"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

lunes, 9 de octubre de 2017

Haciendo familia



El otro día, en una de las muchas reuniones familiares, me detuve un momento en el recuerdo observando a cada uno de los que allí estábamos y las diferentes conversaciones, la confianza, las risas —en definitiva—, la felicidad que reinaba; y me di cuenta de que mi fantástica mujer y yo, llevábamos muchos años compartiendo mil y una experiencias,  muchos años haciendo familiasintiéndonos felices y orgullosos, a pesar de los muchos errores y tropiezos que nos hemos encontrado en el camino.
Recuerdo que todo empezó con mis padres, que siempre procuraron juntarnos a todos los hermanos y a nuestras respectivas parejas —en todas las ocasiones posibles—, dejándonos el fantástico recuerdo de las Navidades y del día de Reyes, donde todos disfrutábamos como niños.
Esta misma tradición se mantiene en nuestra casa y en las Navidades, organizamos divertidas representaciones de musicales, participando todos y cada uno (padres, hijos, novios, maridos, esposas, nietos…), esperando con ilusión el día de Reyes para repartirnos regalos según la carta que cada uno ha escrito con anterioridad. No os imagináis cómo disfrutamos de la alegría y la felicidad de cada uno, sea grande o pequeño, viendo las sorpresas que esconden los paquetes.
Recuerdo cuando en su momento podíamos juntarnos para ir todos o casi todos a la playa. La colchoneta siempre resultaba pequeña para que todos permaneciésemos encima. Más de uno caía, tragaba agua y era pisoteado por los demás. Casi ahogamos un día a nuestra nuera. Pobrecilla, siempre nos lo recuerda, despertando las risas de los presentes.
En las comidas y en las cenas nunca ha estado encendida la televisión. No, no era un castigo. Ha sido y sigue siendo la mejor forma de hablar, de escuchar, de saber, de conocernos, de orientar, de aprender, de recordar, de transmitirnos sentimientos.
Recuerdo la cantidad de conversaciones que hemos mantenido —unas más dulces que otras-que transmitían mensajes de amor, de crecimiento, lecciones de la experiencia, consejos llenos de sabiduría, principios para una educación sana.
Ahora, nuestros hijos, también hacen familia en la distancia de sus propios hogares, no olvidándose del amor a sus hermanos, de sus cuñados, de sus sobrinos, de nosotros como padres, manteniendo un nivel de comunicación, que demuestra el cariño, la preocupación y el ánimo y la fuerza que transmite el compartir alegrías y tristezas. Es tan fantástico, que uno se enorgullece de verles haciendo familia y sintiendo de cerca a cada uno con el corazón.
Cuando alguno se entera de algún problema de uno de sus hermanos, no dudan en juntarse, hablar, estudiar la mejor manera para darle ánimo, envían notas, sorprenden, tienen detalles de consuelo, fuerza, confianza; enviándose incluso «píldoras de felicidad» o —llegado el caso—, buscando trabajo unos a otros, dándose consejos laborales, consejos en la educación de los hijos e intentando ayudarse en el camino hacia sus sueños.
¡Qué importante es hacer familia! ¡Qué importante es el amor entre hermanos! ¡Qué importante es entregar amor y recibir amor!
Al podio de los triunfadores también se llega haciendo familia, creciendo en la entrega y en la generosidad, participando en las alegrías y las tristezas, caminando juntos, aunque cada uno lleve su propia mochila de obstáculos, problemas o retos personales.
Como ya sabes, es importante dejar huella allá por donde pasamos, por eso es importante dejar huella como padre, como hijo, como hermano, viendo que el paso por tu vida tiene un verdadero sentido para lograr la felicidad de las personas haciendo familia, aunque ese con el que te cruces no tenga contigo un lazo de sangre.
Como decía en una conferencia Mario Alonso PuigConviértete en un sembrador de alegría, de ilusión y esperanza, que alguien recogerá la gran cosecha.
¿Y qué mejor sembrador puedes ser sino haciendo familia?
Esto es dejar huella, esto es llegar al podio de los triunfadores, haciendo familia.
Sí, estoy orgulloso y muy enamorado de la mujer que me ha acompaña desde hace 36 años. Sí, estoy orgulloso de mis hijos, de su esfuerzo, de su valentía, de su caminar construyendo su futuro y haciendo familia, pero sobre todo, estoy orgulloso por el amor que reina entre hermanos y que nos llena de satisfacción cuando se entregan para reilusionar a aquel que lo necesita.
No te olvides de dejar huella haciendo familia, día tras día, porque eso siempre será lo que dé sentido a tu vida.
Artículo escrito por Jesús Portilla y publicado en el blog Dame tres minutos de José Iribas.




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domingo, 8 de octubre de 2017

La tentación del "solo por esta vez"



Tentaciones llegan todos los días y de muchas maneras. Una está acompañada por una voz discreta: "solo por esta vez".

Tentaciones llegan todos los días y de muchas maneras. Una está acompañada por una voz discreta, casi amistosa: "solo por esta vez".
Esa voz me dice que solo por esta vez vea más tiempo de televisión y deje a la familia las tareas de casa.
O que solo por esta vez escuche una canción famosa con una letra nada recomendable.
O que solo por esta vez diga una mentira pequeña, pues además todo el mundo lo hace y no es que vaya a dañar a otros.
O que solo por esta vez no vaya a la misa del domingo, con la excusa casi perfecta: ya fui a misa entre semana.
O que solo por esta vez grite en casa, porque ya está bien que uno siempre tenga que morderse la lengua.
O que solo por esta vez llegue tarde al trabajo, pues si hasta el jefe da mal ejemplo...
De esta manera, la tentación "ordinaria" se viste de dulzura, de amabilidad. Es solo una vez, no pasa nada, el mundo sigue girando, y Dios es muy bueno...
Pero esa tentación nos destruye, nos aparta del amor, nos empuja a una segunda vez (si en la primera no pasó nada, parece que no era tan grave), y a otra, y otra...
El camino del amor va exactamente en la dirección opuesta. Porque si uno ama de verdad no vale decir "solo por esta vez" si se trata de hacer daño al Amigo.
Por eso, cuando el demonio, el mundo o la carne me susurren "solo por esta vez", necesito responder con firmeza: ni lo quiere Dios ni lo quiero yo.
Porque la vida se construye desde miles de decisiones pequeñas, casi triviales, pero que dibujan dos opciones muy diferentes: la del egoísmo (solo por esta vez) o la del amor (ahora, esta vez, y siempre)...
Por: P. Fernando Pascual, L.C




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sábado, 7 de octubre de 2017

Cómo se vence al demonio



Homilía de la Misa matutina en la Capilla de la Domus Sanctae Martahe, el Viernes 11 de octubre de 2013

Por: SS Francisco

«Por favor, no hagamos tratos con el demonio» y tomemos en serio los peligros que se derivan de su presencia en el mundo. Lo recomendó el Papa Francisco el viernes 11 de octubre por la mañana, en su homilía en la misa en Santa Marta. «La presencia del demonio —recordó— está en la primera página de la Biblia y la Biblia acaba también con la presencia del demonio, con la victoria de Dios sobre el demonio». Pero éste —advirtió— vuelve siempre con sus tentaciones. Nos corresponde a nosotros «no ser ingenuos».

El Pontífice comentó el episodio en el que Lucas (11, 15-26) cuenta de Jesús que expulsa a los demonios. El evangelista refiere también los comentarios de cuantos asisten perplejos y acusan a Jesús de magia o, como mucho, le reconocen que es sólo un sanador de personas afectadas por epilepsia. También hoy —observó el Papa— «hay sacerdotes que cuando leen este pasaje y otros pasajes del Evangelio, dicen: Jesús curó a una persona de una enfermedad psíquica». Ciertamente «es verdad que en aquel tiempo se podía confundir la epilepsia con la posesión del demonio —reconoció—, pero también es verdad que estaba el demonio. Y nosotros no tenemos derecho a hacer el asunto tan sencillo», liquidándolo como si se tratara de enfermos psíquicos y no de endemoniados.

Volviendo al Evangelio, el Papa observó que Jesús nos ofrece algunos criterios para entender esta presencia y reaccionar. «¿Cómo ir por nuestro camino cristiano cuando existen las tentaciones? ¿Cuándo entra el diablo para turbarnos?», se preguntó. El primero de los criterios sugeridos por el pasaje evangélico «es que no se puede obtener la victoria de Jesús sobre el mal, sobre el diablo, a medias». Para explicarlo, el Santo Padre citó las palabras de Jesús referidas por Lucas: «El que no está conmigo, está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama». Y refiriéndose a la acción de Jesús respecto a los poseídos por el diablo, dijo que se trata sólo de una pequeña parte «de lo que vino a hacer por toda la humanidad»: destruir la obra del diablo para liberarnos de su esclavitud.

No se puede seguir creyendo que sea una exageración: «O estás con Jesús o estás contra Jesús. Y sobre este punto no hay matices. Hay una lucha, una lucha en la que está en juego la salvación eterna de todos nosotros». Y no hay alternativas, aunque a veces oigamos «algunas propuestas pastorales» que parecen más acomodadoras. «¡No! O estás con Jesús —repitió el Obispo de Roma— o estás en contra. Esto es así. Y éste es uno de los criterios».

Último criterio es el de la vigilancia. «Debemos siempre velar, velar contra el engaño, contra la seducción del maligno», exhortó el Pontífice. Y volvió a citar el Evangelio: «Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Y nosotros podemos hacernos la pregunta: ¿yo vigilo sobre mí? ¿Sobre mi corazón? ¿Sobre mis sentimientos? ¿Sobre mis pensamientos? ¿Custodio el tesoro de la gracia? ¿Custodio la presencia del Espíritu Santo en mí?». Si no se custodia —añadió, cintando otra vez el Evangelio—, «llega otro que es más fuerte y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín».

Son estos, por lo tanto, los criterios para responder a los desafíos planteados por la presencia del diablo en el mundo: la certeza de que «Jesús lucha contra el diablo»; «quien no está con Jesús está contra Jesús»; y «la vigilancia». Hay que tener presente —dijo también el Papa— que «el demonio es astuto: jamás es expulsado para siempre, sólo lo será el último día». Porque cuando «el espíritu inmundo sale del hombre —recordó, citando el Evangelio—, da vueltas por lugares áridos, buscando un sitio para descansar, y al no encontrarlo dice: volveré a mi casa de donde salí. Al volver se la encuentra barrida y arreglada. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio».

He aquí por qué es necesario velar. «Su estrategia es ésta —advirtió el Papa Francisco—: tú te has hecho cristiano, vas adelante con tu fe, y yo te dejo, te dejo tranquilo. Pero después, cuando te has acostumbrado y no estás muy alerta y te sientes seguro, yo vuelvo. El Evangelio de hoy comienza con el demonio expulsado y acaba con el demonio que vuelve. San Pedro lo decía: es como un león feroz que ronda a nuestro alrededor». Y esto no son mentiras: «es la Palabra del Señor».

«Pidamos al Señor —fue su oración conclusiva— la gracia de tomar en serio estas cosas. Él ha venido a luchar por nuestra salvación, Él ha vencido al demonio».





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viernes, 6 de octubre de 2017

¿Qué es la conversión?



Dice el Diccionario de la Real Academia que convertir es "hacer que alguien o algo se trasforme en algo distinto de lo que era". Este significado amplio bien se puede aplicar al más específico sentido religioso.

"Convertirse significa cambiar de vida, tomar un rumbo diferente del que se venía siguiendo, como hicieron los ninivitas ante la predicación de Jonás", afirma Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP, en Lo Inédito sobre los Evangelios. Recordemos. Dios había decretado la destrucción de Nínive -"ciudad entregada a los vicios y con conceptos religiosos desviados" - y mandó a Jonás a profetizar, lo que hizo de mala gana, y hasta con gusto del cumplimiento de los castigos anunciados, pues los ninivitas eran enemigos de los judíos.

Entretanto, "el rey y el pueblo se tomaron en serio su palabra, ‘creyeron en Dios, proclamaron un ayuno y se vistieron con rudo sayal, desde el más importante al menor' (Jon 3, 5). ¿Por qué actuaron así? Porque el Señor les enseñó sus caminos y los instruyó en sus sendas". Los ninivitas, pues, se convirtieron.
"Convertirse significa salir de una situación materialista, naturalista y humana, para adoptar una actitud angélica, sobrenatural y divina; olvidar los problemas banales para ponerse en una nueva perspectiva, no más la del tiempo, sino la de la eternidad, es decir, la del Reino de Dios", puntualiza Mons. Clá.

Es decir, lo humano es el pecado, que tiende al materialismo y al naturalismo, o sea, al olvido de Dios y al olvido del recurso a Dios para enfrentar los problemas de nuestra vida. Puede ser un ateísmo profeso, explícito, o mucho más comúnmente el ‘ateísmo práctico' que practican en demasía los cristianos. Lo contrario de esto es la actitud de los ángeles que están en el cielo, siempre en presencia de Dios y adorando a Dios, algunos actuando poderosamente aquí en la Tierra o rigiendo el Cosmos, pero siempre con el pensamiento y el corazón vuelto hacia el Creador, viviendo de su gracia y de sus dones. Es a asumir esa posición de espíritu a la que el autor llama conversión.
Quiere decir, el cambio de vida, el cambio de comportamiento, en la focalización de Mons. João Clá, es la consecuencia de un cambio de mentalidad, del paso de una mentalidad naturalista y mundana, a una mentalidad sobrenatural y con los ojos puestos en la eternidad.

Es el paso de una mentalidad de ‘super-yo' egoísta, cerrada sobre sí, ensimismada y tendiente a la satisfacción sólo de los propios caprichos, a una mentalidad abierta a Dios, sabedora de lo dependientes que somos de él, contenta con esta dependencia y fortalecedora de esta dependencia. Una nueva mentalidad que a todo momento se reporta al Creador, y de Él implora la fuerza para la faena de todos los días.

Es el paso incluso de ese tipo día "con momentos para Dios", con instantes "para la oración", a pasar todo el día casi que en una contemplación constante del Creador y sus misterios, a un día en que se piensa comúnmente en Dios, en su Palabra, en la Virgen, y se vive en función de ellos.

Lo que ocurrió en Nínive fue un milagro de la gracia. Cambiar el egoísmo, cambiar la mente es algo muy complicado, pues es una construcción que se ha ido desarrollando con el paso de los años, especialmente con las justificaciones tontas que hemos ido haciendo de nuestra vida de pecado. Pero justamente cuando la solución es el milagro, pues ahí está el Hacedor de los milagros para que nos haga el nuestro. Pidámoslo, para que con nuestra conversión tengamos el destino feliz de Nínive y no el trágico final que se le había anunciado.
Por: Redacción | Fuente: es.gaudiumpress.org




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