"Ayúdame Señor a comprender a mis hijos, a escuchar
pacientemente lo que quieren decirme, y a responderles todas sus preguntas con
amabilidad. Evítame que les interrumpa, que les dispute o contradiga. Hazme
cortés con ellos, para que ellos sean conmigo de igual manera. Dame el valor de
confesar mis errores, y pedirles perdón cuando comprenda que he cometido una
falta. Impídeme que lastime los sentimientos de mis hijos. Prohíbeme que me ría
de sus errores, o que recurra a la afrenta y a la burla como castigo. No me permitas
que induzca a mis hijos a mentir o a robar. Guíame hora tras hora para que
confirme, por lo que digo y hago, que la honestidad es fuente de felicidad.
Modera, te ruego, la maldad en mí. Evítame que los incomode, y cuando esté
malhumorado, ayúdame, Dios mío, a callarme. Hazme ciego ante los pequeños
errores de mis hijos, y auxíliame a ver las cosas buenas que ellos hacen.
Ayúdame a tratar a mis hijos como niños de su edad, y no me permitas exigirles
el juicio y convicciones de los adultos. Facúltame para no robarles la
oportunidad de confiar en sí mismos, pensar, escoger o tomar decisiones. Oponte
a que los castigue para satisfacer mi egoísmo. Socórreme, para concederles
todos los deseos que sean razonables, y apóyame, para tener el valor de
negarles las comodidades que yo comprendo que les harán daño. Hazme justo y
ecuánime, considerado y sociable para con mis hijos, de tal manera que ellos
sientan todo mi amor". Amén.
"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)
viernes, 25 de octubre de 2013
jueves, 24 de octubre de 2013
El Papa Francisco advierte de que la avaricia destruye a las personas
Efe. Ciudad del Vaticano.
El Papa Francisco manifestó hoy que
mientras el dinero puede servir para realizar cosas buenas, la avaricia
"destruye a las personas, a las familias y la sociedad", así como
"la fraternidad humana".
El pontífice hizo estas
manifestaciones en la misa que celebró en la capilla de la residencia de Santa
Marta, donde se aloja, y durante la que aludió al gran número de familias que
se han visto destruidas por problemas de dinero con enfrentamientos de
"hermano contra hermano y padre contra hijo".
"El dinero puede ser útil para
hacer cosas buenas y la pobreza no va buscada como tal, sino como instrumento
para entender la medida de la existencia e ir en busca del Señor. El apego al
dinero, en cambio, destruye la fraternidad humana y corrompe a las
personas", explicó el pontífice.
El Papa Bergoglio recordó, además,
las enseñanzas de la parábola del hombre rico: "lo que destruye es la
avaricia, el querer tener cada vez más".
Así, subrayó que la avaricia lleva
"a la idolatría" destruyendo las relaciones con los demás y corrompe
al hombre porque "hace que todas las acciones que lleva a cabo se realicen
en función del dinero".
"La avaricia es un instrumento
de la idolatría, porque avanza por el camino contrario al que hizo Dios con
nosotros", aseveró Francisco, quien indicó que ése es el motivo por el
cual "Jesús dice cosas duras contra el apego al dinero".
Enlace articulo original: http://www.larazon.es/detalle_normal/noticias/4050665/religion/el-papa-francisco-advierte-de-que-la-avaricia-destruye-a-las-personas#.Umi6G_nCWSo
miércoles, 23 de octubre de 2013
Los éxitos del Hijo son también de su madre
Meditaciones del
Rosario. Segundo Misterio Glorioso. La Ascensión del Señor.
|
Tú estuviste allí, no
podías faltar. Con los apóstoles: tus nuevos hijos, la Iglesia naciente que
Jesús dejó a tu cuidado.
Lo viste subir, triunfar para siempre. Subía y regresaba al cielo como triunfador. Derrotados quedaban sus enemigos: la muerte, el demonio, el mundo. Era tu triunfo también. Si los éxitos del hijo son también de su madre, la ascensión de Jesús tú la vivías como propia; era el anticipo de tu asunción. Aquel Hijo tuyo, nacido en Belén, que había venido a la tierra a través de tu carne, ahora se iba a la patria definitiva. Aquel hijo, perdido durante la eternidad de tres días en el templo, ahora no sabías cuantos años estarías sin verlo. ¡Qué dolor, dolor nuevo, que hacía casi intolerable, insufrible, la separación del Hijo amado! A partir de entonces tu corazón estaría más en el cielo que en la tierra. Allí estaba José, tu esposo, el compañero maravilloso de la infancia y juventud de Jesús. ¡Qué ratos tan inefables, tan difíciles también, en su compañía! Él se te había adelantado. Él vería llegar a Jesús al cielo, y recibiría de Él las más sentidas gracias por haber cumplido tan perfectamente su misión de padre. Allí estaría desde ese momento Jesús. Pero Tú te quedabas en la tierra sola, muy sola. Porque tu amor se iba, y te dejaba sola en la tierra. Sólo quien ha estado locamente enamorado y pierde a la persona amada sabe de este dolor. Tú eras la enamorada por excelencia de Jesús. Por eso, tu dolor no tenía límites ni comparación. Pero tu voluntad no se sumergía en la tristeza, porque Jesús te había entregado una nueva misión: la Iglesia naciente. Con cuánto amor repetiste tu oración favorita: "He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra". Con tu oración, tu amor, tus consejos y tu prudencia, la Iglesia niña crecía incontenible. Crecía en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres, como en otro tiempo tu Jesús. ¡OH Madre de la Iglesia, que acunaste nuevamente en tus brazos aquella criatura que Jesús te entregó! Se mezclaban la nostalgia -la fuerza que te lanzaba hacia el cielo- y el amor a la Iglesia que necesitaba tu cariño, tu presencia, tu oración. La nostalgia era desgarradora, la esperanza larguísima. Tú veías en la Iglesia la continuación de Jesús en la historia como ningún teólogo lo ha visto. Toda la Iglesia estaba llena de la presencia de Jesús. Tus nuevos hijos eran más débiles que Jesús. Los lobos acechaban. Satanás, que había devorado a Judas, seguía esperando matar a toda la grey, cuando aún era débil e indefensa. Pero contaba con tu defensa irresistible. Nostalgia, espera y certeza de llegar al cielo para ti y tus hijos. Él ya, faltamos nosotros... Ahora Tú también estás en el cielo. Faltamos nosotros...Acuérdate de nosotros. Nueva etapa de fe: Volviste a encender la lámpara que había alumbrado tu caminar por la vida, con aceite nuevo, con nuevo vigor. Era el comienzo fresco y pujante del cristianismo. Tú eras la primera cristiana, la que debías vivir y contagiar a todos la alegría recién estrenada del hombre y mujer nuevos, del nuevo estilo de vida, la religión del amor. Oh Madre, se nos ha olvidado muy pronto que la religión fundada por tu Hijo es la religión del amor, la religión de las bienaventuranzas. Nos hemos quedado con unas pocas ideas rancias y con un aburrimiento vital. Resucita en nosotros la alegría del "mirad cómo se aman" que avasalló a los primeros. ¿Qué hemos hecho de la religión del amor? Los cristianos hemos vaciado la religión del amor para quedarnos con los mandamientos mal cumplidos. Y nos resulta aburrida, pesada, inaguantable. La misma religión que a los primeros los entusiasmó hasta el extremo, los arrastró hasta el martirio sin pestañear, a nosotros nos resulta sosa y aburrida. ¿No será que hemos perdido la savia vital? Y ¿qué somos, que queda de nosotros si nos falta el amor? Nada. Pura fachada. Tú comulgabas con más fe que ninguno, llegando a sentir a Jesús en tus entrañas como cuando crecía en tu seno. Te absorbías, te elevabas de la tierra, te ibas...Vivías de la comunión anterior y vivías para la siguiente, como la enamorada que no puede separarse del Amado. Enséñanos a comulgar con el fervor con que Tú lo hacías en los años de tu soledad. Los cristianos observaban con respeto y emoción tu actitud. Y seguro que, como a Jesús, te pedían: "Enséñanos a comulgar con el fervor con que Tú lo haces".En la forma de recibir a Jesús se confirma el amor o la indiferencia de los cristianos de hoy. Quiero imaginar las palabras que dirigías a los apóstoles: El primer evangelio pasado por la mente y el corazón de su Madre. Y así entendían de manera entrañable las enseñanzas de Jesús: Tú les abrías el sentido, pero, sobre todo, encendías sus corazones. Cuantas veces Pedro, Juan y los demás debían comentar como los discípulos de Emaús: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos explicaba María los misterios de la vida de Jesús?" Cuanto necesitamos, María, que nos vuelvas a explicar los misterios y la enseñanza de Jesús, sobre todo el amor que nos tiene, para que nuestro corazón arda de amor por Él y por Ti. ¡Cómo motivarías a Pedro, cada vez que el pesimismo y las dificultades de guiar a la Iglesia querían doblarlo! ¡Qué firme y gentil pastora guiaba al primer Papa, lo mismo que al actual Benedicto XVI! ¡Cómo les hablarías del cielo, repitiéndoles con apasionado acento las palabras de Jesús: "Alegraos de que vuestros nombres están escritos en el cielo"! Hay que merecerlo, hay que ganarlo. Ahí estaremos juntos para siempre... |
Autor:
P Mariano de Blas LC.
jueves, 17 de octubre de 2013
Francisco: «Es un escándalo que aún haya hambre en el mundo»
El
Papa saluda a los fieles congregados en la Plaza de San Pedro
Efe. Ciudad del Vaticano.
El Papa Francisco calificó hoy de "escándalo" que exista el
hambre y la malnutrición en el mundo y criticó "el consumismo, el
desperdicio y el despilfarro de alimento" en un mensaje enviado al
director de la FAO, José Graziano da Silva, en ocasión de la Jornada Mundial de
la Alimentación.
En su mensaje, que fue leído hoy durante la celebración de esta jornada en
la sede, en Roma, de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y
Agricultura (FAO), el papa consideró que uno "de los desafíos más serios
para la humanidad es el de la trágica condición en la que viven todavía
millones de personas hambrientas y malnutridas, entre ellas muchos niños".
El Papa Jorge Mario Bergoglio instó a todas las partes de la sociedad a
"afrontar juntos" este problema "para lograr una solución justa
y duradera" y para que "nadie se vea obligado a abandonar su tierra y
su propio entorno cultural por la falta de los medios esenciales de
subsistencia".
Bergoglio hizo notar la paradoja de cómo la globalización permite conocer
las situaciones de necesidad de las personas en todo el mundo, pero sin embargo
"crece la tendencia al individualismo" y a "la indiferencia
tanto a nivel personal como de las instituciones y de los estados, respecto a
quien muere de hambre o padece malnutrición".
"El hambre y la desnutrición nunca pueden ser consideradas un hecho
normal al que hay que acostumbrarse, como si formara parte del sistema. Algo
tiene que cambiar en nosotros mismos, en nuestra mentalidad, en nuestras
sociedades", insto el pontífice argentino.
Para el Papa, es necesario, "hoy más que nunca, educar a la
solidaridad, redescubrir el valor y el significado de esta palabra tan
incómoda, y muy frecuentemente dejada de lado, y hacer que se convierta en
actitud de fondo en las decisiones en el plano político, económico y
financiero, en las relaciones entre las personas, entre los pueblos y entre las
naciones".
"Sólo superando visiones egoístas e intereses de parte, también se
podrá lograr finalmente el objetivo de eliminar las formas de indigencia
determinadas por la carencia de alimentos", agregó.
Pero además, si se consideran las, según datos de la FAO, 1.300 millones
toneladas de alimentos que se desperdician anualmente, Francisco abrió el
interrogante: "Sobre la necesidad de cambiar realmente nuestro estilo de
vida, incluido el alimentario".
Un estilo de vida, agregó, que "en tantas áreas del planeta está
marcado por el consumismo, el desperdicio y el despilfarro de alimentos".
Los datos proporcionados por la FAO indican que, aproximadamente un tercio
de la producción mundial de alimentos no está disponible a causa de pérdidas y
derroches cada vez mayores.
"Bastaría eliminarlos para reducir drásticamente el número de
hambrientos", clamó el Papa.
Para Bergoglio, el "desperdicio de alimentos no es sino uno de los
frutos de la 'cultura del descarte' que a menudo lleva a sacrificar hombres y
mujeres a los ídolos de las ganancias y del consumo".
Ante los datos de 870 millones de personas que sufren hambre y
malnutrición, el papa lamentó: "El triste signo de la 'globalización de la
indiferencia', que nos acostumbra lentamente al sufrimiento de los otros, como
si fuera algo normal".
miércoles, 16 de octubre de 2013
Honestidad
Autor:
Carolina Crespo Fernández
Para cambiar el mundo,
no basta con cambiar estructuras, sino fomentar una sociedad donde primen los
valores humanos. Vivimos en una sociedad materialista en la que se ha levantado
un altar a los ídolos del dinero y del poder a costa de una humanidad deshumanizada
donde fracasan las familias y donde muchos negocios se convierten en nidos de
malhechores. Por desgracia, hoy son muchos los que piensan que la honestidad
está más presente en los libros o en las películas que en la vida real. La
honestidad expresa lo mejor del ser humano. La calidad humana de una sociedad
se define por lo extendida que está esta virtud en ella. Las personas honestas
deben ser un estímulo moral para todos, pero hoy el mundo idolatra el dinero
--da igual cómo se consiga--, el poder y el sexo.
La honestidad va ligada al concepto de autenticidad, a la verdad. Una persona
auténtica es una persona honesta, que es coherente y enriquece a la sociedad
con su modo de ser sincero, que la aleja de toda falsedad, incoherencia y
doblez. Estas últimas cualidades siempre se desvanecen como una brizna ante un
soplo de viento.
La honestidad es la perfección moral del ser humano y está ligada a una
exigente rectitud de conciencia así como al resto de las demás virtudes. La
honestidad es símbolo de transparencia; la falsedad, la apariencia, van unidas
a las tinieblas. La persona auténtica vive de principios sólidos, que le
otorgan la capacidad de discernir lo que es justo o injusto, lo que es noble o ruin.
Ser honesto no es sinónimo de ser idiota; ser honesto es una virtud a la que
algunos idiotas no les interesa entender ni practicar.
El Papa agradece «el valor» de Bertone quien exalta la figura de Benedicto XVI
Francisco
con el cardenal Bertone, hoy en el Vaticano
Efe. Ciudad del Vaticano.
El Papa Francisco
agradeció hoy al cardenal Tarcisio Bertone, que dejó su cargo como Secretario
de Estado, "el valor y la paciencia" con las que ha vivido las
adversidades que ha tenido que afrontar, mientras el purpurado exaltó los
valores del Papa Benedicto XVI en su discurso.
"Querido
cardenal Bertone en este momento me gusta pensar que aunque ha habido espinas,
la Virgen Auxiliadora no le ha hecho faltar nunca su ayuda y tampoco lo hará en
el futuro. Esté seguro ¿eh?", subrayó el Papa en su mensaje de despedida
al salesiano Secretario de Estado.
El Papa Francisco
recibió hoy a los empleados de la Secretaria de Estado, en un acto que
significó el fin de la era del poderoso Tarcisio Bertone y la toma de posesión
de su sucesor Pietro Parolin, quien sin embargo no estuvo presente porque se
encuentra recién recuperado de una operación.
Jorge Bergoglio
destacó cómo Bertone en todos los cargos que ha ocupado en la Santa Sede los ha
realizado "con profundo amor a la Iglesia, gran generosidad, y esa típica
mezcla salesiana que une el sincero espíritu de obediencia y una gran libertad
de iniciativa e inventiva personal".
Palabras de
reconocimiento del Papa argentino a Bertone, que ha vivido los últimos meses de
su cargo salpicado por el escándalo de las filtraciones de los documentos
vaticanos (el llamado Vatileaks), en los que se le acusaba de mala gestión y de
abuso de poder.
"Deseo
subrayar el comportamiento de fidelidad incondicional y de absoluta lealtad a
Pedro (al Papa), característica distintiva de su cargo como Secretario de
Estado, tanto con Benedicto XVI como conmigo en estos primeros meses",
agregó Francisco.
Aunque no estuvo
presente Parolin, de 54 años, el Papa valoró que éste "conoce muy bien a
la familia de la Secretaria de Estado, ya que trabajo con ellos tantos años,
con pasión y competencia y con aquella capacidad de diálogo y de trato humano
que le caracterizan".
"De una
cierta manera es como regresar a casa", aseveró el pontífice.
Parolin llega a
una Secretaría de Estado cuyas competencias sufrirán importantes variaciones
debido a la reforma de la Curia que ha acometido Francisco tras las peticiones
de los cardenales antes de la celebración del Cónclave.
En una primera
ronda de reuniones los pasados 1, 2 y 3 de octubre, la Comisión de ocho
cardenales nombrada por Francisco para abordar estos cambios concluyó que la
poderosa Secretaría de Estado "tiene que convertirse a todos los efectos
en una Secretaría del Papa", y eliminar así muchas de las competencias que
acumula.
Por su parte, el
Secretario de Estado saliente, tras agradecer las palabras del Papa, dijo que
el pontífice Francisco no es tanto "una revolución sino una continuidad
con Benedicto XVI aunque con la diversidad de los acentos y de vida
personal".
Bertone, que
trabajó junto al Papa Ratzinger durante siete años y siete meses con Francisco,
hizo una loa sobre el pontífice alemán.
"Lo que nos
ha apasionado con el Papa Benedicto XVI ha sido ver a la Iglesia comprenderse a
sí misma en la profundidad como comunión, y al mismo tiempo capaz de hablar al
mundo, al corazón y a la inteligencia de cada uno con claridad de doctrina y
altura de pensamiento", refirió el salesiano, de 78 años.
Citó solo dos
grandes temas de Ratzinger el de la relación entre razón y fe, entre derecho y
ley natural.
Dijo que los
grandes discursos que le gusta recordar "es el que ofreció en el
Parlamento alemán y en la Westminter Hall (Parlamento británico), así como el
del College des Bernardins en París".
Exaltó Bertone del
Papa teólogo "la valoración de la común identidad cristiana de los
hermanos de otras iglesias y comunidades; el renovado diálogo teológico con los
hermanos mayores judíos; las relaciones importantes de estima recíproca con los
musulmanes (..) que han hecho de la Iglesia un interlocutor buscado y apreciado".
Y, por último, las
encíclicas, entre las que se destaca en el panorama político, económico y
social Caritas in Veritate, que ha suscitado un consenso general.
Para Bertone,
Benedicto XVI ha sido un reformador de la conciencia del clero que "ha
sufrido profundamente por los males que han desfigurado el rostro de la
Iglesia".
Por esto, añadió,
"la ha dotado de una nueva legislación que golpee con decisión el
vergonzoso fenómeno de la pederastia entre el clero, sin olvidar la puesta en
marcha de la nueva normativa en materia económica-administrativa".
martes, 15 de octubre de 2013
Mártires de ayer, de hoy y de siempre
Javier Menéndez Ros*.
Hace poco visité,
emocionado, las catacumbas de San Calixto en Roma. Allí están enterrados miles
de cristianos, muchos de ellos niños y familias enteras que, a escondidas,
trazaban el signo de un pez para reconocerse. Ellos entendían y aceptaban que
si el Maestro había entregado su vida por nosotros también su sangre podría
derramarse en sacrificio por otros, como así fue.
Jesus nos anunció
la persecución que los cristianos tendríamos hasta el fin de los tiempos. Por
eso en cada uno de los 21 siglos de historia después de su muerte los mártires
han continuado escribiendo con su sangre las líneas de un increíble testimonio
de fidelidad.
La beatificación
de 522 mártires que dieron su vida en el transcurso de la Guerra civil española
no es una bandera de provocación, ni una exaltación de ideologías trasnochadas
sino simplemente la constatación y el reconocimiento de que fueron muchos en
esos años, los que dieron su vida por el único hecho de llevar un hábito
religioso, por tener una cruz colgada al cuello o un rosario entre sus dedos, o
por confesar una fe de la que no quisieron apostatar. Aquellos hombres y
mujeres no renunciaron a la marca de su bautismo, al contrario, el Espíritu
Santo les dio fuerzas para que su testimonio llegase, en muchos casos, hasta el
extremo de perdonar a los que les quitaban la vida.
Si el siglo XX
quedó regado con la sangre de millones de víctimas en las dos contiendas
mundiales, con los terribles exterminios realizados por nazis y comunistas y
por multitud de guerras locales, el siglo XXI nos está escribiendo su propio
martirologio. De forma especial en países como Irak, Egipto o Pakistán cada ano
tenemos historias terribles de cristianos secuestrados o asesinados
cobardemente en sus casas, en sus comercios o mientras participan de la misa.
Situaciones parecidas se viven en países con una islamización radical creciente
como es el caso de Sudán, Mali, la República Centroafricana o Nigeria.
Nuestros mártires
de hoy son, en su mayor caso, parte de pequeñas minorías discriminadas que
forman los cristianos. Su fe no la pueden vivir libremente ni en China, ni en
Vietnam, ni en Corea del Norte, ni en Arabia Saudí. Se calcula que son 350
millones de cristianos los que viven en países donde son perseguidos o están
discriminados. Ellos saben que se juegan la vida por ser discípulos de Aquel
que fue crucificado como un criminal. Ellos son «el grano de trigo que cae en
tierra, muere y, ciertamente, da fruto». Ellos son el mejor ejemplo de
compromiso que debería remover nuestro cristianismo tibio.
¡Honremos a
nuestros mártires, pero hagámoslo con el testimonio de una fe valiente, de una
fe sin complejos que nos lleve a mostrar el amor de Dios a todos los hombres!
lunes, 14 de octubre de 2013
DESDE LA BARRERA, NO. ¡TODOS A LA PLAZA!
Autor; Pablo Cabellos
Llorente
Con un argentinismo muy expresivo -castellano puro-, el Papa
Francisco repite que Jesús no balconea, una invitación a no ver los toros desde la barrera. Más en
positivo, si se quiere, también ha reiterado que Cristo es callejero: así
aparece en los Evangelios. La vida
pública del Señor es un incesante ir y venir por aquellos caminos polvorientos
de su tierra para hacer el bien a todos, con su doctrina, con sus milagros,
pero sobre todo con su Persona, que nos muestra al Dios mismo hecho hombre Como
afirmó Benedicto XVI, Cristo nos ha traído a Dios, al Dios misericordioso de
quien habla sin cesar hablar el Papa Francisco.
Jesús es callejero para volcar su misericordia dando la vista
a los ciegos, levantando a los tullidos, limpiado a los leprosos, resucitando a
los muertos, premiando la fe del Centurión de Cafarnaúm, compadeciéndose de la hemorroisa,
facilitando comida a los hambrientos... Pero muestra su máxima misericordia en
modo superlativo absorbiendo nuestros pecados para redimirlos en la Cruz. Los
hace tan suyos que san Pablo podrá escribir aquel atrevimiento verdadero: Dios
le hizo pecado. Vivió nuestro mundo hasta en sus más bajos fondos porque los
hizo suyos, puso en su corazón toda la miseria ajena: eso es la misericordia,
que ahora se manifiesta de mil modos, especialmente en los sacramentos de la
Eucaristía y la Confesión.
Pero no podemos ver los toros desde la barrera, no podemos
balconear. San Josemaría dejó escrito: "No
se puede separar en Cristo su ser de Dios-Hombre y su función de Redentor. El
Verbo se hizo carne y vino a la tierra ut omnes homines salvi fiant (Ioh
XX, 29), para salvar a todos los hombres. Con nuestras miserias y limitaciones
personales, somos otros Cristos, el mismo Cristo, llamados también a servir a
todos los hombres" ("Es Cristo que pasa", n. 106). Así estamos
en la plaza, siendo el mismo Cristo que se compadece de los hombres, y llega
hasta cada uno en la persona de cada cristiano llamado a vivir la misma
misericordia de su Corazón con todos los humanos.
Me alegra enormemente esta sintonía de Francisco con el
empuje de San Josemaría estimulando a
los cristianos corrientes a estar en la calle. Citaré un texto más general y
dos más concretos. El primero -uno entre centenares-, tomado de "Surco"
dice así: "La
fidelidad —el servicio a Dios y a las almas—, que te pido siempre, no es el
entusiasmo fácil, sino el otro: el que se conquista por la calle, al ver lo
mucho que hay que hacer en todas partes". Con gran normalidad, pero saliendo a las diversas periferias que nos rodean, buscando la inclusión, no
permitiendo que nadie sea material de
desecho, poniendo en el corazón propio la miseria ajena, persiguiendo la
cultura del encuentro. ¡Qué actitud tan distinta de la que culpa a otro de
todo, del que lloriquea con ocasión y
sin ella, del quejumbroso que no siembra esperanza!
Escribo en el aniversario de la canonización del fundador del
Opus Dei y he de afirmar que siento una alegría especial al citar sus textos.
Voy a los dos restantes, ambos de "Camino". Se lee en el punto 419:
-Niño. -Enfermo. -Al escribir estas palabras, ¿no sentís la tentación de
ponerlas con mayúscula? / Es que, para un alma enamorada, los niños y los
enfermos son Él" ¿No está aquí sintetizado de algún modo el deseo de
inclusión del Papa actual? ¿No vemos en niños y enfermos a todos los dolientes
e inermes, a los desamparados que debemos buscar con ocasión de nuestras propias
tareas? En la calle, sin balconear.
El
último texto elegido de memoria es el n. 790: "¿No gritaríais de buena
gana a la juventud que bulle alrededor vuestro: ¡locos!, dejad esas cosas
mundanas que achican el corazón... y muchas veces lo envilecen..., dejad eso y
venid con nosotros tras el Amor?" Se asemeja a lo que sobre la mundanidad
acaba de predicar Francisco en Asís. Se parece al impulso de la última JMJ: "Quisiera decir
una cosa: ¿qué es lo que espero como consecuencia de la Jornada de la Juventud?
Espero lío. Que acá adentro va a haber lío, va a haber. Que acá en Río va a
haber lío, va a haber. Pero quiero lío en las diócesis, quiero que se salga
afuera… Quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que nos defendamos de
todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de lo que sea comodidad,
de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos".
Obviamente, ese lío no será ruidoso las más de las veces, pero sí eficiente.
Marchar a la calle llevando a Cristo,
salir también a las periferias de la increencia -cuánto tino en su carta a La
Reppublica-, de la moral que corrompe, de la mundanidad que envilece. Siempre
con el ejemplo, con una intensa formación y una auténtica vida cristiana, con
la oferta libre de la Palabra. También recuerda a Juan Pablo II con su "¡Levantaos!
¡Vamos!"
Creyentes en la adversidad
Álvaro De Juana
Hay
ocasiones en las que no entendemos por qué suceden ciertas cosas, la razón de
que acontezcan determinados hechos en nuestra vida. Nos rebelamos y luchamos
contra estas situaciones y quizás nunca llegamos a encontrarles sentido. Hace
pocos días el Papa Francisco aludió a la necesidad de escuchar a Dios en los
acontecimientos de cada día, en los pequeños detalles y en la historia: «Hay
que saber escuchar a Dios, y dejarse guiar por su voluntad», dijo también. El
siglo XX ha sido una época oscura a causa de la violencia, las masacres y las
persecuciones. Para millones de seres humanos y de forma especial para los
cristianos, un tiempo de enorme sufrimiento. Los 522 mártires que fueron
beatificados ayer en Tarragona así lo acreditan. Pero, son sólo algunos de los
inocentes que han experimentado en primera persona las consecuencias de no
renunciar a la fe. Personas aparentemente corrientes pero realmente
excepcionales, que se mantuvieron firmes y fieles y que en la debilidad y en la
sencillez revelaron una fuerza mayor, dando así testimonio del Evangelio. Ahora
mismo, en nuestros días, en pleno siglo XXI, hay también millones de personas
que son sometidas a una terrible persecución por el mero hecho de ser
cristianos. Podemos decir que son los inocentes de nuestro tiempo. Inocentes
que apenas hacen ruido y que tampoco llaman la atención, pero que están ahí, a
la espera de alcanzar quizás algún día el martirio y de que nosotros
descubramos su rostro. Es también aquí donde hay que escuchar y saber discernir
lo que Dios quiere y así, como dijo ayer el Papa, salir de nosotros mismos,
dejar atrás el egoísmo, la pereza y la tristeza. Los nuevos beatos
comprendieron por qué les sucedió aquello, por qué les persiguieron para
después asesinarles, a lo que respondieron con amor y sin oponer resistencia.
Es más, murieron tranquilos, confiados en Dios, con la certeza de que ésa era
su voluntad. Dentro de algunos años asistiremos con toda probabilidad a una
nueva beatificación de mártires del siglo XX en España. Será una nueva ocasión
para recordar lo que significa ser cristiano y dar la vida hasta el extremo por
amor. Un momento para mostrar otra vez al mundo que se puede ser cristiano
incluso en los momentos más oscuros y, curiosamente, más sublimes, de la vida.
Enlace articulo Original: http://www.larazon.es/detalle_normal/noticias/3961310/religion/creyentes-en-la-adversidad#.UluDoaebuM8
domingo, 13 de octubre de 2013
María veía el cuerpo de su Niño desgarrado
Meditaciones del
Rosario. Segundo Misterio Doloroso. La Flagelación de Jesús
Tú sabías lo que era una flagelación. Lo sabían
todos. Pero ahora era tu Hijo. Lo veías con la pupila abierta y enrojecida: El
cuerpo de tu Niño desgarrado; veías, no te imaginabas, los gestos de dolor a
cada golpe que nunca terminaba y que iba volviendo roja toda la piel de Jesús,
piernas, brazos, el pecho, la espalda, hasta la cara con la sangre que corría
casi desde los ojos como una cascada de flagelos.
Para purificar mis pecados. La terrible ofensa se mide por lo terrible del
martirio. La flagelación sola hubiera matado a Jesús. Muchos hombres con menos
ganas de sufrir, caían exánimes en un charco de sangre. Jesús resistió, porque
aún le quedaban las manos y los pies para la cruz; pero sobretodo porque aún le
quedaba amor y capacidad de sufrimiento para los pecadores más empedernidos.
Con los primeros cien azotes fueron derritiéndose la mayoría de los pecados.
Pero fue necesario llegar a ciento veinte, contados en la sábana santa, para
ablandar a los de piedra. ¿A qué azote llegaron mis pecados? ¿Al ciento
veinte?.
Terrible dolor, infinito amor. Aquí cayó rendida aquella religiosa mediocre, de
nombre Teresa, al exclamar: "Ahora comprendo de qué me has librado y cuál
ha sido el precio".¡El precio! Desde ese momento se decidió a ser santa.
Todos los hombres deberíamos entrar al patio de la flagelación y contemplar de
cerca, para ver si, como a Teresa, se nos rasga el corazón para gritar
idénticas palabras. Ante la flagelación, como ante la cruz, no se puede seguir
adelante, si hay un poco de amor.
Tu Hijo es un guiñapo, tu Hijo no puede ser contemplado sin horror. Es como uno
ante el cual se oculta el rostro, porque no se le puede mirar. Pero Tú no
ocultas el rostro, Tú lo amas hoy más a ese Hijo sangrante, destrozado,
semimuerto. Yo tampoco quiero retirar los ojos manchados. Quiero que mis ojos a
fuerza de mirar se rompan en un mar de lágrimas sinceras; quiero que mi corazón
de piedra, a base de sentir su amor, se vuelva un corazón de carne. Aquí han
caído grandes pecadores, han muerto grandes canallas y han resucitado santos y
mártires.
Yo también quiero caer muerto de dolor y arrepentimiento y resucitar un santo a
la vista de Jesús flagelado por mí. ¡He aquí el Hombre! ¡He aquí el amor del
Hombre! ¡He aquí lo que queda del Hijo del Hombre por haberse atrevido a amar a
los hombres hasta el extremo! Hay en la Biblia una frase terrible en relación
al hombre perverso: "Dios se arrepintió de haber creado al hombre" Yo
te pregunto, Jesús, Dios: "¿Te arrepientes de haber amado así al hombre?
Yo sé que la respuesta eterna es "¡No me arrepiento!
Autor: P Mariano de Blas LC.
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