Todos, lejanos o cercanos, vamos hacia adelante, nos
acercamos, inexorablemente, a una meta común: el cielo.
En tren, en autobús, en coche, en avión o en barco,
viajamos juntos.
Desde que cruzamos la puerta, comenzamos a ser
compañeros de viaje. Quizá solo por unas horas, en ocasiones durante varios
días. Luego, cada uno seguirá su camino, hasta alcanzar la meta que esperaba.
Mientras dura el viaje, estamos juntos. Tal vez en
silencio, por respeto a los pensamientos del otro. Tal vez en una conversación
intrascendente, hablando del tiempo, del fútbol o del mal estado de las
carreteras. Tal vez, en un diálogo profundo, porque logramos conectar en un
interés común.
El tiempo no perdona. Llega la hora de separarnos. Si
el viaje ha permitido un encuentro feliz y fecundo, queda en el corazón algo de
tristeza. Quizá nos volveremos a ver más adelante, en una de esas misteriosas
casualidades de la vida. O tal vez hemos intercambiado teléfonos y mails,
deseosos de seguir nuestro diálogo.
¿Qué significó ese encuentro casual? ¿Fuimos simplemente
dos extraños que estaban juntos durante el viaje? ¿Había algo dentro de cada
uno que nos permitía compartir intereses, ideales, sueños, temores y
esperanzas?
Si alargamos la mirada, seremos capaces de reconocer
que somos compañeros de camino de cada ser humano. Algunos están lejos, a miles
de kilómetros de distancia. Otros están muy cerca, en el piso de arriba o de
abajo, aunque en ocasiones no sabemos sus nombres...
Todos, lejanos o cercanos, vamos hacia adelante, nos
acercamos, inexorablemente, a una meta común: la que inicia tras la muerte.
El camino hacia esa meta definitiva parece largo. Para
algunos, el final llega de modo inesperado. Para otros, se retrasa más de lo
que desearían. Para todos, esa meta nos une misteriosamente: al otro lado de
esa frontera descubriremos que en cada uno había un alma llamada a lo eterno,
hermanada, profundamente, con los demás seres humanos.
El viaje continúa, en este tren tranquilo o en ese
camión que nos marea con sus curvas. Tú y yo estamos de camino. Somos
compañeros, y es hermoso cuando logramos sintonizar en temas que deciden el
presente y el futuro: Dios, el amor, la verdad, la justicia, la misericordia,
la belleza de lo eterno...
Por: P. Fernando Pascual LC
No hay comentarios:
Publicar un comentario