"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

domingo, 2 de julio de 2017

Es difícil renunciar a sí mismo y cargar la cruz



Cuando Cristo nos pide renuncia, en realidad nos está invitando a vivir plenamente la vida.
No sé si a usted le ocurre lo mismo que a mí. Algunas expresiones del Evangelio me han sido difíciles de entender, cuanto más de vivirlas.

Una de ellas es la que el Santo Padre ha propuesto a los jóvenes: “En esta ocasión, deseo invitarles a reflexionar sobre las condiciones que Jesús pone a quien decide ser su discípulo: Si alguno quiere venir en pos de mí – Él dice -, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lc 9, 23).

De las tres condiciones que Cristo pone (renunciar a sí mismo, tomar la cruz y seguirle), la primera me ha creado más dificultades de comprensión.

Parecería que Jesucristo y el mismo Papa no saben mucho de psicología y sociología humana, pues “el hombre tiene arraigado en el profundo de su ser la tendencia a pensar en sí mismo, a poner la propia persona en el centro de los intereses y a ponerse como medida de todo”. ¿Cómo, entonces, se les ocurre pedir al hombre, y más aún al joven, que renuncie a sí mismo, a su vida, a sus planes?

En realidad, “Jesús no pide que se renuncie a vivir, sino que se acoja una novedad y una plenitud de vida que sólo Él puede dar”. He aquí el elemento que nos hace entender las palabras evangélicas. En realidad no se nos pide renunciar sino todo lo contrario. Se nos pide y recomienda acoger, y en concreto, acoger toda la grandeza de Dios.

Quizá un ejemplo nos ayude a entender este juego verbal entre renunciar y acoger. Cuando unos recién casados me piden bendecir su hogar me muestran, una por una, las dependencias de la casa: el comedor, la cocina -- ¡para que no se le queme la comida!, suelen comentar los maridos --, la sala de estar, la habitación del matrimonio -- me da mucho gusto cuando la preside un crucifijo o una imagen de la Virgen -- y la habitación de los niños. Ésta ordinariamente, como todavía no han llegado los bebés, está llena de todos los regalos de boda. No falta el comentario de la esposa que se excusa porque todavía no ha tenido tiempo de revisar todos los presentes recibidos.

Pero, he aquí que llega la cigüeña y es necesario preparar la habitación para el bebé. ¿Qué se hace? ¿Se renuncia a los regalos? ¡Ni mucho menos! El deseo de acoger al primer hijo, plenitud del amor y de la vida de los nuevos esposos, les mueve a buscar lugares en el hogar dónde colocar los regalos de modo ordenado.

El modo de actuar de los primerizos papás es algo parecido a lo que Cristo nos pide. Como la alegría del primer bebé ordena las cosas del hogar, así cuando “el seguimiento del Señor se convierte en el valor supremo, entonces todos los otros valores reciben de aquel su justa colocación e importancia”.

”Renunciar a sí mismo - dice el Papa - significa renunciar al propio proyecto, con frecuencia limitado y mezquino, para acoger el de Dios”. Pero debemos entenderlo correctamente. Renunciar a sí mismo no es un rechazo de la propia persona y de las buenas cosas que en nosotros hay, sino acoger a Dios en plenitud y con su luz, no con la nuestra, ordenar todos los elementos de nuestra vida.

Ante nuestros proyectos limitados y mezquinos, como los llama el Santo Padre, se encuentra la plenitud del proyecto de Dios. ¿En qué consiste esta plenitud? En primer lugar, ante el limitado plan humano del tener y poseer bienes, Dios nos ofrece la plenitud de ser un bien para los demás. En realidad, el Señor no quiere que rechacemos los bienes, por el contrario desea que nosotros nos convirtamos en un bien y usemos de lo material en la medida que nos ayude a ser ese bien para los demás. “La vida verdadera se expresa en el don de sí mismo”.

A la autolimitación del hombre que “valora las cosas de acuerdo al propio interés”, se nos propone la apertura a la plenitud de los intereses de Dios. Se nos invita a obrar con plena libertad aceptando los planes de Dios, que siempre serán mejores que los nuestros. No se nos quita la capacidad de decidir. Por el contrario, se nos ofrece la oportunidad de que nuestra libertad escoja en cada momento lo mejor para nosotros, que es la voluntad de Dios.

Por último, a la actitud humana de “cerrarse en sí mismo”, permaneciendo aislado y sólo, se nos propone el vivir “en comunión con Dios y con los hermanos”. No se nos pide dejar de ser nosotros mismos. Más bien, se nos invita a valorar lo que somos, hasta el punto de considerarnos dignos para Dios y para los demás.

En resumen, cuando Jesucristo nos pide renuncia, en realidad nos está invitando a vivir plenamente la vida.
Por: P. Juan Carlos Ortega Rodríguez



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sábado, 1 de julio de 2017

Héroes



Un hombre que ama sacrificialmente a su mujer se convertirá en un héroe para ella y para sus hijos.

Las historias de héroes nos fascinan porque resaltan la valentía que tienen algunos seres humanos para arriesgar sus vidas, rescatar, salvar o sacrificarse por otras personas. Normalmente, una persona puede tener un acto de valor como ese a favor de los niños o de sus seres más queridos. Pero otros van más allá y pueden incluso arriesgarse por salvar a otras personas sin siquiera conocerlas.
En el caso de Jesucristo, Él puso su vida por justos y pecadores, de manera voluntaria. Si bien pudo haberse negado al mandato de su Padre, no lo hizo. Decidió entregar su vida en sacrificio vivo por todos nosotros, a fin de que pudiéramos alcanzar la redención y el perdón de nuestros pecados. De modo que Cristo se constituyó en el más grande héroe de la historia. Es por eso que lo llamamos Salvador.
Por otra parte, dentro del vínculo matrimonial, el hombre es llamado a ser cabeza de la mujer y del hogar, a ser el líder, a ser la máxima autoridad. Dentro de esta posición que Dios le encargó, el hombre debe buscar la visión, la misión y la dirección de su familia, de modo que tome las decisiones correctas, no sólo para sí mismo sino para su esposa y sus hijos también. Para ello requiere de sabiduría y sujeción a Dios.
Ahora bien, con el propósito de tener el respeto de su esposa e hijos, el hombre requiere integridad, humildad, amor y dominio propio. El marido debe amar a su esposa como Cristo amó a la Iglesia, es decir, con entrega total, con amor incondicional, con firmeza y con sacrificio. Esto lo coloca en la posición de “héroe” frente a su familia. La admiración, la sujeción y el respeto por parte de su esposa serán automáticos cuando la santidad de él y su entrega hacia ella sean incuestionables.
El verdadero sentido de ser “cabeza” de familia no es simplemente dar órdenes, imponer reglas sin sentido, demandar ser atendido, ser servido sin servir, ser autoritario, tomar decisiones sin considerar a nadie más, ignorar la sabiduría de su esposa, pasar por alto los intereses de la familia o llevar a ésta a una situación donde sólo la opinión de él cuente.

Ser líder significa primordialmente ser quien guía, conducir a su esposa con delicadeza, amor y respeto hacia una forma de vida que agrade a Dios. Ser cabeza significa ser el responsable del bienestar y el destino de toda una familia, ser el principal proveedor, hacerse cargo de las situaciones y necesidades diarias de su esposa e hijos, ser el primero en servir a los demás, ser el mayor ejemplo de sacrificio, dedicación y lealtad para los demás.
Sin embargo, el hombre debe tener el deseo genuino de liderar a su familia, agradar al Señor antes que a los hombres, disponer su tiempo íntegramente, obedecer los mandamientos de Dios y esforzarse en su propia santificación. De este modo, el hombre se refina como criatura de Dios, alcanza un nivel de madurez espiritual y recibe la aprobación divina, así como el honor por parte de su familia.
Un hombre respetado es siempre un hombre primeramente amado. El respeto no surge de la imposición sino de la admiración. Un hombre que ama sacrificialmente a su mujer se convertirá en un héroe para ella y para sus hijos. Un hombre de familia es un hombre de valor, apreciado por la gente y por sus verdaderos amigos. La caballerosidad no es otra cosa que pequeños actos y detalles de sacrificio que reafirman la masculinidad, la fuerza, el señorío y la protección del hombre hacia la mujer.
La mujer necesita un compañero leal, un hombre de Dios a su lado, un hombre intachable en quien confiar, un hombre fuerte en quien apoyarse. La mujer encuentra su seguridad en un varón íntegro, dispuesto a la lucha diaria y al sacrificio necesario. Ella responderá con su vida a las demostraciones de amor de su marido, porque la mujer necesita un héroe a quien admirar, un hombre de verdad a quien amar.
Por: Maleni Grider | Fuente: www.somosrc.mx



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viernes, 30 de junio de 2017

El valor de la gratitud



Nuestros hijos: ¿Verdaderamente se merecen todo? ¿No será mejor que se ganen las cosas?

En nuestros días es muy común que nuestros hijos sientan que se merece todo sólo por querer tenerlo. La sociedad nos ha cambiado la escala de valores y nos ha impuesto que así debe ser.
Pero, ¿verdaderamente se merecen todo? ¿No será mejor que se ganen las cosas?
Aquí están 5 tips para educar a nuestros hijos en el valor de la gratitud.
PRIMERO. ENSEÑALOS A GANARSE LAS COSAS
La sociedad actual ha mal educado a nuestros hijos ya que les ha propuesto que crean que todo lo que quieren lo pueden tener con solo pedirlo y por el hecho de ser nuestros hijos; y que nosotros como papás estamos obligados a dárselos a costa de lo que sea.
Esto lo han permeado en la sociedad las grandes marcas que lo único que buscan es el consumismo y nuestros hijos, que no tienen un conciencia bien formada por su corta edad, caen en la trampa.

Por eso debemos enseñarlos a que no todo lo que quieren lo pueden tener en el momento, que es mejor que las cosas se las ganan con su esfuerzo.
Esto los hace valorar más las cosas y que por lo mismo sean más cuidadosos con ellas.
¿Cómo se las pueden ganar? Primero pueden hacer sus labores de casa con más gusto, también pueden ganar puntos extra haciendo labores extraordinarias como lavar el coche o barrer la calle por poner un ejemplo.
Yo se que nuestros hijos no trabajan como para comprarse sus cosas, pero si pueden ahorrar sus domingos o el dinero que les vayan regalando para contribuir a obtener lo que quieren, en caso de que sean cosas materiales; porque también nos pueden pedir cosas como ver un programa en la televisión, comer algo a deshoras o jugar un videojuego por horas sin fin. Y para eso es mejor ganar puntos.
¿Por qué les digo esto? Porque cuando no se dan cuenta nuestros hijos de lo que cuesta tener las cosas no las agradecen y además, las desperdician.
Si están pequeños es más fácil por que les puedes inculcar el valor poco a poco y así lo verán como lo más normal, pero si ya son adolescente podemos hablar con ellos y hacer un plan de acción juntos para fortaleces su voluntad y lograr que se ganen las cosas.
Con mis hijos llegamos a estos acuerdos y los pusimos en una cartulina en un lugar visible para que no se les olvide y así, cuando logran puntos, los anotan para llevar la cuenta.
SEGUNDO. ÁRMATE DE VALOR.
En verdad es algo difícil no darles todo lo que nos piden porque seguro habrá una reacción de berrinche o de reclamo pero es muy importante que comencemos con esto lo antes posible. ¡Nunca es tarde para arreglar las cosas!
Nuestros hijos nos deben ver tranquilos y centrados para que no sea un castigo sino que entiendan que es una virtud lo que se les pide.
Es así que las acciones que implementamos para inculcar un valor no puede ir rodeadas de gritos o de castigos.
Bien recuerdo a una querida amiga que siempre ha sido un ejemplo para mi. Nunca vi que les gritara a sus hijos, tan sólo les decía “Acuérdate de la obediencia” o “Acuérdate de la gratitud” con un tono de tranquilidad que convencía. La verdad es que ahora sus hijos son hombres y mujeres de bien y lo que no les he dicho es que ella tiene ocho.
Yo lo he aplicado con mis hijos y he comprobado que obtengo más resultados con éste método, además de que el ambiente familiar es de mayor tranquilidad.
TERCERO. POR FAVOR Y GRACIAS
Una forma muy buena de comenzar a agradecer las cosas es decirlo, aunque sea por costumbre o por obligación.
Cuando nuestros hijos están pequeños es muy importante enseñarles a decir las palabras mágicas, “Por favor” y “Gracias”.
¿Cómo lo logramos? Primero que nada debemos estar pendientes de que cuando nos pidan las cosas digan por favor y si no lo hacen debemos tener cuidado de nosotros decirlo y hacer que ellos lo repitan.
Yo les repetía la frase completa, por ejemplo, “Me das agua por favor” así nuestros hijos irán aprendiendo poco a poco.
Con el tiempo ya sólo les tenía que ayudar completando su frase preguntando “¿Por?” así ellos completaban con “Favor”. ¡Sólo fue cuestión de tiempo!
Cuando ya están más grandes, también debemos tener cuidado de corregirlos y de exigirles que pidan las cosas de buena manera y con las palabras adecuadas, sin olvidar el “Por favor” y “Gracias”.
A veces nuestros adolescentes olvidan estas palabras, un poco estimulados por las hormonas y otras veces por sus amigos que les aconsejan que exijan lo que quieren.
Es aquí cuando es muy importante ser amigos de nuestros hijos y así poder platicas todo esto para evitar que caigan en las trampas de la sociedad consumista.
CUARTO. QUE NO PONGAN SU FELICIDAD EN LAS COSAS
Otro punto importante es que debemos enseñarles a ser felices con lo que tiene y a agradecer a Dios por todo.
Debemos hace conciencia en nuestros hijos que todo lo que tenemos es por gracias de Dios y que no deben poner su felicidad en las cosas sino en el hecho de que Dios los ama y nos regala lo que necesitamos, siempre que sea un medio para nuestra salvación.
Si nuestros hijos no comprenden esto, es seguro que serán infelices y que harán todo para conseguir las cosas que quieran no importando que san cosas fuera de la realidad o que van contra las normas o leyes.
Eso es un peligro porque entonces estamos haciendo delincuentes en potencia.
La gratitud con Dios siempre es un freno y nos da la humildad que necesitamos para no olvidar que somos creaturas dependientes de Dios.
Y un signo visible de ésta gratitud con Dios es que también sean agradecidos con nosotros sus papás y con las demás personas.
QUINTO. EDUCA CON EL EJEMPLO
Creo que esto lo escribo cada semana, pero es una realidad y es muy importante que lo tengamos muy claro. Nuestros hijos aprenden más de lo que viven que de lo que escuchan.
Por eso es de vital importancia que nuestros hijos vean que le agradecemos a Dios todo lo que tenemos, lo bueno y lo malo; así ellos verán como lo más normal ser agradecidos con Dios y con los demás.
Por: Silvia del Valle | Fuente: www.tipsmama5hijos.com





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jueves, 29 de junio de 2017

SS. Pedro y Pablo



Qué le responderíamos a Jesús si hoy nos preguntara: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?

Mateo 16, 13-19
Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

Reflexión
Es un hecho que en las narraciones evangélicas se pone siempre un acento muy especial en la figura de Pedro. Teóricamente no había razón alguna para distinguirle. No es el primero en conocer a Cristo; no es un genio superior a los demás; no es tampoco el más santo o el más entregado; no será más valiente que sus compañeros a la hora de la pasión, incluso su traición será la más visible. Es uno más. Más audaz, más fogoso, pero un pescador como todos.

Pues bien, este Pedro, que ningún motivo especial tenía para una elección particular, comienza a destacar visiblemente en los evangelios. De él se habla con más frecuencia que de los otros once juntos. Él aparece en todos los catálogos de los apóstoles colocado siempre el primero. Esta preferencia sistemática ¿es casual?

El cambio de nombre.
Esta “vocación especial” había sido ya revelada en su primer encuentro con Jesús. Cuando Andrés le presenta a su hermano, Jesús hace algo tan insólito como cambiar el nombre de Pedro. Había éste recibido de su familia el nombre de Simón, común y familiar entre los judíos. Pero Jesús, al verle, le rebautizará con el nombre que le he quedado para siempre: Kephas, Pedro. ¿Qué quiere decir Jesús al denominarle “roca”? Sólo mucho más tarde lo entenderemos, en la escena que cambiará para siempre el destino del apóstol.

Ocurre en las tierras de Cesarea de Filipo. En esta región, pagana en su mayoría, Jesús se encontraba más tranquilo, más cerca de sus discípulos, casi en una especie de retiro espiritual. Tal vez fuera aquella paz la que incitó a Jesús a hablar a los doce de un tema especialmente delicado: su condición de Mesías. No le gustaba habitualmente mencionarlo. Temía que sus oyentes le dieran una interpretación política y que quisieran proclamarle rey o iniciar un tumulto. Aquí, en la soledad de Cesárea, no existía ese peligro.

Jesús, ¿era un simple enviado de Dios o Dios en persona?
Por lo demás ésta era la gran pregunta que los apóstoles se hacían unos a otros. Al cabo de año y medio de caminar a su lado no acababan de saber si su Maestro era, en verdad, el anunciado por los profetas. Y si lo era, ¿se trataba de un simple enviado de Dios o de Dios en persona? Cuando hablaba de su Padre ¿usaba una metáfora o afirmaba una realidad? ¿Y si era el Mesías, por qué lo ocultaba tan celosamente? Le molestaba hablar de ello, cambiaba de conversación cuando alguien aludía al tema, les mandaba ocultar las obras más extraordinarias que hacia. ¿Por que esta reticencia?

Pero esta vez Jesús juzgó que el tiempo había llegado. Tenía ya confianza en sus apóstoles y la tranquilidad de Cesárea había creado el clima apto para que pudieran comprenderle. Era la hora justa para comunicar abiertamente su mesianidad.

Se detuvo y se volvió a los apóstoles para preguntarles: ¿“Quién dicen los hombres que soy yo”? Y después de haber escuchado sus respuestas, les hizo una pregunta más íntima: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo”?
Fue entonces cuando la voz de Pedro se abrió paso entre ellos y dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Pedro hablaba en nombre de todos.
Una especie de liderazgo personal había ido surgiendo entre ellos. Y todos se sintieron expresados por la voz de aquel pescador, tosco y violento, pero poseedor de una personalidad que le convertía en jefe nato. Por otro lado, Jesús esta vez no reprimía esa rotunda confesión de mesianismo. La aceptaba abiertamente, complacido. Era la primera vez que la declaraba sin metáforas.

Y la respuesta de Jesús iba a cargarse aún de novedades mucho mayores. No sólo no rechazaba la confesión de mesianismo, sino que la confirmaba en el nombre del Padre de los cielos. Y, tras una breve pausa, Jesús aún siguió: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.

Todo era, a la vez, misterioso y cargado de sentido en esta extraña frase de Jesús. El sobrenombre de "piedra" ya se lo había dado en otra ocasión a Pedro, pero entonces no había explicado su sentido, Ahora quedaba claro que Pedro sería el fundamento del templo espiritual que Jesús proyectaba construir.
Además Jesús hablaba ahora ya sin rodeos de su proyecto de construir una comunidad organizada, algo que tendría que durar después de Él, algo que sería tan sólido que ni las fuerzas del mal podrían contra ella.

Las expresiones de las llaves, de atar y desatar son típicamente semitas.
Aún hoy se puede ver en los países árabes a hombres que caminan con un par de gruesas llaves atadas, como prueba de que una casa es de su propiedad.
Los términos de “atar” y “desatar” conservan el mismo sentido que tenían en la literatura rabínica contemporánea. Los rabinos “ataban” cuando prohibían algo y “desataban” cuando lo permitían.

¿Entendieron los apóstoles, entendió el mismo Pedro, lo que Jesús quería decir con aquellas sorprendentes palabras? Lo solemne de la hora, la soledad espiritual en que estaban, pudieron ayudar a la comprensión. Por otro lado el progresivo liderazgo natural de Pedro ayudaba a la comprensión y, sin duda, se vio fortalecido por esta palabra. Pero sólo tras la resurrección comprenderían qué comunidad era la que Cristo deseaba y qué papel había de tomar en ella el colegio de los doce y cuál tomaría Pedro dentro de ese colegio.

Un texto muy atacado.
A lo largo de los siglos, pocas páginas del evangelio han sufrido tal cantidad de ataques como ésta prueba evidente de su importancia. Y, sin embargo, el texto sigue ahí, firme como el propio Pedro y sus sucesores. Y es fácil comprender que no se trataba de un elogio personal a las virtudes de Pedro. Pedro encontrará la santidad mucho más tarde. Y descubrirá con gozo que ni su virtud mereció la función para la que había sido elegido, ni sus pecados lograron anularla.
¡Que así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer



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