No
siempre... Parece extraño, pero la voluntad decide una cosa, y al final hacemos
otra.
Tenemos un día o una semana por delante.
Pensamos y deseamos hacer muchas cosas. Pasa el tiempo. Constatamos que no
hemos realizado muchos proyectos planeados. ¿Por qué?
El
motivo es sencillo: porque no siempre hacemos lo que queremos. Parece extraño,
pero la voluntad "decide" una cosa, y al final hacemos otra...
Así,
habíamos planeado ir un día al mercado para comprar más barato, pero al final
nos quedamos en casa para terminar un crucigrama. O decidimos levantarnos
temprano el domingo para visitar a un familiar enfermo, y no lo hicimos porque
nos venció el peso de las mantas.
Gracias
a Dios, en otras ocasiones sí llevamos a cabo nuestros proyectos, incluso después
de superar dificultades serias. Porque no es imposible que venzamos el
cansancio para cumplir una promesa buena a un familiar o amigo.
¿Qué
ocurre en unos casos y qué ocurre en otros? Cuando la pereza nos arrulla,
cuando la ambición nos absorbe, cuando el miedo nos paraliza, cuando las
presiones externas nos atan, es fácil que no hagamos lo que queremos.
Al
revés, cuando el amor es fuerte y vivo, cuando la voluntad se forja con
renuncias concretas y con firmezas sanas, cuando el corazón está decidido a
hacer el bien cueste lo que cueste, entonces somos capaces de hacer lo que
queremos.
Dicen
que el infierno está tapizado de buenas intenciones, de deseos irrealizados, de
voluntades débiles. Al revés, el cielo es de los esforzados y valientes (cf. Mt 11,12), de los que optan por la verdad,
la justicia, el bien y la belleza.
Ante
mis ojos y mi corazón empieza un nuevo día. Será un día hermoso si tengo buenos
propósitos y si mi voluntad está firme. Será un día santo si me abro a Dios, si
escucho su Palabra, y si dejo que ilumine y sostenga cada uno de mis proyectos
y decisiones...
Por: P. Fernando Pascual LC