"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

martes, 11 de octubre de 2016

La Madre Teresa ante el silencio de Dios



Una oportunidad para aprender sobre el valor de la vida espiritual.

Cinco décadas son prácticamente una vida. Acercarnos a la figura de la M. Teresa de Calcuta, recientemente canonizada por el papa Francisco, es una oportunidad para aprender sobre el valor de la vida espiritual. Al hacerlo, no podemos perder de vista los largos periodos de silencio o sequedad que vivió en su oración a lo largo de cincuenta años y que nos hacen recordar la “noche oscura…” de San Juan de la Cruz. Pero antes de eso, ¿por qué hablar sobre la espiritualidad en un mundo que parece buscar únicamente lo material?, ¿no es acaso algo considerado raro, cerrado o fuera de época? Nada de eso. Quizá como nunca antes, necesitamos trabajar nuestra dimensión espiritual, pero no como algo abstracto, mágico, agnóstico o desvinculado de la razón, de la ciencia, sino como una experiencia centrada en la persona de Cristo que ha dejado su huella en la historia. Una verdad que, en palabras del papa Francisco, se traduce en relación, ya que tenemos la capacidad de entrar en contacto con Dios. ¿Cuál es esa vía o punto de encuentro? La palabra. En efecto y como lo afirmó de muchas maneras Sto. Domingo de Guzmán a través de las obras que fundó, gracias a la predicación, a la escucha del Evangelio, es posible conocer (intelectualmente) y, por ende, asimilar la fe que se abre a la práctica. No es casualidad que el estrés provoque tantos padecimientos a lo largo y ancho del mundo. ¿Qué hay detrás? El vacío, la soledad. Por eso, la fe, no es una pérdida de tiempo. Al contrario, la humanidad se enferma cuando la olvida, porque está, por decirlo de alguna manera, en su ADN. La vida espiritual resulta clave para crecer como personas y por eso vale la pena abordarla desde la rica tradición cristiano-católica, a la que perteneció santa Teresa de Calcuta. Si bien es cierto que el estrés debe ser atendido de forma profesional, también es verdad que la fe sirve para fortalecer la propia vida y avanzar, haciendo que la paz pueda concretarse, pues Dios existe e interviene.

Regresando a la M. Teresa de Calcuta, vale la pena recordar todo el escándalo que se armó cuando los medios de comunicación, dieron a conocer que había pasado por largos periodos en los que, simple y sencillamente, dejó de sentir a Dios. Un escándalo que, en realidad, no se debió a ella, sino a la falta de información, porque cualquiera que tenga una mínima noción acerca de lo que es la teología ascética y, en general, la vida espiritual, sabe que los periodos de sequedad o falta de devoción, no tienen nada que ver con el ateísmo, sino con el proceso que implica madurar en la fe, porque justamente cuando faltan las palabras y los sentimientos se simplifican, estamos ante una persona que ha ido avanzando y que equivale a un adulto con experiencia. La fe no puede reducirse a una serie de emociones, pues aunque forman parte de la vida y, a veces, Dios las permite como un incentivo, es un hecho que la relación con él implica ir más allá. Su silencio en el caso de la M. Teresa, la llevó a un grado más alto de oración, consiguiendo que saltara un obstáculo que es muy común: vivir en la euforia. Por ejemplo, para saber si una persona va enserio con la fe, no hay que centrarse en el día después de haberse ido de misiones o de retiro, sino mínimo un año posterior a esa fecha. ¿La razón? Ver si hubo una decisión firme más allá de las emociones del momento. La M. Teresa, no fue eufórica, sino muy madura. ¿A qué se debió? Al silencio temporal de Dios que la llevó a lo esencial y no al mero sentimentalismo.

Actualmente, existe el riesgo de buscar la oración de una forma forzada; es decir, en vez de dejar que el Espíritu Santo decida si nos da o no emociones en ese momento, se busca propiciar el incentivo a como dé lugar y eso, claro está, no coincide con la lógica de Jesús. Por eso, la sequedad, no es retroceso, sino avance. Nos toca marcar el momento, darnos un tiempo para la oración, pero lo que suceda una vez comenzada, no es cosa de nosotros, sino de lo que Dios vaya disponiendo. La M. Teresa lo entendió y, pese a todo, siguió adelante en un campo de trabajo complicado. ¿Cómo es que pudo mantenerse? En realidad, ahí está la prueba de que Dios no la abandonó, pues de otra forma hubiera sido imposible que continuara.

“El que canta, ora dos veces”, dice San Agustín, pero no debemos sacar la frase de contexto, porque el silencio también tiene su lugar. Cantar, ayuda, pero resulta necesario alternar, a fin de que la vida espiritual sea una forma de unidad coordinada. La M. Teresa, desde el silencio y la lucha, supo descubrir a Dios. Sigamos su ejemplo para que de verdad seamos católicos maduros. 
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Carlos J. Díaz Rodríguez, joven laico, comprometido con la causa de la nueva evangelización, a partir de la presencia en el ciberespacio.
Nació el 28 de octubre de 1989, en la Ciudad y Puerto de Veracruz, México.
Del año 2008 al 2010 fue coordinador general del Movimiento Vocacional Espíritu y Vida, el cual, a su vez, se encuentra presente en México y Costa Rica.
Como parte de sus intereses, además del diálogo entre la fe y la razón, se encuentra el estudio del derecho, poniéndole un acento especial al aspecto notarial del mismo.
Ha tenido la oportunidad de organizar y participar en algunos foros y encuentros juveniles de inspiración cristiana.
Carlos J. Díaz Rodríguez, es autor, editor y responsable del Blog Duc in altum!, alojado en el espacio web de www.religionenlibertad.com
Por: Carlos J. Díaz Rodríguez | Fuente: Duc in altum! en http://www.religionenlibertad.com

lunes, 10 de octubre de 2016

Orar desde la adversidad



Cristo Sufrió y asumió el sufrimiento como instrumento de salvación ¿Podremos seguir su ejemplo?

Un rayó cayó en un frutal y rompió la mayor parte de las ramas. Sin embargo, una de ellas quedaba sujeta al tronco por unas pocas fibras y por la corteza, gracias a lo cual daba todavía frutos. 
La adversidad, el sufrimiento, forma parte de nuestra existencia. Una infinita gama de dolor, de sufrimiento acosan al ser humano. El mal, el sufrimiento, no entraba en los planes de Dios, el pecado nos lo trajo y desde entonces se pasea entre nosotros. Para el cristiano la enfermedad, el dolor, tiene que ser una escuela de santificación, “signo de predilección divina”, oportunidad de crecimiento.
“¿Puede engendrar felicidad la adversidad?”, pregunta José Luis Martín Descalzo. Él mismo da esta respuesta: “Puede engendrar, al menos, muchas cosas: Hondura de alma, plenitud de condición humana, nuevos caminos para descubrir más luz, para acercarnos a Dios. Por eso no hay que tenerle miedo al dolor. Lo mismo que no le tenemos miedo a la noche. Sabemos que el sol sigue saliendo aunque no lo veamos. Sabemos que volverá. Dios no desaparece cuando sufrimos. Esta ahí, de otro modo, como está el sol, cuando se ha ido de nuestros ojos”.
Cristo sintió el amargor del cáliz y el abandono del Padre. Sufrió y asumió el sufrimiento como instrumento de salvación. El vino para salvar siempre. “Decidle a Juan lo que habéis visto y oído; los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen y a los pobres se les anuncia el Evangelio” (Lc 7, 22). Según el Evangelio, Cristo recorría toda Galilea enseñando y curando toda enfermedad y dolencia…Y se extendía su fama. y le traían a todos los que padecían algún mal: a los atacados de diferentes enfermedades y dolores y a los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los curaba (Mt 40, 23-25).
Cristo se acerca al que sufre y con él usa gestos de amor: palabras, silencios... A él le oye, le ve, le toca, le toma de la mano y camina con él (Jn 9, 1). Como siente compasión por el que sufre, a todos sana. Cristo sigue acercándose a cada uno de los que sufren. Será bueno tener fe en él y poner los ojos en él, no estar sin su presencia y amistad.

El Dios que se nos revela en Jesús es un Dios que comparte con el ser humano su situación, la de caminante y peregrino, la de un ser débil como el barro. Sentirse débil, cansado, perdido y rezar a Dios, es disipar dudas, temores, reponer fuerzas para seguir en el camino. 
En los momentos de dificultad, hay que doblar la rodilla y levantar el corazón y la mirada al cielo. Louis Veuillot, tras la muerte de su mujer y de sus tres hijos, pasaba mucho tiempo orando. A un amigo que le miraba, le dijo: “No estoy derribado en tierra; estoy sencillamente de rodillas”.
Ramón Font cuenta cómo a una joven le ayudó la oración durante 9 horas que estuvo encaramada en un árbol en medio del río Segre. Aquella mucha rezaba continuamente. “Me impresionó comprobar que en momentos difíciles, aquél en concreto para la chica, lo único que la sostenía y daba fuerzas era ese Dios que está al lado de quienes sufren, de quienes le reclaman y de quienes le quieren”.
Leonard Cohen, escritor, compositor y cantante, nacido en Montreal, Canadá, que ha actuado en casi todos los países del mundo, afirma: “Si me siento flácido, hago ejercicio. Si me siento perezoso mentalmente, procuro meditar. Si me siento perdido, rezo”.
“A voz en grito clamo al Señor, a voz en grito suplico al Señor; desahogo ante él mis afanes, expongo ante él mi angustia” (Sal 141, 2).
El itinerario de la oración pasa por noches que son pruebas de angustia y desesperación. “Cuando nos veamos cubiertos de tinieblas, sobre todo si no somos nosotros la causa, no temblemos. Considera que estas tinieblas que te cubren te las ha enviado la providencia de Dios, por razones que solo él conoce, pues nuestra alma, a veces se ahoga y es engullida por las olas. Entonces, aunque nos dediquemos a la lectura de las Escrituras o a la oración, hagamos lo que hagamos nos encerramos cada vez más en las tinieblas (…). Son unos momentos llenos de desesperación y temor, porque la esperanza en Dios y el consuelo de la fe han abandonado totalmente al alma, que está llena de dudas y angustia.
Aquellos a quienes la confusión ha puesto a prueba, en un momento determinado, sabrán que al final se producirá un cambio. Dios no nos abandona jamás en ese estado, pues eso destruiría la esperanza (…) sino que la permite salir rápidamente de esta situación.
Bienaventurado el que soporte estas tentaciones... Después de la gracia viene la prueba. Hay un tiempo para la prueba. Y hay también un tiempo para el consuelo” (Isaac El Sirio)
El sufrimiento purifica. Ante cualquier tragedia o cruz, sobran todas las explicaciones. Sólo la fe, el silencio y el misterio tienen la respuesta acertada. Cuando el dolor aprieta, cuando las calamidades públicas azotan sin compasión, en momentos de dificultad la gente eleva los ojos a Dios. Así rezan estos versos:
“En un pueblo de la costa, cuando el mar da poca pesca, a la iglesia van los hombres. Cuando mucha, a la taberna”.
El Maestro invita a ser sus discípulos, a seguirle, a cargar con la cruz, a dar la vida por los demás. En la historia ha habido testimonios elocuentes de entrega como el P. Damián, Madre Teresa, Maximiliano Kolbe... Muchos otros, sin ser tan famosos, donan órganos para que otros puedan aprovecharse de ellos.
Es bueno pedir, sin dudar. El Pastor de Hermas, decía: “Pídele sin titubear y conocerás que su gran misericordia no te abandona, sino que dará cumplimiento a la petición de tu alma”.
Es bien conocida la oración: “Dios concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar. Valor para cambiar aquellas cosas que puedo, y sabiduría para reconocer la diferencia”.
Por: P. Eusebio Gómez Navarro OCD | Fuente: eusebiogomeznavarro.org

domingo, 9 de octubre de 2016

Cristo, el quebrantador de paradigmas



Una de las cosas más impresionantes acerca de Jesús es el hecho de que su sabiduría no era humana sino divina

Una de las cosas más impresionantes acerca de Jesús es el hecho de que su sabiduría no era humana sino divina. Sus palabras no provenían de una mente carnal, sino del mismo Padre Eterno.
El Hijo de Dios siempre tuvo respuestas para todo. Sus contestaciones fueron enseñanzas y, al mismo tiempo, una ruptura de los paradigmas imperantes en la estructura mental de la raza humana, sin importar su cultura.
Jesús dijo: “Amad a sus enemigos”, “Si alguien te abofetea en una mejilla, ofrécele la otra”, “Bienaventurados los que lloran…”, “Mi Reino no es de este mundo”, “Deben perdonar hasta setenta veces siete”, “No he venido a llamar a justos sino a pecadores”, “Alejados de mí, nada pueden hacer”, etcétera.
Parecía ser que su mensaje iba siempre contra toda lógica, y que las cosas que nos pedía hacer eran imposibles. Al mismo tiempo, mientras predicaba toda esta nueva visión del mundo y de la vida humana, Cristo desplegaba su poder en la tierra haciendo toda serie de milagros y prodigios, con lo cual sellaba sus aseveraciones y demostraba que lo que Él revelaba provenía de un lugar fuera del mundo.
A pesar de ello, muchos no le creyeron, fue siempre la minoría la que lo siguió. Y sin embargo, esa minoría transformó al mundo. Desde que Él llegó a la tierra, las leyes convencionales cambiaron, la ley del amor fue revelada a los seres humanos de manera extraordinaria, y la ley del Espíritu (opuesta a la ley de la letra) hizo su aparición.

Cristo propuso estándares morales absolutos y muy altos. Si el ser humano puede odiar, nos pidió no odiar sino perdonar; si el ser humano puede pecar, nos pidió ser perfectos, como su Padre es perfecto; si el ser humano puede cometer adulterio, nos pidió no ser infieles ni siquiera con el pensamiento. La lista puede seguir y seguir, pero la idea central es que Jesús nos mostró que somos capaces de mucho más de lo que creemos.
“Si tienen fe como un gramo de mostaza, podrán remover las montañas y echarlas al mar”; “Si creen, verán la gloria de Dios”. Jesús llamó a Pedro y lo hizo caminar sobre el mar, Jesús multiplicó los peces y los panes, y luego dijo a sus discípulos que “iguales o incluso mayores cosas harían en su nombre”. Revelación y promesas fueron siempre de la mano cuando el Maestro abría su boca y ofrecía su divinidad.
Siendo nuestro Redentor, nos abrió la puerta de la sabiduría que proviene de lo Alto. Nos dio a conocer que para vencer nuestra carnalidad tenemos que vivir por el Espíritu. No hay ninguna otra forma de cumplir sus propósitos o seguir sus pisadas. Él nos puso el ejemplo. Está en nosotros romper o no los paradigmas, tal como Él lo hizo.

Por: Maleni Grider | Fuente: ACC – Agencia de Contenido Católico

sábado, 8 de octubre de 2016

El arma de San Juan Pablo II - la consagración mariana



Reflexiones de María
Es la total consagración a Jesús a través de la Santísima Virgen María.

En el "Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen", San Luis María Grignion de Montfort nos dice que el camino seguro, fácil y corto para acercarnos a Cristo y parecernos más a Él es la consagración a la Virgen María y propone 33 días de preparación para hacer la consagración Mariana.

Todos sabemos que el crecimiento espiritual, nuestra transformación en Cristo, no es cosa fácil. Entonces, es razonable que la oferta de Montfort levante sospechas... Pero hay muchas personas de fiar que lo aprueban y lo promueven. Por ejemplo, el Papa Pío IX dijo que esta devoción a María es la mejor y la más aceptable. El Papa Pío X promulgó que quien rezara la fórmula de la consagración Mariana de San Luis María recibiría indulgencia plenaria en perpetuidad. Él mismo experimentó la eficacia de esta devoción y por ello la promovió con tanta decisión en la encíclica Mariana Ad Diem Illum donde dice que "No hay camino más seguro y más fácil como María para unir a todos los hombres con Cristo." Y el promotor principal ha sido el Papa Juan Pablo II que declaró que la lectura del "Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen", fue decisiva en su vida y tomó como lema papal una expresión que aparece en el texto breve de la consagración Mariana de San Luis María Grignon de Montfort:

Totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt. Accipio te in mea omnia. Praebe mihi cor tuum Maria!

Soy todo tuyo y todo lo mío es tuyo. Te recibo como mi todo. ¡Dame tu corazón, oh María!

Todo tuyo.

¿En qué consiste la consagración Mariana?

Es la total consagración a Jesús a través de la Santísima Virgen María. Consiste en un acto libre y voluntario donde ofreces toda tu persona y tu vida, y te entregas todo entero, en cuerpo y alma, a la Madre de Jesús y Madre nuestra para que a través de ella el Espíritu Santo nos transforme conforme a la imagen de Jesús.

La misión que Jesús le dio a María

Jesús nos dio a su madre como nuestra madre espiritual para que Ella nos conciba a la vida cristiana por obra del Espíritu Santo, nos alimente, nos cuide y nos lleve a la plenitud de Cristo.

Cuando Jesús miró por última vez a su Madre antes de morir le dijo: "Mujer aquí tienes a tu hijo. Aquí tienes a tu Madre" (Jn 19, 26-27) ¿Qué quiso decirle Jesús a María? Fórmalos como me formaste a mí. ¿Qué quiso decirle a Juan? (él nos representaba a todos nosotros) Descansa en su regazo, confíate a sus manos maternales: Ella te va a santificar por el poder Espíritu Santo, Ella se encargará de modelarte y transformarte conforme a mi imagen.
San Luis María enuncia en su libro "los actos de caridad que la Virgen, como la mejor de todas las madres, hace para con sus fieles servidores": Ella los ama, los mantiene, los guía y dirige, los defiende y protege, intercede por ellos ante Dios. Y añade los frutos que esta devoción produce en el alma: alcanza luz del Espíritu Santo para crecer en humildad y conocimiento personal, la Sma. Virgen concederá parte de su fe, apartará del alma los escrúpulos y ensanchará y abrirá el corazón para correr "por el camino de los mandamientos de su Hijo" con gran libertad interior, los llenará de una gran confianza en Dios y en Ella misma, "el alma de la Sma. Virgen María se os comunicará para glorificar al Señor" y "Ella dará su fruto a su tiempo y este fruto suyo es Jesucristo".

Pertenecer a María

Por eso, cuando María nos ve a cada uno de nosotros, sus hijos, nos mira con amor, anhelando el momento en que libremente le digamos: Madre, soy todo tuyo, te pertenezco, fórmame como lo hiciste con Jesús, protégeme del Maligno, llévame al Paraíso.

Si Dios Omnipotente confió incondicionalmente en la Virgen María y puso a Su Hijo Unigénito en sus brazos maternales, ¿cómo no vamos a hacerlo nosotros?

Cuando le demos todo a María, Ella se hará cargo de nosotros y de nuestros seres queridos.
Cuando estemos como ciegos en las horas oscuras, María escuchará nuestro grito desesperado: "Señor, que vea" (Mc 10,51) y se encargará de decirle a Jesús: "Mira, no tienen vino" (Jn 2,3) y encontraremos una y otra vez la salida de las tinieblas para entrar en su luz maravillosa (cfr. 1 P 2,9)

A la hora del sufrimiento y de la cruz, María estará allí, de pie a nuestro lado, abrazándonos con ternura. (Jn 19,25)

En las decisiones importantes, María nos mostrará el Camino, la Luz, la Verdad, la Vida. Ella será la dulce y firme Pastora que nos conduzca por el buen Camino (Cfr. Jn 14,6). María nos lleva siempre por el mejor camino a Jesús.

En la vida cotidiana, María será nuestra educadora, la que nos forme en las virtudes cristianas.

María será nuestra maestra de oración. Nos conducirá siempre al Sagrario y nos mostrará el costado traspasado de Su Hijo, nos enseñará a entrar en la intimidad de Su Corazón traspasado.

Es un maravilloso intercambio: le damos nuestro corazón a María y Ella nos da su Corazón inmaculado. A María le gusta compartir, cuando le demos nuestro corazón con absoluto abandono, Ella nos abrirá la intimidad del suyo, conoceremos cómo es su amor a Jesús, cómo gusta Su palabra, cómo contempla los misterios de Su Hijo. Sentiremos como Ella siente, amaremos como Ella ama, dejaremos que Jesús encuentre consuelo y descanso en nosotros como lo encuentra en Ella.

A la hora de nuestra muerte, María será la que nos abra la puerta del hogar definitivo, nos abrace y nos lleve a la presencia del Padre para entrar en su intimidad y permanecer allí para siempre.

Les invito a leer el libro "Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen", quiera Dios que su experiencia sea como la del Papa Juan Pablo II, cuya fórmula de consagración Mariana les comparto ahora:

Soy todo tuyo, María

Virgen María, Madre mía.

Me consagro a ti y confío en tus manos toda mi existencia.
Acepta mi pasado con todo lo que fue.
Acepta mi presente con todo lo que es.
Acepta mi futuro con todo lo que será.

Con esta total consagración, te confío cuanto tengo y cuanto soy, todo lo que he recibido de Dios.
Te confío mi inteligencia,
Mi voluntad, mi corazón.

Deposito en tus manos mi libertad;
mis ansias y mis temores;
mis esperanzas y mis deseos;
mis tristezas y mis alegrías.

Custodia mi vida y todos mis actos para que le sea más fiel al Señor,
y con tu ayuda alcance la salvación.

Te confío ¡Oh María!
Mi cuerpo y mis sentidos
para que se conserven puro
y me ayuden en el ejercicio de las virtudes.

Te confío mi alma para que Tú la preserves del mal.

Hazme partícipe de una santidad, igual a la tuya.

Hazme conforme a Cristo, ideal de mi vida.

Te confío mi entusiasmo
y el ardor de mi juventud,
Para que Tú me ayudes
a no envejecer en la fe.

Te confío mi capacidad y deseo de amar,
Enséñame y ayúdame a amar como Tú has amado
y como Jesús quiere que se ame.

Te confío mi incertidumbres y angustias,
para que en tu corazón yo encuentre
seguridad, sostén y luz,
en cada instante de mi vida.

Con esta consagración
me comprometo a imitar tu vida.
Acepto las renuncias y sacrificios
que esta elección comporta,

Y te prometo, con la gracia de Dios
y con tu ayuda,
ser fiel al compromiso asumido.
Oh María, soberana de mi vida
y de mi conducta

Dispón de mí y de todo lo que me pertenece,
para que camine siempre junto al Señor
bajo tu mirada de Madre.

¡Oh María!
Soy todo tuyo
y todo lo que poseo te pertenece
Ahora y siempre.

AMEN
Por: P. Evaristo Sada LC | Fuente: la-oracion.com