Mucho mejor
es estar crucificado con Jesucristo, que orar a Cristo crucificado.
Impresionado por un relato
Impresionado por un relato
San Francisco de Sales, obispo de Ginebra,
encarnó la figura del Buen Pastor. Con toda su alma se entregó a sus tareas
pastorales: visitas parroquiales, predicación, catequesis de niños, largas
horas de confesonario, sínodos diocesanos, reforma de monasterios, documentos
pastorales, ordenaciones, confirmaciones…
Un día, siendo ya obispo de Ginebra,
escuchó la historia de un pastor que había extraviado una de sus vacas al
resbalar el animal por un glaciar. Aquel humilde hombre no dudó ni un instante
en ir a buscarla, a pesar del peligro real que correría su vida si lo
intentaba. El pastor se internó como pudo por aquella gélida superficie de
hielo. No consiguió coronar con éxito su empresa: la vaca y el pastor
perecieron en aquella soledad silenciosa y blanca. San Francisco de Sales quedó
impresionado del relato. Más tarde escribió: Oh, Dios mío. ¿Es posible que el
ardor de aquel pastor fuera tan grande por buscar su vaca, que ni siquiera el
hielo lo pudiera enfriar? Entonces, ¿por qué yo sería tan cobarde buscando a
mis ovejas? Hechos como éstos enternecieron mi corazón de hielo que no
pudo sino fundirse.
Una fuerte tentación
Francisco nació el 21 de agosto de 1567 en
el seno de una familia noble y cristiana. Su infancia transcurrió en el
castillo de Sales en Thorens (Saboya) en una época en la que la herejía
calvinista hacía estragos por toda aquella región. El propio Calvino quiso
atraer a Francisco de Boisy, padre del futuro santo, a la religión protestante,
pero éste rechazó la oferta diciendo: ¿Cómo voy a creer en una religión que
tiene doce años menos que yo?
En 1574 comenzó sus estudios, y cuatro
años más tarde recibió la tonsura clerical. En el año 1582 se trasladó a París
para estudiar en el colegio de Clermont de los jesuitas. Estando allí, sufrió
una terrible tentación de desesperación. El demonio le decía: ¡Todo es inútil,
estás predestinado al infierno! ¡Vendrás allí conmigo! Y el joven estudiante la
superó con un acto heroico de abandono en las manos de Dios, rezando: ¡Dios
mío! Si no he de poder amaros en la otra vida, que aproveche ésta, aquí abajo,
para amaros y serviros. Aquella prueba en cierto modo marcó toda su vida.
La Misión de Chablais
A la edad de 26 años fue ordenado
sacerdote el 18 de diciembre de 1593 por monseñor Claudio de Granier, obispo de
Ginebra. Desde el primer momento se entregó a las tareas pastorales de la
predicación y del confesonario. En cierta ocasión, un caballero que se
confesaba con Francisco de Sales, decía sus faltas y pecados sin el menor
sentido de penitencia, como quien recita algo que no le afecta personalmente.
El joven sacerdote, mientras escucha la acusación de su penitente, se estremece
y comienza a llorar. El caballero, sorprendido, le pregunta por qué llora.
Lloro por vuestros pecados, para que Dios os conceda conocer el estado de
vuestra conciencia y os arrepintáis de vuestros pecados. El penitente dio las
gracias al confesor y, arrepentido ya de veras, lloró amargamente.
Al año siguiente de su ordenación
emprendió, con su primo Luis de Sales, la misión de Chablais. Esta región había
sido devuelta a Saboya, y sus habitantes ‑en gran mayoría, con la excepción de
muy pocos‑ se habían convertido al calvinismo. Las dificultades que encontraron
para su tarea fueron enormes. Al principio Francisco se valió de pequeños
escritos impresos distribuidos a domicilio; más tarde recurrió a la predicación
y a la controversia con los herejes. En unos años Chablais volvía a la Iglesia
romana, y Francisco de Sales pudo escribir al papa Clemente VIII: Cuando llegué
aquí apenas si se podían contar cien católicos en todas las parroquias
reunidas. Hoy, apenas se pueden contar cien herejes.
Obispo
En 1598 su obispo le envió a Roma para
tratar asuntos de la diócesis planteados por la paz de Vervins. La impresión
que causó en la Ciudad Eterna debió ser buena porque poco después fue nombrado
obispo coadjutor de Ginebra. El mismo Papa quiso examinar personalmente a
Francisco de Sales antes de ser consagrado obispo, aun sabiendo que el
candidato al episcopado, por ser de Saboya, estaba exento por privilegio de ser
examinado para ser obispo. Clemente VIII le otorgó una semana de preparación.
Durante este tiempo rezó el futuro obispo a la Virgen con estas palabras: Si no
he de ser un buen obispo, ruego que obtengas de tu divino Hijo que permanezca
mudo en el examen.
El 22 de marzo de 1598 Clemente VIII
estaba rodeado de cardenales y de notables teólogos. Francisco escogió como
tema del examen de teología la salvación y un decreto del Concilio de Trento.
Le hicieron 35 preguntas y todas fueron sabiamente contestadas. El Papa,
admirado de la doctrina y de la humilde actitud del candidato, se acercó a éste
y le abrazó, diciéndole las palabras del libro de los Proverbios: Hijo mío,
bebe el agua de tu cisterna y distribuye su caudal por las plazas.
Tres años más tarde, el 6 de abril de
1601, cuando Francisco de Sales se dispone a subir al púlpito para predicar la
cuaresma en la ciudad de Annecy, le comunican la noticia de la muerte de su
padre, el señor de Boisy. Había preparado para aquel sermón hablar de la muerte
de Lázaro y de la esperanza de la resurrección para quienes, durante la vida,
habían sido amigos de Jesús. Después de un instante de recogimiento, comenzó su
predicación con serenidad. Al finalizar, dijo a los fieles: Señores, el señor
de Boisy, vuestro amigo y mi padre, ha muerto. Ya que le honrabais con
vuestra amistad, os suplico que recéis por su eterno descanso. Y dicho esto,
rompió a llorar. Excusad mi debilidad, no soy más que un hombre, añadió.
Viaje a la capital de
Francia
En 1602 viaja a París, poniéndose en
relación con un grupo de personas que preparaban la renovación religiosa de
Francia. En la ciudad del Sena predica, convierte y hace amistades, entre ellas
la de Enrique IV. Su fama de buen predicador se fue extendiendo. Algunos
fieles, más que escuchar la palabra de Dios, acudían a escuchar la palabra del
predicador. Algunos de los oyentes comentaban, después de oír el sermón: ¡Qué
bien le viene esto a fulanito! Enterado Francisco del comentario, decía: Cuando
sois invitados a un banquete, cada uno come para sí; aquí, por el contrario, os
pasáis de educados, porque no escogéis nada para vosotros, sino que todo lo
repartís a los demás.
Durante el viaje de regreso a Annecy
ocurre la muerte de monseñor Granier, teniendo que hacerse cargo de la diócesis
al llegar a Annecy, ciudad que sirve de capital de la diócesis ante la
imposibilidad de residir en la ciudad de su sede episcopal, Ginebra, baluarte
del calvinismo. El 8 de diciembre de 1602 es consagrado obispo.
Fundador de la Orden de
la Visitación de Santa María
Siendo obispo de Ginebra se esmeró por
poner en práctica las directrices del Concilio de Trento. A pesar de sus muchos
deberes pastorales acepta predicar fuera de su diócesis. En una ocasión
fue requerido a Pont‑Saint‑Espirit. Cuando llegó, todos querían ver a san
Francisco de Sales. Un gentilhombre calvinista se acercó a un lugareño para
preguntar quien era aquel que había despertado tanto interés. Les respondieron
que se trataba del obispo de Ginebra. ¡Ah!, si todos los obispos fueran como
él, nuestra religión duraría poco porque todos se harían católicos, exclamó
el calvinista. En 1604 predicó la cuaresma en Dijón, lo que hizo posible
su encuentro providencial con santa Juan Francisca Fremiot de Chantal. Ésta, de
noble linaje, era una ferviente católica. A la edad de veinte contrajo
matrimonio con Cristóbal II, Barón de Chantal, y fue madre de seis hijos. Al
quedarse viuda, se consagró al Señor, dedicándose totalmente a la educación de
sus hijos, a prácticas devotas y a obras de caridad. Fundó con el obispo de
Ginebra la Orden de la Visitación de Santa María.
Además de su ministerio sacerdotal y de
las tareas de gobierno de su diócesis, otros quehaceres llenan más y más su
tiempo como es la dirección de almas en particular, de palabra y por carta; y
la publicación de libros espirituales. Sus dos obras principales son la
Introducción a la vida devota y el Tratado del amor de Dios. También tiene
otros escritos, entre los que destaca uno de tipo apologético, titulado Defensa
de la Cruz de Nuestro Señor. El santo obispo acaba su obra con estas palabras:
No Jesucristo sin Cruz, sino Jesucristo con su Cruz y en la Cruz… por eso
termino este resumen de la doctrina cristiana… protestando con el glorioso
predicador de la Cruz, San Pablo… “No busco otra gloria que la Cruz de Nuestro
Señor Jesucristo”. Amén.
Además de todas estas actividades, dedicó
muchas horas a las tareas fundacionales de la Orden de la Visitación de Santa
María, formando y dirigiendo a sus hijas espirituales. En una ocasión, para
recalcar en sus monjas la necesidad del desprendimiento de los bienes terrenos,
les dijo: Ha pasado por aquí un cisterciense que me ha dicho que había en
Italia religiosas que tenían apego a sus rosarios, que muchas preferían salir
del convento a prescindir de ellos. Por lo cual yo he pensado que estaría bien
que, de vez en cuando, cambiáramos nuestros objetos. Otro día, una religiosa
gravemente enferma se quejaba a su santo Fundador, porque los dolores le
impedían rezar y hasta meditar. Mucho mejor es estar crucificado con
Jesucristo, que orar a Cristo crucificado, le dijo san Francisco de Sales.
Muerte santa
En los años 1616 y 1617 predicó en
Grenoble adviento y cuaresma. En 1618 volvió a París en misión diplomática, que
él aprovechó para predicar y hacer nuevos amigos, entre ellos san Vicente de
Paúl, y renovar las antiguas amistades. En 1622, ya muy enfermo, acompañó al
Duque de Saboya a Aviñón, y a la vuelta se detuvo en Lyon para visitar el
convento de sus monjas. Y en esa ciudad murió. Estando en su lecho de muerte,
antes de morir, pidió a su vicario general que recitara el Credo, al que él
añadió: Si hubiera cien o mil religiones en el mundo, sólo consideraría
verdadera la santa Iglesia católica, apostólica y romana en la cual quiero
morir.
Al año siguiente de su tránsito al Cielo,
su cuerpo fue llevado a Annecy. El santo obispo y fundador fue beatificado el
28 de diciembre de 1661, y canonizado el 19 de abril de 1665. El 16 de
noviembre de 1877 fue declarado por el beato Pío IX doctor de la Iglesia. Y ya
en el siglo XX, Pío XI le declaró patrono de los periodistas y escritores
católicos.
Su pensamiento
De los escritos de san Francisco de Sales
están sacadas estas frases e ideas:
- · Si yo supiera que en mi corazón quedara todavía una brizna de amor al mundo, querría que mi pecho se abriera en dos para dejar escapar ese falso amor.
- · El dinero es como una escalera: si la lleváis sobre los hombros, os aplasta; si la ponéis a vuestros pies, os eleva.
- · No sólo es un error, sino también una herejía, el querer desterrar la vida devota de la compañía de los soldados, de la tienda de los oficiales, de las cortes de los príncipes y de la familia de los casados
- · La amistad que puede terminar, no fue nunca verdadera amistad.
- · Se cazan más moscas con una gota de miel que con un cántaro de vinagre.
- · No lo dudes, la verdadera virtud no prospera en una vida descansada, como tampoco se nutren los peces delicados en las aguas insalubres de los pantanos.
- · Los marineros no miran al cielo sino para buscar la tierra; por el contrario, los cristianos… no miran a las cosas de la tierra nada más que para buscar a Cristo que está en los cielos.
- · A la obediencia hay que amarla antes que temer la desobediencia.
- · Si una persona me sacare por odio el ojo izquierdo, creo que la seguiría mirando amablemente con el derecho. Si me sacara también éste, todavía me quedaría el corazón para amarla.
- · Es necesario sufrir con paciencia no sólo el estar enfermo, sino el estarlo de la enfermedad que Dios quiere, en el lugar que quiere, entre las personas que quiere y con las incomodidades que quiere, y lo mismo digo de las demás tribulaciones.
- · Somos como águilas cuando miramos las imperfecciones ajenas, y como topos en tratándose de las nuestras.
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