"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

domingo, 16 de diciembre de 2012

GANZOS EN LA NIEVE

Cuando creamos haber perdido el rumbo, volvamos los ojos a Él, que nos mostrarán el rumbo, que dará sentido a nuestra existencia.
Las calles se comienzan a vestir de fiesta, el ambiente comienza a notarse diferente, los vendedores aprovechan las instancias del momento para mejorar sus precios, adornar sus tiendas, y claro, vender todo lo que puedan. Se acerca Navidad, para nosotros cristianos tiene un sentido y valor únicos, recordar y hacer presente ese momento histórico en donde Dios nos visita con un rostro humano; Él decide, por amor, hacerse hombre y compartir 33 años con nosotros. Su paso fue breve, pero marcó indiscutiblemente un parte aguas en nuestras vidas, nos trajo el mensaje de amor, paz, bien y perdón a todos los hombres; ojalá a partir de este primer domingo de Adviento, nuestra carrera de preparación sea para el encuentro con Jesús, y que una vez más, nos esforcemos para darle a la Navidad el verdadero sentido.

Había una vez un hombre que no creía en Dios. No tenía reparos en decir lo que pensaba de la religión y de las festividades cristianas como la Navidad. Su mujer, en cambio, era creyente a pesar de los comentarios desdeñosos de su marido.

Una Nochebuena que estaba nevando, la mujer se disponía a llevar a sus hijos a la parroquia de la localidad agrícola donde vivían, le pidió al marido que los acompañara, pero se negó.

¡Qué tonterías! -argumentó- ¿Por qué Dios se iba a rebajar a la tierra adoptando la forma de hombre? ¡Qué ridiculez! Los niños y la esposa se marcharon, y él se quedó en casa. Un rato después, los vientos empezaron a soplar con mayor intensidad y se desató una ventisca. Observando por la ventana, todo lo que aquel hombre veí¬a era una cegadora tormenta de nieve y decidió relajarse sentado ante la chimenea. Al cabo de un rato, oyó un golpazo en la ventana, luego oyó un segundo golpe fuerte; miró hacia afuera, pero no logró ver más que a unos pocos metros de distancia. Cuando amainó la nevada, se aventuró a salir para ver qué habí¬a golpeado la ventana, y encontró a dos gansos muertos y una bandada de gansos salvajes en su potrero.

Por lo visto, iban camino al sur para pasar el invierno y se vieron sorprendidos por la tormenta de nieve; perdidos, terminaron en aquella granja sin abrigo ni alimento.

Daban aletazos y volaban bajo, en círculos por el campo, cegados por la borrasca, sin seguir un rumbo fijo. El agricultor sintió lástima por los gansos y quiso ayudarlos.
Sería ideal que se quedaran en el granero -pensó- ahí estarán al abrigo y a salvo mientras pasa la tormenta.

Dirigiéndose al establo, abrió las puertas de par en par; luego aguardó y observó con la esperanza de que las aves advirtieran que estaba abierto, pero no obstante, se limitaron a revolotear dando vueltas. Ni siquiera se dieron cuenta de la existencia del granero y de lo que podía significar en esas circunstancias.

El hombre intentó llamar la atención de las aves, pero sólo consiguió asustarlas y que se alejaran más. Entró a la casa y salió con algo de pan, lo fue partiendo en pedazos y dejando rastros hasta el establo; sin embargo, los gansos no entendieron.

El hombre empezó a sentir frustración; corrió tras ellos tratando de ahuyentarlos en dirección al granero, pero lo único que consiguió fue asustarlos más y que se dispersaran. Por mucho que intentara, no conseguía que entraran al granero, donde estarían abrigados y seguros.

¿Por qué no me seguirán? -exclamó- ¿Es que no se dan cuenta que ese es el único sitio donde podrán sobrevivir a la nevasca?
Reflexionando unos instantes, cayó en la cuenta de que unas aves no seguirían a un ser humano. Si yo fuera uno de ellos, entonces sí podría salvarlos, pensó.

Seguidamente, se le ocurrió una idea: entró al establo, agarró a un ganso doméstico y lo llevó en brazos paseándolo entre sus congéneres salvajes; luego lo soltó, el ganso voló entre los demás y se fue directamente al interior del establo; una por una, las otras aves lo siguieron hasta que estuvieron todas a salvo.

El campesino se quedó en silencio por un momento mientras las palabras que había pronunciado hacía unos instantes resonaban en su cabeza: "si yo fuera uno de ellos, ¡entonces sí que podría salvarlos!"
Reflexionó luego en lo que había dicho a su mujer: "¿Por qué Dios iba a querer ser como nosotros? ¡Qué ridiculez!"

De pronto, todo empezó a cobrar sentido; entendió que eso era precisamente lo que Dios había hecho: nosotros éramos como aquellos gansos, estábamos ciegos, perdidos y a punto de perecer. Dios se volvió como nosotros a fin de indicarnos el camino, y por consiguiente, salvarnos.

El agricultor comprendió el sentido de la Navidad y por qué Jesús había venido a la tierra. Junto con aquella tormenta pasajera, se disiparon años de incredulidad. De rodillas elevó su primera plegaria: "Gracias Señor, por venir en forma humana a sacarme de la tormenta".

Sí, Jesús vino a sacarnos de la tormenta, de la tormenta individual que muchas veces nos ciega, nos hace perder el camino de nuestra vida y nos lleva a la deriva. ¡Dejemos de dar vueltas sin sentido! Cuando creamos haber perdido el rumbo, volvamos los ojos a Él. Miremos el pesebre, miremos la cruz..
Autor: P. Dennis Doren L.C.

LA VIDA ES…


·         La vida es una oportunidad, aprovéchala.

·         La vida es belleza, admírala.

·         La vida es bienaventuranza, saboréala.

·         La vida es un sueño, hazlo realidad.

·         La vida es un desafío, enfréntalo.

·         La vida es un deber, cúmplelo.

·         La vida es un juego, juégalo.

·         La vida es un tesoro, cuídalo.

·         La vida es una riqueza, consérvala.

·         La vida es amor, gózalo.

·         La vida es un misterio, descúbrelo.

·         La vida es una promesa, realízala.

·         La vida es tristeza, supérala.

·         La vida es un himno, cántalo.

·         La vida es una lucha, acéptala.

·         La vida es una aventura, arriésgate.

·         La vida es felicidad, merécela.

·         La vida es vida, defiéndela.

Madre Teresa de Calcuta

sábado, 15 de diciembre de 2012

MARÍA ABRE NUESTROS CORAZONES A LA VENIDA DE SU HIJO


La primera mirada y el primer pensamiento en el Adviento, dirijámoslo a María, que preparó a conciencia el primero y verdadero adviento.
Esta reflexión, quiero dirigirla a María, que preparó a conciencia el primero y verdadero adviento.

Nadie como ella, supo interpretar los signos de los tiempos, sintiendo que el Señor estaba cerca, ella oró como nadie con el Salmo 4: Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de tu doctrina. Tú eres nuestro Dios y salvador y tenemos en ti nuestra esperanza.

Y cuando le fue propuesta la maternidad nada menos que del mismísimo Hijo de Dios no supo, y no pudo y no quiso decir que no. Su vida fue un "sí" rotundo a los planes de Dios en su vida: Con quien guarda su alianza y sus mandatos el Señor es leal y bondadoso. El Señor se descubre a quien le teme y le enseña el sentido de su alianza.

Ella temió al Señor, esperó con verdadera esperanza, y por eso le fue concedido el sentido de la alianza, siendo ella, con su sí, quien propiciaba que el Dios lejano se hiciera nuestro, y a partir de la encarnación de su Hijo, Dios tuviera otro título que antes no tenía: "Emmanuel", el Dios con nosotros, el Salvador, el que puso su tienda entre nosotros.

Parece que de María tendríamos que explayarnos hasta la última semana de Adviento, pero quién mejor que ella para abrir y disponer los corazones para que esta Navidad no tenga las características de ser solo una fiesta más, o mejor la fiesta de las fiestas, donde hay de todo, pero donde se siente muchas veces un vacío.

Y no tanto por las cosas de las que no se pudo disponer para la fiesta y el festejo, sino precisamente por no haber dispuesto el corazón, para hacer ahí el Adviento, la llegada, la recepción y la acogida para el recién nacido.

Navidad será entonces un festejo anticipado de la Pascua del Señor. Sin su encarnación, no hubiera sido posible ni la entrega, ni la redención, ni la cruz, pero tampoco la Resurrección y la vuelta de los hijos de Dios a la casa, al Reino, a los brazos amorosos del buen Padre Dios.

La Navidad nos hermanará en torno al divino Niño, nos hará compadecernos y enternecernos a la vista de quien se convierte en la presencia más cercana del Dios de los Cielos, el Dios de cielo y tierra.

Pero no nos hagamos ilusiones ni nos quedemos en un sentimentalismo con ribetes de superficialidad, de placer y hasta de egoísmo.

Todos queremos tenerlo todo y disfrutarlo ese día, aunque sepamos muy clarito que a tu lado hay alguien que pasa hambre y sed y desnudez. No nos hagamos ilusiones de que cantado un villancico de bodega comercial ya la hicimos.

Cierto que el niño es el niño Dios, y que ya vino y se ha quedado entre nosotros. Pero hoy es día de recordar, que ese niño que vino en carne mortal, en la sencillez, en la humildad y en la pobreza, vendrá de nueva cuenta, y no precisamente en humildad sino con toda la majestuosidad de quien tiene sobre sí el Poderío y el Reino y el Juicio de este mundo:

Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube, con gran poder y majestad. Él volverá, y volverá para dar la mano a los que fueron señalados para el Reino, y para introducirlos a la presencia del Padre.

Si pasó desapercibido en su nacimiento y pasa hoy desapercibido porque los que lo tenemos que dar a conocer nos hemos dormido, entonces su presencia será visible a los cuatro puntos cardinales. Es más, ya no habrá puntos cardinales, porque él será el centro de todo.

Cuando estas cosas sucedan, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación.


¡Qué bueno que sea el mismo Cristo el que lo diga, el que nos haga la gran invitación, levantar la cabeza, levantarla de lo que nos parecía tan importante, de lo que nos parecía imprescindible, de lo que no podíamos desprendernos, hasta de nuestro teléfono celular que nos hacía parecer importantes, cuando en toda ocasión teníamos que levantarnos delante de los demás para entrar en una conversación sin igual, así fuera en el mismo templo y en la mismísima Eucaristía!

Entonces Cristo será lo único imprescindible, pues sin él definitivamente no entraremos al Reino de los cielos. Es la hora de la liberación, la hora de la libertad, la libertad que nos asemejará al Buen Padre Dios que en su liberalidad nos envió a su Hijo Jesucristo.

De cualquiera de nosotros que lo digan, siempre existe la sospecha de ser candil de la calle y oscuridad de la casa, pero es el mismo Cristo el que nos invita a levantar la cabeza, porque la hora de la liberación estará cerca, el que también nos invita a disponer nuestros corazones.

No podemos encontrar mojigatería ni palabras vanas en Cristo: Estén ALERTAS, para que los vicios, con el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente y aquél día los sorprenda desprevenidos: porque caerá de repente como una tromba sobre todos los habitantes de la tierra.

Además del ALERTAS, Cristo usa otros dos verbos que pueden ser la clave para que este Adviento y esta Navidad sean verdaderamente la clave de nuestra salvación: "VELEN, pues, y HAGAN ORACIÓN, para que puedan escapar de todo lo que ha de suceder y comparecer seguros ante el Hijo del hombre".

Con la cabeza en alto, alertas, velando y en oración, podemos invocar este día la presencia de María sobre nuestro corazón, nuestra familia, nuestra parroquia y nuestro mundo:

Santa maría del adviento, abre nuestros corazones, como tú lo hiciste en el primer Adviento, a la venida de tu Hijo Jesucristo
Autor: P. Alberto Ramírez Mozqueda.

NAVIDAD: ALGUIEN QUE ME ESPERA CON CARIÑO


Sí, todos estamos invitados a acudir ante un Niño en la cuna que nos espera, que nos conoce, que nos necesita.

Produce una gozosa paz en el alma saber que alguien nos espera, nos ama, nos busca. Significa que nuestra vida tiene sentido, que somos importantes para otro, que no vivimos simplemente por inercia, que hay una meta hermosa por la que vale la pena nuestro esfuerzo.

Al dirigir sus palabras de felicitación en la Navidad del año 1965, el entonces Papa Pablo VI imaginaba cómo desde la cuna de Belén se producía una llamada universal: "¡Venid, venid todos!". Hablaba con el calor de un padre que se dirige a sus hijos: "¡Venid, que sois esperados! ¡Venid, que sois conocidos! ¡Venid, que hay algo maravillosamente bueno preparado para vosotros! ¡Venid!".

Sí, todos estamos invitados a acudir ante un Niño en la cuna que nos espera, que nos conoce, que nos necesita. Descubrimos entonces que la vida tiene un sentido hermoso, magnífico: Dios ha puesto su tienda entre nosotros para buscar a cada uno de sus hijos.

¿También me espera a mí si he sucumbido ante el pecado, si he dejado crecer el egoísmo, si me he cegado por la codicia, si he pactado con los desórdenes de la carne? Sí, también a mí, y quizá precisamente con más anhelos. Jesús Niño es ya, entre sus movimientos infantiles, un gran médico ansioso por curar heridas y devolver esperanzas.

En cada Navidad la llamada se repite. Han pasado años y siglos desde el anuncio de los ángeles a los pastores: "Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor" (Lc 2,11). Pero no ha pasado la actualidad de esa invitación. Cada generación humana, también la nuestra, necesita acudir a quien, de verdad, puede salvarnos del mayor de los males: el pecado.

El mundo moderno está sumergido en prisas y en angustias. Muchos no alcanzan a escuchar la llamada. A pesar de todo, la Voz sencilla de un Niño sigue resonando entre nosotros. Los oídos atentos, los corazones despiertos, alcanzan a escuchar un murmullo humilde, una invitación constante y respetuosa.

Es entonces cuando puedo descubrir que Alguien me espera con cariño. Llega el momento de ponerme en camino hacia la gruta. En ella encontraré a un Niño enamorado, a su Madre buena, y a tantos hombres y mujeres que han acogido la gran noticia: Dios nos ama. Sí: ¡venid, venid todos!
Autor: P. Fernando Pascual LC.

viernes, 14 de diciembre de 2012

CONSEJOS DE JUAN BAUTISTA PARA VIVIR EL ADVIENTO


Ya no se trata de preparar la tierra para acoger la buena semilla, sino de preparar un camino para que pueda, llegar a nuestra alma Jesús.
En el Adviento, la Iglesia nos pone la figura de san Juan Bautista, y con él otra nueva imagen. Ya no se trata de preparar una tierra capaz de acoger adecuadamente la buena semilla: se trata de preparar un camino para que pueda, por él, llegar a nuestra alma la Persona adorable del Señor.

Son cuatro las órdenes, los consejos o las consignas que san Juan Bautista -y la Iglesia con él- nos da:
·  La primera consigna de san Juan el Bautista es bajar los montes: todo monte y toda colina sea humillada, sea volteada, bajada, desmoronada. Y cada uno tiene que tomar esto con mucha seriedad y ver de qué manera y en qué forma ese orgullo -que todos tenemos- está en la propia alma y está con mayor prestancia, para tratar en el Adviento -con la ayuda de la gracia que hemos de pedir-, de reducirlo, moderarlo, vencerlo, ojalá suprimirlo en cuanto sea posible, a ese orgullo que obstaculizaría el descenso fructífero del Señor a nosotros.
·  En segundo lugar, Juan el Bautista nos habla de enderezar los senderos. Es la consigna más importante: Yo soy una voz que grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos 3. Y aquí tenemos, entonces, el llamado también obligatorio a la rectitud, es decir, a querer sincera y prácticamente sólo el bien, sólo lo que está bien, lo que es bueno, lo que quiere Dios, lo que es conforme con la ley de Dios o con la voluntad de Dios según nos conste de cualquier manera, lo que significa imitarlo a Jesús y darle gusto a El, aquello que se hace escuchando la voz interior del Espíritu Santo y de nuestra conciencia manejada por Él.

A cada uno corresponde en este momento ver qué es lo que hay que enderezar en la propia conducta, pero sobre todo en la propia actitud interior para que Jesucristo Nuestro Señor, viendo claramente nuestra buena voluntad y viéndonos humildes, esté dispuesto a venir a nuestro interior con plenitud, o por lo menos con abundancia de gracias.
·  El tercer aspecto del mensaje de san Juan el Bautista se refiere a hacer planos los caminos abruptos, los que tienen piedras o espinas, los que punzan los pies de los caminantes, los que impiden el camino tranquilo, sin dificultad. Y ese llamado hace referencia a la necesidad de ser para nuestro prójimo, precisamente, camino fácil y no obstáculo para su virtud y para su progreso espiritual: quitar de nosotros todo aquello que molesta al prójimo, que lo escandaliza, que lo irrita o que le dificulta de cualquier manera el poder marchar, directa o indirectamente, hacia el cielo.
·  El cuarto elemento del mensaje de san Juan Bautista es el de llenar toda hondonada, todo abismo, todo vacío. Los caminos no sólo se construyen bajando los montes excesivos, ni sólo enderezando los senderos torcidos, o allanando los caminos que tengan piedras: también llenando las hondonadas o cubriendo las ausencias. Este mensaje se refiere a la necesidad de llenar nuestras manos y nuestra conciencia con méritos, con oraciones, con obras buenas -como hicieron los Reyes Magos y los pastores- para poder acoger a Jesucristo con algo que le dé gusto; no sólo con la ausencia de obstáculos o de cosas que lo molesten, no sólo con ausencia de orgullo o con ausencia de falta de rectitud o de dificultades en nuestra conducta para con el prójimo, sino también positivamente con la construcción: con nuestras oraciones y con nuestras buenas obras y un pequeño -al menos- caudal, capital de méritos, que dé gusto al Señor cuando venga y que podamos depositar a sus pies.

El Adviento, además de la conmemoración y el sentido del Antiguo Testamento -de la tierra que espera la buena semilla-, además de la figura límite entre el Antiguo Testamento y el Nuevo -san Juan Bautista-, este Tiempo nos acerca más al Señor por aquélla que, en definitiva, fue quien nos entregó a Jesucristo: la Virgen. No sólo en el hemisferio sur entramos al Adviento por la puerta del Mes de María, sino que en toda la Iglesia se entra al Adviento por la fiesta de la Inmaculada Concepción.

Y la Inmaculada Concepción significa dos cosas: por una parte, ausencia de pecado original y, por otra, ausencia de pecado para y por la plenitud de la gracia. La Virgen fue eximida del pecado original y de las consecuencias del pecado original que en el orden moral fundamentalmente es la concupiscencia, es decir, la rebelión de las pasiones, la falta de orden dentro de nuestra persona, el rechazo que nuestra materia y nuestros apetitos indómitos oponen a la reyecía de la voluntad y de la razón iluminadas por la fe, por la esperanza y por la caridad; iluminadas y encendidas y sostenidas por la gracia. La Virgen, preservada del pecado original en el momento mismo de su concepción y liberada de todo obstáculo, tuvo el alma plenamente capacitada desde el primer instante para recibir la plenitud de la gracia de Jesucristo.

Por lo tanto su fiesta de la Inmaculada Concepción, con ese carácter sacramental que tienen todas las fiestas de la Iglesia, ese carácter de signo que enseña y de signo eficaz que produce lo que enseña, nos trae la gracia de liberarnos del pecado y de vencer, de moderar, de sujetar en nosotros las pasiones sueltas por la concupiscencia, a los efectos de que nos pueda llegar plenamente la gracia; y naturalmente, si estamos en Adviento, para que pueda venir la gracia del nacimiento de Jesucristo místicamente a nuestra alma, el día de Navidad.

Por lo tanto, unamos a toda la ayuda que nos pueden prestar los patriarcas del Antiguo Testamento que desde el cielo ruegan por nosotros (ellos que tanto pidieron la venida del Mesías), unamos a la intercesión y a la figura sacramental de san Juan Bautista, unamos por encima de ellos la presencia de la Santísima Virgen en su fiesta el 8 de diciembre y en todo este tiempo, pidiendo bien concretamente el poder liberarnos del pecado, de todo lo que en nosotros haya de orgullo, de falta de rectitud, de falta de caridad con el prójimo, de ausencia de virtud; liberarnos de todo ello para que, cuando venga Jesucristo el día de Navidad, no encuentre en nosotros ningún obstáculo a sus intenciones de llenar nuestra alma con su gracia.

La perspectiva de un nuevo nacimiento del Señor, en nosotros y en el mundo tan necesitado de Él, tiene que ser objeto de una preocupación, de todo un conjunto de sentimientos y de actos de voluntad que estén polarizados por el deseo de poner de nuestra parte todo lo que podamos, para que el Señor venga lo más plenamente posible sobre cada uno y sobre el mundo.

Y si esto vale siempre, se hace más exigente en las circunstancias del mundo presente que desvirtúa precisamente lo que Jesucristo trajo con su nacimiento. ¡Qué necesario es que pongamos todo de nuestra parte para que Jesús venga a nosotros con renovada fuerza el día de Navidad y, a través nuestro, sobre las personas que están cerca, sobre la Iglesia y sobre el mundo!

Quedémonos en espíritu de oración, fomentando en nuestro interior el deseo de que las cosas ocurran según las intenciones y los deseos del mismo Señor.

El Adviento es una época muy linda del año. Después de las fiestas de Navidad y de Pascua, quizá es la más linda, porque es una época de total esperanza, de seguridad alegre y confiada. En ese sentido nuestro Adviento es más lindo que el del Antiguo Testamento: se esperaba lo que todavía no había venido, en cambio nosotros sabemos que el Señor ya ha venido sobre el mundo, sobre la Iglesia, sobre cada uno y entonces tenemos mucho más apoyo para nuestra seguridad de que ha de venir nuevamente, a perfeccionar lo ya iniciado.

Por otra parte, esa presencia del Señor en la Iglesia y en nosotros nos ha hecho ir conociendo a Jesús, amándolo y tratándolo con confianza; por tanto, este esperar su nuevo nacimiento tiene que ser mucho más dulce, mucho más suave, mucho más seguro, mucho más esperanzado (con el doble elemento de seguridad y alegría de la esperanza) que lo que fue la espera de los hombres y mujeres del Antiguo Testamento.

Quedémonos, pues, unidos con Jesús, conversemos sobre estos temas, preguntémosle qué nos sugiere a cada uno en particular para que podamos, desde el comienzo, vivir el Adviento del modo más conducente para obtener la plenitud de Navidad que Él sin duda quiere darnos.
Autor: P. Luis María Etcheverry Boneo.

jueves, 13 de diciembre de 2012

LA ANTIGUA PERO VERDADERA NAVIDAD.


Autor: Manuel Murillo.

Uno, con sesenta y ocho años ya cumplidos, recuerda y ve estos días próximos a la Navidad, como algo entrañable y que como  puedo describir a la perfección, la Navidades vividas en mi niñez, es porque  una gran huella dejaron sobre mí.

Hoy en esta sociedad cambiante, todo es distinto, todo se ha perdido, tanto el fondo como las formas, es una verdadera pena.

Nuestros Padres nos hablaban a diario de la llegada del Niño Jesús, se hacia la Canastilla con pequeños sacrificios, todos disfrutábamos de poner lo que llamábamos “El Nacimiento”, su puesta eran un par de jornadas disfrutando, todos los hermanos, en mi caso siete,  junto a mis Padres. Hubo años que el Nacimiento ocupaba una habitación entera.

 

Una vez terminado, todos los días panderetas y zambombas y algún utensilio casero, como una botella de anís, (por las estrías que estas tenían) y un tenedor, cantábamos Villancicos ante el Nacimiento.

Teníamos por costumbre y guiados por los hermanos más mayores, ponerle nueva letra a algún villancico y tras ensayarlos bien ensayados, cantarlos el día de Nochebuena delante del Nacimiento y dedicárselo a mis  Padres.

El Frente de Juventudes de aquella época, organizaba el concurso de Belenes, en la ciudad, donde un jurado visitaba y calificaba cada Belén, el nuestro, Hermanos Murillo, llego a quedar campeón algún año y otros andábamos entre los cinco primeros. Los premios eran entregados en un acto que se celebraba el día de Reyes en el más prestigioso teatro de Badajoz, donde hacían la entrega de diplomas a los diez primeros y Diploma y 500 Pts. al campeón.

Se vivía y se palpaba la Navidad en todos los hogares, resonaban, el ruido de las panderetas, zambombas y lo mejor, se hacía mucha oración, se rezaba toda la familia junta, recordábamos y pedíamos con cariño, por aquellas personas, que por algún motivo no pudieran celebrarlo.

El día de Noche buena recuerdo las salidas cantando villancicos y pidiendo el aguinaldo, hacíamos una buena recaudación, que todos los años la entregamos en la Misa del Gallo, que se celebraba en la Capilla  del Asilo de los Desamparados.

Hoy todo ha cambiado, de Nacimiento, como mucho el Misterio, eso sí Arboles, Guirnaldas, piñas pintadas con purpurinas y un sinfín de adornos, que se han asociado a este gran día, los regalos ya no los traen los Reyes, ahora Papa Noé, a buen seguro que hoy le preguntas a un niño que es una pandereta o una zambomba y no sabe que es. No digo nada si le preguntas por el verdadero sentido de la Navidad. ¿Le han explicado sus Padres el verdadero significado? Me Consta que en algunos casos si. ¡¡Pero que poquitos!! Los Niños, que aun cuando hoy tienen de todo, solo piensan en el regalo de Papa Noé. Solo se siente ante esto, una inmensa pena y por si era poco, la Iglesia a quien respeto al máximo, se sale ahora con la historia del Buey y la Mula, es algo que si al cabo de tantos siglos lo saca ahora, creo que mejor haberse estado callada.

Pidamos todos al Niño Jesús, que vuelvan los Belenes, (Nacimientos) y sobre todo que vuelva el verdadero Espíritu Cristiano de La Navidad, para que de esta forma vuelva la verdadera Familia.

NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE

Advocación Mariana. 12 de diciembre
Historia de la fiesta
Aunque las diferentes advocaciones de la Virgen María son muy numerosas, la Iglesia le da especial importancia a las tres apariciones de la Virgen María en diferentes partes del mundo:
·  Aparición de la Virgen de Guadalupe: 12 de Diciembre de 1531 en México.
·  Aparición de la Virgen de Lourdes: 11 de Febrero de 1858 en Francia.
·  Aparición de la Virgen de Fátima: 13 de Mayo de 1917 en Portugal.

Debemos recordar que es la misma Virgen María la que se ha aparecido en los distintos lugares, en estos tres momentos para ayudarnos y animarnos a seguir adelante en nuestro camino al cielo. En estas apariciones, la Virgen nos ha pedido rezar el Rosario, acudir al Sacramento de la Penitencia y hacer sacrificios para la salvación del mundo.

La Virgen de Guadalupe es muy importante para la fe de todos los mexicanos, pues en ella nuestra Madre del Cielo manifestó claramente su amor de predilección por este pueblo, dejando un hermoso mensaje lleno de ternura y dejando su imagen grabada en un ayate como muestra de su amor.

En el Nican Mopohua se puede encontrar la historia completa de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, pero aquí presentamos un resumen de la misma:

Hace muchos años, los indios aztecas que vivían en el valle de México, no conocían a Jesús. Ellos tenían muchos dioses y eran guerreros. Los misioneros eran unos sacerdotes que vinieron de España y que poco a poco fueron evangelizando a los indios. Les enseñaron a conocer, amar e imitar a Jesús en la religión católica y los bautizaron.

Entre los primeros que se bautizaron, había un indio muy sencillo llamado Juan Diego, quien iba todos los sábados a aprender la religión de Cristo y a la misa del pueblo de Tlatelolco.

El sábado 9 de Diciembre de 1531, cuando Juan Diego pasaba por el Cerro del Tepeyac para llegar a Tlatelolco, escuchó el canto de muchos pájaros y una voz que le decía: "Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?". Al voltear Juan Diego vio una Señora muy hermosa.

La Señora le dijo: "Yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios. He venido hasta aquí para decirte que quiero que se me construya un templo aquí, para mostrar y dar mi amor y auxilio a todos ustedes".

La Virgen le dijo a Juan Diego que fuera a ver al Obispo y le contara lo que Ella le había dicho.

Juan Diego salió de la casa del Obispo muy triste porque no le creyó. Entonces fue al Cerro del Tepeyac a pedirle a la Virgen que mejor mandara a un hombre más importante porque a él no le creían.

La Señora le dijo a Juan Diego que volviera el domingo a casa del Obispo. Esta vez, el Obispo le dijo que le trajera una señal, es decir, una prueba de que la Señora de verdad era la Virgen.

Juan Diego no pudo ir al día siguiente al Tepeyac, pues su tío Bernardino se puso muy enfermo y fue por un médico. Fue hasta el martes, cuando al pasar por el cerro para ir por un sacerdote que confesara a su tío, se le apareció la Virgen y le dijo: "Juanito, Juan Dieguito; ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿Por qué te preocupas?”. Después, le hizo saber que su tío ya estaba curado y le pidió que subiera a la punta del cerro a cortar unas rosas y las guardara en su ayate. Juan Diego se sorprendió de aquella orden, pues era invierno y no era tiempo de rosas. Sin embargo, obedeció y encontró las rosas tal como la Virgen le había dicho. Se las llevó y Ella le dijo: "Hijo mío, el más pequeño, estas rosas serán la prueba que llevarás al obispo".

Juan Diego fue de nuevo a ver al Obispo y le dijo que la Virgen le había mandado la prueba de que Ella era realmente la Virgen.

Al soltar su ayate, las rosas cayeron al suelo y apareció dibujada en la tela la preciosa imagen de la Virgen de Guadalupe.

Fue entonces cuando el Obispo creyó que la Virgen quería que le construyeran en ese lugar un templo.

El ayate permaneció un tiempo en la capilla del Obispo Fray Juan de Zumárraga. El 26 de diciembre de 1531 lo trasladaron a una ermita construida al pie del Tepeyac.
·  En 1754, Benedicto XIV nombró a al Virgen de Guadalupe patrona de la Nueva España, desde Arizona hasta Costa Rica.
·  El 12 de octubre de 1895 se llevó a cabo la coronación pontificia de la imagen, concedida por León XIII.
·  En 1904, San Pío X elevó el santuario de México a la categoría de Basílica y en 1910 proclamó a la Virgen de Guadalupe, Patrona de toda América Latina.
·  En 1945, Pío XII le dio el título de la Emperatriz de América. El 12 de Octubre de 1976 se inauguró la nueva Basílica de Guadalupe.
Miles de personas de México y del mundo entero, visitan cada año la Basílica de Guadalupe, en donde está la hermosa pintura que la Virgen pintó a Juan Diego en su ayate para pedirle a Nuestra Madre su amor, su protección y su ayuda.

Las peregrinaciones no sólo se llevan a cabo en México, las hay en todos los países del mundo a diferentes templos. Algunas personas van de rodillas, porque le hacen una promesa a la Virgen cuando le piden un favor. En las peregrinaciones, la gente va haciendo oración, sacrificios y cantando. Muchas veces, las peregrinaciones vienen de muy lejos y se tardan varios días en llegar a darle gracias a la Virgen por algún milagro o favor que les concedió. El amor a la Virgen es lo que mueve a todas estas personas a irla a visitar desde su ciudad.
En las peregrinaciones, las personas suelen llevar estandartes con la imagen de la Virgen y mantas donde escriben el nombre de su pueblo, de su familia, de su empresa.

Oración a la Virgen de Guadalupe

Préstame Madre tus ojos, para con ellos poder mirar, porque si con ellos miro, nunca volveré a pecar.
Préstame Madre tus labios, para con ellos rezar, porque si con ellos rezo, Jesús me podrá escuchar.
Préstame Madre tu lengua, para poder comulgar,
pues es tu lengua patena de amor y santidad.
Préstame Madre tus brazos, para poder trabajar, que así rendirá el trabajo una y mil veces más.
Préstame Madre tu manto, para cubrir mi maldad, pues cubierta con tu manto al Cielo he de llegar.
Préstame Madre a tu Hijo, para poder yo amar.
Si tu me das a Jesús, qué más puedo yo desear
y ésta será mi dicha por toda la eternidad.
Amén.

Canciones guadalupanas

La Guadalupana
Desde el Cielo, una hermosa mañana (bis)
La Guadalupana (tres veces)bajó al Tepeyac.
Suplicante juntaba sus manos (bis)y eran mexicanos (tres veces) su porte y su faz.
Su llegada llenó de alegría (bis)
De luz y armonía (tres veces) el Anáhuac.
Junto al monte pasaba Juan Diego (bis)
Y acercóse luego (tres veces) al oír cantar.
A Juan Diego la Virgen le dijo (bis)este cerro elijo (tres veces) para hacer mi altar.
Y en la tilma entre rosas pintada (bis)Su imagen amada (tres veces)se dignó dejar.
Desde entonces para el mexicano (bis)Ser guadalupano (tres veces) es algo esencial.En sus penas se postra de hinojos (bis)Y eleva sus ojos (tres veces)hacia el Tepeyac.

Himno a la Virgen de Guadalupe

Mexicanos volad presurosos del pendón de la Virgen en pos, y en la lucha saldréis victoriosos defendiendo a la patria y a Dios.
De la santa montaña en la cumbre apareció como un astro María ahuyentando con plácida lumbrelas tinieblas de la idolatría.
Es patrona del indio, su mantoal Anáhuac protege y da gloria; elevad mexicanos el canto,alabanza y eterna victoria.
En Dolores brilló refulgente cual bandera su imagen sagrada dando arrojo al patriota insurgente y tomando invencible su espada.
Siempre así lucirá; invasores hollar quieren Anáhuac la tierra flameará nuevamente en la guerra.
En redor de esa enseña brill ante todo el pueblo luchará, volará,y por siempre en las lides triunfantecon arrojo sacarlas habrá.


Rosario a la Virgen Guadalupana

En estos misterios se medita en las apariciones de la Virgen de Guadalupe. Al iniciar cada misterio, se lee el pasaje y se hace la petición, se reza un Padrenuestro, 10 Avemarías y un Gloria y al final, se canta alguna estrofa de las canciones propias de la Virgen de Guadalupe.

Primer Misterio: La Virgen de Guadalupe trae un mensaje de paz a su pueblo.
“Sabe y ten entendido, tú, el más pequeño de mis hijos, que soy yo la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive; del Creador, en quien está todo; y es Señor del cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues yo soy su piadosa Madre”.
Pedir a la Virgen María por todos aquellos que no la conocen y no la valoran como su Madre.

Segundo Misterio: Juan Diego comparte a la Virgen su humildad y su pequeñez a los ojos de los hombres.
“Te ruego encarecidamente, Señora y niña mía, que alguno de los principales, conocido, respetado y estimado, le encargues que lleve tu mensaje para que le crean, porque yo soy un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy cola, soy hoja, soy gente menuda.”
Pedir a la Virgen que nos ayude a darnos cuenta del valor de la humildad y la sencillez de corazón.

Tercer Misterio: María de Guadalupe escogió a Juan Diego por su sencillez y no por su sabiduría.
“Oye hijo mío, el más pequeño, ten entendido que son muchos mis servidores y mensajeros a quienes puedo encargar que lleven mi mensaje y hagan mi voluntad, pero es de todo punto preciso que tú mismo solicites y ayudes y con tu mediación, que se haga mi voluntad”.
Pedir a la Virgen que nos ayude a saber transmitir la palabra de Cristo a los demás.

Cuarto Misterio: La Virgen María cura a Juan Bernardino como signo de que quiere salud y felicidad para su pueblo.
“Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige; no se turbe tu corazón; no temas a esa enfermedad ni alguna otra angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester? No te apene ni te inquiete otra cosa, no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella. Está seguro de que ya sanó".
Pedir a la Virgen que, como Juan Diego, sepamos acompañar en la enfermedad, la angustia y el dolor a los que están cerca de nosotros.

Quinto Misterio: María nos deja su imagen para recordarnos su ternura, su amor y su constante protección.
Juan Diego trajo a la Señora del Cielo las diferentes rosas que fue a cortar; las que, así como las vio, cogió con sus manos y otra vez se las echó en el regazo diciendo: “Hijo mío, el más pequeño, esta diversidad de rosas es la prueba y señal que llevarás al obispo, le dirás en mi nombre que vea en ella mi voluntad y que él tiene que cumplirla. Tú eres mi embajador, muy digno de confianza.”
Pedir a la Virgen que, como Ella, sepamos escuchar y ayudar a nuestros hermanos

miércoles, 12 de diciembre de 2012

MÁS HERMOSA QUE EL SOL


Lucas 1, 39-48. Solemnidad de la Virgen de Guadalupe. Ella es la Madre de Dios y Madre nuestra, estamos bajo su cuidado. Con ella jamás nos perderemos.

Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-48

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno. Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz exclamó: "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor. "Entonces dijo María: "Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava".

Oración introductoria

Ven, Espíritu Santo, y llena de amor esta oración para que sepa, como tu Madre santísima, encaminarme con rapidez y diligencia a proclamar tu mensaje de amor. No tengo porque temer porque, gracias a mi Madre de Guadalupe, sé que Tú y ella me acompañan en mi camino.

Petición

Santísima Virgen de Guadalupe, haz que me deje modelar por tu ejemplo y calor de madre.

Meditación del Papa

Tener en cuenta la realidad concreta. En América Latina, en general, es muy importante que el cristianismo no sea nunca tanto una cosa de la razón sino del corazón. La Virgen de Guadalupe es reconocida y amada por todos, porque comprenden que es una Madre para todos y está presente desde el inicio de esta nueva América Latina, tras la llegada de los europeos. E incluso en Cuba tenemos a la Virgen del Cobre, que toca los corazones y todos sabemos intuitivamente que es verdad, que esta Señora nos ayuda, que existe, nos ama y nos ayuda. Pero esta intuición del corazón debe conectarse con la racionalidad de la fe y con la profundidad de la fe que va más allá de la razón. Debemos tratar de no perder el corazón, sino conectar corazón y razón, de manera que cooperen, porque sólo así el hombre está completo y puede realmente ayudar y trabajar por un futuro mejor. Benedicto XVI, 24 de marzo de 2012.

Reflexión

Yo creo que todos los hombres de este mundo deberíamos ser unos enamorados de nuestra propia madre. Gracias a Dios, yo sí tengo la fortuna de serlo. Cuando pienso en mi madre, me inspiro y se me ensancha el corazón. Y a mucha honra lo tengo. Pero la temperatura de mi corazón se enardece mucho más cuando pienso en nuestra madre de los cielos.

Solemos decir que el 90% de los mexicanos somos católicos. Pero que el 100% sin excepción somos guadalupanos. Esto hace mucha gracia a todas las personas que lo escuchan, sobre todo en Europa. Y se ríen con mucho agrado, haciendo gestos de aprobación. El alma de nuestro pueblo es profundamente mariana.

Y es que María ha estado siempre presente en nuestra historia y en lo más hondo de nuestra fe.

Toda la vida espiritual de los mexicanos está fuertemente permeada por una devoción muy tierna y filial hacia la Madre de Dios; y las gestas religiosas más heroicas de nuestro pueblo han estado siempre inspiradas y guiadas por la mano de la Santísima Virgen. México es México gracias a la Virgen de Guadalupe. Sin ella, no se entiende nuestra cultura.

Desde que los misioneros españoles trajeron la fe y el Evangelio a nuestro pueblo, y México comenzó a existir como encrucijada de civilizaciones, la Virgen de Guadalupe hizo acto de presencia. Se apareció al indio Juan Diego, se autoproclamó Madre y Reina de todos los mexicanos, y puso su morada en nuestra tierra. Ya todos conocemos la historia, pero es emocionante recordarla.

Corría el año de 1531, apenas diez años tras la conquista de la gran ciudad azteca de Tenochtitlán. Un sábado 9 de diciembre, Juan Diego, un humilde indiecito mexicano, pasaba por el cerro de Tepeyac, cerca de la ciudad de México. Se dirigía a la doctrina dirigida por los franciscanos en Tlaltelolco, cuando, al pasar junto al cerrito, se le apareció una hermosísima Señora, más bella y radiante que el sol. Le dijo: "Sábete y ten bien entendido, hijo mío, que yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive, Creador del cielo y de la tierra". Acto seguido, le pidió un templo en ese sitio y le mandó a la ciudad de México a exponer su deseo al obispo fray Juan de Zumárraga.

El obispo no pareció darle crédito. Y, después de escucharlo varias veces, el obispo le pidió una señal de la Señora para saber si era en verdad la Madre de Dios quien le enviaba. Con palabras cariñosas, la Señora del cielo encargó a Juan Diego que volviera al día siguiente para darle la señal. Pero su tío se encontraba muy enfermo y dio un rodeo al cerrito para que la Señora no lo demorara, pues iba a Tlaltelolco a buscar un sacerdote para su tío. Pero la Madre de Dios le salió al encuentro y le dijo: “¿A dónde vas, hijo mío, el más pequeño, y qué camino es éste que has seguido?”. Juan Diego le contó, apenado, lo de su tío. Y la piadosísima Virgen le respondió con un tono muy dulce, con estas bellísimas palabras: “Oye y ten entendido, el más pequeño de mis hijos, que es nada lo que te asusta y aflige.

No se turbe tu corazón, no temas esa enfermedad, ni ninguna otra angustia. ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre? ¿No estás acaso bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester? No te apene ni te inquiete otra cosa; no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora. Y está seguro de que ya sanó”.

Juan Diego oyó estas razones, se consoló mucho y se puso muy contento. Y luego le ordenó la Señora del cielo que subiese al cerro y recogiera en su tilma las rosas que encontrara. A pesar de que era un crudo invierno y de que en aquellos peñascos no podía haber flores, obedeció. En la cima halló hermosas rosas de Castilla. La Señora las tomó en sus manos y le dijo: “Ésta es la señal que has de llevar al obispo; sólo a él las mostrarás y le dirás que debe hacer lo que he ordenado”.

El indio llegó a la casa del obispo. Mostró la señal y manifestó la voluntad de la Señora de que se le edificara un templo. Al tiempo que hablaba, desplegó la tilma y apareció en ella una hermosísima imagen de la siempre Virgen Santa María. Asombrado el obispo, cayó de rodillas, veneró la imagen milagrosa y mandó colocarla en su oratorio. Al día siguiente el prelado acompañó a Juan Diego para que le señalara el sitio en donde se le había aparecido la Señora y donde había mandado que se le edificara un templo.
Según una sólida tradición, la imagen de la Virgen de Guadalupe, después de su impresión en la tilma del indio Juan Diego en 1531, en la ciudad de México, permaneció algunos días en la capilla episcopal del obispo fray Juan de Zumárraga, y luego en el templo mayor. El 26 de diciembre de ese mismo año fue trasladada solemnemente a una ermita construida al pie del cerro del Tepeyac.

Su culto se propagó rápidamente e influyó decisivamente para la difusión de la fe entre los indígenas. El 12 de octubre de 1895 tuvo lugar la coronación pontificia de la imagen, concedida por León XIII. En 1910, San Pío X la proclamó patrona de América Latina; en 1935, Pío XI la nombró patrona de las Islas Filipinas; y en 1945, Pío XII le dio el título de Emperatriz de América. Por último, S.S. Juan Pablo II, durante su cuarto viaje a México, promulgó, el día 23 de enero de 1999, el día de la Virgen de Guadalupe como fiesta en toda América.

Propósito

Asistir a misa, preferentemente a un santuario mariano y en compañía de la familia.

Diálogo con Cristo

¡Qué dicha tener una Madre tan dulce y cariñosa, y una Reina tan poderosa en nuestra propia casa! Ella es la Madre de Dios y la Madre nuestra, y estamos bajo su cuidado, en su regazo maternal. Con ella jamás nos perderemos. Hoy, Madre mía, quiero agradecerte todas las gracias que me has alcanzado y pedirte tu bendición para que reine la paz en mi familia y entorno social.
Autor: P. Sergio A. Córdova LC

PREPARAR Y ALLANAR EL SENDERO AL MESÍAS


Preparemos el camino del Señor que viene, en los desiertos de hoy, desiertos exteriores e interiores, sedientos del agua viva que es Cristo.

Palabras de SS Brnedicto XVI durante el Ángelus en el II Domingo de Adviento, 9 de diciembre de 2007

Queridos hermanos y hermanas:

(...) Hoy, segundo domingo de Adviento, nos presenta la figura austera del Precursor, que el evangelista san Mateo introduce así: «Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando: i<>Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos (Mt 3, 1-2).

Tenía la misión de preparar y allanar el sendero al Mesías, exhortando al pueblo de Israel a arrepentirse de sus pecados y corregir toda injusticia. Con palabras exigentes, Juan Bautista anunciaba el juicio inminente: «El árbol que no da fruto será talado y echado al fuego» (Mt 3, 10). Sobre todo ponía en guardia contra la hipocresía de quien se sentía seguro por el mero hecho de pertenecer al pueblo elegido: ante Dios -decía- nadie tiene títulos para enorgullecerse, sino que debe dar "frutos dignos de conversión" (Mt 3, 8).

Mientras prosigue el camino del Adviento, mientras nos preparamos para celebrar el Nacimiento de Cristo, resuena en nuestras comunidades esta exhortación de Juan Bautista a la conversión. Es una invitación apremiante a abrir el corazón y acoger al Hijo de Dios que viene a nosotros para manifestar el juicio divino. El Padre -escribe el evangelista san Juan- no juzga a nadie, sino que ha dado al Hijo el poder de juzgar, porque es Hijo del hombre (cf. Jn 5, 22. 27). Hoy, en el presente, es cuando se juega nuestro destino futuro; con el comportamiento concreto que tenemos en esta vida decidimos nuestro destino eterno. En el ocaso de nuestros días en la tierra, en el momento de la muerte, seremos juzgados según nuestra semejanza o desemejanza con el Niño que está a punto de nacer en la pobre cueva de Belén, puesto que él es el criterio de medida que Dios ha dado a la humanidad.

El Padre celestial, que en el nacimiento de su Hijo unigénito nos manifestó su amor misericordioso, nos llama a seguir sus pasos convirtiendo, como él, nuestra existencia en un don de amor. Y los frutos del amor son los «frutos dignos de conversión» a los que hacía referencia san Juan Bautista cuando, con palabras tajantes, se dirigía a los fariseos y a los saduceos que acudían entre la multitud a su bautismo.

Mediante el Evangelio, Juan Bautista sigue hablando a lo largo de los siglos a todas las generaciones. Sus palabras claras y duras resultan muy saludables para nosotros, hombres y mujeres de nuestro tiempo, en el que, por desgracia, también el modo de vivir y percibir la Navidad muy a menudo sufre las consecuencias de una mentalidad materialista. La "voz" del gran profeta nos pide que preparemos el camino del Señor que viene, en los desiertos de hoy, desiertos exteriores e interiores, sedientos del agua viva que es Cristo.

Que la Virgen María nos guíe a una auténtica conversión del corazón, a fin de que podamos realizar las opciones necesarias para sintonizar nuestra mentalidad con el Evangelio.
Autor: SS Benedicto XVI.

 

martes, 11 de diciembre de 2012

EL BUEY Y LA MULA



            ¡Caray! ¡La que se ha armado con el buey y la mula! Una noticia tan vieja como el Evangelio ha dado para más que la prima de riesgo. ¿Por qué? En parte, según me parece, por estimar novedoso algo que no lo es: lo único escrito en los Evangelios sobre el Nacimiento de Jesús parecido al tema que nos ocupa es que el Niño fue recostado en un pesebre, lo que ha dado lugar a la tradición respecto a esos animales, puesto que era habitual que ese tipo de grutas en torno a Belén se usaran siempre como establo.

            Otra razón es que, para bien o para mal, las noticias religiosas interesan, lo que posiblemente viene causado por la necesidad que tiene el hombre de creer en algo o en alguien. Y eso vende, aunque sea afirmando que en el Belén de la plaza de San Pedro no estarán este año el buey y la mula o que sí residen en determinada catedral, pero más escondidos. En torno a todo esto se sitúa  la prisa por la noticia, la falta de confirmación, no ir a las fuentes: el Evangelio o el libro del Papa.

            Pero nos hemos quedado en la anécdota sin ir al meollo de la cuestión: Cristo nace en un establo, en un ambiente poco acogedor, indigno, dice Benedicto XVI. Y  el pesebre hace pensar en aquellos animales, puesto que allí comen. Pero no desprecia el Papa esta tradición, sino que le saca partido para la vida cristiana, afirmando que la meditación guiada por la fe ha colmado la laguna sobre la presencia o ausencia de estos animales. Cita a Isaías que escribió: "El buey conoce a su amo y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende". Vienen al pelo estas palabras para la situación de perplejidad creada por los medios de comunicación.

            Parece dar a entender -junto al hecho del pesebre, está la narración de los pastores adorando- que sólo los sencillos entienden el querer de Dios. Estos animales están representando en la iconografía cristiana que Dios se manifiesta en un establo, por lo que "ninguna representación del nacimiento renuncia al buey y el asno", escribe el Pontífice. Ya se ve que el Papa tampoco los despide.

            Quizá valga la pena recordar otras dos frases de los Evangelios. San Juan escribe que "vino a los suyos y los suyos no le recibieron". ¿Estaremos entre éstos? ¿O tal vez no nos encontramos entre los sencillos, merecedores de estas palabras de Jesús?: "Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños".
Autor: Pablo Cabellos Llorente