"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

jueves, 25 de octubre de 2012

EL AMOR ES CONSCIENCIA Y CONOCIMIENTO.

Amar es penetrar en la otra persona y fundirse en ella. En ese acto uno conoce y se conoce a sí mismo, conoce a toda la humanidad -y a la vez no “conoce” nada. Si tenemos en cuenta que el amor únicamente brota de la espiritualidad, que es consciencia, conocimiento y obras adecuadas, podemos decir, con acierto, que el amor es la única forma que existe de conocimiento. En el acto de amar, de entregarse, en el acto de penetrar en la otra persona, uno se encuentra a sí mismo, se descubre, se descubre a ambos, descubre a la humanidad. Este acto de amar trasciende al pensamiento y a las palabras, pues supone una zambullida en la experiencia de la Unión. Sin embargo, el conocimiento de la mente y del pensamiento es una condición necesaria para el pleno conocimiento en el acto de amar. Tenemos que conocer a la otra persona y a nosotros mismos objetivamente para poder ver la realidad o, más bien, para dejar de lado las ilusiones, la imagen distorsionada de la realidad. Sólo conociendo objetivamente a un ser humano puede conocerse en su esencia en el acto de amar.

Estar plenamente presente ante una persona es un verdadero acto de amor. Cuando somos íntegramente conscientes nadie nos parece un extraño, ni nosotros mismos ni los demás. Amar significa ver a las personas, las situaciones y las cosas como realmente son, no como nos las imaginamos, y no reaccionar inconscientemente ante ellas, sino proceder consciente y adecuadamente. El amor auténtico únicamente brota de la consciencia, de la comprensión y del conocimiento. Sólo en la medida en que una persona es capaz de ver a otra tal y como realmente es, aquí y ahora, no como es en su memoria, deseo o imaginación, puede realmente amarla. Si el amor no nace de la consciencia no será a la persona a la que “amemos”, sino a la idea que nos hemos formado de ella. Entonces la desearemos como objeto de nuestra avidez, pero no la amaremos por sí misma. Muchos se creen enamorados y románticos cuando en verdad sólo están deseando a una imagen mental. No, no es fácil ver ni todos los entendimientos están preparados para conocer la verdad. Es preciso ser conscientes de la ignorancia que a todos nos limita con relación a la verdad. Mas para ver con claridad la realidad de las cosas no necesitamos de ningún complejo conocimiento, sólo sencillez, en muchos casos valor y, en todos, amor.

Es preciso ver las clasificaciones, los clichés que se tienen en la mente, si se quiere responder adecuadamente a la realidad. Es muy fácil aplicarle a alguien una etiqueta, pues esta es fruto de la pereza mental. En cambio, es difícil y arriesgado ver a las personas en su singularidad. Tal vez lo que vemos en las demás personas como defectos no lo sean en absoluto, sino que, en realidad, puede que sean algo hacia lo que la propia educación y circunstancias personales nos hacen sentir aversión. Al verlas con amor y comprendiéndolas les estamos ofreciendo un don infinitamente más valioso que cualquier acto de servicio que podamos prestarles porque, al hacerlo, las hemos transformado, las hemos creado en nuestro corazón y, también, ellas experimentarán realmente una auténtica transformación.

La opinión y el juicio son un obstáculo al amor y la sensibilidad. Cuando llegamos a una conclusión sobre una persona, cosa o situación, nos quedamos fijos en un punto y renunciamos a la sensibilidad, nos predisponemos y sólo vemos a esa persona o cosa desde nuestra predisposición o prejuicio. De esa forma dejamos de ver realmente a esa persona. Es imposible que podamos ser sensibles a alguien a quien ni siquiera vemos.

Es necesario tener cuidado con las creencias y con los prejuicios, que son la programación de la propia mente. Si miramos a nuestro interior y estudiamos nuestras reacciones frente a las personas y las situaciones sentiremos horror al descubrir la cantidad de prejuicios que subyacen a nuestras reacciones. Casi nunca respondemos a la realidad concreta de la persona o situación que tenemos delante, pues prejuicios y creencias, deseos, miedo y egoísmo dan forma a nuestras reacciones. Es imprescindible ser conscientes de nuestras relaciones y de nuestras reacciones. Cada vez que estamos en la presencia de una persona, en la situación que sea, tenemos toda clase de reacciones, positivas y negativas. Debemos estudiar esas reacciones y mirar de donde vienen, sin deseos ni intenciones. Ese es el principio del conocimiento.

El mundo fue creado como una escuela en la que aprender, no fue establecido con la finalidad de que encontremos placer, ni para obtener posesiones, ni siquiera con el anhelo de más tarde cambiarlo. Si, por ejemplo, reaccionamos ante una persona irritándonos, la causa de nuestra reacción no se encuentra en esa persona, sino en nosotros mismos. Si vemos esto con nitidez nos daremos cuenta cómo es esa persona la que nos ofrece la oportunidad de aprender y, en vez de estar sometidos a emociones negativas, actuar con libertad. A partir de entonces no sólo no nos importará vivir situaciones que hagan surgir nuestros aspectos oscuros, sino que agradeceremos a Dios que surjan.

No, saber amar no es un defecto o una habilidad innata del carácter, sino que es un arte que se perfecciona cuando se vive consciente y se obra adecuadamente. Para amar bien tenemos que comprendernos a nosotros mismos, ver nuestros motivos más recónditos, nuestras emociones y deseos. También es necesario que seamos sensibles. El amor consciente y sensible adopta las formas más insospechadas y se desenvuelve sin pautas preconcebidas, atendiendo a la realidad concreta del momento presente.

El pensamiento siempre es limitado y está contaminado por la sociedad y por el ego. Creemos equivocadamente que nuestros pensamientos son fruto de nuestras mentes, cuando en realidad son producto de nuestro corazón. Primero sentimos y después la mente elabora un razonamiento que apoye al sentimiento.

Las palabras y los pensamientos producen la ilusión de que el objeto a que se refieren son permanentes, y con ello engañan. Normalmente vivimos nuestras existencias desde la mente, muy desconectados del corazón. Por eso la vida de muchas personas se pierde en palabras y en conceptos que carecen de toda realidad. Imaginemos un río, la palabra “río” no puede expresar la realidad del agua que fluye. De forma análoga, el amor sólo puede existir si surge del corazón, mientras que si sólo es una palabra no es nada. Sólo cuando sintamos fluir el amor de nuestro corazón tendremos una idea de lo que es el amor.

Muchos seres humanos viven sus vidas como si estuvieran reclusos en una prisión y no pudieran entrar en contacto con la riqueza de la Vida y del amor. Es imposible tener el hábito de ser consciente o de amar. Cuántos de nosotros nos hemos sentado a la orilla del mar, asombrados por su grandeza y su misterio, cuando por el contrario los pescadores no suelen vivir estos sentimientos porque faenan en él y el hábito les embota. Las personas se forman una idea invariable de las cosas y se vuelven incapaces de verlas con toda su novedad y frescura. Lo único que alcanzan a “ver” es la misma idea insípida, espesa y aburrida que tienen en sus mentes. Así es como casi todo el mundo se relaciona, con las personas y las cosas, de esa forma torpe generada por el hábito y la costumbre, como si tuvieran conectado un piloto automático y fueran dormidos.

El desamor y la infelicidad nacen de las creencias que se tienen en la mente. Estas hacen que la realidad de la Vida se perciba de una manera deformada. Si miramos a nuestro alrededor seguramente no encontraremos a nadie verdaderamente feliz, sin temores, ansiedades o preocupaciones. Es absurdo buscar la felicidad, podríamos poseer el mundo entero y no encontrarla. En nuestro interior sabemos que todo esto es cierto, pero seguimos empeñados en derrochar energías, en perder la Vida tratando de obtener lo que no va a hacernos felices. Pensamos que si se realizan nuestros deseos seremos felices, pero eso no es cierto. Lo único que puede proporcionarnos el cumplimiento de un deseo es un instante de placer y de emoción, que no tenemos que confundir con la felicidad. La felicidad es un estado del ser que no se puede describir, que no se puede explicar con palabras, y que surge cuando no es buscada o deseada, cuando somos conscientes, amamos y obramos adecuadamente.

Se piensa en palabras y todo pensar es verbalización. Se verbaliza y se nombra cuando se da un nombre a cualquier cosa que se experimenta, se ve o se siente. Entonces la palabra se vuelve extraordinariamente importante. A palabras como amor, Dios, India, socialismo, capitalismo, cristiano, americano, etc. se le da un significado extraordinario y hace a las personas esclavas de ellas. Pero no tiene sentido preguntarse cómo librarse de las palabras.

Cuando la mente no está obstruida por palabras el pensar no es un pensar tal y como lo conocemos, sino que se convierte en una actividad en la que no hay palabras ni símbolos. Por eso la mente carece entonces de fronteras, pues la palabra es una frontera que nos limita la existencia. La palabra crea la limitación, y la mente que no está funcionando a base de palabras no tiene limitación alguna, no tiene fronteras ni está amarrada.

La palabra despierta toda clase de ideas, de divisiones y de desamor. Pero para descubrir qué es el amor la mente debe encontrarse libre de esa palabra y de su significado. Para comprendernos unos a otros necesitamos no estar presos en las palabras. Una palabra como Dios, por ejemplo, puede tener un significado especial para unas personas, mientras que para otras puede que tenga un significado totalmente distinto o, sencillamente, que no tenga ninguno en absoluto. Por esto es imposible que nos podamos comunicar si no tenemos la intención de comprender las simples palabras e ir más allá de éstas.

La mente está compuesta entre otras cosas de palabras. Palabras como Dios, amor o verdad ejercen un efecto profundo sobre la mente. Si no somos libres de ellas seremos incapaces de enfrentarnos al hecho de cualquier impureza, como por ejemplo el desamor. Cuando podemos mirar directamente el hecho que se llama “desamor”, el hecho mismo de ver nos transforma, todo lo contrario de lo que ocurre si nos empeñamos en hacer algo con respecto al hecho. En tanto una persona esté pensando en librarse del desamor o de cultivar el amor mediante el ideal del amor está distraída, no se enfrenta con el hecho, y la palabra misma “desamor” es una distracción respecto del hecho.

No se puede hacer surgir el amor mediante ningún esfuerzo, como tampoco se puede “alcanzar” la felicidad. El esfuerzo puede modificar el comportamiento pero no puede modificarle a uno mismo. Puede hacer que nos quedemos en la cama, pero no producir el sueño, puede realizar actos de servicio, pero no puede hacer surgir la espiritualidad o el amor. Todo lo que se puede hacer a base de esfuerzo es reprimir, pero no producir un verdadero cambio. Muchos se encuentran siempre insatisfechos con ellos mismos y deseando cambiar. Pero ese deseo sólo los convierten en intolerantes y violentos con ellos mismos y con los demás. Cualquier cambio de comportamiento que conseguimos efectuar mediante el esfuerzo va siempre acompañado de conflicto interno y de lucha. No vemos que la transformación no nos llega por el esfuerzo. Éste sólo puede modificar la conducta, pero no nos transforma. Por él sólo reprimimos, encubrimos el verdadero mal.

La transformación sólo nace del conocimiento y la comprensión. Si comprendemos nuestra infelicidad ésta desaparecerá y dará paso al estado de felicidad; si comprendemos nuestros temores éstos se disolverán y el estado que resulte será el amor. Si comprendemos nuestros apegos éstos se desvanecerán y la consecuencia será la libertad. El amor, la libertad y la felicidad no son cosas que podamos cultivar y producir, ni siquiera podemos saber en qué consisten. Todo lo que podemos hacer es ver la realidad, obrar apropiadamente y dejar que surjan.

La infelicidad y el dolor que provoca la falta de amor y la soledad no se puede curar con la compañía, sino con el contacto con la realidad, la comprensión y el conocimiento. Sólo tenemos que abrir los ojos y ver que no necesitamos en absoluto eso a lo que estamos tan apegados, que hemos sido programados y condicionados desde nuestro nacimiento para creer que no podemos ser felices sin esa persona o cosa determinada.

El amor no puede encerrarse en una sola persona, sin embargo es de lo que tratan todas las tragedias y los dramas famosos como “Romeo y Julieta” o “lo que el viento se llevó”. Es imposible que la inmensidad del verdadero amor se pueda contener en una o en algunas personas.

Casi todo el mundo espera poder alcanzar la felicidad mediante el amor de otras personas. Muchos tienen en el fondo de su corazón la esperanza de encontrar a alguien que los ame y salir así de la gris monotonía de sus vidas. Pero este no es el camino, esperar eso es un absurdo más de nuestras vidas. Ninguna cosa o persona que no seamos nosotros mismos tiene el poder de hacernos felices o desgraciados. Seamos o no conscientes de ello somos nosotros, y nadie más que nosotros, quienes decidimos permitir que surja la felicidad o ser desdichados, según nos aferremos ignorantemente o no al objeto de nuestro apego.

Un error que comete la mayoría de las personas es tratar de construirse un nido estable en el flujo constante de la Vida. Si queremos ser importantes para una persona y significar algo en su vida, si queremos que esa persona nos ame y se preocupe por nosotros de una manera especial, tenemos que abrir los ojos y comprobar que estamos cometiendo la necedad de invitar a otro ser humano a reservarnos para él, a limitar nuestra libertad en su propio provecho, a controlar nuestra conducta, crecimiento y desarrollo de forma que éstos se acomoden a sus propios intereses. Es como si nos dijeran “si quieres ser alguien especial para mi debes aceptar mis condiciones, porque en el momento en que dejes de responder a mis expectativas dejarás de ser especial para mi”. Si queremos ser alguien especial para otra persona es preciso que paguemos un precio en forma de pérdida de libertad. Tendremos que danzar al son de esa otra persona, del mismo modo que exigimos que los demás dancen a nuestro propio son si desean ser para nosotros algo especial. Es necesario que nos detengamos y reflexionemos si merece la pena pagar tanto por tan poco.

Tenemos que ser, sencillamente, nosotros mismos. Las personas más allegadas pueden comunicarnos de mil maneras que somos algo muy especial para ellas. Pero eso sólo habla de su actual disposición respecto a nosotros, y sólo debemos estar agradecidos por su compañía, pero no por su cumplido. En el mismo instante en que nos sintamos halagados perderemos nuestra libertad, porque en adelante no dejaremos de esforzarnos para que no cambien de opinión.

El ser humano casi siempre trata, consciente o inconscientemente, de sintonizar con las reacciones de los demás y marchar al ritmo de sus exigencias. Es muy importante librarse de mendigar el consuelo y las palabras de ánimo y aprobación. Externamente todo seguirá como antes y nosotros seguiremos estando en el mundo, pero internamente seremos más libres y estaremos absolutamente solos. Únicamente en esa soledad, en ese aislamiento, desaparecerán las dependencias y el deseo, y brotará la capacidad para amar, porque ya no veremos a las demás personas como medios para satisfacer nuestras adicciones. Sólo quien lo ha intentado conoce el terror de semejante proceso de purificación, su nombre es morir.

Ser espirituales supone negarse a disfrutar de ninguna palabra de ánimo, aprecio o aprobación. Significa no depender emocionalmente de nadie, de manera que ninguna persona tiene el poder de hacernos felices o desdichados, es vivir sin necesitar a ninguna persona en particular, sin ser especiales para nadie ni considerar a nadie de nuestra propiedad. Entonces nuestro ego tratará desesperadamente de embotar esta sensibilidad, porque se verá despojado de su sustento y sin nadie a quien aferrarse.

Amar a las personas es morir a la necesidad de las mismas, es consciencia, comprensión y sensibilidad, pero esta forma de vida sólo puede surgir de la espiritualidad. Si alguna vez nos permitimos mirar, será nuestra muerte. Amar es mirar y mirar es morir.
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miércoles, 24 de octubre de 2012

MADRE ENSÉÑAME A ORAR CONTIGO Y COMO TÚ LO HACÍAS


Meditaciones del Rosario. Tercer Misterio Glorioso. La venida del Espíritu Santo
Como la gallina a sus pollitos estabas con aquellos apóstoles asustados, infundiéndoles la fortaleza y el valor de una Madre. Les enseñaste a rezar, como Jesús les había enseñado, pues Tú eras una maestra insigne. Única. Bajo tu ejemplo ellos aprendieron a gustar la oración, a hacerlo de manera semejante a como Tú lo hacías. “Nosotros nos dedicaremos a la oración y a la predicación” diría más adelante Pedro a la comunidad de forma contundente.

Orar con María: Cuanto hubiera disfrutado estando allí, viéndola orar, asimilando por contagio la oración de la criatura más santa y humilde: contemplar su rostro, sus ojos cerrados o semicerrados o mirando hacia lo alto; escuchar su corazón cantando con su bellísima voz, imitar su forma de arrodillarse, de cerrar sus manos. Orar con Ella, junto a Ella, ¡qué gran privilegio!

Me imagino a los apóstoles, al verla orar tan extáticamente, suplicándole: “Enséñanos a orar contigo y como tú lo haces”. Oh Madre, yo también te digo: “Enséñame a orar contigo y como Tú lo hacías”. A los cristianos que se aburren en la oración o en la Misa, alcánzales el amor de los enamorados para que disfruten la alegría de orar.

Tú obtuviste la gracia del Espíritu Santo a los apóstoles. Pedro te necesitaba más que nadie. Después de las negaciones se había roto; estaba herido y necesitaba los cuidados de una Madre para con su hijo enfermo. Pedro necesitaba de una Madre como Juan Pablo II. También él llevaba, si no en su escudo, sí en su corazón, el “Totus tuus” del actual Vicario de tu Hijo.

Juan era el más parecido. Él de alguna manera compensaba y llenaba el hueco dejado por Jesús. “Ahí tienes a tu Madre”. Este encargo, hecho a todos, él se lo tomó infinitamente en serio.

Tomás: Yo sé que convertiste a aquel hombre duro para creer en un hijo de fe, por la forma tan bella como Tú le enseñaste a creer.

María Magdalena: Ya había comenzado su conversión, pero ella como mujer que era, y apasionada, copió mejor que los hombres tu hoguera de amor. Aquella que se había acostado en los basureros tenía ante sí un ejemplo de mujer pura, santa y toda amor. María Magdalena te copió con todas las fuerzas de su ser. Tu presencia la purificó totalmente y le hizo amar locamente la pureza y abominar del pecado.

Debes repetir el milagro de Pentecostés en la Iglesia y en cada uno de nosotros, en mí. Aunque no sea vea la llama de fuego, que me abrase todo; aunque no haya terremoto externo, que vibre por dentro y me vuelva loco de amor por Él y por Ti. Te lo pido encarecidamente. No te pido mas, pero no te pido menos.

Pusiste de rodillas a la Iglesia primitiva y así, de rodillas, recibió la fuerza del Espíritu Santo. Hoy debes también enseñar a rezar a los sacerdotes y religiosos, a los fieles, para salir del atolladero.

Salieron a predicar como leones. Pedro era un león, sentía dentro la fuerza de un león, ávido de presas. Echó las redes de su palabra en nombre de Cristo, y tres mil hombres quedaron atrapados. Los primeros cristianos entraron a la Iglesia por contagio de amor, de aquel amor que ardía en el corazón de los apóstoles. Así comenzó con buen pie la religión del amor, amando y haciendo amar, hasta el punto de arrancar a sus mismos enemigos la mejor alabanza que se pueda decir jamás de los cristianos: “Mirad cómo se aman”. Aprendieron muy bien la lección de Jesús.

Hoy... en muchos casos, ya no es así. La religión del amor se ha convertido para muchos en la religión del aburrimiento. Porque no aman, porque se han olvidado del amor que Cristo les ha demostrado. Tienes que hacernos como hiciste a los primeros, para seguir convenciendo a los hombres fríos de hoy. La religión del amor se contagia por calor, no por gélidas ideas.
Autor: P Mariano de Blas LC.

martes, 23 de octubre de 2012

LOS ÉXITOS DEL HIJO SON TAMBIÉN DE SU MADRE


Meditaciones del Rosario. Segundo Misterio Glorioso. La Ascensión del Señor.
Tú estuviste allí, no podías faltar. Con los apóstoles: tus nuevos hijos, la Iglesia naciente que Jesús dejó a tu cuidado.
Lo viste subir, triunfar para siempre. Subía y regresaba al cielo como triunfador. Derrotados quedaban sus enemigos: la muerte, el demonio, el mundo.

Era tu triunfo también. Si los éxitos del hijo son también de su madre, la ascensión de Jesús tú la vivías como propia; era el anticipo de tu asunción.

Aquel Hijo tuyo, nacido en Belén, que había venido a la tierra a través de tu carne, ahora se iba a la patria definitiva. Aquel hijo, perdido durante la eternidad de tres días en el templo, ahora no sabías cuantos años estarías sin verlo. ¡Qué dolor, dolor nuevo, que hacía casi intolerable, insufrible, la separación del Hijo amado!

A partir de entonces tu corazón estaría más en el cielo que en la tierra. Allí estaba José, tu esposo, el compañero maravilloso de la infancia y juventud de Jesús. ¡Qué ratos tan inefables, tan difíciles también, en su compañía! Él se te había adelantado. Él vería llegar a Jesús al cielo, y recibiría de Él las más sentidas gracias por haber cumplido tan perfectamente su misión de padre. Allí estaría desde ese momento Jesús. Pero Tú te quedabas en la tierra sola, muy sola. Porque tu amor se iba, y te dejaba sola en la tierra.

Sólo quien ha estado locamente enamorado y pierde a la persona amada sabe de este dolor. Tú eras la enamorada por excelencia de Jesús. Por eso, tu dolor no tenía límites ni comparación.

Pero tu voluntad no se sumergía en la tristeza, porque Jesús te había entregado una nueva misión: la Iglesia naciente. Con cuánto amor repetiste tu oración favorita: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”.

Con tu oración, tu amor, tus consejos y tu prudencia, la Iglesia niña crecía incontenible. Crecía en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres, como en otro tiempo tu Jesús. ¡OH Madre de la Iglesia, que acunaste nuevamente en tus brazos aquella criatura que Jesús te entregó!

Se mezclaban la nostalgia -la fuerza que te lanzaba hacia el cielo- y el amor a la Iglesia que necesitaba tu cariño, tu presencia, tu oración. La nostalgia era desgarradora, la esperanza larguísima. Tú veías en la Iglesia la continuación de Jesús en la historia como ningún teólogo lo ha visto. Toda la Iglesia estaba llena de la presencia de Jesús.

Tus nuevos hijos eran más débiles que Jesús. Los lobos acechaban. Satanás, que había devorado a Judas, seguía esperando matar a toda la grey, cuando aún era débil e indefensa. Pero contaba con tu defensa irresistible. Nostalgia, espera y certeza de llegar al cielo para ti y tus hijos. Él ya, faltamos nosotros...

Ahora Tú también estás en el cielo. Faltamos nosotros...Acuérdate de nosotros.

Nueva etapa de fe: Volviste a encender la lámpara que había alumbrado tu caminar por la vida, con aceite nuevo, con nuevo vigor. Era el comienzo fresco y pujante del cristianismo. Tú eras la primera cristiana, la que debías vivir y contagiar a todos la alegría recién estrenada del hombre y mujer nuevos, del nuevo estilo de vida, la religión del amor.


Oh Madre, se nos ha olvidado muy pronto que la religión fundada por tu Hijo es la religión del amor, la religión de las bienaventuranzas. Nos hemos quedado con unas pocas ideas rancias y con un aburrimiento vital. Resucita en nosotros la alegría del “mirad cómo se aman” que avasalló a los primeros.

¿Qué hemos hecho de la religión del amor? Los cristianos hemos vaciado la religión del amor para quedarnos con los mandamientos mal cumplidos. Y nos resulta aburrida, pesada, inaguantable.

La misma religión que a los primeros los entusiasmó hasta el extremo, los arrastró hasta el martirio sin pestañear, a nosotros nos resulta sosa y aburrida. ¿No será que hemos perdido la savia vital? Y ¿qué somos, que queda de nosotros si nos falta el amor? Nada. Pura fachada.

Tú comulgabas con más fe que ninguno, llegando a sentir a Jesús en tus entrañas como cuando crecía en tu seno. Te absorbías, te elevabas de la tierra, te ibas...Vivías de la comunión anterior y vivías para la siguiente, como la enamorada que no puede separarse del Amado.

Enséñanos a comulgar con el fervor con que Tú lo hacías en los años de tu soledad. Los cristianos observaban con respeto y emoción tu actitud. Y seguro que, como a Jesús, te pedían: “Enséñanos a comulgar con el fervor con que Tú lo haces”.En la forma de recibir a Jesús se confirma el amor o la indiferencia de los cristianos de hoy.

Quiero imaginar las palabras que dirigías a los apóstoles: El primer evangelio pasado por la mente y el corazón de su Madre. Y así entendían de manera entrañable las enseñanzas de Jesús: Tú les abrías el sentido, pero, sobre todo, encendías sus corazones. Cuantas veces Pedro, Juan y los demás debían comentar como los discípulos de Emaús: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos explicaba María los misterios de la vida de Jesús?"

Cuanto necesitamos, María, que nos vuelvas a explicar los misterios y la enseñanza de Jesús, sobre todo el amor que nos tiene, para que nuestro corazón arda de amor por Él y por Ti. ¡Cómo motivarías a Pedro, cada vez que el pesimismo y las dificultades de guiar a la Iglesia querían doblarlo! ¡Qué firme y gentil pastora guiaba al primer Papa, lo mismo que al actual Benedicto XVI! ¡Cómo les hablarías del cielo, repitiéndoles con apasionado acento las palabras de Jesús: ”Alegraos de que vuestros nombres están escritos en el cielo”! Hay que merecerlo, hay que ganarlo. Ahí estaremos juntos para siempre...
Autor: P Mariano de Blas LC

lunes, 22 de octubre de 2012

MARÍA, AHORA ES TODO LUZ


Meditaciones mes del Rosario. Primer Misterio Glorioso. La Resurrección.
No dudo que la primera aparición fue para ti, Madre Corredentora. ¡Qué distinto del Cristo deshecho sobre tus brazos en el Calvario, Ahora es todo de luz. Le quedan cinco heridas, pero heridas de amor. Lo abrazas todavía con cuidado, temiendo hacerle daño por las heridas del Viernes. Tu mente no se hace a la idea de que se curen tan pronto tan terribles heridas. El dolor había sido tan profundo que necesita mucho tiempo para curarse.

Tan honda y despiadadamente había entrado la espada en tu alma que extraerla supuso un esfuerzo impresionante. ¿Es posible en tan corto espacio de tiempo pasar del abismo de dolor al abismo de gozo? ¿Qué te dijo tu hijo resucitado? Lo adivinamos: “¡Gracias, Madre, por tu ayuda, por tu oración, por tu presencia. Gracias a mi Madre pude realizar la redención. Gracias, porque no sólo me ayudaste a nacer, sino también a morir”.

Jesús, una vez resucitado, resucita a los apóstoles: A Pedro le cura el temor mortal de sus negaciones mediante una aparición a él solo. A los dos de Emaús les hace exclamar: “¿No ardía nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” A Tomás le arrancó su racionalismo infundiéndole la fe. María completa la tarea. Me la imagino muy bien animando con sus mejores formas a Pedro, haciéndole ser humilde pero confiado.

¡Qué palabras diría a Tomás, el incrédulo, Ella que había aprendido a creer heroicamente, aquella Mujer de la que se dijo: “Dichosa Tú que has creído”. Ella completaría la explicación de la Escritura a Cleofás y a su amigo, al narrarles cómo Ella llevaba años meditando en su corazón los misterios de Jesús.

Jesús se les aparecía de vez en cuando iluminándolos como un relámpago en la noche; pero luego les dejaba el vacío de su ausencia. María era una luz de día y de noche: A todas horas disponible, para responder a todas las preguntas, para iluminar las conciencias, para fortalecerles en la futura vida apostólica. La presencia y solicitud de María fue algo único, irrepetible en la vida de los apóstoles.¡Qué envidia de la buena!

María ya no era la mujer discreta y oculta que dejaba actuar a su Hijo. Ahora Ella comenzaba a ejercer su plena maternidad sobre la Iglesia niña, comenzaba a ser Madre de la Iglesia.

Resucítanos, OH Madre, como a los primeros apóstoles; acompáñanos ahora que lo necesitamos como entonces o más que entonces; sigue ejerciendo tu maravillosa y oportuna maternidad sobre estos hijos tuyos que deben vivir rodeados de lobos y de constantes peligros. OH Madre bendita de la Pascua, infúndenos la alegría de vivir, de ser tuyos y de Jesús de tal forma que llenemos de alegría pascual al mundo entero.
Autor: P Mariano de Blas LC.

sábado, 20 de octubre de 2012

REDESCUBRIENDO UN NUEVO CAMINO HACIA DIOS: ORANDO A TRAVÉS DEL ARTE.

Orar es una exigencia– especialmente en este mundo tan lleno de ruido. Cuando somos honestos con nosotros mismos, reconocemos que no siempre es fácil escuchar la voz de Dios, conectarnos con Dios. Por eso necesitamos buscar constantemente nuevas formas de hacerlo. Tal como nos lo recuerda el Catecismo (n. 2726), la oración es un «combate», pero es un combate que siempre podremos ganar, si tan sólo seguimos luchando. Jesús lo prometió así: «Buscad y hallaréis» (Mateo 7,7).

Hace poco, el Papa Benedicto habló sobre un lugar al que podemos ir para encontrar a Dios, para ayudarnos en nuestra vida de oración. Este lugar ha sido el eje central –de manera por demás dramática- en mi propio camino espiritual. Pareciera como si el Santo Padre hablara desde su corazón cuando animaba a todos los católicos a regresar a este lugar cuando estuvieran haciendo el esfuerzo de encontrar a Dios en la oración. Esto es lo que dijo:

"Durante este período, más de una vez he llamado la atención sobre la necesidad que tiene todo cristiano de encontrar tiempo para Dios, para la oración, en medio de las numerosas ocupaciones de nuestras jornadas. El Señor mismo nos ofrece muchas ocasiones para que nos acordemos de él. Hoy quiero reflexionar brevemente sobre uno de estos canales que pueden llevarnos a Dios y ser también una ayuda en el encuentro con él: es la vía de las expresiones artísticas, parte de la «via pulchritudinis» —«la vía de la belleza»— de la cual he hablado en otras ocasiones y que el hombre de hoy debería recuperar en su significado más profundo... Queridos amigos, os invito a redescubrir la importancia de este camino también para la oración, para nuestra relación viva con Dios. "(Catequesis del miércoles, agosto 31, 2011).

Yo no crecí católico, de hecho, crecí sin religión alguna. Después, siendo joven me hice cristiano evangélico, me empape de profundos prejuicios contra la fe católica y, sin embargo, Dios me había creado para ser sacerdote. ¿Cómo pude escuchar ese llamado a través de las gruesas paredes de mi anti-catolicismo? No podía, pero Dios encontró un camino que evadió a esas paredes, fue «el camino de la belleza». Durante mis años de vida universitaria, los estudios de historia e historia del arte se convirtieron en un camino de profunda oración para mí, a pesar que eso no era lo que yo esperaba. Me enamoré de la Iglesia (la causa de toda vocación sacerdotal) sólo después haberme enamorado del arte, la arquitectura y la cultura católica. El arte fue el «Caballo de Troya» que Dios utilizó para invadir y conquistar mi corazón.

Quisiera responder a la invitación del Papa de «redescubrir la importancia de este camino de oración» y con la gracia de Dios, ayudarte también a ti a hacerlo. En algunas de los próximas meditaciones, trataré de enviar algunas reflexiones espirituales breves sobre las grandes obras del arte católico. En lugar de reflexiones académicas, trataré de hacer de ellas puentes de oración hacia un nuevo lugar donde podamos encontrar al Dios que nos tiene «en las palmas de sus manos tatuados » (Isaías 49,16), ya que ésa ha sido mi propia experiencia. Espero y ruego para que estas reflexiones no se sumen al ruido del mundo, sino que ayuden a abrir un camino que nos aleje de él y nos lleven hacia el abrazo tranquilo de Dios.

viernes, 19 de octubre de 2012

EL COMPROMISO.

 
COMPROMISO: Poner en juego nuestras capacidades para sacar adelante todo aquello que se nos ha confiado y nuestra conciencia ha aceptado.
Una persona comprometida es aquella que cumple con sus obligaciones haciendo un poco más de lo esperado al grado de sorprender, porque vive, piensa y proyecta sus energías para sacar adelante a su familia, su trabajo, su estudio y todo aquello que su reflexión le dicta.
Todos tenemos compromisos de diversa índole. Aún así, hay personas que esperan exista un contrato una promesa o una ineludible consecuencia para saberse en un compromiso. El verdadero compromiso nace desde nuestro interior y tiene como fundamento el conocimiento y la reflexión. No puede existir el compromiso desde la ignorancia.
El hecho de aceptar “formalmente” un compromiso, hace suponer que se conocen todos los aspectos, alcances y obligaciones que conlleva. La realidad es que creemos cumplir a conciencia por ajustarnos a un horario, obtener un sueldo, asistir a la escuela y estar un rato en casa. Casi siempre, la falta de compromiso se debe a descuidos un tanto voluntarios, pero principalmente a la pereza, la comodidad, el egoísmo y la ignorancia.
No basta con cumplir con lo previsto, lo estipulado, lo obvio... todo compromiso tiene muchas implicaciones, pensemos un instante en aquellos que son de los más importantes que tenemos:
-Como padres de familia: No basta proporcionar los medios materiales; los hijos necesitan que los padres les dediquen parte de su tiempo para jugar, conversar y enseñar. ¿Cuántas veces hemos cancelado un compromiso personal para estar con la familia? Normalmente sucede lo contrario. Parte del compromiso de ser padres, implica buscar la amistad de los hijos.
-Como esposos: Partiendo de la fidelidad como fundamento indispensable, hace falta avivar el amor y la comprensión, cuidar el aspecto personal ni más ni menos que antes del matrimonio, hacer pequeños obsequios, salir juntos al cine o a cenar, terminar una pequeña riña con un beso y un abrazo... Y tantos detalles que parecen olvidarse con el paso del tiempo.
-Como hijos: Además de la sinceridad, el respeto, las faenas asignadas en el hogar y el esfuerzo en los estudios, ¿qué otras cosas haces? Los padres también necesitan cuidados, detalles de cariño, pequeños servicios y comprensión.
-Como amigos: ¿Nuestras amistades son “utilitarias”?, es decir, si sólo recordamos a los amigos cuando algo se nos ofrece. La amistad se cultiva. El mutuo afecto es estar pendiente de su bienestar personal y familiar.
-Como ciudadanos: Evitar la indiferencia, no podemos quejarnos de la situación actual del país o del mundo sin hacer algo para cambiarlo. Lo peor que nos puede suceder es creer que poco podemos hacer como si no fuéramos parte activa y necesaria del mismo. La reflexión nos dará la solución para poder poner nuestro compromiso para mejorar el mundo en el que vivimos.
-Como trabajadores: No olvidar procurar un ambiente amable y las buenas relaciones. Parte de nuestro compromiso es la actualización de conocimientos para el perfeccionamiento profesional.
Estos son solo unos pocos. ¡Cuántos son los compromisos y cuántas cosas implican! Si parece mucho, hemos vividos con los ojos cerrados a la responsabilidad y pensando sólo en recibir beneficios, con el temor a dar más de nosotros mismos, a dar más de lo que recibimos. Seamos honestos, en esto no existe temor sino egoísmo.
La persona comprometida es generosa, busca como dar más afecto, cariño, esfuerzo, bienestar... en otras palabras: va más allá de lo que supone en principio el deber contraído. Es feliz con lo que hace hasta el punto de no ver el compromiso como una carga, sino como el medio ideal para perfeccionar su persona a través del servicio a los demás.
Debemos de tener muy claro que el compromiso no es real cuando surge de la obligación y la ignorancia. Nada mejor para ilustrar dicho comentario que una antigua fábula.
LA ZORRA Y EL CHIVO EN EL POZO
Cayó una zorra en un profundo pozo, viéndose obligada a quedar dentro por no poder alcanzar el borde.
Llegó más tarde al mismo pozo un chivo sediento, y viendo a la zorra le preguntó si el agua era buena. Ella ocultando su verdadero problema se deshizo en elogios para el agua, afirmando que era excelente, e invitó al chivo a descender y probarla donde ella estaba.
Sin pensárselo saltó el chivo al pozo, y después de saciar su sed, le preguntó a la zorra cómo harían para salir de allí.
Dijo la zorra entonces:
-Hay un modo, que sin duda es nuestra mutua salvación. Apoya tus patas delanteras contra la pared y alza bien arriba tus cuernos; luego yo subiré por tu cuerpo y una vez afuera, tiraré de ti y te alzaré.
El chivo la creyó y así lo hizo de buen grado y diligencia, y la zorra trepando hábilmente por la espalda y los cuernos de su compañero, alcanzó a salir del pozo, alejándose de la orilla al instante, sin cumplir con lo prometido.
Cuando el chivo le reclamó la violación de su convenio, se volvió la zorra y le dijo:
-¡Oye socio, si tuvieras tanta inteligencia como pelos en tu barba, no hubieras bajado sin pensar antes en cómo salir después!
Antes de comprometerte en algo, piensa primero si podrías salir de aquello, sin tomar en cuenta lo que te ofrezcan tus vecinos.
Fábula de Esopo.

jueves, 18 de octubre de 2012

Asaltan un colegio al grito de 'dónde están los curas que los vamos a quemar'


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Una profesora de segundo de Primaria ha resultado herida



· Intentaron entrar en las aulas, donde unos mil alumnos estaban en clase



· 'Más educación pública y menos crucifijos', coreaban



· Amenazaban: 'Tú tócame, que te grabo y se te cae el pelo porque soy menor'



David Vigario | Mérida



Una profesora de segundo curso de Primaria del Colegio Salesiano 'María Auxiliadora' de Mérida ha resultado herida este mediodía tras el asalto protagonizado por un centenar de jóvenes, de 15, 16 y 17 años, que forzaron el acceso al centro educativo para recorrer los pasillos, en plena jornada lectiva, al grito de "dónde están los curas que los vamos a quemar".



Un grupo de ellos, alrededor de una decena, también intentaron entrar por la fuerza en las clases, donde se encontraban los alumnos del centro –más de 1.000, desde los primeros cursos de Infantil- con el objetivo de arrancar los crucifijos, según ha relatado el director del centro, Marco Antonio Romero. "Más educación pública y menos crucifijos", coreaban a las puertas de las aulas.



Un trabajador encargado del mantenimiento del centro ha sido zarandeado y derribado al suelo cuando intentaba impedir que no entrasen por las puertas.



Varios de estos profesores les hicieron frente y les instaron a marcharse, aunque los asaltantes se negaron y respondieron con amenazas verbales y empujones. Los asaltantes portaban banderas republicanas y tildaban a los profesores del centro de "putos fascistas" y también arremetían contra los alumnos del centro. A su vez, intentaron robar de las clases algunos ordenadores portátiles y accedieron al comedor del centro, que se encontraba aún vacío de escolares, y tiraron al suelo bollos de pan y numerosos platos, además de realizar pintadas groseras por el centro. También pusieron un bollo a los pies de la estatua de Domingo Sabio, y regaron con mangueras a los alumnos que estaban en sus aulas.




Una profesora herida




La peor parte se la llevó una profesora, que impidió por todos los medios que accedieran al aula donde estaban dando las clases. Después de intentarlo incluso por las ventanas, cuyas persianas eran rápidamente cerradas por profesores y alumnos desde el interior de las aulas, una profesora fue herida al pillarse los dedos con una puerta que los asaltantes intentaban forzar. En su ataque, los jóvenes portaban teléfonos móviles para, según ellos mismos espetaban a los profesores, grabarles si los docentes les intentaban sacar del centro por la fuerza: "Tú tócame, que te grabo y se te cae el pelo porque soy menor", les decían con altanería, según han explicado testigos presentes de los incidentes a ELMUNDO.es.



Mientras transcurrían los incidentes, pasados unos minutos de la una de la tarde, la dirección del centro llamó de forma urgente a la Policía y una dotación acudió al centro educativo y cerró la carretera al tráfico para impedir el acceso al resto de los asaltantes. Los agentes intentaron deponer la actitud de los jóvenes, aunque en todo momento evitaron repeler las agresiones a los profesores para intentar, a través del diálogo, calmar los ánimos. La profesora herida acudió posteriormente al Servicio de Urgencias del Hospital de Mérida y después, con el parte de lesiones, el colegio tiene previsto presentar una denuncia contra los agresores.



El centro educativo se encuentra en la periferia de la ciudad y hasta allí se trasladaron los estudiantes en su día de huelga por lo que la dirección del centro prevé reforzar la seguridad para la jornada de mañana, la tercera y definitiva de la huelga en la educación pública, en previsión de sufrir algún ataque de similares características.

Enlace articulo original:

miércoles, 17 de octubre de 2012

Dolor, humillación y gloria de las espinas


Meditaciones del Rosario. Tercer Misterio Doloroso. La Coronación de espinas.
Dolor añadido, por si fuera poco la flagelación. Pero había que martirizar cada parte de su cuerpo. Después de la flagelación y la corona sólo quedaban sin torturar las manos y los pies. Pero por poco tiempo.

Si sólo le hubieran coronado de espinas, excluyendo los demás tormentos, hubiera sido terrible, dolorosísimo; pero juntaron herida sobre herida, dolor sobre dolor, hasta convertir todo su cuerpo en una herida en carne viva.

Pero las espinas llevaban en su punta cruel un veneno; la humillación, la burla infinita contra el tres veces Santo. “De Dios nadie se ríe” se lee en la Biblia. ¿Qué de Dios nadie se ríe? Todos se burlaron, y de la forma más humillante: Fue un paréntesis que concedió la Misericordia a la maldad de los hombres: Se rieron, se burlaron, le pegaron, le escupieron, le torcieron la boca, le llamaron blasfemo a Dios. Y no cayó ningún rayo. ¿De Dios nadie se ríe?...De Dios se rieron todos en la pasión...

Pero la corona de espinas es gloriosa. Sus espinas terribles significan tanto amor, tanto perdón y tan gran misericordia que son benditas. Líbreme Dios de gloriarme si no es en las espinas de su corona. Los azotes, las espinas, las humillaciones gritan el amor de Dios a cada uno de los hombres. Me amaste y te entregaste a la flagelación por mí. Me amaste y te entregaste a la coronación de espinas por mí.

“¿Luego Tú eres Rey?- Le preguntó Pilato.

Sí. Rey de las espinas, el Rey del amor, de la Misericordia, el Rey de los corazones. Reinará siempre teniendo como escabel de sus pies a todos sus enemigos. Los que alguna vez le retaron, le insultaron, se befaron, caerán mudos de espanto a sus pies.

La forma de convertirse en rey contrasta con la de todos los demás: No fue por la espada, sino por la humillación. Pero su reino no es efímero como los demás. Es eterno y durará por los siglos de los siglos. Más vale que, si hemos guerreado en el bando enemigo, nos pasemos a sus filas como quien le pidió un día: “Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino”. De lo contrario ese rey humilde del que todos se rieron, un día nos dirá: “Apartaos de mí para siempre”.

Rey de mártires , de confesores, de vírgenes...de los mejores hombres y mujeres que han existido. Rey de miles de niños y niñas que demostraron ser más valientes que muchos adultos. Rey de innumerables convertidos: transformados de asesinos y ladrones y perversos en santos. Rey de los más difíciles. La mitad de sus mejores súbditos fueron primero grandísimos sinvergüenzas. Se pasaron del otro bando al de Cristo. Tuvieron tiempo para pensarlo, y optaron por Él.

Si pienso en mis pecados a fondo, me turbo, me aniquilo, siento la tentación de la desesperanza. Por eso prefiero pensar en el amor que perdona toda esa deuda y entonces me enardezco y me apasiono de amor por Él. Judas se ahorcó con la soga de la desesperación. Pedro se salvó con las lágrimas del arrepentimiento y del amor triunfador. A todos los reprobados en el amor Jesús les ofrece una segunda vuelta con tres preguntas iguales:”¿Me amas?” Si la respuesta es “Tú sabes que te quiero”, pasan el examen, y son admitidos de nuevo en su ejército. Por eso, aunque uno sea malo, perverso, si se atreve a arrepentirse y a amar otra vez, tiene salvación.

¡Oh bendita corona de dolor, de humillación y de gloria! Líbreme Dios de gloriarme en nada si no es en la corona de espinas, en los azotes, los clavos y la cruz de Jesús, por los cuales he sido salvado del eterno dolor. En la Pasión todo habla de amor, grita el amor. Cada hombre cuenta con ese amor divino durante toda la vida. Todavía el último día uno puede exclamar:”¡OH divino y bendito dolor, sálvame!” Y siempre escuchará la misma respuesta: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
Autor: P Mariano de Blas LC.

martes, 16 de octubre de 2012

MARÍA VEÍA EL CUERPO DE SU NIÑO DESGARRADO


Meditaciones del Rosario. Segundo Misterio Doloroso. La Flagelación de Jesús

Tú sabías lo que era una flagelación. Lo sabían todos. Pero ahora era tu Hijo. Lo veías con la pupila abierta y enrojecida: El cuerpo de tu Niño desgarrado; veías, no te imaginabas, los gestos de dolor a cada golpe que nunca terminaba y que iba volviendo roja toda la piel de Jesús, piernas, brazos, el pecho, la espalda, hasta la cara con la sangre que corría casi desde los ojos como una cascada de flagelos.

Para purificar mis pecados. La terrible ofensa se mide por lo terrible del martirio. La flagelación sola hubiera matado a Jesús. Muchos hombres con menos ganas de sufrir, caían exánimes en un charco de sangre. Jesús resistió, porque aún le quedaban las manos y los pies para la cruz; pero sobretodo porque aún le quedaba amor y capacidad de sufrimiento para los pecadores más empedernidos. Con los primeros cien azotes fueron derritiéndose la mayoría de los pecados. Pero fue necesario llegar a ciento veinte, contados en la sábana santa, para ablandar a los de piedra. ¿A qué azote llegaron mis pecados? ¿Al ciento veinte?.

Terrible dolor, infinito amor. Aquí cayó rendida aquella religiosa mediocre, de nombre Teresa, al exclamar: “Ahora comprendo de qué me has librado y cuál ha sido el precio”.¡El precio! Desde ese momento se decidió a ser santa. Todos los hombres deberíamos entrar al patio de la flagelación y contemplar de cerca, para ver si, como a Teresa, se nos rasga el corazón para gritar idénticas palabras. Ante la flagelación, como ante la cruz, no se puede seguir adelante, si hay un poco de amor.

Tu Hijo es un guiñapo, tu Hijo no puede ser contemplado sin horror. Es como uno ante el cual se oculta el rostro, porque no se le puede mirar. Pero Tú no ocultas el rostro, Tú lo amas hoy más a ese Hijo sangrante, destrozado, semimuerto. Yo tampoco quiero retirar los ojos manchados. Quiero que mis ojos a fuerza de mirar se rompan en un mar de lágrimas sinceras; quiero que mi corazón de piedra, a base de sentir su amor, se vuelva un corazón de carne. Aquí han caído grandes pecadores, han muerto grandes canallas y han resucitado santos y mártires.

Yo también quiero caer muerto de dolor y arrepentimiento y resucitar un santo a la vista de Jesús flagelado por mí. ¡He aquí el Hombre! ¡He aquí el amor del Hombre! ¡He aquí lo que queda del Hijo del Hombre por haberse atrevido a amar a los hombres hasta el extremo! Hay en la Biblia una frase terrible en relación al hombre perverso: “Dios se arrepintió de haber creado al hombre” Yo te pregunto, Jesús, Dios: “¿Te arrepientes de haber amado así al hombre? Yo sé que la respuesta eterna es “¡No me arrepiento!
Autor: P Mariano de Blas LC.

lunes, 15 de octubre de 2012

POR QUÉ UN AÑO DE LA FE



Este 11 de octubre pasado inició el Año de la fe. El motivo histórico de este año especial dedicado a la fe, convocado por el Papa Benedicto XVI, es el quincuagésimo aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, que el Papa Juan XXIII inauguró en 1962; y el vigésimo aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica.



Ahora bien, el Año de la fe no es un evento sólo conmemorativo. Es una invitación a redescubrir el tesoro de la fe y a renovar la fe misma, en un mundo que sufre cada vez más una "desertificación espiritual". Es una invitación a una nueva primavera de la fe.



Las dos dimensiones de la fe


El Papa, en su carta Porta fidei ("La puerta de la fe") con la que convocó este Año de la fe, nos recuerda que la fe tiene dos dimensiones: Una es el contenido de la fe; y otra, el acto de la fe.



El contenido de la fe es, en cierto modo, lo que creemos, y que está sintetizado en el Credo. El acto de la fe, en cambio, es nuestra adhesión personal a ese Credo. Es preciso que cada uno crea de nuevo, con una fe más personal, más viva y más consciente. O, para decirlo con otras palabras del mismo Papa, es preciso pasar de una fe de segunda mano a una fe de primera mano.



Los desafíos para la fe hoy


La celebración de un Año de la fe en los comienzos del tercer milenio cristiano es providencial. Creer se ha vuelto cada vez más difícil. Muchas certezas han caído y muchas confianzas han sido defraudadas. No pocos dicen: "Ya no sé qué creer".



Por otra parte, el mundo de hoy nos ha hecho sentir, como nunca, la necesidad del control y la seguridad; del dominio sobre todas las variables de la existencia. En cierto modo, el hombre del siglo XXI ha aprendido a "cuidarse solo", al margen de Dios.



Creer, en cambio, es un acto en dirección opuesta. Creer supone "perder el control" y aceptar que Alguien más lleva nuestra vida. Creer es abandonarse en manos de una Providencia que desafía nuestras certezas.



Por qué creer


En el fondo, ¿por qué creemos? Creemos, ante todo, porque Dios se nos ha revelado. Él tomó la iniciativa de salirnos al encuentro y dársenos a conocer. Él es el garante de nuestra fe. «Dios –como dice el Concilio Vaticano II– habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor, y mora con ellos para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía» (Dei Verbum, n. 2).



Creemos porque Dios nos reveló que Él es Dios Creador y que nosotros somos sus creaturas; nos reveló que Él es Amor y nosotros somos sus hijos muy amados; nos reveló que Él es el nuestro Origen y nuestra Meta, y nosotros somos viajeros en tránsito hacia Él. Nuestra fe, por tanto, más que una pregunta por Dios, es una respuesta a Dios.



La fe se vuelve así el acto más "razonable" del hombre. Porque más que buscar a Dios es dejarse encontrar por Él. Lo expresó Pascal con admirable agudeza: «Solo conozco dos tipos de personas razonables: las que aman a Dios de todo corazón porque le conocen y las que le buscan de todo corazón porque no le conocen».



Nuestro corazón no puede conformarse con el limitado horizonte de este mundo. Las solas expectativas de esta vida le quedan chicas; y sus motivaciones, también. La fe es, en definitiva, la apertura al Amor que le da pleno sentido, consistencia y comprensión a toda nuestra vida.



Tres consignas prácticas para el Año de la fe


· Conoce tu fe. Retoma, sobre todo, el Catecismo de la Iglesia Católica. No como un "compendio teórico" de nuestra fe, sino como un encuentro personal con Cristo (cfr. Porta fidei, n. 11). Estudia de nuevo los Documentos del Concilio Vaticano II. Te recomiendo, en particular, la Constitución Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual. Te sorprenderás de la actualidad de sus planteamientos y propuestas.



· Celebra tu fe. Especialmente a través de una práctica sacramental y de oración más intensa. La fe no es sólo algo "personal". Es también una fe "comunitaria". Por eso se recomienda tanto la participación viva y fervorosa en las celebraciones litúrgicas de la Iglesia.



· Comunica tu fe. El Año de la fe constituye un nuevo compromiso apostólico para todos. Es una oportunidad para compartir el tesoro de nuestra fe. No podemos olvidar que la fe se transmite por el oído (fides ex auditu), como decía san Pablo. Por eso, no "compartimentalices" tu fe. No la dejes en la Iglesia. Llévala a todas partes. Que tu palabra y testimonio de vida sean un anuncio vivo y eficaz que toque a muchos corazones (Cfr. Randy Hain, The Catholic Briefcase).



"Feliz la que ha creído"


María es el más grande modelo de fe que conocemos. Ella fue "feliz por haber creído", aunque su vida fue un continuo caminar por el "claroscuro" de la fe. Su fe fue puesta a prueba muchas veces. Pero Ella se mantuvo firme, y su fe no la defraudó. Ella nos alcance la gracia de redescubrir y renovar el tesoro de nuestra fe. Y así experimentemos también la felicidad de creer en un Dios que es Amor y que sólo nos pide la apertura suficiente para dejarnos encontrar.

Fuente de este artículo la-oracion.com