"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

lunes, 23 de septiembre de 2013

Mateo, de publicano a santo

El cobrador de impuestos, no calcula las consecuencias, no regatea. Deja absolutamente todo y comienza una nueva vida al lado de Cristo. 


Mateo, el publicano, tuvo la gran suerte de encontrarse con Cristo y así su vida experimentó un gran cambio hasta convertirse en el gran apóstol y evangelista que conocemos. Experimentó sin duda la angustia y la tristeza del pecado desde su condición de publicano, pero después fue valiente y decidido a la hora de abandonar aquella vida para ponerse de rodillas ante la verdad de Dios que quería su corazón plenamente. Así se operó la conversión: de publicano a santo.

Al pasar vio a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: "Sígueme" (Mt 9, 9). La misión de Cristo fue siempre la de salvar al hombre de la esclavitud del mal. Parece que siempre está comprometido en esta lucha. 

Cristo siempre pasa, y siempre se encuentra con alguien: con Zaqueo, con la Samaritana, con la pecadora pública. Al pasar se encuentra con Mateo, un publicano, un ser señalado por los judíos que se creían buenos, un hombre de mala reputación, un pecador. Cristo se dirige a él y le ofrece otro camino: cambiar la mesa de los impuestos por una vida de entrega generosa y desinteresada a los demás, cambiar la vida de pecado por una vida de amistad con Dios, cambiar en definitiva el corazón. Una auténtica conversión. Él acepta esta invitación, porque la mirada de aquel hombre le había hecho comprender su pobreza interior, la pobreza que siempre conlleva el pecado.

"Él se levantó y le siguió" (Mt 9,9). Admira la prontitud con que Mateo abandona su vida de pecado para abrazar el amor de Dios. No hace consideraciones, no calcula las consecuencias, no regatea a Cristo. Deja absolutamente todo y comienza una nueva vida al lado de Cristo. Realiza dos gestos, sintetizados en dos palabras: "Se levantó", como si se dijera que abandona aquella mesa, símbolo de su vida pasada y de su pecado; y es que para salir del pecado siempre hay que abandonar algo propio, personal. Y "le siguió", es decir, abrazó una nueva vida, una vida junto a Dios, una vida centrada en otros valores, una vida nueva en Cristo. No fue sin duda fácil para Mateo esta decisión, pero bien valía la pena probar otro camino distinto de aquel que se había convertido para él en tantos momentos de dolor, de angustia y de remordimiento.

"No he venido a llamar a justos sino a pecadores" (Mt 9,13). Jesús aceptó la invitación de Mateo a comer en su casa, casa que se llenó enseguida de publicanos y pecadores. Los fariseos preguntaron a los discípulos por qué comía su Maestro con publicanos y pecadores. Pero fue Jesús el que les respondió: "No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender lo que significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio" (Mt 9, 10-13). 

Es maravilloso el comprender cómo el Corazón de Dios busca la oveja perdida y cómo se llena de alegría verdadera y profunda cuando la encuentra. Por eso se enfrenta con estas palabras tan consoladoras a aquellos fariseos que se extrañaban de que el Maestro se sentara a la mesa con los pecadores. No sabían aquellos hombres que Cristo había venido a salvar precisamente a aquellos que ellos despreciaban y, más aún, ignoraban los fariseos que tal vez era más fácil sacar del abismo del mal a personas que se aceptaban pecadoras que a ellos mismos que se consideraban justos.


Autor: P. Juan J. Ferrán.

domingo, 22 de septiembre de 2013

María, al pie de la cruz

Viernes de dolores, así se le dice según la tradición, al viernes en que se María no comprende ese gran misterio pero acepta, una vez más, porque es la voluntad Dios. 
conmemora los dolores de la Virgen Santísima, como Madre dolorosa al pie de la Cruz.

Esta veneración data del siglo XIII. Este año la hemos conmemorado el pasado día 15 de este mes según la liturgia de la Iglesia universal proclamada por el Papa Pío X (1903-1914). En México la tradición dice que el Viernes de Dolores es el viernes anterior a la Semana Santa.

La Madre de Dios llora y sufre la angustia de ver morir a su Hijo como la haría cualquier madre. 

Lo ha visto coronado de espinas, clavadas en su cabeza y en su frente, dejando su pelo y rostro manchado de una sangre que se coagula y reseca sobre la piel, su espalda que esta desgarrada y abierta por los azotes que le han dado y que cubrieron después, con una túnica púrpura para burlarse de El, dándole bofetadas y escupiéndole...

Sabe que su amadísimo Hijo es humillado y escarnecido y por todo esto...¡tiene roto el corazón!

Después lo ha visto caminar y caer, bajo el peso del madero que lleva sobre sus maltratados hombros y ha visto como le clavan sus amados pies y manos en el madero de la Cruz y, por fin, lo ha visto levantar en alto, y morir. ¿Podrá haber un dolor más grande?. Lo sabe puro, lo sabe bueno, lo sabe santo....lo sabe Hijo de Dios, y piensa...¡Cuánto debe ser su amor por todos los hombres!

Y María no comprende ese gran misterio pero acepta, una vez más, porque es la voluntad Dios. Su corazón es traspasado por una espada y su dolor no tiene límites. Así se cumple la profecía de Simeón, cuando viéndola, casi una niña con su Hijo en brazos, el día de la Presentación en el Templo, entre otras cosas le dice a María :- "una espada atravesará tu alma"... y ahora María está de pie junto a la Cruz de Jesús.

En el libro "El silencio de María" nos dice el P. Ignacio Larrañaga:- "Es preciso colocarse en medio de este círculo vital y fatal que unos lamentaban y otros celebraban, ese triste final y en medio de ese remolino, la figura digna y patética de la Madre, aferrada a su fe para no sucumbir emocionalmente, entendiendo algunas cosas, por ejemplo lo de la "espada", vislumbrando confusamente otras... Lo importante no era entender, sino el entregarse. "Padre mío, en tus brazos deposito a mi querido Hijo". Fue el holocausto perfecto, la oblación total. La Madre adquirió una altura espiritual vertiginosa, nunca fue tan pobre y tan grande, parecía pálida sombra pero al mismo tiempo, tenía la estampa de una reina.".

San Juan nos dice: "Habiendo mirado, pues, Jesús a su madre y al discípulo a quien amaba, el cual estaba allí, dice a su madre:- "Mujer, ahí tienes a tu hijo".Después dice al discípulo:- " Ahí tienes a tu madre". (Jn 19,25 - 27)

Fue en ese momento en que la Madre de Jesús se hizo madre de todo el género humano. Esta mujer dolorosa pero firme al pie de la Cruz nos está diciendo que solo la fe nos dará fuerza para los grandes dolores que la vida nos depare. 

Y terminamos acompañando a esta Madre Dolorosa con algo muy hermoso escrito por el Cardenal Pironio: 

Señora de la Pascua, 
Señora de la Cruz y de la Esperanza. 
Señora del Viernes y del Domingo. 
Señora de la noche y de la mañana. 
Señora de todas las partidas, porque eres la Señora del "tránsito" o de la Pascua. 

Escúchanos: Hoy queremos decirte "muchas gracias". 
Muchas gracias, Señora por tu Fiat, por tu completa disponibilidad de "esclava". 
Por tu pobreza y tu silencio. 
Por tu gozo de las siete espadas. 
Por el dolor de todas tus partidas, que fueron dando la paz a tantas almas. 
Por haberte quedado con nosotros a pesar del tiempo y la distancia.


Autor: María Esther de Ariño.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Libertad religiosa

Autor: Carolina Crespo Fernández

El Cristianismo es, sin duda, la religión mayoritaria, pero también la más perseguida. Cada año mueren cien mil cristianos a causa de profesar su fe. Hoy, se habla mucho de los derechos humanos; todos los aceptan, pero no todos los cumplen. Desde Occidente, tenemos la responsabilidad y el deber de denunciar las injusticias que sufren los seres humanos a los que se les priva del derecho a la libertad religiosa. Nadie habla de cristianofobia en los foros de derechos humanos. A la izquierda ideológica no le interesa, ya que ella es la primera interesada en acabar con la misma en Occidente, y la derecha se olvida de que en esta persecución en Oriente hay víctimas cristianas. 


Hay tres focos en la falta de libertad religiosa en el mundo: el primero es el radicalismo islámico (Irán, Irak, Pakistán, Egipto, Nigeria, etc.); otro es el comunismo (China, Cuba, Corea del Norte); y el tercer foco es el nacionalismo beligerante (guerra de Bosnia e India). Los opresores son siempre los radicales de religiones que conciben a las otras creencias como una amenaza para la suya propia; en otros casos, como en China, el opresor es el Estado, que propicia el cruel enfrentamiento entre la iglesia patriótica y la Iglesia fiel a Roma, para debilitar a ambas y así fortalecer su poder.

Occidente no puede seguir siendo cómplice de esta dramática e insostenible situación que viven nuestros hermanos en la fe –muchos de los cuales se convierten en mártires–, y a la hora de diseñar sus relaciones internacionales con los gobiernos opresores deben tener en cuenta esta situación que viven los cristianos. Un ejemplo claro, es el de China; todo Occidente se relaciona con este país, sin exigirle el más mínimo cumplimiento de los derechos humanos ¿A qué espera la comunidad internacional para centrar su atención en estos conflictos en los que se están violando los derechos humanos? Olvídense de los beneficios económicos e implíquense en la persecución y discriminación que sufren tantos millones de seres humanos por causa de sus creencias religiosas.
La comunidad internacional y la sociedad civil tiene el deber de elevar su voz para que la persecución anticristiana no acabe convirtiéndose en una situación normal en el paisaje informativo.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Eucaristía y generosidad

Es el sacramento de la máxima generosidad de Dios, que nos llama e invita a nuestra generosidad con Él y con el prójimo. 


La generosidad es la virtud de las almas grandes, que encuentran la satisfacción y la alegría en el dar más que en el recibir. La persona generosa sabe dar ayuda material con cariño y comprensión, y no busca a cambio que la quieran, la comprendan y la ayuden. Da y se olvida que ha dado.

El dar ensancha el corazón y lo hace más joven, con mayor capacidad de amar. Cuanto más damos, más nos enriquecemos interiormente.

¿Con quién tenemos que ser generosos? Con todos. Con Dios. Con los demás, sobre todo con los más necesitados.

Manifestaciones de una persona generosa.

·  Sabe olvidar con prontitud los pequeños agravios.
·  Tiene comprensión y no juzga a los demás.
·  Se adelanta a los servicios menos agradables del trabajo y de la convivencia.
·  Perdona con prontitud todo y siempre.
·  Acepta a los demás como son.
·  Da, sin mirar a quién.
·  Da hasta que duela.

·  Da sin esperar.

Hagamos ahora la relación eucaristía y generosidad.

Generosidad, primero, por parte de Dios.

Generoso es Dios que nos ofrece este banquete de la eucaristía y nos sirve, no cualquier alimento, sino el mejor alimento: su propio Hijo. Generoso es Dios porque no se reserva nada para Él. 

Generoso es Dios en su misericordia al inicio de la misa, que nos recibe a todos arrepentidos y con el alma necesitada. Generoso es Dios cuando nos ofrece su mensaje en la liturgia y lo va haciendo a lo largo del ciclo litúrgico. 

Generoso es Dios cuando considera fruto de nuestro trabajo lo que en realidad nos ha dado Él; pan, vino, productos de nuestro esfuerzo. Generoso es Dios cuando no mira la pequeñez y mezquindad de nuestro corazón al entregarle esa poca cosa, y Él la ennoblece y diviniza convirtiéndola en el cuerpo y la sangre de su querido Hijo. 

Generoso es Dios que nos manda el Espíritu Santo para que realice ese milagro portentoso. El Espíritu Santo es el don de los dones. Generoso es Dios cuando acoge y recibe todas nuestras intenciones, sin pedir pago ni recompensa. Generoso es Dios cuando nos ofrece su paz, sin nosotros merecerla. 

Generoso es Dios cuando se ofrece en la Comunión a los pobres y ricos, cultos e ignorantes, pequeños, jóvenes, adultos y ancianos. Y se ofrece a todos en el Sagrario como fuente de gracia. 

Generoso es Dios, que va al lecho de ese enfermo como viático o como Comunión, para consolarlo y fortalecerlo. Generoso es Dios que está día y noche en el Sagrario, velando, cuidándonos, sin importarle nuestra indiferencia, nuestras disposiciones, nuestra falta de amor. 

Generoso es Dios que se reparte y se comparte en esos trozos de Hostia y podemos partirlo para que alcance a cuántos vienen a comulgar. Es todo el símbolo de darse sin medida, sin cuenta, y en cada trozo está todo Él entero. Generoso es Dios que no se reserva nada en la eucaristía. 

Y en todas partes, latitudes, continentes, países, ciudades, pueblos, villas que se esté celebrando una misa, Él, omnipotente, se da a todos y todo Él. Y no por ser un pequeño pueblito escondido en las sierras deja de darse completamente. ¿Puede haber alguien más generoso que Dios?

Segundo, generosidad por parte de nosotros. 

Aquí, a la Eucaristía, hemos venido trayendo también nuestra vida, con todo lo que tiene de luces y sombras, y se la queremos dar toda entera a Dios. Le hemos dado nuestro tiempo, nuestro cansancio, nuestro amor, nuestros cinco panes y dos pescados, como el niño del evangelio. Es poco, pero es lo que somos y tenemos.

Hemos venido con espíritu generoso para dar, en el momento de las lecturas, toda nuestra atención, reverencia, docilidad, obediencia, respeto. En el momento del ofertorio hemos puesto en esa patena todas nuestras ilusiones, sueños, alegrías, problemas, tristezas. En el momento de la colecta se nos ofrece una oportunidad para ser generosos. En el momento de la paz se nos ofrece una oportunidad para saludar a quien tal vez está a nuestro lado y hace tiempo que no saludamos. Salimos con las manos llenas para repartir estos dones de la eucaristía.

En fin, la Eucaristía es el sacramento de la máxima generosidad de Dios, que nos llama e invita a nuestra generosidad con Él y con el prójimo. Jesús eucaristía, abre nuestro corazón a la generosidad.
Autor: P. Antonio Rivero LC.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Adán y Eva creados por amor

No te olvides quien te dio la vida y te mantiene en la existencia, no tienes más que hacer lo que Dios diga y verás todo lo que tiene reservado para ti. 


Si alguno se preguntase que significa la palabra "pecado" estoy seguro que nos perderíamos en discusiones filosóficas sobre lo que es moralmente bueno y lo que es moralmente malo. Y es que después de Adán y Eva la humanidad no ha conocido mejor época que la actual para olvidar colectivamente la palabra "pecado". 

Una incertidumbre moral casi completa impera en todos. Pero, ¿cuál es el origen del pecado? Lo definiremos como una ofensa infinita al Creador, una bofetada al Amor y veamos porqué en el Libro del Génesis:
Dios en su infinito Amor, decide crear al hombre... lo podía hacer, lo quiso hacer y lo hizo... no ganaba nada con hacerlo. ¿Qué podría darle de nuevo una criatura a su Creador?... Mas Dios lo hace a imagen y semejanza de Él, con la capacidad de AMAR característica sin la cual no puede ser humano. Además le regala el don preciado de la Libertad, no como un fin a alcanzar sino como un medio para llegar al destino final del hombre que es en suma la Felicidad. 

Y Dios Todopoderoso, Omnipotente y Eterno, da la libertad al hombre porque sabe que no hay amor más verdadero que aquel que libremente se da. ¿Por qué sino crea al hombre sino para que aprenda a amar? Cuando uno ama a alguien lo menos que espera es ser correspondido ¿Y Dios acaso no quiere también ser correspondido? Esto no podrían entender aquellos que piensan que Dios es una construcción mental producto de la necesidad del hombre de creer en algo. 

Ciertamente el hombre necesita creer pero es Dios quien se revela al hombre. ¿O tú podrías acercarte siquiera un poquito al Cielo por ti mismo, con tus reducidas fuerzas? ¿Captaríamos algo de la vida divina, inmersas nuestras almas en la miseria que revolvemos todos los días cuando nos miramos al ombligo? En fin, Dios también ama y desea que el hombre le ame ¿no es todo un privilegio?. 

De esta manera Dios pone amorosamente al hombre en un jardín espléndido, y le dice (para que no se olvide que es criatura): "Podrás comer de todos los árboles del jardín excepto de éste, pues si lo haces morirás" Que bien se interpreta como: "No te olvides quien te dio la vida y te mantiene en la existencia, no tienes más que hacer lo que te diga y verás todo lo que tengo reservado para ti". Y Adán obedeció.

Pero la alegría no duró mucho tiempo, Eva, quien fue creada para acompañar a Adán sucumbió ante los engaños de la serpiente. El príncipe de la mentira (otro día hablaremos de este) astutamente se acerca a la mujer: "Porque no coméis de todos los árboles del jardín"...."De todos comemos menos del árbol de la ciencia del bien y del mal, si lo hacemos Dios ha dicho que moriremos"... "No moriréis, si comen seréis como dioses". Inmediatamente brillaron los ojos de la mujer, y pensó que no era mala idea comer del árbol. Comió y de dio de comer a Adán insinuándole que ellos podían vivir sin Dios, que no lo necesitarían y tendrían la sabiduría infinita de la noche a la mañana... ¡Ja! ¡Comieron y esperaron a ser como dioses! 

Imaginen la escena: una pareja que al margen de Dios decide hacer lo que le parece que es lo bueno. No serviré, no serviré... repiten miles de hombres en el mundo... No necesito a Dios ni deseo amarlo, menos todavía servirlo... No serviré, dijo Adán a Dios... No serviré, dijo el ángel más bello de todos y cayó eternamente al abismo... No serviré, dicen los hombres de hoy... 

Y Dios infinitamente apenado no puede contradecirse, no, el no puede contradecirse ¡es perfecto!, ¿Cómo podría contradecirse?... "Por haber hecho esto, a partir de ahora comerás el pan con el sudor de tu frente, zarzas y espinas crecerán cuando ares la tierra y sus frutos te costarán la vida"... y sigue: "Hombre, polvo eres y en polvo te convertirás". 

Así entró la muerte al mundo y el hombre conoció el dolor y el sufrimiento. El pecado es ofensa infinita al Infinito. Rechazo de lo Eterno, negación de la existencia. Pero Dios nos amó tanto que entregó a su hijo unigénito por salvar a la humanidad.

Este día amigo, si todavía mantienes tu vista en esta hoja, métete en tu corazón y recuerda si alguna vez dijiste conscientemente o demostraste con tus acciones lo siguiente: No serviré (o también), no obedeceré (o mejor todavía), no amaré ni a ti Dios ni a mis hermanos. 

Recuerda entonces que acabas de encarnar de nuevo el pecado de Adán y Eva. Y no te quejes.


Autor: Eduardo Carcausto Huamaní.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

LA SILLA DE ATRÁS


Una de las últimas sillas de la Iglesia es ocupada por el Papa. Así se ve en la foto. Se está celebrando una misa muy peculiar: los asistentes son los jardineros y el personal de limpieza del Vaticano. En un momento de la celebración el Papa le pide a todos que oren en silencio, cada uno por lo que desee su corazón.  A continuación, se levanta de su sillón y se va a una de las últimas sillas a hacer su propia oración. Parece que ha preferido que todos tengan delante a la verdadera razón de su existencia, ese Cristo crucificado que está ahí presente, y no que lo miren a él, que solo es un hombre, aunque todos le llamamos hoy el Papa Francisco.

La famosa diferencia entre jefe y líder es evidente en esta foto. El jefe siempre saca pecho poniéndose delante para que todos lo vean y le obedezcan, pero el líder sabe cuándo irse atrás, sin estorbar, acompañando, facilitando el camino para que los suyos logren sus propósitos. El líder es capaz de hacerse invisible en el momento oportuno para que los suyos se crezcan y se centren en lo verdaderamente importante. El líder no teme perder su puesto porque sabe que muy por encima de ese puesto está el ayudar a los demás a encontrar su camino.

El admirable Papa Francisco está de espaldas en la foto. Sabe que muchos lo quieren ver de frente, pero en este instante tan íntimo prefiere quedar de espaldas a los fotógrafos y darle la cara a ese Dios de todos, Amor para el jardinero y Amor para el Papa, ese Dios que no diferencia el abrazo ni otorga más a uno que a otro; ambos son pecadores y ambos lo necesitan.

¿Cuántos jefes estarían dispuestos a irse a sentar a esa silla de atrás? ¿Cuántos padres y madres sabríamos irnos a sentar atrás para que nuestros hijos quedasen al frente a sus propias responsabilidades? ¿Cuántos podríamos dar la espalda a los aplausos, a los “clics” de las cámaras y a los elogios para entregarnos, en un momento íntimo, a esa oración profunda que hace nuestro corazón, desnudo de orgullo, a un Dios que está deseando escucharnos?

La imagen del Papa en esta foto se me quedará grabada y espero que me sirva para saber dónde colocarme el resto de mi vida.


martes, 17 de septiembre de 2013

¿De dónde nacen nuestros actos?

No es pérdida de tiempo preguntarnos si estamos en un camino correcto 


Comer o estudiar, dormir o leer, caminar o quedarnos en casa, llamar por teléfono o escribir un mensaje electrónico, dar un consejo a un amigo o dedicar unos momentos a la oración: cada uno de nuestros actos nacen del interior del alma, de los deseos, sueños, temores, esperanzas que albergamos en el corazón.

Detrás de cada uno de los cientos de actos que ejecutamos cada día, hay un deseo de conquistar algo bueno, de acercarnos a una meta, provisional o definitiva, que nos aparte del dolor y nos conduzca hacia la felicidad.

Para algunas corrientes psicológicas, nuestras acciones obedecen simplemente a leyes que regulan el sistema nervioso, las hormonas y otras dimensiones de nuestro sistema biológico, hasta el punto de que estamos determinados a realizar algunos actos y a dejar de lado otros.

Otras teorías, de tipo sociológico, consideran que es la sociedad (familia, lugar de trabajo, estado, administraciones públicas) quien, a través de presiones más o menos explícitas, y con leyes escritas o con normas consuetudinarias, orienta lo que hacemos, lo que compramos, lo que vemos, lo que amamos.

Hay quienes han pensado que ni las estructuras biológicas ni las presiones sociales son suficientes para explicar nuestras opciones, sino que todo depende pura y simplemente de nuestra libertad absoluta, hasta el punto de que podríamos, en cualquier momento, odiar lo que antes amábamos y amar lo que antes odiábamos. Nuestras acciones, en esta perspectiva libertaria, serían totalmente indeterminadas e imprevisibles, según los movimientos profundos y los deseos cambiantes de los corazones de cada uno.

Platón y Aristóteles, y con ellos otros filósofos del pasado y del presente, encontraron la causa decisiva de nuestros actos en el diálogo que se establece entre la inteligencia y la voluntad, sin olvidar que también los influjos externos tienen su importancia y llegan a condicionar en mayor o menor medida nuestras decisiones.

Con el pensamiento, vemos, analizamos, juzgamos el mundo en el que vivimos, las personas que nos rodean, los mismos movimientos interiores de nuestra alma y de nuestro cuerpo. Con la voluntad, que dialoga y escucha al pensamiento, tomamos decisiones, según lo que creemos que es bueno, que es útil, que es provechoso, que nos ayuda, que ayuda a los demás.

Es cierto también, recordaban Platón y Aristóteles, que existen en nosotros movimientos pulsionales, pasiones y sentimientos, que llegan a ofuscar nuestra inteligencia y a debilitar nuestra voluntad, o que encadenan nuestro corazón a apegos y dependencias (alcohol, sexo, droga, dinero, caprichos de todo tipo) hasta el punto de limitar enormemente las posibilidades de un pensamiento equilibrado y de una voluntad madura y fuerte.

Nuestras acciones nacen, por lo que vemos, desde muchas presiones, entre muchos conflictos internos o externos, con la ayuda (o las trabas) que ejercen otros sobre nosotros.
En este día voy a realizar actividades de diverso tipo. ¿Por qué las realizo? ¿Qué busco en cada acción que escojo? ¿O tengo que reconocer que a veces me dejo esclavizar por presiones sociales, complejos personales, recuerdos que me llenan de temores? ¿Soy capaz de construir la propia vida desde esperanzas buenas y sobre ideas bien fundadas?

La mirada sobre las propias acciones ayuda a comprender hacia dónde vamos, qué es lo que amamos, con qué pensamientos decidimos cada uno de nuestros pasos.

No es pérdida de tiempo preguntarnos si estamos en un camino correcto, si avanzamos hacia metas realmente valiosas, si conocemos el bien verdadero, el único que sacia los corazones y que nunca termina.

Para los cristianos, ese bien no es un objeto, no es un espectáculo, no es una experiencia pasajera. Ese bien se llama Dios, y es una Persona, un Padre y un Amigo Salvador. Por Él vale la pena empezar cada día con la ilusión de sembrarlo de actos buenos, de vivir con la mirada y el corazón dirigidos hacia Dios y hacia los hermanos.
Autor: P. Fernando Pascual.


lunes, 16 de septiembre de 2013

Juan Pablo II, el papa de los jóvenes

Autor: Carolina Crespo Fernández

El próximo año tendrá lugar la canonización de Juan Pablo II. Haciendo un balance de los veintiséis años de su pontificado se puede asegurar que los jóvenes tuvieron un papel protagonista en el mismo.

El día de su elección no solo se ganó la adhesión de los jóvenes que estaban en el recinto flanqueado por la columnata de Bernini, sino la de todos los jóvenes del mundo entero. A su entusiasmo, Juan Pablo II respondía con un cariñoso: "Vosotros sois el porvenir del mundo. Vosotros sois mi esperanza. El mañana depende de vosotros."


Esos entusiastas jóvenes, capaces de esperar horas y horas bajo el frío nórdico o el calor mediterráneo, demuestran la total sintonía entre ambos. Creían en él porque los escuchaba y los entendía. Confiaban en él y él disfrutaba con ellos y participaba de su vitalidad y alegría.


Pero lo que más valoraban los jóvenes es que él los tomaba en serio. Se los ganaba de un modo natural –sin falsedades– y espiritual, proponiéndoles grandes retos e ideales capaces de cambiar el rumbo de sus vidas y, por ende, el de la humanidad.
"No habrá un mundo mejor, nada se arreglará en la vida social mientras no se dé preferencia a los valores del espíritu humano". Estas palabras, pronunciadas en 1.979, siguen teniendo actualidad hoy más que ayer y urge llevarlas a la práctica para conseguir una sociedad mejor y más justa.


Aunque el ambiente en el que se reunía con ellos era distendido y festivo, él no les ofrecía diversión, ni concesiones, sino un programa de vida atractivo, pero exigente.


En esos encuentros multitudinarios con los jóvenes –entre ellos las Jornadas Mundiales de la Juventud que él creó– veíamos a jóvenes con su mochila y saco de dormir al hombro, alegres sin tomar alcohol, sin caprichos, que acudían a la llamada de un hombre mayor, de un anciano cada vez con más achaques físicos, pero con una capacidad de convocatoria jamás vista.


La fuerza de Juan Pablo II radicaba en su personalidad; no disfrazaba la verdad con su oratoria; ahí radicaba su secreto: en su honestidad y transparencia, a la vez que en su valentía para proclamar la verdad, fuera quien fuera el interlocutor.


 "La verdad os hará libres".


Él quería edificar una "civilización del amor", no del placer –que no es progreso, sino esclavitud–. "No grabéis un contenido deformado, empobrecido y falseado en el proyecto de vuestra vida: el amor se complace en la verdad. Buscadla donde se encuentre de veras. Si es necesario, sed decididos en ir contracorriente de las opiniones que circulan y de los eslóganes propagandísticos".

Hoy, nuestras calles, medios de comunicación, en definitiva, nuestra sociedad está llena de mensajes hedonistas y superficiales; el hombre solo será libre cuando descubra que la felicidad no está en el placer efímero sino en la vivencia de una vida auténtica, fundada sobre sólidos principios. "La raíz del mal está en el corazón del hombre.

El remedio también está en el corazón".

domingo, 15 de septiembre de 2013

María, Reina, Virgen y Madre

Cuando tenemos miedo acudimos a Ti porque eres valiente, cuando dudamos volvemos los ojos a Ti porque eres Verdad. 


Si seguimos a Jesús no es posible hacerlo sin pensar, sin volver el corazón y la mente a la imagen de su Madre, una mujer como tu, como yo, de la misma especie humana que tu, hombre que me lees...

Por Ella, por su decir ¡SI!, Cristo se formó en sus entrañas por obra del Espíritu Santo y ahí, en ese momento único, grandioso y sublime, empezó a crecer en su seno virginal hasta hacerse hombre el Hijo de Dios, que un día, y en una cruz de madera, moriría por la SALVACIÓN DE TODA LA HUMANIDAD. Humanidad, donde estabas tu, donde estaba yo.... ¡Oh, incógnita divina!

Ella supo de despedidas. Ella supo de soledades, de ausencias del que era todo el amor de su vida. Ella sin comprender nada aceptó que su amado hijo Jesús, vivía del gran misterio de Dios y se alejaba de ella cada vez más... para cumplir una MISIÓN.

Y al pie de la cruz, mientras lo veía agonizar, con el amado rostro desfigurado, con los pies clavados y los brazos extendidos, como queriendo abrazarnos, aceptó, porque El se lo pedía, que lo sustituyera como hijo por el discípulo JUAN y a si convertirse en una MADRE UNIVERSAL.

El Padre Ignacio Larrañaga dice: "Madre del silencio y de la Humanidad, tu vives perdida y encontrada en el mar sin fondo del Misterio del Señor. Eres disponibilidad y receptividad, eres fecundidad y plenitud, eres atención por los hermanos, estás vestida de fortaleza"

Cuando tenemos miedo acudimos a Ti porque eres valiente, cuando dudamos volvemos los ojos a Ti porque eres Verdad, cuando la tristeza nos invade acudimos a Ti que fuiste Madre de dolores y recibimos tu fuerza, cuando el creer se nos hace difícil... nos sentimos seguros porque tu, eres Virgen Fiel, Espejo de Justicia y Trono de sabiduría y estás llena de Gracia, de Consuelo y Misericordia.

Por eso el rezo del santo Rosario es una comunicación con María, virgen y Madre. Con él vamos repasando todos los momentos de su vida y la de su Hijo Jesús. En el rezo de sus Ave-Marías, le pedimos insistentemente que, seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo y también le decimos que nos ampare ahora y en la hora de nuestra muerte, tal vez, cuando nos llegue ese momento, Ella, María la Madre de Dios y Madre nuestra, recuerde las veces que se lo pedimos y venga a buscarnos, auxiliadora, solícita y llena de amor para llevarnos al Padre como buena mediadora, y a si obtendremos el amoroso y esperado abrazo de Dios. 

¡Madre y Virgen, REINA de la Paz, ruega por nosotros y por el Mundo entero!


Autor: María Esther de Ariño.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Cinco llaves para entrar en la Eucaristía

Dios quiere hacernos escuchar su voz y para eso necesita que le des la oportunidad de hacerlo. 


SILENCIO


El silencio es un poder. Sin él es muy difícil escuchar. Nuestras eucaristías son deficitarias en silencio. Parece como si nos violentásemos por el simple hecho de estar unos segundos sin decir nada. 

El silencio es el ruido de la oración. 

El silencio, después de la homilía, es interpelación. 

El silencio, después de la comunión, es gratitud al Dios por tanto que nos ha dado. 

En el silencio se llena todo de nuestras intenciones personales, peticiones o deseos. 

La música o el canto, los símbolos y otras cosas secundarias, nunca pueden ser una especie de tapagujeros que hagan más "digerible" la eucaristía. El silencio no es ausencia de...., es cultivar un lugar para que Dios nazca. 


CONTEMPLACIÓN

La Eucaristía se hace más sabrosa cuando se la contempla. En el horizonte inmenso todo parece igual, pero cuando los ojos quedan fijos en él, surgen detalles que a simple vista parecían no existir. 

Con la Eucaristía ocurre lo mismo. Es un paisaje que puede parecer todos los días igual. Sentarse, relajarse, olvidarse de lo que rodea lleva al alma contemplativa, a la persona contemplativa a vivir una serie de sensaciones que es la presencia escondida de Dios. 

Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose dijo: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile que me ayude". Le respondió el Señor: "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada". (Lucas 10, 38-42).


ORACIÓN

La oración y la eucaristía van de la mano como la cerradura se acciona con la llave. La eucaristía. El diálogo con Jesús se hace más fecundo después de haber escuchado la Palabra de Dios. Para que la Eucaristía resulte vibrante, no es cuestión de recurrir a la ayuda puntual del ritmo maraquero o guitarrero. En el diálogo de las personas está el crecimiento personal y comunitario. En la oración reside uno de los potenciales más grandes para entender, comprender y vivir intensamente la Eucaristía. 

"Cuando oréis, no seáis como los hipócritas que son amigos de rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas, para exhibirse ante la gente. Ya han cobrado su paga, os lo aseguro. Tú, en cambio, cuando quieras rezar, echa la llave y rézale a tu Padre que está ahí en lo escondido; Tu Padre que ve lo escondido te recompensará" (Mt. 6, 5-6). 


CARIDAD

La fuente de la caridad perfecta es la Eucaristía. La fuente de la caridad que nunca se agota ni se cansa es la Eucaristía. En ella contrastamos nuestros personales egoísmos con las grandes carencias que existen en el mundo que nos rodea. Cada día que pasa es una oportunidad que Dios nos da para ofrecer algo o parte de la riqueza material o personal que podemos tener cada uno de nosotros. 

Hay dos dimensiones que nunca podemos olvidar al celebrar la eucaristía: la caridad hacia Dios y la caridad hacia los hermanos. Amar a Dios con todo el corazón y con toda nuestra alma es subirse al trampolín, para saltar y amar, aunque se nos haga duro y a veces imposible, a los más próximos a nosotros. Y, esos próximos, ¡qué lejos los tenemos muchas veces del corazón y qué cerca físicamente! 

Hoy, de todas maneras, está más de moda mirar horizontalmente al hombre que verticalmente acordarnos de que Dios existe. 

«Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, cercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» El dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo». 


ESCUCHA 

Cuando Dios habla no nos da simple información: se nos revela. Su Palabra es un escáner por el que vamos conociendo el corazón de Dios, sus sentimientos, sus pensamientos y, también, lo qué tiene pensado para cada uno de nosotros. Lo qué quiere de cada uno de nosotros. 

El Antiguo Testamento nos prepara a la venida de Cristo. Las epístolas y otras lecturas nos ofrecen las reflexiones de San Pablo y de otros contemporáneos sobre Jesucristo, su vida y su mensaje. El Evangelio nos da la clave de cada encuentro eucarístico. Es el punto culminante de toda la Liturgia de la Palabra. Es en este momento, cuando puestos de pie rendimos homenaje presente en la Palabra. 

Le reclamaba una vez por la noche al Señor:
¿Por qué Señor no me escuchas?, si cada noche te hablo... 
- ¿Por qué Señor no me atiendes?, cuando en cada momento te pido... 
- ¿Por qué Señor no te veo?, si oro constantemente... 
- En esta noche Señor hablo y hablo contigo, mas no siento tu presencia, ¿por qué Señor no me tomas en cuenta?

A lo que Dios contestó: 
- Cada noche escucho tu clamor, cada noche trato de atender, cada noche trato de hacerme ver delante de ti, y quisiera cumplir tus deseos. Pero me hablas y pides muchas cosas, las cuales escucho con atención, sin embargo, en cuanto terminas de agradecer y de pedir lo que necesitas, terminas tu oración, sin darme oportunidad de hablar


Una conversación es un diálogo entre dos, muchas veces hablamos con Dios pero no nos damos un tiempo para escuchar su voz. ¿Alguna vez has tratado de hablar con alguien que no te deja decir ni una sola palabra? Pues bien, Dios quiere hacernos escuchar su voz y para eso necesita que le des la oportunidad de hacerlo, y solo entonces, al escuchar su voz y guardar silencio por un momento, tu oración será completa, y Dios cumplirá su promesa de darte todo aquello que pidas con fe. 

Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumba enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero los preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.


Autor: J.Leoz.