"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

miércoles, 27 de julio de 2011

Dios y mi corazón

Sin la disponibilidad del hombre, Dios no puede cambiar los corazones. Hace falta, ante la acción que viene del Amor, abrir puertas.

Un tema difícil y hermoso: la relación entre Dios y cada corazón.

Por un lado, Dios con su grandeza, su bondad, su omnipotencia.

Dios es perfecto, bueno. Su nombre más hermoso: Padre. Su deseo más grande: acoger a sus hijos en casa. Su pena más honda: nuestra ingratitud, desidia, pereza, pecado. Su potencia más conmovedora: la misericordia ofrecida a todos.

Por otro lado, la pequeñez del hombre. Miseria, egoísmo, impureza, avaricia, odio, soberbia, ingratitud. Un cúmulo de males y de mezquindades de todo tipo. Vidas vacías a pesar del cúmulo de experiencias y emociones con las que, locamente, buscamos apagar la sed de bien, de verdad, de belleza, que sólo podemos encontrar en Alguien como Dios.

¿Cómo se conjugan dos polos tan diferentes? El movimiento inicia siempre desde el lado de Dios: por amor nos creó. Por amor nos espera. Por amor ofrece tiempo para que sea posible romper con el pecado, volver a casa, empezar a recorrer el camino que lleva a vivir de modo bueno.

Sin la disponibilidad del hombre, Dios no puede cambiar los corazones. Hace falta, ante la acción que viene del Amor, abrir puertas, dejar miedos, confiar. La parte que corresponde a la libertad humana no puede ser sustituida ni siquiera por Dios.

Pero incluso ese abrir, cambiar, empezar de nuevo, es ya parte del gran regalo de Dios.

Sólo cuando acogemos la luz que viene del cielo, somos capaces de descubrir la presencia del pecado. Entonces reconocemos nuestros errores y mezquindades. Estamos listos para alzar los ojos al cielo y suplicar el regalo del perdón.

Así empieza una nueva historia. Dios y mi corazón han entrado en sintonía. Empiezo a vivir según la Alianza de Amor que Cristo trajo al mundo por encargo de su Padre, que también es nuestro.
Autor: P. Fernando Pascual LC

martes, 26 de julio de 2011

SIN MIEDO A LA VERDAD

Autor: Pablo Cabellos Llorente
            En el Gran Teatro del Mundo, conocido auto sacramental de Calderón, el Autor distribuye a unos personajes su papel en la vida; el Mundo otorga los atributos correspondientes y cada uno pasa a representar su cometido. Como es frecuente en este tipo de teatro, se pueden ver personajes confrontados por parejas: Pobre-Rico, Rey-Labrador, Discreción-Hermosura, más un Niño que no llega a nacer. Cuando finaliza la vida se les pide la devolución de sus símbolos y se les da su merecido: el Pobre y la Discreción son enviados al cielo, la Hermosura, el Rey y el Labrador son remitidos al purgatorio y el Rico es destinado al infierno.
            Todos los grandes literatos transmiten ideas profundas, y Calderón lo hace siempre. Es un valor de las buenas lecturas: de modo ameno y bello, y con un pensamiento coherente, van configurando nuestro intelecto. En buena medida, lo que leemos nos estructura o nos descentra. Pero no voy a escribir sobre literatura. Solamente tomo pie de esta gran obra para tratar de repensar nuestro papel en el mundo: si estamos representando un gran teatro por realizar honestamente lo que nos corresponde vivir o si estamos continuamente sobre las tablas para personificar lo que no somos. Esto último se recoge en la expresión: no me hagas teatro, es decir, no actúes con falsía.
            No ser falaces significa amar la verdad aunque, en ocasiones, sea amarga. Tampoco voy a referirme ahora a la verdad transcendente, que negaría un relativista, ni siquiera a la verdad de nuestras convicciones humanas, tantas veces opinables. Quiero compartir algo más sencillo, aunque la experiencia nos dice que no es tan común aunque sea elemental. Voy a decirlo de un modo, vulgar si se quiere, que escuché alguna vez a la gente llana del pueblo: "lo que es, es; y a lo que venimos, venimos". Si se desea, también podría decirse como  los filósofos clásicos: algo no puede ser y no ser, a la vez, bajo el mismo respecto. Pero resulta que tampoco es tan simple porque cada día contemplamos el intento de armonizar los contrarios.
            Para empezar por la propia casa, encontramos personas que se dicen religiosas y tienen comportamientos extremadamente malos. Vemos empresarios, cuyo fin no es crear riqueza y empleo, sino enriquecerse ellos. Observamos que existen políticos que dicen servir a la sociedad y se sirven de ella. Se puede atestiguar de gentes que se creen con derechos sobre la fama ajena alegando un favor a la información.  Hay trabajadores que, paradójicamente, no trabajan. Consta de sindicalistas que  prosperan  con el paro. Generalizando un poco más, comprobamos que muchas personas viven ese mal teatro   consistente en aparentar lo que no se es. Y no digamos de lo políticamente correcto que, en cuanto nos descuidamos, nos afecta a todos: hay asuntos que no se pueden expresar porque van contra una especie de dogma establecido, el pensamiento de moda. Si lo trasgredes, serás machacado.
            Esas actitudes, u otras semejantes, paralizan el amor natural a la verdad que toda persona posee, falsifican la convivencia, hacen difícil la libertad, corroen la democracia, no se piensa en el fondo de las cuestiones, despachadas frecuentemente con un epíteto despectivo, que nada dice con seriedad de lo que hay allí. Falta apertura de mente.
            Muchas actitudes parlamentarias, de comunicadores, de la vida social de cualquier tipo, del mundo económico, etc., están corroídas por la falsedad, la apariencia, la escasez de razones; penuria procedente de la insuficiencia de razonamiento en no pocos casos. Me parece que uno de los grandes males de esta sociedad nuestra es la falta de una actividad mental seria: que estudia los asuntos, busca consejo -no del que puede engañar mejor-, indaga las causas de lo que acontece, reconoce los aciertos y errores propios, investiga medidas para arreglar los males que nos atenazan realmente, decide soluciones y las ejecuta. Aunque el corazón también cuenta y entiende. Por eso se deteriora tanto el amor cuando el mundo marcha así. Necesitamos abrirnos a la verdad.
            Sigo pensando que nuestra crisis actual no es solo, ni principalmente, pura cuestión económica -sin despreciar que existe  muy fuertemente-; es un problema de la razón dañada, que se resiste a indagar la verdad de lo que sucede, a reconocerla y a decirla. Es un problema del hombre, del ser humano que hemos ido esculpiendo en falso. Así tampoco va bien a los cristianos porque las patologías de la razón acaban siendo patologías de la fe y del amor. Pero tenemos arreglo.
            Benedicto XVI dijo ante un respetuosísimo parlamento británico que las normas objetivas para una acción justa de gobierno son accesibles a la razón y que el papel de la religión en el debate político es ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos, cosa no siempre bien recibida porque  existen expresiones deformadas de la religión como el sectarismo y el fundamentalismo. Por ahí, ofertando lo natural, bien puede ayudar la Iglesia a recuperar al hombre. Sirve aquello de Camino: "No tengas miedo a la verdad, aunque la verdad te acarree la muerte".

Carta a los abuelos de Jesús: Ana y Joaquín

Celebramos hoy a San Joaquín y Santa Ana, abuelos de Jesús. ¡Gracias por haber sido tan dulces y ejemplares padres de María!
Mis muy queridos Joaquín y Ana:

Mi nombre es... bueno, no importa... les escribo desde un banco de la parroquia en una inexplicable tarde cálida de julio.
Me avisó una amiga que el día 26 es su fiesta y, por ello, quise regalarles esta sencilla carta.
No encuentro palabras para decirles “gracias”. Gracias por haber sido tan dulces y ejemplares padres de mi amada María.

Usted, señora Ana, que habrá compartido con ella tantas tardes luego de intensas jornadas, ha sido una sencilla pero sabia maestra. Fueron sus manos (¿Las de quién, sino?) las que se unieron a las de Ella en un mar de harina, para enseñarle a amasar el pan. Fueron sus manos (¿Las de quién, sino?) las que apretaron fuerte las de Ella cuando el dolor, implacable, les invadía el alma.

Fue su ejemplo (¿el de quién, sino?) el que ayudó a María a caminar los senderos de la contemplación simple, sencilla, la que está al alcance de cualquier mujer. Fue este santo ejercicio el que permitió a la Madre, años después, meditar en su corazón los misterios de la Salvación.
Fue usted, buena señora, la que son su ejemplo más que con sus palabras, le enseñó a María que ser mamá es la tarea más hermosa del mundo. Así, Ella, la veía a usted cuidar y ayudar a amigas y parientas cuando los embarazos venían difíciles en los caminos del alma. Y seguro en su casa los pequeñines siempre hallaron una rica sorpresa, increíblemente siempre lista, para sus sorpresivas y revoltosas incursiones.
Ustedes llevaron a la “llena de gracia” por las escalinatas del Templo tantas veces... Así, Ella fue conociendo que hace muchos años, un profeta llamado Isaías anunciaba que “...La Virgen está embarazada y da a luz un hijo...” y la profecía le inundaba el alma...



Usted, mi buen Joaquín, fue un hombre honesto y sencillo. ¿Quién, sino, habría sido digno de traer a este mundo a la “llena de gracia”?. María le habrá contemplado, seguramente, tantos días al partir de la casa para “ganar el pan con el sudor de su frente”. Y le habrá esperado de regreso y habrá corrido hacia usted con las mejillas sonrosadas y los ojos llenos de palomas blancas para abrazarle al regreso de la larga jornada. Y usted, la tomó en sus brazos y la alzó al cielo... tan ligera como una gacela, tan pura como una mañana.
"- "Quisiera que el padre de mi hijo se te pareciera” le dijo un día Ella." Y usted casi no veía su rostro pues las lágrimas delataban que la niña le había besado el corazón.
- "Quisiera que mi hijo, un día, estuviese tan feliz de mí como yo lo estoy de ti, querida madre..." y sus palabras le hicieron sentir, Ana, que la vida es hermosa y los sacrificios y angustias de muchos años al criar los hijos, pueden desaparecer en un instante con frases como esa.
No quisiera terminar esta sencilla carta sin imaginar, por un momento, cuanto de ustedes llego al corazón de Jesús a través de María: Usted, mi buena Ana, seguro le alcanzó, desde más allá del tiempo, esa ternura por las pequeñas cosas de cada día, la cual, al llegarle desde el corazón de María, se transformaría luego en parábola, en camino...

Usted, don Joaquín, le dejó al mejor de los nietos la mejor de las herencias: El amor al trabajo. Así, a través de María y envuelto en las palabras y ejemplo del buen José, hallaría en Jesús el mejor de los depositarios.
Abuelos, abuelos, cuantas veces Jesús habrá dicho estas palabras... " Extrañas a los abuelos ¿Verdad, Madre querida?"... "A veces, Hijo, a veces... Cuando tu te vas a predicar lejos y yo te extraño, muchas veces siento que hubiera querido tener a mis padres cerca”... Y Jesús habrá mirado a María en silencio, sabiendo que había verdades que Ella comprendería más tarde, con la llegada del Espíritu Santo....
Para terminar les pido un favor. Abracen a todos los abuelos del mundo, en especial a los que se sienten solos. No importa si tienen nietos o no, pues hay una edad del alma en que la palabra “abuelo” se torna en caricia....
Un gran abrazo a los dos....


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NOTA

Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a la imaginación de la autora, sin intervención sobrenatural alguna.

Autor: Susana Ratero

viernes, 15 de julio de 2011

Jesús ...soy tu instrumento, ÚSAME ...

Jesús, nos invita a fijar la mirada en una realidad impresionante: el hambre. Pero no es el hambre que sentimos después de un largo día de trabajo o después practicar un deporte durante varias horas. Se trata del hambre que mucha gente no reconoce: la felicidad. Cuántos de nosotros deseamos una vida más profunda. Tenemos hambre de Di ...os porque él nos creó para sí mismo. Quisiéramos amar más y ser más amados.
Quisiéramos ser más felices y ver a los demás felices.

Jesús mismo es el secreto de nuestra felicidad: él nos sacia. Es el pan que sacia un hambre espiritual que percibimos con poca facilidad.
"Cuando estamos con él, cuando pensamos en él, cuando lo amamos con actos concretos de amor, entonces nuestra vida tiene sentido y es cuando estamos alegres..."
Leer Mt. 12,1-8.

Un millón de amigos...

¡Qué bello es pasar por la vida haciendo el bien sin mirar a quién!
¡Qué bello es sembrar semillas de Amor y Paz, de Alegría y Esperanza y ..hasta pasar desapercibido! ...
éso nace de mi corazón...
                                                                                       DIOS ME LOS BENDIGA...

jueves, 14 de julio de 2011

LA MADRE TERESA DE CALCUTA Y EL ABORTO

Esto decia la Madre Teresa de Calcuta sobre el Aborto, no tine desperdicios.

En la misa Jesús, estás vivo y presente

Es la media hora más grandiosa porque nos ponemos en tu presencia y en la Iglesia, que es tu casa y te levantamos nuestro corazón.

Cuando estoy en tu presencia, Jesús Sacramentado, pienso con dolor: ¿Cómo no apreciamos este Misterio de amor donde te quedaste para ser nuestro confidente y nuestro alimento? ¡Qué frío es nuestro corazón!
Nos decimos católicos pero tampoco meditamos en tu entrega al Padre la noche del Jueves Santo al instituir la Sagrada Eucaristía. Nos parece que fue ya hace muchos años, sin embargo vuelve a suceder todos los días, a toda hora en el mundo entero, siempre que se esté celebrando la Santa Misa. En ella Tu vuelves a inmolarte, a ofrecerte al Padre por todos y cada uno de nosotros... de la misma manera que lo hiciste por primera vez. No nos detenemos a pensar ni un momento en la grandiosidad del valor de una Misa. Y de una manera simple y tranquila dejamos el cumplimiento al tercer Mandamiento de la Ley de Dios, que creo yo, proviene de la falta de preparación que tenemos los católicos respecto a lo que en sí es la Santa Misa.

Por cualquier motivo: paseo, fútbol, gusto por quedarse en casa cómodamente en "pants" y pantuflas, por unas visitas... porque el domingo "es para descansar"... y no salir para nada, en fin, porque "no me late", porque si no "siento un verdadero deseo de ir a la Iglesia... ¿para qué voy?"... y así podríamos llenar páginas enteras con mil y variados pretextos, que a nuestro modo de ver, son tan solo la consecuencia de no saber con plena conciencia que la Misa es lo más grande y hermoso que tenemos los católicos.

Que participar en ella es estar Contigo, vivo y presente, tal como estuviste en el tiempo en que habitaste entre nosotros.

¿Dónde está nuestra fe? ¿Es que hemos llegado a creer que ya no necesitamos estar presentes, dar testimonio, a nuestros hijos, a nuestros familiares y amigos de que somos cumplidores de los Mandamientos de la Ley de Dios y acudir a la Iglesia para orar y tanto a pedirte perdón como darte gracias a Dios por tanto beneficio que de Ti recibimos con nuestro cumplimiento y alabanza?... No basta con ser buenas personas y tratar de hacer el bien a nuestros semejantes... pues igual que no basta la fe para salvarse sin caridad y buenas obras, así no bastan las buenas obras sin fe y sin oración.

A parte de que no asistir a Misa los Domingos (que es el día del Señor) y días "indicados" de fiesta, es pecado grave, es saber que es la media hora más grandiosa porque nos ponemos en tu presencia y en la Iglesia, que es tu casa te levantamos nuestro corazón.

Señor mío, mi Jesús... pensando todas esta cosas que si a mi me dan pena....para Ti han de ser de un gran dolor pues pareciera que no tenemos ningún interés por conocerte mejor, indiferencia hacia tanto amor y absoluto desdén hacia lo es realmente la misa.

Señor, ya no más tibieza...tenemos que encender nuestro corazón para ir con amor y espíritu de agradecimiento a la Iglesia, a tu Casa, Señor, a participar en la Santa Misa (no a papar moscas y a ponernos "palomita" porque.....¡ya cumplimos!) para alimentarnos con tu Cuerpo y tu Sangre y pronto veremos cómo florece la Vida de la Gracia en nuestros corazones y en todos los actos de nuestra vida.

Busquemos con la lectura, formación y preparación lo que nos hace falta saber sobre lo que realmente es la Santa Misa, nos vamos a admirar de su contenido y valor. No lo dejemos pasar si realmente queremos saber lo QUE ESA MEDIA HORA REPRESENTA EN NUESTRA VIDA .

Autor: Ma. Esther De Ariño

miércoles, 13 de julio de 2011

FAMILIA Y SOCIEDAD

En la Constitución Gaudium et Spes, el Concilio Vaticano II estudió orgánicamente diversos temas, entre ellos, el matrimonio y la familia. Lo hizo a partir de la persona y en dirección a la persona, “única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma”. Respecto a ella, el mensaje fundamental de la Sagrada Escritura es saberla criatura de Dios, cuyo elemento específico y distintivo es ser imagen de Dios: “creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó”, se lee en el Génesis. Si la dignidad de la persona no se basa ahí, se corre el riesgo de tratarla de modo impropio y arbitrario, dejada al albur de lo que el derecho positivo quiera. Pero la realidad profunda del ser humano, y del matrimonio, es anterior a ese derecho, de tal manera que venimos a ser esclavos cuando no se respeta esa cualidad inalienable, pues pasamos a depender no de lo que somos, sino de lo que afirman otros por muy elegidos que sean.

            Algo semejante sucede con algunas sociedades de índole natural. La sociabilidad humana no es uniforme, sino plural, aunque todas las sociedades están llamadas a constituir un tejido unitario y armónico, en cuyo seno sea posible conservar y desarrollar la propia fisonomía y autonomía. Algunas –es el caso de la familia- corresponden más inmediatamente a la íntima naturaleza del hombre, mientras que otras son fruto de su libre voluntad. Por eso, la encíclica Centesimus annus, al trazar una relación de los derechos del hombre, citaba el de “fundar libremente una familia, acoger y educar a los hijos, haciendo uso responsable de la propia sexualidad”. Esta sociedad se convierte, como aseveró el último concilio, “en la expresión primera de la comunión de personas humanas”, en cuna y “comunidad de vida y amor”. Estas ligeras pinceladas aluden a la familia como la primera sociedad natural, titular de derechos propios y originarios, centro de la vida social e importantísima en relación con cada persona. Por ello, ha de ser entre hombre y mujer, que saben que un hijo no es un derecho, sino un don, que no se puede dar un niño en adopción a cualquiera porque el derecho del niño prevalece sobre todo desde antes de su nacimiento; no ha de ser fruto sino de la unión de hombre y mujer y, por supuesto, no se puede matar porque desde su concepción no es un objeto, sino un sujeto, una vida.

           

   A la vez, la familia es capital para la sociedad. Benedicto XVI la proclamó patrimonio de la humanidad, lo que viene a significar que es intocable y han de dispensársele todo tipo de cuidados. No se puede comprender que un palmeral sea algo protegido  -lo que está bien- y se cambie la familia en sus fundamentos, hasta el punto de que voces autorizadas han dicho que ya no existe el matrimonio en el Código civil español. Afirmábamos antes que la familia es la primera sociedad natural, el primer ámbito en el que el “yo” y el “tú” se convierten en “nosotros”. Y desde ahí se da el salto, como en círculos concéntricos, a una sociabilidad más amplia. El buen funcionamiento de la sociedad y el bien de las personas están estrechamente vinculados con el trato dado a la familia, tanto por otras sociedades menores como por la Iglesia y el Estado. Y no sirve decir que a nadie se le obliga a abortar, a divorciarse o a realizar una unión homosexual llamada matrimonio. La sociedad es inexorablemente una, y todo lo que sucede en ella nos afecta a todos, para bien o para mal.

             Recientemente se ha alegado que la moral no se legisla. En principio, debería ser cierto, pero sí se legisla, porque existen leyes con un fuerte contenido moral, cuya fuerza es la de la mitad más uno. Por ese procedimiento, se negó en USA que los negros fueran personas. Algo más es preciso para perfeccionar la libertad en democracia, evitando que sucedan cosas como ésta; algo más para no legislar la moral (¿Educación para la Ciudadanía?); algo más para tratarnos con respeto en la discrepancia y atender a las minorías; algo más para no envalentonarse contra la Iglesia Católica (no puedo dejar de preguntarme, si lo harían con otras religiones) por afirmar su doctrina; algo más para no dudar del derecho de los obispos a hablar sobre la institución más antigua de la humanidad. Si somos verdaderamente demócratas, hemos de proteger la democracia con algo más que la mitad más uno, para no maltratar instituciones con características propias, originarias y permanentes. Pienso, con el Magisterio de la Iglesia, que ningún poder puede abolir la naturaleza del matrimonio, ni su finalidad, ni su carácter propio: la totalidad –los cónyuges se entregan por completo el uno al otro-, la unidad de marido y mujer que hace de los dos una sola carne, la indisolubilidad y la fidelidad que exigen la donación recíproca y definitiva, y la fecundidad a la que naturalmente está abierto.
 Autor: Pablo Cabellos Llorente

Qué dijo Benedicto XVI en la Misa de Beatificación de Juan Pablo II

El Papa nos recuerda que la fe es el primer don que el Señor puede concedernos y un gran amor por la Madre de Jesús.
En la homilía de la Misa de Beatificación de Juan Pablo II, nos encontramos con dos personajes que van casi indisolublemente unidos, María la Madre del Señor y Juan Pablo II.

Juan Pablo II fue beatificado en el primer día del mes de Mayo, día también de San José obrero. El Papa nos recuerda que la fe es el primer don que el Señor puede concedernos, y sobre todo a los que han sido puestos para confirmar precisamente en la fe a sus hermanos, los sumos pontífices, de los cuales en ese día era consagrado como Beato, todo para edificación de la Iglesia santa de Dios. “Juan Pablo II es consagrado Beato por su fe, fuerte, generosa, apostólica”.

Desde sus inicios como sacerdote y luego como obispo, se distinguió precisamente por su fe, inquebrantable frente a insospechados ataques en su propia patria a lo que ha sido el sostén del vigoroso pueblo polaco, su fe en Dios y su gran devoción a la Madre de Dios. Y cuando pontífice, Juan Pablo II tuvo siempre como guía y protectora a María, que fue llamada por Isabel “Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”, y desde entonces María no tuvo otro empeño que acompañar al Hijo que se le había confiado, y después de su muerte y resurrección, ella fue encargada por el mismo Cristo de cuidar, atender y alentar la fe de sus hermanos los apóstoles una vez que él se hubiera ido a su Padre Celestial.

El Papa dice que aunque no se refiere una aparición expresa a María después de la Resurrección de su Hijo, su figura se esconde en cada una de las circunstancias que rodearon la muerte y la resurrección de su Hijo. Así la vemos en lo alto de la cruz, y después aparece con los Apóstoles el mismo día de Pentecostés.

Ella fue siempre su inspiración. A todos les consta que el Papa nunca soltaba el Rosario de su mano, y ya en su escudo episcopal y luego como Pontífice hizo aparecer a María en lugar central: “una cruz de oro, una “eme” abajo, a la derecha, y el lema: “Totus tuus” inspirado en San Luis María Grignion de Monfort: “Soy todo tuyo y todo cuanto tengo es tuyo, tú eres mi todo, oh María, préstame tu corazón”.

Siguiendo el ejemplo del Papa Beato, tengamos una gran veneración por la Madre de Jesús. Ella nos acercará al corazón de su Hijo y nos sentiremos también cobijados por la guía del Espíritu Santo que iluminó a María para que velara por los intereses de su Hijo en vida mortal y luego por los de su Cuerpo Místico, en los primeros días de la Iglesia naciente hasta nuestros días. Bendita tú oh María que fuiste inspiración del nuevo Beato.
Autor: Pbro. Alberto Ramírez Mozqueda