"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

lunes, 11 de febrero de 2013

El Papa renuncia por 'falta de fuerzas'



Irene Hdez. Velasco (Corresponsal) | Roma

Benedicto XVI dejará de ser Papa dentro de exactamente 17 días, el próximo día 28 de este mismo mes, por "falta de fuerzas". El anuncio lo ha realizado esta mañana en persona el propio Pontífice, en latín, durante un consistorio en el Vaticano para la canonización de unos mártires. Será el segundo Papa que renuncia a su Pontificado. Fue elegido el 25 de abril de 2005. 

Joseph Ratzinger, de 85 años, tiene toda una retahíla de achaques: en 1991 sufrió un ictus y con anterioridad ya padeció complicaciones cardiovasculares. Además, tiene problemas de hipertensión y, de hecho, muchos consideran que fue ésa la causa del posible desmayo que sufrió en 2009 durante unas vacaciones en las montañas del Valle de Aosta y que hizo que se rompiera la muñeca derecha. De hecho, Ratzinger sigue una dieta rigurosa y los médicos le han prohibido poner el pie por encima de los 2.000 metros de altitud. Es por ello por lo que los dos últimos años ha renunciado a pasar los veranos en la montaña para quedarse en Castel Gandolfo. 

Además de los problemas de corazón, apenas ve por el ojo derecho, sufre un 50% de artrosis en la cadera derecha, padece hipertensión, se cansa cada vez más... Desde hace tiempo camina con bastón y utiliza una plataforma con ruedas empujada por empleados del Vaticano para desplazarse por la Basílica de San Pedro. En los últimos meses, siempre por motivos de salud, ha disminuido sus compromisos públicos, sus viajes y las audiencias. 

"Cuando un Papa alcanza la clara conciencia de que ya no es física, mental y espiritualmente capaz de llevar a cabo su encargo, entonces tiene en algunas circunstancias el derecho, y hasta el deber, de dimitir", aseguró el propio Benedicto XVI en 2010 al periodista alemán Peter Seewald en la larga entrevista publicada en forma de libro bajo el título 'La Luz del Mundo'. Y ese día ya ha llegado. 


Sin hoja de ruta establecida 

Ahora bien, anunciada la dimisión, no existe una hoja de ruta establecida para el relevo de Benedicto XVI. Juan María Laboa, experto en la materia, apunta que "en el derecho canónico no hay nada contemplado para una situación como ésta. Hasta el día 28 de febrero, el Papa sigue siendo la máxima autoridad de la Iglesia y será él quien decida junto al Consistorio cuáles son los pasos a dar". 

Respecto al anterior Pontífice que renunció al ministerio papal, éste fue Celestino V (en el año 1294), conocido como el 'Papa del gran rechazo'. 


Una 'dimisión' por sorpresa 

Las reacciones se disparan ahora por todos los puntos del planeta. E incluso dentro del propio Vaticano, donde, "ni los ayudantes más próximos" del Papa, conocían el anuncio que iba a realizar su Santidad."Nos pilló por sorpresa", ha confesado Federico Lombardi, el portavoz del Vaticano. Aunque se ha filtrado que en realidad algunos cardenales, como Angelo Sodano, decano del colegio cardenalicio, estaban al corriente de la decisión. 

Lombardi insistió en el mensaje lanzado por Ratzinger en 'La luz del mundo', dejando claro: "Se puede dimitir en un momento de serenidad o cuando ya no se puede más, pero no en el momento del peligro". Y reiteró que el Papa no tiene ninguna enfermedad en especial, sino que lo que más le pesa es la edad: en abril cumplirá 86 años. 

El portavoz adelantó a su vez que Joseph Ratzinger se trasladará a la residencia de Castel Gandolfo cuando comience el proceso de Sede Vacante (el tiempo que transcurre desde que un Papa fallece o renuncia hasta que se elige sucesor) y una vez que haya nuevo Sumo Pontífice se retirará a un monasterio de clausura dentro del Vaticano. 

Fuete Ell Mundo 

Enlace articulo original. http://www.elmundo.es/elmundo/2013/02/11/internacional/1360579919.html

domingo, 10 de febrero de 2013

ÉL, ESTABA TRISTE...


La Iglesia está llena de personas. Llena de fieles. Es domingo, es la Misa del Día del Señor, esperando escuchar nuevamente: "Haced esto en memoria mía" 


Era de la semana, día jueves, pero ya era de noche y la luna paseaba en la inmensidad del cielo, sola y plena...

Un grupo de hombres, compañeros, amigos, estaban reunidos con su Señor, con el Maestro. Era el tiempo de la Pascua, comienzo de primavera. 

Animados, platicaban en la cena. Comían y bebían cuando se hizo el silencio y lo miraron. Tenía entre sus manos un pan, estaba de pie...su rostro era de una solemnidad que impresionaba y todos vieron sus ojos que ya jamás podrían olvidar llenos de amor, de ternura, pero también de algo más, húmedos por las lágrimas que no llegaban a derramarse, piedad profunda, entrega en plenitud y tristes. Él, estaba triste...

Partió el pan de aquella manera tan especial que ellos ya conocían, pronunció la bendición y habló. Su voz se oyó en el impresionante silencio que se había hecho y dijo:- Tomad, este es mi cuerpo (Marcos 14,22). 

Al terminar la cena, Él volvió a ponerse de pie, tomó una copa, la levantó y todos sintieron que los amaba profundamente, pero Él estaba pálido y triste, lo bendijo, bebieron todos de el, y volvió a decir: Bebed todos de él, porque esta es mi sangre de la Alianza, que va a ser derramada por muchos para perdón de los pecados (Mateo,26-27,28). 

No entendieron entonces... Fue después cuando uno a uno fueron muriendo para dar testimonio de haber sido testigos de ese inolvidable y grandioso momento.

Pero no todos. Había uno que bajó los ojos cuando sintió que el Maestro lo miraba... no pudo soportar aquella mirada llena de amor y tristeza. Algo le estaba quemando en las entrañas... y se fue . 

A si quedó instituido EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA, el más grande Misterio de Amor. 

La Iglesia está llena de personas. Llena de fieles que cumplen con el Tercer Mandamiento de la Ley de Dios. Es domingo, es la Misa del Día del Señor.

Ha pasado ya una parte del principio de la liturgia de la Misa y en este momento, al igual que hace más de dos mil años, Tu, Señor vuelves a ofrecerte al Padre y decides quedarte entre nosotros en ese pan y en ese vino que son tu Cuerpo y tu Sangre. 

No es un simple recuerdo, Tu lo pediste: Haced esto en memoria mía (Lucas, 22-19).
Y vuelves a estar ahí... El altar está rodeado de ángeles, no los vemos, pero están. Una vez más se realiza, no como recuerdo, sino tan verdaderamente como "aquella noche" ya tan lejana y al mismo tiempo tan actual y tan presente. 

Por eso, cuando el sacerdote eleva la Sagrada Hostia vuelve haber un misterioso y reverente silencio... puede que haya un suave susurro de voces que digan: "Señor mío y Dios mío". Luego el copón con el vino que ya es la Sangre de Cristo , igual que entonces... y yo con el alma arrodillada digo: "Creo, Señor, pero aumenta mi fe". Y vuelvo a pensar en aquellos momentos y que Tu, estabas triste... Pero también se, que cuando lo reciba tomando su Cuerpo y su Sangre y le diga: "Te amo"...tendré el regalo de su sonrisa.

Autor: María Esther de Ariño.

viernes, 8 de febrero de 2013

CUANDO LAS COSAS RESULTAN MAL...TRES CONSEJOS


Al reconocer nuestra debilidad y necesidad de Dios, se abre la comunicación con Él y entonces crece la confianza, somos más fuertes.


Es inevitable, a veces las cosas resultan mal: pierdes el trabajo, a tu mujer o a tu marido les diagnostican cáncer, viene una crisis financiera y se te desploman tus inversiones, pierdes a tu novia cuando ya le habías dado el anillo, un hijo se vuelve drogadicto, tu socio te engaña, un huracán destruye toda tu cosecha, etc. Y hay personas a quienes se les junta todo.

Buscamos seguridades en el dinero, los títulos, el prestigio, la belleza, la aceptación de los demás, los reconocimientos, los logros... y de pronto todo se viene abajo... Se desmoronan nuestras seguridades y corremos el riesgo de desmoronarnos.

Y es que situaciones así hacen sufrir a cualquiera; no es para menos. Cuando entras a terreno pantanoso, estás en riesgo y te sientes inseguro. Surgen tantas preguntas: ¿Pude haberlo evitado? ¿Por qué me confié? ¿Por qué a mí? Tal vez comienzas a buscar culpables y el sufrimiento aumenta si te llenas de resentimiento y de rencor.

Cuando el dolor llega a nuestras vidas algo tenemos que hacer para vivir con él. Y esto depende de cada uno.

3 consejos:

1. Adopta una actitud positiva:

"La vida no es dejar que pase la tormenta. Es aprender a bailar en la lluvia." (Vivian Greene)
Si no eliges las pérdidas, sí puedes elegir la actitud con que las vives. Lo que te pasa a ti no siempre depende de ti, pero sí lo que pasa en ti. Tus actitudes son tuyas. Si nos dejamos llevar por la frustración, la tristeza, la impaciencia, la desesperación, nos hundimos.

Fui a visitar a un encarcelado. Me dijo: "Este tiempo en la cárcel ha sido una estupenda oportunidad para reflexionar en los temas verdaderamente importantes de mi vida. Además, he podido ayudar a otros presos a preparar su confesión y poner su esperanza en Dios." 

2. Intégralo en tu historia:

Hay que integrarlo todo en la propia historia.... Quien haya visto la película "August Rush" y la interpretación final de su Rapsodia en el Central Park, sabrá a qué me refiero. Evan integra en su composición todos los momentos de su vida: los felices y los más penosos. El resultado es armónico. Es música. Es belleza. 

Cuando aprendemos a ver todos los acontecimientos con fe, amor y confianza, desde la mirada Providente de Dios, la vida es bella. De esa manera podemos mirar con paz e indulgencia aún a las personas que nos hacen sufrir: "Así como los hombres malos usan mal de las criaturas buenas, así el Creador bueno usa bien de los hombres malos." (San Agustín)

El dolor se puede negar, se pueden buscar escapes, o puedes aceptarlo y llenarlo de sentido. Acepta tu historia, reconoce tu pena, tu debilidad o tu fracaso, no lo niegues, ni por vergüenza, ni por el sentimiento de culpa, ni por ningún otro motivo. Trata de encajar el golpe, de integrarlo en tu historia. Cada nota, aún las tristes y oscuras, son parte de tu música. Aceptarlas es aceptar tu verdad. Ten el coraje de aceptar tu pérdida y tus límites y de vivir con ellos. Que no te avergüence ser imperfecto. ¿Quién es perfecto sino sólo Dios?

"La verdad os hará libres" (Jn 8,32)

3. Comparte tu herida con Jesucristo. Confía en Él.

Ponte delante de un crucifijo y míralo, abrázalo fuerte, comparte tu herida con Él. 
Comportarnos con presunción y autosuficiencia no tiene sentido. Estos momentos son privilegiados para dejar a Dios ser Dios. Hay que ir con Él y gritarle: Señor, te necesito, confío en ti. "Extiende la mano desde arriba: defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas, de la mano de los extranjeros." (Sal 143

Al reconocer nuestra debilidad y necesidad de Dios, se abre la comunicación con Él. Me imagino el corazón misericordioso de Dios como una presa gigantesca que está esperando a que nosotros abramos la compuerta con una actitud de humildad y confianza; entonces Su amor se derrama en abundancia. 

La experiencia del amor de Dios es una invitación al abandono. Cuando palpamos Su misericordia crece la confianza, somos más fuertes. Constatamos que nuestra solidez no está en los propios recursos, sino en Su fidelidad. "Bendito el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la pelea; mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo, mi escudo y mi refugio." (Sal 143)

Otras veces he hablado sobre ello, y no es todavía lo único que podría decirse, pero estos son tres elementos que considero determinantes a la hora de la tribulación.
Autor: P. Evaristo Sada LC.

miércoles, 6 de febrero de 2013

CONFIO EN TI PORQUE TU PADRE TE HA ENVIADO



He venido para que tengan vida, calidad de vida en ese mundo y la vida eterna feliz en el otro. 


El Padre no envió a su Hijo al mundo para condenarlo... No envió a Jesús al mundo para condenarte, para condenarme, sino para salvarlo, para salvarte, para salvarme.
Dios no condena a nadie. Se condena uno, después de despreciar todos los esfuerzos de Dios para salvarlo. Dios quiere que todos se salven, que tú te salves... Ésta es una decisión firmísima. Pero no puede obligar a nadie.

Para ello te ofrece: el sacramento del bautismo, la confesión, la Eucaristía, la gracia, el Espíritu Santo, la Iglesia, su Palabra, la Santísima Virgen. Todos esos elementos juntos son más suficientes para que un día estés en el cielo. 

He venido para que tengan vida, calidad de vida en ese mundo y la vida eterna feliz en el otro.

He sido enviado como el Buen Pastor...Un buen pastor es la alegría y la seguridad del rebaño. Jesús, buen Pastor es la alegría y la seguridad de todos nosotros, sus ovejas.

No he venido a ser servido sino a servir y a dar la vida. Vino a eso y a eso se dedicó. Un Dios servidor de los hombres es algo increíble, maravilloso. ¿Qué más queremos? ¿Qué más necesitamos?: Un Dios a nuestro servicio, un Dios que da la vida por mí. Ciertamente que nadie me ama como Él. He venido... Lo sabía demasiado bien. Era la misión, su misión. Pasó haciendo el bien y sigue pasando haciendo el bien.

No he venido a hacer mi voluntad, sino la de mi Padre. La voluntad de Jesús coincidía con la voluntad del Padre y esa voluntad era: Hijo mío, predilecto, sálvalos, rescátalos, tráelos aquí con nosotros al cielo. La voluntad de mi Padre es que nada de lo que me ha dado perezca, sino que lo resucite en el último día.

He venido como Luz del mundo para que todo el que me siga no ande en tinieblas. La luz se necesita y se agradece sobre todo cuando hay oscuridad. El mundo como tal está en tinieblas, pero Cristo es la luz del mundo. Todo el que quiera vivir en la luz, que se acerque a Jesucristo.

He venido como Pan de vida. Así como la luz se agradece, se agradece también el pan y la comida, cuando aprieta el hambre. Los hombres estamos muertos de hambre, pero hay un Pan que sacia el hambre, el Pan de la Vida.

He venido como camino, verdad y vida. Los caminos nos llevan a los destinos deseados, Jesús es camino que lleva al cielo, el lugar más deseado de mundo. La mentira y el error nos conducen a serios problemas. Pero Jesús es la Verdad que ahuyenta los errores. Los hombres muertos o moribundos pueden resucitar o llevar calidad de vida con Jesús Vida.

He venido como resurrección. Las cosas humanas todas se mueren, se deterioran, se acaban, incluidos los hombres. Pero Jesús resucita todas las cosas, principalmente a los hombres. La muerte será por un rato, la resurrección, eterna.
He venido a buscarte, a perdonarte, a entregarte la llave del cielo. He venido para darte una vida mejor aquí y para llevarte al cielo. He bajado para que tú subas.

Confío en Ti, porque eres fiel a tus promesas.

Siempre cumples. Tú no eres de los que dicen: claro que sí...pero siempre no. En contraste con lo que yo prometo. ¿Qué porcentaje de mis promesas a Dios y a los hombres he cumplido?

·  Prometiste: Yo estaré con vosotros...y lo has cumplido hasta hoy y sé que lo cumplirás hasta el fin. La fe me asegura tu presencia aunque te hagas el dormido o parezca que estoy solo. Tú cumples las promesas.
·  Prometiste el ciento por uno y la vida eterna... Todos los que han dejado padres, madres, hijos, hermanos o hermanas, campos... han recibido y siguen recibiendo el ciento por uno y están esperando lo de la vida eterna, ¿Quién da más que Jesús?
Prometiste el Espíritu Santo y lo enviaste. Cumpliste de forma ruidosa y luminosa (viento huracanado y lenguas de fuego) a los apóstoles la promesa del Consolador y comprendieron por qué les habías dicho: Os conviene que yo me vaya.

·  Prometiste que vendrás de nuevo, y lo cumplirás. Vendrás. Creo que vendrás a jugar a vivos y muertos. Espero ese día estar a tu derecha y escuchar que me dices: Ven, bendito de mi Padre, a tomar posesión del Reino de los cielos.
·  Prometiste dar el cielo al buen ladrón y se lo diste. Estamos seguros de que está contigo en el Paraíso. Prometiste resucitarnos en el último día y sabemos que lo cumplirás. Esta promesa anima nuestra esperanza. Resucitaremos como Tú y con un cuerpo semejante al tuyo. Y, a partir de entonces, no moriremos jamás.
·  Prometiste resucitar el tercer día y resucitaste. A pesar de que tus apóstoles no querían tu muerte, tuvieron que aceptarla, y aunque no creían en la resurrección, no tuvieron más remedio que aceptarla. Lo habías prometido.
·  Prometiste darnos a María como Madre y lo cumpliste. ¡Qué promesa y qué cumplimiento! No sólo cuidó de san Juan y de los apóstoles, sino de todos y cada uno de los hombres. Ha cuidado de mí. Yo sé que es mi Madre, me ayuda, me anima, me guía como la mejor de las madres.
Autor: P. Mariano de Blas LC.

martes, 5 de febrero de 2013

CONFÍO EN TI


La fe no constata, se fía de un ser omnipotente e infinitamente misericordioso y elige confiar a pesar de todas las evidencias. 

Confío en Ti, porque eres completamente de fiar. Eres la misericordia sin orillas ni fronteras. Misericordia que ha perdonado, perdona y seguirá perdonando.


Cuanto necesito de esa misericordia y bondad, yo que soy tan pecador. Espero en Ti porque eres la misericordia infinita. Si yo supiera, si yo creyera que tu bondad y misericordia no tienen medida, me sentiría para siempre seguro y tranquilo. Si eres la misericordia infinita, haz que sea también infinita mi confianza. 



Todo lo perdonas, aun los más horrendos pecados, si hay un poco de arrepentimiento y humildad. No cabe desesperanza en el corazón de los más grandes pecadores. El perdón de Dios siempre es mayor.



Espero en Ti porque eres fiel a tus promesas. Tú cumples siempre. El hombre casi nunca. Por eso tengo la certeza de tus promesas. Un día las disfrutaré de seguro. Mientras alimento mi esperanza.



La confianza tan necesaria...Las penas son grandes a veces y la esperanza no alcanza. Él nos ha dicho: Confiad totalmente en Mí. Nuestra mente nos dice: No saldrás del hoyo. Así piensan los que se suicidan.
Jesús dice: No os preocupéis... Nuestro refrigerador vacío, la tarjeta vencida, los pagos de la casa sin hacer, la falta de trabajo, no tienes remedio...
La mente y los ojos ven, constatan y deciden en consecuencia. No hay remedio. La fe no constata, se fía de un ser omnipotente e infinitamente misericordioso y elige confiar a pesar de todas las evidencias.



Realmente para Dios el resolver mis problemas es de risa. No le cuesta nada, nada. Y pensar que sólo depende de que yo haga un acto de fe y confianza. Jesús en Ti confío.
Todo lo obtendréis... Reto a cada uno de mis lectores a que tengan esta clase de fe que mueve montañas. La fe mueve montañas, sí, pero solo las que uno se atreve a mover.
Les decía que para los que no tienen trabajo, y sí muchas deudas empiecen a dar algo de lo que todavía tienen, que pidan por los más necesitados que ellos. Y se llevarán la gran sorpresa, Pero esto sólo lo harán los que tienen confianza en Dios.



Problemas de un esposo, hijo o hija que está tercamente alejado de Dios...Oren con confianza inquebrantable de que Dios les concederá la gracia pedida. Pero deben superar la gran prueba: el no ver resultados durante un tiempo o incluso el ver que la situación empeora. Confiar significa continuar orando con la misma seguridad. Y el milagro llegará. Ha llegado ya para muchos y muchas que han orado con esa confianza.



En el evangelio no hay ni un caso de enfermedad o necesidad que no haya sido atendido cuando Cristo encontró una fe como ésa. La siro fenicia, el Centurión y su siervo, la hemorroísa, el leproso...



Problemas duros: Mi hijo está en la cárcel, estoy en quiebra económica, mi matrimonio anda naufragando...alguien de mi familia se fue a otra religión, o anda muy alejado de Dios... Esas personas tienen un reto magnífico, valiente: La confianza mayor que el problema.



La misma confianza que tienes en Dios, tenla en María Santísima. "Si vosotros que sois malos dais buenas cosas a vuestros hijos.. cuanto más vuestro padre celestial..." 
¿Crees que Ella no puede, crees que Ella no quiere? El amor que Ella te tiene es como para darte todas las cosas del mundo, con más razón la pequeña cosa que le pides. Problema de confianza, siempre es problema de confianza.



¿Cómo se adquiere la confianza?
Pidiéndosela a Dios y a María Santísima y ejercitándola en pequeños y repetidos actos de confianza. Confío en que me ayudarás a tener hoy qué comer, cómo pagar mis deudas, como conseguir trabajo, cómo lograr que mi hijo o hija regrese al buen camino...



Hay, además, una fórmula secreta para obtener cosas que uno necesita: y consiste en dar. Parece contradictoria pues, si no tengo, qué voy a dar. Siempre el más pobre puede dar algo de lo que tiene. Al dar algo parece empobrecerse de momento, pero hay una ley que se cumple siempre: el que da, recibe. Claro, al que no está acostumbrado a ese modo de proceder o no lo ha experimentado, le cuesta creerlo. Pero yo le reto a que haga la prueba.



Muchos y muchas de ustedes han dado un ejemplo de esto: comprometerse con una ofrenda de amor mensual sin saber si van tener. Pueden estar seguros que se cumplirá lo del profeta Elías con la viuda de Sarepta: No faltará la harina ni el aceite en tu casa hasta que Dios mande la lluvia del cielo...Y así sucedió. Los que han hecho anteriormente la experiencia, lo saben.



Dejo en tus manos, Señor, mi vida entera: Mi pasado, mi presente y mi futuro. También el día de mi muerte. Yo no sé cuándo será ni cómo pero no importa. Me importa que lo sepan las dos personas que más me aman en este mundo, Tú y tu Madre santísima que es también mía. Por eso no tengo miedo a la muerte.

Continuara.

Autor: P. Mariano de Blas LC.

lunes, 4 de febrero de 2013

CORRUPCIÓN, JUSTICIA, PERDÓN


Autor: Pablo Cabellos Llorente
           Como afirmó un viejo político español, no nos conviene instalarnos en el triunfalismo de la catástrofe, es decir, no debemos refocilarnos en los males que padecemos para verlo todo negro y huir de algo tan estupendo como es el espíritu positivo. Pero nada de eso impide que, con la debida serenidad, este país nuestro  limpie  la lacra de la corrupción. Un estado de cosas que adquiere por momentos carácter de pandemia. Además, con la secreta y dura certeza, de que casi nadie hará nada.
            Si fuera cierto que dos grandes partidos políticos han realizado un pacto para el entierro de las propias miserias están machacando la nación. La razón es sencilla: la miseria tapada, huele muy mal y hace mucho daño. De mil maneras: porque es robar, porque engendra una espiral en la que progresivamente crecen los envueltos en ella, porque determinados cargos -muy necesarios- se desprestigian al podrirse, porque se acaba dañando al más necesitado... Y  no estoy inmiscuyéndome en el terreno político o económico: es un asunto moral de proporciones incalculables.
            Se corrompe el político, se han depravado algunos directivos financieros, se vende un policía, se compra a un juez, hace enjuagues sucios algún empresario, juegan contaminados algunos sindicalistas y hasta artistas de todo tipo apoyan a unos u  otros por conveniencia, en lugar de hacerlo con la justicia propia del creativo. Cuando la marea de la corrupción se generaliza, somos todos arrollados como víctimas o como verdugos. La picaresca del Lazarillo de Tormes frente a la avaricia de sus diversos amos  sólo es una tenue imagen de lo nuestro.
            La Justicia verdaderamente independiente debe hacer frente a ese estado de cosas con verdadera urgencia y sin venderse los magistrados por dinero o ideología. Recuérdese el caso italiano de "Manos limpias", con jueces aparentemente impolutos persiguiendo a políticos corruptos y con la triste conclusión de jueces igualmente deshonestos. También pueden realizar una gran tarea los líderes políticos que se encuentren dispuestos a limpiar sus partidos, y los sindicales, y los financieros...
            Sólo la justicia puede acabar con este estado de cosas, dando a cada cual su merecido, restableciendo el orden normal de las cosas. Pero hay un "pero": ¿Cuál es el orden normal? ¿No habría que restablecerlo volviendo a la naturaleza de la realidad corrompida por leyes y conductas inaceptables? Entre todos hemos pervertido el modo humano de vida aceptando como normal lo que, desgraciadamente, ha devenido "normal" estadísticamente hablando. Vale lo que hace la mayoría. Si ésta engaña, pues vale engañar; si roba, pues se acaba oyendo que si otros pueden robar, yo también; que se hace costumbre abandonar a la propia esposa, pues allá que vamos todos. Y, claro, si uno se la juega a su mujer, o al revés, ¿por qué razón va a ser más limpio conmigo? Sí, ya sé que piso cristales, pero hay que decir la verdad de una vez por todas. Porque la resultante está siendo un engaño monumental.
             ¿Y qué pinta aquí el perdón? Me parece fundamental porque el perdón es compatible con el deseo de una justicia rigurosa para el prevaricador o el ladrón de largo alcance. No lo entiendo como liberación de la pena correspondiente, sino como una actitud interior de todos y cada uno que evite posos de amargura, rencores, odios, malquerencias, etc. Que se haga justicia desde la serenidad, desde el deseo de restablecer el orden conculcado, desde esa actitud del alma que consiste en tener buen corazón, la sabiduría del corazón que mira las personas y situaciones con ojos de una misericordia no reñida con la justicia.
            Muy probablemente una de las actitudes más humanas es la de saber perdonar y  saber pedir perdón. Desde lo mejor del ser humano se puede pensar en un delincuente encarcelado que solicita perdón por su delito, como es también pensable un damnificado que perdona al que se encarcela como causante del daño.
            Ni paños calientes, ni justicierismo vengativo, ni ocultamientos con pacto o sin él. Pero de veras, sin engaños, sin la mera apariencia de que algo ya se hace. Es necesario sacar la podadora y cortar las ramas putrefactas que corroen el árbol entero. Y, perdóneseme la insistencia, eso sólo se hace desde la vuelta a la naturaleza, a la realidad del ser de cada persona, de cada sociedad, de las instituciones una a una, de la verdadera puesta en marcha de esa regeneración tan traída y llevada en la boca y tan estéril en los hechos.
            La mía es una muy modesta llamada a las conciencias de los que podemos tener unas u otras responsabilidades en este terreno. Por supuesto, los católicos en primer lugar. Quizá sea preciso lavar antes los corazones encallecidos por una especie de basura que hasta hemos convertido en material apetecible. Ha sido un parto de decenios, precipitado en nuestro tiempo, cuyo fruto es el cinismo de un mundo sin Dios, en el que sólo importan el poder y las ganancias. Destruidos los criterios morales, nos hemos quedado con la corrupción.

LAS IDEAS QUE PLASMAN MI ALMA



Aquellas sobre las que vuelvo una y otra vez, las que me tocan de modo especial, aquellas que iluminan la situación en la que me encuentro y determinan mis decisiones. 


Cientos de ideas pasan ante nuestros ojos, penetran por nuestros oídos, surgen desde nuestro corazón. Unas llegan y escapan. Otras dejan una huella casi imborrable, hasta configurar hondamente mi existencia.

¿Qué ideas plasman mi alma? Aquellas sobre las que vuelvo una y otra vez. Aquellas que me tocan de modo especial. Aquellas que iluminan la situación en la que me encuentro. Aquellas que determinan mis decisiones.

Entre las ideas que plasman mi alma, algunas son malas, otras son buenas.

Sí: hay ideas malas. Me apartan de la verdad. Me encierran en el egoísmo. Me invitan a la desconfianza. Me llevan a despreciar a familiares o conocidos. Me provocan miedos engañosos. Me destruyen.

Esas ideas malas llegan con más o menos frecuencia a las puertas de mi corazón. A veces por un libro lleno de mentiras. Otras veces desde la voz de un "amigo" amargado que solo contagia desalientos. Otras veces nacen de mí mismo: permito que un sentimiento negativo domine mi mente y me arrastre hacia el mal, hacia el pesimismo o la amargura.

Gracias a Dios, también hay ideas buenas, y muchas. Me acercan a Jesucristo. Me sacan de mí mismo. Me impulsan a la esperanza. Me ayudan a comprender y a perdonar a familiares y conocidos. Me invitan a un trabajo serio y decidido. Me construyen.

De nuevo, me pregunto: ¿qué ideas plasman mi alma? ¿Cuáles medito una y otra vez en esos momentos en los que estoy conmigo mismo? ¿Cuáles dejo que me acerquen al amor hacia Dios y hacia mis hermanos?

Cientos de ideas tocan mi vida. Con un corazón abierto y magnánimo, sabré despreciar aquellas que no sirven para nada o que dañan, y buscaré acoger y meditar, en profundidad, aquellas que me permitan avanzar hacia el bien, la verdad, la belleza y la justicia.

Autor: P.Fernando Pascual LC.

domingo, 3 de febrero de 2013

SI, EL REÍR REJUVENECE... ¡Y QUÉ POCO REÍMOS!



¡Qué afortunados quienes tienen un ser amado en cuyo rostro aparece con frecuencia el fulgor maravilloso de la sonrisa! 


¿La risa, la sonrisa? algo que muchos considerarán intrascendente, pero sin embargo es de gran importancia y valor.

Valioso e importante para nuestro caminar por la vida, para nuestro trato con los demás, para nuestro beneficio y hasta para nuestra salud.

La risa y la sonrisa. Según una terapeuta que realizó estudios en los Estados Unidos relativos a los beneficios de la risa para la mente y el cuerpo humano, así como las terapias adicionales a la misma, tales como la respiración consciente, la expresión corporal, el canto y la conversación eran factores importantísimos, aparte de un signo externo de alegría, para prevenir las enfermedades cardiovasculares, calmar los dolores físicos, regular el sistema nervioso y aliviar el stres. 

No sabemos que es lo que pensarán los médicos al respecto pero lo que si sabemos todos es que reír es algo que nos deja el alma aligerada, que es una sensación extraordinaria de bienestar y gozo que como algo mágico nos transporta un poco a nuestros tiempos infantiles y por eso el reír rejuvenece. Si, el reír rejuvenece... ¡Y qué poco reímos!

Al sentirnos adultos nos revestimos de una gran austeridad y de una propiedad tan seria y formal que vamos olvidando poco a poco lo que es el reír y podemos decir que pasan días y días sin que la risa vigorice nuestra personalidad y alegre nuestra existencia y la de los demás. Ceño fruncido, mirada torva y reconcentrada, gesto adusto, labios apretados... eso hace daño al corazón y al espíritu. 

La Madre Teresa de Calcuta solía decir: "Familia que reza unida, permanece unida" y estamos de completo acuerdo pero también nos atrevemos a decir que : "Familia que ríe unida, permanece unida"

Y reírnos un poco de nosotros mismos es el mejor antídoto para sobrellevar con buen ánimo todos nuestros errores y fallas que como seres humanos tenemos. 

Es cierto que no siempre hay motivos para reír, pero de lo que no podemos prescindir es de la sonrisa. La sonrisa no es carcajada, es algo más sutil, es como dice de ella Martín Descalzo: "Si yo tuviera que pedirle a Dios un DON, le pediría que me concediera el supremo arte de la sonrisa. Es lo que más envidio en algunas personas. Es, me parece, la cima de la expresión humana. Debe ser, por ello, muy fácil enamorarse de personas que poseen una buena sonrisa. Y ¡qué afortunados quienes tienen un ser amado en cuyo rostro aparece con frecuencia ese fulgor maravilloso!".

Cuando alguien nos sonríe nos está mandando un mensaje de paz, de equilibrio interior, de dulzura y de amor. Quién sabe amar sonríe fácilmente Las personas amargadas, egoístas, envidiosas, no saben sonreír y mucho menos si son orgullosas. 

Reír es bueno para la salud porque la alegría es cosa sana y provechosa. Sonreír es ir derramando un haz luminoso de calor y ternura para los demás, es como un destello del mismo Dios que brota como agua fresca para las almas sedientas que se nos acercan.


Que nuestra sonrisa no sea un gesto forzado, sino algo espontáneo y natural que dará a nuestra personalidad un relieve maravillosamente profundo y humano.

Autor: Ma Esther de Ariño.

sábado, 2 de febrero de 2013

MARÍA PRESENTA A SU HIJO



La fiesta de hoy debe recordarnos la decisión de cumplir la voluntad de Dios con Espíritu de humildad. 


Hoy celebramos una fiesta muy hermosa: la purificación de María y la presentación del Niño en el templo. En esta fiesta se dan la mano la humildad de María y el amor a la misión de Cristo. Ni María necesitaba ofrecerse al Padre, pues toda su vida no tenía otro sentido, otra finalidad distinta de la de hacer la voluntad de Dios. Ojalá aprendamos en este día estos dos aspectos tan bellos: la humildad y el sentido de la consagración, como ofrecimiento permanente a Dios ... Humildad que es actitud filial en manos de Dios, reconocimiento de nuestra pequeñez y miseria. Humildad que es mansedumbre en nuestras relaciones con el prójimo, que es servicialidad, que es desprendimiento propio.

María, como Cristo, quiso cumplir hasta la última tilde de la ley; por eso se acerca al templo para cumplir con todos las obligaciones que exigía la ley a la mujer que había dado a luz su primogénito.

Este misterio, como los demás de la vida de Cristo, entraña un significado salvífico y espiritual.

Desde los primeros siglos, la Iglesia ha enseñado que en el ofrecimiento de Cristo en el templo también estaba incluido el ofrecimiento de María. En esta fiesta de la purificación de María se confirma de nuevo su sí incondicional dado en la Anunciación: "fiat" y la aceptación del querer de Dios, así como la participación a la obra redentora de su hijo. Se puede, pues, afirmar que María ofreciendo al Hijo, se ofrece también a sí misma.

María hace este ofrecimiento con el mismo Espíritu de humildad con el que había prometido a Dios, desde el primer momento, cumplir su voluntad: "he aquí la esclava el Señor".

Aunque la Iglesia, al recoger este ejemplo de María, lo refiere fundamentalmente a la donación de las almas consagradas, sin embargo, tiene también su aplicación para todo cristiano. El cristiano es, por el bautismo, un consagrado, un ofrecido a Dios. "Sois linaje escogido, sacerdocio regio y nación santa" (1Pe 2, 9). Más aún, la presencia de Dios por la gracia nos convierte en templos de la Trinidad: pertenecemos a Dios.

La festividad debe recordarnos la decisión de cumplir la voluntad de Dios con Espíritu de humildad: somos creaturas de Dios y nuestra santificación depende de la perfección con que cumplamos su santa voluntad. (Cfr 1Ts 4, 3).

Conforme al mandato de la ley y a la narración del evangelio, pasados cuarenta días del nacimiento de Jesús, el Señor es presentado en el templo por sus padres. Están presentes en el templo una virgen y una madre, pero no de cualquier criatura, sino de Dios. Se presenta a un niño, lo establecido por la ley, pero no para purificarlo de una culpa, sino para anunciar abiertamente el misterio.

Todos los fieles saben que la madre del Redentor desde su nacimiento no había contraído mancha alguna por la que debiera de purificarse. No había concebido de modo carnal, sino de forma virginal....

El evangelista, al narrarnos el hecho, presenta a la Virgen como Madre obediente a la ley. Era comprensible y no nos debe de maravillar que la madre observara la ley, porque su hijo había venido no para abolir la ley, sino darle cumplimiento. Ella sabía muy bien cómo lo había engendrado y cómo lo había dado a luz y quien era el que lo había engendrado. Pero, observando la ley común, esperó el día de la purificación y así ocultó la dignidad del hijo.


¿Quién crees, oh Madre, que pueda describir tu particular sujeción? ¿Quién podrá describir tus sentimientos? Por una parte, contemplas a un niño pequeño que tu has engendrado y por otra descubres la inmensidad de Dios. Por una parte, contemplamos una criatura, por otra al Creador. (Ambrosio Autperto, siglo VIII, homilía en la purificación de Santa María).


¡Oh tú, Virgen María, que has subido al cielo y has entrado en lo más profundo del templo divino! Dígnate bendecir, oh Madre de Dios, toda la tierra. Concédenos, por tu intercesión un tiempo que sea saludable y pacífico y tranquilidad a tu Iglesia; concédenos pureza y firmeza en la fe; aparta a nuestros enemigos y protege a todo el pueblo cristiano. Amén. (Teodoro Estudita, siglo VIII)

Autor: Catholic.net.

viernes, 1 de febrero de 2013

DEJAR LA CONDENA PARA PEDIR PERDÓN



Las acusaciones saltan, una y otra vez, pero deberíamos tener valor para denunciar antes que nada ese mal que está en el propio corazón.
Autor: P.Fernando Pascual LC

Es fácil condenar y acusar a otros. A personajes famosos, por sus escándalos. A políticos, por su inoperancia y su corrupción. A empresarios, por su avaricia. A oficinistas, por su desidia. A jóvenes, por su desenfreno. A ancianos, por su pesimismo. A adultos, por... bueno, algún motivo habrá.

Las acusaciones saltan, una y otra vez, hacia la derecha y la izquierda, hacia los cercanos y los lejanos. Vemos y denunciamos tantos defectos, escándalos, hipocresía, cinismo, que la crítica surge casi espontánea.

Pero deberíamos tener valor para denunciar antes que nada ese mal que está en el propio corazón.

Tibieza, mediocridad, cobardía, apego a los bienes materiales, desenfreno en el uso de Internet o en las redes sociales, búsqueda insaciable de gratificaciones, envidias hacia el que va por delante, desprecios a quien es visto como un fracasado... Dentro de cada uno, como recordaba Rubén Darío en "Los motivos del lobo", hay "mala levadura". Y muchas veces esa levadura fermenta la masa y nos lleva a cometer mil pecados contra el prójimo.

Si del corazón salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez (Mc 7,21) y nos contaminan, lo urgente es limpiar el propio corazón desde la bondad, la mansedumbre, la humildad, el arrepentimiento sincero.

Sólo cuando dejamos de señalar obsesivamente al hermano con sus debilidades (¿quién no las tiene?), empezaremos a mirar el propio interior, con sinceridad, con lealtad, sin miedos. Será el paso necesario desde el cual podremos ponernos, humildemente, ante Dios y ante los hermanos para pedir perdón.

Entonces se producirá el gran milagro de la misericordia. Quien ha recibido, con una confesión bien hecha, el abrazo de Cristo, dejará de condenar a otros. Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá (Lc 6,36-38).