Advocación Mariana. 12 de diciembre
Historia
de la fiesta
Aunque las diferentes
advocaciones de la Virgen María son muy
numerosas, la Iglesia le da especial importancia a las tres apariciones de la
Virgen María en diferentes partes del mundo:
· Aparición de la Virgen de Guadalupe: 12 de
Diciembre de 1531 en México.
· Aparición de la Virgen de Lourdes: 11 de Febrero
de 1858 en Francia.
· Aparición de la Virgen de Fátima: 13 de Mayo
de 1917 en Portugal.
Debemos recordar que es la misma Virgen María la que se ha aparecido en los
distintos lugares, en estos tres momentos para ayudarnos y animarnos a seguir
adelante en nuestro camino al cielo. En estas apariciones, la Virgen nos ha
pedido rezar el Rosario, acudir al Sacramento de la Penitencia y hacer
sacrificios para la salvación del mundo.
La Virgen de Guadalupe es muy importante para la fe de todos los mexicanos,
pues en ella nuestra Madre del Cielo manifestó claramente su amor de
predilección por este pueblo, dejando un hermoso mensaje lleno de ternura y
dejando su imagen grabada en un ayate como muestra de su amor.
En el
Nican Mopohua se puede
encontrar la historia completa de las apariciones de la Virgen de Guadalupe,
pero aquí presentamos un resumen de la misma:
Hace muchos años, los indios aztecas que vivían en el valle de México, no
conocían a Jesús. Ellos tenían muchos dioses y eran guerreros. Los misioneros
eran unos sacerdotes que vinieron de España y que poco a poco fueron
evangelizando a los indios. Les enseñaron a conocer, amar e imitar a Jesús en
la religión católica y los bautizaron.
Entre los primeros que se bautizaron, había un indio muy sencillo llamado
Juan Diego, quien iba todos los sábados a
aprender la religión de Cristo y a la misa del pueblo de Tlatelolco.
El sábado 9 de Diciembre de 1531, cuando Juan Diego pasaba por el Cerro del
Tepeyac para llegar a Tlatelolco, escuchó el canto de muchos pájaros y una voz
que le decía: "Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?".
Al voltear Juan Diego vio una Señora muy hermosa.
La Señora le dijo: "Yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del
verdadero Dios. He venido hasta aquí para decirte que quiero que se me
construya un templo aquí, para mostrar y dar mi amor y auxilio a todos
ustedes".
La Virgen le dijo a Juan Diego que fuera a ver al Obispo y le contara lo que
Ella le había dicho.
Juan Diego salió de la casa del Obispo muy triste porque no le creyó. Entonces
fue al Cerro del Tepeyac a pedirle a la Virgen que mejor mandara a un hombre
más importante porque a él no le creían.
La Señora le dijo a Juan Diego que volviera el domingo a casa del Obispo. Esta
vez, el Obispo le dijo que le trajera una señal, es decir, una prueba de que la
Señora de verdad era la Virgen.
Juan Diego no pudo ir al día siguiente al Tepeyac, pues su tío Bernardino se
puso muy enfermo y fue por un médico. Fue hasta el martes, cuando al pasar por
el cerro para ir por un sacerdote que confesara a su tío, se le apareció la
Virgen y le dijo: "Juanito, Juan Dieguito; ¿No estoy yo aquí que soy tu
madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿Por qué te preocupas?”. Después, le hizo
saber que su tío ya estaba curado y le pidió que subiera a la punta del cerro a
cortar unas rosas y las guardara en su ayate. Juan Diego se sorprendió de
aquella orden, pues era invierno y no era tiempo de rosas. Sin embargo,
obedeció y encontró las rosas tal como la Virgen le había dicho. Se las llevó y
Ella le dijo: "Hijo mío, el más pequeño, estas rosas serán la prueba que llevarás
al obispo".
Juan Diego fue de nuevo a ver al Obispo y le dijo que la Virgen le había
mandado la prueba de que Ella era realmente la Virgen.
Al soltar su ayate, las rosas cayeron al suelo y apareció dibujada en la tela
la preciosa imagen de la Virgen de Guadalupe.
Fue entonces cuando el Obispo creyó que la Virgen quería que le construyeran en
ese lugar un templo.
El ayate permaneció un tiempo en la capilla del Obispo Fray Juan de Zumárraga.
El 26 de diciembre de 1531 lo trasladaron a una ermita construida al pie del
Tepeyac.
· En 1754, Benedicto XIV nombró a al Virgen de
Guadalupe patrona de la Nueva España, desde Arizona hasta Costa Rica.
· El 12 de octubre de 1895 se llevó a cabo la
coronación pontificia de la imagen, concedida por León XIII.
· En 1904, San Pío X elevó el santuario de
México a la categoría de Basílica y en 1910 proclamó a la Virgen de Guadalupe,
Patrona de toda América Latina.
· En 1945, Pío XII le dio el título de la
Emperatriz de América. El 12 de Octubre de 1976 se inauguró la nueva Basílica
de Guadalupe.
Miles
de personas de México y del mundo entero, visitan cada año la Basílica de
Guadalupe, en donde está la hermosa pintura que la Virgen pintó a Juan Diego en
su ayate para pedirle a Nuestra Madre su amor, su protección y su ayuda.
Las peregrinaciones no sólo se llevan a cabo en México, las hay en todos los
países del mundo a diferentes templos. Algunas personas van de rodillas, porque
le hacen una promesa a la Virgen cuando le piden un favor. En las
peregrinaciones, la gente va haciendo oración, sacrificios y cantando. Muchas
veces, las peregrinaciones vienen de muy lejos y se tardan varios días en
llegar a darle gracias a la Virgen por algún milagro o favor que les concedió.
El amor a la Virgen es lo que mueve a todas estas personas a irla a visitar
desde su ciudad.
En las peregrinaciones, las personas suelen llevar estandartes con la imagen de
la Virgen y mantas donde escriben el nombre de su pueblo, de su familia, de su
empresa.
Oración a la Virgen de Guadalupe
Préstame Madre tus ojos, para con ellos poder mirar, porque si con ellos miro,
nunca volveré a pecar.
Préstame Madre tus labios, para con ellos rezar, porque si con ellos rezo,
Jesús me podrá escuchar.
Préstame Madre tu lengua, para poder comulgar,
pues es tu lengua patena de amor y santidad.
Préstame Madre tus brazos, para poder trabajar, que así rendirá el trabajo una
y mil veces más.
Préstame Madre tu manto, para cubrir mi maldad, pues cubierta con tu manto al
Cielo he de llegar.
Préstame Madre a tu Hijo, para poder yo amar.
Si tu me das a Jesús, qué más puedo yo desear
y ésta será mi dicha por toda la eternidad.
Amén.
Canciones guadalupanas
La Guadalupana
Desde el Cielo, una hermosa mañana (bis)
La Guadalupana (tres veces)bajó al Tepeyac.
Suplicante juntaba sus manos (bis)y eran mexicanos (tres veces) su porte y su
faz.
Su llegada llenó de alegría (bis)
De luz y armonía (tres veces) el Anáhuac.
Junto al monte pasaba Juan Diego (bis)
Y acercóse luego (tres veces) al oír cantar.
A Juan Diego la Virgen le dijo (bis)este cerro elijo (tres veces) para hacer mi
altar.
Y en la tilma entre rosas pintada (bis)Su imagen amada (tres veces)se dignó
dejar.
Desde entonces para el mexicano (bis)Ser guadalupano (tres veces) es algo
esencial.En sus penas se postra de hinojos (bis)Y eleva sus ojos (tres
veces)hacia el Tepeyac.
Himno a la Virgen de Guadalupe
Mexicanos volad presurosos del pendón de la Virgen en pos, y en la lucha
saldréis victoriosos defendiendo a la patria y a Dios.
De la santa montaña en la cumbre apareció como un astro María ahuyentando con
plácida lumbrelas tinieblas de la idolatría.
Es patrona del indio, su mantoal Anáhuac protege y da gloria; elevad mexicanos
el canto,alabanza y eterna victoria.
En Dolores brilló refulgente cual bandera su imagen sagrada dando arrojo al
patriota insurgente y tomando invencible su espada.
Siempre así lucirá; invasores hollar quieren Anáhuac la tierra flameará
nuevamente en la guerra.
En redor de esa enseña brill ante todo el pueblo luchará, volará,y por siempre
en las lides triunfantecon arrojo sacarlas habrá.
Rosario a la Virgen Guadalupana
En estos misterios se medita en las apariciones de la Virgen de Guadalupe. Al
iniciar cada misterio, se lee el pasaje y se hace la petición, se reza un
Padrenuestro, 10 Avemarías y un Gloria y al final, se canta alguna estrofa de
las canciones propias de la Virgen de Guadalupe.
Primer Misterio: La Virgen de Guadalupe trae un mensaje de paz a su
pueblo.
“Sabe y ten entendido, tú, el más pequeño de mis hijos, que soy yo la siempre
Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive; del Creador, en
quien está todo; y es Señor del cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me
erija aquí un templo para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio
y defensa, pues yo soy su piadosa Madre”.
Pedir a la Virgen María por todos aquellos que no la conocen y no la valoran
como su Madre.
Segundo Misterio: Juan Diego comparte a la Virgen su humildad y su
pequeñez a los ojos de los hombres.
“Te ruego encarecidamente, Señora y niña mía, que alguno de los principales,
conocido, respetado y estimado, le encargues que lleve tu mensaje para que le
crean, porque yo soy un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de
tablas, soy cola, soy hoja, soy gente menuda.”
Pedir a la Virgen que nos ayude a darnos cuenta del valor de la humildad y la
sencillez de corazón.
Tercer Misterio: María de Guadalupe escogió a Juan Diego por su
sencillez y no por su sabiduría.
“Oye hijo mío, el más pequeño, ten entendido que son muchos mis servidores y
mensajeros a quienes puedo encargar que lleven mi mensaje y hagan mi voluntad,
pero es de todo punto preciso que tú mismo solicites y ayudes y con tu
mediación, que se haga mi voluntad”.
Pedir a la Virgen que nos ayude a saber transmitir la palabra de Cristo a los
demás.
Cuarto Misterio: La Virgen María cura a Juan Bernardino como signo de
que quiere salud y felicidad para su pueblo.
“Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y
aflige; no se turbe tu corazón; no temas a esa enfermedad ni alguna otra
angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy
yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester? No te
apene ni te inquiete otra cosa, no te aflija la enfermedad de tu tío, que no
morirá ahora de ella. Está seguro de que ya sanó".
Pedir a la Virgen que, como Juan Diego, sepamos acompañar en la enfermedad, la
angustia y el dolor a los que están cerca de nosotros.
Quinto Misterio: María nos deja su imagen para recordarnos su ternura,
su amor y su constante protección.
Juan Diego trajo a la Señora del Cielo las diferentes rosas que fue a cortar;
las que, así como las vio, cogió con sus manos y otra vez se las echó en el
regazo diciendo: “Hijo mío, el más pequeño, esta diversidad de rosas es la
prueba y señal que llevarás al obispo, le dirás en mi nombre que vea en ella mi
voluntad y que él tiene que cumplirla. Tú eres mi embajador, muy digno de
confianza.”
Pedir a la Virgen que, como Ella, sepamos escuchar y ayudar a nuestros hermanos