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"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)
lunes, 8 de septiembre de 2014
Diez Ideas potentes para proteger a tu familia de la rutina, el individualismo, la ruptura...
domingo, 7 de septiembre de 2014
¿Coincidencia o Dioscidencia?
Nunca dudes de Dios, confía en Él, y Él actuará, la Providencia Divina
nunca nos fallará.
La fe mueve montañas y la oración sencilla de una niña hace milagros. Esta historia
fue escrita por una doctora que trabajó en Sudáfrica, para que veas cómo Dios
siempre nos escucha; solo basta tener fe, pero fe de verdad.
Una noche, yo había trabajado duro para ayudar a una madre en su trabajo de
parto; pero a pesar de todo lo que pudimos hacer, ella murió dejándonos con un
bebé prematuro diminuto y una hija de dos años que lloraba. Habíamos tenido
dificultad en mantener con vida al bebé, ya que no teníamos incubadora (ni
siquiera teníamos electricidad para hacer funcionar una incubadora).Tampoco
teníamos facilidades para darle alimentación especial.
A pesar de vivir en el ecuador geográfico, las noches a menudo eran frías, con
corrientes de aire traicioneras. Una comadrona estudiante fue a traer la caja
que teníamos para esos bebés y la frazada de algodón en la que debería
envolverse al bebé; 0tra fue a avivar el fuego y a llenar una bolsa con agua
caliente. Regresó rápido, apenada, a decirme que al llenar la bolsa, ésta se
había reventado (el plástico fácilmente se echa a perder en los climas
tropicales). Exclamó: ¡y es nuestra última bolsa para agua caliente!
Igual que en occidente no es bueno llorar sobre la leche derramada, así también
es en el África Central, no es bueno llorar sobre una bolsa para agua caliente
estallada; estas no se dan en los árboles, y no hay farmacias en los extravíos
de la selva.
Está bien -le dije-, ponga al bebé tan cerca del fuego con todo el
cuidado que pueda, y duerma entre el bebé y la puerta para librarlo de los
vientos. Su trabajo es mantener al bebé con calor. La tarde siguiente, tal
como lo hacía la mayoría de los días, fui a orar con algunos de los niños del
orfanato que elegían reunirse conmigo. Les di a los más jóvenes varias
sugerencias de cosas por las cuales orar y les conté del diminuto bebé. Les
expliqué nuestro problema de mantener al bebé lo suficientemente cálido,
mencionando lo de la bolsa para agua caliente, y que el bebé podría morir
demasiado fácil si se enfriaba. También les conté de la hermanita de dos años,
llorando porque su mamá había muerto.
Durante el tiempo de oración, una niña de diez años, Ruth, oró con la forma
usual concisa y sin remilgos de nuestros niños africanos. Por favor, Dios
-oró ella-, envíanos una bolsa para agua caliente. No nos servirá mañana,
Dios, porque el bebé ya estará muerto, así que por favor envíanosla esta tarde
.
En lo que me tragaba una bocanada de aire frente a la audacia de la oradora,
ella agregó: ¿Y a la vez, podrías por favor enviarnos una muñeca para la
pequeña hermana para que sepa que realmente la amas?
Como pasa con la oración de los niños, fui puesta en un apuro. Podía decir yo,
honestamente, Amén . Simplemente no creí que Dios pudiera hacer esto.
Oh, sí, yo sé que Dios todo lo puede, la Biblia dice así. Pero hay límites, ¿o
no? La única forma en que Dios podía responder a esta oradora muy particular
sería enviándome un paquete desde mi país. Yo había estado en África por casi
cuatro años para ese entonces, y nunca, nunca, había recibido un paquete
enviado desde mi país. De todos modos, si alguien me envió un paquete, ¿quién
pondría una bolsa para agua caliente? ¡Yo estaba viviendo en el ecuador
geográfico!
A media tarde, cuando estaba dando clases a las enfermeras, recibí el mensaje
de que un carro estaba estacionado en la puerta de enfrente de mi residencia.
Cuando llegué a mi casa, el carro ya se había ido, pero allí, sobre la baranda,
había un paquete grande de veintidós libras. Sentí lágrimas mojando mis ojos.
No podía abrir el paquete yo sola, así que mandé a llamar a los niños del
orfanato.
Juntos tiramos de las cintas, deshaciendo cuidadosamente cada nudo. Doblamos el
papel, cuidando de no romperlo demasiado. La excitación iba en aumento.
Algunos treinta o cuarenta pares de ojos estaban enfocados en la gran caja de
cartón.
De hasta arriba, saqué unos jersey de punto de colores brillantes. Los ojos
relumbraban conforme los levantaba. Después había las vendas de punto para los
pacientes leprosos, y los niños mostraron un leve aburrimiento. Luego venía una
caja de pasas mixtas con pasas de Esmirna -estas harían una porción para el pan
del fin de semana. A continuación, cuando volví a meter la mano, pensé
¿...estoy sintiendo lo que en realidad es? Agarré y saqué, si, una bolsa para
agua caliente, nueva. Lloré. No le había pedido a Dios que me la enviara;
porque realmente no creí que Él pudiera hacerlo. Ruth estaba al frente de la
fila que formaban los niños. Ella se abalanzó afirmando: ¡Si Dios nos envió
la bolsa, debió mandarnos también la muñeca!
Hurgando hasta el fondo de la caja, ella sacó la muñeca pequeña y bellamente
vestida. ¡Sus ojos brillaron! ¡Ella nunca dudó!
Viendo hacia mí, preguntó: ¿Puedo ir con usted y darle esta muñeca a la
niña, para que ella sepa que Jesús la ama en realidad?
El paquete había estado en camino por cinco meses completos. Empacado por mis
antiguos alumnos de la escuela dominical, cuyo líder había escuchado y
obedecido a Dios urgiéndole a enviar una bolsa para agua caliente, a pesar de
que iba para el ecuador geográfico. Y una de las niñas había puesto una muñeca
para una niña africana -cinco meses antes, en respuesta a la oradora de diez
años que creyó y pidió que lo trajera ´esa tarde´.
Antes de que pidan, yo responderé (Isaías 65:24). Orar es uno de los
mejor dones que recibimos. No tiene costo y trae muchas recompensas. Nunca
dudes de Dios, confía en Él, y Él actuará, la Providencia Divina nunca nos
fallará
Autor: P. Dennis Doren LC
sábado, 6 de septiembre de 2014
Invitación al cumpleaños de María Santísima...
Feliz cumpleaños, Madre querida, te abraza tu hija, la que muchas veces te
dejó esperando... la que buscaba la paz y la felicidad por otros caminos.
El 8 de Septiembre
festejaremos la Fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen. Desde hoy
meditemos esta gran celebración.
Los pájaros cantan desde los árboles más altos. Las flores se abalanzan sobre
el aire saturándolo de aromas simples. El cielo abraza al mundo en un horizonte
no tan lejano. ¿Por qué me parece que la naturaleza es un grito silencioso de
esperanzas nuevas?
+ Porque es el cumpleaños de María Santísima- recuerda a mi alma la voz fuerte
y serena del Ángel Gabriel.
- ¡Ay! Torpe de mí, que lo he olvidado- y es otro olvido que se suma a
tantos... Éstos son los olvidos que van poniendo gris el alma.
+ No desesperes, amiga- Sonríe Gabriel, para que recuerde que la misericordia
de Dios me envuelve y protege cuando más la imploro.- No desesperes, pues aún
tienes tiempo de llegar a la gran fiesta.
- ¿Fiesta?¿Acaso en la parroquia....?
+ No te hablo de esas fiestas, sino de la que el Espíritu Santo prepara cada
año para su fidelísima esposa.
- ¡Ah! Pero, amigo ¿Cómo voy yo a asistir a semejante fiesta? No, no soy
digna...
Gabriel queda en silencio. Busca palabras y gestos para llegar a mi corazón.
+ Verás. El cumpleaños de María es, en el Reino Celestial, una muy hermosa
fiesta. Todos los ángeles suspiramos de amor por el nacimiento de la Llena de
Gracia. Todos los jardines eternos se inundan de canto: ¡Salve, Salve María!.
La Santísima Trinidad se dispone a regalarle lo que más desea su corazón de
Madre: Una gran mesa rodeada de todos sus hijos, precedida por Jesús... Y
cuando digo "todos" significa "todos".
- O sea que... yo...¿Podría asistir?
+ Claro que sí. Tu Madre te espera. No estaría completa sin ti. No estará
completa si falta solo uno de sus hijos.
- Y ¿ Cómo llego?¿Cuál es el camino?.
+ El camino, amiga, parte de tu corazón. Nace de un sincero deseo de acercarse
a Ella. Recuerda que puede ver tu corazón y conoce tus intenciones.
- Gracias, amigo. Pediré al Señor aumente mi fe y mi amor y me dé la gracia
necesaria para desear estar siempre en la preciosa compañía de mi Madre. Pero
aún no comprendo cómo llegaré al banquete, ni cómo he de ir presentada, ni
cuáles regalos puedo llevar.
+ Es muy importante tu pregunta, por lo que la responderé por partes. Primero
me preguntas dónde. Mira, la mejor de las madres jamás se aparta del mejor de
los hijos. ¿Dónde hallas al Hijo?
- Pues.. en la Eucaristía. ¡Claro! Allí es el banquete. ¡La Santa Misa! ¡La
tenía tan cerca y no me daba cuenta!. Entonces.. compartiremos los hermanos
"el manjar más codiciado, este pan angelical" como dice esa canción
que tanto me gusta. Gracias amigo por ayudarme a comprender.
+ También me preguntabas acerca de cómo ir presentada. Es un punto muy
importante. ¿Cómo irá tu alma al banquete? Recuerda que el mismo Jesús te
espera en el confesionario. Allí serás preparada adecuadamente para tan
precioso momento. En cuanto a los presentes que puedes llevar a tu Madre ¿Cuál
crees que le agradará más?
Me quedo en silencio. El mejor presente para María bien lo conozco. Pero temo
no tenerlo en buenas condiciones.
Autor: María Susana Ratero
- Creo, Gabriel, que el mejor regalo para ella es darle mi corazón, mi vida,
todo mi ser, para que ella me conduzca a los brazos de su Hijo.
+ Así es... Mas no olvides que tu corazón debe ir acompañado constantemente de
la oración, una oración que es un diálogo hermoso con "quien sabes que te
ama", como bien ha conocido Santa Teresa. Así, te acercarás a ella con el
alma plena de agradecimiento. Cuánto más sincero sea tu agradecimiento más
pronto llegará a su Inmaculado Corazón. Después, ofrécele tu corazón así como
está. Con llagas y dolores, con tristezas y preguntas, con la sencilla alegría
de tus días. Ella lo tomará gustosa, lo protegerá con sus delicadas manos y,
con sus besos purísimos, curará todas sus llagas.
+ Luego... luego dile cuánto la amas. Díselo por todas las veces que no se lo
dijiste. Díselo por todos los que no pudieron decírselo. Díselo también por
todos los que no supieron. Ella se alegrará y sentirás su abrazo en las
profundidades de tu alma. Más, no te inquietes si pasea su mirada por los bancos
vacíos de la Parroquia. Quédate en silencio junto a Ella, para hacerle
compañía. Seguro te contará que, en su fiesta soñada, cada hijo estaría en su
banco... en el sitio que Ella le ha cuidado amorosamente.
+ Te dirá que los espera todos los días, que les ve caminar por la vida entre
alegrías y tristezas, soledades y compañía, certezas y dudas. María quisiera
decirles cuánto les ama, por eso les esperará siempre junto a los bancos
vacíos.
El ángel Gabriel y yo nos quedamos en silencio un rato. El corazón nos viaja
por el mundo contemplando los sitios que quedan vacíos en tantas misas. No soy
juez de nadie, pues ni siquiera puedo recordar los motivos por los que, mi
propio sitio, muchísimas veces estuvo vacío. Sé que, en cada lugar vacío hay un
dolor, una soledad, una distancia...
Gabriel se va alejando entre las flores y los naranjos del patio de mi casa. Me
queda en el alma el recuerdo de este momento. De su invitación al cumpleaños de
María.
Tomo papel y lápiz. Transformo en letras los sentimientos que me desbordan el
corazón.
Te dejo este relato, María querida, como un regalo más en tu cumpleaños.
También lo mandaré a mis amigos, quizás le llegue al del banco vacío, como un
simple recordatorio de que hay un lugar en el mundo que tiene su nombre, que no
puede ser ocupado más que por él. Un lugar en el que le espera su Madre
Celestial para abrazarle, consolarle y amarle, como nadie lo ha hecho jamás.
Feliz cumpleaños, Madre querida, te abraza tu hija, la que muchas veces te dejó
esperando... la que buscaba la paz y la felicidad por otros caminos. La que no
sabía que tu tenías mil regalos perfumados, esperándola, en silencio, junto a
un banco vacío.
NOTA de la autora: "Estos relatos sobre María Santísima
han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella,
basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean
consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo
relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que
aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural
alguna."
Autor: María Susana Ratero
viernes, 5 de septiembre de 2014
SINERGIAS SOCIALES
Autor: Pablo Cabellos Llorente
Cada
día nos desayunamos con algunas sinergias del mal, que no debería llamar de
este modo, porque habitualmente la sinergia se entiende como una concordancia
para algo positivo, si bien el DRAE lo define como acción de dos o más causas
cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales. Es decir, no
entra en la consideración ética de si la simbiosis de fuerzas es una suma para el bien o para el mal. En todo
caso, quería referirme a lo positivo, a las capacidades que posee nuestra
sociedad para el aporte individual, de la familia, de toda asociación de
cualquier tipo al bien de todos.
Hay muchos españoles variopintos
que se dejan la piel por el avance de esta sociedad nuestra: desde familias que
soportan a miembros parados hasta asociaciones estatales o no –muchas de la
Iglesia- que realizan una benemérita labor de asistencia a los más necesitados.
Pero seguramente nos urge un mayor esfuerzo, tanto cooperando para cubrir las escaseces más
elementales como para aquellas otras, aparentemente menos urgentes, pero de las
que depende nuestro futuro: Educación, Sanidad, Investigación, Tecnología,
Humanidades, medidas para crear Empleo por una parte. Y de otra, reducir gasto,
especialmente en el mundo de la actividad gubernamental en el más amplio sentido:
funcionarios, sindicalistas liberados, aligerar el exceso de políticos y
asesores, entes sobrantes en ayuntamientos, diputaciones, gobiernos y
parlamentos autonómicos, seguramente también gobierno central con múltiples
adláteres, etc. Una reforma administrativa seria. Ni dinero a partidos, ni
sindicatos, ni patronales. Lo no obligatorio no se subvenciona. Y todos, más
sobrios.
Ya que comencé por las sinergias del mal, para el bien,
requerimos con urgencia una Justicia rápida e imparcial, sin politizamientos,
ni cualquier otro modo devaluado de intervenir en la aplicación de las leyes.
Esta seguridad jurídica, junto a la limpieza y transparencia de partidos políticos, sindicatos, patronales, medios de
comunicación, etc., irá creando la confianza que produce sinergias para el
bien, que anima a la colaboración de todos, no solamente para salir de la
crisis económica, que es muy seria, sino de la crisis ética, crisis como
carcoma del hombre.
Sé muy bien que el origen y valoración de esta crisis será
cifrado de modos diversos según el pensamiento de quien juzgue, pero ¿no
seríamos capaces de buscar qué une en
lugar de ver qué nos distancia? ¿No sería posible respetar mejor a los demás para convenir lo
que podemos aportar, supuestas las necesidades citadas? ¿No es factible que
creyentes y no creyentes sumemos unidos? ¿No se puede conseguir que mujeres y
hombres de ideologías diversas y aún opuestas tengamos el sentido común
necesario para ver lo bueno que los demás poseen? Pienso que todos los puntos citados son
capaces de crear sinergias que levantan un país en lugar de brindar al sol o
pronunciar discursos grandilocuentes. Frente a la actitud disgregadora tan
propia de las crisis, abramos las puertas de la mente y álcese la voz del pueblo
con Lope de Vega: ¿y quién es Fuenteovejuna? ¡Todos a una, Señor! Es cuestión
de honra
El sufrimiento nos lleva a Dios
Un instrumento de Dios para
acercarnos más a Él, si sabemos aceptarlo con amor. No hay nadie que, tarde o
temprano, no participe de él.
Hay quienes, ante el sufrimiento de la vida, se rebelan contra Dios y le echan
las culpas de todas sus desgracias. Le dicen: ¿Por qué me has hecho esto?
Prefiero morir a vivir. Quiero suicidarme, así no vale la pena vivir. Algunos
le exigen la salud, como si fuera un derecho adquirido, y dicen: Si no tuviera
hijos que cuidar... Si estuviese solo, pero tengo una familia que alimentar y
tengo muchos problemas que resolver y muchos planes que realizar. Pareciera que
le dicen a Dios que ellos son seres indispensables en el mundo.
Algunos gritan, diciendo: ¿Por qué? Yo soy bueno. ¿Por qué me castigas? Oh
Dios, mátame si quieres, pero que no dé pena a los demás, que no haga gastar
dinero a mis familiares, que no sea un cacharro inútil para los demás… Y Dios
no responde, y calla y perdona y aguanta con paciencia todos los insultos e
incomprensiones.
Pero Dios no se divierte ni se lo pasa en grande viéndote sufrir, como si tu
dolor y tu enfermedad fueran caprichos de su entretenimiento para los ratos
libres. En cambio, se siente muy contento, cuanto ve que tú te realizas a
través del dolor y maduras y llegas a ser mejor y más feliz. La peor desgracia
que le puede pasar a un hombre no es estar enfermo, sino ser un inútil que no
sirve para "nada" y que, al morir, se sienta vacío por dentro por haber
desperdiciado su vida. Pero si ama y ofrece su dolor, aunque esté en una silla
de ruedas, su vida estará plena de sentido y se realizará como persona y será
feliz.
Decía Nicolás Wolterstorff: "Dios es amor y nos ama. Por eso,
"sufre" al ver nuestro mundo pecaminoso lleno de sufrimiento. Amar es
sufrir. De ahí que podemos decir que las lágrimas de Dios son el secreto de la
historia humana".
Hay una leyenda china que cuenta el caso de una pareja de ancianos, que
deseaban ardientemente tener un hijo. Después de varios años de esterilidad,
por fin tuvieron un hijo. El día después de su nacimiento, los visitó un ángel
de Dios y les dijo que podían pedirle cualquier cosa, que Dios se la
concedería. Después de mucho pensarlo, le pidieron para su hijo que nunca
tuviera sufrimientos ni enfermedades en la vida. El ángel les dijo que Dios
podía concedérselo, pero que lo pensaran bien, porque, en su opinión, no era lo
más conveniente para él. Pero ellos insistieron tanto que, al fin, Dios se lo
concedió.
Y dice la leyenda que, felizmente, estos ancianos esposos no vivieron el tiempo
suficiente para ver crecer a su hijo, que llegó a ser el más grande tirano que
existió en toda la comarca.
¿Por qué? Porque el sufrimiento nos lleva a Dios, que es amor. Nos hace más sensibles
ante el sufrimiento de los demás y nos ayuda a madurar personalmente. El hombre
que no ha sufrido, no tendrá la madurez suficiente para amar de verdad y será
más duro e insensible ante el dolor de los demás. Por eso, dice un dicho
antiguo: "quien no sabe de dolores, no sabe de amores".
El sufrimiento es un tesoro de Dios, un instrumento de Dios para acercarnos más
a Él, si sabemos aceptarlo con amor. De otro modo, puede ser un medio de
desesperación para el que no tiene fe y sólo piensa en terminar con todo cuanto
antes y suicidarse.
Dice Luis Gastón de Segur que, de mil personas que hay en el infierno,
probablemente novecientas noventa estarían ahora en el cielo o, al menos, en el
purgatorio, si hubiesen sido ciegas, paralíticas, sordomudas o afligidas por
alguna enfermedad. Y de los mil que hay en el purgatorio, probablemente
estarían novecientas noventa ya en el cielo, si hubiesen tenido alguna
enfermedad, que los hubiera hecho más humildes y maduros en la fe y en el amor.
Alguien ha dicho que los buenos enfermos son como las estaciones de gasolina, a
donde acuden los que quieren llenar su corazón vacío de amor. Hablar con buenos
enfermos ayuda a los sanos a ver la vida en otra perspectiva, porque todos,
tarde o temprano, pasaremos por la enfermedad. Los buenos enfermos son
bienhechores de la humanidad y ayudan como misioneros en la gran tarea de la
salvación del mundo.
En 1928 Margarita Godet quería ser apóstol misionera, pero estaba inmovilizada
por la enfermedad y se ofreció como enferma misionera por los seminaristas de
las Misiones extranjeras de París. Así comenzó la Unión de los enfermos
misioneros, que se compromete a ofrecer diariamente su dolor por las misiones.
También existe la Fraternidad cristiana de enfermos, fundada por el sacerdote
Henry François en Verdún (Francia), en 1942, para enfermos, ancianos o
minusválidos para fomentar la unión y fraternidad entre ellos y enseñarles a
aceptar su dolor y ofrecerlo por la salvación del mundo.
OFRECIMIENTO DEL DOLOR
El sufrimiento es parte integrante de la vida humana. No hay nadie que, tarde o
temprano, no participe de él. Por eso, debemos aprender a llevar nuestra cruz
de cada día, como nos dice Jesús, y saber ofrecerla para darle un valor
sobrenatural. De ahí que sea importante aprender a tener espíritu de sacrificio
y no buscar siempre el placer por el placer.
Nuestra Madre la Virgen, en muchas de sus apariciones, nos habla de ofrecer
sacrificios voluntarios por la conversión de los pecadores. En Fátima le decía
a Lucía: "Orad y haced sacrificios por los pecadores, porque van muchas
almas al infierno, porque no hay quien se sacrifique ni ore por ellas" (13
de agosto de 1917).
Este espíritu de sacrificio por la conversión de los pecadores, lo aprendieron
muy bien los tres pastorcitos. A veces, daban su comida a las ovejas o a niños
pobres o comían bellotas amargas o no bebían agua en pleno calor y decían:
"Oh Jesús, es por tu amor y por la conversión de los pecadores".
Evidentemente, el sufrimiento por sí mismo no vale nada, si es que no se ofrece
con amor y por amor. Pero, cuando se ofrece a Dios con amor, tiene un gran
valor redentor en unión con los méritos de Jesús.
Por eso, debemos pensar en tantas personas que están alejadas de Dios y que
están en peligro de condenación eterna por sus propios pecados. Pero, si
nosotros ofrecemos por ellos nuestras oraciones y sacrificios, Dios les puede
conceder gracias extraordinarias, que pueden conseguirles su conversión y
salvación.
Si san Agustín no hubiera tenido una madre tan santa como santa Mónica, quizás
nunca se hubiera convertido ni hubiera llegado a ser el gran santo que todos
conocemos. Si tú fueras más generoso con Dios y ofrecieras todos tus
sufrimientos y enfermedades por la salvación de tu familia, quizás Dios podía
haber salvado hace muchos años algún antepasado tuyo o algún familiar actual
que va por mal camino. La oración traspasa las fronteras del tiempo o del
espacio. Ora por todos tus antepasados y familiares, presentes y futuros. Hay
motivos más que suficientes para ofrecer todo lo que sufres. Y ¡cuántos podrán
salvarse por tu generosidad! Pero ¡cuántos también podrán condenarse por su
culpa, pero porque no han tenido familiares generosos, que los han encomendado
al Señor! ¡Ofrece tu dolor a Dios y Él te bendecirá a ti y a tu familia!
No puedes imaginar todo lo que vale el sufrimiento, ofrecido con amor. Sólo en
el cielo lo comprenderás. Allí encontrarás miles y miles de hijos espirituales,
a quienes has salvado con tu dolor amoroso o con tu amor doloroso.
Cuando tengas mucho que sufrir, celebra tu propia misa y di como el sacerdote:
"Esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros". Sí, este cuerpo
tuyo ofrécelo y entrégalo como ofrenda a Jesús para que, en unión con Él,
puedas ofrecer tus sufrimientos al Padre por la salvación del mundo. Así tu
vida será una misa permanente, en unión con Jesús.
Nos los dice Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los focolares:
"Si sufres mucho y tu sufrir te impide cualquier otra actividad, acuérdate
de la misa. En la misa, Jesús, ahora como entonces, no trabaja ni predica,
Jesús se sacrifica por amor. En la vida se pueden hacer muchas cosas, decir
muchas palabras, pero la voz del dolor, aunque sea sorda y desconocida a los
otros, es la palabra más fuerte, aquélla que penetra el cielo. Si sufres, mete
tu corazón en el Corazón de Jesús. Di tu misa. Ofrécete con Jesús por la
salvación del mundo. Y, si el mundo no te comprende, no te turbes, basta que lo
comprendan Jesús y María, los ángeles y los santos. Vive con ellos y deja
correr tu sangre en beneficio de la humanidad. La misa es un misterio demasiado
grande para poder comprenderla. Su misa y tu misa, Jesús y tú, su amor y tu
amor, podéis salvar al mundo".
Por eso, decía Susana Fouché: "Yo he tomado mis dolores en mis manos como
un instrumento de trabajo para la salvación del mundo". ¿Estás tú también
dispuesto a ofrecer tu vida por la salvación de tus hermanos? Jesús está
esperando tu respuesta y cuenta contigo. No lo defraudes. Jesús podría decirte:
"Yo soy tu Dios y pienso en ti. Dispongo todas las cosas para tu bien,
aunque no lo comprendas. Acepta con serenidad y paz todo lo que disponga para
ti y ofréceme con amor tus sufrimientos. Sólo así podremos estar unidos y tener
un solo corazón. Si experimentas cansancio, échate en mis brazos. Si estás
triste, ven a Mí y duérmete tranquilo entre mis brazos.
Hijo mío, ayer por la mañana te vi triste y pensé que querías hablar conmigo.
Al llegar la tarde, te di una hermosa puesta de sol y esperé, pero nada… Te vi dormir
en la noche y te envié rayos de luna para besar tu frente y esperé hasta la
mañana; pero tú, con tu prisa, tampoco me hablaste. Entonces, tus lagrimas se
mezclaron con las mías que caían con la lluvia del día. Hoy sigues triste y
quisiera consolarte con mis rayos de sol, con mi cielo azul, con mis hermosas
flores. Quisiera gritarte que te amo, que no tengas miedo de acercarte a Mí
para pedirme ayuda, que me dejes entrar en tu corazón y que me entregues todo
el peso de tus problemas y todo lo que te hace sufrir.
¿No escuchas mi voz en el fondo de tu alma? Ya sé que estás muy ocupado, puedo
seguir esperándote, porque te amo. Pero no olvides que te espero, porque quiero
verte contento y feliz".
Autor: P. Ángel Peña O. A. R. | Fuente: Libro Más allá del Sufrimiento
jueves, 4 de septiembre de 2014
Meditación ante el Santísimo Sacramento
Jesús Sacramentado ¿por qué tu Corazón nunca me ha juzgado tan severamente
como yo acostumbro a juzgar a mis semejantes?
No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que
juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá a
vosotros. ¿Cómo es que miras la brizna en el ojo de tu hermano, y no reparas en
la viga que hay en tu ojo?. ¿O cómo vas a decir a tu hermano: Deja que te saque
esa brizna del ojo, teniendo la viga en el tuyo?. Hipócrita, saca primero la viga
de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano. (Mateo
7, 1-5)
Señor, acabamos de leer tus palabras según el evangelista San Mateo. Con qué
claridad nos está hablando el Maestro, con qué claridad nos llega tu mandato,
Señor: ¡NO JUZGUÉIS!...
¿Y qué hago yo de la mañana a la noche? Juzgar, criticar, murmurar... voy de
chisme en chisme sin detenerme a pensar que lo que traigo y llevo entre mis
manos, mejor dicho en mi lengua, es la fama, la honestidad, el buen nombre de
las personas que cruzan por mi camino, por mi vida. Y no solo eso, me erijo en
juez de ellos y ellas sin compasión, sin caridad y como Tu bien dices, sin
mirar un poco dentro de mí.
Señor, en este momento tengo la dicha inmensa e inmerecida de estar frente a Ti,
Jesús, ¡qué pena tengo de ver esa viga que no está precisamente en mi ojo, sino
en mi corazón...! ¿Por qué en este momento me siento tan pequeña, tan sin
valor, con todas esas "cosas" que generalmente critico de los demás y
que veo en mí son mayores y más graves?
Jesús Sacramentado ¿por qué tu Corazón nunca me ha juzgado tan severamente como
yo acostumbro a juzgar a mis semejantes?
Solo hay una respuesta: ¡porque me amas!
Ahora mismo me estás mirando desde esa Sagrada Hostia con esos ojos de Dios y
Hombre, con los mismos que todos los días miras a todos los hombres y mujeres,
como miraste a María Magdalena, como miraste al ladrón que moría junto a ti y
por esa mirada te robó el corazón para siempre... y así me estás mirando a mí
esta mañana, en esta Capilla me estás hablando de corazón a corazón:
"Ámame a mi y ama a los que te rodean, no juzgues a los que cruzan por tu
camino, por tu vida... ámalos como me amas a mi, porque todos, sean como sean,
son mis hijos, son mis criaturas y por ellos y por ti estuve un día muriendo en
una Cruz... Te quiero a ti, los quiero a ellos, a TODOS...¡NO LOS
JUZGUES!"
Señor, ¡ayúdame!
Arranca de mi corazón ese orgullo, esa soberbia, ese amor propio que no sabe
pedir perdón y aún peor, ese sentimiento que me roe el alma y que no me deja
perdonar... No perdones mis ofensas, mis desvíos, mi frialdad, mi alejamiento
como yo perdono a los que me ofenden - así decimos en la oración que tu nos
enseñaste, el Padrenuestro - a los que me dañan, a los que me lastiman, porque mi
perdón suele ser un "perdón limitado", lleno de condiciones....
¡Enséñame Señor, a dar ese perdón como es el tuyo: amplio, cálido, total,
INFINITAMENTE TOTAL!
Hoy llegué a esta Capilla siendo la de siempre, con mi pereza, con mis
rencillas muy mías y mis necedades, mi orgullo, mi intransigencia para los
demás, sin paz, con mis labios apretados, sin sonrisa, como si el mundo
estuviera contra mi...
Pero Tu me has mirado, Señor, desde ahí, desde esa humildad sin límites, desde
esa espera eterna a los corazones que llegan arrepentidos de lo que somos... y
he sabido y he sentido que me amas como nadie me puede amar y mi alma ha
recobrado la paz.
Ya no soy la misma persona y de rodillas me voy a atrever a prometerte que
quiero ser como esa custodia donde estás guardado y que donde quiera que vaya,
en mi hogar, en mi trabajo, en la calle, donde esté, llevar esa Luz que he
visto en tus ojos, en los míos, y mirar a todos y al mundo entero con ese amor
con que miras Tu y perdonar como perdonas Tu....
¡Ayúdame, Señor, para que así sea!
Autor: Ma Esther De Ariño
miércoles, 3 de septiembre de 2014
Hágase Tu Voluntad en la tierra, como en el cielo
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¿Hemos realmente entendido el profundo sentido de esta oración hecha por
Jesús, a Su Padre?
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¿Cuántas veces hemos rezado "hágase Tu
Voluntad, así en la tierra, como en el Cielo?". ¿Y hemos realmente
entendido el profundo sentido de esta oración hecha por Jesús, Dios hecho
Hombre, a Su Padre?.
Quizás hemos escuchado alguna vez que el crecimiento espiritual verdadero
pasa por borrar nuestro ego, llegar a la muerte de nuestro yo, vencer a
nuestra propia voluntad, reemplazándola por nuestra total entrega a la
Voluntad de Dios. Ser instrumentos de Dios en la tierra implica vencer a
nuestro propio interés, haciendo que nuestros pensamientos y nuestras
acciones estén totalmente inspiradas por la Voluntad Divina, por el deseo de
obrar en beneficio del interés de Dios, ya no el nuestro. Sin dudas que esto
implica dejar atrás todos los apegos que tenemos al mundo, ya que por allí
pasa toda la manifestación de nuestro interés personal.
Cuando uno llega a entender que sólo Dios cuenta, entiende que ni siquiera
los afectos más profundos por nuestros seres queridos, pueden ser
interpuestos a la realización de la Voluntad de Dios. ¿Por qué?. Porque solo
Dios Es, solo Dios cuenta. Todo lo demás debe ser puesto a Su entera
disposición, a Su Voluntad, uniendo nuestro querer al querer de Dios,
haciendo que nuestro interés personal sea reemplazado por el interés de Dios.
¿Cuántas veces al día nos miramos a nosotros mismos desde los ojos de Dios?.
¿Entendemos que somos hijos, de entera Realeza, del mismo Dios?. Si actuamos
haciendo honor a nuestro origen Real, somos verdaderos instrumentos de
nuestro Creador, somos una manifestación de Él en la tierra.
Por eso, cuando recemos "hágase Tu Voluntad, así en la tierra como en el
Cielo", entendamos que estamos invitando a nuestro propio interés a
desvanecerse, para poder nadar a pleno en el Divino Querer del mismo Dios,
para compartir con Él Su Realeza, para ser parte de Su Reino, al unirnos
plenamente a Su Voluntad, así en la tierra como en el Cielo.
Autor: Oscar Schmidt | Fuente:
www.reinadelcielo.org
|
martes, 2 de septiembre de 2014
Dios te quiere santo
¿Y tú? Él te conoce por tu nombre y apellidos. Él quiere siempre lo mejor
para ti y sigue soñando maravillas en tu vida.
Dios, tu Padre, que te ha creado, quiere lo mejor para ti Y, por eso, quiere
que seas santo. La voluntad de Dios es tu santificación (1 Tes 4,3). Dios te
eligió desde antes de la formación del mundo para que seas santo e inmaculado
ante Él por el amor (Ef 1,4). Por eso, en la Biblia, que es una carta de amor
de Dios, se insiste mucho: “Sed santos, porque yo vuestro Dios soy santo” (Lev
19,2; 20,26). Y Jesús nos dice: “Sed santos como vuestro Padre celestial es
santo” (Mt 5,48). Así que tú y yo, y todos "los santificados en Cristo
Jesús, estamos llamados a ser santos" (l Co 1,2).
El mismo Catecismo de la Iglesia Cató1ica nos habla en este sentido:
"Todos los fieles son llamados a la plenitud de la vida cristiana"
(Cat 2028). "Todos los cristianos, de cualquier estado o condición están
llamados cada uno por su propio camino, a la perfección de la santidad"
(Cat 825).
En el concilio Vaticano II, en la Constitución "Lumen gentium", todo
el capítulo V está dedicado a la vocación universal a la santidad. Y dice en
concreto: “Quedan invitados, y aun obligados, todos los fieles cristianos a
buscar insistentemente la santidad y la perfección dentro del propio estado”
(Lumen gentium n° 42).
Así que está claro que puedes ser santo. Dios lo quiere ¿y tú? No digas que no
tienes las cualidades necesarias. No digas que Dios no te ha llamado. No has
venido al mundo por casualidad. No eres un cualquiera para Dios, no eres uno
más entre los millones de hombres que han existido, existen o existirán. Él te
ama con un amor personal. Él te conoce por tu nombre y apellidos. Él quiere
siempre lo mejor para ti y sigue soñando maravillas en tu vida. ¿Lo vas a defraudar
en sus planes divinos? ¿Crees que no vales nada? ¿Crees que todos los demás
valen más que tú? Tú tienes que cumplir tu misión y ser santo, cumpliendo tu
misión con las cualidades que Dios te ha dado. No envidies a nadie. No sueñes
con otras misiones, no te sientas triste por no tener lo que tú quisieras
“humanamente hablando”. Dios te ama así como eres. No te compares con los demás
para devaluarte o para creerte superior. Levántate de tus cenizas y de tus
pecados. Levanta la cabeza y mira hacia el cielo. Allí te espera tu Padre Dios
y cuenta contigo para salvar al mundo.
Sé humilde y servicial con todos. Sé amable, procura hacer felices a cuantos te
rodean. Sé instrumento del amor de Dios para los demás. Que el amor sea la
norma suprema de tu vida y que, por amor, des tu vida entera a1 servicio de los
demás. Y tu Padre Dios se sentirá orgulloso de ti y te sonreirá en tu corazón y
sentirás su paz y felicidad dentro de ti. No temas. Jesús te espera en la
Eucaristía para ayudarte y nunca te abandonará. María es tu Madre y vela por
ti. Los santos son tus hermanos. Y un ángel bueno te acompaña.
DESEO DE SANTIDAD
El primer paso para ser santo es querer ser santo. Si no quieres serlo, porque
crees que es imposible para ti o simplemente no quieres, porque crees que hay
que sufrir demasiado y prefieres tu vida tranquila y sin complicaciones...
Entonces, estás perdido y nunca llegarás a la santidad.
Santa Teresa de Jesús nos habla de que hay que tener una "determinada
determinación", una decisión seria de querer ser santos. Evidentemente,
las personas que tienen una voluntad muy débil y que se quedan en bonitos
deseos, pero no ponen de su parte y no se esfuerzan, nunca podrán llegar a ser
santos, mientras no adquieran esa fuerza de voluntad que es necesaria para
hacer grandes cosas.
Recuerdo que un día estaba paseando con otro sacerdote y se nos acercó un buen
hombre que le dijo a mi compañero: “Padre, Ud. es un santo”. Y él le dijo: “No
soy santo, pero quiero ser santo". Una buena respuesta, reconocer que
somos pecadores y nos falta mucho, pero decir claramente y sin vergüenza:
“Quiero ser santo”. Personalmente, cuando me dicen algo así, les digo:
“Solamente soy un aspirante a la santidad”, ¿y tú?
Si quieres ser santo de verdad, debes comenzar por ser un buen cristiano. Eso
significa que nunca debes mentir, ni robar, ni decir malas palabras ni ser
irresponsable. Eso supone una decisión firme de evitar todo lo que ofenda a
Dios y a los demás y querer ser siempre sincero, honesto, honrado,
responsable...
Una vez que estás bien encaminado y deseas amar a Dios sobre todas las cosas,
no debes angustiarte por no ver avances importantes, pues la santidad es un
regalo de Dios que debes pedir también humildemente todos los días. ¿Lo pides
de verdad y con sinceridad? Pero no pidas un determinado tipo de santidad, sea
con dones místicos o sin ellos, con buena salud para trabajar o con enfermedad,
con puestos importantes o sin ellos. Déjale a Dios que escoja el tipo de
santidad que quiere para ti. Él te conoce y te ama, déjate llevar sin
condiciones, e invoca a tu santo patrono. ¡Qué importante es tener un nombre
cristiano y tener un santo protector a quien invocar con devoción!
Autor: P. Angel Peña O.A.R.
lunes, 1 de septiembre de 2014
¿Soy culpable de mí mismo?
Necesito abrir los ojos ante mi situación actual y verla con realismo y con
esperanza.
Cada decisión deja una huella: en mi vida, en la de los seres cercanos, en
otros corazones que no conozco pero que, de modos misteriosos, quedan bajo la
influencia de mis actos.
Con el pasar del tiempo, las decisiones configuran un mosaico. Como enseñaba
san Gregorio de Nisa, en cierto sentido somos padres de nosotros mismos a
través de nuestros actos.
¿Qué imagen he trazado en mi alma? ¿Hacia dónde está dirigida mi mirada? ¿Qué
busco, qué sueño, qué temo, qué lloro, qué me causa alegría? ¿Hacia dónde oriento
el cincel cada vez que plasmo la estatua de mi vida?
Si los defectos dominan mi corazón, siento pena. Surge entonces la pregunta:
¿soy culpable de mí mismo? ¿Son mis decisiones las que me llevaron a esta
situación de apatía, de tibieza, de orgullo, de envidia, de rencores?
En ocasiones busco la culpa fuera de mí. Incluso tal vez tenga algo de razón:
hay personas que me han herido profundamente, que un día llegaron a provocar
esa angustia o ese odio que me carcome a todas horas. Pero en otras ocasiones
tengo que reconocerlo: la culpa es completamente mía.
Necesito abrir los ojos ante mi situación actual y verla con realismo y con
esperanza. Sobre todo, necesito aprender a leer mi vida desde un corazón que me
conoce como nadie: el corazón de Dios.
A Él puedo preguntarle si soy culpable de mí mismo, si me he dañado tontamente,
si he permitido que me ahoguen asuntos insustanciales, si me he encerrado en un
pesimismo dañino.
Luego, desde el diagnóstico del Médico divino, podré abrirme a su gracia para
curar mi voluntad, para orientar mis pensamientos a un mundo nuevo y bello,
para dar pasos concretos que me permitan perdonar y pedir perdón.
Será posible, entonces, que esa libertad con la que tantas veces he hecho daño,
a otros y a mí mismo, empiece a ser usada para construir una vida nueva, desde
la luz del Espíritu Santo y con la meta que embellece todo: amar a Dios y a los
hermanos.
Autor: P. Fernando Pascual LC
domingo, 31 de agosto de 2014
DOS VIEJOS AMIGOS, DOS OBISPOS BUENOS
Autor: Pablo
Cabellos Llorente
Hace
un cierto tiempo que se habla de cambios episcopales para dos sedes importantes: Valencia y Madrid. La verdad es
que no he hecho mucho caso a tales especulaciones, porque siempre pienso en
estos casos que ya sucederá lo que tenga que suceder. Y ahora ya ha ocurrido:
nuestro buen Arzobispo Carlos Osoro nos deja para ir a Madrid. En principio,
para los valencianos, es una noticia triste. Se va de Valencia un gran obispo,
un hombre sencillo, pastor bueno, al que no hay que insistir para que vaya a
tal o cual lugar.
La
pena queda sobradamente calmada con la noticia de que un valenciano amigo, un
cardenal viene a Valencia como nuevo arzobispo. Casi cien años sin un obispo
valenciano en Valencia. Por hay otros lugares sembrados de obispos valencianos.
Don Antonio Cañizares, como diría Machado, es un hombre bueno en el buen sentido
de la palabra, porque es sencillo, cordial, amable, pero sabe muy bien lo que
lleva entre manos. Yo ni me planteo el porqué del cambio porque ambos son
buenos para los dos sitios y tal vez porque la Santa Sede trata de evitar en lo
posible enviar un obispo al lugar en que ha sido sacerdote. Y no hemos de
olvidar que el cardenal Cañizares estuvo años en Madrid antes de ser obispo,
con cargos importantes en la Diócesis capitalina y en la Conferencia Episcopal
Española. Ahora devuelve el cardenalato a nuestra diócesis.
Pero
se me está yendo la tecla sin que escriba algo que responda al título de estas
líneas. Y es que, cuando se va teniendo cierta edad, se tienen más amigos por
todas partes. Es una ventaja. Como por diversos motivos pastorales he debido tratar
con muchos obispos, hace mucho tiempo que conozco a ambos. Y se lo agradezco a
la Providencia, porque es bueno conocer personas buenas. Aunque la vedad es que
un sacerdote ha de conocer a gente de todo tipo, siempre con el ánimo de ayudar
a mejorar. Nuestros dos arzobispos no han sido conocidos por mí para ayudarles
a mejorar. En todo caso, ellos me ayudaron a mí.
Conocía
menos a don Carlos, porque enlacé con él
en esos muchos actos de ordenaciones episcopales y tomas de posesión a los que
he asistido. Pero como es un hombre
sencillo, es muy fácil trabar conversación con él. Creo recordar que la última
antes de venir a Valencia, fue en la toma de posesión del anterior obispo de
Alicante que, como es sabido, hace su entrada en Orihuela montado en una mula
blanca. Habíamos comido en el Colegio de Santo Domingo, bellísimo edificio
oriolano. Salimos a esperar al nuevo obispo. Mientras aguardábamos, y después
siguiendo la comitiva, estuve charlando con don Carlos, entre otras cosas del
cariño que tenía al entonces mi colega a quien correspondía la diócesis de Oviedo. Señaló tantas cosas buenas de él, que
detuvo la conversación para decir: a lo mejor te extrañas de esto, pero lo digo
porque yo quiero mucho a Ángel.
Cuando
vino a Valencia, me llamó una secretaria para decir que el Arzobispo quería
verme. Pregunté si no sería un error puesto que ya no era vicario del Opus Dei.
Me respondió que no, que ya había recibido al vicario, pero que deseaba verme a
mi. Acudí con mucho gusto. No sé si fue un detalle por nuestro anterior
conocimiento, por mi amistad con don Agustín –el arzobispo anterior, que
fallecería poco después siendo cardenal-, pero quiso preguntarme algo que no
sería discreto narrar. Más adelante fui a verle para pedirle que presentara mi
libro “Encontrarse con Cristo”. Me respondió afirmativamente antes de que
expusiera el tema. No exagero. Fue así
porque así es don Carlos: un sí siempre para todos. Y me lo presentó.
Más
antigua es mi relación con el cardenal Cañizares. Nos conocíamos ya, pero
consolidó nuestra amistad algo fortuito. Yo había acudido a una reunión de
sacerdotes en el seminario de Madrid. Había sacado mi coche, llovía y vi a
Antonio Cañizares en la puerta. Le ofrecí llevarlo. Se resistía por no querer
molestar, pensando que iba lejos, a la sede de la Conferencia Episcopal.
Antonio, le dije, si yo vivo al lado. Y subió al coche. Tal vez por
agradecimiento a tan poca cosa, comenzó un mayor trato, muy fácil porque es,
como don Carlos, sencillo y de trato fácil. También don Carlos es bueno en el
buen sentido de la palabra.
Como
se acaba el espacio, recuerdo que, siendo Arzobispo de Granada, tuvo un grave
accidente de circulación su sobrino suyo, que vivía con él, pero estando unos
días en Utiel, sufrió el serio percance.
Fui a visitarlo varias veces al Hospital General de nuestra ciudad. El sobrino
estaba en la UVI y el tío velaba constantemente a la puerta. Le llevé una
estampa con reliquia de Monseñor Escrivá de Balaguer, aún no beatificado. El
sobrino salió adelante y para que no “pelearan” por la estampa, pedí a Granada
que le dieran otra. Son asuntos demasiado personales, pero los cuento porque
tal vez ayudan a ver el talante de dos hombres buenos.
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