"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Una oración por mis hermanos



Hoy no rezo por mí, sino por quienes Te piden ayuda, y también por quienes han olvidado o nunca han sabido descubrirte.

Una esposa y madre reza por el regreso de su marido. A su lado, dos niños pequeños juntan las manos y musitan una plegaria. Esperan el milagro, el cambio de un corazón que un día dejó a los suyos. Déjame unirme a ellos, compartir sus penas y pedirte lo que Te suplican con su amor sincero.

Unos padres rezan por el hijo que vive esclavizado por la droga. Lo educaron en tu ley, le enseñaron la importancia de la vida de gracia. Le llevaron a la iglesia, a la catequesis. Pero un día el hijo, libre y engañado, emprendió el mal camino. Permite que mi oración esté junto a la suya, que llore y suplique por la conversión de una vida joven y necesitada de mil perdones.

Unos hijos piden, en la misa, para que sus padres dejen de pelear en casa, para que vivan unidos en un amor sincero, para que sean de verdad fieles a cuanto prometieron en el día de su boda. Déjame, Señor, compartir esa oración, hacerla mía, para ayudar a muchos esposos a vivir en Tu Amor eterno.

Pero también hay tantos corazones que no rezan, que no esperan, que viven sin mirar al cielo, sin suplicar una ayuda divina. Unos, porque ya no tienen esperanza. Otros, porque hace tiempo que Te dejaron lejos. Otros, porque piensan que todo se alcanza con dinero, con técnica, con medicinas, con libros, con amigos, con medios humanos, a veces eficaces, pero casi siempre provisionales y frágiles.

Son corazones que necesitan, más que nadie, una oración. Permíteme, Señor, pedirte por lo que no piden, sentir que Tú anhelas que Te amen, que Te invoquen, que confíen, que se abran al amor infinito que encontramos en Cristo, tu Hijo.

En este día, en estos momentos, toma esta sencilla oración que te ofrezco por mis hermanos. Sé que yo también necesito ayuda, paciencia, fuerza, esperanza. Sé también que me la estás dando, porque eres bueno, porque eres Padre, porque no puedes dejar abandonados a tus hijos más enfermos. Pero hoy no rezo por mí, sino por quienes Te piden ayuda, y también por quienes han olvidado o nunca han sabido descubrirte como Omnipotente, como Misericordia, como Amor, como Infinito; por quienes no saben que Tú eres el único, el definitivo, el verdadero Salvador.

Esta es mi oración sencilla, desde lo más profundo de mi alma. Acógela, Señor, junto a los ruegos de María, Madre tuya y Madre mía. Y concédeme que eso que Te pido se realice, según Tu Voluntad, y para el bien de todos mis hermanos sufrientes, abatidos, cansados en los mil caminos de nuestro peregrinar terreno.
Por: P. Fernando Pascual LC

martes, 6 de septiembre de 2016

La vida de fe, una gran aventura



La vida cristiana es una vida apasionante, de retos imposibles que sólo son posibles de lograr con la ayuda de un Dios todopoderoso

Llámame y te responderé; te mostraré cosas grandes y secretas que tú no conoces.
Jeremías 33:3
Es del dominio público que hay que tener un propósito en la vida, una causa, un proyecto, una pasión, un rumbo específico, a fin de vivir una vida plena, no inútil y sin sentido. De modo que algunos se dedican al arte, otros a la política, otros a deportes extremos, otros a la acción social, otros a la ecología, otros a escribir libros, otros a la familia, etcétera.
Pero hay una clase de personas que han decidido encontrar el propósito divino para su vida, más allá del propósito humano, terrenal. La Biblia, desde su primer libro (el Génesis) está lleno de historias y ejemplos de gente que estuvo en contacto con Dios, bajo diferentes empresas o circunstancias, quienes tuvieron vidas apasionantes, con un propósito eterno cuyo legado persiste hasta nuestros días. El cristianismo es la continuación y culminación de todo ello.
Si bien, en el Antiguo Testamento, todavía Cristo no estaba presente, el plan de Dios ya estaba trazado desde el principio, y fue anunciado a la humanidad a través de los profetas (mayores y menores) de las Escrituras. El Espíritu Santo ya coexistía con el Padre y con el Hijo en las regiones celestes, como una Trinidad.

Adán, Noé, Moisés, Abraham, Josué, David, Salomón, Daniel, Ruth, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Juan el Bautista, Pedro, Pablo, Juan, María y José, María Magdalena, etcétera, son personajes cuyas historias nos impactan cuando leemos la Biblia. En general, la gente que no conoce las Escrituras ni la vida cristiana, piensa que es un libro simplemente histórico, referencial, genealógico y doctrinal. La Biblia es todo eso y más, pero mucho más allá de todo eso la Biblia es la fuente principal de revelación de Dios al hombre, junto con el Espíritu Santo que nos enseña todas las cosas.
La vida cristiana es una vida apasionante, de retos imposibles que sólo son posibles de lograr con la ayuda de un Dios todopoderoso, cuyo amor es inconmensurable, quien entregó lo que más amaba: a su Hijo unigénito, para darnos redención. La vida cristiana para muchos puede parecer absurda, o pueden tener una idea de que la santidad es algo aburrido, una pérdida de tiempo o algo fanático, irracional y fantasioso.
Pero la vida de santidad es una vida llena de exigencias y retos cada día, en donde negarnos a nosotros mismos, a los deseos de la carne y la renuncia al pecado son la meta y la prioridad, a fin de poder permanecer en comunión con el Creador, y con Jesús, nuestro Maestro y Salvador, quien nos dijo que permaneciéramos junto a Él pues lejos de Él nada podemos hacer. La vida cristiana tiene como propósito el amor, la expansión del evangelio, el establecimiento de la paz, la restauración de vidas perdidas, la sanidad de los enfermos, la reconstrucción de familias, la salvación de las almas, la justicia divina en la tierra, la vida de plenitud. No sé si pueda existir algo más importante que eso.
Puede parecer una utopía bajo la opinión y la visión social. Pero es una realidad tan clara para quienes la vivimos, que sólo puede explicarse como una vida sobrenatural, de total dependencia en Dios. La humildad, la renuncia a los placeres del mundo, el sacrificio y el servicio a los demás son el propósito medular de los creyentes verdaderos, aquellos que lo han dejado todo para tomar la cruz y seguir a Cristo.
Hay gozo, pasión, plenitud, milagros, pero también hay dolor, sacrificio, persecución en la vida cristiana. Sin embargo, ésta es una vida llena de sentido porque nos transforma de manera individual, primeramente. Y luego nos lleva al servicio a los demás, a dar nuestra vida no sólo por una meta personal y egoísta, sino por una causa comunitaria, compasiva, constructiva, donde el amor es el motor y el amor es algo que provoca milagros inimaginables.
Una vez escuché a alguien decir que aún en el supuesto de que el cristianismo fuera un “cuento”, como muchos creen, no se imaginaba poder tener una vida mejor o más plena que seguir a Jesucristo. Yo apenas comenzaba a andar en este camino. Treinta y tres años después puedo decir que tenía toda la razón: la vida cristiana es una vida que vale la pena vivir, y no puede haber otra más intensa, llena de sentido y fruto que ésta.
Por: Maleni Grider | Fuente: ACC – Agencia de Contenido Católico

lunes, 5 de septiembre de 2016

¿Sin alternativas? No, con fe La Fe



Desde la fe, es posible seguir en camino, porque sabemos que más allá de los problemas existe un Dios providente y bueno.

Hay momentos en que no sabemos por dónde ir. Los problemas avanzan y crecen con el pasar del tiempo. La mente analiza posibles soluciones y en cada una de ella encuentra dificultades más o menos serias.

Surge entonces en el alma un extraño deseo de rendirse. Sin alternativas viables, la parálisis está a la vuelta de la esquina.

Desde la fe, sin embargo, es posible seguir en camino. Porque sabemos que más allá de los problemas existe un Dios providente y bueno. Porque la gracia puede iluminar hasta los corazones más oscurecidos. Porque el amor rompe las barreras levantadas por el odio.

La fe verdadera lleva a mirar más arriba y más lejos. Con Dios siempre hay alternativas. Basta con descubrirlas desde la oración, con la fuerza que ofrece el saber que Dios camina con su Pueblo, que ama a cada uno de sus hijos, que está vivo y ha vencido al mundo, que lo tocamos y lo vemos en el misterio de la Eucaristía.

El mundo adquiere un tono distinto cuando lo miramos todo desde la fe. No hay problemas sin solución, no hay caídas sin medicina, no hay pecados a los que no pueda llegar la misericordia.

Cada existencia humana, vivida con la fe de la Iglesia, que es la fe que nos llega del mismo Jesucristo, adquiere una luminosidad y unas energías insospechadas.

Hoy es un día lleno de esperanza. Los miedos quedan vencidos. Brilla, en lo más íntimo del alma, la certeza que nace de la fe. Llega el momento de poner manos a la obra. El "resto" (es decir, todo) queda puesto en las manos de un Dios que nos ama personalmente y al que llamamos, simplemente, Padre nuestro
.

Por: P. Fernando Pascual LC

domingo, 4 de septiembre de 2016

Imágenes de Dios



Dios no se repite, Dios siempre cambia y siempre vuelve. Debemos dejar atrás la vieja idea de Dios y no caer en la tentación de adorar ídolos, no manipular a Dios y tomar el nombre de Dios en vano.

Los cristianos tenemos imágenes bastantes distintas de Dios, cada uno nos hacemos nuestra idea de Él.

El Dios de la Biblia no es de fiar, es mala persona y vengativo, así se expresaba el ateo José Saramago.

Yo tampoco creo en el dios en que los ateos no creen, declaró certeramente el patriarca Máximo IV en el Vaticano II. Muchas personas se resisten a creer en un Dios que ama el dolor y el sufrimiento, que le gusta condenar, que envía la gente al infierno, que está preparado para sorprender al ser humano para sorprenderle en el pecado y darle el golpe de gracia.

Hay muchos ateos porque la idea de Dios que tienen algunos creyentes, no les convence, pues . Y es que hay que reconocer que en nombre de Dios o de los dioses se hacen las más grandes barbaridades: se roba, se mata, se mutila toda clase de derechos. En nombre de la fe y religión se cometen toda clase de violaciones y atropellos.

En el monumento a Lincoln en Washington hay esculpido un texto del histórico presidente en el que se refiere a la triste guerra civil de los Estados Unidos y dice: Ambos bandos leían la misma Biblia, y ambos rezaban al mismo Dios, y de él esperaban la victoria para sus ejércitos y la derrota de sus contrarios Allí quedó esculpida la manipulación más triste a que el ser humano ha sometido a Dios. Y si nos matamos unos a otros, en nombre de Dios, es mejor ser ateos, decía un joven. El fanático religioso es capaz de cometer las mayores atrocidades por defender a su Dios, ya que se siente los guardianes y defensores de Dios.

Martin Buber afirma: Dios es la más abrumada de cargas de todas las palabras humanas. Ninguna ha sido tan envilecida, tan mutilada (…). Las generaciones de los hombres han desgarrado la palabra con sus partidismos religiosos; por ella han matado y han muerto por ella; ella lleva las huellas de los dedos y la sangre de todos (…). Es cierto, los hombres dibujan caricaturas y escriben debajo Dios; se asesinan unos a otros y exclaman en el nombre de Dios…

El converso Dr. Nathason que de abortista pasaría a convencido defensor de la vida, procedía de una familia judía sin fe religiosa. Mi imagen de Dios era la figura amenazadora, majestuosa y barbuda del Moisés de Miguel Ángel. Mi idea de Dios era de un ser terriblemente despótico e implacable.

Cuando cumplía el servicio militar en la Aviación, leyó, para matar el tiempo, un libro sobre la Biblia. Allí descubrió que la imagen del Dios justiciero que se había formado al leer parcialmente el Antiguo Testamento era falsa, y comprendió que el Dios del Nuevo testamento era una figura amable, clemente e incomparablemente cariñosa. En ella iría después a buscar, y al fin encontraría el perdón que por tanto tiempo y tan desesperadamente había deseado.

Cuando intentamos expresar la fe en creencias, acabamos constatando, como el hijo de Sirah, que nunca logramos hablar convenientemente de Dios: Siempre estará más alto (Sir 43, 27-31). Dios es más grande que nuestro corazón (1 Jn 3,20).

Nos resulta muy difícil hablar con Dios, de Dios y testimoniarlo. Algo así nos ocurre con respecto a Dios. Ya Jenófanes hizo notar la dificultad de hablar del totalmente otro. Los etíopes dicen que sus dioses son de nariz chata y negros; los tracios, que tienen ojos azules y pelo rojizo (...) Si los bueyes, caballos y leones tuvieran manos y pudieron dibujar con ellas y realizar obras como los hombres, dibujarían los aspectos de los dioses y harían sus cuerpos, los caballos semejantes a los caballos, los bueyes a los bueyes, tal como si tuvieran la figura correspondiente a cada uno.

Wittgenstein señalaba: De lo que no se puede hablar, mejor es callarse. Como nadie lo ha visto jamás (Jn 1,18), tenemos el peligro de imaginarlo a nuestro gusto, ya que sabemos muy poco de Dios y mucho menos de sus misterios. Consciente de ello, san Agustín decía: ¿Crees saber qué es Dios? ¿Crees saber cómo es Dios? No es nada de lo que te imaginas, nada de lo que abraza tu pensamiento .

El primer paso que tendremos que dar será abandonar, hacer añicos las falsas imágenes de Dios para que nazca el verdadero Dios. Hay que salir, hay que engendrar una nueva imagen, la verdadera. El Dios de ayer no sirve para el hoy, porque Dios es el eternamente nuevo. Dios no se repite, Dios siempre cambia y siempre vuelve. Para ello hay que dejar atrás la vieja idea de Dios y no caer en la tentación de adorar ídolos, no manipular a Dios y tomar el nombre de Dios en vano

No sólo es idolatría el fabricarse imágenes falsas de Dios; también lo es el construirse falsos conceptos de Dios y, realmente, no hay mayor idolatría que la pretensión de conceptualizar a Dios, o sea, de reducirlo a la estrechez de nuestra mente. El dios que nace de nuestra mente no representa al Dios verdadero, sino al nuestro, a nuestra idea, a nuestro prejuicio y a nuestros intereses. Es un ídolo, una imagen mental falsa.
Y es que, cuando hablamos de Dios, no deberíamos olvidar nunca lo que nos advertía Bultman, que es un hombre -no Dios- el que habla. Y la palabra humana adolece de la ambigüedad de nuestra condición y corre el riesgo de nuestra ecuación personal y social.

Cuando Laplace presentó a Napoleón su Traité de la Mécanique Celéste, el Emperador le preguntó qué lugar ocupaba Dios en su sistema, y él contestó con orgullo: Señor, no me hizo falta tal hipótesis.

El hombre primitivo acudía a Dios para suplir carencias, para explicar ciertos fenómenos que se le escapaban de las manos. De esos hombres escribió Péguy que oraban como ocas gruñonas que esperan la comida . A ese dios se le dirigen muchas preguntas sin respuesta, él es el mejor médico, el mejor abogado. Freud lo expresó así: El hombre gravemente amenazado, demanda consuelo (...) A los dioses se atribuye una triple función: espantar los terrores de la naturaleza, conciliar al hombre con la crueldad del destino, especialmente tal y como se manifiesta en la muerte, y compensarle de los dolores y privaciones que la vida civilizada en común le impone . Así ocurre que a medida que el hombre vaya bastándose por sí mismo, podrá ir prescindiendo de un dios semejante, por eso no es de extrañar que cuando la ciencia o medicina nos consigue ciertos adelantos y cura de las enfermedades, ya no necesitamos a ese dios.

Ya no necesitamos a Dios para explicar muchos fenómenos naturales y así, pues, lo quitamos de en medio. Bonhoeffer, teólogo luterano ejecutado por los S.S. en 1945, afirmaba un año antes de morir: Veo de nuevo con toda claridad que no debemos utilizar a Dios como tapa-agujeros de nuestro conocimiento imperfecto.

Porque entonces, si los límites del conocimiento van retrocediendo cada vez más -lo cual, objetivamente, es inevitable-, Dios es desplazado continuamente junto con ellos y por consiguiente se halla en una constante retirada. Hemos de hallar a Dios en las cosas que conocemos, y no en las que ignoramos
.

Jesús Mª. Alemany habla de las imágenes de Dios en un artículo aparecido en Sal Terrae en 1988. Nos dice que el agudo análisis de muchos autores modernos nos ha llevado a la conclusión de que la elección más frecuente no es entre fe y ateísmo, sino entre fe e idolatría. Entre las falsas identificaciones de Dios que se dan en creyentes señala las siguientes:

Un Dios premisa. Para algunos creyentes Dios es un dato con el que cuentan, porque, de lo contrario, su vida no tiene explicación.

Un Dios (re)celoso del hombre. Algunos otros perciben a un Dios tan celoso de su gloria como receloso del hombre
Un Dios comerciante, un Dios que pone precio. Dios quiere salvarnos, pero para ello es implacable en sus exigencias. Es justo y riguroso.

Y como hemos tenido falsas imágenes de Dios, hemos hablado muy mal de él, como el Dios del miedo, el que asusta, el que está en todas partes vigilándonos, el que no nos quiere felices y es un aguafiestas y rodea de muros nuestra felicidad y es un sádico que goza haciéndonos sufrir.

Así lo expresa Machado, tras la muerte de su esposa: Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía. El ser humano es amigo de las sociedades secretas, de los poderes ocultos porque nos ayudan a digerir los malos tragos de los fracasos achacándolos a fuerzas clandestinas que manejan nuestra suerte y nuestro destino.

El Dios de Jesús es solamente Amor y nada más que Amor. Dios es solamente Amor, Verdad, Ternura, Comprensión… Tenemos que afirmar que Dios ama gratuitamente y apasionadamente al hombre

Se hizo visible la bondad de Dios y su amor por los hombres (…) Así, rehabilitados por Dios por pura generosidad, somos herederos, con esperanza de una vida eterna.(Tt 3, 4-7).

El ser humano tiene futuro no por sus méritos, sino por la misericordia y ternura de Dios. El hombre es propiamente la pasión de Dios, cada uno de nosotros somos el centro del amor de Dios. Dios sólo nos pide que se le deje ser el Dios del amor y de la misericordia, que se le deje actuar libremente para que la luz, la fuerza, la salvación llegue a cada uno. Importa, pues, purificar, desmontar y conocer al verdadero Dios, al Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de todos, el Dios amor.

Dios nos ha creado a su imagen y semejanza (Gn 1,26), y no nos ha abandonado; sigue cuidándonos, alimentándonos y vela por nosotros. Dios habita en nosotros y está en todas partes. ¿Por qué no enseñar esta verdad fundamental a todos? Dios, Creador y Padre, está presente en cada uno de sus hijos, está atento a todos sus pensamientos, proyectos y actividades. No se extraña de nada; nada le altera. Es lento a la ira, rico en paciencia y bondad.

Dios está presente en cualquier ser humano. Lo sienten cercano y amigo todos aquellos que creen en él. Por medio de su Espíritu nos ofrece sus dones: amor, paz, gozo, amabilidad, bondad, paciencia, fidelidad, equilibrio, dominio propio (Ga 5, 22)... Sólo hace falta creer en él y dejarle libertad para darnos un corazón de hijo rescatado del pecado por la sangre de Jesús (Ga 3,26). Creer en Dios, en su presencia, ayuda a orientar la vida, a sobrellevar los golpes duros, a vivir, como Jesús, unidos al Padre y volcados hacia el prójimo.

En tercer lugar, se aborda la pregunta acerca del cómo. De la confrontación entre el contexto cultural y los elementos undantes señalados más arriba ha de surgir una propuesta pastoral que sea fiel tanto a aquellos elementos como al contexto actual. Es lo que pretende el trabajo de Francisco J. Andrades Ledo, con el título Una propuesta pastoral de nueva evangelización . El mismo propósito pastoral anima el estudio de Pedro Belderrain, cmf, quien reflexiona sobre Religiosidad popular y nueva evangelización .
Por: P. Eusebio Gómez Navarro