Uno de los modos de meditar la palabra de Dios es poniéndonos nosotros
mismos en el lugar de alguno de los personajes que el pasaje nos presenta. Hoy
quisiera que nos colocáramos en los zapatos del ciego.
Apocalipsis 1, 1-4; 2, 1-5: “Recuerda de dónde has
caído, y arrepiéntete”
Salmo 1 “El Señor protege al justo”
San Lucas 18, 35-43 “¿Qué quieres que haga por ti?
Señor, que vea”
Uno de los modos de meditar la palabra de Dios
es poniéndonos nosotros mismos en el lugar de alguno de los personajes que el
pasaje nos presenta. Hoy quisiera que nos colocáramos en los zapatos del
ciego. Así, sintamos la inseguridad que provoca la oscuridad, la turbación que
provocan los ruidos desconocidos, el miedo que da el avanzar en tinieblas. ¿Qué
se siente estar ciego?
Hay quienes llevan su ceguera con mucha dignidad y
hasta optimismo. Conozco personas que nos adelantan en superación, servicios y
atención, a pesar de su ceguera. Pero con frecuencia la ceguera produce
dependencia, imposibilidad y marginación. Desde allí, junto con el ciego,
preguntemos qué es el ruido que se oye, por qué los pasos de tanta gente. “Es
Jesús”. ¿Qué sentimos en nuestro corazón cuando escuchamos que Jesús pasa a
nuestro lado y estamos sumidos en la oscuridad? ¿Por qué no nos unimos al grito
de angustia que profiere aquel ciego? “Jesús, hijo de David, ten compasión
de mí”. Estoy ciego, estoy perdido en mis oscuridades, no encuentro el
camino y las personas que deberían apoyarme, me piden que calle, que no hable,
que no exija mis derechos, que no estorbe. “Jesús, tú ten compasión de mí”.
Tú no puedes callarme, tú me escuchas y atiendes,
tú me permites acercarme. Oigo tus palabras: “¿Qué quieres que haga por ti?”
Señor, tengo una larga lista de cosas que quisiera pedirte. Hay muchas cosas
que no entiendo: el mal, el pecado, la injusticia, la violencia… pero lo que
más me duele es mi propia oscuridad, mi propio pecado y mi propia maldad.
Señor, que vea. Señor, que haya luz en mi interior que me permita tener
esperanza y fortaleza para la lucha de cada día. Señor ilumina mis tinieblas
para descubrir tu camino de fraternidad y de amor.
Señor rompe las barreras que me impiden
descubrir en cada rostro un hermano, y en cada hombre y mujer tu propio rostro.
Señor, que vea.
Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo Coadjutor de la
Diocesis de San Cristobal de la Casas | Fuente: Diocesis de San Cristóbal de
Las Casas
Para leer el Evangelio de hoy, comentado, por favor pulse aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario