"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

domingo, 9 de septiembre de 2012

Apoteósico el triunfo de "Arboles Muertos" en Badajoz.

En la noche del día ocho de Septiembre, ayer, actuaron en Badajoz y en el marco incomparable de La Terraza del López de Ayala El grupo Pacense los Play Boys y el extremeño Arboles Muertos.



Con lluvia amenazando a la suspensión de ambas actuaciones, al final pudo llevarse a cabo la misma para disfrute del publico asistente.
Fuentes de la mayor solvencia que desde el vecino país, Portugal, se desplazaron a Badajoz,  para ver sobre todo la actuación de Arboles Muertos, al ser esta la primera vez que hacían en esta ciudad,  no dudan en afirmar el rotundo y clamoroso éxito cosechado por este grupo, según las mismas fuentes, Arboles Muertos hace una música excepcional de muy alto nivel y que todos sus componentes estuvieron a la misma altura. Demuestra esta formación, haber pisado mas de un escenario, por lo que no dudan en considerar que la plaza de Badajoz fue tomada ayer por Arboles Muertos.
Dada la inmediatez que se trasmite esta noticia, publico un video de una actuación antigua.

Cabe tambien destacar de este grupo, la alida de su trabajo discografico "De Vuelta, que saldra a la luz a finales de este mismo mes y esta es su portada.

QUIÉN TIENE UN AMIGO, TIENE UN TESORO

Un amigo que es desde siempre y para siempre. Sabe transformar el juicio en perdón, la culpabilidad en inocencia, el sufrimiento en amor.
Distraigo su atención sólo para compartir con ustedes algo que viví hace poco.

Yo no sé porqué desde hace mucho tiempo escucho que el mejor amigo del hombre es el perro. Yo tenía uno y la verdad es que nunca lo percibí como a un amigo.


Cuando la vida arrecia fuerte, los problemas pesan mucho y las lágrimas surgen en lo más íntimo del corazón, se apetece la compañía de un amigo y se entiende mejor aquello que dice la Sagrada Escritura "quién tiene un amigo, tiene un tesoro"

Recientemente tuve el gozo (y digo bien, ¡gozo!) de atender espiritualmente a personas cuyas vidas no son un poema de amor, que conocen en carne propia el sabor de la derrota y el aroma del fracaso en sus múltiples variedades de dolor y desesperación.

Aquí lo fácil es juzgar y condenar, señalar con el dedo y alegrarnos nosotros de no ser así, de haber tenido mejor suerte.

A un amigo se le reconoce cuando lo necesitamos, cuando requerimos de un consejo, cuando nos hace falta que alguien nos escuche y comprenda.

En esas personas, después de conocer sus vidas y las heridas que laceraban sus almas, su fondo y la amargura de su dolor, vi de pronto brillar una esperanza. Habían encontrado, sorpresivamente, al mejor amigo.

Un amigo que es desde siempre y para siempre. Un amigo que sabe transformar el juicio en perdón, el pecado en pureza, la culpabilidad en inocencia, el sufrimiento en amor.

Uno de ellos me preguntó si el Cielo todavía era para él... Coloqué una imagen de ese amigo con el rostro agonizante en la mesa, comentamos juntos lo hizo por cada uno de nosotros y no fue necesaria otra respuesta. Gran hallazgo, ese amigo también había creado el Cielo para ellos, y diría más, pensando en ellos.

¡Cuánto nos hace falta descubrir el amor!

Esas personas que les comento, descubrieron que precisamente, cuando sentimos que tocamos fondo en la vida, cuando ya no le encontramos gusto a las cosas, es ahí precisamente, cuando en nuestra conciencia resuena la voz del amigo que viene en nuestra ayuda.

Su voz es suave y si no queremos no la escuchamos porque no usa violencia alguna, nunca sale en la radio ni en la televisión. Sólo gusta hablarnos en lo íntimo de la conciencia.

El amigo que así habla no busca nunca su propio interés sino el nuestro, sabe de dolores ya que Él los vivió primero que nosotros en carne propia y le agrada curar nuestras heridas más profundas, aquellas que tantas veces no nos atrevemos a reconocer.

Para mí fue un privilegio estar con ellos y poder contemplar y ser testigo que Él está cuando otros ya no quieren saber nada y nos ofrece sinceramente su amistad y su perdón. Y después dicen algunos por ahí que es aburrido ser sacerdote...

A todos ellos les vi con el rostro distinto, más tarde, terminada la Misa, con paz en el corazón y con una ilusión renovada en la vida.

¡Habían encontrado al amigo de sus almas!, "nadie tiene amor mayor que el que da la vida por sus amigos"... nos enseñaba el Señor.

Por cierto, que no se me olvide decirles dónde vive ese amigo para que lo puedan encontrar (si así lo desean), vive en dos lugares a la vez: en el Cielo y en el Sagrario de la Capilla, en realidad los dos son lo mismo.

Desde allí, enseña a los que le visitan cómo cambiar en el dolor en esperanza, el olvido en amor, la propia cruz de cada día en vida eterna, porque precisamente es "el mejor amigo"


Que no nos engañen más con aquello de que el mejor amigo del hombre es el...
Autor: Jaime Bordons, L.C.

sábado, 8 de septiembre de 2012

MARÍA, LA VIRGEN TODA HERMOSA

María era y es preciosa. Sí, por dentro, pero también por fuera.
María era y es preciosa. Sí, por dentro, pero también por fuera (recalco esto último). Tenía que serlo. Lo demuestro con un simple silogismo. A Dios corresponden todas las perfecciones en grado sumo. Tener buen gusto estético es una perfección. Por lo tanto, Dios es el que tiene buen gusto en grado sumo. Y siendo así ¿cómo no iba a poner en juego esa cualidad a la hora de escoger nada menos que a su misma Madre? San Bernardo tiene al respecto una expresión muy acertada: “El Creador del hombre, al hacerse hombre, naciendo en la raza humana, debió elegir, o mejor dicho, formar para sí entre todas, una madre tal que fuese digna de Él y de su pleno agrado”.

Casi siempre, al reflexionar sobre la hermosura de María, nos quedamos en la consideración de sus virtudes humanas o espirituales. Y no está mal, desde luego. Pero muy pocas veces ponderamos su belleza física. Si es verdad que Dios, cuando pensó y creó a María, lo hizo adornándola de las más excelsas virtudes en lo humano y en lo espiritual, también lo es que no pudo olvidarse de poner en Ella las más apropiadas cualidades corporales.

María era y es guapa, muy guapa. Y no tiene que darnos pena ni corte decirlo y decírselo a Ella también con frecuencia (aunque le saquemos los colores allá en el cielo...). Y si se sonroja, podemos preguntarle con el poeta Diego Cortés: “¿Por qué va cubriendo / tu frente el rubor, / si más pura eres / y hermosa que el sol?”

San Antonio, en su Itinerarium, hace la observación, confirmada por muchos, de que las mujeres de Nazaret, altas, morenas, bien proporcionadas, son, aún hoy día, las mujeres más bellas de oriente. Y él lo atribuye a un privilegio alcanzado para ellas por la Virgen María. Nosotros sabemos que fue más bien predestinación del Señor que quiso prepararse como Madre a la más bella de las hijas de Israel.

María, la toda hermosa, la enteramente hermosa. Nada feo había en Ella. Nada. Ni en su alma ni en su cuerpo. Por lo menos a los ojos de Dios. El mismo arcángel Gabriel lo dijo claramente en su anuncio: “has hallado gracia delante de Dios”; es decir, le has encantado a Dios, le has cautivado con la belleza que Él puso en ti. El mismo Diego Cortés lo expresaba así: “Placer inefable / al punto que vio / tu rostro gracioso / el cielo gozó”. Y no somos quién ninguno de nosotros para contradecir los gustos de Dios en algo tan delicado como el aspecto interior y exterior de su misma Madre...

Una mujer humilde, pobre, silenciosa, pura, alegre, creyente, trabajadora, hecha al dolor y rebosante de amor. Pequeñas pinceladas pero que ya de por sí dejan entrever, como en bosquejo, una espléndida obra de arte. ¡Qué magnífica mujer! “María inigualable, hermosa si mancha, porque es toda hermosa”, decía San Ambrosio.

La hermosura de María no puede agotarse en un libro, ni en un cuadro, ni en una escultura por geniales que sean sus autores. Es un dechado de belleza que excede la pluma más cultivada, el pincel más delicado o el más diestro cincel. No es obra humana (aunque Ella tuvo su buena parte en el cultivo de algunas de sus virtudes), sino en mucho directamente divina. En palabras de San Luis M. Grignion de Montfort: “María es el paraíso de Dios, su mundo inefable... Dios ha creado un mundo para sí mismo y lo ha llamado María”.

Sólo Dios pudo llenar un alma de gracia con la plenitud con la que llenó a María. Sólo Él pudo preservarla inmaculada desde su concepción. Y lo hizo sólo con Ella. Predilección sin parangón de parte de Dios para con Ella. Hermosura sin par la de María. Ella es, con expresiones de Pablo VI, “el espejo nítido y sagrado de la infinita Belleza, la semblanza divina en rostro humano, la Belleza invisible en figura corpórea”.

Podemos presumir, y con toda razón, de la Madre que tenemos en el cielo. No es para menos. Hemos de sentirnos orgullos de ser hijos de una madre tal. No deberíamos cansarnos de contemplarla y admirarla; su belleza es inagotable. No deberíamos cesar de cantar sus glorias y cubrirla de piropos. Hemos de proclamarla siempre dichosa, alegrándonos con Ella por las maravillas que Dios obró en su favor.

Con una Madre así, no es poca nuestra responsabilidad de ser sus buenos hijos. Es todo un reto el parecernos a Ella imitando las virtudes que ornamentaron su vida. Sería estupendo que se pudiera decir de cada uno de nosotros: este ha salido a su madre... Porque es humilde, sencillo, pobre, sacrificado, discreto, puro, alegre, creyente y rebosante de amor hecho obras como lo fue Ella.
Autor: P. Marcelino de Andrés.

viernes, 7 de septiembre de 2012

¿ME ESTOY HACIENDO VIEJO?

¿ME ESTOY HACIENDO VIEJO?
¡Cuántos personajes, cuántos seres queridos, de repente, han comenzado a desfilar en la pantalla de mi corazón!
Revisando algunos cajones, he dado con este pensamiento. En la misma página aparecía un abuelo fumando en pipa. De sus frente cuelgan los años en arrugas. Su mirada es cansina, pero segura. Por momentos me parecía el protagonista de “El viejo y el mar”.

No me he podido resistir y he soltado en mi interior las palomas de los recuerdos. ¡Cuántos personajes, cuántos seres queridos, de repente, han comenzado a desfilar en la pantalla de mi corazón! Y es que me parece un canto a la juventud fresca de nuestros mayores. Léelo despacio, con bastón, si lo necesitas. Percibirás una mirada más profunda, más luminosa de esa etapa final de la existencia terrestre. Son líneas de ilusión y de esperanza.


Me dicen que me estoy
haciendo viejo:
les diré que no es así.
La “casa” en que vivo,
ya sé, se está
deteriorando.
Eso ya lo sé.
Es que hace mucho
tiempo que la habito.
Ha pasado conmigo
muchas tormentas.
Ya está algo débil.

El techo está
cambiando de color.
Las ventanas ya están
un poco empañadas:
ya no se ve bien
hacia afuera.
Las paredes se sienten
débiles, quebradizas:
es que los cimientos ya
no están tan sólidos
como hace unos
cuantos años.
Mi “morada” se ha
vuelto temblorosa,
la estremecen el frío
del invierno, las noches
sin sueño.

Siento que estoy en
plena juventud,
ya que la Eternidad está
a un paso de mí,
una vida llena de vida,
sin posibilidad
de tristezas que
envejecen,
sin ausencias que nos
sacan canas,
sin dolor que atenta
contra la verticalidad
de nuestra existencia.

La Eternidad está a un
paso de mí.
Sin embargo mi “casa”
no soy todo yo.
Mis años, transcurridos
velozmente,
no me pueden hacer
viejo a mí,
alma siempre joven,
lozana y alegre.

Una inacabable vida de
gozo y de verdad.
Yo viviré allá
para siempre,
amando sin temor
de perder el Amor.
Y el Amor es la Vida:
¡que siga la vida!

¿Y decían que me
estoy haciendo viejo?
El que habita en mi
pequeña “casa”
está joven, lleno de luz
y de alegría,
principiando
justamente una vida
que durará, durará,
durará...
Ustedes solamente me ven
por fuera
y me repiten lo que
todos dicen:
anciano arrugado,
cabizbajo, trémulo,
lento...

Parece que se terminan
los horizontes.
No confundan mi
“casa” con lo que soy yo,
conmigo:
un nuevo amanecer,
horizonte con luz
indeficiente,
cielo de azul
indeclinable.
¡Que siga la vida!

¿Todavía dicen que me
estoy haciendo viejo?
Autor: Marcelino de Andrés, L. C. y Juan Pablo Ledesma, L. C.

jueves, 6 de septiembre de 2012

CAE LA TARDE, SEÑOR, Y YO ME ACUERDO DE TI...

Vengo ante ti, Señor, que estás solo, siempre esperando, quiero ser tu compañía, y yo necesito la tuya. ¡Cómo te necesito, Señor!
Cae la tarde, Señor, y yo me acuerdo de ti...

Hoy me he sentido especialmente sola. El mundo se agita, corre, sueña, baila, grita, ríe, llora, canta, hay dolor, hay alegría ... pero nada de eso hay en mí, solo la soledad es mi compañera y la tarde se va en un crepúsculo de suave luz... y yo, Señor, me acuerdo de ti.

Vengo ante ti, Señor, que también estás solo, siempre esperando, y quiero ser tu compañía, pero yo necesito la tuya, ¡cómo te necesito, Señor!

Quédate conmigo porque tu eres mi luz y sin ti estoy en tinieblas.

Quédate conmigo, Jesús, porque necesito sentir tu presencia para no olvidarte porque ya ves con cuánta frecuencia te abandono.

Quédate , Señor, conmigo, porque se hace tarde y se vienen las sombras, es decir, se pasa la vida, se acerca la cuenta, la eternidad y es preciso que redoble mis días, mis esfuerzos y que no me detenga en el camino de la oración y de dar más amor... por eso te necesito.

En mi vida se está haciendo tarde, Señor, viene la noche, las tentaciones, sequedades, penas y cruces... y te necesito ¡oh, mi buen Jesús!.

Quédate conmigo porque soy muy débil y necesito de tu fuerza para no caer tantas veces.

Quédate Señor conmigo, porque deseo amarte mucho y con ese mismo amor, amar a mis semejantes.

Quédate, quédate conmigo para no sentir mi soledad, porque tengo frío y a veces todo me da miedo. Necesito tu presencia para sentir el calor de tu amor y tu mirada, la caricia de tus manos cuando lloro...tu dulce sonrisa que me da ánimo para seguir...

Quédate, Señor conmigo, porque Tu solo sabes dar amor, porque solo Tu tienes palabras de vida eterna y nos dices que quien en Ti cree, no muere: Yo soy la luz, la Verdad, el Camino y la Vida.

Soy como un pobre mendigo que implora una limosna, pero limosna de amor, esa que Tu sabes dar con tanta dulzura, con tanta plenitud, sin fijarte en lo poco que valgo, en lo poco que soy y en lo mal que se corresponder a tu gran amor. No tomes en cuenta esto y ¡quédate conmigo, te necesito tanto, oh, Señor!.

Ya se que en tu soledad del Sagrario un día soñaste con este encuentro y siempre me estabas esperando. Pues bien, Señor, aquí estoy, por fin, llegué cansada y triste, Tu lo sabes bien, pero al sentir tu presencia y tu compañía, todo cambió. Una suave serenidad arropa mi alma y el calor y la seguridad de tu amor me hacen mirar de frente a la vida.

¡Gracias mi Jesús Sacramentado!
Autor: Ma Esther De Ariño

miércoles, 5 de septiembre de 2012

CUANDO LA RAÍZ ES EL AMOR Y LA FE

CUANDO LA RAÍZ ES EL AMOR Y LA FE
Lo que nos mantiene firmes en los momentos difíciles, no son las apariencias, sino lo que está oculto en las raíces, dentro de tu corazón.
El hombre hoy se jacta de su belleza física y gasta dinero e invierte tiempo en mantenerse por fuera en perfecto estado, con una figura esbelta cuidada a base de dietas, pastillitas e idas al gimnasio; son horas tras horas que se dedica a engrandecer su figura, minutos y minutos que detrás de un espejo se contempla airoso y lleno de orgullo y algo de vanidad.

Y para variar, luego lo va exponiendo sin reparos ni pudor.. Para muchos, la vida se ha reducido sólo a ello, pero sabemos que todo no termina aquí, la vida nos enseña que las tormentas se superan cuando la casa se ha edificado sobre roca y no sirve de nada una mansión hermosísima por fuera si no tiene los fundamentos capaces de superar los fuertes vientos y las constantes lluvias. Por eso, antes de mirarte al espejo y verte con tu figura como dios o diosa griega, piensa si tienes los fundamentos que te aseguran la verdadera felicidad. Ama y haz lo que quieras decía San Agustín, es decir, comprométete, sacrifícate, sé fiel, cree en Dios y hunde profundamente tus raíces en el Ser y no en el tener ni el aparecer.

Cerca de un arroyo de aguas frescas, había un pequeño bosque. Los árboles eran muy variados.

Todos gastaban las energías en ser más altos y grandes, con muchas flores y perfumes, pero quedaban débiles y tenían poca fuerza para echar raíz.

En cambio, un laurel dijo:

"Yo, mejor, voy a invertir mi savia en tener una buena raíz: así creceré y podré dar mis hojas a todos los que me necesiten".

Los otros árboles estaban muy orgullosos de ser bellos; ¡en ningún lado había tantos colores y perfumes! Y no dejaban de admirarse y de hablar de los encantos de unos y otros, y así, todo el tiempo, mirándose y riéndose de los demás.

El laurel sufría a cada instante esas burlas.

Se reían de él, señoreando sus flores y perfumes, meneando el abundante follaje.

"¡Laurel!...le decían, - ¿para qué quieres tanta raíz? Mira, a nosotros todos nos alaban porque tenemos poca raíz y mucha belleza. ¡Deja de pensar en los demás! ¡Preocúpate solo de ti!"

Pero el laurel estaba convencido de lo contrario; deseaba amar a los demás y por eso tenía raíces fuertes.

Un buen día vino una gran tormenta, y sacudió, sopló y resopló sobre el bosque.

Los árboles más grandes, que tenían un ramaje inmenso, se vieron tan fuertemente golpeados, que por más que gritaban no pudieron evitar que el viento los volteara.

En cambio, el pequeño laurel, como tenía pocas ramas y mucha raíz, apenas si perdió unas cuantas hojas. Entonces todos comprendieron que:

LO QUE NOS MANTIENE FIRMES EN LOS MOMENTOS DIFÍCILES, NO SON LAS APARIENCIAS, SINO LO QUE ESTÁ OCULTO EN LAS RAÍCES, DENTRO DE TU CORAZÓN... ALLÍ... EN TU ALMA... Y ESO SE LLAMA AMOR Y FE.
Autor: P. Dennis Doren L.C.

martes, 4 de septiembre de 2012

(Parte1) La Siberia Extremeña (Badajoz): Garbayuela, Siruela y Talarrubias

(Parte 2) La Siberia Extremeña (Badajoz): Garbayuela, Siruela y Talarrubias (Puerto Peña)

¿CÓMO ORAR CUANDO ALGUIEN TE HACE SUFRIR?

Al rezar por quienes te hacen sufrir, te das la oportunidad de desahogarte y de hacerlo con quien es todopoderoso y puede remediar las cosas.

Hay personas que nos hacen sufrir. Sabiéndolo o no, queriéndolo o no, pero nos hacen pasar malos ratos. Nos duelen sus palabras hirientes, sus actitudes humillantes, sus tratos despóticos, su falta de responsabilidad, sus infidelidades, sus prontos temperamentales, sus olvidos y negligencias...

Ante personas así podemos reaccionar siendo con ellos de la misma manera que sonellos con nosotros: "para que se enteren", "para que vean lo que se siente". O bien podemos enfrentarlos, decirles sus verdades y ponerles un alto. O incluso evadir el problema ignorándolo y dejándolo a su suerte. Pero sabemos que estos recursos pocas veces funcionan.

Sin embargo, podemos también buscar el momento y las palabras más adecuadas para hacerle ver lo que está sucediendo. Podemos poner amor: "Donde no hay amor, pon amor y encontrarás amor" (San Juan de la Cruz). Y por fin, orar por ellos.
Orar por una persona querida es fácil, pero orar por una persona que te hace daño es difícil. Apenas lo traes a la memoria en la oración y se te retuerce el estómago. Y si llegas a formular una oración, lo más probable es que ésta sea para pedirle a Dios que lo parta un rayo, que le dé una buena lección o que lo cree de nuevo. Aún si te salen estos sentimientos, intenta de nuevo. Verás que la oración irá ablandando tu corazón, pues en la oración se hace presente el Espíritu de Dios que es amor, y Él, el Amor en persona, irá renovando tu corazón. Y te dirás: "pero de lo que se trataba era de que el otro cambiara". Sí, pero al orar por quien te hace sufrir te darás cuenta de que el primero que comienza a cambiar eres tú mismo.

Al rezar por quienes te hacen sufrir:

- Te das la oportunidad de desahogarte y de hacerlo con quien es todopoderoso y puede remediar las cosas. Desahogarse con Dios sana y libera. Poner en manos de Dios aquello que no puedes controlar ni remediar es de personas sensatas.

- Dios te hace ver que el rencor, la venganza, la falta de perdón, el resentimiento, el odio, no son virtudes cristianas, y que más bien debes aprender a ser como es Dios con nosotros: rico en misericordia, dispuesto aperdonarme siempre (aunque no lo merezca), tolerante, paciente, compasivo. “Perdónales, Padre, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34) “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. (Lc 23, 43)

- Rezas con coherencia y sinceridad el padrenuestro y le das a tu Padre celestial excusa suficiente para perdonarte. “Perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

- El Espíritu Santo comienza a modelar tu corazón conforme al Suyo. Verás que todo ese rencor que llevas dentro es veneno que intoxica, vinagre que amarga la vida, y que a medida que te purificas de él y lo suples con la miel de la caridad cristiana, la vida se te hace mucho más llevadera. Ya bastante mal te lo pasas con el sufrimiento que el otro te impone como para que lo amplifiques con el reflujo de tu propia amargura.

- Y no te quede la menor duda de que si rezas con fe y caridad por quienes tehacen sufrir, Dios actuará. No esperes resultados inmediatos, simplemente espera con absoluta confianza en que Dios obrará en el momento y de la manera que considere oportunas.

Tal vez te pueda servir esta oración de intercesión y sanación del P. Emiliano Tardif:

Padre de bondad, Padre de amor, te bendigo, te alabo y te doy gracias porque por amor nos diste a Jesús.

Gracias Padre porque a la luz de tu Espíritu
comprendemos que él es la luz, la verdad y el buen pastor, que ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia.

Hoy, Padre, quiero presentarte a este hijo(a). Tú lo(a) conoces por su nombre. Te lo(a) presento, Señor, para que Tú pongas tus ojos de Padre amoroso en su vida.

Tú conoces su corazón y conoces las heridas de su historia.
Tú conoces todo lo que él ha querido hacer y no ha hecho.
Conoces también lo que hizo o le hicieron lastimándolo.
Tú conoces sus limitaciones, errores y su pecado.

Conoces los traumas y complejos de su vida.
Hoy, Padre, te pedimos que por el amor que le tienes a tu Hijo, Jesucristo,derrames tu Santo Espíritu sobre este hermano(a) para que el calor de tu amor sanador, penetre en lo más íntimo de su corazón.

Tú que sanas los corazones destrozados y vendas las heridas, sana a este hermano, Padre.
Entra en ese corazón, Señor Jesús, como entraste en aquella casa donde estaban tus discípulos llenos de miedo. Tú te apareciste en medio de ellos y les dijiste: "paz a vosotros". Entra en este corazón y dale tu paz. Llénalo de amor.

Sabemos que el amor echa fuera el temor.
Pasa por su vida y sana su corazón.
Sabemos, Señor, que Tú lo haces siempre que te lo pedimos, y te lo estamos pidiendo con María, nuestra madre, la que estaba en las bodas de Caná cuando no había vino y Tú respondiste a su deseo, transformando el agua en vino.

Cambia su corazón y dale un corazón generoso, un corazón afable, un corazón bondadoso, dale un corazón nuevo.

Haz brotar, Señor, en este hermano(a) los frutos de tu presencia. Dale el fruto de tu Espíritu que es el amor, la paz y la alegría. Haz que venga sobre él el Espíritu de las bienaventuranzas, para que él pueda saborear y buscar a Dios cada día viviendo sin complejos ni traumas junto a su esposo(a), junto a su familia, junto a sus hermanos.

Te doy gracias, Padre, por lo que estás haciendo hoy en su vida.
Te damos gracias de todo corazón porque Tú nos sanas, porque tu nos liberas, porque Tú rompes las cadenas y nos das la libertad.

Gracias, Señor, porque somos templos de tu Espíritu y ese templo no se puede destruir porque es la Casa de Dios. Te damos gracias, Señor, por la fe. Gracias por el amor que has puesto en nuestros corazones.

¡Qué grande eres Señor!

Bendito y alabado seas, Señor
Autor: P Evaristo Sada LC.

lunes, 3 de septiembre de 2012

ANCLADO EN LA ESPERANZA

A veces quedamos anclados en el pasado, inmovilizados por la pena ante lo sucedido. Una y otra vez nos lamemos la herida.

Ocurrió. Cometí ese pecado que tanto daño me hizo. Falté a una promesa dada. No ayudé a un familiar que me necesitaba. Traicioné la confianza de un amigo. O, simplemente, fui víctima de los actos que otros cometieron con una malicia que me llena de rabia.

Ocurrió. A veces quedamos anclados en el pasado, inmovilizados por la pena ante lo sucedido. Una y otra vez nos lamemos la herida. La pena domina nuestras almas.

Vivir así, con la mirada puesta en los errores pasados, puede llevarnos hacia la apatía y la desgana, hacia tristezas enfermizas, hacia reproches continuos hacia otros o hacia uno mismo.

Tenemos, sin embargo, un presente en nuestras manos y un futuro abierto a mil posibilidades. Miradas de amigos y familiares me invitan a dar un paso hacia adelante, sin dejarme apresar por las arenas movedizas de un pasado que no puedo cambiar.

Incluso Dios mismo me mira con un afecto particular, intenso. Me busca para lavar mis faltas. Me invita a perdonar a quien me haya traicionado. Me lanza a edificar mi vida no desde lágrimas amargas sino desde una esperanza que viene de lo alto.

Necesito dejar de lado actitudes malsanas que me arrastran a la pereza. Sólo entonces empezaré a vivir anclado en la esperanza.

Amanece un nuevo día. Dios me renueva su amor de Padre y me regala su gracia. Tomado de su mano puedo emprender esta jornada con el deseo de dar mi tiempo, mis cualidades y mi corazón al servicio de quien necesita a su lado una mano amiga y llena de esperanza.
Autor: P. Fernando Pascual LC.