"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

miércoles, 26 de junio de 2013

El arte de amar a los enemigos

¿Cómo es posible perdonar?: También nosotros, todos nosotros, tenemos enemigos, todos. Algunos enemigos débiles, algunos fuertes. 


(Fragmento Homilía Papa Francisco de la misa celebrada el martes 18 de junio, por la mañana, en la capilla de la Domus Sanctae Marthae.)


Amar a nuestros enemigos, a quienes nos persiguen y nos hacen sufrir es difícil; ni siquiera es un "buen negocio", porque nos empobrece. Sin embargo este es el camino indicado y recorrido por Jesús para nuestra salvación. 

¿Cómo es posible perdonar?: También nosotros, todos nosotros, tenemos enemigos, todos. Algunos enemigos débiles, algunos fuertes. También nosotros muchas veces nos convertimos en enemigos de otros; no les queremos. Jesús nos dice que debemos amar a los enemigos.

No se trata de una tarea fácil y generalmente, pensamos que Jesús nos pide demasiado. Pensamos: "Dejemos estas cosas a las monjas de clausura que son santas o a alguna otra alma santa". No es la actitud justa. «Jesús dice que se debe hacer esto porque sino sois como los publicanos, como los paganos, y no sois cristianos».

¿Cómo se puede amar «a quienes toman la decisión de bombardear o matar a tantas personas? ¿Cómo se puede amar a aquellos que por amor al dinero no permiten que las medicinas lleguen a quien la necesita, a los ancianos, y les dejan morir?». Aún más: «¿Cómo se puede amar a las personas que buscan sólo su interés, su poder y hacen tanto mal?».

No sé «cómo se puede hacer. Pero Jesús nos dice dos cosas: primero, mirar al Padre. Nuestro Padre es Dios: hace salir el sol sobre malos y buenos; hace llover sobre justos e injustos. Nuestro Padre, por la mañana, no dice al sol: "Hoy ilumina a estos y a estos; a estos no, déjales en sombra". Dice: "Ilumina a todos". Su amor es para todos, su amor es un don para todos, buenos y malos. Y Jesús concluye con este consejo: "Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial".

Por lo tanto, la indicación de Jesús consiste en imitar al Padre en la perfección del amor. Él perdona a sus enemigos. Hace todo por perdonarles. Pensemos en la ternura con la que Jesús recibe a Judas en el huerto de los Olivos, cuando entre los discípulos se pensaba en la venganza.

La venganza, es ese plato tan rico cuando se come frío; y por ello esperamos el momento preciso para realizarla. «Pero esto no es cristiano. Jesús nos pide amar a los enemigos. ¿Cómo se puede hacer? Jesús nos dice: rezad, rezad por vuestros enemigos. La oración hace milagros; y esto vale no sólo cuando tenemos enemigos; sino también cuando percibimos alguna antipatía, «alguna pequeña enemistad». Entonces es necesario rezar, porque «es como si el Señor viniera con el óleo y preparara nuestro corazón para la paz».

Pero «ahora desearía dejaros una pregunta, a la cual cada uno puede responder en su corazón: ¿rezo por mis enemigos? ¿Rezo por quienes no me quieren? Si decimos que sí, yo os digo: ¡adelante!, reza más, porque éste es un buen camino. Si la respuesta es no, el Señor dice: ¡pobrecillo! También tú eres enemigo de los demás. Entonces es necesario rezar para que el Señor cambie su corazón».

Debemos mirar más el ejemplo de Jesús: «Conocéis, en efecto, la gracia de la que habla hoy el apóstol Pablo: de rico que era, se hizo pobre por vosotros, para que vosotros llegarais a ser ricos por medio de su pobreza. Es verdad: el amor a los enemigos nos empobrece, nos hace pobres, como Jesús, quien, cuando vino, se abajó hasta hacerse pobre. Tal vez no es un "buen negocio" o al menos no lo es según la lógica del mundo. Sin embargo «es el camino que recorrió Dios, el camino que recorrió Jesús» hasta conquistarnos la gracia que nos ha hecho ricos.

Este es el misterio de la salvación: con el perdón, con el amor hacia el enemigo nos hacemos más pobres. Pero esa pobreza es semilla fecunda para los demás, como la pobreza de Jesús llegó a ser gracia y salvación para todos nosotros. 

Pensemos en nuestros enemigos, en quien no nos quiere. Sería hermoso si ofreciéramos la misa por ellos, si ofreciéramos el sacrificio de Jesús por quienes no nos aman. Y también por nosotros, para que el Señor nos enseñe esta sabiduría: tan difícil pero también tan bella, y que nos hace semejantes a su Hijo, quien al abajarse se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza.


Autor: SS Francisco.

martes, 25 de junio de 2013

El orgullo de estar bautizados

El Espíritu Santo desciende sobre el alma del bautizado y la engalana con todos sus dones y queda en ella.
Hay dos acontecimientos extraordinarios en la vida del hombre.

El acontecimiento natural de nacer y el sobrenatural de hacernos hijos de Dios y pertenecer al Cuerpo Místico de Cristo y a la Iglesia Católica por el Bautismo. Todos los seres humanos somos hijos de Dios y por todos Cristo murió en la Cruz, pero el estar dentro de la Iglesia Católica es un verdadero tesoro. Los católicos debemos estar muy orgullosos de ser bautizados.

Fue el primer Sacramento que instituyó Jesucristo

Jesús fue bautizado por San Juan.

Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de Dios bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que venía de los cielos decía: "Este es mi Hijo amado, en quién me complazco" (Mt 3,16-17). Y Juan el apóstol (Jn 3,22-30) nos dice: "Jesús fue con sus discípulos a Judea y permaneció allí con ellos, bautizando" y esto fue también lo que les encomendó a sus apóstoles que hicieran."

El Bautismo es el Sacramento que nos inicia en la vida de la gracia. El Espíritu Santo desciende sobre el alma del bautizado y la engalana con todos sus dones y queda en ella, para siempre, una señal indeleble. Es por ello que estar bautizados nos confiere una Gracia muy especial.
Por eso no nos cansaremos de repetir que los católicos debemos de estar profundamente orgullosos de haber sido bautizados. Es un deber documentarnos bien sobre este Sacramento.

Generalmente somos bautizados siendo muy pequeños, casi recién nacidos. Los padres y padrinos, en nuestro nombre, dado que nosotros no lo podemos hacer, renuncian a Satanás y a todo aquello que nos impida estar en Gracia de Dios y a ser fieles a nuestra Fe. Esas promesas que hacen sustituyéndonos, serán reafirmadas y renovadas por nosotros -en plena conciencia-, en el Sacramento de la Confirmación y no se deben romper ni olvidar jamás. 

Así como sentimos un legítimo orgullo al decir que somos hijos de nuestros padres y nos sentimos orgullosos de nuestra Patria y llevamos con arrogancia los apellidos de nuestros mayores, pues aún más el de ser hijos de Dios y pertenecer a la Iglesia católica.

Cristo quiso darnos el ejemplo y fue bautizado por San Juan ¿qué falta le hacía a Él si era el mismo Dios? Pero sí como hombre, y quiso entrar por la perfecta puerta que lleva al cielo.
Qué hermoso sería que al final de nuestra vida, en el último suspiro de la separación de nuestra alma y nuestro cuerpo, en la hora de la muerte, podamos oír la voz del Padre que nos llama: "amados hijos". 

Por todo esto, los padres deben reflexionar y desear y preocuparse por bautizar al niño o niña cuanto antes, no tiene sentido el esperar con el afán de hacer un gran festejo...es un Sacramento de una importancia enorme y profunda, debe hacerse con sencillez y mucha alegría.
Ojalá que las familias católicas no pospongamos ese acto transcendental y maravilloso de convertir a nuestros hijos en hijos de Dios enseguida de que nazcan. Preparemos nuestra mente y nuestro corazón para saber y conocer a fondo que es, el Sacramento del Bautismo y cuántas Gracias recibirá nuestro hijo o hija.

Demos un verdadero testimonio de fe de amor a ellos, y de verdaderos creyentes llevando con presteza e ilusión a bautizar a nuestros niños y preparemos una reunión familiar con sencillez y alegría olvidándonos de hacer un gran "fiestón"... y después de este importante acto seamos congruentes con los que hicimos y prometimos.

Enseñemos a nuestros hijos, desde chiquitines, a amar a Dios, formarlos en la Fe y que vayan por la vida siguiendo los pasos de Cristo, para que siempre sintamos la felicidad y el legítimo orgullo de haber sido bautizados y por ello, ser hijos de Dios y herederos del Cielo.


Autor: María Esther de Ariño.

lunes, 24 de junio de 2013

DUEÑOS DE VIDAS Y HACIENDAS

Autor: Pablo Cabellos Llorente
             Al leer el título, quizás el amable lector piense que voy a recordar al Conde Lucanor, un buen libro que gusta a Del Bosque. También que desee referirme a los señores feudales que, efectivamente, eran dueños de vidas y haciendas. Incluso pueden recordar a Octavio Paz escribiendo del cacique americano, casi otro modelo de señor feudal. Estos últimos irían menos descaminados respecto a  mi propósito, porque voy a referirme a algunas formas de totalitarismo, que no tienen nada que envidiar a los señores medievales.

        Bien recientemente, hemos sufrido totalitarismos engullidores del hombre: Nazismo y Comunismo, del que algunos no han logrado salir, no ya en China o Cuba, sino en las propias naciones democráticas. Y los populismos americanos actuales, tipo Chávez y acompañantes, inspirados en el marxismo de Castro. Para decirlo pronto, me refiero al estatismo  de muchos  países democráticos.

          Puede verse en elucidación ideológica: por un lado, la izquierda pensante que ve todo en clave pública, entendiendo por tal lo realizado por el Estado. Pero, como los extremos se tocan, también el Fascismo fue estatista. Y por si fuera poco, hasta esos términos están obsoletos, porque la triste y final realidad es que cada uno -con honrosas excepciones- va a lo suyo. Y si precisan alquilarse a quien tenga poder y dinero, pues lo hacen. Digo alquilarse tomando una idea de Emilio Romero que, acusado de venderse, respondió impertérrito: yo no me vendo, me alquilo. Hay mucha vivienda para arrendar, pero no sé si existen más profesionales en alquiler.

        Si alguien suma los que, más o menos legítimamente, viven en este país del Estado, el asunto resulta alarmante: los funcionarios, que son legión, unos muy necesarios y otros absolutamente prescindibles. Una minucia: un parado acude para apuntarse al INEM. El primer día escucha el tradicional vuelva usted mañana, falta un papel. Retorna con el documento. Cola  larga hasta acceder a la ventanilla para cubrir un cuestionario. A cierta altura del rellenado, le dicen que siga en la ventanilla contigua,  no en directo sino volviendo al último de la fila, asunto que se repite una tercera vez hasta  completar la relación. Posiblemente sobraran los tres porque existe Internet.

        Hay jueces que no paran, envueltos en papeles, otros se deben a los medios o a la política; oficinistas que no pegan ni sello: conozco  un ingeniero que cuando va a interesarse por uno de esos asuntos eternos, como no admiten preguntas orales, le indican que presente una nueva instancia. Ya lleva tres. Pero podemos ir al nivel de algunos trabajadores municipales o gente que actúa en una obra pública de las pocas existentes, y vemos mucho descanso, mucho pitillo, mucho vinito... Esto lo pagamos todos, pero los primeros en contribuir son sus compañeros que sí trabajan.

        Dadas esas pinceladas, continuamos con la suma: los legítimamente jubilados también han de ser mantenidos. Los cargos públicos -por cierto, la mayoría mal pagados- hacen subir el montante a límites increíbles: un gobierno central, diecisiete autonomías, un montón de municipios -algunos yuxtapuestos a otros- con su campo deportivo cubierto y descubierto, piscina, asesores duplicados, secretario, corporación, colegio público, uno frente al otro... Miren todo eso en cada provincia, autonomía, y gobierno e instituciones centrales, también con asesores, diputados, etc., etc., que hasta consumen más barato en los bares de edificios oficiales, sin saberse muy bien por qué. Eso no hay bolsillo que lo aguante: al final de 2012 el 20,78% de los trabajadores eran empleados públicos. Y habían descendido.  Presumo que no cuentan los políticos.

         Vayamos a partidos y sindicatos. Aun dejando al margen las malversaciones económicas emergentes cada minuto, ¿por qué razón  han de sostenerse con impuestos de ciudadanos no afiliados al partido o sindicato? Pueden decir que los votan, lo que sólo es una partecita de la verdad porque, ¿qué porcentaje vota en las elecciones sindicales? El de partidos ya lo sabemos. Mas, en todo caso, ¿por qué hemos de pagar a unos señores con dedicación profesional a estos menesteres? Por lo mismo, podíamos pagar a los publicistas, por ejemplo.  Progresa el asombro si avistamos el paro sangrante: ¿Hay alguna encuesta de parados que digan si les ayuda algún sindicato? Los dueños de vidas y haciendas: todo Estado. Sin embargo, la inmensa mayoría trabaja mucho.


        ¿Por qué escribo todo esto?  Porque son temas éticos presentes en toda boca.  Hay más: ¿qué sentido tiene actualmente -en realidad, nunca- la ostentación en forma de coches aparatosos, comidas sibaritas, indumentaria carísima...? Acabo con dos proposiciones complementarias. Juan Pablo II en "Centesimus annus": "Al intervenir directamente y quitar responsabilidad a la sociedad, el Estado asistencial provoca la pérdida de energías humanas y el aumento exagerado de los aparatos públicos, dominados por las lógicas burocráticas más que por la preocupación de servir a los usuarios, con enorme crecimiento de los gastos". Parece que pensaba en la España actual. San Josemaría: "Un hombre o una sociedad que no reaccione ante las tribulaciones o las injusticias, y que no se esfuerce por aliviarlas, no son un hombre o una sociedad a la medida del amor del Corazón de Cristo". Pensaba en ti y en mí.

La indisoluble unión de Jesús y María

Jesús es Dios, pero desde su lado humano: ¿Cómo puede resistirse a los pedidos de Su Mamá?


En los Evangelios queda muy claro que María, con absoluta humildad, ha dejado TODO el lugar para que sea Su Hijo Dios quien nos regale con Su Vida y Su Palabra, el ejemplo y el testimonio necesarios para entender como tenemos que vivir nuestra vida. Por eso es que hay tan escasas referencias a la Madre de Dios en las escrituras. 

¿Porqué entonces María ha acentuado en los últimos siglos su influencia sobre nosotros, con sus diversas apariciones y manifestaciones? ¿Porqué éste cambio, frente a la reducida participación directa que Ella tiene en las Escrituras? 

La clave está en la Santa Biblia: desde el Génesis al Apocalipsis (del inicio al fin de las Escrituras) se hace permanente referencia a la Mujer que vencerá a la serpiente antigua, al dragón. Parece muy claro que en el plan de Dios María es una puerta fundamental en el camino de lucha contra el mal que invade al mundo. Mientras satán lucha por arrancarnos de nuestro destino de realeza, como hijos legítimos del Padre, es un misterio el porqué es una Criatura "asunta" al Reino de los Cielos (por el poder de Dios) quien debe liderar semejante batalla. 

Es que Jesús y María están unidos en el plan celestial desde el mismo Fíat de la Creación.

Jesús es Dios hecho hombre, mostrándonos cómo debe ser vivida la vida, como ejemplo supremo a imitar. El nos redimió con Su muerte en la Cruz. Y con Su Resurrección, nos reafirmó en la esperanza de la vida eterna, derrotando al mal.

María, entregada desde su propia Inmaculada Concepción a la Voluntad de Dios, venció al mal manteniéndose pura en su paso por la vida de criatura. Así, lo que Adán y Eva no pudieron hacer en el paraíso terrenal (obedecer a la Voluntad de Dios) lo logra María, como señal de triunfo en la entrega de la Criatura al querer del Dios Creador.
Así María es la Criatura perfecta que nos muestra como desde un origen humano, se llega a vivir una vida de total entrega a la Voluntad de Dios, derrotando al mal. 

Ambos, inseparablemente, nos muestran un lado Divino que da testimonio de nuestra Realeza como hijos de Dios, y un lado humano a través del cual debemos encontrar el sendero de regreso a la Patria Celestial. Nos muestran como derrotar al mal.

No hay que olvidar que después de la Ascensión de Cristo, María tuvo un liderazgo poco visible pero efectivo sobre los apóstoles. Después del Cenáculo, cuando descendió el Espíritu Santo, todos quedaron unidos en la nueva Iglesia alrededor de la figura de la Madre de Dios. ¡Como no estarlo!.

Como nos recomendó San Luis de Montfort: nosotros debemos ser los apóstoles de estos tiempos.

No nos sorprendamos entonces de ver a Jesús y María indisolublemente unidos y activamente presentes en estos tiempos. Y tampoco de ver a María como incansable trabajadora, ya que Ella es, por mandato Celestial, Capitana del Ejército de Luz en la lucha contra las tinieblas que intentan oscurecer los corazones.

María es nuestra embajadora ante la Santísima Trinidad. Es nuestra intercesora y abogada, defensora de nuestras almas, tolerante frente a nuestras debilidades, Madre de la Misericordia.

Jesús es Dios, pero desde su lado humano: ¿Cómo puede resistirse a los pedidos de Su Mamá?


Autor: Oscar Schmidt.

viernes, 21 de junio de 2013

Con Maria y José, en la Elevación

Sé que no soy digna, Señor, de que entres en mi casa, pero una sola palabra Tuya bastara para sanarme. 



El sacerdote, durante la Misa, alza sus manos sosteniendo en alto a Jesús Eucaristía.

Es la Elevación

Y mi corazón te contempla a su derecha, María Santísima, sosteniendo amorosamente su brazo, en tanto que San José se halla a su izquierda. 

Ambos, con infinita delicadeza y suave firmeza, ayudan al sacerdote al sostener al Niño...

- ¿Al Niño, Madre?

- Si hija mía- respondes a mi alma sin soltar tu preciosa carga- el Niño...

José no aparta la mirada de las manos del sacerdote. Ambos son perfectos custodios del Hijo amado.

- Dime, Madre, pues no comprendo ¿Por qué Tu y José ayudan al sacerdote a sostener la Hostia?

Tu manto con piedritas bordadas se ilumina de repente:

- ¿Sabes hija? En cada Elevación vuelven a mi alma aquellos recuerdos de Belén, cuando José y yo tomábamos al pequeño Jesús en brazos. Le alzábamos alto y le contemplábamos... con infinito amor, con serena admiración. Por eso es que, José y yo, nos acercamos al sacerdote en cada Elevación, para volver a abrazar a Jesús.

Las manos consagradas del sacerdote sostienen delicadamente al Niño. 

Si, un Divino Niño que parece pan, pero los ojos de mi alma ven más allá de su apariencia. Esas manos consagradas sostienen a Jesús con la misma delicadeza que José y María lo hacían en los días de Belén.

Las manos santas y las consagradas se han unido, se han mezclado, prodigando al pequeño, las mas suaves caricias.

Y mi alma te entrega la pregunta.

- ¿Belén? ¿Belén en la Elevación, Señora mía?

- Si hija, Belén, José y yo alzando al Niño

Y la Parroquia se transporta toda a la cueva de Belén

Tu, Madre junto a tu esposo, toman delicadamente a Jesús bebe y lo van elevando para que lo vean los pastores. Luego dejan al Niño en manos del sacerdote, quien pronuncia la magnifica invitación:

"Dichosos los invitados a la Cena del Señor"

Y sé que no soy digna, Señor, de que entres en mi casa, pero una sola palabra Tuya bastara para sanarme.

Es tiempo de comunión. Es tiempo de abrazo.

Sales majestuosamente del humilde copón y vas nombrándonos, a todos, uno a uno.

Y eres Niño, y eres Hombre... y eres mi Dios...

Te entregas en un abrazo perfecto, único, irrepetible.

Así, entre parroquianos y pastores, te llegas a mi alma.

Vuelvo lentamente al banco de la parroquia y te suplico, Señora mía:

- Sostenlo, Madre, sostenlo en mi corazón con esa delicadeza que solo Tus manos tienen. Sostenlo y dile que le amo. Tus palabras llegan a Su Corazón más puras que las mías...

Maestra del alma, gracias... Gracias por hacerme conocer este pequeño gran secreto de amor. Gracias por ayudar a cada sacerdote a sostener al Niño.

Ahora viviré plenamente cada Elevación, porque tu generoso Corazón descorrió, para mí, un poquito, el velo que cubre el más profundo de los misterios: La Eucaristía.

Niño de brazos tiernos y perfume de pan. Pan que llega a mi alma con el acompasado latido del Sagrado Corazón de Jesús.



Amiga mía, amigo mío que lees este pequeño relato de amor. Espero que tu alma se inunde de gozo al contemplar, en cada Misa, este sencillo pero profundo gesto. La Elevación. Aunque tus ojos vean solo las manos del sacerdote, tu corazón sabrá, que otras Manos sostienen tan preciosa carga, desde la eternidad.



NOTA de la autora: Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna.
Autor: María Susana Ratero.

jueves, 20 de junio de 2013

Modelos de autoestima


Autor: Pablo Cabellos Llorente

El peligro de una autoestima puramente psicológica, no basada en principios rectos, que nada tiene que ver -más bien, es totalmente opuesta- con la realidad de que somos hijos de Dios, realidad donde sólo puede salir con toda seguridad una sana autoestima.

Modelos de autoestima

Aseguran los comunicadores que se llega mejor al lector contando una historia. Esta es reciente y puede servir. Hace muy pocos días coloqué en Facebook un enlace a un vídeo de un sacerdote -muy bueno, por cierto- en el que se mencionaba la palabra autoestima. Un pequeño grupo, más bien un miembro del grupo apoyado por otro me dijo que la autoestima no es cristiana. Se me ocurrió escribir que dependía de lo que se entienda por tal y que ninguna mejor autoestima que la de saberse hijo de Dios. Aquí comenzó la discusión, y fui acusado de infidelidad al Magisterio de la Iglesia.

La postura de este grupo goza de razón y explicación porque el concepto de autoestima se origina con el psicoanálisis y, con frecuencia, tiene otro significado completamente distinto, que también tendría relación con la fe, pero justamente por ser pecaminoso y apartarnos de ella. Pero no puedo estar de acuerdo con que la autoestima va contra el Magisterio. Volviendo a mis internautas, después de señalarles que casi me condenan -nótese el casi-, puse unas frases de Juan Pablo II y Benedicto XVI utilizando la palabra "maldita": autoestima. Borraron los textos, me dijeron que calumniaba y mentía y que necesitaba humildad. En esto último, al menos, seguro que acertaron.

Y es que es muy difícil erigirse en intérprete del Magisterio, y manejarlo de modo personal. Ya sé que eso lo hace frecuentemente la teología, pero verdaderamente el único intérprete auténtico del Magisterio es el propio Magisterio. Siendo breve: el depósito de la Fe -expresión inspirada de San Pablo- se contiene en la Sagrada Escritura y en la Tradición. La estructura de la Biblia es la del texto escrito y, por tanto, definitivo. La estructura de la Tradición es la de una realidad viva. Por eso pertenece a su esencia que crezca y se desarrolle, pero no en el sentido de que añada novedades al depósito originario, sino porque se puede profundizar en él con la luz del Espíritu Santo. Ese depósito ha sido recibido por la totalidad del Pueblo de Dios, pero con la seguridad de que Pedro, los Apóstoles y sus sucesores fueran los únicos constituidos en sujetos de ese Magisterio (cfr. Lumen Gentium, 21, 24 y 25; Dei Verbum, 7 y 10). Visto así, aunque el Magisterio no se haya pronunciado expresamente, el concepto de autoestima originario no sería admisible.

Pero siempre, aunque todos los cristianos tenemos el deber de evangelizar, la autenticidad es una característica fundamental y exclusiva del Magisterio eclesiástico, que enseña con la misma autoridad que Cristo. Esta es la razón por la que decía antes que es muy difícil interpretar el Magisterio, porque toda interpretación termina en él. Sí caben opiniones en aquellos temas que la Iglesia ha dejado a la libre disquisición de los hombres o incluso, expresar algo así como: yo pienso que el Magisterio aquí quiere decir esto. Y nada más. Esta es la razón por la que no estoy de acuerdo con la afirmación general de que la autoestima está contra el Magisterio. Es más, si se trata de la autoestima ensoberbecida también tiene que ver con la enseñanza de la Iglesia, como dije antes: efectivamente, la soberbia es un pecado, a veces tan grave que, como me dijeron mis amigos de Facebook, en un corazón soberbio no está Dios. 

Ahí reside el peligro de una autoestima puramente psicológica, no basada en principios rectos, que nada tiene que ver -más bien, es totalmente opuesta- con la realidad de que somos hijos de Dios, realidad donde sólo puede salir con toda seguridad una sana autoestima. Ya que se emplea bastante, quizá sea un concepto a rescatar, pero sin ingenuidad.

Cabe recordar que la ausencia de Magisterio ha sido una buena causa de la fragmentación terrible de las confesiones derivadas de la reforma luterana. El principio de la sola Escritura, les ha conducido a quedarse sin depósito, sin sucesión apostólica, sin sacramentos, aunque les queda el Bautismo, por el que el cristiano se incorpora a Cristo, razón por la que el ecumenismo ha de ser una pasión de la Iglesia. Pero no dejó de afirmar el último concilio que la única Iglesia de Jesucristo "subsiste en la Iglesia Católica". No dijo "es", sino "subsiste", para dar espacio eclesial a otras realidades cristianas, que no tienen la plenitud de la Iglesia fundada por Cristo, pero sí una parte.

No intento una cerrada defensa del concepto de autoestima, entre otras razones porque la palabra tiene sus riesgos, sino del aprecio al Magisterio. Algo parecido sucede con la palabra valores. Lo que para unos es un valor, para otros es exactamente lo contrario. Un ejemplo: para algunos es un valor que la mujer tenga el derecho a abortar, lo que evidentemente es un desvalor para un cristiano.

Para ir finalizando, voy a transcribir alguna de las frases de los papas citados en las que emplean -en un contexto positivo- la palabra autoestima: Juan Pablo II en diciembre de 1998 a los obispos de Nueva Guinea (por cierto, también utiliza la palabra valores): La situación refleja cierta crisis de las expresiones tradicionales de vuestra cultura, con la consiguiente debilitación de las estructuras e instituciones que han dado a las sociedades tradicionales su estabilidad y han transmitido los valores que las forjaron. La principal es la familia, que recientemente ha sido sometida a una gran presión, y que constituye siempre el núcleo donde se manifiestan los primeros síntomas de malestar social. Existe también un elevado índice de desempleo, que genera frustración e irritación en los jóvenes, haciéndoles perder la autoestima y la esperanza en el futuro.

En octubre de 1998, el mismo Papa decía refiriéndose a las personas ancianas: "Es preciso elaborar estrategias asistenciales que consideren en primer lugar la dignidad de las personas ancianas y les ayuden, en la medida de lo posible, a conservar un sentido de autoestima, para que no les suceda que, sintiéndose un peso inútil, lleguen a desear y pedir la muerte." En un documento más solemne (Carta a los Católicos de Irlanda de marzo de 2010), escribía Benedicto XVI: "Os habéis sentido profundamente conmocionados al conocer los hechos terribles que sucedían (pederastia) en el que debía haber sido el entorno más seguro de todos. En el mundo de hoy no es fácil construir un hogar y educar a los hijos. Se merecen crecer en un ambiente seguro, con cariño y amor, con un fuerte sentido de su identidad y su valor. Tienen derecho a ser educados en los auténticos valores morales, enraizados en la dignidad de la persona humana, a inspirarse en la verdad de nuestra fe católica y a aprender modos de comportamiento y acción que los lleven a una sana autoestima y a la felicidad duradera." Nótese que escribe sana autoestima.

Finalmente, en su Exhortación Apostólica Africae Munus, de diciembre de 2011, decía el mismo Benedicto XVI: 

En mi viaje a África, insistí en que «hay que reconocer, afirmar y defender la misma dignidad del hombre y la mujer: ambos son personas, diferentes de cualquier otro ser viviente del mundo que les rodea». El cambio de mentalidad en este campo es desgraciadamente demasiado lento. La Iglesia tiene la obligación de contribuir a este reconocimiento y liberación de la mujer, siguiendo el ejemplo de Cristo (cf. Mt 15,21-28; Lc 7,36-50; 8,1-3; 10,38-42; Jn 4,7-42). Crear para ella un ámbito en el que pueda tomar la palabra y desarrollar sus talentos mediante iniciativas que refuercen su valía, su autoestima y su especificidad, les permitirá ocupar en la sociedad un puesto igual al del hombre –sin confundir ni uniformar la especificidad de cada uno–, pues ambos son «imagen» del Creador (cf. Gn 1,27). 

Con todo, hay que saber exactamente qué se dice cuando se emplea la tan citada palabra, porque si encierra la soberbia de la autosuficiencia, la no necesidad de Dios, si lo entiende así un cristiano, estaría en el peligro de pelagianismo al que se ha referido estos días el Papa Francisco, que es una falsa doctrina que cuenta con las fuerzas humanas sin valorar la ayuda de la gracia, imprescindible para la vida cristiana.

Desde el pecado hacia el amor

Para el cristiano, el pecado es siempre una grave ofensa al amor. El pecado lleva al hombre a ir contra Dios.


El pecado deja huellas profundas y heridas duraderas. Uno de sus mayores daños consiste en hundir al pecador en la tristeza, la amargura, la desesperanza. Otro daño es el de la dejadez: si caigo una y otra vez en lo mismo, ¿para qué luchar por el cambio? Un daño más profundo y sutil consiste en llegar a la idea de que, en el fondo, el pecado no es tan malo, incluso podría ser bueno para uno en su situación actual...

Para el cristiano, el pecado es siempre una grave ofensa al amor. El pecado lleva al hombre a ir contra Dios, al optar por su egoísmo, y contra el prójimo, al preferir el propio bienestar en perjuicio de otros.

Pero si la ofensa es grave, si implica un desorden en el universo, la mano tendida de Dios puede provocar un cambio radical, incluso una situación paradójicamente favorable para el bien.

El pecador que pide misericordia, que se siente perdonado, permite el ingreso en el mundo de una inmensa infusión de bien y de esperanza. La acción de Dios, al ofrecer su perdón, suscita en los corazones una "nueva creación".

"Convertíos y apartaos de todos vuestros crímenes; no haya para vosotros más ocasión de culpa. Descargaos de todos los crímenes que habéis cometido contra mí, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué habéis de morir, casa de Israel? Yo no me complazco en la muerte de nadie, sea quien fuere, oráculo del Señor Yahvéh. Convertíos y vivid" (Ez 18,30-32).

El corazón que se deja tocar por el perdón de Dios entra en una nueva vida, empieza a existir en el Reino de la misericordia. Si antes sufría bajo las cadenas del pecado, ahora goza en el mundo del amor.

Los que antes éramos "no-pueblo" podemos llegar a ser Pueblo de Dios. Los que vivíamos sin compasión, podemos ahora ser compadecidos (cf. 1P 2,10).

La Encarnación, la Muerte, la Resurrección de Cristo, han abierto las puertas de los cielos, han abierto las puertas de la misericordia. Si el pecado introdujo el misterio del mal en el mundo, la obediencia del Hijo al Padre ha provocado la revolución más profunda en la historia humana: el perdón.

Quien acoge ese perdón, quien se deja tocar por el Amor redentor de Cristo, ya no puede volver a pensar ni a vivir como pecador. Paradójicamente, el pecado "provocó" la llegada de la gracia. Quien ha sido tocado por la misericordia, quien ha abierto su alma a la conversión, empieza a vivir en el mundo del amor.

"¿Qué diremos, pues? ¿Que debemos permanecer en el pecado para que la gracia se multiplique? ¡De ningún modo! Los que hemos muerto al pecado ¿cómo seguir viviendo en él? ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque si nos hemos hecho una misma cosa con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado" (Rm 6,1-6).

Desde el pecado, borrado por la Cruz del Señor, podemos avanzar hacia el amor. Quien ha recibido tanto amor, sólo puede responder con amor. Quien ha sido perdonado, empieza a comprender que también él necesita perdonar a sus hermanos (cf. Lc 6,37).

Sólo entonces seremos semejantes al Padre de los cielos, que es bueno con todos, también con los ingratos y los perversos (cf. Lc 6,35).

Porque tristemente un día fui pecador. Pero Jesús, en su bondad, me dijo: "Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más" (Jn 8,11).


Autor: P. Fernando Pascual LC.

miércoles, 19 de junio de 2013

LOS "CAPTCHA" CONTRA LA VIDA

Autor: Pablo Cabellos Llorente

            Cualquiera mínimamente internauta se ha encontrado alguna vez un captcha, esa extraña comprobación realizada por una máquina para demostrar que no eres otra máquina o un animalejo. El captcha es una especie de juego-trampa que consiste en adivinar un conjunto de letras, tal vez con números,  un tanto enmarañadas para que te demuestres humano, antes de publicar algo. La máquina no solicita un mediano raciocinio sino un alarde de tres mitades, como decía un viejo profesor universitario: de vista, de adivinanza y de suerte. Claro que si un profesor  consideraba posible la división de algo en tres mitades, no puede uno extrañarse de los captcha contra la vida. No prueban el raciocinio, son trampas.

        El primer captcha es el nombre de las leyes: Ley de interrupción voluntaria del embarazo: esta es menos fullera,  aunque no expresa lo sucedido realmente: muerte voluntaria de un ser humano vivo y probables traumas para la madre. La ley actual requiere un captcha más difícil: Ley sobre la salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo. Si uno dice al jeroglífico que la salud no puede ser de la madre porque queda tocada y menos del nasciturus porque acaba liquidado, probablemente suene la voz del invento llamándote facha como raciocinio de nivel alto.

        No puedes responder al captcha que  no quieres  mujeres en la cárcel, sino a los negociantes de la muerte. Hay que escribir que ni te pregunte porque estás en el milenio pasado. Si le contestas que nadie tiene derecho sobre la vida de otro, se puede escuchar la voz de Aido explicando que el concebido es un ser vivo pero que no consta como ser humano. No se te ocurra remitirla a las ciencias biomédicas porque los científicos oficiales son Morín y compañeros. Iba a escribir "y compañeros mártires", pero es demasiado sarcástico.

        Pero, ¿y quedar embarazada de un disminuido? Este captcha ya lo han respondido las asociaciones correspondientes. Basta pensar en las rampas, las escuelas especiales, el lenguaje de los signos..., para cuidarlos. Pero si aún no ha nacido, ¿por qué el cuidado es yugular su derecho a vivir? Pues te has equivocado. El captcha no acepta. Pero es que ya comenzó por no admitir que el aborto procurado es matar a un ser humano. Si quiere pasar la prueba, se responderá que muerte al disminuido.


        Hombre, que hay violaciones. Pues a procurar el aborto de la violada, no perturbarle su vida, etc.: no considera que más estropeada la tendrá el abortado. ¿Y una niña de dieciséis años que no desea el niño concebido? El lenguaje de Facebook diría que es Phishing, una  presunta entrada de un intruso en tu cuenta, tal vez por haber compartido mucho con amigos. En nuestro caso, quizá entraron el intruso y los amigos. Si  escribes en el captcha que lo piense antes de allanarse a esta gente, no sirve: estás contra los derechos sociales de la chiquita o señora. Retrógrado sin arreglo que aún no ha comprendido -aunque venga así desde Adán y Eva- que el sexo nada tiene que ver con la concepción.

¿Hace cuánto que no le cantas a María?

Porque necesitamos la paz de su mirada, el calor de su compañía, la ternura de su afecto, la alegría de su sí al Padre. 
Cantar a María es una manera íntima, humana, muy nuestra, de cantar a Dios. Es reconocer que la Redención ha sido completa en nuestra Madre. Es celebrar que Ella, en cierto modo, nos representa ante el Dios amante de la vida, redentor del hombre y de la historia.

Cantar a María es mirar al mundo con ojos distintos. Porque la santidad divina purificó completamente una existencia humana. Porque el sí de la creatura fue genuino y alegre. Porque el Amor encontró en una joven de Nazaret su morada. Porque no faltó el vino en Caná y empezaron, para todo el mundo, las bodas del Cordero.

Cantar a María es reconocer la grandeza de Dios. Porque mira al humilde, porque acoge al débil, porque rechaza al soberbio, porque salva al pecador arrepentido. Porque quiso ser Niño, porque quiso tener Madre humana, porque empezó a ser Hermano nuestro. Porque tuvo necesidad de alguien que sufriese, como Mujer, como Mediadora, al lado de la cruz.

Cantar a María es aprender a ser como niños. Porque necesitamos la paz de su mirada, el calor de su compañía, la ternura de su afecto, la alegría de su sí al Padre. Porque queremos ser creyentes como Ella, porque necesitamos fiarnos de Dios, porque no nos resulta fácil caminar en las tinieblas, porque necesitamos ayuda para escuchar la voz del Espíritu.

Cantar a María es parte de nuestro caminar cristiano. No hay Hijo del Hombre sin la Madre. Jesús la quiso, y, en Ella, nos quiso a todos. También a quien lucha contra el egoísmo, a quien siente difícil la pureza, a quien piensa que es imposible el amor al enemigo. También a quien se levanta, una y mil veces, tras la caída, para pedir perdón a Dios (un Dios presente a través del sacerdote que repite lo que diría el Hijo: te perdono).

Cantar a María es decir, simplemente, desde el corazón, un gracias a Dios. Porque en su Madre nos ha amado con locura. Porque venció así nuestro pecado. Porque nos abrió el cielo, donde está Ella esperándonos. Porque nos quiere pequeños, débiles, pero seguros: no hay miedo junto a la Madre. Sólo hay esperanza, alegría y amor sincero.


Autor: P. Fernando Pascual.

martes, 18 de junio de 2013

Una lectura desde la fe católica

La Iglesia ha ofrecido y ofrece a cada generación la Palabra que salva: nos explica la Biblia
Leemos un pasaje de la Biblia. En el corazón surgen preguntas o dudas. ¿Cómo interpretarlo? ¿A quién se refiere? ¿Qué quiso decir el autor sagrado? ¿Qué pretendía comunicar Dios a la gente de aquel tiempo? ¿Qué nos dice a nosotros, después de tantos siglos que nos separan de un pasado que parece remoto?

Quisiéramos tener a alguien a nuestro lado para comprender, para penetrar en el mensaje que Dios quiere dejar en nuestras almas. Nos sentimos como el etíope eunuco de los Hechos de los apóstoles, que preguntaba: "¿Cómo lo puedo entender si nadie me hace de guía?". Quisiéramos, entonces, encontrar a un Felipe que nos explicase el sentido de la Palabra de Dios... (cf. Hch 8,27-39).

En realidad, tenemos ya quien nos ayuda a comprender el mensaje divino. La Iglesia, desde la luz del Espíritu Santo, con el trabajo de miles y miles de obispos y sacerdotes, ha ofrecido y ofrece a cada generación la Palabra que salva.

Es importante recordarlo: los católicos vivimos como miembros vivos de una comunidad de creyentes. Nuestra fe no es un acto aislado, como el del explorador que empieza a caminar, entre las sombras, en medio de un bosque desconocido. La fe nos une a la comunidad, nos hace Iglesia, nos acerca a quienes tienen la misión de enseñar, regir y santificar a los bautizados.

Es hermoso, entonces, acoger tantas ayudas y guías que nos ofrecidas para recibir un mensaje que viene de Dios. Un mensaje, lo sabemos, que se expresa en gestos y en palabras, que está en la Biblia y en la Santa Tradición (cf. constitución dogmática Dei Verbum del Concilio vaticano II). Un mensaje que penetra en la propia vida desde la fe, porque "la Palabra de Dios es viva, eficaz, y tajante más que una espada de dos filos, y penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta las coyunturas y la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón" (Hb 4,12).

La fe nos lleva, entonces, a leer la Palabra en comunidad. Porque, "si ningún hombre es una isla, tanto menos lo es el cristiano, que descubre en la Iglesia la belleza de la fe compartida y testimoniada junto a los demás en la fraternidad y en el servicio de la caridad" (Benedicto XVI, Ángelus, 5 de septiembre de 2010).

Esa comunidad, Iglesia fundada por Cristo, nos ayuda a entender el mensaje, a vivir el Evangelio, a transmitirlo a quienes viven a nuestro lado.

Lo sabemos: "la Palabra de Dios no está encadenada" (2Tm 2,9). Conocerla y comunicarla con el testimonio de la propia vida y con palabras que se nutren con la fuerza del Espíritu Santo son la consecuencia suave de quien repite, como el profeta: "Se presentaban tus palabras, y yo las devoraba; era tu palabra para mí un gozo y alegría de corazón" (Jer 15,16).


Autor: P. Fernando Pascual.