"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

miércoles, 18 de junio de 2014

Corpus Christi ... ¿Entiendes lo que ésto significa?

La Eucaristía es el sacramento por excelencia de la Iglesia, porque brotó del amor redentor de Jesucristo.


Hay, en Tierra Santa, un pueblecito llamado Tabga. Está situado junto a la ribera del lago Tiberíades, en el corazón de la Galilea. Y se halla a los pies del monte de las Bienaventuranzas. La Galilea es una región de una gran belleza natural, con sus verdes colinas, el lago de azul intenso y una fértil vegetación. Este rincón, que es como la puerta de entrada a Cafarnaúm, goza todo el año de un entorno exuberante. Es, precisamente en esta aldea, donde la tradición ubica el hecho histórico de la multiplicación de los panes realizada por Jesús.

Ya desde el siglo IV los cristianos construyeron aquí una iglesia y un santuario, y aun hoy en día se pueden contemplar diversos elementos de esa primera basílica y varios mosaicos que representan la multiplicación de los panes y de los peces. 

Pero hay en la Escritura un dato interesante. Además de los relatos de la Pasión, éste es el único milagro que nos refieren unánimemente los cuatro evangelistas, y esto nos habla de la gran importancia que atribuyeron desde el inicio a este hecho. Más aún, Mateo y Marcos nos hablan incluso de dos multiplicaciones de los panes. Y los cuatro se esmeran en relatarnos los gestos empleados por Jesús en aquella ocasión: "Tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos -dio gracias, nos dice san Juan-, los partió y se los dio a los discípulos para que se los repartieran a la gente".

Seguramente, los apóstoles descubrieron en estos gestos un acto simbólico y litúrgico de profunda significación teológica. Esto no lo adviertieron, por supuesto, en esos momentos, sino a la luz de la Última Cena y de la experiencia post-pascual, cuando el Señor resucitado, apareciéndose a sus discípulos, vuelve a repetir esos gestos como memorial de su Pasión, de su muerte y resurrección. Y, por tanto, también como el sacramento supremo de nuestra redención y de la vida de la Iglesia.

Año tras año, el Papa Juan Pablo II escribió una carta pastoral dirigida a todos los sacerdotes del mundo con ocasión del Jueves Santo, día del sacerdocio y de la Eucaristía por antonomasia. 

En la Encíclica Ecclesia de Eucharistia nos dice que "La Iglesia vive de la Eucaristía". Así iniciaba el Papa su meditación. "Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia". Y a continuación tratará de hacernos comprender, valorar y vivir esta afirmación inicial.

En efecto, la Eucaristía es el sacramento por excelencia de la Iglesia -y, por tanto, de cada uno de los bautizados- porque brotó del amor redentor de Jesucristo, la instituyó como sacramento y memorial de su Alianza con los hombres; alianza que es una auténtica redención, liberación de los pecados de cada uno de nosotros para darnos vida eterna, y que llevó a cabo con su santa Pasión y muerte en el Calvario. La sangre y el agua que brotaron del costado traspasado de Cristo sobre la cruz nos hablan de este mismo misterio.

El Sacrificio eucarístico es -recuerda el Papa, tomando las palabras del Vaticano II- "fuente y culmen de toda la vida cristiana". Cristo en persona es nuestra Pascua, convertido en Pan de Vida, que da la vida eterna a los hombres por medio del Espíritu Santo.

Juan Pablo II nos confiesó que, durante el Gran Jubileo del año 2000, tuvo la grandísima dicha de poder celebrar la Eucaristía en el Cenáculo de Jerusalén, en el mismísimo lugar donde la tradición nos dice que fue realizada por Jesucristo mismo la primera vez en la historia. Y varias veces trajó el Papa a la memoria este momento de gracia tan singular. El Papa sí valoró profundamente lo que es la Eucaristía. En el Cenáculo -nos recuerda el Santo Padre- "Cristo tomó en sus manos el pan, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros" (Eccl. de Euch., nn. 1-2). 

Estos gestos y palabras consacratorias son las mismas que empleó Jesús durante su vida pública, en el milagro de la multiplicación de los panes. Si Cristo tiene un poder absoluto sobre el pan y su naturaleza, entonces también podía convertir el pan en su propio Cuerpo, y el vino en su Sangre. 

Y decimos que la Eucaristía es el "memorial" de nuestra redención porque -con palabras del mismo Santo Padre- "el acontecimiento de la pasión y muerte del Señor. No sólo lo evoca, sino que lo hace sacramentalmente presente. Es el sacrificio de la Cruz que se perpetúa por los siglos". Esto, precisamente, significa la palabra "memorial". No es un simple recuerdo histórico, sino un recuerdo que se actualiza, se repite y se hace realmente presente en el momento mismo de su celebración.

Por eso -continuó el Papa- la Eucaristía es "el don por excelencia, porque es el don de sí mismo (de Jesucristo), de su persona en su santa humanidad y, además, de su obra de salvación. 

Ésta no queda relegada al pasado, pues todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos... Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de su Señor, se hace realmente presente este acontecimiento central de salvación y se realiza la obra de nuestra redención" (Eccl. de Euch., n. 11). 

Ojalá, pues, que en esta fiesta del Corpus Christi que celebraremos, todos valoremos un poco más la grandeza y sublimidad de este augusto sacramento que nos ha dejado nuestro Señor Jesucristo, la Eucaristía, el maravilloso don de su Cuerpo y de su Sangre preciosa para nuestra redención: "Éste es mi Cuerpo. Ésta es mi Sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por muchos, para el perdón de los pecados. Haced esto en memoria mía".

Que a partir de hoy vivamos con una fe mucho más profunda e intensa, y con mayor conciencia, amor y veneración cada Eucaristía, cada Santa Misa: ¡Gracias mil, Señor, por este maravilloso regalo de tu amor hacia mí!

Autor: P . Sergio A. Córdova

martes, 17 de junio de 2014

MENSAJE DE UNA MADRE

Mi gran amigo de la infancia Bernandino Suarez, me envía esta fotografía para que lo publique en mi blog.
Cosa que hago muy gustosamente no sin antes agradecerle el habérmela enviado.
Gracias Bernardino y recibe un gran abrazo.

Manolo.


El Papa invita a ser parte de una Iglesia que sea madre y que sepa dar ternura

El santo padre Francisco, obispo de Roma, abrió este lunes por la tarde en el Vaticano, un congreso con el que se concluye el año pastoral de la diócesis, y que tiene por tema 'Un pueblo que genera a sus hijos. Comunidad y familia en las grandes etapas de la iniciación cristiana'.

En el aula Pablo VI repleta de fieles que le recibieron y siguieron con tanto entusiasmo, el papa Francisco escuchó algunos planteamientos sobre de la Iglesia de hoy. En particular la dificultad de llegar a los adolescentes respecto a la facilidad de catequizar a los niños.
“Nuestros niños sufren de orfandad. Necesitan ideales que les calienten el corazón -dijo el Santo Padre- porque esta es la sociedad de los huérfanos, sin memoria de familia, porque los abuelos son alejados a las casas de reposo. Sin el afecto diario, o con un afecto rápido, porque papá está cansado, y la mamá va a dormir, y ellos se quedan huérfanos de gratuidad, huéfanos de un papá y una mamá que sepan perder el tiempo para jugar con los hijos”.
Invitó por lo tanto a reavivar “el sentido de gratuidad, en la familia, en la parroquia, en el colegio”, porque “si no tenemos ese sentido de la gratuidad nos será muy difícil entender lo que es la gracia de Dios, esa gracia que no se vende ni se compra”.
Y el Santo Padre recordó que “Jesús nos dio una gran promesa: No les dejaré huérfanos”. E invitó a decirle a los jóvenes “tú no estás huérfano porque tenemos a Jesús”. El Papa lamentó que la sociedad considere a los jóvenes como descarte. “Piensen qué significa que 75 millones de jóvenes europeos de menos de 25 años no tengan trabajo” dijo.
“Somos un pueblo -dijo Francisco- que quiere hacer crecer a sus hijos con la certeza de tener una familia, un padre y una madre”. Recordó que Pablo VI indicaba que la sociedad tecnológica entretiene a la persona, con tantas comodidades y cosas lindas, ¿pero la alegría donde está? Y precisó que esas cosas “después se vuelven ídolos”.
El papa Francisco también invitó a la conversión pastoral misionera. “Un camino que es necesario hacer y tenemos la gracia para poder hacerlo”, aunque reconoció que “la conversión no es fácil, signifca cambiar de vida, de método, es cambiar el alma”. Si bien ese “camino de conversión” será el que “nos dará la identidad de un pueblo que sabe general hijos, no un pueblo estéril” porque “si como Iglesia no sabemos generar hijos hay algo que no funciona”. Y reiteró que necesitamos la maternalidad de la Iglesia, porque si la Iglesia no es fecunda se vuelve una solterona. La identidad es evangelizar, o sea hacer hijos”.
Advirtió entretanto, que no es cuestión de ir a tocar timbres, de ir a hacer prosélitos, a llenar una ficha y decir: 'un socio más'. Y citando a Benedicto XVI recordó que “la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción”.
El Santo Padre reconoció entretanto que “la Madre Iglesia ha envejecido un poco, tenemos que rejuvenecerla, pero no llevándola al médico que pone cosméticos. La Iglesia se vuelve más joven cuando es capaz de dar más hijos. La Iglesia tiene nuestro amor de hijos, estar en la Iglesia es estar en casa, en la casa de mamá”
Pidió por ello “recuperar la memoria de la iglesia que es pueblo de Dios. Hoy nos falta el sentido de la historia, tenemos miedo del tiempo, ningún recorrido, vivimos en el reino del presente”. Esto también en la comunicación, con un leguaje más reducido y veloz “porque somos esclavos de la coyuntura” dijo.
Invitó a los presentes a ser acogedores en las iglesias y a tener ternura porque “una madre es tierna, saber acariciar” y recordó en cambio que existen quienes cierran las puertas, “y esa gente no se siente en casa de mamá”, porque las secretarias de las parroquias deben “abrir la puerta a la casa de la Madre”.
Reconoció que “los sacerdotes, párrocos y vice párrocos tienen mucho trabajo, lo entiendo pero un párroco impaciente no hace bien”. Como uno que pedía que pagaran para dar los sacramentos. “Esto no es acoger, es cerrar la puerta” dijo.
De manera que “cuando la gente llega a la parroquia, sea recibida con corazón grande”. O sea “Tener el corazón de Jesús que viendo la multitud sintió compasión. Me gusta soñar con una Iglesia que viva la compasión de Jesús”.
Otra cosa que el Santo Padre le ha pedido a los presentes es la capacidad “de anunciar el Evangelio con nuevas modalidades. Donde la puerta esté siempre abierta”. Donde se dé el testimonio de fe, “que se respire un aire de fe, porque se cree en el Señor Jesús”.
Y añadió que “es más fácil ejercer de obispo que de párroco, porque nosotros obispos tenemos siempre la posibilidad de tomar distancia y defendernos detrás del 'su excelencia'. En cambio el párroco tiene que escuchar los problemas de la familia, o cuando vienen a conversar.. etc.”

Y concluyó recordando que si la Iglesia italiana es tan fuerte, es gracias a los párrocos. Gracias a ustedes, a estos párrocos que dormían con el teléfono en la mesa de luz y se levantaban a cualquier hora para ir a visitar a un enfermo. Para que nadie se muriera sin los sacramentos”.

lunes, 16 de junio de 2014

En Sta. Marta: Cuando Dios nos da una misión, nos prepara para ella

Francisco en la homilía de Santa Marta ha recordado este viernes que cuando el Señor quiere confiarnos una misión, "nos prepara" para hacerla "bien". Y nuestra respuesta debe basarse en la oración y la fidelidad.

Un día se puede ser un valiente adversario de la idolatría al servicio de Dios y al día siguiente deprimirse a tal punto de querer morir porque alguno, durante nuestra misión, nos ha asustado. Así, ha explicado el Santo Padre, que para equilibrar estos dos extremos de la fuerza y de la fragilidad humana está y estará siempre Dios, siempre que se permanezca fiel a Él.

El Papa ha tomado la historia del profeta Elías como modelo de la experiencia de cada persona de fe. El pasaje litúrgico del día muestra a Elías en el Monte Oreb que recibe la invitación a salir de la caverna donde se encontraba y a presentarse a la presencia de Dios. Se materializa un fuerte viento, un terremoto y un fuego, pero en ninguno de ellos Dios se manifiesta. Después llega un soplo delicado de brisa y es aquí que Elías reconoce que "el Señor pasaba", ha indicado el Papa.

Y prosigue: "el Señor no estaba en el viento, en el terremoto, en el fuego, sino que estaba en ese susurro de una brisa ligera, en la paz o, como dice el original con una expresión bellísima: 'El Señor estaba en un hilo de silencio sonoro'. Parece una contradicción: estaba en ese hilo de silencio sonoro. Elías sabe discernir donde está el Señor, y el Señor lo prepara con el don del discernimiento. Y después, da la misión".

La misión que Dios confía a Elías es la de ungir al nuevo rey de Israel y al nuevo profeta llamado a sustituir al mismo Elías. El Pontífice ha llamado la atención de forma particular sobre la delicadeza y el sentido de paternidad con la que esta tarea es confiada a un hombre que, capaz de fuerza y celo en un momento, ahora parece solo un derrotado. "El Señor prepara el alma, prepara el corazón y lo prepara en la prueba, lo prepara en la obediencia, lo prepara en la perseverancia", ha indicado.

A continuación el Santo Padre ha observado que "el Señor, cuando quiere darnos una misión, quiere darnos un trabajo, nos prepara. Nos prepara para hacerlo bien, como ha preparado a Elías. Y lo más importante de esto no es que Elías haya encontrado al Señor. La importancia es todo el recorrido para llegar a la misión que el Señor confía. Y esta es la diferencia entre la misión apostólica que el Señor nos da y una tarea: ¡Ah, tú debes hacer esta tarea, debes hacer esto...', una tarea humana, honesta, buena... Cuando el Señor da una misión, siempre nos hace entrar en un proceso, un proceso de purificación, un proceso de discernimiento, un proceso de obediencia, un proceso de oración".

De este modo, el papa Francisco ha añadido que "la fidelidad a este proceso" es la de "dejarse conducir por el Señor". Y en el caso de Elías, con la ayuda de Dios supera el miedo desatado en él por la reina Jezabel, que le había amenazado con matarlo.

Así, el Pontífice ha concluido indicando que "esta reina era una reina mala y amenazaba a sus enemigos. Y él tiene miedo. Pero el Señor es más poderoso. Pero lo hace sentir como si él, el grande y bueno, también necesita la ayuda del Señor y de la preparación para la misión. Veamos esto: él camina, obedece, sufre, discierne, reza, encuentra al Señor". Finalmente Francisco ha deseado que "el Señor nos de la gracia para que nos dejemos preparar todos los días el camino de nuestra vida, para que podamos testimoniar la salvación de Jesús".


domingo, 15 de junio de 2014

Una maravilla jamás imaginada

El misterio de la Santísima Trinidad, más que para ser entendido, es para ser amado y vivido en nuestro interior.
Se nos ha habituado a pensar que, al hablar de la Santísima Trinidad, hemos de concebir algo totalmente oscuro e ininteligible. ¡Por algo es un misterio! Más aún, es -por así decirlo- el misterio por antonomasia de nuestra fe, el "misterio de los misterios". Pero, en vez de plantear el tema en términos de raciocinio o de especulación teológica, yo prefiero mil veces más tratarlo desde un punto de vista mucho más "humano" y personal, si se me permite la expresión. No que la razón no lo sea. Pero yo creo que es mucho más palpitante, cercano y vivencial cuando lo contemplamos con el corazón y bajo el prisma del amor. 

Y es que el misterio de la Santísima Trinidad, más que para ser especulado, es para ser amado y vivido en nuestra interioridad. Al menos, a mí me parece que así es mucho más sabroso y "digerible". La razón es, por lo general, más fría e impersonal. Mientras que el amor es todo lo contrario. 

Pues bien, la Santísima Trinidad es un misterio de amor. Es más, es el misterio del "Amor de los amores" –como cantamos en un hermoso motete-. Dios, que "habita en una luz inaccesible" –como nos dice san Pablo en su carta a Timoteo (I Tim 6, 16)— se nos ha querido revelar por medio de su Palabra: Dios, en lo más profundo de su intimidad, es una comunión de personas divinas unidas por el amor. Más aún, son esas mismas personas que son el Amor personificado: el Padre, que es el amor creador; el Hijo, que es el amor redentor; el Espíritu Santo, que es el amor santificador. Pero, además, es un amor recíproco entre ellos mismos; un amor subsistente y personal. Un solo Dios verdadero y tres Personas distintas, cuya vida y existencia es puro Amor. Una relación de amor. Y el amor crea una comunión de personas. Como en el matrimonio y en la familia, pero en un grado infinito y divino. El amor es, por naturaleza, unidad y fecundidad. Esto es, en esencia, el misterio de la Santísima Trinidad. 

Y, ¿cómo explicarlo? Es muy difícil encontrar las palabras justas. Más fácil lo podremos comprender a la luz de la propia experiencia del amor que con un discurso racional, aunque sea filosófica y teológicamente muy correcto. ¿Quién de nosotros no sabe lo que es el amor? Todos lo hemos experimentado muchas veces en nuestra propia vida: hemos sentido el calor y la ternura de una madre; la fuerza y seguridad que nos infunde el amor de un padre; el cariño de una hermana o de una amiga; el gozo de la compañía y de la fidelidad de un hermano o de un amigo verdadero; y la dulzura incomparable del amor de una esposa o de un esposo, de unos hijos. 

Aristóteles definía la amistad como "una misma alma en dos cuerpos". Y el poeta latino Horacio llamaba a Virgilio, su gran amigo, "dimidium animae meae", "la mitad de mi alma". Grandes poetas, literatos, músicos y artistas de todos los tiempos han ofrecido su tributo a la amistad. Y han reservado sus mejores canciones y sus notas más líricas para cantar la belleza del amor humano. Sin duda alguna, éste es el tema que más ha inspirado a los hombres a lo largo de la historia, sea en el arte, en la poesía o en la propia vida. Decía Dante Alighieri que "es el amor el que mueve el sol, el cielo y las estrellas". Y el poeta Virgilio afirmaba: "amor vincit omnia", "el amor es capaz de vencer todos los obstáculos". Y tenían toda la razón. 

Y es que el amor es lo más grande, lo más noble, lo más bello, lo más maravilloso; en una palabra, lo más sagrado del ser humano. Por eso, con el amor no se juega y éste se merece los mayores sacrificios con tal de conservar toda su pureza y su fragancia virginal. 

San Juan nos dejó una estupenda definición de Dios: "Deus Charitas est", "¡Dios es Amor!" (I Jn 4, 8). No se expresó en conceptos racionales, sino en un vocabulario propio del corazón. También lo otro pudo haber sido muy correcto. Pero también, sin duda, más frío e impersonal. 

Como aquellas definiciones que dio Aristóteles sobre Dios: "El motor Inmóvil", "el Acto puro", "la Inteligencia más perfecta". O incluso aquella definición teológica y metafísica de santo Tomás de Aquino: "el único Ser necesario, absoluto y trascendente", "el mismo Ser subsistente". Pues sí. Es verdad. Pero, ¿no nos gustan y nos dicen inmensamente más las palabras propias del amor? 

Y llegados a este punto, sería interminable la lista de experiencias que todos tenemos sobre el amor… Como decía san Juan al final de su Evangelio, "ni todos los libros del mundo serían suficientes para poderlas contener". Y es que el amor no se puede explicar con conceptos o con raciocinios filosóficos. Se siente. Se experimenta. Así también es Dios. 

Sí. Lo más maravilloso y sagrado del hombre es el amor. Y también lo más divino. Por eso, a Dios podemos encontrarlo en lo más profundo de nuestro ser, en lo más recóndito de nuestro espíritu. Dios allí habita. Los más altos pensadores de la humanidad así lo experimentaron. Séneca, aquel famoso filósofo romano de origen cordobés, aun sin ser cristiano, llegó a expresarse de esta manera: "sacer intra nos spiritus sedet, malorum bonorumque nostrorum observator et custos. In unoquoque virorum bonorum habitat deus". En nuestra lengua cervantina sonaría así: "un espíritu sagrado reside dentro de nosotros, y es el observador y el guardián de nuestros males y de nuestros bienes. En cada alma virtuosa habita Dios" (Epístolas morales, núm. 41). 

San Pablo, por su parte, nos recuerda que "somos morada de la Santísima Trinidad, templos vivos de Dios y del Espíritu Santo" (I Cor 3, 16). Así fue como nos lo prometió nuestro Señor la noche de su despedida: "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y en él haremos nuestra morada." (Jn 14, 23). 

¡Éste es el núcleo más bello del misterio de la Santísima Trinidad! Y lo más maravilloso es que también nosotros hemos sido llamados a participar de esta vida íntima de Dios, que es amor. Y nos adentraremos en el seno de la Trinidad Santísima en la medida de nuestra vida de gracia y de nuestra caridad, que es el grado de amor sobrenatural en nuestra alma. 

Autor: P . Sergio Córdova LC

sábado, 14 de junio de 2014

Con María, en la fiesta del Corpus


Hoy necesito decirte, Señora mía, que ya no hay más vino en la fiesta de mi vida…

El próximo jueves celebraremos la fiesta del Corpus. La fiesta de Jesús Pan de Vida, de Jesús Vino de Redención, de Jesús Comunión, de Jesús repartido en miles de bocas, de Jesús habitando en infinitos corazones. Hoy es fiesta de pan, de mesa sencilla, de manos extendidas. 

¿Cómo honrarte, Señor, en esta fiesta? Y se me vienen al alma las palabras de tu madre… caen, como en tropel, apuradas... las palabras de tu madre: "HAGAN TODO LO QUE EL LES DIGA". 

Hoy necesito decirte, Señora mía, que ya no hay más vino en la fiesta de mi vida… y tú, me miras a los ojos, caminas lentamente hacia Jesús y le presentas mi problema. Él susurra algo a tu oído… te vuelves hacia mí y me dices "HAZ LO QUE ÉL TE DIGA"... repites la frase, una vez, cien, mil, las que sean necesarias, hasta que yo comprenda. 

Pero no me es fácil. 

Hoy, si Dios quiere, caminaré en la Procesión siguiendo al Santísimo… hoy… pero ¿Y mañana?... Cuándo ya no se escuchen los cantos ni haya pétalos de flores ni olor a incienso… mañana, ¿Seguiré también a Cristo a cada instante? ¿Seguiré haciendo "Lo que Él me diga"? ¿Cómo se hace María querida?... 

- ¡Mi hija amada, es tan simple!!!, -y tu voz de mil campanas resuena en mi alma y se transforma en camino-… hija, es simple, lo cual no significa que sea fácil. Sólo que debes estar muy atenta. En cada circunstancia, en cada momento, en cada enojo, en cada arranque de ira, busca el Santísimo y continúa en la procesión. 

-Señora, ¿Cómo podré? Soy tan torpe y pecadora, tan impulsiva y atropellada... 

- Pues te equivocas mucho allí, tú no ERES como dices, sino que OPTAS POR SERLO en cada circunstancia. Recuerda, hija mía del alma, que en toda situación tienes siempre dos alternativas, una de las cuales es Cristo, tu alma sabe de lo que hablo ¿Verdad?. 

- Claro, Señora, claro- y me da mucha vergüenza porque tú conoces que en demasiadas oportunidades no tomé la decisión correcta. 

- Bien, entonces, hija, intenta que la Procesión del Corpus no termine en tu vida cuando el sacerdote deje la Sagrada Forma en el altar, haz que toda tu existencia sea una larga procesión, siempre detrás de Él, siempre. 

- Señora, tu misma vida así lo fue, recuerdo las Escrituras. Tú siempre tras Jesús, de lejos, sin hacer ostentación de tus privilegios de madre, de lejos, pero con Él. Tu hijo sabía que estabas cerca y al final, cuando ya nadie quedaba en la última procesión, cuando el cuerpo amado quedó expuesto en medio del dolor de la Cruz, allí estabas, de pie, sencillamente, con la espada anunciada desgarrándote el alma… la última procesión, la que acompañaste hasta el final. Mucha gente fue con Él, mujeres piadosas, el Cireneo, los discípulos, mas tú, Madre amadísima, llegaste hasta el final. Tu mirada le consolaba en tan gigantesca soledad... y tanto te amó, que te dedicó las últimas palabras… en medio de su dolor..."Madre..." y te nombró. Tu respuesta fue una mirada de amor profundo. Tu respuesta fue la obediencia, yéndote a vivir a la casa de tu hijo Juan, nacido en el dolor de un adiós. Toda tu vida, Señora mía, fue una larga procesión tras el Hijo amado. 

- Querida mía, mi alma está feliz porque has comprendido, eso ya es mucho, sé que no será fácil para ti lo que te pido, pero es el único camino. 

- Señora, ¿me acompañarás? 

- Siempre, hija mía, siempre… estaré contigo cada vez que me necesites. ¿Entiendes? No es lo mismo que cada vez que me llames, sino cada vez que me necesites. Aunque no me llames, como tu madre que soy estaré para mostrarte el camino de la paz... y estaré para vendar tus heridas cuando el dolor te llegue. Estaré como estoy con cada hijo mío, de quien conozco su nombre, su alma, sus problemas, sus angustias y alegrías, sus soledades, sus vacíos. Estoy para decirles que hay un Dios que los ama, que los ama tanto, tanto, que quiso quedarse con ustedes en la Eucaristía. Estoy al lado de cada sacerdote al celebrar la misa, como madre atenta. Estoy porque los amo mucho y porque allí está mi Hijo. Estoy con el sacerdote en la misa y, también, en las soledades de su alma, cuando los feligreses se van, cuando se apagan las velas, cuando el silencio lo invade todo, cuando los sueños se rompen, cuando la soledad irrumpe sin permiso, estoy, siempre, estoy allí. Con las religiosas, en su oración silenciosa que se transforma, al llegar al cielo, en canto agradable a Dios. Estoy con los laicos, desde el primero hasta el último, no hay escalas para mí. Hija mía, te deseo a ti y a todos los que leen estas líneas un feliz día del Corpus, nos vemos en la Procesión, en las dos, en la de hoy y en la otra... la Procesión de la vida... 



NOTA DE LA AUTORA "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna." 

Autor: María Susana Ratero

viernes, 13 de junio de 2014

La hora de la prueba

El dolor se ve claro cuando lo vemos en otros, pero incomprensible cuando se adentra en nuestra vida


El avión que nos transporta por el cielo, la nave que nos lleva por el mar, el coche en la carretera, alguna vez, atraviesa por en medio de la borrasca. Nadie se extraña.

También en el camino del alma. "Muchas son las olas, el pavoroso huracán arrecia". (San Juan Crisóstomo) Quizás también en nuestra mente están previstas estas contradicciones, pero, cuando llegan, nos encuentran impreparados. Nos sorprenden.

¡Misterio el dolor humano! Claro cuando lo vemos en otros, ciertamente incomprensibles cuando se adentra por nuestros pasillos.....

¿Qué haré en la hora de la prueba" ¿Cómo resolver mi incertidumbre? ¿Cómo hacer luz en la oscuridad y paz en la terrible angustia? ¿Cómo abrazarme a la doliente "voluntad de Dios" y "ofrecerme"?

El momento del dolor es una experiencia cumbre en la vida del hombre. Sus efectos le revelan lo más profundo de sí mismo, el alma parece poder tocarse con la mano; allí aparece más desgarradora que nunca la soledad fundamental de la persona, la sensación de su completa impotencia ante las cosas.

Es imposible enumerar todas las futuras experiencias dolorosas de la vida, porque imposible es enumerar sus posibles tragedias. Pero sea grande o sea pequeña en sí misma la cruz que nos toca llevar, es cierto, siempre, que en cada caso hiere terriblemente las espaldas.

Cuando alguien me lo ha preguntado, le he respondido fácilmente. Le he dicho: "¡Ten confianza en Dios!" Ahora que a mí me sucede: ¡qué poco me dice esto!

Sin embargo, eso es exactamente lo que necesito: echar a andar los recursos de mi fe cristiana. "Efectivamente, el dolor y la muerte pesan sobre el espíritu humano y son un enigma para aquellos que no creen en Dios. Pero en la fe nosotros sabemos que serán superados, que han sido vencidos en la muerte y resurrección de Jesucristo nuestro Redentor". (Juan Pablo II, Paquistán)

Y si recurro al Evangelio, seguiré encontrando respuestas de fe: "El Padre poda la rama vigorosa para que dé aún más fruto" (Jn 15, 2-3); "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo, pero si muere, da mucho fruto" (Jn 12, 24), etc. Él me hará ver cómo Cristo camina la senda dolorosa del Calvario como necesario tránsito hacia la gloria de la resurrección. "En el plano divino todo dolor es dolor de parto; él contribuye al nacimiento de una nueva humanidad" (Juan Pablo II, abril de 1983). Por todo ello, comprenderé que no nos es dado poseer un don más grande que el dolor, la cruz y la humillación.... pero ahora, en medio de mi tragedia, todo esto me sabe a muy poco, apenas me mueve. ¿Por qué será así?

Mi fe no me arrastra a la esperanza, porque es una débil fe. No es como la de Job, que dice clamando: ¡"Yo sé que mi Señor vive"! (Job 19, 25)....... "Yo sé" es una convicción, no un sentimiento. Es una certeza, no una idea.

"Yo sé" dice San Pablo, al final de su carrera, mientras yace en la cárcel. "Yo sé a quién me he confiado y estoy seguro de que puede guardar mi depósito para aquél día" (2 Tim 1, 12).

"Yo sé" es mucho más que saber, es un haber vivido la experiencia, y haberla profundizado.

Y aquí, en la experiencia dela fe y de las certezas que ello comunica, cada uno de nosotros es diferente; Dios es totalmente una historia personal, y por eso mismo ante las pruebas reaccionamos con diversas reflexiones o motivaciones adecuadas a nuestras propias circunstancias. La verdad es que la fe es tan rica como Dios mismo y tiene para cada uno el resplandor adecuado: toda persona, toda situación humana es iluminada espléndidamente por ella.

En este caso, ha bastado este reflejo: "Sé que me has elegido" para que el panorama todo quede interpretado, quede construido en la paz.

La sensación de mi impotencia radical ha encontrado una respuesta en la fe: admito que no soy nada y que soy débil, pero sólo cuando me falta Dios. ¡Pero "con Él" lo puedo TODO!, porque consigo hacer mía la potencia misma de Dios: lo he vivido anteriormente, en otras ocasiones, ¡y hoy no debo olvidarlo!, sino actualizarlo.

La fe de que Él está conmigo, de que Él no nos ha abandonado - "He aquí que yo estoy con vosotros hasta el final de los tiempos" (Mt 28, 20)- va haciendo renacer las fuerzas, las energías morales del espíritu. "Sé, Señor, que habiéndome elegido" significa que voy aprendiendo a ver lo que me sucede como "un algo elegido" por Dios, y no obra de la casualidad y la fatalidad; como algo salido de sus manos por elección precisa y clara. Y si viene de las manos de Dios ¿por qué me angustio? "Habiéndome elegido - Tú serás siempre mi fortaleza" indica que, si Él elige, el se compromete con el elegido; no le cargará la cruz y se irá, sino que compartirá el peso y dará Su fuerza.

Respuestas de fe ...... para todas las medidas .... Pero hoy, además, algo muy importante, algo común a cada caso: lo importante no es conocer, sino saber: ¡Creer como si se tuviera una evidencia! Y entonces sí se está preparado para el "ofrecimiento".

Autor: P. Cristóforo Fernández


jueves, 12 de junio de 2014

Jesucristo, Sacerdote

Cristo es verdadero Sumo Sacerdote, el Salvador del mundo. De un modo personal, profundo, quiere ser, también, mi Salvador.

Nuestro corazón está herido por el pecado, nuestra mente vive dispersa en mil distracciones vanas, nuestra voluntad flaquea entre el bien y el mal, entre el egoísmo y el amor.

¿Quién nos salvará? ¿Quién nos apartará del pecado y de la muerte? Sólo Dios. Por eso necesitamos acercarnos a Él para pedir perdón.

Pero, entonces, "¿quién subirá al monte de Yahveh?, ¿quién podrá estar en su recinto santo?" Sólo alguien bueno, sólo alguien santo: "El de manos limpias y puro corazón, el que a la vanidad no lleva su alma, ni con engaño jura" (Sal 24,3-4).

Sabemos quién es el que tiene las manos limpias, quién es el que tiene un corazón puro, quién puede rezar por nosotros: Jesucristo.

Jesucristo puede presentarse ante el Padre y suplicar por sus hermanos los hombres. Es el verdadero, el único, el "Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec" (Hb 5,10; 6,20). Es el auténtico "mediador entre Dios y los hombres" (1Tm 2,5), como explica el "Catecismo de la Iglesia Católica" (nn. 1544-1545).

Cristo es el único Salvador del mundo. De un modo personal, profundo, quiere ser, también, mi Salvador.

Celebrar a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, nos llena de alegría. El altar recibe la Sangre del Cordero. El Sacerdote que ofrece, que se ofrece como Víctima, es el Hijo de Dios e Hijo de los hombres. El Padre, desde el cielo, mira a su Hijo, el Cordero que quita el pecado del mundo, el Sumo Sacerdote que se compadece de sus hermanos.

El pecado queda borrado, el mal ha sido vencido, porque el Hijo entregó su vida para salvar a los que vivían en tinieblas y en sombras de muerte (cf. Lc 1,79).

Podemos, entonces, subir al monte del Señor, acercarnos al altar de Dios, participar en el Banquete, tocar al Salvador.

Como en la Última Cena, Jesús nos dará su Cuerpo y su Sangre. Como a los Apóstoles, lavará nuestros pies, y nos pedirá que le imitemos: "Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve" (Lc 22,27). "Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros" (Jn 13,15).

Ese es nuestro Sumo Sacerdote, el Cordero que salva, el Hijo amado del Padre. A Él acudimos, cada día, con confianza: "Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. 

Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna" (Hb 4,15-16).

Autor: P. Fernando Pascual

miércoles, 11 de junio de 2014

De rodillas ante Ti, pedimos ayuda al Espíritu Santo


Espíritu de alegría, consuelo y fortaleza, sánanos del desánimo, el miedo y la tristeza.
Acabamos de celebrar este domingo que pasó la fiesta de Pentecostés, donde recordamos la venida del Espíritu Santo. 
Hoy tengo el alma aligerada, con la alegría de una gran emoción. Nos hemos consagrado al Espíritu Santo, que es frecuentemente el GRAN DESCONOCIDO, y que es el Espíritu de Dios. 

El es, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, Tres Personas distintas y un solo Dios Verdadero. Es el Misterio profundo de esa Trinidad donde ninguno es mayor ni menor que el otro. Tienen su propia personalidad, por decirlo así: 

·  El Padre que no tuvo ni principio ni fin, que no fue hecho, ni creado, ni engendrado. 
·  El Hijo no fue hecho, ni creado, sino engendrado en María la Virgen para hacerse hombre y 
·  El Espíritu Santo que no fue hecho ni engendrado, sino que procede del Padre y del Hijo. 

Dios Padre se da plenamente al Hijo con infinito amor, el Hijo se da al Padre con el mismo infinito amor y de esta comunicación de amor brota el Espíritu Santo, amor sustancial del Padre y del Hijo, es así como nos lo enseña Santo Tomás en su Suma Teológica. 

Después de la muerte y a pesar de haber visto resucitado a Jesús, los apóstoles estaban sumidos en el miedo hecho terror. ¿Cómo ellos pobres pescadores, algunos analfabetos, podrían cumplir el mandato, la misión que les dejaba el Maestro y Señor?. Id, a predicar a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo... y también.... si yo no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros; pero si ve voy, os lo enviaré Y estando reunidos llegó el Espíritu de Dios y todo cambió para ellos. 

Así también nosotros hemos de llamarlo: 

¡Ven Espíritu Santo! 

Él desea entrar para darnos sus Dones, es el Gran Consolador, Intercesor y Luz y se convierte en el dulce huésped del alma y nos llena de paz y de sabiduría. Lo necesitamos porque El es el fruto del Amor de Dios. 

Es un beneficio inmenso que nos consagremos al Espíritu Santo, en estos tiempos tan difíciles, con la falta de fe, robos, situación económica difícil, levantamientos, pero también desesperanza y desilusión en nuestros corazones 

Vamos a tener la ayuda amadísima del Espíritu Santo y de rodillas ante Dios, todos los días pidamos su ayuda y protección con esta oración, que es para todos los países: 

CONSAGRACIÓN AL ESPÍRITU SANTO 

"Espíritu Santo, te consagramos nuestra patria. Intercede por quienes vivimos en ella. 
No nos dejes perdernos por caminos sin Dios, reoriéntanos al gozo de la fe y la verdad. 

Espíritu de paz, perdón y misericordia, líbranos de la violencia y la discordia y enséñanos a hablar las lenguas siempre nuevas de la fraternidad. 

Espíritu de alegría, consuelo y fortaleza, sánanos del desánimo, el miedo y la tristeza. 

Espíritu de generosidad y de justicia, apártanos del egoísmo y de la avaricia, inspíranos acciones para crear condiciones que permitan a todos vivir con dignidad. 

Tu eres fuente de la vida, rescátanos de la cultura de la muerte, fecúndanos con tus dones, tus frutos y carísmas. 

Ilumina nuestra tierra, renueva las naciones, ven como en Pentecostés e incendia con tu fuego de amor los corazones. AMÉN. 

Y quiero pedirte también por todos los sacerdotes, ya que mañana celebramos Nuestro Señor Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Que cada vez se esfuercen más en dar con el ejemplo de sus vidas ánimo y valor a los fieles, a todos los que componemos el gran ejército de la Santa Madre, la Iglesia Católica. 

Te pedimos por ellos, Señor, mándales tu fuerza, tu paz, y fortaleza en los momentos difíciles. 

Autor: Ma Esther De Ariño

martes, 10 de junio de 2014

EL JUEGO DEL CELIBATO NO DOGMÁTICO

Autor: Pablo Cabellos Llorente

         Escribe Quevedo en “El alguacil alguacilado” que existen tres géneros de hombres en este mundo: unos que por hallarse ignorantes no escriben; y estos merecen disculpa por haber callado y alabanza por haberse conocido. Otros que comunican lo que saben: a estos se les ha de tener lástima de la condición y envidia del ingenio, pidiendo a Dios que les perdone lo pasado y les enmiende lo por venir. Los últimos no escriben por miedo a la malas lenguas; estos merecen reprensión, pues si la obra llega a las manos de hombre sabios, no saben decir mal de nadie; si llega a manos de ignorantes, pueden decir mal, sabiendo que si lo dicen de lo malo, lo dicen de sí mismos; y si del bueno, no importa, porque ya saben todos que no lo entienden. Estoy escribiendo y no sé que diría Quevedo de mí.

         Ignoro a qué género pertenecen quienes tomaron el rábano por las hojas cuando, volviendo de su viaje a Tierra Santa, el Papa Francisco afirmó que el celibato sacerdotal no es un dogma, añadiendo seguidamente que es “un regalo para la iglesia”. Siempre existen –y me parece natural- buscadores de la noticia, pero en ocasiones no aciertan, actúan de parte, tergiversan o sencillamente ignoran de qué escriben. No es un alegato contra nadie, es una constatación de algo que sucede. Así ocurre con muchas palabras del Papa, al que pagan con alguna pedrada que otra su sencillez y naturalidad al expresarse.
        
         Nunca nadie ha dicho en la Iglesia Católica que el celibato sacerdotal sea una verdad definida dogmáticamente, es más, no se puede hacer tal cosa porque, efectivamente no es un dogma, sino una praxis secular que la Jerarquía ha querido mantener siempre. De hecho –espero que no se produzcan escándalos farisaicos- en la Iglesia hay sacerdotes casados, pocos, pero existen. A título de ejemplo pueden estar casados los católicos de rito griego y también suelen estarlo los convertidos del anglicanismo que, si desean continuar siendo pastores, reciben el orden sacerdotal, puesto que las ordenaciones anglicanas no son válidas.
         Pablo VI, en su conocida encíclica sobre el celibato sacerdotal escribió: Ciertamente, como ha declarado el Sagrado Concilio Ecuménico Vaticano II, la virginidad «no es exigida por la naturaleza misma del sacerdocio, como aparece por la práctica de la Iglesia primitiva y por la tradición de las Iglesias Orientales”, pero el mismo sagrado concilio no ha dudado confirmar solemnemente la antigua, sagrada y providencial ley vigente del celibato sacerdotal, exponiendo también los motivos que la justifican para todos los que saben apreciar con espíritu de fe y con íntimo y generoso fervor los dones divinos.
         Sólo otra cita para no hacerme pesado: No pertenece (el celibato) a la esencia del sacerdocio como orden y, por tanto, no se impone en absoluto en todas las Iglesias. Sin embargo, no hay ninguna duda sobre su conveniencia y, más aún, su congruencia con las exigencias del orden sagrado. Forma parte, como se ha dicho, de la lógica de la consagración. Así se expresaba Juan Pablo II en julio de 1997.
         Entonces, ¿a cuento de qué vienen los titulares destacando que el celibato  no es un dogma o que Francisco abre una puerta a su derogación? Primero: ¿no han leído que inmediatamente después añadió: el celibato sacerdotal es un regalo para la Iglesia? Segundo: ¿No se les ocurrió poner en google una pregunta sobre celibato y dogma? Yo comprendo que hay muchos profesionales que tienen que escribir de todo y no se puede saber de todo, pero es deseable un poquito más de información? Tercero: tal vez algunos están empeñados en hacer de Francisco el Papa rojo o algo parecido. También se equivocan: nunca encontrarán un Papa rojo, ni amarillo, ni azul.
         Ya que he comenzado con Quevedo, recojo ahora una frase de Cervantes: Ninguna ciencia, en cuanto a ciencia, engaña; el engaño está en quien no sabe. Tiene total aplicación a las ideas sobre Dios y sobre la Iglesia. No en vano decía un santo de nuestro tiempo que el peor enemigo de Dios es la ignorancia. En el caso que nos ocupa, he recibido cartas de buenos cristianos poco menos que escandalizados por la frase del Papa descontextualizada: el celibato no es un dogma. ¿Por qué el asombro? Por una ignorancia de la que somos culpables quienes tenemos obligación de formar a los demás. Por eso escribo estas líneas aún a costa de quedar mal encasillado según la calificación de Quevedo. Puedo añadir en mi descargo que él mismo se atrevía a escribir  después de  tal clasificación.
        
         Por fortuna, hay  periodistas como Indro Montanelli, que en febrero de 1977, siendo director de Il Giornale Nuovo, pronunció en el Aula Magna de la Universidad de Navarra una conferencia sobre la situación política de Italia. Calificó de “fracaso” los treinta años de democracia que sumaba su país, denunció el “absoluto conformismo” de políticos y ciudadanos, y terminó con un mensaje dirigido muy especialmente a los estudiantes de Periodismo que le escuchaban: “El periodismo –les dijo– no puede ser para ustedes como un oficio. O es una misión, o no es nada”.