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Estoy escribiendo a la mujer más maravillosa del mundo. Y esto me hace
temblar de regocijo, amor y respeto
Querida y respetable señora, queridísima madre:
Sé que estoy escribiendo a la mujer más maravillosa del mundo. Y esto me hace
temblar de regocijo, de amor y de respeto. Cuántas mujeres en el mundo,
queriendo parecerse a ti, llevan con orgullo santo el dulce nombre de María.
Cuantas iglesias dedicadas a tu nombre.
Tú eres toda amor, amor total a Dios y amor misericordiosísimo a los hombres,
tus pobres hijos. Eres el lado misericordioso y tierno del amor de Dios a los
hombres, como si tu fueses la especie sacramental a través de la cual Dios se
revela y se da como ternura, amor y misericordia.
Estoy escribiendo una carta a la Madre de Dios: Esa es tu grandeza
incomparable.
Eres la gota de rocío que engendra a la nube de la que Tú procedes. Me
mereces un respeto total, al considerar que la sangre que tu hijo derramará
en el Calvario será la sangre de una mártir, será tu propia sangre; porque
Dios, tu hijo, lleva en sus venas tu sangre, María.
Pero el respeto que me mereces como Madre de Dios se transforma en ímpetu de
amor, al saber que eres mi madre desde Belén, desde el Calvario, y para
siempre, y por eso después de Dios me quieres como nadie. Yo sé que todos los
amores juntos de la tierra no igualan al que Tú tienes por mí. Si esto es
verdad, no puedo resistir la alegría tremenda que siento dentro de mi
corazón.
Pero ese amor es algo muy especial, porque soy otro Jesús en el mundo, alter
Christus.
Tú lo supiste esto antes que ningún teólogo, desde el principio de la
redención.
No puedo creer que me mires con mucho respeto. Para ti un sacerdote es algo
sagrado.
Agradezco a tu Hijo, al Niño aquél, maravilla del mundo, que todavía
contemplo reclinado en tus brazos, su sonrisa, su caricia y su abrazo que
quedaron impresos a fuego en mi corazón para siempre.
Oh bendito Niño que nos vino a salvar.
Oh bendita Madre que nos lo trajiste.
Contigo nos han venido todas las gracias,
por voluntad de ese Niño.
Todo lo bueno y hermoso que me ha hecho,
me hace y me hará feliz, tendrá que ver contigo.
Por eso te llamamos con uno de los nombres más entrañables: Causa de nuestra
alegría.
He sabido que tu Hijo dijo un día: "Alegraos más bien de que vuestros
nombres estén escritos en el cielo" Sí. Escritos en el cielo por tu
mano, Madre amorosísima. Cuando dijiste sí a Dios, escribiste nuestros
nombres en la lista de los redimidos. Y esta alegría nos acompaña siempre,
porque Tú también como Jesús estás y estarás con nosotros todos los días de
nuestra vida.
¡Qué hermosa es la vida contigo, junto a ti, escuchándote, contemplando tus
ojos dulcísimos y tu sonrisa infinita. También como a Dios, yo te quiero con
todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas.
Sigo escribiendo mi carta a la que es puerta del cielo. ¡Cómo he soñado desde
aquel día,
en que experimenté el cielo en aquella cueva, en vivir eternamente en ese
paraíso! Junto a Dios y junto a ti, porque eso es el cielo. La puerta de la
felicidad eterna, sin fin, tiene una llave que se llama María. Cuanto anhelo
ese momento en que tu mano purísima me abra esa puerta del cielo eterno y
feliz.
Oh Madre amantísima, eres digna de todo mi amor, por lo buena que eres, por
lo santa, santísima que eres, la Inmaculada, la llena de gracia, por ser mi
Madre, por lo que te debo: una deuda infinita, porque, después de Dios, nadie
me quiere tanto, por tu encantadora sencillez.
Yo sé, Madre mía, que, después de ver a Dios, el éxtasis más sublime del
cielo será mirarte a los ojos y escuchar que me dices: Hijo mío, Y
sorprenderme a mí mismo diciendo: Madre bendita, te quiero por toda la
eternidad.
Oh Virgen clementísima, Madre del hijo pródigo. -Yo soy el hijo pródigo de la
parábola de tu hijo- que aprendiste de Jesús el inefable oficio de curar
heridas, consolar las penas, enjugar las lágrimas, suavizar todo, perdonar
todo. Perdóname todo y para siempre, oh Madre.
Bellísima reina, Madre del amor hermoso, toda hermosa eres, María. Eres la
delicia de Dios, eres la flor más bella que ha producido la tierra. Tu nombre
es dulzura, es miel de colmena. Dios te hizo en molde de diamantes y rubíes Y
después de crearte, rompió el molde. Le saliste hermosísima, adornada de
todas las virtudes, con sonrisa celestial... Y cuando Él moría en la cruz,
nos la regaló. Por eso, Tú eres toda de Jesús por derecho. y toda de nosotros
por regalo.
Todo tuyo y para siempre.
Autor: P. Mariano de Blas
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"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)
sábado, 30 de agosto de 2014
Respetable Señora....
viernes, 29 de agosto de 2014
A todos los componentes de este grupo: AMIGOS DE PEDRO CASQUERO”
El verano a
punto de acabar, las vacaciones se agotan y a la vuelta de unos días nuevamente
el Curso Escolar.
Parece que la casa se normaliza, incluso en aquellas en los que no hay ya ningún miembro, en esa bonita edad escolar.
Parece que la casa se normaliza, incluso en aquellas en los que no hay ya ningún miembro, en esa bonita edad escolar.
Es cuando
uno comienza a realizar proyectos para este nuevo curso y a acoplar nuestro
tiempo libre a esas aficiones más apreciadas.
Pues en esa planificación me gustaría,
ya que Facebook consumirá, un tiempo a
tener en cuenta, dedicaran dos días en semana simplemente a entrar en este
Grupo, a leer lo nuevo que otros miembros han puesto, desde su última entrada.
Comentar aquello
que de una forma u otra les llame más la atención y lo que es Mas Importante, a
aportar sus comentarios sobre la vida de esta gran Persona, que fue nuestro
amigo Pedro, entiendo que al principio costaría algo más de trabajo, pero
desgraciadamente o afortunadamente las heridas van cicatrizando, sin que para
nada suponga el mas mínimo olvido, y hoy se le hará menos cuesta arriba poner
algo suyo.
¿Quién no tiene una fotografía de algún evento que tuvo la inmensa
suerte de compartir con él?
¿Quién no recuerda una anécdota en tantos y tantos años en el Hospital o en la
Gerencia de Área, no hay más que recordar las cervecitas, para celebrar el
cumpleaños o Santo, de algún compañero o compañera, algo con lo que el siempre
disfrutaba, o en la época de la declaraciones de la Renta cuando llegábamos a
su mesa a decirle: “chacho Pedro, revisa esto que me sale a pagar más de lo que
yo esperaba, ¡¡ Y siempre te arañaba algo!!
Miles y miles de cosas de esta, que
sería muy bonito que se recordaran. Imagínense por un momento, que estamos
todos de tertulia, en una cafetería, recordando temas de estos, verían como habría
que poner un moderador, pues todo el mundo querría contar una cosa, otra y otra,
pues aquí igual, pero sin moderador, pueden contar cada uno las que quieran y
sin esperar que el otro termine, colocar fotografías etc. etc.
En una palabra participar
algo más que el primer año, que todo se ha hecho fenomenal pero ha faltado ese pelín
de participación, que sin duda alguna lo vamos a realizar desde ya y que es lo
que le da vida al Grupo.
Gracias a
todos, y esta carta la iré publicando de vez en cuando e indicando si el índice
de participación comienza a subir.
Gracias a
todos y un gran abrazo.
Los
Administradores del Grupo:
Conchi
Casquero.
Manuel
Martin y
Manuel
Murillo.
29/08/2014
En medio de la tormenta, la sensatez
¿Cómo salir a flote en medio de esta tormenta que nos aflige?
Cómo no recordar las palabras tan sabias de Santa
Teresa:
Nada te turbe, nada te espante; todo se pasa, Dios no se muda; la paciencia
todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta.
Aunque no alcanzamos a comprender todas las cosas, y nuestro corazón se llena
de dolor, dejamos que su infinita Providencia y Misericordia nos guíen.
Es sensato agradecer el bien de las personas que nos han acompañado en la vida
y que nos han llevado a Dios. San Pablo, en un momento de inspiración, aconsejó
a los Corintios:
Y si no, hermanos, tengan en cuenta quienes han sido llamados, pues no hay
entre ustedes muchos sabios según los criterios del mundo, ni muchos poderosos,
ni muchos nobles. Al contrario, Dios ha elegido lo que el mundo considera necio
para confundir a los sabios; ha elegido lo que el mundo considera débil para
confundir a los fuertes; ha elegido lo vil, lo despreciable, lo que no es nada
a los ojos del mundo para aniquilar a quienes creen que son algo. De este modo,
nadie puede presumir ante Dios... (1 Cor 1,26-ss).
¿Cómo salir a flote en medio de esta tormenta que nos aflige?, ¿cómo librarnos
del remolino que nos quiere engullir, en sus falaces críticas,
cavilaciones,conjeturas a medias? Todos opinan, todos dicen, todos ahora se
convierten en expertos moralistas y jueces implacables. Es la hora de la
sensatez, decir poco y hacer mucho por el bien de la humanidad y que cada uno
nos preocupemos en ser coherentes con lo que somos y profesamos ser,
maravillosa lección para aprender, no sea que el día de mañana, cuando nos
toque a nosotros presentarnos frente el Sumo Juez, no quedemos bien parados.
Hoy les invito a todos mis lectores a elevar a Dios nuestra oración pidiendo la
sensatez. Creo que traerá paz y sosiego a nuestra alma:
SEÑOR, Ayúdame a decir la verdad, delante de los fuertes y a no decir
mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.
Si me das fortuna, no me quites la felicidad;
Si me das fuerza, no me quites la razón;
Si me das éxito, no me quites la humildad;
Si me das humildad, no me quites la dignidad.
Ayúdame siempre a ver el otro lado de la medalla.
No me dejes inculpar de traición a los demás, por no pensar como yo.
Enséñame a querer a la gente como a mí mismo, y a juzgarme como a los demás.
No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso.
Más bien, recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.
Enséñame a seguir amando a pesar del sufrimiento.
Enséñame a confiar a pesar de las decepciones.
Enséñame que perdonar es lo más importante del fuerte, y que la venganza es la
señal primitiva del débil.
Si me quitas la fortuna, déjame la esperanza.
Si me quitas el éxito, déjame la fuerza para triunfar del fracaso.
Si yo faltara a la gente, dame valor para disculparme.
Si la gente faltara conmigo, dame valor para perdonar.
Señor, si yo me olvido de Ti, Tú no te olvides de mí. Amén.
Autor: P. Dennis Doren L.C
jueves, 28 de agosto de 2014
¿Quiénes somos para quejarnos ante Dios?
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Ocurre que de pronto piensas que Dios te ha olvidado. Te asedian tantos
problemas y no los puedes comprender.
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Ocurre que de pronto piensas que Dios te ha
olvidado. Te asedian tantos problemas y no los puedes comprender. Quedas
envuelto en un torbellino del que parece no existir una salida.
Recientemente pasé por algo parecido, y sentí una gran confusión. Procuraba
estar tranquilo y confiar en Jesús.
Solía visitarlo en el Sagrario para quejarme... ¿Hasta cuando?...
Y oraba con el Salmo 6:
Señor, no me reprendas en tu ira, ni me castigues si estás enojado.
Ten compasión de mí que estoy sin fuerzas; sáname pues no puedo sostenerme.
Aquí estoy sumamente perturbado, tú, Señor, ¿hasta cuando?...
Vuélvete a mí, Señor, salva mi vida, y líbrame por tu gran compasión.
Sentía entonces como si una voz interior me dijera:
-Lee a Job.
-¿Job?- me dije extrañado.
Y fue lo que empecé a hacer, y lo que te recomiendo cuando no entiendas lo
que te ocurre, y cuando sientas que no puedes más.
Mientras escribo, tengo frente a mí una Biblia. Está abierta en el libro de
Job. Ahora se ha vuelto un amigo entrañable. Me ayudó a comprender las
enseñanzas de Nuestro Señor. ¿Quiénes somos para quejarnos ante Dios? ¿Acaso
pensamos ofrecer nuestros sufrimientos por la salvación de las almas? No
somos dignos de nada. Todo es gracia de Dios. Job lo supo bien:
Reconozco que lo puedes todo, y que eres capaz de realizar todos tus
proyectos. Hablé sin inteligencia de cosas que no conocía, de cosas
extraordinarias, superiores a mí. Yo sólo te conocía de oídas; pero ahora te
han visto mis ojos. Por eso retiro mis palabras y hago penitencia sobre el
polvo y la ceniza.
(Job 42,2-6)
Comprendes de pronto lo pequeño e insignificante que eres ante la inmensidad
y magnificencia de Dios.
Parece como si Dios mismo te llevara al límite, para probar tu fe,
fortalecerla y hacerte comprender que sin él nada podemos.
Porque así como el oro se purifica en el fuego, así también los que
agradan a Dios pasan por el crisol de la humillación. (Siracides
2,5)
A Él le agradan los hombres humildes, sencillos, rectos de corazón. Y nos
enseña a ser como desea que seamos.
Autor: Claudio de Castro
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miércoles, 27 de agosto de 2014
Llega un regalo
Detrás de ese regalo percibo una ternura que llega a lo íntimo de mi alma.
Porque alguien pensó en mí
Acaba de llegar un regalo. Ese regalo tiene un precio, tal vez una utilidad.
Pero, sobre todo, manifiesta un tesoro maravilloso: el cariño de quien me ama.
Detrás de ese regalo percibo una ternura que llega a lo íntimo de mi alma.
Porque alguien pensó en mí. Porque buscó cómo podría darme algo que me
recordase su cariño. Porque deseaba abrirme un espacio de felicidad.
Si el regalo que recibo de otro llega muy hondo, ¿no sería el momento de
descubrir que también Dios me ofrece miles de regalos?
Existe el peligro de vivir con la mirada indiferente ante los continuos dones
de Dios. Porque son dones de Dios el sol y la luna, las nubes y la lluvia, la
nieve y el viento, el mar y la montaña, la golondrina y el grillo, la abeja y
la miel.
Sobre todo, es regalo de Dios mi propia vida y la vida de tantos hombres y
mujeres que caminan cerca o lejos. Cada existencia surge desde un estupendo
sueño de Amor, desde lo más íntimo de un Dios que se deleita con los hijos de
los hombres (cf. Prov 8,31).
Lo he escuchado tantas veces: todo es don, todo es gracia. Necesito recordarlo
mientras camino: me rodean miles de señales, de regalos, que me hablan de la
ternura de un Dios bueno.
Ha llegado un regalo a mis manos. Quien me lo ofrece con una sonrisa amistosa,
con una mirada llena de afecto, me permite abrirme al mundo del amor, que da y
que recibe, que nace de Dios y que lleva a Dios. Sólo entonces buscaré también
yo qué puedo hacer para alegrar, con un regalo, a quienes viven a mi lado.
Autor: P. Fernando Pascual LC
martes, 26 de agosto de 2014
De qué barro estoy hecho
Tu vida interior te da la fuerza que necesitas para convertir tu vida en
una vasija útil.
A todos nosotros nos toca aguantar los golpes de la vida. ¿Quién de nosotros no
ha tenido que sufrir desencantos, decepciones, tristezas e infortunios?, y al
mismo tiempo ¿quién de nosotros no ha experimentado el amor, la fuerza de la
oración, la gracia de Dios que actúa en nuestra vida?
A lo largo de la historia ha habido un utensilio muy importante: las vasijas;
sí, las vasijas de barro, aquellas que han sido moldeadas por las manos humanas
y que tan necesarias se convirtieron en siglos pasados. Te comparto esta breve
reflexión para que entiendas tu vida desde esta perspectiva.
Las vasijas de barro, de todas formas y tamaños, eran utensilios valiosos en
los hogares de la antigüedad. Nuestros antepasados usaban grandes tinajas para
almacenar agua y aceite; empleaban cántaros para acarrear agua y frascos de
terracota para guardar perfumes.
Las vasijas de barro, para almacenamiento, se llenaban de granos y otros
alimentos. Las amas de casa usaban cazuelas de barro para cocinar. En las
comidas, usaban utensilios de barro como platos y tazones; en la noche,
iluminaban las casas con lámparas de barro.
Los alfareros que fabricaban estos utensilios tan necesarios eran parte muy
importante de la economía de los antiguos pueblos y ciudades.
Un alfarero, en un momento de inspiración, describió así su artesanía:
Mis dos manos dieron forma a esta vasija. Y el lugar en el que se forma en
realidad es uno de tensión entre la presión aplicada en el exterior y la
presión de la mano del interior; es un verdadero arte manejar ambas manos,
mientras una presiona, la otra va moldeando con suavidad y cariño. Así ha sido
mi vida. Tristeza, muerte e infortunio, amistad y todas las cosas que me han
sucedido que ni siquiera elegí. Todas influyeron en mi vida. Son las manos que
me han ido formando por fuera y hacen que hoy sean parte de lo que soy. Sin
embargo, hay cosas que creo que tengo dentro de mí: mi fe en Dios y el cariño y
respeto de algunos amigos que actuaron en mí. Mi vida, al igual que esta
vasija, es el resultado de lo que ocurrió en el exterior y de lo que sucede en
el interior de mi vida. La vida, como esta vasija, se forma en lugares de
tensión.
A lo largo del día quizá nos sintamos regulados por las tensiones y demandas de
los demás, abrumados por las responsabilidades y presionados por los retos que
nos acosan desde el exterior. Sin fortaleza de espíritu en nuestro interior,
sin esos momentos de fe, de oración, de esperanza, esas dificultades nos
llevarán al derrumbe, porque la tensión externa es muy fuerte.
Recuerda: tu vida interior te da las fuerzas que necesitas para convertir tu
vida en una vasija útil, grata a los ojos del alfarero y gratas a los ojos de
los que la utilizan. Así es, estamos llamados a que a través de nosotros se
haga el bien, se viva en la verdad y se trasmita el amor, hoy es tu
oportunidad. Por eso, no nos desanimemos: pues aunque por fuera nos vamos
deteriorando, por dentro nos renovamos día a día (2 Corintios 4:16)
Autor: P. Dennis Doren LC
domingo, 24 de agosto de 2014
De qué barro estoy hecho
Tu vida interior te da la fuerza que necesitas para convertir tu vida en
una vasija útil.
A todos nosotros nos toca aguantar los golpes de la vida. ¿Quién de nosotros no
ha tenido que sufrir desencantos, decepciones, tristezas e infortunios?, y al
mismo tiempo ¿quién de nosotros no ha experimentado el amor, la fuerza de la
oración, la gracia de Dios que actúa en nuestra vida?
A lo largo de la historia ha habido un utensilio muy importante: las vasijas;
sí, las vasijas de barro, aquellas que han sido moldeadas por las manos humanas
y que tan necesarias se convirtieron en siglos pasados. Te comparto esta breve
reflexión para que entiendas tu vida desde esta perspectiva.
Las vasijas de barro, de todas formas y tamaños, eran utensilios valiosos en
los hogares de la antigüedad. Nuestros antepasados usaban grandes tinajas para
almacenar agua y aceite; empleaban cántaros para acarrear agua y frascos de
terracota para guardar perfumes.
Las vasijas de barro, para almacenamiento, se llenaban de granos y otros
alimentos. Las amas de casa usaban cazuelas de barro para cocinar. En las
comidas, usaban utensilios de barro como platos y tazones; en la noche,
iluminaban las casas con lámparas de barro.
Los alfareros que fabricaban estos utensilios tan necesarios eran parte muy
importante de la economía de los antiguos pueblos y ciudades.
Un alfarero, en un momento de inspiración, describió así su artesanía:
Mis dos manos dieron forma a esta vasija. Y el lugar en el que se forma en
realidad es uno de tensión entre la presión aplicada en el exterior y la
presión de la mano del interior; es un verdadero arte manejar ambas manos,
mientras una presiona, la otra va moldeando con suavidad y cariño. Así ha sido
mi vida. Tristeza, muerte e infortunio, amistad y todas las cosas que me han
sucedido que ni siquiera elegí. Todas influyeron en mi vida. Son las manos que
me han ido formando por fuera y hacen que hoy sean parte de lo que soy. Sin
embargo, hay cosas que creo que tengo dentro de mí: mi fe en Dios y el cariño y
respeto de algunos amigos que actuaron en mí. Mi vida, al igual que esta
vasija, es el resultado de lo que ocurrió en el exterior y de lo que sucede en
el interior de mi vida. La vida, como esta vasija, se forma en lugares de
tensión.
A lo largo del día quizá nos sintamos regulados por las tensiones y demandas de
los demás, abrumados por las responsabilidades y presionados por los retos que
nos acosan desde el exterior. Sin fortaleza de espíritu en nuestro interior,
sin esos momentos de fe, de oración, de esperanza, esas dificultades nos
llevarán al derrumbe, porque la tensión externa es muy fuerte.
Recuerda: tu vida interior te da las fuerzas que necesitas para convertir tu
vida en una vasija útil, grata a los ojos del alfarero y gratas a los ojos de
los que la utilizan. Así es, estamos llamados a que a través de nosotros se
haga el bien, se viva en la verdad y se trasmita el amor, hoy es tu
oportunidad. Por eso, no nos desanimemos: pues aunque por fuera nos
vamos deteriorando, por dentro nos renovamos día a día (2 Corintios
4:16)
Autor: P. Dennis Doren LC
sábado, 23 de agosto de 2014
María y un seminarista en Nazaret
Durante la misa, nuestro Obispo es asistido en ella por un sacerdote, dos
monaguillos y un seminarista de quien, y por casualidad, apenas sé su nombre.
Me pregunto, Madre querida, cuál habrá sido el camino que debió recorrer ese
joven para llegar hasta...
- Hasta un especial sitio en mi Inmaculado Corazón.- Me respondes
mientras le miras desde tu imagen del altar.
- Madre, por caridad, cuéntame lo que él y tantos como él, significan para ti.
Tu imagen de La Dolorosa, al pie de la Cruz, y junto a San Juan, parece
murmurar una respuesta. Así es Madre, tu siempre eres para tus hijos, respuesta
serena al alma.
- Verás, hija, desde aquellos tiempos en que veía a los Apóstoles ir
recorriendo lentamente los caminos que Jesús les mostraba. Desde que aprendí a
conocer sus dudas, sus preguntas, sus renuncias. Desde aquellos días mi corazón
ha ansiado ser compañera de camino en quienes entregan su vida al servicio de
Dios. Ese camino que empezó, para mí, el día de la Anunciación, en medio de un
indescriptible gozo, pero que continuó, más tarde, en medio del silencio y la
rutina de Nazaret.
- Comprendo, Madre, o casi... pero, a ellos, a nuestros seminaristas, ¿Cómo les
acompañas?
- Cuando un alma escucha el llamado de Dios y responde, le invito a
compartir mi alegría en el día de la Anunciación. Luego, le acompaño fielmente
en las dificultades que debe afrontar, pues les espera un viaje a Belén, no programado,
y muchas puertas que han de cerrarse. Tendrá una Nochebuena con canto de
ángeles y también un Simeón anunciando espadas. Deberá buscar, en medio de
tantas noches oscuras, un sitio seguro para resguardarse de las tentaciones.
Oh! Hija, no puedes imaginar cuán hermoso, sereno y perfumado, es el sitio que
tengo reservado para ese amado hijo.
-Es ¿Tu Corazón? O sí, seguro ha de ser tu Corazón, Madre querida. Allí tienes,
para el alma, una exquisita ternura, un refugio seguro en las tormentas del alma,
y, sobre todo, el camino más corto, seguro y fácil para llegar a Jesucristo.
-Así es hija. Desde mi corazón, le llevaré a los días en que Jesús se perdió
y yo le buscaba. Le contaré que muchas veces deberá hacer esta búsqueda a lo
largo de su vida. Después, le traeré conmigo a los días de Nazaret, al
silencio, a lo cotidiano, a las pequeñas cosas.
- Entonces, Madre, un seminario ¿Es como un pequeño Nazaret?
- Pues... sí.
- Y, si es Nazaret, entonces ¡estas tú!. Siempre, cada día, cada mañana.
- Cada mañana- y tus ojos parecen recorrer todos los
seminarios del mundo-, cada mañana le pregunto, si quiere permanecer
junto a mí en Nazaret. Y su "sí" me alegra el alma. Y nos vamos
juntos a buscar agua al pozo. Él alivia mis cansados brazos y yo le sirvo agua
fresca cuando estudia en la biblioteca. También me ayuda a cargar la leña y
encender el fuego y yo le regalo gracias a su alma, para que su oración no sea
una simple repetición de palabras sino un torrente de amor que, desde su
corazón, llegue al Corazón de Jesús.
Miro hacia el altar y allí, en un rincón, en un Nazaret de silencio, el joven
seminarista se arrodilla durante la Consagración.
- Hija mía- susurras a mi corazón- ahora soy yo la que
quiere pedirte algo.
- Dime, Madre, dime, pues mi corazón halla gozo en servirte.
- Ora, hija, ora por ese joven y por todos los seminaristas. Ora para
que, en medio del ruido del mundo, puedan escuchar el canto del viento de
Nazaret, el perfume de aquel hogar, que ahora habitan. Ora para que, cada mañana,
su corazón elija, nuevamente, acompañarme al Corazón de Jesús, de donde brotan
ríos de agua viva.. Ora para que sientan mi mano en la suya, mi abrazo en la
noche oscura del alma, mi compañía en cada día, en cada alegría, en cada
soledad, en cada pena. ¿Puedo, hija, contar con tus oraciones?.
-Sí, Madre, sí, y perdóname por no habértelas ofrecido antes. Perdóname por
haber esperado, cómodamente, que siempre haya un sacerdote en la parroquia, sin
haber pensado que, para hallarlo, primero debió existir un seminarista que,
cada mañana, eligió ser tu compañero en Nazaret. Que sintió tu mano, cuando yo
sólo le regalaba olvido, que sintió tu abrazo, cuando yo ni siquiera me
preocupé por saber su nombre.
La misa ha terminado. Todos se han retirado. El joven seminarista atiende los
pequeños detalles para la siguiente misa. Ahora sé que está contigo en Nazaret,
ordenando la casa, esperando a Jesús.
Te regalo, Madre, mi oración por él. Regálale tu, todo el perfume de Nazaret.
NOTA DE LA AUTORA "Estos relatos sobre María Santísima han
nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella,
basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean
consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato
habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden
exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna."
Autor: Ma. Susana Ratero
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viernes, 22 de agosto de 2014
Para la edad del ocaso...la fórmula
Disfrutar del momento presente que es toda nuestra realidad y regalar
toda la experiencia de nuestra vida.
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La edad del ocaso...
Difícil la vida de esa etapa para muchas personas. Hay soledad, quizá abandono,
indiferencia, incomprensión... pero también nosotros, si hemos llegado a esa
edad, nos podemos tornar distintos, exigentes y malhumorados con los que nos
rodean y están en otras etapas y corren todo el día empujados por la vorágine
del momento, porque así se lo demanda la existencia moderna y consumista.
Pero hay una fórmula, no mágica por cierto, para vivir mejor la etapa de los
"muchos años".
Salimos al camino de la vida con una alforja nueva, vacía de experiencias pero
llena de sueños y proyectos, el alma limpia y transparente, la mirada decidida
y animosa puesta en la "cima de la montaña" de la vida.
Ahora bajando por la ladera del otro lado, que también es un camino nuevo,
sabemos que nos ha de conducir hasta el Valle del reposo.
Una experiencia profunda del vivir nos acompaña... quizá muchos sueños se
quedaron hechos jirones en las zarzas del camino, pero, ¡cuánta riqueza
atesora, ahora, nuestra vieja alforja!:
· Lleva mucha paciencia,
· infinita tolerancia,
· sabiduría profunda para saber lo que es
importante o no vale la pena,
· mansedumbre y paz,
· y tal vez aún, el alma limpia y transparente,
si sabemos hacernos semejantes a los niños,
· valor y fuerza porque tuvimos que aprender a
vivir con esos dos baluartes mientras escalábamos la "montaña"... y
ahora, quizá más que nunca, necesitamos sentir lo que eso vale en nuestras
vidas.
Es esta etapa la hora del remanso y no de la prisa.
Disfrutar del momento presente que es toda nuestra realidad y regalar toda la
experiencia de nuestra vida resumida en una sola palabra: AMOR.
Esa es la fórmula para que nuestra etapa del atardecer sea feliz.
Autor: Ma Esther De Ariño
jueves, 21 de agosto de 2014
Dime quién eres y te diré cómo te valoras
El valor del hombre es haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, y
hoy... no sabe qué lleva dentro.
Los derechos y la
dignidad del hombre están fundamentados en última instancia en Dios creador,
que nos ha hecho a su imagen y semejanza y que ha dado a cada uno la
inteligencia y la libertad. Si el hombre prescinde de este modo de fundamentar
su vida, la dignidad y los derechos del hombre se debilitan, pues pierden su
fundamento sólido .
Vivimos en una sociedad de consumo, relativista, convenenciera, que camina
según sus caprichos, gusto e intereses. Aceptar esta jerarquía de valores nos
obliga a buscar en todo momento el poseer como única meta de la vida. El hombre
no debe medirse por lo que tiene sino por lo que es. La persona es más
importante a los ojos de Dios que el oro.
Lo que da valor al hombre es haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. El
creador ha dado capacidad a los mortales de conocer el bien y amarlo. La
persona es feliz cuando ama y es amado porque el hombre no puede vivir sin
amor. El permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de
sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo
experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente(Redemptor
hominis, 10).
¿Cómo te defines? , Esta ha sido la pregunta de los filósofos durante miles de
años. La respuesta es vital, porqué los seres humanos tenemos una necesidad
básica de comportarnos según la opinión que tengamos de nosotros mismos, por
eso dime como te valoras y te diré quien eres.
Les voy a contar un cuento. Había un alacrán que debía cruzar un río, pero como
los arácnidos no saben nadar, se le acercó a una rana y le propuso: "Tú
que sabes nadar muy bien, ¿Me puedes llevar al otro lado? El batracio lo miró
con recelo. ¡Jamás! Los alacranes pican a las ranas, no me voy a exponer a
un peligro letal . El alacrán argumento: ¿Cómo crees que te voy a picar
en medio del río? si fuera así, tú morirías y yo también porque no sé nadar.
Prometo no lastimarte y estar eternamente agradecido.
Después de meditarlo un poco, la rana aceptó la petición del alacrán
permitiéndole subir a su espalda mientras avanzaba por el agua. Pero
exactamente a la mitad del trayecto, sintió un piquete en el cuello y gritó: ¿Qué
has hecho? ¡Me picaste, ahora los dos moriremos! Él tranquilamente le contestó:
Yo soy un alacrán, y esto es lo que hacen los de mi especie, pican a las ranas.
"
El hombre es el centro de todo lo creado y la creatura más amada por Dios;
tanto amó Dios al hombre que hasta él mismo quiso hacerse hombre. El Hijo de
Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre. Trabajó con
manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre,
amó con corazón de hombre (Gaudium et spes, 22).
Hoy, con mucha frecuencia, el hombre no sabe qué lleva dentro, en la
profundidad de su espíritu, de su corazón. Muchas veces se siente incierto
sobre el sentido de su vida en esta tierra. Está dominado por la duda, que se
convierte en desesperación. El hombre ha perdido su definición, y la perderá,
siempre que saque a Dios de en medio..... El alacrán tenía su identidad y la
tenía clara, hoy el hombre está incierto y confuso.. de ahí ese espectáculo
triste que nos toca ver de muertes e violaciones a los derechos de las
personas. Nosotros como cristianos tenemos el deber de llevar al mundo la
antorcha de la dignidad, es decir, la luz de la vida, que Cristo ha depositado
en nuestras manos
Autor: P. Dennis Doren LC
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