).

Aprendiendo a dejar ir y a dejar a Dios

Cuando sus hijos eran pequeños, usted podía controlar más directamente lo que los rodeaba e incluso sus reacciones. Entonces dependían más de usted. Pero ahora sólo puede influir en ellos y sus circunstancias de manera indirecta. Aceptar tranquilamente las limitaciones de su influencia dará gran gloria a Dios, porque elevará su confianza en Él a un nuevo nivel. Y si, en medio de esta prueba, alguno de sus hijos se revela contra Dios, usted debe conservar su paz interior a través de la oración y la confianza, mientras ofrece a Dios el sufrimiento que pueda experimentar. Después de todo, aun si en ellos hubiera una rebelión violenta, éste no es el final de la historia - la historia sólo termina el día del Juicio.

Recuerde, Dios ama a sus hijos aún mas de lo que usted los ama y Él honrara su amor de madre por ellos mucho más de lo que puede imaginar, siempre y cuando sea un amor puro, y su amor por Dios y su confianza en Él permanezcan en el primer lugar. Así que continúe haciendo lo que pueda para dar apoyo y valor a sus hijos y para ayudarlos a llevar sus cruces, a través de sus oraciones, su ejemplo y cualquier palabra y obra que las circunstancias le permitan. 

Pero -cuantas veces sea necesario- renuncie en su corazón y en su mente al control que le gustaría tener. Salvarlos no depende de usted, sólo puede ser un instrumento de la gracia de Dios hasta donde Él lo permita. 

Dios es Dios, nosotros no somos Dios, y con Dios de nuestro lado ¿quién contra nosotros? (Romanos 8,31). Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio (Romanos 8,28). Ésa es nuestra seguridad, nuestra esperanza, nuestra roca y nuestro refugio.

Autor: P. John Bartunek, L.C

jueves, 22 de mayo de 2014

Hoy voy a hablar contigo de Ella, de tu Madre, de mi Madre



Es mayo, Señor, y la Iglesia que tu fundaste le ha dedicado este mes a María. Señor, Jesús, gracias porque tu Madre es mi Madre.
Es mayo, Señor, y la Iglesia que tu fundaste le ha dedicado este mes a María. 

Vengo ante ti, la Capilla está vacía y en este silencio y soledad encuentro el momento propicio para hablar un rato contigo... podemos hablar de muchas cosas.... y traigo en el alma tantas penas, tantas preocupaciones, tantos desvelos, todos encerrados en mi "pequeño mundo", pero no. Hoy no te voy a hablar de mi, tu me conoces, tu lo sabes todo, Señor.. 

Hoy voy a hablar contigo de Ella, de tu Madre, de mi Madre, porque tu me la diste, me la entregaste desde la Cruz donde ya estabas a punto de morir. 

Los brazos de María son los primeros que te arroparon allá, en una noche fría pero la más bella y buena de todas las noches y así empezaste a conocer lo que es el amor y el calor de una madre. Después atravesaste montañas y pueblos, siempre arropado en los brazos de una mujer, tu madre, que con el corazón de latir asustado, huía a otras tierras para proteger tu vida. 

Tiempo después la vuelta y la vida tranquila, sencilla y humilde en la aldea de Nazaret... ¿Te acuerdas, Jesús del pozo donde la acompañabas a buscar el agua? ¿Te acuerdas de sus risas, de la mirada de sus ojos dulces y hermosos, desbordada de amor e infinita ternura?...¡Qué bonitos días, cuánta paz, cuánto amor!. 

Tu crecías.... te estabas convirtiendo en un jovencito y Ella siempre a tu lado. Fuieste con tu "padre" y Ella a Jerusalém, entraste en el Templo y por aquel "misterioso mandato" te quedaste a participar en las discusiones de los grandes pensadores... y te dolía el corazón porque sabías del dolor de "esos dos seres" tan amados al vivir la zozobra de tu ausencia.... pero es que ya estabas empezando a cumplir tu misión... 

Después volviste con "ellos" y ¡qué años tan inolvidables y hermosos! ¡Qué unión, qué felicidad, qué hogar tan pleno de armonía y de amor!. Cuántas veces la mirarías en el quehacer de las labores en la humilde casa, a la hora de estar reunidos en la comida, en la oración, desbordándose tu amor de hijo en aquella dulce y tierna mujer, sencilla pero con dignidad de reina, alegre y dispuesta... ¡cuánto te quería, cuánto la amabas... ¿Te acuerdas Jesús? Y un día la viste llorar... José, "tu padre" había muerto, Ella lo amaba mucho y lloraba...y tus brazos la rodearon y Ella apoyando su cabeza en tu pecho encontró, a pesar de su dolor, la paz. 

El tiempo pasó y llegó el día...Día en que habías de "saber decir adiós" y tenías un nudo en la garganta pero la viste a Ella con el brillo de las lágrimas en los ojos, pero serena, otra vez "el fiat" en su corazón, esclava a la voluntad de Dios, pero con la dignidad de reina y señora despedirte con el más fuerte y amoroso de los abrazos, de unos brazos que tal vez no te volverían a envolver y apretar contra su corazón hasta que te entregaran en ellos después de bajarte de la cruz...¡qué despedida, Jesús, qué despedida!. Así los dos nos enseñasteis a "saber decir adiós." 

Seguro que alguna vez regresaste para verla y estar con Ella pero... tu Misión había comenzado y ya no "eras suyo". 

Después tu subiste al Calvario y Ella lo subió contigo para estar al pie de la cruz. ¡Jesús, si habías tenido todos los más crueles sufrimientos que un hombre puede tener, creo que ninguno pudo atormentar tu corazón como el volverla a ver en aquellos momentos! y nos la diste por Madre para que sus brazos, ya sin ti, pudieran abrazar a toda la Humanidad y en ella, a mí!. ¡Gracias, Jesús!. 

¡Aleluya, Aleluya!. Otra vez Tu y Ella abrazados. ¡Madre querida, aquí estoy, he resucitado! ¿Te acuerdas, Jesús?. ¡No hubo una mañana más hermosa para Ti y para Ella!. 

Y después el tiempo pasó...y un día, un día muy especial, Ella subió al cielo para estar contigo, con San José, con los Santos y los ángeles en la infinita y gloriosa presencia de Dios. 

Estamos en el mes de mayo, Jesús, y hemos hecho un pequeño recuerdo de esa gran mujer, ejemplo de todas las madres del mundo: Estrella de la mañana, Reina de los ángeles, Virgen fiel, Virgen misericordiosa, Puerta del Cielo, Salud de los enfermos, Refugio de los pecadores, Reina de la Paz.... 

Señor, Jesús, gracias porque tu Madre es mi Madre. 

Santa María, ruega por nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. 

También en este mes festejamos el Día de la Madre. Las que partieron y nos siguen amando desde el Cielo y las que todavía están con nosotros sabemos que no hay un amor como ese amor, que es el que más se asemeja al de nuestro Padre Dios, pues lo da todo sin pedir nada a cambio, tal vez, si, una sola cosa, al igual que el Señor..... ¡que las amemos!.

 Autor: Ma Esther De Ariño 

miércoles, 21 de mayo de 2014

Urgencias de evangelización

Vale la pena volver la mirada hacia Jesucristo y preguntarle: ¿qué quieres que hagamos?

Muchos bautizados viven confundidos y llenos de dudas. Muchos bautizados no conocen realmente su fe. Muchos bautizados no acuden a misa cada domingo, ni se confiesan cuando han perdido la gracia. Muchos bautizados no saben qué diferencia hay entre pecado mortal y pecado venial, ni distinguen claramente entre el bien y el mal en temas de importancia

Hablar de nueva evangelización sin tener presente lo anterior es como hablar del tiempo sin mirar las señales del cielo y sin tener en cuenta los partes meteorológicos (cuando son buenos, claro). Porque es muy fácil idear proyectos evangelizadores llenos de ideas nuevas, pero no es tan fácil "aterrizar" y tocar los problemas concretos de millones de bautizados.

El mundo vive una urgencia de evangelización. Después de 2000 años, el Evangelio de Cristo está lejos de muchos corazones. En otros, hubo un tiempo en el que brilló el mensaje del Maestro para luego eclipsarse bajo el espejismo de ideas falsas o de avaricias destructoras, como vemos explicado en la parábola del sembrador (cf. Mc 4,5-20).

Por eso, vale la pena volver la mirada hacia Jesucristo y preguntarle: ¿qué quieres que hagamos? ¿Cómo llevar tu Amor a tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo? ¿Qué puedo hacer ahora, entre familiares y amigos, conocidos y contactos?

Si me abro a la belleza de la fe, si sintonizo con el anhelo del Maestro de incendiar el mundo, me convertiré en un vivo y entusiasta evangelizador, en un enviado que grita, sobre todo con la vida, la gran noticia: Cristo ha muerto y ha resucitado para nuestra salvación, está vivo en medio de la Iglesia católica, y quiere ser amado por todos los hombres y mujeres por quienes ofreció su Sangre en el Calvario.

Autor: P. Fernando Pascual LC

martes, 20 de mayo de 2014

María provoca la primera "señal"

Además de la gran confianza que María mostró en su Hijo, ella fue el medio que Dios usó para dar comienzo a la manifestación de Jesús. 



Ojalá puedas leer en el Evangelio Jn 2, 1-12, cuando María le pide a su Hijo que les falta el vino en una boda donde fueron invitado en Caná.

A mí me llama poderosamente la atención ese detalle de María de acercarse a visitar a su prima santa Isabel tras tener conocimiento de su estado de gestación, también su fina observación en las bodas de Caná, en una situación de tanto embarazo para aquellos jóvenes esposos. Todo ello habla de un corazón amable, sencillo, bondadoso, atento, comprensivo, servicial en nuestra madre del cielo".

Una contemplación superficial del episodio de la boda de Caná nos dice que lo más milagroso fue el hecho de que Jesús mostró su dominio absoluto sobre la materia, convirtiendo agua en vino. Sin embargo, el Evangelista nos da a entender que no fue así al decir "Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzó a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos" (Jn 2, 11).

Según el Evangelista la finalidad intrínseca de este milagro fue el convencer a sus discípulos que Él era lo que decía que era: el Hijo de Dios. Así manifestó su "gloria" que era su divinidad, pues María le obligó a "hacer llegar su hora" de mostrar su gloria o divinidad.

Independientemente de la gran confianza que María mostró en su Hijo, como hemos comentado antes, está el hecho de que ella fue el medio que Dios usó para dar comienzo a la manifestación de Jesús de Nazaret como su Hijo. Aquí María aparece como aquella que hace conocer a Cristo. Uno podría pensar que tal vez su misión fuese solamente traer al Hijo al mundo y después dejarlo manifestarse como le pareciera mejor. Dios en su providencia quería hacer las cosas de otra manera: quería dar a conocer a su Hijo al mundo por medio de su Madre. Nosotros podemos no estar de acuerdo con esta metodología, pero no se puede negar que Él quiso adoptarla para manifestar a su Hijo.

Parece ser que el Padre sigue usando esta metodología para dar a conocer a su Hijo. Son elocuentes las múltiples apariciones de la Virgen en estos dos últimos siglos. Pensemos en Lourdes, Fátima...
Autor: P. Fintan Kelly

lunes, 19 de mayo de 2014

¿Estás triste? ¿Quizás preocupado?

¿Qué sucedería si por un solo día aceptáramos que Dios maneje nuestros problemas, y Dios se hace cargo de ellos? 
Las preocupaciones son el pan nuestro de cada día. Muchas vienen de situaciones muy reales que enfrentamos en el diario vivir. Otras, sin embargo, surgen de la nada, por así decirlo. 

¿Qué sucedería si por un solo día aceptáramos que Dios maneje nuestros problemas, y Dios se hace cargo de esa gerencia?

Llevemos este experimento a la práctica. Supongamos que recibimos el siguiente correo de parte de Dios:

"Hoy, yo, Dios, estaré manejando todos tus problemas. Si enfrentas una situación que no puedes manejar, no intentes resolverla. Colócala en la bandeja "Algo que sólo Dios puede hacer." Me encargaré del asunto en mi tiempo, no en el tuyo. Una vez lo hagas, no te aferres más al problema, o pretendas retirarlo, pues tan sólo retrasarás la solución. Si crees que puedes solucionarlo, consúltalo conmigo. Asegúrate que tomarás la decisión adecuada.

Yo no duermo nunca. No hay razón que pierdas tu sueño a causa de las preocupaciones. Descansa en mí. Para contactarme, estoy a la distancia de una oración, de un diálogo, que eso es la oración. ¡Basta con que lo conversemos!

Piensa bien lo siguiente: sé feliz con lo que tienes.

Si te desesperas y peleas cuando estás metido en un gran tapón, recuerda que hay gente para quien tan sólo manejar es un privilegio.

¿Tuviste un mal día en el trabajo? Piensa en todos esos que están años sin poder conseguir uno.

¿Tienes el corazón roto por una relación sentimental deteriorada? Son muchos los que no saben qué es amar y que jamás han sido amados.

¿Luchas la que parece ser una batalla perdida con el hijo que te causa problemas? ¡Cuánto desearían tener ese reto los padres y madres que no han logrado tener un hijo!

¿A tu edad te faltan fuerzas para enfrentar una terrible pérdida, y te preguntas cuál es el propósito de esta prueba? Se agradecido. Existieron muchos que no vivieron hasta tu edad para averiguarlo.

¿Te encuentras en un momento en que eres objeto de la amargura, ignorancia, pequeñez o envidia de la gente? Las cosas podrían ser peores. ¡Tú podrías ser uno de ellos!

¿El amigo ese te ha dado la espalda cuando más lo necesitas? ¡Cristo, el amigo que nunca falla, está a tu lado, ahí mismito, pidiendo tan sólo que le abras tu corazón!

¿Por qué te confundes y te agitas y te deprimes ante los problemas? Déjame al cuidado de todas tus cosas. Todo te irá mejor. Lo que más daño te hace es tu propio razonar y tus propias ideas y el querer resolver tus cosas a tu manera.

Confía en mí. Ahora bien, no seas como el paciente que pide al médico que lo cure y luego le indica el modo de hacerlo. Déjate llevar en mis brazos, no tengas miedo. Yo te amo.

Si crees que las cosas empeoran o se complican a pesar de tu oración, sigue confiando. Cierra los ojos del alma y confía. Continúa diciéndome a toda hora: yo confío en ti."

Hasta ahí el correo de Dios. Prepara tu respuesta y envíasela lo más pronto posible. Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces, entonces estás peor que antes. Espero ese no sea tu caso.

Bendiciones y paz.    

Autor: Juan Rafael Pacheco