Sembrando Esperanza II. Los caminos de Dios no siempre son fáciles, pero
Él buscará siempre el mejor bien en nuestra vida.
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El amor de Dios es el fundamento de la alegría cristiana. «Saber que Dios
no está lejos, sino cercano; que no es indiferente, sino compasivo; que no es
ajeno, sino un Padre misericordioso que nos sigue con cariño en el respeto de
nuestra libertad: este es motivo de una alegría profunda que las cambiantes
vicisitudes cotidianas no pueden arañar. De hecho, el Señor que "está
cerca" de nosotros, hasta el punto de hacerse hombre, viene a
infundirnos su alegría, la alegría de amar» (Juan Pablo II, 14 de diciembre
de 2003).
Sabemos por experiencia que los caminos de Dios no siempre son fáciles, muchas veces los queremos entender con la razón, con aquellas experiencias que tal vez hemos conocido, o incluso con cierta lógica o sentido común... pero la verdad es que Dios es un gran Maestro que no tiene comparaciones y buscará siempre el mejor bien en nuestra vida. Espero que esta historia nos ayude a comprender de una forma sencilla el efecto de las Dioscidencias: Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra duramente con su hijo. Un día el hijo le dijo: -¡Padre, que desgracia! Se nos ha ido el caballo. -¿Por qué le llamas desgracia? - respondió el padre- veremos lo que trae el tiempo... A los pocos días, el caballo regresó acompañado de otro caballo. -¡Padre, que suerte! - exclamó esta vez el muchacho -Nuestro caballo ha traído otro caballo. -¿Por qué le llamas suerte? - repuso el padre- Veamos qué nos trae el tiempo... En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no acostumbrado al jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo. El muchacho se quebró una pierna. -¡Padre, que desgracia! - exclamó ahora el muchacho -¡Me he quebrado la pierna! Y el padre retomando su experiencia y sabiduría, sentenció: -¿Por qué le llamas desgracia? Veamos lo que trae el tiempo... El muchacho no se convencía de la filosofía del padre, sino que gimoteaba en su cama. Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo. El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno. La moraleja de este antiguo consejo chino es que la vida da tantas vueltas, y es tan paradójico su desarrollo, que lo malo se hace bueno, lo bueno malo. Pero lo importante es saber que de todo ello Dios quiere sacar un bien. Lo mejor es esperar siempre el día de mañana, pero sobre todo, confiar en DIOS; porque todo sucede con un propósito positivo para nuestras vidas y para el plan infinito. Cómo no terminar con aquellas célebres estrofas de este poema de Santa Teresa de Ávila: Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene Nada le falta: Sólo Dios basta. Eleva el pensamiento, al cielo sube, por nada te acongojes, nada te turbe. A Jesucristo sigue con pecho grande, y, venga lo que venga, nada te espante. |
Autor: P. Dennis Doren LC
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