Autor:
Pablo Cabellos Llorente
La muerte de Rita Barberá habrá sido su
eterno descanso, pero no puede ser nuestro descanso actual, nos será negado, si
no efectuamos una seria reflexión sobre tamaño acontecimiento. Voy a tomar unas
notas de parlamentos expuestos en estos días. Yo no me atrevería a señalar lo
expresado por Paco Vázquez, alcalde socialista de la Coruña durante años,
afirmando que ha sido un asesinato civil, ni sé siquiera –aunque se remite a
hechos- si ha hecho bien Aznar al asegurar que se pierde a una valenciana que
trabajó más de treinta años por su tierra y por España, y como es otro hecho,
el lamento de que Rita Barberá haya muerto siendo excluida del partido al que
dedicó su vida.
Es deplorable la actitud de Cristina
Cifuentes exigiendo que se fuera de todas partes, cuando probablemente la sobra es ella, por la deriva inducida a su
partido en Madrid. Me parece que sus
planes y leyes no son votables por los creyentes madrileños. Baste pensar en las
basadas en la Ideología de género para la que hizo aprobar una de las leyes más
duras de es te tipo que "genera
una profunda inseguridad jurídica y representa una eventual amenaza para las
libertades indigna de un Estado de Derecho”. Organizaciones civiles, sociales y educativas
englobadas en la Plataforma por las libertades han enviado un escrito al Defensor del Pueblo para que se presente
un Recurso de Inconstitucionalidad contra otra perla de Cifuentes: la Ley LGTBI
con sus imposiciones a los colegios.
¿Es esa la deriva del PP? ¿Cómo se
conjuga con el Ministro de Justicia al declarar que siente que en los últimos
meses Barberá haya sufrido tanta crítica injustificada y se hayan dicho tantas
barbaridades que cada uno tendrá sobre su conciencia? Sólo fue defendida
públicamente por María Dolores de Cospedal, un tanto profética al expresar que
no pararían hasta matarla de un infarto. ¡Qué distinta la actitud de la familia
de Rita! En el Rosario y la Misa que el pueblo valenciano ofreció por su
Alcaldesa. Presidió el Cardenal Cañizares con acertadas y medidas palabras. El
pueblo, su pueblo, abarrotó la Catedral en sus pasillos y exteriores. Y al
final, Totón Barberá –hermana de Rita- dio las gracias y afirmó que el único
juicio que importa es el del Altísimo. Los asistentes aplaudieron durante más
de tres minutos.
Personalmente fui invitado por la
familia a concelebrar con el Cardenal y tres sacerdotes más en el funeral de la
familia al que asistió el Presidente del Gobierno, la Presidenta de las Cortes,
Cospedal, Villalobos y quizá alguno más. Los lugares preferentes estaban
reservados para la familia. Y ésta exhibió un buen hacer, que marca ese sendero
arduo, pero posible, del respeto, la convivencia y la humanidad. Intervinieron
un montón de sobrinos, por ejemplo, haciendo las oraciones de los fieles uno a
uno: ninguna referencia contra nadie. Al final, una sobrina leyó una carta a su
tía en la que sólo esbozó el acoso que sufrió. Y luego se aplaudió a Rita,
durante muchos minutos. Se había proclamado el Evangelio de las
Bienaventuranzas y el Cardenal hizo una breve alusión a los perseguidos por
causa de la justicia.
Esta muerte no puede caer en saco roto.
Entresaco de unas palabras hechas anónimas por las vueltas dadas de unos a
otros: Hoy. AL CIERRE, sólo tengo luto y tristeza. Hoy se me murió una amiga.
Hoy murió una gran española y una gran valenciana. Hoy murió una gran Alcaldesa
de mi pueblo… Rita fue la mejor Alcaldesa de Valencia de largo, mejor que
Carlos III para Madrid. Desatascó el inmovilismo paleto en el que estaba sumida
la capital del Turia. Y la hizo despegar. Hizo que los valencianos nos
sintiéramos orgullosos de nuestra capital… Estuvo en las tradiciones puramente
valencianas… Tenía un corazón tan grande que no le cabía en el pecho, y ese
corazón no soportó el linchamiento injusto al que le sometió una sociedad
desquiciada… una parte de la sociedad intoxicada, que la trató como a una
delincuente. Hace tiempo que perdimos la presunción de inocencia.
En esa misma nota se afirma que se
impone una reflexión, a la vez que dice a Rita:
ya está en la Luz, donde no tiene
cabida el rencor ni el odio, que se acuerde de los valencianos. Se impone la meditación
moral de qué resta del hombre alejado de Dios; pero también del que cierra sus
puertas al alejado. Se impone la reflexión de que es posible la convivencia con
todos, sin dedicarnos a reproducir las dos Españas o las que sean. Se impone el
respeto por el contendiente político aunque
se tengan ideas antagónicas. La falta de respeto nunca se justifica. Y
se impone, pienso que de modo importante, el ser verdaderamente humanos, la
humanidad por encima de todo. Propiciar, aunque se haga de modo indirecto un
deceso de este calibre, es inmoral tanto
puesto como condición para un pacto como la aceptación del mismo.
Hay aquí asuntos que cuento por lo que cuentan, pero
que no son míos en cuanto sacerdote. Tal vez en cuanto amigo que ha vivido una
parte del drama y ha visto el admirable comportamiento de una familia ejemplar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario