Ven a Badajoz, descubre la frontera
"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)
sábado, 6 de julio de 2013
Ven a Badajoz, descubre la frontera
Catequesis sobre la familia: El noviazgo (II)
Padre Mario Pezzi Artículos
temáticos
Relaciones prematrimoniales
Hoy más que nunca es oportuno y urgente que los padres
expliquen a sus hijos los motivos por los que la Iglesia, verdadera Madre y
Maestra, enseña a no tener relaciones prematrimoniales, sino a llevar adelante
el noviazgo en el mutuo respeto para el otro, aprendiendo a dominar sus propios
instintos y sus propias pasiones, para madurar juntos un auténtico amor que
otorgue una base sólida a su matrimonio.
En la Familiaris Consortio se dice al respecto:
La lglesia por su parte no puede admitir tal tipo de unión
por motivos ulteriores y originales derivados de la fe. En efecto, por una
parte el don del cuerpo en la relación sexual es el símbolo real de la donación
de toda la persona; por lo demás, en la situación actual tal donación no puede
realizarse con plena verdad sin el concurso del amor de caridad dado por
Cristo. Por otra parte, el matrimonio entre dos bautizados es el símbolo real
de la unión de Cristo con la Iglesia, una unión no temporal o «ad
experimentum», sino fiel eternamente. Por tanto, entre dos bautizados no puede
haber más que un matrimonio indisoluble.
Esta situación no puede ser superada de ordinario, si la
persona humana no ha sido educada ya desde la infancia, con la ayuda de la
gracia de Cristo y no por temor, a dominar la concupiscencia naciente e
instaurar con los demás relaciones de amor genuino. Esto no se consigue sin una
verdadera educación en el amor auténtico y en el recto uso de la sexualidad
(Familiaris Consortio, 80).
¡No corras a Dios de tu vida!
Cuando
Dios no está en nuestras vidas, todo es diferente, nos sentimos vacíos, solos,
tristes. ¡Ven con nosotros Señor!
Hay en nuestro mundo una costumbre que se va agudizando cada vez más. Y es la
costumbre, incluso diría yo la manía, de ir corriendo a Dios de nuestro mundo.
Correrlo de la familia, porque no nos sirve, porque estorba, porque es molesto.
Correrlo de la sociedad, correrlo del mundo cultural, correrlo incluso de las
iglesias. No queremos saber nada de El.
¿Por qué? Porque nos estorba, nos fastidia, nos molesta. Porque no lo
necesitamos ya. Más aún, hay gente que presume de haber logrado este gran
triunfo: Ya hemos puesto al hombre en su lugar. No necesitamos de Dios.
Pero, ¿qué es lo que realmente sucede? El que pierde no es El. El que pierde es
el hombre. Y, así, podemos constatar estadísticamente que los lugares donde
Dios está ya casi fuera, el hombre se ha vuelto contra sí mismo. Hay,
casualmente, más suicidios. Casualmente más egoísmo. Hay, casualmente también,
más guerras, más violencia.
¿Por qué en nuestro siglo ha habido tantas guerras, hay tantos desastres, hay
tantos suicidios? ¿No será por esa manía de dar un puntapié a Dios y correrlo
de nuestro mundo?
Repito que el que pierde no es El, porque El está tranquilo. El nos ve, El
dice: A ver que puede hacer el hombre solo, sin Mí. Y el resultado es trágico.
Por eso, hay todavía algunos que le queremos decir a El: No te vayas, por
favor, porque entonces nos va a ir muy mal.
¡Pobre hombre! Has corrido a Dios de tu mundo, y te estás muriendo. ¿A quién
vas a recurrir ahora?.
Autor: P. Mariano de Blas LC.
viernes, 5 de julio de 2013
Catequesis sobre la familia: El noviazgo (I)
El noviazgo a la luz de las Escrituras,
de la Tradición y del Magisterio.
El tiempo del noviazgo es un tiempo de gracia particular
para descubrir al marido o a la mujer que Dios estableció desde la eternidad.
No somos nosotros los que elegimos, según la atracción o la pasión, sino que es
Dios el que tiene un diseño sobre aquellos que llama a formar familias
cristianas, para dar a luz personas destinadas a la vida eterna.
A la luz de lo que hasta ahora hemos expuesto sobre la
«Teología del cuerpo» y el «Sacramento del Matrimonio» se ve cómo tiene una
importancia fundamental una adecuada preparación a este sacramento, así como el
tiempo de noviazgo.
El Papa Juan Pablo II, refiriéndose a esto en la
Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, que recogía las indicaciones del
Sínodo de los obispos, escribía:
En nuestros días es más necesaria que nunca la preparación
de los jóvenes al matrimonio y a la vida familiar En algunos países siguen
siendo las familias mismas las que, según antiguas usanzas, transmiten a los
jóvenes los valores relativos a la vida matrimonial y familiar mediante una
progresiva obra de educación o iniciación. Pero los cambios que han sobrevenido
en casi todas las sociedades modernas exigen que no solo la familia, sino
también la sociedad y la Iglesia se comprometan en el esfuerzo de preparar
convenientemente a los jóvenes para las responsabilidades de su futuro. Muchos
fenómenos negativos que se lamentan hoy en la vida familiar derivan del hecho
de que en las nuevas situaciones, los jóvenes no solo pierden de vista la justa
jerarquía de valores, sino que, al no poseer ya criterios seguros de
comportamiento, no saben cómo afrontar y resolver las nuevas dificultades. La
experiencia enseña en cambio que los jóvenes bien preparados para la vida
familiar, en general van mejor que los demás.
Esto vale más aún para el matrimonio cristiano, cuyo
influjo se extiende sobre la santidad de tantos hombres y mujeres. Por esto, la
Iglesia debe promover programas mejores y más intensos de preparación al
matrimonio, para eliminar lo más posible las dificultades en que se debaten tantos
matrimonios, y más allí para favorecer positivamente el nacimiento y maduración
de matrimonios logrados.
La preparación al matrimonio ha de ser vista y actuada
como un proceso gradual y continuo. En efecto, comporta tres momentos
principales: una preparación remota, una próxima y otra inmediata (Familiaris
Consortio, 66).
El Libro de Tobías: Tobías se casa con
Sara
El Papa en las catequesis sobre la Teología del cuerpo,
comenta el amor matrimonial cantado en el Cantar de los Cantares y en el Libro
de Tobías. En el Libro de Tobías, sapiencial y pedagógico, se subraya cómo el
mismo Dios conduce a Tobías al encuentro con Sara conducido por el Ángel, y el
Ángel dirá a Tobías las condiciones para poder unirse a Sara que, mientras
tanto, se ha convertido en su mujer, sin sucumbir al poder del demonio que
había matado a los siete maridos anteriores.
Comentando este texto de la Escritura, que debería servir
como guía para todo noviazgo, el Papa dice:
Leemos allí que Sara, hija de Ragüel, había sido
anteriormente «dada como esposa a siete hombres» (Tb 6, 14), pero todos habían
muerto antes de unirse con ella, esto había sucedido por obra del espíritu
maligno, que en el libro de Tobías lleva el nombre de Asmodeo. También el joven
Tobías tenía razones para temer una muerte análoga. Cuando pide a Sari por
mujer, Ragüel se la entrega, profiriendo unas palabras significativas: «El
Señor del Cielo os guíen a buen fin esta noche, hijo mío, y os dé su gracia y
su paz» (Tb 7, 11).
Así, el amor de Tobías debía afrontar desde el primer
momento la prueba de la vida y de la muerte. Las palabras sobre el amor «fuerte
como la muerte» que los esposos del Cantar de los Cantares pronuncian mientras
queda embelesado su corazón, asumen aquí el carácter de una prueba real. Si el
amor se demuestra fuerte como la muerte, esto sucede sobre todo en el sentido
de que Tobías, y junto con él Sara, van sin vacilar hacía esta prueba. Pero en
esta prueba de la vida y de la muerte vence la vida, porque durante la primera
prueba de la noche de bodas, el amor, sostenido por la oración, se revela más
fuerte que la muerte.
Esto se realiza a través de la oración, la cual nació,
antes que nada, por las instrucciones dadas por el arcángel Rafael, que había
acompañado a Tobías a lo largo de todo su viaje y está escondido detrás del
nombre de Azarías.
Azarías-Rafael da al joven Tobías varios consejos sobre
cómo librarse de la acción del espíritu maligno, de aquel Asmodeo que había
provocado la muerte de los siete hombres a los que Sara había sido dada por mujer
anteriormente. Finalmente, él mismo torna la iniciativa en este asunto (cf. Tb
6, 17; 8, 3). Encomienda a Tobías y a Sara sobre todo la oración.
Cuando los padres salieron y cerraron la puerta de la
habitación, Tobías se levantó de la cama y llamó a Sara a la oración en común,
según las recomendaciones de Rafael-Azarías: «Levántate, hermana, y oremos y
pidamos a nuestro Señor que se apiade de nosotros y nos salve» (Tb 8, 4).
Nació así la oración que hemos citado al comienzo. Se
puede decir que en esta oración está presente la dimensión de la liturgia
propia del sacramento, Todo esto, en efecto, se realiza durante la noche
nupcial de los novios.
¡Bendito seas tú, Dios de nuestros
padres, y bendito sea tu Nombre por todos los siglos de los siglos! Bendígante
los cielos, y tu creación entera, por los siglos todos.
Tú creaste a Adán y para él creaste a
Eva, su mujer; para sostén y ayuda y para que de arribos proviniera la taza de
los hombres.
No es bueno que el hombre se halle
solo; hagámosle una ayuda semejante a él.
Yo no tomo a esta mi hermana con
deseo impuro, mas con recta intención.
Ten piedad de mí y de ella y podamos
llegar juntos a nuestra ancianidad.
Y dijeron a coro: «Amén, amén».
Son conscientes que el mal que los amenaza por parte del
demonio los puede golpear como sufrimiento, como muerte, destrucción de la vida
de uno de ellos. Pero, para rechazar aquel mal que amenaza con matar el cuerpo,
es necesario impedir al espíritu maligno el acceso a las almas, liberarse
interiormente de su influjo.
En este dramático momento de la historia de ambos, Tobías
y Sara, cuando en la noche nupcial les era debido, como recién casados, hablar
recíprocamente con el «lenguaje del cuerpo», transforman ese lenguaje en una
sola voz. Ese unísono es la oración. Esta voz, este hablar al unísono permite a
ambos cruzar la situación del límite, el estado de amenaza de mal y de muerte,
abriéndose totalmente, en la unidad de dos, al Dios vivo.
La oración de Tobías y de Sara se convierte, en cierto
modo, en el más profundo modelo de la liturgia cuya palabra es palabra de
fuerza. Es palabra de fuerza sacada de las fuentes de la alianza y de la
gracia. Es la fuerza que libera del mal, y que purifica. En esta palabra de la
liturgia se cumple el signo sacramental del matrimonio construido en la unión
del hombre y de la mujer, en base al lenguaje del cuerpo, releído en la verdad
integral del ser humano.
Tobías dice: «Yo no tomo a esta mi hermana con deseo
impuro, mas con recta intención» (Tb 8, 7). De tal manera indica el momento de
purificación, al cual tiene que ser sometido el lenguaje del cuerpo, cuando el
hombre y la mujer se disponen a expresar con ese lenguaje el signo de la
alianza sacramental. En este signo, el matrimonio debe servir a construir la
comunión recíproca de las personas, reproduciendo el significado esponsal del
cuerpo en su verdad interior. Las palabras de Tobías: no con deseo impuro,
tienen que ser releídas en el texto integral o la Biblia y de la Tradición.
Tobías y Sara terminan su oración con las palabras siguientes:
«Dígnate tener misericordia de mí y de ella y haznos llegar juntos a la vejez»
(Tb 8, 7).
Se puede admitir (basándose en el contexto) que ellos
tienen ante sus ojos la perspectiva de perseverar en la comunión conyugal hasta
el final de sus días, perspectiva que se abre delante de ellos con la prueba de
la vida y de la muerte, ya durante la primera noche nupcial. Al mismo tiempo,
ven con la mirada de la fe la santidad de esta vocación, en la que —a través de
la unidad de los dos, construida sobre la recíproca verdad del lenguaje del
cuerpo— deben responder a la llamada de Dios mismo, contenida en el misterio
del Principio. Y por eso piden: «Dígnate tener misericordia de mí y de ella».
Si estas indicaciones podrían parecer casi superfluas a
los que siguen el Camino Neocatecumenal, parece importante que sobre todo los
padres no den nada por descontado en la preparación de sus hijos al matrimonio,
sea respecto a una adecuada preparación como también en la etapa del noviazgo.
Para los padres no basta que el hijo o la hija empiecen una relación con un
chico o chica del Camino, ni que frecuente la comunidad. Su misión consiste
sobre todo en una verificación ayudando a sus hijos a vivir el tiempo del
«noviazgo» como un tiempo «de gracia» para discernir la voluntad de Dios, si
aquel chico o chica es efectivamente aquel o aquella elegida por el Señor para
llegar a ser su esposa durante toda la vida y madre de sus hijos.
Este cuidado, como hicimos presente en las catequesis de
los años pasados, es tarea «prioritaria» de los padres (todos los demás:
catequistas, presbíteros... pueden ofrecer ayudas importantes pero siempre
ayudas «subsidiarias»); se hace particularmente necesaria también por lo que
concierne al fenómeno cada vez más difundido de matrimonios mixtos, si no de
matrimonio con disparidad de culto. Los criterios pastorales que la Iglesia
ofrece en estos casos, se pueden aplicar en modo análogo también a los
matrimonios de hijos del Camino con chicos o chicas que no están en el Camino,
o que se profesan ateos o agnósticos.
Enlace articulo Original: http://www.catequesisenfamilia.org/novios/articulos-tematicos/2149-catequesis-sobre-la-familia.html
Esperas como Buen Pastor en el Sagrario
Y
Tú estás ahí, Jesús, por la única razón, por el único deseo que llena tu
corazón que es amarnos a cada uno.
Una vez más, Señor, ante ti.
La tarde está lluviosa. Han llegado las lluvias.. Tardes grises, húmedas,
silenciosas.... y Tu siempre ahí esperando...
Estás en todos los Sagrarios de la Tierra desde hace más de dos mil años. Estás
desde aquella "noche" en que te quisiste quedar para no dejarnos
solos, para acompañarnos como se acompaña al amigo en sus momentos felices, en
sus horas tristes y amargas, también en el lecho de la enfermedad, en la
soledad de los años viejos.
Estuviste, estás y estarás. Las generaciones pasan, el tiempo no se detiene y
Tú quisiste quedarte porque sabías que te íbamos a necesitar
Y vamos recordando cómo te afanabas por enseñarnos cuánto es tu amor por los
que te olvidan:
·
por lo que dicen que no creen en ti,
·
por los que un día, quizá sin saber por qué, se fueron de tu redil..
·
del que recuerda como una cosa lejana y bella el día en que te recibió
por primera vez y después...nada,
·
del que te empezó a negar porque se rieron de él el grupo de aquellos
nuevos amigos...
· del que por una pasión, donde hubo
lagrimas en otro hogar, comenzó una vida encadenado o encadenada a un delirio
donde tu ya no cabías...
Jesús... y nos hablas del pastor que echa en falta a una de sus ovejas, y sale
a buscarla hasta que la encuentra..... Y tus palabras tienen el mensaje de tu
gran amor:
"Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros, y llegando a su casa
convoca a los amigos y vecinos y les dice: ALEGRAOS COMIGO PORQUE HE HALLADO LA
OVEJA QUE SE ME HABÍA PERDIDO"
¡Qué profunda ternura, que gran alegría encierran estas palabras, Jesús mío!
Y Tú estás ahí, Jesús, por la única razón, por el único deseo que llena tu
corazón que es, que alguien que te abandonó...que alguien que se olvidó de ti,
n día volverá. Que aquel que ya no reza, un día abra sus labios y desde su
corazón te diga que lo perdones, que quiere volver a ti, a formar parte de tu
rebaño, que quiere, como el hijo pródigo volver al Padre, y que aquel que te
dijo: no creo... te diga: NO SOLO CREO.... TAMBIÉN TE AMO.
"OS DIGO QUE, DE IGUAL MODO, HABRA MAS ALEGRIA EN EL CIELO POR UN SOLO
PECADOR QUE SE CONVIERTA QUE POR NOVENTA Y NUEVE JUSTOS QUE NO TENGAN NECESIDAD
DE CONVERSIÓN"
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Del Evangelio de Lc. 15, 4-7
Autor: Ma Esther De Ariño.
jueves, 4 de julio de 2013
Jesús Sacramentado, enséñanos a ser humildes
Presente
en esa Hostia donde los ojos del que "se hizo hombre y habitó entre
nosotros" nos miran con su infinito amor.
En el Evangelio según San Juan l3, 1-15, se nos narra cuando Jesús lava los
pies a los discípulos.
Con este pasaje del Evangelio de San Juan quedamos introducidos en la parte
central de los acontecimientos más relevantes de nuestra fe. Ya estamos de
lleno en ellos: LA ÚLTIMA CENA.
Jesús quiere despedirse de sus seguidores, de sus compañeros, de sus amigos.
Otra vez su gran humildad. Su gesto fino y lleno de ternura. Va lavándole los
pies a aquellos hombres que lo habían visto ordenar a los vientos y a las olas
la quietud en la tormenta, que le habían visto dar luz a los ojos de los
ciegos, hacer andar a los paralíticos, sanar a los leprosos, resucitar a los
muertos. Que lo habían visto radiante como el sol en su Transfiguración y
ahora, con un amor inconmensurable, con una humildad sin límites les está
lavando los pies.
Pedro está asustado, no acierta a comprender, pero ante las palabras de Jesús y
con su vehemencia natural, le pide que le lave de los pies a la cabeza. Jesús
va más alla.... está pensando en la humanidad y en esta humanidad estoy yo y
falta poco para que no seamos lavados con agua, sino con su sangre que nos
limpia y nos redime.
Jesús, entre los doce están los pies de aquel que te va a traicionar...y creo
que tus manos tuvieron que temblar al lavar los pies de Judas. Acariciaste
aquellos pies con amor y con tristeza y nos mandaste hacer eso mismo con
nuestros semejantes, sin distinciones de este por que me cae bien o de este no
por que me cae mal.
¡Que yo no olvide tu ejemplo y tu mandato, Señor! Que a todos los que me rodean
en mi cotidiano vivir yo los acepte como son y tenga ante ellos esa postura de
amor y de humildad que tú nos pides.
Y nuestra pobre mente no alcanza a comprender todo el profundo significado de
este acto. Ya antes de morir te estás anonadando ante los hombres y después
otra locura de ese amor que te abrasa el alma, que quema tu corazón por ello no
quisiste dejarnos solos y poco después, haces del pan tu Cuerpo y del vino tu
Sangre y te quedas para ser nuestro alimento.
Y ahora, presente en esa Hostia donde los ojos del que "se hizo hombre y
habitó entre nosotros" nos miran con su infinito amor, le podemos decir
eso que siempre espera...
Jesús Sacramentado, de rodillas te pedimos:
"Jesús, enséñame a quererte, como tú me quieres, enséñame a ver tu rostro
en el rostro de mis semejantes, enséñame, Jesús a ser buena, a que tú seas el
Eje de mi vida, esa vida que hoy pongo en tus manos, Señor, muy cerca de tu
corazón y enséñame a acompañarte a Tí y a tu Santísima Madre con mi oración en
todos los amargos tormentos de la ya muy cercana muerte de cruz" Amén.
Autor: Ma Esther de Ariño.
miércoles, 3 de julio de 2013
El matrimonio obra de Dios
MONS. FERNANDO CASTRO AGUAYO Magisterio
Catecismo la Familia y el Matrimonio.
3. El matrimonio obra de Dios
16. ¿Cuál es el origen del matrimonio?
El matrimonio ha sido establecido por Dios. La Biblia
enseña que Dios después de haber creado a Adán dijo: no es bueno que el hombre
esté solo. Hagámosle una compañera a él (Gn 2,18). Y añade: por eso dejará el
hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y vendrán a ser los dos
una sola carne (Gn 2,24). Así quedó fundada en el inicio de la humanidad el
matrimonio. Los bendijo Dios diciéndoles: creced, multiplicaos y llenad la
tierra (Gn 2,28).
17. ¿Cuál es el papel de la libertad en
los que contraen matrimonio?
Todo hombre y mujer es libre para casarse o no, porque Dios
no obliga a nadie a contraer matrimonio, y este no se constituye sin el libre
consentimiento de los novios. Pero una vez que se ha establecido la alianza
conyugal, el hombre está sujeto a sus leyes divinas por las que el matrimonio
se rige, y a sus propiedades esenciales.
18. ¿Por qué algunos afirman que el
matrimonio es un invento de los hombres?
El carácter sagrado del matrimonio es reconocido en todas
las culturas, pero en los últimos tiempos se ha difundido una visión del
matrimonio sin referencia a Dios, como si fuera solo una cuestión de leyes
civiles o un asunto privado entre un hombre y una mujer Esto lo dicen quienes
no conocen ni aman a Dios, y piensan que la religión no debe influir en sus
vidas.
19. ¿Cómo influyen estos errores sobre
el matrimonio en la sociedad?
La causa de esos errores es que las personas se alejan de
Dios. Cuando esto ocurre es difícil que se reconozca la dignidad del
matrimonio, y fácilmente se cae en la práctica de la infidelidad, el divorcio,
el amor libre y otras uniones ilícitas o irregulares. También el amor
matrimonial frecuentemente queda profanado por el egoísmo, el materialismo y la
anticoncepción.
20. ¿Influye esta conducta en la
sociedad civil?
El alejamiento personal de Dios y la ignorancia de la
doctrina de Jesucristo influye en la ruptura de gran cantidad de familias y
constituye una de las causas más claras de la decadencia y moral de toda la
sociedad.
Enlace articulo original: http://www.catequesisenfamilia.org/novios/magisterio/1723-el-matrimonio-obra-de-dios.html
Tomás, perseguido por Cristo
Vamos
a contemplar la figura de Santo Tomás a la luz de ese amor de Dios, hoy que
celebramos su fiesta.
El Apóstol llamado Tomás en los Evangelios (Mt 10, 3; Mc 3,18, Lc 6,15) es apodado
"Dídimo" que significa "gemelo" (Jn 11,16). Entra casi en
el Evangelio de una forma silenciosa. Sus primeras palabras afirman en una
ocasión su deseo de morir con Jesús (Jn 11, 16).
Posteriormente se manifiesta con un estilo racionalista ante las palabras de
Jesús, asombrándose de cómo se puede conocer un camino, no sabiendo a dónde se
va (Jn 14,4). Finalmente conocemos su incredulidad ante el hecho de la
Resurrección ( Jn 20, 24-29) y su presencia en la aparición de Jesús en el lago
de Tiberíades (Jn 2, 1-14).
Tras la Ascensión lo contemplamos en Jerusalén con los demás apóstoles. La
tradición le asigna como actividad misionera Persia y la India. La ciudad hindú
de Calamina, donde se supone que murió, no ha sido identificada. Santo Tomás
murió mártir Sus restos fueron traslados a Edesa.
Vamos a contemplar la figura de Sto. Tomás a la luz de ese amor de Dios que
siempre persigue al hombre para que se salve y llegue al conocimiento de la
verdad. Es una de las formas más bellas de ver la misericordia divina.
Dios siempre persigue al hombre cuando éste se sale del camino del amor y de la
verdad que él le ofrece. La misericordia no es tanto una actitud pasiva de
Dios, siempre dispuesto a perdonar, cuanto una acción de Dios positiva
consistente en buscar la oveja perdida una y otra vez. El Evangelio está lleno
de imágenes bellísimas de este estilo de Dios. Desde el buen Pastor que
abandona el rebaño a buen recaudo para ir a buscar a la oveja perdida, hasta
ese Cristo que providencialmente se hace presente siempre allí donde alguien le
necesita, la realidad es que Dios persigue al hombre una y otra vez
ofreciéndole su Corazón abierto para que vuelva.
La misericordia divina, -un atributo precioso de Dios-, se convierte así en esa
larga persecución de Dios al hombre a lo largo de toda la vida por medio de
innumerables gracias que respetan indudablemente la libertad del hombre. No se
resigna a perder a nadie. Dios no abandona a nadie, a no ser que alguien le
abandone a él.
Desde el momento en que Dios crea a cualquier ser humano, esa persona se
convierte en objeto inmediato del amor de Dios. A partir de ahí Dios se hace
garante de un compromiso destinado a lograr, respetando la libertad humana, la
salvación del hombre. Jamás desiste Dios de este compromiso, suceda lo que
suceda y pase lo que pase. Es tal el amor de Dios hacia el hombre que, aun
rechazado, olvidado, abandonado, blasfemado, Dios sigue llamando a las puertas
del corazón una y otra vez, hasta el último momento de la vida. Este
comportamiento divino se encierra en una palabra: "alianza". Dios ha
hecho una alianza de amor con el hombre que él siempre respetará.
Desgraciadamente el hombre con frecuencia toma a broma este amor de Dios. Cree
que la misericordia divina consiste en burlarse del amor de Dios que siempre
terminará perdonando, incluso sin que medie la petición de perdón. Así muchos
seres humanos juegan inconscientemente a lo largo de la vida con la
misericordia divina, olvidándose de aquellas palabras de S. Pablo:
"Trabajad con temor y temblor por vuestra salvación". En esta actitud
se da un equívoco de fondo. Nada tiene que ver la Misericordia infinita de Dios
con la certeza de que el hombre va a estar dispuesto a pedir perdón un día. La
Misericordia divina siempre estará asegurada; no así la petición de perdón del
hombre. La Misericordia divina necesita la actitud humilde del hombre que
reconoce su mentira, su equivocación, su deslealtad al amor de Dios.
A pesar de los pecados cometidos, una y otra vez, nunca hay motivo o razón para
dudar de la Misericordia divina. El amor de Dios es más grande que nuestros
pecados, por terribles que fueran. Ahí tenemos a Pedro, a Zaqueo, a la mujer
adúltera, a tantas personas pecadoras con quienes Cristo se encontró. Nunca
encontraron en él el reproche amargo, el rechazo cruel, la crítica amarga. Al
revés, todos los pecadores, que reconocieron su pecado, encontraron en Cristo
el perdón, el aliento, el ánimo, la esperanza que tanto les ayudó a encontrar
el camino de la paz y del bien. No deja de tener un significado muy consolador
esa imagen del Crucificado, en la que Cristo, clavado en la Cruz, tiene los
brazos abiertos para siempre, convirtiéndose así en la imagen de ese Dios que
siempre espera, que siempre acoge, que siempre abraza.
Autor: P. Juan J. Ferrán.
martes, 2 de julio de 2013
Vengo a pedirte una limosna
Sé
que estás muy ocupado, sé que tienes muchas cosas que hacer. Tan sólo dame un
minuto de tu tiempo
A ti, que puedes dármela. En nombre de miles de jóvenes, que no han sido tan afortunados
como tú; en nombre de cientos de muchachos y niños entre los 12 y 20 años, que
intentaron suicidarse, y en nombre de los cientos de chicos y chicas que no
sólo lo intentaron, sino que se quitaron la vida. Dame una limosna de esperanza
para los cientos de jóvenes entre los 12 y 25 años, que un día me han dicho
llorando de desesperación: "No encuentro sentido a mi vida".
Un niño de 14 años me dijo un día: "Me quiero morir". Una limosnita
de caridad para los miles de gentes que no creen en Dios, que no creen en nada,
que viven sin ilusión, gente sin esperanza, que camina por ahí sin rumbo. Una
limosnita por amor de Dios. No te pido que me des todo lo que tienes, dame un
poquito de lo que te sobra, las migajas de tu fe, de tu esperanza, de tu ideal.
Te pido una limosna en memoria de los que han muerto en pecado mortal, y se han
condenado para siempre. No te la pido para ellos, ya que les llegaría demasiado
tarde, te pido una limosna de oración para los que están en la fila. Una
limosna para los que, hartos de todo, se arrancaron la vida violentamente,
porque nadie les tendió la mano a tiempo.
Sé que estás muy ocupado, sé que tienes muchas cosas que hacer. Tan sólo dame
un minuto de tu tiempo, una sonrisa, una palabra de aliento. Tú que pareces
feliz, dime: ¿crees que puedo ser feliz en este mundo?
Tú que te sientes tan sereno, ¿cómo le haces? Tú que hablas de un Dios que te
alegra la vida, ¿podrá alegrar también la mía? Tú que pareces tener un por qué
vivir, ¿no quieres dármelo a mí? Date prisa, porque ya me estoy hartando de
seguir viviendo, de seguir pudriéndome en esta vida sin sentido. Y,
posiblemente, si tardas, ya me habré ido al otro lado.
Una limosna pequeña. Mira esta mano extendida, es mi mano, pero esta mano
representa muchas manos; por ejemplo, la de aquél que dijo: "Y sigo
pensando en mi Cristo Místico, compuesto por cada uno de mis hermanos. Y
escucho su voz que clama: Tengo hambre y no me das de comer: hambre de Dios;
tengo sed y no me das de beber: sed de vida eterna; estoy desnudo y no me
vistes, no me defiendes de mis enemigos. Y me convenzo de que esta hambre de
Dios puede convertirse en desesperación, esta sed puede convertirse en rabioso
frenesí, esta desnudez puede llegar a ser muerte".
Y, si das esa limosna, en nombre de Dios y en nombre de todos esos infelices,
¡gracias!, ¡muchas gracias!
Autor: P. Mariano de Blas LC.
lunes, 1 de julio de 2013
Ante la presencia de Jesús ...un consolador recuerdo
Prisionero
tras la puerta de madera, me parece que oigo latir tu corazón y adivino el
mirar de tus ojos en la espera.
Estoy
aquí , Señor, vengo envuelta entre el tráfico, arrastrada en el vendaval del
agitado mundo, de sus prisas, de sus noticias, que muchas veces dan
escalofrío,... de música que no tiene armonía y melodía sino que ruidos
estridentes y discordantes... de caras crispadas por gran impaciencia...
Las personas en medio de este mundo caótico se sienten solas y esa soledad
abraza su espíritu con un abrazo de ahogo y tristeza infinita.
Así me sentía yo... y hoy vengo ante ti, mi amado Jesús, y el recuerdo, aunque
lejano de un tiempo pasado, de una tarde como esta ante tu Presencia en el
Sacramento de la Eucaristía, buscando lo que solo Tu podías entender, mis
dolores, mis agobios... voy recordando:
La puerta de la pequeña Iglesia, de un pueblecito más pequeño aún, perdido en
la serranía, dio un lastimero crujido cuando la empujé... la nave, humilde y
sencilla, silenciosa y vacía...Tenía una luz que se filtraba atravesando unos
ventanales en forma de arcos que le daban claridad a la semipenumbra del
recinto, pero... ahí estabas Tu, al frente, ahí donde brillaba una lucecita
roja que parpadeaba como si fuese la señal del latir de tu Corazón.
Despacio llegué hasta Ti...me puse de rodillas y suavemente fue brotando este
pequeño verso ante aquel Sagrario, que ya nunca olvidaré...
Jesús : Ya no me importa la
soledad,
ni el sufrimiento ya me
acobarda...
Tu me enseñaste que es estar
solo....
¡que es entregarse con toda
el alma!
¿Cómo podré correr
ansiosamente tras el lujo, la vida loca y vana,
si aprendí la mejor lección
del mundo, en esta Iglesia, tan pequeña y olvidada?
¡Tu Rey de reyes, Tu que
todo lo hiciste de la nada!
¡Encerrado en un Sagrario de
madera
sin pulir, sin pintar....!
y sobre el altar, cuatro
flores empolvadas!
¡Tu que Todo lo eres, te
perdiste en la Nada...!.
¡Qué infinita humildad!.
Prisionero tras la puerta de
madera, me parece que oigo latir tu corazón
y adivino el mirar de tus
ojos en la espera ...
Han de ser tan dulces, tan
sinceros....
han de ser tus ojos, Jesús
mío,
la apoteosis de la luz y la
belleza.
De tal modo se hirió mi
corazón,
ante tanta grandeza y
humildad,
que ahora vivo prisionera
del recuerdo,
y ese recuerdo Divino es
como un faro bendito, que alumbra mi oscuridad....
Este mi pequeño verso es mi mejor reflexión para adorarte y bendecirte, mi
amado Jesús Sacramentado.
Autor: Ma Esther De Ariño.
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