"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

domingo, 8 de junio de 2014

Carmen se nos ha ido.


Aun con la gran tristeza y el gran dolor de haber perdido a una gran amiga, solo hace un par de días, me gustaría poderle dedicar unas palabras para expresarle el gran cariño que siempre le he tenido y le tendré aun cuando a buen seguro ella lo apreciara desde el Cielo.

Carmen, como todos la conocíamos y la llamábamos,  ha sido una Gran Mujer, ejemplar en todas las facetas de su vida, como hija, como esposa, de  ese gran hombre también,  Guillermo, luego como Madre y aquí todos los epítetos son pocos para expresar su gran abnegación y entrega a sus cuatro hijos.

Carmen no escatimo esfuerzo como una gran esposa, pero tampoco lo escatimo y se desvivió siempre por sus cuatro hijos, lo daba todo por ellos como lo que siempre fue. “Una Madre Ejemplar”.

Como amiga era una mujer encantadora, alegre, sabiéndole sacar siempre algo bueno a cada cosa, siempre trasmitiendo cariño, bondad y sin darle valor a nada de lo que hacía.

Era eso, una Mujer sencilla, cargada de grandes valores y virtudes entre la que caben resaltar, su bondad, su comprensión, su honradez y ese afán de ayudar que siempre tuvo.

Sentía un gran cariño por los niños, teniendo una inagotable paciencia para con ellos, aún recuerdan con gran cariño mis hijos, casados ya y con hijos, los ratos que de niños pasaron en su casa, buscando siempre el cajón de las golosinas, que ella se encargaba de que siempre estuvieran repletos, luego con la llegada de sus nietos le vi volver a realizar la misma labor con ellos, lógicamente es otra faceta de su vida en la que destaca y es una ejemplar Abuela, siempre los niños para ella fueron algo especial.

Como amiga, podías contar siempre con ella y sus consejos eran siempre muy muy valiosos, dada la gran experiencia que tenia de la vida.

Mujer que sabía querer,  por lo que era también muy querida por todos, creo que nos guardaba a tantos en su Corazón, que este a veces le rengueaba un poco, pero para ella era igual, jamás la vi triste ni quejarse, su carácter era envidiable.

Desde que su corazón comenzó a flojear y sobre todo,  los últimos años de su vida, Carmen ha encontrado lo que tanto se merecía. El cuidado ejemplar que tanto sus hijos como su marido le han dispensado.

Destacando por encima de todo, los desvelos de sus dos Hijas Lola y Mamen, quienes no han escatimado esfuerzo y le han demostrado el infinito cariño que le tenían, hoy desde el Cielo se sentirá muy muy satisfecha y orgullosa de sus hijos.

Creo, que para todos los que hemos tenido el honor de conocerla y compartir con ella, muchos buenos y algunos malos momentos, en todos nosotros ha dejado una huella imborrable, por lo que perdurara hasta la hora de nuestra muerte.

Desde estas líneas y con el corazón casi como el tuyo, Carmen,  por el dolor de no tenerte junto a nosotros, pero por la fe que todos tenemos y   mirando hacia el Cielo, solo me resta decirte, gracias Carmen por todo cuanto nos has dado.

Quiero dirigir este escrito a sus Hijos, Nietos y muy en especial a su esposo Guillermo.

Para todos,  un gran abrazo.

Manolo

Oración al Espíritu Santo frente al Santísimo

Es el Espíritu Santo a quien tenemos que llamar y pedirle que siempre nos acompañe e ilumine en nuestro diario caminar.


Voy a empezar este diálogo con una invocación al Espíritu Santo:

"Oh, Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo. Inspírame ser siempre razonable en mi pensar, acertar lo que voy a decir, cuando me convienen hablar y cuando me conviene callar, ilumíname para escribir, impúlsame para actuar, que tengo que hacer para saber perdonar procurando tu mayor gloria y bien de las alma y mi propia santificación. ¡Espíritu Santo ilumina mi entendimiento y fortalece mi voluntad!. Amén"

Yo se que esta oración te agrada porque cuando te llegó el momento de partir hacia el Padre, tu corazón de hombre supo de la pena, de lo que es una despedida... Dejabas a tu Madre que tanto amabas....la dejaste al cuidado y protección de Juan, pero...."la dejabas".... a tus queridos amigos, a las personas que te seguían fieles y que tanto estimabas.

Por eso nuestra fe, nuestra religión es única y verdadera por ser revelada cuando dijiste: - "Si me amais guardareis mis mandamientos y yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito (abogado y consejero) para que esté con vosotros para siempre. Espíritu de verdad a quién el mundo no puede recibir porque no lo ve ni le conoce. Pero vosotros le conoceis porque mora en vosotros y en vosotros está". Juan 14, 15-17. 

Tu, Jesús, nos enseñaste esta gran verdad... ¡y qué poco pensamos en ella ! 

El Espíritu Santo que es el Espíritu de Dios, no tiene otro deseo que el que le llamemos, ¡ven Espíritu Santo! para venir en nuestra ayuda en medio de nuestras tristezas y desolaciones... 

¡Qué poca fe, Señor, perdónanos!

El es una fuente de gracias y de inspiraciones para llevarnos a obrar, en todos los momentos de nuestra vida con la seguridad de poder acertar en el seguimiento de la voluntad de Dios. Es la Tercera persona de la Santísima Trinidad. Es Dios de la misma sustancia divina que el Padre y el Hijo pero al mismo tiempo una Persona distinta de las otras dos, pero solo hay un Dios.

Y ese Dios-Padre por nadie fue hecho ni creado ni engendrado. El Hijo fue engendrado y se hizo hombre y es Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo porque es el AMOR de ambos. 

Y ese AMOR y ese ESPIRITU lleno de Dios es al que tenemos que llamar y pedirle que siempre nos acompañe e ilumine en nuestro diario caminar. En este diario vivir que siempre nos salen al paso diferentes alternativas y decisiones y muchas veces son tan importantes que dudamos ante ¿dónde estará lo correcto?. 

Oremos.

Vivamos esta gran maravilla de Dios que desea que nos acompañe el GRAN CONSOLADOR.

Salimos y dejamos tu sacramental presencia en el Sagrario reconfortados por esta reflexión de hoy donde has puesto en nuestro corazón la fortaleza y la paz de ese tu Gran Espíritu. 

¡Gracias, Jesús !

Autor: Ma Esther De Ariño

sábado, 7 de junio de 2014

LOS SUSPIROS DEL AIRE, DE MARÍA BOTE BOTE

Mi gran amiga María Bote Bote, de Almendralejo (Badajoz) presento ayer en su ciudad natal su nuevo libro.

Esta nueva obra “Los Suspiros del Aire” un poemario de una gran Poeta Extremeña con un título muy filosófico que denota la sensibilidad de la autora.

Pero honestamente, no me creo con capacidad, en el mundo de la poesía y el verso, como para hacer una valoración de la citada obra, pero si les recomiendo leer el tan precioso prólogo del citado libro, que lleva la firma de D.  José Iglesias Benítez y que hace una excelente presentación y valoración de esta obra.

Algo que me ha llegado a emocionar en este libro, es la dedicatoria de la autora a sus tres nietos, dedicatoria, que dice mucho de los  principios y virtudes de esta gran persona como es María Bote Bote.

Aquí les dejo la portada del citado libro, así como el pequeño flash de la biografía de la autora que incluye dicho libro.

Gracias amiga, y aquellos amantes de la poesía, no deben de despreciar la ocasión de leer tan bonita obra.

Que no pare esa pluma de deleitarnos con tus maravillosas obras.

Un gran abrazo.
Manuel Murillo.




Tienes que aliarte con el Espíritu Santo

¿Tú realmente estás trabajando acompañado de esa fuerza misteriosa, santificadora y vivificadora?


Cuando haces tú opción por la santidad tienes que convencerte que es algo, arduo, no fácil, algo difícil y costoso. Porque hay muchas almas que consideran que con unos ejercicios espirituales, con un retiro, con una buena dirección espiritual, una visita eucarística pueden ya lograr la santidad. ¡No! La santidad es algo difícil y costoso. ¿Por qué? Porque tenemos que luchar siempre por controlar nuestros instintos y nuestras pasiones que nos llevan en muchos casos por un camino lejano del camino de la santidad.


Debemos convencernos íntimamente de que solos no vamos a lograr en verdad y objetivamente y sin parodias llegar a la santidad, y que por lo tanto debemos aliarnos con plena conciencia con el Espíritu Santificador. Aquél que nos envió Jesucristo después de su muerte para enseñarnos, iluminarnos, mantenernos en la verdad, dulce huésped del alma, Maestro, artífice de santidad, sin Él no hay nada en el hombre. Así pues, tú tienes que ser aliado, amigo colaborador del que tiene que ser tu inspirador y tu fuerza. Has hecho tu opción tienes que luchar duro para lograrla y tienes que aliarte con alguien todavía más fuerte que tú y que tus pasiones, para lograr esa santidad. Tienes que aliarte con el Espíritu Santificador, el que Cristo te prometió que te enviaría después de subir a los cielos y que te mandó el día de Pentecostés. Ese Espíritu que late en todo el mundo, en toda la Iglesia, que late en todos los corazones que quieren darle cabida.



Tenlo pues, como aliado, como amigo, como colaborador. Hazlo alguien que cuenta para todo tu quehacer diario. Para todo: estudios, trabajo, juego, apostolado, relaciones humanas, vida interior. ¡Para todo! Sin excluir nada.



Hazte una pregunta: ¿tú realmente estás trabajando acompañado de esa fuerza misteriosa, santificadora y vivificadora que es la alianza y la unión con el Espíritu Santo, que habita en tu corazón por la gracia, que está dentro de ti por la gracia, con la Santísima Trinidad, con el padre y con el Hijo?



Realmente pregúntate: ¿tú trabajas aliado a Él? ¿Lo recuerdas? ¿Cuántas veces lo sientes en tu vida, en tus oraciones, en tus recreos, en el comedor, en todo tu tiempo? ¿Cuántas veces te percatas de que cuentas y estás con el Espíritu Santo santificador trabajando por lograr aquellos actos, que parecen intrascendentes, tu santificación personal?



Trabaja pues y haz todo esto con una gran confianza y estrecha unión con el "socio", con el que vas hacer la obra más importante de tu vida: la obra de tu santificación. No hay socio mejor ni amigo mejor.



Tú ya tiene un "socio" para poder santificarte. Tú tienes que trabajar con tu "socio" para poder santificarte. Tú tienes que trabajar con tu "socio" para preparar el mármol, la piedra, el material donde Él y tú van a esculpir la imagen viviente de nuestro Señor Jesucristo. Así es como tú desde la santidad y desde la amistad con el Espíritu Santo vas a lograr llegar a ser otro Cristo, un testimonio viviente del Evangelio. Así es como va a cumplirse en ti aquello de: que Cristo sea vuestra vida.

viernes, 6 de junio de 2014

¿Después de la Ascensión, qué?

¡No podemos quedarnos mirando al Cielo! Ahora nos toca a nosotros ser la voz de Jesús para alentar y consolar.

Después de la Ascensión ya no va a ser Jesús el que anuncie la Buena Nueva. Ahora nos toca a nosotros, sus discípulos, hacerlo. Los Sacerdotes predicando(sobre todo)con la palabra, los laicos predicando(sobre todo) con el ejemplo, los padres de familia predicando con la palabra y el ejemplo.

Después de la Ascensión ya no va a ser Jesús el que compadezca a los pobres y lo enfermos. Ahora nos toca a nosotros.

Después de la Ascensión ya no va a ser Jesús el que multiplique los panes y los pescados para alimentar a las multitudes. Esa es ahora nuestra tarea, multiplicando nuestros esfuerzos para dar de comer sino a las multitudes, por lo menos a los pobres que podamos. 

Después de la Ascensión ya no va a ser Jesús el que cuide a sus ovejas. Ahora nosotros tenemos que velar por ellas, especialmente por aquellas (el cónyuge, los hijos, los hermanos, los trabajadores) que Dios nos ha encomendado a cada uno. 

Después de la Ascensión a nosotros nos toca ser la voz de Jesús para alentar y consolar. Sus manos para tenderlas a todo el que necesite ayuda. Sus pies para llevarlo a donde no lo conocen. 

Después de la Ascensión:

¡No podemos quedarnos mirando al Cielo!

Autor: Karime Alle

jueves, 5 de junio de 2014

Los sentimientos que acompañaron a la Ascención

Los apóstoles pusieron su corazón en el cielo y siguieron trabajando en la tierra.

Vemos en Cristo, la alegría porque vuelve al Padre.

Ya durante su vida terrena nos dejó ver la ternura con que se dirigía a su Padre. En el momento de la cruz, sus primeras palabras se dirigen al su Padre. 

Ahora ese deseo de estar con su Padre se ve realizado, con qué seguridad dice. Me voy al Padre , lo tenía clavado en su corazón, de El venía y a El iba, esta es la aspiración que todo deberíamos tener. Está sentado a la derecha de Él. Yo también un día estaré cercano a mi Padre ¡Cuánto gozo colmará el corazón de Jesús!
Alegría porque cumplió su misión.

Jesús no iba al cielo con las manos vacías. En ellas iba un racimo de obras cumplidas por indicación de su Padre. El todo está cumplido brilla en sus labios. Su corazón no cabe de gozo. Es la alegría de cumplir con la voluntad de Dios. Y si hay alguien que lo ha hecho en la historia de la humanidad es Cristo.

Alegría porque se va del mundo y se queda en el mundo.

Todos queremos permanecer en el tiempo, queremos que los demás nos recuerden: sea por la casa que hicimos, los árboles que plantamos o la obra que iniciamos. Pero nunca podemos satisfacer este deseo, pues la muerte lo rompe abruptamente. Cristo, Dios y hombre, si lo pudo cumplir. Se ha ido al cielo y sin embargo sigue con nosotros. Sí, se ha quedado con nosotros a través de la Eucaristía, de sus sacramentos, del Espíritu Santo.

Sentimientos con que se quedan los discípulos.

Tristeza porque los dejaba Cristo.
Este sentimiento cambió muy rápido en la Iglesia, pues los apóstoles fueron descubriendo cómo Dios estaba con ellos a su lado. Su presencia era tal que los hizo pasar de unos cobardes a intrépidos por el Reino: todos murieron de forma cruenta.

Esto fue un sentimiento fugaz pues el texto nos recuerda que volvieron llenos de gozo. ¿Por qué? Por que han visto lo real que es la Ascensión. No es teoría. Es algo totalmente real. Esto los ha llenado de alegría.

Alegría, ilusión por el cielo.

Los apóstoles pusieron su corazón en el cielo y siguieron trabajando en la tierra. La alegría de ellos no era hueca. Este sentimiento se metió hasta la médula del cristianismo. Tanto que los cristianos sufrían todo porque tenían una gran alegría: irían al cielo. Para ello valía la pena sufrir cualquier cosa con tal de ganar el cielo. Aquí, en este sentimiento nacen los mártires de la Iglesia; en este sentimiento nacen los santos; y en este sentimiento debemos nacer nosotros.
Hoy tenemos que levantar los ojos al cielo y soñar con él: tenemos que darnos que vale la pena todo con tal de gozar de la total participación con el Padre

Certeza de que ya no estaban solos.
La tierra para los apóstoles viene a ser como el territorio donde Dios gobierna, por ello se saben dentro del territorio de su Señor. Esto los va a llenar de confianza y de alegría en su entrega, en su lucha.

 Autor: P. Dennis Doren LC

miércoles, 4 de junio de 2014

Dos mujeres excepcionales

¡Gracias María, porque visitas nuestras almas! ¡Gracias porque nos traes a Jesús, como se lo llevaste a Isabel!

La fiesta de La Visitación está llena de encantos, de un idilio, de una ternura inigualables. Dos mujeres encinta que se encuentran, que se saludan, que se llenan de Dios y de alegría. Las dos primas, María e Isabel, convertidas en mamás las dos milagrosamente, se nos llevan también a nosotros todos los cariños. 

Sólo María, después de la Ascensión del Señor en la Iglesia primitiva, pudo ser la fuente de esta información que hoy no sería capaz de presentar el reportero más avispado. Sin grabadoras ni cámaras de televisión, Lucas recogió los datos suministrados anteriormente por María, y en la visitación de María a Isabel nos ofrece una de las escenas más sublimes de toda la Biblia. 

- ¡Isabel! ¡Isabel! ¿Cómo estás, cómo te encuentro?... 

- Pero, María, ¿cómo vienes hasta aquí?... 

María se ha enterado del estado de Isabel por el Angel:

- Tu pariente Isabel, en su ancianidad, ha concebido un hijo, y ya está en su sexto mes la que siempre ha sido estéril, porque para Dios no hay nada imposible. 

Más de ciento veinte kilómetros separan Nazaret de Ain Karim. Pero María, audaz, valiente, sin complejos ni miedos ¡qué muchachita ésta, y vaya mujer liberada!, emprende el camino desde Galilea hasta la montaña de Judea. 

Isabel, nada más oír el saludo de su jovencita prima y antes de que ésta le comunique nada, se da cuenta de la maternidad de María, por iluminación del Espíritu Santo: 

- ¿Pero, cómo es esto? ¿Llevas en tu seno a mi Señor, y vienes hasta mí? ¡Si noto que hasta el niño que se encierra en mis entrañas está dando saltos de gozo con solo oír tu voz!

María recibe la primera bienaventuranza del Evangelio: 

- ¡Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá en ti todo lo que te ha dicho el Señor!

¡Hay que ver qué encuentro el de estas dos mujeres madres! La Liturgia de la Iglesia nos lo presenta hoy para que veamos lo que nos espera a nosotros en la próxima Navidad, que ya la tocamos con la mano. 

María nos trae al Hijo de Dios, hecho hombre en su seno bendito. 

Jesús se encuentra con nosotros para llenarnos de su Espíritu Santo, como a Isabel, como a Juan.

El Espíritu Santo nos llena de su alegría y de sus dones, porque donde entra el Espíritu de Dios no hay más que gozo, paz y vida divina y eterna.

Si nos ponemos a analizar este hecho de la visitación de María a Isabel, no sabemos por dónde empezar ni por donde acabar de tantas cosas como podemos decir, ya que se trata de una escena de riquezas inmensas. Igual nos habla de las dos naturalezas de Jesús, divina y humana, que de la mediación de María. Como nos dice también de la diligencia del apóstol, dispuesto a dar siempre ese Jesús que lleva dentro. 

¿Quién es el Jesús que María lleva en su seno? Dios, ciertamente. Isabel lo reconoce: - ¿Cómo viene a visitarme la madre de mi Señor?... Y El Señor, para un judío, era solamente Dios. 

¿Quién es el Jesús, hijo de María? Es hombre perfecto. Nacido de mujer, dirá San Pablo. Un Jesús hombre que tomará el pecho de la mamá como cualquier bebé. 

Un Jesús que jugará y enredará y será educado como cualquier otro niño. Un Jesús que se desarrollará joven bello y de prendas singulares, como nos dice el Evangelio, e irá creciendo en estatura, en conocimientos y en gracia y atractivos ante los hombres lo mismo que ante Dios. Un Jesús que amará como nosotros; que trabajará y se cansará y padecerá hambre y sed; que gozará y sufrirá como sus hermanos los hombres, y que llegará a morir verdaderamente como cualquiera de nosotros. 

¿Por medio de quién viene a nosotros este Jesús? Es la cosa tan evidente, que no necesita comentarios. Dios ha querido servirse de María, que ha dado su consentimiento consciente, libre y amorosamente al plan de Dios. 

Y María sigue realizando hoy su misión de darnos a Jesús lo mismo que hizo con Isabel y el Bautista o lo veremos pronto con los Magos. 

No va a ninguna parte María sin su Jesús. No se mete María con su amor y devoción en ningún alma sin meter bien dentro de ella al mismo Jesús. Venir a nosotros María o ir nosotros a María y no encontrarse con Jesús resulta un imposible. María, como Madre, es una Medianera natural entre Jesucristo y nosotros. De María aprendemos también una lección importante para nuestra vida cristiana. 

¿Podemos quedarnos para nosotros ese Jesús que llevamos dentro? ¿No tenemos obligación de darlo a los demás?...

Por la fe de Abraham empezó la Historia de la Salvación. Por la fe de María -¡Sí, que se cumpla en mí tu palabra!- se realizó definitivamente el plan de salvación trazado y prometido por Dios. María nos enseña a ser creyentes, a aceptar la Palabra, a decir siempre SÍ a Dios. 

¡María! ¡Gracias por tu fe! ¡Gracias, porque tu generosidad arrancó del seno de Dios a Nuestro Salvador el Señor Jesucristo! ¡Gracias, porque visitas nuestras almas! ¡Gracias porque nos traes a Jesús, como se lo llevaste a Isabel! ¡Gracias, porque con tu Jesús vives también en nuestros corazones!...

Autor: Pedro García, Misionero Claretiano.

martes, 3 de junio de 2014

ACABAR CON LA CORRUPCIÓN

Autor: Pablo Cabellos Llorente

         Todas las acepciones del verbo corromper indican maldad. La más suave quizá sea la situada por el DRAE  en primer lugar: alterar y trastrocar la forma de algo. Las restantes son peores: echar a perder, dañar, pudrir, sobornar, pervertir o seducir a alguien, estragar, viciar… Y así hasta oler mal que supongo se puede emplear en sentido real y figurado, aunque quizá sea más pestífero el figurado que el puro  hedor a carne podrida.

         No es infrecuente leer y hablar de corrupción política, económica, policial, de datos y hasta de jueces. Esa podredumbre es objeto de estudios variados, se establecen baremos de países o regiones más corruptos, pero el hecho es que está ahí, atravesando el ancho mundo y no parece que pongamos remedios eficaces, tal vez porque, sobre todo en los centros de poder, existen muchos intereses que impiden su extirpación. Hoy por ti, mañana, por mi. Hoy te encubro y disimulo  gritando, mañana me tapas y tú levantas la voz. Incluso sucede como en El Gatopardo, la conocida novela de Lampedusa, donde se lee que es preciso que todo cambie para que todo siga igual.

         Siempre se ha hablado de la posibilidad de que en un montón manzanas  sólo una putrefacta puede pudrirlas todas. Pero por lo que contemplamos a diario, parece dañado buena parte del montón o, al menos, en puntos esenciales de la vida pública o privada. Aunque confío en que no lleguemos al límite expresado por un taxista mexicano que apuntaba: oiga, aquí roban hasta los particulares. Sea como fuere, el tema de la corrupción es una lacra de ámbito universal, lo que, lejos de ser un consuelo, la torna aún más preocupante.

         La pregunta obvia es qué vamos a hacer para erradicarla sin emprender la gran movida para que todo siga igual. Es preciso ir al origen de lo que estraga esta sociedad nuestra. Y ese origen hay que buscarlo en el hombre mismo: en las desordenadas ambiciones personales, los excesos en la búsqueda de la propia excelencia, en la inmoderación personal para los gastos, la protesta porque deseo tener más aunque no haya de qué, el absentismo laboral injustificado, el jefe que únicamente busca resultados para salvar su pellejo, los negocios del sexo, los parados…; todo eso y más constituye la causa del trastrueque que observamos.

          Precisamos una reflexión seria y generosa para ahondar en la causa de los desvaríos humanos. Séneca afirmaba: ¿qué importa saber lo que es una recta si no se sabe lo que es la rectitud? Ésta interesa mucho porque importa el hombre, porque toda vida humana es una aventura extraordinaria que no podemos malograr por seducirla para que pierda su norte. En la obra “Cruzando el umbral de la esperanza”, Juan Pablo II afirmaba: la persona es un ser para el que la única dimensión adecuada es el amor. Somos justos en lo que respecta a una persona cuando la amamos. En este contexto, es evidente que corruptores y corrompidos no aman ni propician el amor salvo el desquiciado que se profesan a sí mismos.

         Indudablemente, escribo desde una mente cristiana, pero procuro hacerlo de modo que sea útil a una mayoría. El amor gobernado por la recta razón. Amar guarda poca relación con cifrar  la solución de nuestros problemas de corrupción en el apartamiento de los catecismos –modo grosero de referirse a algo inexistente- y un aborto con más capacidad de muertes. ¿Alguien piensa seriamente en amar a la gente de ese modo. ¿Alguien cree que seremos más humanos y juveniles cambiando el Crucificado por el Che Guevara, a quien la gente joven ya no conoce?

         El amor puede sanar muchas heridas en una humanidad rasgada por sobornos y otras perversiones. Amar es darse, es acoger la vida naciente y tener hospitalidad con quien la necesita. Amar es aceptar lo que otro nos da y hacerlo propio, como escribió Yepes Stork. Amar es respetar y reconocer la dignidad de todos, incluidos ancianos y no nacidos. Si educamos para el amor, elegiremos amorosamente, y eso hace distinta la elección. Amar es atender y comprender. También obedecer es amar, y buscar la concordia, actuar desinteresadamente, respetar las promesas, perpetuarse en un tiempo con ansia de eternidad.


         ¿No podríamos poner todos los medios en búsqueda de esa civilización del amor, que es lo más opuesto a la civilización de la podredumbre? Así la vida humana volvería a brillar con todo su esplendor aún con los errores nacidos de nuestras limitaciones. La vida sería esa aventura apasionante cantada por los poetas, celebrada por la música, inmortalizada en la pintura, reflejada en un cine moderno y atrayente, trabajada en los talleres y en las aulas. Una vida pletórica de vida, de personas con norte y brújula, un río de luz con la fuerza creativa del hombre, siempre capaz de lo mejor y de lo peor. Ha de cambiar todo para que nada siga igual,  para  despertarnos, como decía una canción italiana, con los ojos y el corazón de un niño que nunca puede traicionar.  Sólo veo realizable la poesía de la canción con los ojos de Dios.

domingo, 1 de junio de 2014

Los sentimientos que acompañaron a la Ascención


Los apóstoles pusieron su corazón en el cielo y siguieron trabajando en la tierra.

Vemos en Cristo, la alegría porque vuelve al Padre. 

Ya durante su vida terrena nos dejó ver la ternura con que se dirigía a su Padre. En el momento de la cruz, sus primeras palabras se dirigen al su Padre.

Ahora ese deseo de estar con su Padre se ve realizado, con qué seguridad dice. Me voy al Padre , lo tenía clavado en su corazón, de El venía y a El iba, esta es la aspiración que todo deberíamos tener. Está sentado a la derecha de Él. Yo también un día estaré cercano a mi Padre ¡Cuánto gozo colmará el corazón de Jesús! 
Alegría porque cumplió su misión. 

Jesús no iba al cielo con las manos vacías. En ellas iba un racimo de obras cumplidas por indicación de su Padre. Eltodo está cumplido brilla en sus labios. Su corazón no cabe de gozo. Es la alegría de cumplir con la voluntad de Dios. Y si hay alguien que lo ha hecho en la historia de la humanidad es Cristo. 

Alegría porque se va del mundo y se queda en el mundo. 

Todos queremos permanecer en el tiempo, queremos que los demás nos recuerden: sea por la casa que hicimos, los árboles que plantamos o la obra que iniciamos. Pero nunca podemos satisfacer este deseo, pues la muerte lo rompe abruptamente. Cristo, Dios y hombre, si lo pudo cumplir. Se ha ido al cielo y sin embargo sigue con nosotros. Sí, se ha quedado con nosotros a través de la Eucaristía, de sus sacramentos, del Espíritu Santo. 

Sentimientos con que se quedan los discípulos. 

Tristeza porque los dejaba Cristo. 
Este sentimiento cambió muy rápido en la Iglesia, pues los apóstoles fueron descubriendo cómo Dios estaba con ellos a su lado. Su presencia era tal que los hizo pasar de unos cobardes a intrépidos por el Reino: todos murieron de forma cruenta. 

Esto fue un sentimiento fugaz pues el texto nos recuerda que volvieron llenos de gozo. ¿Por qué? Por que han visto lo real que es la Ascensión. No es teoría. Es algo totalmente real. Esto los ha llenado de alegría. 

Alegría, ilusión por el cielo. 

Los apóstoles pusieron su corazón en el cielo y siguieron trabajando en la tierra. La alegría de ellos no era hueca. Este sentimiento se metió hasta la médula del cristianismo. Tanto que los cristianos sufrían todo porque tenían una gran alegría: irían al cielo. Para ello valía la pena sufrir cualquier cosa con tal de ganar el cielo. Aquí, en este sentimiento nacen los mártires de la Iglesia; en este sentimiento nacen los santos; y en este sentimiento debemos nacer nosotros.
Hoy tenemos que levantar los ojos al cielo y soñar con él: tenemos que darnos que vale la pena todo con tal de gozar de la total participación con el Padre 

Certeza de que ya no estaban solos. 
La tierra para los apóstoles viene a ser como el territorio donde Dios gobierna, por ello se saben dentro del territorio de su Señor. Esto los va a llenar de confianza y de alegría en su entrega, en su lucha. 

Autor: P. Dennis Doren LC

sábado, 31 de mayo de 2014

Hacia nuestra propia ascensión

Algún día nos encontraremos en el cielo, lo mismo que ahora estamos reunidos en la tierra.

¿Cómo está Cristo con nosotros, en nuestra tierra?

Cristo está presente. Cristo está aquí, en la tierra, con nosotros, y ya no nos abandonará jamás. Está presente en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía. Está presente en la comunidad cristiana. Está presente en nuestro corazón que es un templo de Cristo y del Dios Trino

La Ascensión del Señor, nos quiere revelar algo más que su presencia invisible en medio de nosotros. Nos revela cómo se va a acabar nuestro destino, nuestra vida terrenal. Creo que ésta es una pregunta que nos inquieta a todos. Y la fiesta de la Ascensión del Señor nos da la respuesta: nuestro final será una ascensión.

Algún día nos encontraremos en el cielo, lo mismo que ahora estamos reunidos en la tierra. Nuestra presencia en cada misa dominical, no hace más que prefigurar, anunciar y preparar esa gran asamblea final en torno al Señor. Al final de la misa la vida nos dispersará; pero será solo algo transitorio, hasta que llegue la hora de nuestra ascensión final.

Todo es transitorio: alegrías, tristezas, bienes...
Porque todo lo que pasa aquí abajo en esta tierra es transitorio. Cuántas veces nos desanimamos por cualquier contrariedad, cualquier sufrimiento y cruz, diciendo: no es posible que Dios exista y permita estas cosas; no es posible que Dios dirija nuestra vida y que la transforme de esta manera. Sí, es verdad que las cosas no nos resultan siempre fáciles. Pero esperemos, tengamos paciencia, no juzguemos hasta haber visto el final. Porque sabemos ya por experiencia que después de la Pasión y del Calvario viene siempre la Resurrección y la Ascensión.

Por eso, toda tristeza es transitoria. Somos desgraciados, pero solamente por un tiempo breve.

¿Por qué recé y no me escuchó Dios? Porque Dios se reserva el derecho de darme muchas cosas y mucho mejores que las que yo me atreví a pedirle.
¿Por qué sigo enfermo, sin fuerzas? Porque pronto quedaré curado para siempre.
¿Por qué tengo que lamentar la muerte de una persona querida?

¿O por qué la vida me separa de los únicos con quienes me gusta vivir? Porque pronto me encontraré reunido para siempre.

También la alegría, toda alegría de este mundo, es pasajera. Los hijos saben que no pueden tener siempre consigo a sus padres. Los padres saben también que no guardarán para siempre a sus pequeños. Y lo mismo la mujer a su marido, el marido a su mujer, y así todas las personas que se aman. No existe más que un solo lugar definitivo en el que nos juntaremos para siempre, y este sitio no está aquí abajo en esta tierra.

Lo mismo con nuestros bienes: No podemos llevarlos con nosotros: los perderemos todos. Algún día, nuestras manos se abrirán para entregarlos todo. Hoy todavía estamos a tiempo de abrirlas para ofrecerlos libremente. Porque todo lo que no ofrezcamos a Dios, lo vamos a perder.

Llevar el mundo a Dios. En todas las Misas, ofrecemos un poco de pan, un poco de vino - en representación de nosotros mismos, de nuestras vidas, de nuestros trabajos, de nuestros bienes. Y el sacerdote tomará todo esto y luego lo consagrará llevándolo al mundo de Dios.

Así en cada una de nuestras Misas, un poco de nuestro mundo pasa a formar parte del mundo del otro mundo.
En cada una de las Misas, tiene lugar la ascensión de un poco de tierra al cielo.
En cada una de las Misas, los cristianos, estamos invitados a elevarnos, a separarnos un poco de la tierra, a dar un paso hacia el mundo de Dios.

Preguntas para la reflexión

1. ¿He pensado en mi propia ascensión?
2. ¿Qué me costaría dejar hoy: mis bienes...?
3. ¿Vivo como si nunca fuera a dejar este mundo?

Autor: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Retiros y homilías del Padre Nicolás Schwizer