"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

martes, 24 de junio de 2014

Juan Bautista un gran hombre

Juan bautiza a quienes le hacen caso y quieren cambiar. Hoy te invita a que cambies tú.

La madre, Isabel, había escuchado no hace mucho la encantadora oración que salió espontáneamente de la boca de su prima María y que traía resonancias, como un eco lejano, del antiguo Israel. Zacarías, el padre de la criatura, permanece mudo, aunque por señas quiere hacerse entender.

Las concisas palabras del Evangelio, porque es así de escueta la narración del nacimiento después del milagroso hecho de su concepción en la mayor de las desesperanzas de sus padres, encubren la realidad que está más llena de colorido en la pequeña aldea de Zacarías e Isabel; con lógica humana y social comunes se tienen los acontecimientos de una familia como propios de todas; en la pequeña población las penas y las alegrías son de todos, los miedos y los triunfos se comparten por igual, tanto como los temores. Este nacimiento era esperado con angustiosa curiosidad. ¡Tantos años de espera! Y ahora en la ancianidad... El acontecimiento inusitado cambia la rutina gris de la gente. Por eso aquel día la noticia voló de boca en boca entre los paisanos, pasa de los corros a los tajos y hasta al campo se atrevieron a mandar recados ¡Ya ha nacido el niño y nació bien! ¡Madre e hijo se encuentran estupendamente, el acontecimiento ha sido todo un éxito!

Y a la casa llegan las felicitaciones y los parabienes. Primero, los vecinos que no se apartaron ni un minuto del portal; luego llegan otros y otros más. Por un rato, el tin-tin del herrero ha dejado de sonar. En la fuente, Betsabé rompió un cántaro, cuando resbaló emocionada por lo que contaban las comadres. Parece que hasta los perros ladran con más fuerza y los asnos rebuznan con más gracia. Todo es alegría en la pequeña aldea.

Llegó el día octavo para la circuncisión y se le debe poner el nombre por el que se le nombrará para toda la vida. Un imparcial observador descubre desde fuera que ha habido discusiones entre los parientes que han llegado desde otros pueblos para la ceremonia; tuvieron un forcejeo por la cuestión del nombre -el clan manda mucho- y parece que prevalece la elección del nombre de Zacarías que es el que lleva el padre. Pero el anciano Zacarías está inquieto y se diría que parece protestar. Cuando llega el momento decisivo, lo escribe con el punzón en una tablilla y decide que se llame Juan. No se sabe muy bien lo que ha pasado, pero lo cierto es que todo cambió. Ahora Zacarías habla, ha recuperado la facultad de expresarse del modo más natural y anda por ahí bendiciendo al Dios de Israel, a boca llena, porque se ha dignado visitar y redimir a su pueblo.

Ya no se habla más del niño hasta que llega la próxima manifestación del Reino en la que interviene. Unos dicen que tuvo que ser escondido en el desierto para librarlo de una matanza que Herodes provocó entre los bebés para salvar su reino; otros dijeron que en Qunram se hizo asceta con los esenios. El oscuro espacio intermedio no dice nada seguro hasta que «en el desierto vino la palabra de Dios sobre Juan». Se sabe que, a partir de ahora, comienza a predicar en el Jordán, ejemplarizando y gritando: ¡conversión! Bautiza a quienes le hacen caso y quieren cambiar. Todos dicen que su energía y fuerza es más que la de un profeta; hasta el mismísimo Herodes a quien no le importa demasiado Dios se ha dejado impresionar.

Y eso que él no es la Luz, sino sólo su testigo.

"Quien me reconocerá delante a los hombres, también yo lo reconoceré delante a mi Padre que está en los cielos".

La obra de la redención, el triunfo del Reino Amor sobre el de las tinieblas se realiza en medio de la pobreza y de la persecución. Así llevó a cabo su misión el mismo Cristo, así cumplió su misión también Juan el Bautista. A los ojos del mundo parece un derrotado: prisionero, aborrecido por los poderosos según el mundo, decapitado, sepultado.

Y sin embargo, es precisamente ahora, cuando la semilla que cae en tierra y muere, comienza a dar sus frutos. Esta derrota aparente es tan solo la antesala, el preludio de una victoria definitiva: la de la Resurrección. Entonces le veremos y ésa será nuestra gloria y nuestra corona.

Nuestra vida de cristianos, si es una auténtico seguimiento de Cristo, es una peregrinación "en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios". Sí, llegan los ataques, las calumnias, las persecuciones... pero ellos son sólo una señal de que vivimos el amor, animados por el Espíritu Santo.

Pero, si somos de Dios, si Dios nos ama y somos su pueblo... ¿Qué otra cosa importa? Él nos ama y nos quiere ver semejantes a su Hijo, como una hostia blanca dorándose bajo el sol. Sólo nos toca abandonarnos confiadamente entre sus manos, para que así pueda transformarnos en Cristo.
Fuente: Archidiócesis de Madrid


lunes, 23 de junio de 2014

El Sagrado Corazón de Jesús y nuestro corazón

Durante este mes de junio nos llama nuevamente a nosotros: ¡Mirad cómo os he amado! ¡Sólo os pido una cosa: que correspondáis a mi amor!

Todo este mes de junio está dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. Por eso vamos a meditar, sobre el significado y la actualidad de la devoción al Corazón de Jesús.

Este culto se basa en el pedido del mismo Jesucristo en sus apariciones a Santa Margarita María de Alacoque. Él se mostró a ella y señalando, con el dedo, el corazón, dijo: "Mira este corazón que tanto ha amado a los hombres y a cambio no recibe de ellos más que ultrajes y desprecio. Tú, al menos ámame". Esta revelación sucedió en la segunda mitad del siglo diecisiete.

Hoy en día, tenemos que preguntarnos: ¿es popular entre los jóvenes esta devoción? ¿La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es de interés palpitante para nuestro tiempo actual? 

Cuando hablamos del Corazón de Jesús, importa menos el órgano que su significado. Y sabemos que el corazón es símbolo del amor, del afecto, del cariño. Y el corazón de Jesús significa amor en su máximo grado; significa amor hecho obras; significa impulso generoso a la donación de sí mismo hasta la muerte.

Cuando Cristo mostró su propio corazón, no hizo más que llamar nuestra atención distraída sobre lo que el cristianismo tiene de más profundo y original; el amor de Dios. También durante este mes nos llama nuevemente a nosotros: ¡Mirad cómo os he amado! ¡Sólo os pido una cosa: que correspondáis a mi amor!

Nuestra respuesta del amor, en general, no es muy adecuada a su llamada. Porque sufrimos una grave y crónica afección cardíaca, que parece propia de nuestro tiempo: está disminuyendo e incluso muriendo el amor; el corazón se enfría y ya no es capaz de amar ni de sentirse amado.
Es una característica de los últimos tiempos - como nos indica la Santa Escritura - de que se "enfriará la caridad de muchos" (Mt 24,12).

¿Quién de nosotros no sufre bajo esta enfermedad del tiempo actual? ¿Quién de nosotros no sufre bajo esta falta de amor desinteresado hacia Dios y hacia los demás? ¿Quién de nosotros no se siente cautivo de su propio egoísmo, el cual es el enemigo mortal de cada amor auténtico? ¿Y quién de nosotros no experimenta, día a día, que no es amado verdaderamente por los que lo rodean?

Cuántas veces nuestro amor es fragmentario, defectuoso, impersonal, porque no encierra la personalidad total del otro. Amamos algo en el otro, tal vez un rasgo característico, tal vez un atributo exterior (- su lindo rostro, su peinado, sus movimientos graciosos -) pero no amamos la persona como tal, con todas sus propiedades, con todas sus riquezas y también con todas sus fragilidades. 

Tampoco amamos a Dios tal como Él lo espera: "con todo nuestro corazón. Con toda nuestra alma. Con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas" (Mc 12,30).

He aquí, pues, el sentido y la actualidad de nuestra devoción al Sagrado Corazón de Jesús. A este tan enfermo corazón moderno contraponemos el corazón de Jesús, movido de un amor palpable y desbordante. Y le pedimos que una nuestro corazón con el suyo, que lo asemeje al suyo. Le pedimos un intercambio, un transplante de nuestro pobre corazón, reemplazándolo por el suyo, lleno de riqueza. 

¡Que tome de nosotros ese egoísmo tan penetrante, que reseca nuestro corazón y deja inútil e infecunda nuestra vida! ¡Que encienda en nuestro corazón el fuego del amor, que hace auténtica y grande nuestra existencia humana! 

Debiéramos juntarnos también con la Santísima Virgen María. Ella tiene tan grande el corazón que puede ser Madre de toda la humanidad. ¡Que, con cariñoso corazón maternal, ella nos conduzca en nuestros esfuerzos hacia un amor de verdad, sin egoísmo y sin límites! 

¡Qué así sea! 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Autor: Padre Nicolás Schwizer

domingo, 22 de junio de 2014

La fortaleza de los padres


Lo que necesitan los hijos es padres que sean capaces de tener la fortaleza suficiente para hacer para formarlos como personas

A lo largo de estos años que llevo dedicada a la educación tanto como madre como profesionalmente, cada día me sorprende más el miedo que tenemos los padres a ser valientes con nuestros hijos.

Muchos de los problemas de los hijos de hoy en día, son el resultado de actuar condescendientemente. Todos sabemos que para ser buenos padres se necesitan muchas cosas pero seguramente la más importante es ser valientes. Tener la fortaleza necesaria para hacer lo que más les conviene a los hijos por duro que sea, es un reto en los padres de hoy.

Lo que necesitan los hijos no son padres que vivan dedicados a darles de todo, sino padres que sean capaces de tener la fortaleza suficiente para hacer lo que sea preciso para formarlos como personas por doloroso y costoso que a veces nos pueda resultar.

El compromiso de ser padres nos lleva a diario a enfrentarnos a situaciones que requieren mucha valentía para no tomar el camino fácil. Los padres condescendientes se miden muchas veces por lo que gastan en sus hijos; los padres valientes se miden por lo que gana su familia con su trabajo. Los padres condescendientes hacen todo lo posible por resolverles todos los problemas a sus hijos; los padres valientes dan a sus hijos las herramientas necesarias para enfrentarse a los problemas y superarlos.
Pero para lo que se necesita más valentía en mi experiencia personal es para saber no decirles a los hijos a todo "SI" cuando en el fondo sabemos que deberíamos decirles "NO". No podemos creernos nuestros propios engaños y convencernos de que todo lo hacemos por su bien cuando en realidad lo hacemos por el nuestro, por no sufrir o por comodidad.
Es urgente dar una respuesta veraz como padres para no dejarnos arrastrar por lo fácil y parapetarnos en un cariño o una bondad mal interpretada. 

Autor: Virginia Uribe | Fuente: http://sontushijos.org 

sábado, 21 de junio de 2014

Con María, en busca del Sagrado Corazón de Jesús


Amar el Corazón de Cristo es tratar de imitarle, en todo, en cada momento, tratar de comprender, cuánto te ama.

María Santísima, el proximo viernes celebramos la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, quisiera prepararme bien para ella... pero... ¿Cómo prepararme para aquello que aún no comprendo bien?. Sí, asistiré a misa, dejaré mis peticiones y agradecimientos en el Corazón de tu Hijo. ¿Puedes ayudarme a comprender lo que realmente significa amar el Corazón de Jesús?. 

Puedo sentir que me miras desde tu imagen, puedo y quiero leer en tus ojos la respuesta.... 

- ¿Por qué no se lo preguntas a Jesús mismo?... vamos, atrévete... Él está muy ansioso por hacerte comprender. 

- Señora mía... es que... no me atrevo, soy tan pecadora, tengo tanto de que arrepentirme. 

- Vengan a mí todos los que estén cansados, que yo los aliviaré. 

Y las palabras de tu Hijo resuenan en mi corazón. 

- ¿Has comprendido, hija mía? Jesús te espera desde siempre, no debes rendir examen para acercarte a Él, solo ámale, camina hacia Él con toda tu carga y deposítala a sus pies. Él hará el resto. 

Siento que somos tres conversando, que Jesús me vuele a repetir... 

- "... Aprende de mí, que soy paciente y humilde de corazón..." (Mt. 11,29). 

- ¿Ves hija, cómo te va mostrando el camino? Amar el Corazón de Cristo es tratar de imitarle, en todo, en cada momento, tratar de comprender, dentro de lo que puedas, cuánto, cuánto, cuánto te ama. 

- Señora...imitarle... sí, pero es que, no sé como se hace eso en mi día a día... 

- Pues... paso a paso, en cada decisión que tomes piensa: "¿Le será agradable a Jesús?". Cuando hables con las personas piensa: "¿Si fuese Jesús quien está escondido tras ese rostro?". Sobre todo cuando te enojes con alguien o cuando tu orgullo herido reclame a gritos una reparación, piensa: "¿Jesús verá con buenos ojos mi reacción?" Si ya hablaste por tu vanidad herida, medita: "¿Me alcanzarán estos argumentos ante Cristo?". Hija querida, no hacen falta, para imitar a Cristo, grandes y titánicas obras. No pretendas abrir tú sola las aguas del mar... no, pequeña, sólo trata de actuar en cada momento como Él espera que lo hagas. No por presión, no como un amo severo que se la pasa controlándote para , al menor descuido, volcar su ira sobre ti. Nada más lejos de eso. Míralo como un compañero de viaje que te indica la ruta más segura. Como un maestro que te enseña el camino. Como un padre que no quiere que te lastimes. Cada palabra, cada consejo, nacido del profundo amor de su Sagrado Corazón, es para que tú no te pierdas. 

- Voy entendiendo...poco a poco, voy entendiendo. 

- ¿Recuerdas cuando un leproso se le acercó?, suplicándole de rodillas: "Si quieres puedes curarme... a Él se le conmovió el Corazón" (Mc. 1,41). Así pasa contigo. Pero analiza bien este hecho, el leproso "se le acercó" o sea, caminó hacia Jesús, recorrió la distancia que lo separaba de Él, con todo lo que significaba esa decisión. Luego le dijo "si quieres... puedes..." o sea, reconoció que Cristo podía hacer lo que Él le pedía, mas nada le exigía, sólo aceptaba su voluntad. Es entonces cuando a Jesús "se le conmovió el Corazón". ¿Comprendes, hija?. Conmover el corazón de Cristo no es difícil sólo debes: acercarte a Él, pedirle, confiar y por último, aceptar su voluntad. 

- Señora mía, me hablas con tu corazón, le hablas al mío. ¿Quién soy yo para que te dignes explicarme tanto?. 

- Eres mi hija ¿Lo has olvidado? Una y mil veces te hablaría hasta que encontraras el camino y la paz. 

- "Si alguno tiene sed, venga a mí y beba, si cree en mí. Pues como dice la Escritura: brotarán de su Corazón ríos de agua viva" (Jn. 7,37-39). 

- ¿Escucha tu alma las promesas de mi Hijo?. 

Claro que mi alma las escucha. Poco a poco voy comprendiendo que no existe mejor lugar para el alma, que el Corazón de Cristo. Es un sitio lleno de amor, de paz, de profunda serenidad, tiene la calma de todos los atardeceres, el perfume de todas las flores, el canto de todos los pájaros, y el amor más grande, más profundo, más exquisito que hubiera existido jamás. 

- Los apóstoles ya habían descubierto el inmenso tesoro del Corazón del Mesías. San Agustín lo notó, por eso dijo: "San Juan, en la Cena, se reclinó en el pecho del Señor para significar así que bebía de su Corazón los más profundos secretos..." Para que entiendas más aún, te contaré lo que es para mí ese Corazón amado... cuyos primeros latidos imaginaba al colocar mi mano temblorosa sobre mi vientre, en aquellos días de Nazaret..., después, en Belén, cuando José puso su pequeño cuerpecito entre mis brazos, sentí ese suave y acompasado latido. A medida que iba creciendo, fui aprendiendo el lenguaje de ese corazón, en cada palabra, en cada gesto, en cada mirada, ERA Y ES un corazón rebosante de amor y misericordia... El día que lo comprendas desde el fondo de tu alma, ya nunca estarás sola. 



Me besas la frente y te vas. Lentamente, te mezclas entre la gente... tus palabras quedan en mi alma... esperando...esperando...esperando... sigo orando para que yo sepa ver, poco a poco, cuán bello es el sitio que me tienes reservado en tu SAGRADO CORAZÓN. 


¡Oh Corazón de Jesús! 
Pongo toda mi confianza en Ti.
De mi debilidad todo lo temo,
pero todo lo espero de tu bondad.
A tu Corazón confío... (petición).
¡Jesús mío!, yo cuento contigo, 
me fío de Ti, descanso en Ti.
¡Estoy seguro en tu Corazón!



NOTA DE LA AUTORA "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna."

Autor: María Susana Ratero

viernes, 20 de junio de 2014

El Cuerpo y la Sangre de Jesús Resucitado.

Qué mejor que prepararnos para la Fiesta de Corpus Christi con algunos pensamientos del Papa Emérto Benedicto XVI



Qué mejor que prepararnos para la Fiesta de Corpus Christi con algunos pensamientos de SS Benedicto XVI, el papa teólogo:

CORPUS CHRISTI: EL SEÑOR ESTE PRESENTE EN NUESTRA VIDA

El Papa afirma que en esta fiesta, la Iglesia revive el misterio del Jueves Santo a la luz de la Resurrección. También en el Jueves Santo hay una procesión eucarística, con la que la Iglesia repite el éxodo de Jesús del Cenáculo al Monte de los Olivos. (...)

Jesús entrega realmente su cuerpo y su sangre. Atravesando el umbral de la muerte, se convierte en Pan vivo, auténtico maná, alimento inagotable por todos los siglos.

La carne se convierte en "pan de vida". En la fiesta del Corpus Christi -continúa el Papa-, reanudamos esta procesión, pero con la alegría de la Resurrección. El Señor ha resucitado y nos precede. (...) Jesús nos precede ante el Padre, sube a la altura de Dios y nos invita a seguirle. 
(...) La verdadera meta de nuestro camino es la comunión con Dios.

El Papa señala que en el sacramento de la Eucaristía el Señor se encuentra siempre en camino hacia el mundo. Este aspecto universal de la presencia eucarística está presente en la procesión de nuestra fiesta. Llevamos a Cristo, presente en la figura del pan, por las calles de nuestra ciudad. Encomendamos estas calles, estas casas, nuestra vida cotidiana, a su bondad. 
¡Que nuestras calles sean calles de Jesús!
¡Que nuestras casas sean casas para él y con él!
Que en nuestra vida de cada día penetre su presencia.
Con este gesto, ponemos ante sus ojos los sufrimientos de los enfermos, la soledad de los jóvenes y de los ancianos, las tentaciones, los miedos, toda nuestra vida.
La procesión quiere ser una bendición grande y pública para nuestra ciudad: Cristo es, en persona, la bendición divina para el mundo. 
¡Que el rayo de su bendición se extienda sobre todos nosotros!".

Refiriéndose al mandato de Cristo: "Tomad y comed... Bebed todos de él", el Papa subraya que no se puede "comer" al Resucitado, presente en la forma del pan, como un simple trozo de pan. Comer este pan es comulgar, es entrar en comunión con la persona del Señor vivo.

Esta comunión, este acto de "comer", es realmente un encuentro entre dos personas, es un dejarse penetrar por la vida de Aquel que es el Señor, de Aquel que es mi Creador y Redentor.
El objetivo de esta comunión es la asimilación de mi vida con la suya, mi transformación y configuración con quien es Amor vivo. Por ello, esta comunión implica la adoración, implica la voluntad de seguir a Cristo, de seguir a quien nos precede. Adoración y procesión forman parte, por tanto, de un único gesto de comunión; responden a su mandato: 

"Tomad y comed".

El Papa concluye poniendo de relieve que "nuestra procesión acaba ante la basílica de Santa María la Mayor, en el encuentro con la Virgen, llamada por el querido Papa San Juan Pablo II "mujer eucarística". María, la Madre del Señor, nos enseña realmente lo que es entrar en comunión con Cristo. (...) Pidámosle que nos ayude a abrir cada vez más todo nuestro ser a la presencia de Cristo; que nos ayude a seguirle fielmente, día tras día, por los caminos de nuestra vida. ¡Amén!".

LA HOSTIA CONSAGRADA ES REALMENTE EL PAN DEL CIELO

En otra circunstancia relativa al Corpus, el Papa Benedicto afirma que la Hostia consagrada es "el alimento de los pobres" y "fruto de la tierra y del trabajo del hombre". Sin embargo, "el pan no es simplemente y solo un producto nuestro, algo hecho por nosotros; es fruto de la tierra y por tanto, un don. (...) Presupone la sinergia de las fuerzas de la tierra y de los dones del cielo, es decir, del sol y de la lluvia".
"En un período en que se habla de la desertificación y oímos denunciar cada vez más el peligro de que hombres y bestias mueran de sed en las regiones que no tienen agua, nos damos cuenta de la grandeza del don del agua y de que somos incapaces de conseguirla por nosotros mismos. 

Entonces, mirando desde más cerca este pequeño trozo de Hostia blanca, este pan de los pobres, es como una síntesis de la creación". El Papa pone de relieve que "cuando al adorar miramos la Hostia consagrada, nos habla el signo de la creación. Entonces encontramos la grandeza de su don; pero también encontramos la Pasión, la Cruz de Jesús y su resurrección".
"En la fiesta del Corpus Christi vemos sobre todo el signo del pan, que nos recuerda también la peregrinación de Israel durante los cuarenta años en el desierto.

La Hostia es nuestro maná, con el que el Señor nos nutre; es realmente el pan del cielo, mediante el que se dona a sí mismo. 
En la procesión seguimos este signo y así le seguimos a El mismo.

El Papa Benedicto XVI pide al Señor: 

¡Guíanos por los caminos de nuestra historia! 
¡Muestra a la Iglesia y a sus pastores siempre de nuevo el justo camino! 
¡Mira a la humanidad que sufre, que vaga insegura entre tantos interrogantes; mira el hambre físico y psíquico que la tormenta! 
¡Da a los seres humanos pan para el cuerpo y para el alma! 
¡Dales trabajo, dales luz, dales Tú mismo! 
¡Purifícanos y santifícanos!.
Haznos comprender que sólo mediante la participación en tu Pasión, mediante el "sí" a la cruz, a la renuncia, a las purificaciones que nos impones, nuestra vida puede madurar y alcanzar su verdadero cumplimiento. 
¡Reúnenos de todos los confines de la tierra! ¡Une a tu Iglesia, une a la humanidad lacerada! 
¡Danos tu salvación!.

Autor: Gustavo Daniel D´Apice 
Adaptación de Gustavo Daniel D´Apice
Profesor Universitario de Teología
Pontificia Universidad Católica

jueves, 19 de junio de 2014

¡Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre!


Señor... ¡haznos dóciles siempre a tu amor pero especialmente en este hermosísimo día de Corpus Christi! 

Una vez más ante ti, Señor. 

Hoy es un día grande para ti, para nosotros, para tu Iglesia. Es la solemnidad donde se exalta y glorifica la presencia de tu Cuerpo, tu Sangre y tu Divinidad en el Sacramento de la Eucaristía.

¡HOY ES CORPUS CHRISTI !

Tu Cuerpo, tu Sangre.... y tu Divinidad. ¿Qué te podemos decir, Señor? Tan solo caer de rodillas y decirte: - ¡Creo en ti, Señor, pero aumenta mi fe!

Tu lo sabes todo, mi Dios, mi Jesús, y sabías cuando te quedaste en el pan y vino, - aparentemente tan solo de pan y vino -, con el único deseo de ser nuestro alimento, que aunque no te corresponderíamos como tu Corazón desea, no te importó y ahí te quedaste para ser nuestro refugio, nuestra fuerza para nuestras penas y dolores, para ser consuelo, para ser el cirineo que nos ayuda a cargar con la cruz de nuestro diario vivir, a veces demasiado pesada y dolorosa, que nos puede hacer desfallecer sin tu no estás.... y también para bendecirte en los momentos de alegría, para buscar que participes en los momentos en que nuestro corazón está feliz.... ¡ahí estás Tu!...¡ Bendito y alabado seas!

Solo a un Dios locamente enamorado de sus criaturas se le podía ocurrir semejante ofrenda... por que no sabemos corresponder a ese amor, no, Jesús, no te acompañamos en la soledad de tus Sagrarios, no pensamos en tu gran amor .... somos indiferentes, egoístas, muchas veces solo nos acordamos de ti cuando te necesitamos porque las cosas no van, ni están, como nosotros queremos...

Señor... ¡haznos dóciles siempre a tu amor pero especialmente en este hermosísimo día de Corpus Christi!



¡Señor Jesucristo! 

¡Gracias porque te nos diste de modo tan admirable, y porque te quedaste entre nosotros de manera tan amorosa! 

Danos a todos una fe viva en el Sacramento del amor. Que la Misa dominical sea el centro de nuestra semana cristiana, la Comunión nos sacie el hambre que tenemos de ti, y el Sagrario se convierta en el remanso tranquilo donde nuestras almas encuentren la paz... (P. García)

Autor: Ma Esther De Ariño

miércoles, 18 de junio de 2014

Corpus Christi ... ¿Entiendes lo que ésto significa?

La Eucaristía es el sacramento por excelencia de la Iglesia, porque brotó del amor redentor de Jesucristo.


Hay, en Tierra Santa, un pueblecito llamado Tabga. Está situado junto a la ribera del lago Tiberíades, en el corazón de la Galilea. Y se halla a los pies del monte de las Bienaventuranzas. La Galilea es una región de una gran belleza natural, con sus verdes colinas, el lago de azul intenso y una fértil vegetación. Este rincón, que es como la puerta de entrada a Cafarnaúm, goza todo el año de un entorno exuberante. Es, precisamente en esta aldea, donde la tradición ubica el hecho histórico de la multiplicación de los panes realizada por Jesús.

Ya desde el siglo IV los cristianos construyeron aquí una iglesia y un santuario, y aun hoy en día se pueden contemplar diversos elementos de esa primera basílica y varios mosaicos que representan la multiplicación de los panes y de los peces. 

Pero hay en la Escritura un dato interesante. Además de los relatos de la Pasión, éste es el único milagro que nos refieren unánimemente los cuatro evangelistas, y esto nos habla de la gran importancia que atribuyeron desde el inicio a este hecho. Más aún, Mateo y Marcos nos hablan incluso de dos multiplicaciones de los panes. Y los cuatro se esmeran en relatarnos los gestos empleados por Jesús en aquella ocasión: "Tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos -dio gracias, nos dice san Juan-, los partió y se los dio a los discípulos para que se los repartieran a la gente".

Seguramente, los apóstoles descubrieron en estos gestos un acto simbólico y litúrgico de profunda significación teológica. Esto no lo adviertieron, por supuesto, en esos momentos, sino a la luz de la Última Cena y de la experiencia post-pascual, cuando el Señor resucitado, apareciéndose a sus discípulos, vuelve a repetir esos gestos como memorial de su Pasión, de su muerte y resurrección. Y, por tanto, también como el sacramento supremo de nuestra redención y de la vida de la Iglesia.

Año tras año, el Papa Juan Pablo II escribió una carta pastoral dirigida a todos los sacerdotes del mundo con ocasión del Jueves Santo, día del sacerdocio y de la Eucaristía por antonomasia. 

En la Encíclica Ecclesia de Eucharistia nos dice que "La Iglesia vive de la Eucaristía". Así iniciaba el Papa su meditación. "Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia". Y a continuación tratará de hacernos comprender, valorar y vivir esta afirmación inicial.

En efecto, la Eucaristía es el sacramento por excelencia de la Iglesia -y, por tanto, de cada uno de los bautizados- porque brotó del amor redentor de Jesucristo, la instituyó como sacramento y memorial de su Alianza con los hombres; alianza que es una auténtica redención, liberación de los pecados de cada uno de nosotros para darnos vida eterna, y que llevó a cabo con su santa Pasión y muerte en el Calvario. La sangre y el agua que brotaron del costado traspasado de Cristo sobre la cruz nos hablan de este mismo misterio.

El Sacrificio eucarístico es -recuerda el Papa, tomando las palabras del Vaticano II- "fuente y culmen de toda la vida cristiana". Cristo en persona es nuestra Pascua, convertido en Pan de Vida, que da la vida eterna a los hombres por medio del Espíritu Santo.

Juan Pablo II nos confiesó que, durante el Gran Jubileo del año 2000, tuvo la grandísima dicha de poder celebrar la Eucaristía en el Cenáculo de Jerusalén, en el mismísimo lugar donde la tradición nos dice que fue realizada por Jesucristo mismo la primera vez en la historia. Y varias veces trajó el Papa a la memoria este momento de gracia tan singular. El Papa sí valoró profundamente lo que es la Eucaristía. En el Cenáculo -nos recuerda el Santo Padre- "Cristo tomó en sus manos el pan, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros" (Eccl. de Euch., nn. 1-2). 

Estos gestos y palabras consacratorias son las mismas que empleó Jesús durante su vida pública, en el milagro de la multiplicación de los panes. Si Cristo tiene un poder absoluto sobre el pan y su naturaleza, entonces también podía convertir el pan en su propio Cuerpo, y el vino en su Sangre. 

Y decimos que la Eucaristía es el "memorial" de nuestra redención porque -con palabras del mismo Santo Padre- "el acontecimiento de la pasión y muerte del Señor. No sólo lo evoca, sino que lo hace sacramentalmente presente. Es el sacrificio de la Cruz que se perpetúa por los siglos". Esto, precisamente, significa la palabra "memorial". No es un simple recuerdo histórico, sino un recuerdo que se actualiza, se repite y se hace realmente presente en el momento mismo de su celebración.

Por eso -continuó el Papa- la Eucaristía es "el don por excelencia, porque es el don de sí mismo (de Jesucristo), de su persona en su santa humanidad y, además, de su obra de salvación. 

Ésta no queda relegada al pasado, pues todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos... Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de su Señor, se hace realmente presente este acontecimiento central de salvación y se realiza la obra de nuestra redención" (Eccl. de Euch., n. 11). 

Ojalá, pues, que en esta fiesta del Corpus Christi que celebraremos, todos valoremos un poco más la grandeza y sublimidad de este augusto sacramento que nos ha dejado nuestro Señor Jesucristo, la Eucaristía, el maravilloso don de su Cuerpo y de su Sangre preciosa para nuestra redención: "Éste es mi Cuerpo. Ésta es mi Sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por muchos, para el perdón de los pecados. Haced esto en memoria mía".

Que a partir de hoy vivamos con una fe mucho más profunda e intensa, y con mayor conciencia, amor y veneración cada Eucaristía, cada Santa Misa: ¡Gracias mil, Señor, por este maravilloso regalo de tu amor hacia mí!

Autor: P . Sergio A. Córdova

martes, 17 de junio de 2014

MENSAJE DE UNA MADRE

Mi gran amigo de la infancia Bernandino Suarez, me envía esta fotografía para que lo publique en mi blog.
Cosa que hago muy gustosamente no sin antes agradecerle el habérmela enviado.
Gracias Bernardino y recibe un gran abrazo.

Manolo.


El Papa invita a ser parte de una Iglesia que sea madre y que sepa dar ternura

El santo padre Francisco, obispo de Roma, abrió este lunes por la tarde en el Vaticano, un congreso con el que se concluye el año pastoral de la diócesis, y que tiene por tema 'Un pueblo que genera a sus hijos. Comunidad y familia en las grandes etapas de la iniciación cristiana'.

En el aula Pablo VI repleta de fieles que le recibieron y siguieron con tanto entusiasmo, el papa Francisco escuchó algunos planteamientos sobre de la Iglesia de hoy. En particular la dificultad de llegar a los adolescentes respecto a la facilidad de catequizar a los niños.
“Nuestros niños sufren de orfandad. Necesitan ideales que les calienten el corazón -dijo el Santo Padre- porque esta es la sociedad de los huérfanos, sin memoria de familia, porque los abuelos son alejados a las casas de reposo. Sin el afecto diario, o con un afecto rápido, porque papá está cansado, y la mamá va a dormir, y ellos se quedan huérfanos de gratuidad, huéfanos de un papá y una mamá que sepan perder el tiempo para jugar con los hijos”.
Invitó por lo tanto a reavivar “el sentido de gratuidad, en la familia, en la parroquia, en el colegio”, porque “si no tenemos ese sentido de la gratuidad nos será muy difícil entender lo que es la gracia de Dios, esa gracia que no se vende ni se compra”.
Y el Santo Padre recordó que “Jesús nos dio una gran promesa: No les dejaré huérfanos”. E invitó a decirle a los jóvenes “tú no estás huérfano porque tenemos a Jesús”. El Papa lamentó que la sociedad considere a los jóvenes como descarte. “Piensen qué significa que 75 millones de jóvenes europeos de menos de 25 años no tengan trabajo” dijo.
“Somos un pueblo -dijo Francisco- que quiere hacer crecer a sus hijos con la certeza de tener una familia, un padre y una madre”. Recordó que Pablo VI indicaba que la sociedad tecnológica entretiene a la persona, con tantas comodidades y cosas lindas, ¿pero la alegría donde está? Y precisó que esas cosas “después se vuelven ídolos”.
El papa Francisco también invitó a la conversión pastoral misionera. “Un camino que es necesario hacer y tenemos la gracia para poder hacerlo”, aunque reconoció que “la conversión no es fácil, signifca cambiar de vida, de método, es cambiar el alma”. Si bien ese “camino de conversión” será el que “nos dará la identidad de un pueblo que sabe general hijos, no un pueblo estéril” porque “si como Iglesia no sabemos generar hijos hay algo que no funciona”. Y reiteró que necesitamos la maternalidad de la Iglesia, porque si la Iglesia no es fecunda se vuelve una solterona. La identidad es evangelizar, o sea hacer hijos”.
Advirtió entretanto, que no es cuestión de ir a tocar timbres, de ir a hacer prosélitos, a llenar una ficha y decir: 'un socio más'. Y citando a Benedicto XVI recordó que “la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción”.
El Santo Padre reconoció entretanto que “la Madre Iglesia ha envejecido un poco, tenemos que rejuvenecerla, pero no llevándola al médico que pone cosméticos. La Iglesia se vuelve más joven cuando es capaz de dar más hijos. La Iglesia tiene nuestro amor de hijos, estar en la Iglesia es estar en casa, en la casa de mamá”
Pidió por ello “recuperar la memoria de la iglesia que es pueblo de Dios. Hoy nos falta el sentido de la historia, tenemos miedo del tiempo, ningún recorrido, vivimos en el reino del presente”. Esto también en la comunicación, con un leguaje más reducido y veloz “porque somos esclavos de la coyuntura” dijo.
Invitó a los presentes a ser acogedores en las iglesias y a tener ternura porque “una madre es tierna, saber acariciar” y recordó en cambio que existen quienes cierran las puertas, “y esa gente no se siente en casa de mamá”, porque las secretarias de las parroquias deben “abrir la puerta a la casa de la Madre”.
Reconoció que “los sacerdotes, párrocos y vice párrocos tienen mucho trabajo, lo entiendo pero un párroco impaciente no hace bien”. Como uno que pedía que pagaran para dar los sacramentos. “Esto no es acoger, es cerrar la puerta” dijo.
De manera que “cuando la gente llega a la parroquia, sea recibida con corazón grande”. O sea “Tener el corazón de Jesús que viendo la multitud sintió compasión. Me gusta soñar con una Iglesia que viva la compasión de Jesús”.
Otra cosa que el Santo Padre le ha pedido a los presentes es la capacidad “de anunciar el Evangelio con nuevas modalidades. Donde la puerta esté siempre abierta”. Donde se dé el testimonio de fe, “que se respire un aire de fe, porque se cree en el Señor Jesús”.
Y añadió que “es más fácil ejercer de obispo que de párroco, porque nosotros obispos tenemos siempre la posibilidad de tomar distancia y defendernos detrás del 'su excelencia'. En cambio el párroco tiene que escuchar los problemas de la familia, o cuando vienen a conversar.. etc.”

Y concluyó recordando que si la Iglesia italiana es tan fuerte, es gracias a los párrocos. Gracias a ustedes, a estos párrocos que dormían con el teléfono en la mesa de luz y se levantaban a cualquier hora para ir a visitar a un enfermo. Para que nadie se muriera sin los sacramentos”.

lunes, 16 de junio de 2014

En Sta. Marta: Cuando Dios nos da una misión, nos prepara para ella

Francisco en la homilía de Santa Marta ha recordado este viernes que cuando el Señor quiere confiarnos una misión, "nos prepara" para hacerla "bien". Y nuestra respuesta debe basarse en la oración y la fidelidad.

Un día se puede ser un valiente adversario de la idolatría al servicio de Dios y al día siguiente deprimirse a tal punto de querer morir porque alguno, durante nuestra misión, nos ha asustado. Así, ha explicado el Santo Padre, que para equilibrar estos dos extremos de la fuerza y de la fragilidad humana está y estará siempre Dios, siempre que se permanezca fiel a Él.

El Papa ha tomado la historia del profeta Elías como modelo de la experiencia de cada persona de fe. El pasaje litúrgico del día muestra a Elías en el Monte Oreb que recibe la invitación a salir de la caverna donde se encontraba y a presentarse a la presencia de Dios. Se materializa un fuerte viento, un terremoto y un fuego, pero en ninguno de ellos Dios se manifiesta. Después llega un soplo delicado de brisa y es aquí que Elías reconoce que "el Señor pasaba", ha indicado el Papa.

Y prosigue: "el Señor no estaba en el viento, en el terremoto, en el fuego, sino que estaba en ese susurro de una brisa ligera, en la paz o, como dice el original con una expresión bellísima: 'El Señor estaba en un hilo de silencio sonoro'. Parece una contradicción: estaba en ese hilo de silencio sonoro. Elías sabe discernir donde está el Señor, y el Señor lo prepara con el don del discernimiento. Y después, da la misión".

La misión que Dios confía a Elías es la de ungir al nuevo rey de Israel y al nuevo profeta llamado a sustituir al mismo Elías. El Pontífice ha llamado la atención de forma particular sobre la delicadeza y el sentido de paternidad con la que esta tarea es confiada a un hombre que, capaz de fuerza y celo en un momento, ahora parece solo un derrotado. "El Señor prepara el alma, prepara el corazón y lo prepara en la prueba, lo prepara en la obediencia, lo prepara en la perseverancia", ha indicado.

A continuación el Santo Padre ha observado que "el Señor, cuando quiere darnos una misión, quiere darnos un trabajo, nos prepara. Nos prepara para hacerlo bien, como ha preparado a Elías. Y lo más importante de esto no es que Elías haya encontrado al Señor. La importancia es todo el recorrido para llegar a la misión que el Señor confía. Y esta es la diferencia entre la misión apostólica que el Señor nos da y una tarea: ¡Ah, tú debes hacer esta tarea, debes hacer esto...', una tarea humana, honesta, buena... Cuando el Señor da una misión, siempre nos hace entrar en un proceso, un proceso de purificación, un proceso de discernimiento, un proceso de obediencia, un proceso de oración".

De este modo, el papa Francisco ha añadido que "la fidelidad a este proceso" es la de "dejarse conducir por el Señor". Y en el caso de Elías, con la ayuda de Dios supera el miedo desatado en él por la reina Jezabel, que le había amenazado con matarlo.

Así, el Pontífice ha concluido indicando que "esta reina era una reina mala y amenazaba a sus enemigos. Y él tiene miedo. Pero el Señor es más poderoso. Pero lo hace sentir como si él, el grande y bueno, también necesita la ayuda del Señor y de la preparación para la misión. Veamos esto: él camina, obedece, sufre, discierne, reza, encuentra al Señor". Finalmente Francisco ha deseado que "el Señor nos de la gracia para que nos dejemos preparar todos los días el camino de nuestra vida, para que podamos testimoniar la salvación de Jesús".