"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

lunes, 6 de junio de 2011

Oír su voz

Recuerdo la decepción de una mujer, que al volver de un viaje por un país oriental, llegó a su casa  dispuesta a contar a todos las maravillas que había contemplado; a nadie pareció interesarle su discurso. A ella, que tenía cosas tan bonitas que contar y que explicar a todos, nadie le prestaba atención, cada uno estaba a lo suyo. Decidió, con pena, no contar nada.
Esa decepción que a lo mejor algunos hemos experimentado en lo humano, cuando tenemos cosas tan importantes para nosotros que contar, la experimenta Dios, cuando no es escuchado por los hombres. Cuando recordamos a Jesús, Cristo dice que sus ovejas son las que escuchan su voz. Pero, ¿ cuántas personas hay dispuestas a escuchar de verdad hoy en día la voz de Cristo? ¿ A cuántos realmente nos interesa su mensaje, que contiene palabras de vida eterna?  ¿Cuántos realmente queremos incomodarnos, desinstalarnos, y dejar que las palabras de Cristo, que son las únicas que  dan sentido a la vida, nos cambien y nos transformen nuestra vida?.
Tenemos que reconocer, que esta sociedad del confort, de la comodidad, del mínimo esfuerzo, nos lleva a evitar todo lo que sea incomodidad y transformación interior, todo lo que sea cambio. Sin embargo, el requisito imprescindible para formar parte de ese rebaño del Buen Pastor, es escuchar la Voz. Una voz que resuena en el silencio, una voz que no se impone, que es entrañable. Por eso, en el mundo de la prisa, de los esclavos del reloj, de las agendas que están repletas de actividades por hacer,  nos podríamos preguntar los cristianos, qué tiempo dedicamos a escuchar la voz del Buen Pastor. Bien lo expresó Simón Pedro, cuando desconcertado decía: “Señor, ¿ a quién vamos a acudir?, Sólo tú tienes palabras de vida eterna”. Porque escuchar la voz del Pastor, significa  conocer palabras nuevas, que puedan transmitir un mensaje de novedad a mi vida. Es conocer nuevas actitudes, que van a tener consecuencias para la eternidad, la mía y la de los demás.
Por eso, ¡qué decepción tan grande puede sentir el Señor, cuando los hombres no queremos escuchar la aventura tan  apasionante que nos tiene que ofrecer, la aventura de la vida,  de la vida en la tierra y de la vida en el cielo!.
Todos deberíamos plantearnos qué tiempo dedicamos a diario a escuchar la voz del Buen Pastor, y tal vez con vergüenza, reconozcamos que es muy poco: porque no nos interesa, o nos cansa; porque denuncia cosas que hacemos y nos interpela para rectificar. Decía el salmista: ¡Ojalá escuchéis hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón!.
La Iglesia nos presenta a Jesús como el Buen Pastor  que da la vida por sus ovejas. Y transmite esa vida, no solamente en la cruz, sino que Él mismo continua dando vida por medio de su Palabra y los Sacramentos. Sólo los orantes, los que no tienen miedo al silencio exterior para empezar a  escuchar la voz interior de Dios, son los que consiguen seguir al Buen Pastor. Por eso, ¡ qué necesidad tan grande tenemos todos los días de hacer un pequeño parón!. No se trata tanto de contarle a Dios nuestras cosas, sino sobre todo dejar que Dios entre en nuestro corazón con su palabra, su cariño, con todo su ser. No solamente decirle nuestras penas, nuestras  necesidades, nuestras ansias, sino que Dios también nos hable de lo suyo. En una amistad verdadera, o son dos los que hablan y se escuchan, o algo no va bien en esa relación. Tal vez nos demos cuenta de que estamos utilizando a Dios, porque no nos interesan del todo sus cosas, a no ser las cosas que nos puedan beneficiar y que obtenemos de Él. ¡Ojalá que escuchemos todos la voz del Buen Pastor y que esa voz nos dé una vez más la vida eterna!

El Corazón lleno de nombres...

Te has sentido alguna vez sólo ?
Has gozado alguna vez del encuentro con otros?
Has disfrutado de alguna conversación sincera, de ésas en la que hay intimidad, reconocimiento y confianza ?
Has notado, en tu entraña la mordedura de las ausencias ?
Has compartido risas, ilusiones y empeños, con la conciencia lúcida de estar viviendo momentos que nadie te podrá robar ?
Así se construyen los paisajes que poblamos: entre la distancia inevitable, y en la presencia en la que, aveces,
conseguimos vernos...
" Todo eso es el Amor..."
y si hay amor en nuestra vidas, entonces todo está a nuestro alcance.
Aunque no siempre sea fácil ...
Psj.
Dios les bendiga... infinitamente.

El Corazón lleno de nombres...

Te has sentido alguna vez sólo ?
Has gozado alguna vez del encuentro con otros?
Has disfrutado de alguna conversación sincera, de ésas en la que hay intimidad, reconocimiento y confianza ?
Has notado, en tu entraña la mordedura de las ausencias ?
Has compartido risas, ilusiones y empeños, con la conciencia lúcida de estar viviendo momentos que nadie te podrá robar ?
Así se construyen los paisajes que poblamos: entre la distancia inevitable, y en la presencia en la que, aveces,
conseguimos vernos...
" Todo eso es el Amor..."
y si hay amor en nuestra vidas, entonces todo está a nuestro alcance.
Aunque no siempre sea fácil ...
Psj.
Dios les bendiga... infinitamente.

Un día más...

" Te amo Señor...
y la única gracia que te pido es amarte eternamente...
Dios mío, si mi lengua no puede decir en todos los momentos que te amo,
quiero que mi corazón te lo repita, cada vez que respiro..."
s. Juan María Vianney

Toma mi ser Señor

La propuesta de santidad de Juan Pablo II a los jóvenes

Roberto Esteban Duque
Si aceptamos como válido que la “generación del 68”, es decir, los que hoy están en el umbral de la jubilación, es el grupo de edad menos cristiano que existe en la sociedad española, y que dicha generación anticristiana permanece todavía en el poder, arrogándose el monopolio de la modernidad y el progresismo, intentando liberar las relaciones humanas de cualquier hipoteca de la tradición y la trascendencia, no es de extrañar que mi generación -aquellos que nos acercamos a los cincuenta- y más todavía la que se encuentra en torno a los treinta años, puedan ser calificadas justamente como generaciones confusas, sin más credo que el secularista y liberacionista recibido por sus progenitores y por un Estado obstinado en arrinconar como sea al catolicismo, presentando a la Iglesia como una abadía en ruinas y cuya doctrina beligerante no haría sino provocar mayor rechazo entre el coro de los idólatras subyugados por el dinero y la promiscuidad sexual, por la incesante búsqueda de un placer tan efímero como banal.
Aparte de mi escepticismo en las encuestas y estudios -no digamos nada si provienen además del establishment progresista o de la conjura del poder-, empeñados en hacernos creer que son cada vez menos los jóvenes católicos practicantes, barnizados de una fe intimista, nada comprometida con sus vidas y, por tanto, adulterada, apenas sugerente ni profunda, así como refractarios a la doctrina de la Iglesia, como si ésta fuese ajena a sus aspiraciones y esperanzas, lo cierto es que no estamos lejos de que se produzca un deseable y necesario relevo generacional, más próximo a los millones de jóvenes galvanizados por el Papa Juan Pablo II en las Jornadas Mundiales de la Juventud que a una cultura colonizada por criterios secularizadores y relativistas, que menosprecia la autoridad, la obediencia y la continuidad, y no soporta el arraigo, las relaciones vinculadoras ni las raíces permanentes del existir.
Se trataría -como advierte Weigel sobre el fenómeno que se está produciendo entre los “nuevos fieles” de EEUU (con diferencias todavía insalvables respecto del panorama religioso de España)- de una generación hastiada por el secularismo de sus progenitores, fatigada por una sociedad materialista y hedonista, y para quien Juan Pablo II sería el referente inequívoco a la hora de constituir una “masa crítica” de la cultura cristofóbica y anticatólica invasoras en Europa. Este despertar de la tradición y de las raíces cristianas se estaría canalizando en España, según sostiene el profesor Francisco J. Contreras, en los movimientos pro-vida y entre un sector de la población que tiene el coraje de manifestarse a favor de la familia, así como entre una “minoría creativa”, dispuesta a vivir con arrojo una fe incandescente.
La propuesta del Papa Juan Pablo II, que será beatificado el día 1 de mayo, posee una validez absoluta: es inexcusable una vida de oración, de autoexigencia y servicio a los demás, una lógica del amor a Jesucristo, abrazando a los más pobres y luchando por ser santos. ¿Acaso es otro el mensaje del Evangelio? A los jóvenes de ayer y de hoy, a las generaciones más jóvenes nacidas entre los años 1975-1990, Juan Pablo II les diría las mismas palabras que pronunció en su primer viaje como Pontífice a su patria polaca: “¡No tengáis miedo!”. Sabed que un mundo sin Dios no tiene futuro y que la vida nueva sólo puede conquistarse por un camino de ascesis y renuncia al hombre viejo; que la Iglesia seguirá insistiendo, fiel a la tradición, en la sacralidad de la vida, manifestando una Verdad que nos salva, la necesidad insoslayable, por constitutiva, de la religión y la fidelidad al matrimonio y la familia; que los complejos de inferioridad cultural manifiestan una inquietante vergüenza de ser cristianos y de pertenecer a la Iglesia católica, la misma Iglesia donde los jóvenes encontrarán a Cristo, porque es ella quien nos lo da; que ser progresista hoy en la Iglesia, es decir, sofisticado y conformista, revela un grado peligroso de decadencia y mediocridad, ajeno a la excelencia y radicalidad del Evangelio; que sólo existe una pobreza en la vida de los hombres: la de un mundo sin Dios, y que estamos llamados a recibir y acoger el amor de Dios para posibilitar la comunión y el amor entre los hombres.

La propuesta de santidad de Juan Pablo II a los jóvenes

Roberto Esteban Duque
Si aceptamos como válido que la “generación del 68”, es decir, los que hoy están en el umbral de la jubilación, es el grupo de edad menos cristiano que existe en la sociedad española, y que dicha generación anticristiana permanece todavía en el poder, arrogándose el monopolio de la modernidad y el progresismo, intentando liberar las relaciones humanas de cualquier hipoteca de la tradición y la trascendencia, no es de extrañar que mi generación -aquellos que nos acercamos a los cincuenta- y más todavía la que se encuentra en torno a los treinta años, puedan ser calificadas justamente como generaciones confusas, sin más credo que el secularista y liberacionista recibido por sus progenitores y por un Estado obstinado en arrinconar como sea al catolicismo, presentando a la Iglesia como una abadía en ruinas y cuya doctrina beligerante no haría sino provocar mayor rechazo entre el coro de los idólatras subyugados por el dinero y la promiscuidad sexual, por la incesante búsqueda de un placer tan efímero como banal.
Aparte de mi escepticismo en las encuestas y estudios -no digamos nada si provienen además del establishment progresista o de la conjura del poder-, empeñados en hacernos creer que son cada vez menos los jóvenes católicos practicantes, barnizados de una fe intimista, nada comprometida con sus vidas y, por tanto, adulterada, apenas sugerente ni profunda, así como refractarios a la doctrina de la Iglesia, como si ésta fuese ajena a sus aspiraciones y esperanzas, lo cierto es que no estamos lejos de que se produzca un deseable y necesario relevo generacional, más próximo a los millones de jóvenes galvanizados por el Papa Juan Pablo II en las Jornadas Mundiales de la Juventud que a una cultura colonizada por criterios secularizadores y relativistas, que menosprecia la autoridad, la obediencia y la continuidad, y no soporta el arraigo, las relaciones vinculadoras ni las raíces permanentes del existir.
Se trataría -como advierte Weigel sobre el fenómeno que se está produciendo entre los “nuevos fieles” de EEUU (con diferencias todavía insalvables respecto del panorama religioso de España)- de una generación hastiada por el secularismo de sus progenitores, fatigada por una sociedad materialista y hedonista, y para quien Juan Pablo II sería el referente inequívoco a la hora de constituir una “masa crítica” de la cultura cristofóbica y anticatólica invasoras en Europa. Este despertar de la tradición y de las raíces cristianas se estaría canalizando en España, según sostiene el profesor Francisco J. Contreras, en los movimientos pro-vida y entre un sector de la población que tiene el coraje de manifestarse a favor de la familia, así como entre una “minoría creativa”, dispuesta a vivir con arrojo una fe incandescente.
La propuesta del Papa Juan Pablo II, que será beatificado el día 1 de mayo, posee una validez absoluta: es inexcusable una vida de oración, de autoexigencia y servicio a los demás, una lógica del amor a Jesucristo, abrazando a los más pobres y luchando por ser santos. ¿Acaso es otro el mensaje del Evangelio? A los jóvenes de ayer y de hoy, a las generaciones más jóvenes nacidas entre los años 1975-1990, Juan Pablo II les diría las mismas palabras que pronunció en su primer viaje como Pontífice a su patria polaca: “¡No tengáis miedo!”. Sabed que un mundo sin Dios no tiene futuro y que la vida nueva sólo puede conquistarse por un camino de ascesis y renuncia al hombre viejo; que la Iglesia seguirá insistiendo, fiel a la tradición, en la sacralidad de la vida, manifestando una Verdad que nos salva, la necesidad insoslayable, por constitutiva, de la religión y la fidelidad al matrimonio y la familia; que los complejos de inferioridad cultural manifiestan una inquietante vergüenza de ser cristianos y de pertenecer a la Iglesia católica, la misma Iglesia donde los jóvenes encontrarán a Cristo, porque es ella quien nos lo da; que ser progresista hoy en la Iglesia, es decir, sofisticado y conformista, revela un grado peligroso de decadencia y mediocridad, ajeno a la excelencia y radicalidad del Evangelio; que sólo existe una pobreza en la vida de los hombres: la de un mundo sin Dios, y que estamos llamados a recibir y acoger el amor de Dios para posibilitar la comunión y el amor entre los hombres.

domingo, 5 de junio de 2011

A CARLOS GUILLERMO

Carlos Guillermo, hoy es un día muy muy grande para ti, y sobre todo para tu alma, Dios entra por primera vez en ella, antes la has limpiado, la has preparado para recibirlo como  Él se merece. Tienes que estar muy contento, darle muchas gracias, por que hoy eres un elegido, gracias también por esos Padres que te ha dado y cuyo ejemplo debes siempre seguir, para tener siempre contento a Dios y a la Virgen María. Ya tienes que rezar todos los días y contarles tus cosas a Jesús él te comprenderá y ayudara mucho, habla igualmente mucho con Papa y con Mana, ellos deben de ser tus mejores amigos ¡¡Siempre!!.
Que Dios y la Virgen María te protejan, que seas muy feliz, te lo desea tu amigo Manolo desde esta España que aun estando lejos, hoy está a tu lado.  Ahora me voy a oir la Santa Misa y a pedir mucho por ti.
Un fuerte abrazo tu amigo Manolo.


sábado, 4 de junio de 2011

CORAZON DE JESUS

CORAZON DE JESUS, HIJO DE DIOS PADRE
CORAZON DE JESUS, ENGENDRADO POR EL ESPIRITU SANTO EN EL SENO DE LA VIRGEN MADRE
CORAZONN DE JESUS, UNIDO SUSTANCIALMENTE AL VERBO DE DIOS
¡TEN MISERICORDIA DE NOSOTROS!




Seguridad

Todo ser humano ha nacido para encontrar la felicidad. Es incuestionable. Por eso, Jesucristo, en su primer discurso importante habla de felicidad, que es lo que quiere decir bienaventuranza. Ya antes, Jeremías, se atreve a poner una maldición en labios de Dios: "maldito el que confía en el hombre y pone en la carne su fuerza". Esto es, en definitiva, lo que nos podría estar pasando a todos nosotros, cuando ponemos nuestra confianza en las cosas humanas.
Si nos hiciéramos una pregunta muy sencilla -¿dónde está mi seguridad? ¿Qué es aquello que más seguridad me da en la vida?-, veríamos como la ponemos muchas veces en las cosas que tenemos, en el dinero de una cuenta corriente, en una casa, en un coche, en unas vacaciones, en una buena figura física, en un aplauso social, en una posición bien ganada, en un sueldo, e incluso en una persona.
Jesucristo es capaz de ir mucho más allá de todo eso y decir que esos no son los motivos para que un hombre esté seguro y encuentre así la felicidad. Que mientras vivamos en un mundo en el que se nos mide por lo que tenemos, y se nos admire por lo que parezcamos y no por lo que seamos en el corazón, nunca vamos a encontrar la verdadera felicidad. Por eso Jesucristo dice que felices son los pobres, los que lloran, los que tienen hambre, los que son perseguidos por causa de la justicia. Porque todas esas personas han sido capaces de sobrepasar las fronteras del puro tener, y siguen siendo humanos, y siguen teniendo la misma dignidad, y siguen amando a todos y siendo los amados de Dios, y en definitiva deberían ser los amados de los hombres aunque no tengan nada.
Qué fácil es rezar, sonreír, ser optimista y llevarse bien con la vida, cuando tengo de casi todo. Tengo familia, tengo una modesta posición económica, tengo trabajo, tengo, tengo... Pero, ¿qué sería de mi estabilidad emocional, o de mi fe si me faltan las cosas que tengo? -la salud, mi puesto de trabajo, mi familia, mi dinero,... - ¿sería siempre el mismo ser encantador que creo ser ahora? En la medida que yo cifre todo mi bienestar, incluso espiritual, en las cosas que tengo, me estoy equivocando. Las Bienaventuranzas son una llamada a poner nuestra mirada en la transcendencia. Lo que hoy tenemos, pasa, termina, no es fuente de felicidad, y mientras que un cristiano no esté convencido de esto, mientras que un cristiano no haga una opción verdadera por buscar el reino de Dios y su justicia, es decir, por buscar primero las cosas del corazón, las que no se ven, las cosas de la intimidad con Dios antes que las cosas materiales, se está equivocando. ¡Cuántos problemas innecesarios aparecen por no tener esto claro! Si te preguntaran ahora mismo cuál es el motivo de tu tristeza, de tu dolor, te darías cuenta que no eres capaz de renunciar a tantos dones, no solamente materiales, sino también personales y espirituales que tienes. No te define lo que tienes, te define lo que eres. ¿Quién eres? ¿Qué quieres? ¿Cuál es tu concepto de felicidad?. Son las preguntas que te hace este domingo el Señor en el Evangelio.