"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

lunes, 7 de mayo de 2012

Podemos cambiar, ¿hacia dónde?

Un cambio será bueno si nos lleva a romper con el egoísmo y será nefasto si nos aparta del buen camino y nos introduce en el mundo del mal.

La libertad abre espacios hacia el futuro. Desde ella, podemos cambiar el orden en el escritorio y el color de las cortinas, el tipo de pasta de dientes y el programa de la computadora, la novela y la música que nos acompañarán durante el día.

Cada ser humano está abierto a un número casi infinito de horizontes. A veces siente angustia al ver ante sí tantas posibilidades. Tiene miedo a escoger mal, a equivocarse de nuevo, a dañar a otros, a ser herido por las elecciones de los cercanos o de los lejanos.

El mundo aparece, así, sumamente indeterminado. Uno escoge vivir al día y luego llora por su falta de previsión. Otro empieza a comprar un piso con un préstamo y en dos años anda ahogado porque no puede pagar las deudas. Unos esposos posponen la llegada del primer hijo y cuando lo desean la edad les impide conseguirlo.

También hay opciones que rompen con males del pasado y que inician caminos de esperanza. Un joven deja la cocaína y empieza a asumir sus responsabilidades como profesionista. Un esposo deja de coquetear con otras mujeres y empieza a reconquistar el corazón de su esposa. Un anciano decide apagar la televisión y se ofrece para ayudar a la parroquia.

La libertad permite horizontes inmensos para el cambio. Surge entonces la pregunta clave: ¿hacia dónde cambiar? La mente y el corazón trabajan juntos a la hora de buscar respuestas.

Un cambio será bueno si nos lleva a romper con el egoísmo y con cualquier forma de pecado. Un cambio será nefasto si nos aparta del buen camino y nos introduce en el mundo del mal.

El cambio bueno nos hace acoger la invitación que llega de la gran noticia de la Pascua: "Arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus santos profetas" (Hch 3,19-21).

Todos podemos cambiar para mejor. Desde la ayuda de Dios y de tantos corazones buenos, abriremos los ojos del alma para mirar la meta definitiva, la Patria verdadera. Hacia ella orientaremos nuestros actos. Dejaremos de pisar terrenos movedizos y engañosos para avanzar, seguros, por el camino que lleva a la Vida.
Autor: P. Fernando Pascual LC.

domingo, 6 de mayo de 2012

GRACIAS MADRE




GRACIAS MADRE

Quiero ir a Jerusalén

Quiero ir precisamente por los motivos que antes me hacían mantenerme lejos de la Ciudad Santa.

Los parroquianos le habían escuchado muchas veces decir que no deseaba ir a Jerusalén. Y no comprendían las razones del padre abad.

Un buen día, el padre abad cambió de parecer. Se dio cuenta de que había ordenado sus pensamientos de un modo nuevo, y que entonces la idea de ir a Jerusalén era no sólo interesante, sino incluso maravillosa y buena.

Preparó una nota para el boletín parroquial y la publicó la siguiente semana:

"Queridos parroquianos. Muchos de ustedes me han oído decir que no deseaba ir a Jerusalén. Incluso cuando se organizó, hace tres años, una peregrinación a Tierra Santa, me negué a participar.

Después de haberlo pensado y, sobre todo, después de haberlo meditado ante el Señor, ahora sí quiero ir a Jerusalén.

Quiero ir a Jerusalén precisamente por los motivos que antes me hacían mantenerme lejos de la Ciudad Santa.

Porque en Jerusalén, hoy como hace 20 siglos, encontraré personas que aman a Jesús, y personas que lo odian. Porque veré entre sus calles y sus muros a mercaderes que buscan hacer negocio de las cosas de Dios, y a hombres y mujeres que pretenden sólo ayudar a sus hermanos. Porque percibiré con pena divisiones y odios que separan a los seres humanos que viven en ese pequeño rincón del planeta, y gestos de perdón que permiten avanzar hacia la paz y la justicia.

Quiero ir a Jerusalén para tocar, como el Maestro, la grandeza y la miseria del corazón humano. Porque yo mismo le he aplaudido, como el Domingo de Ramos, para luego negarle miserablemente como Pedro horas antes de llegar al Calvario. Porque yo mismo me he preocupado más por la propia comodidad que por la justicia. Porque he vivido más para mí mismo que para mis hermanos.

Quiero ir a Jerusalén para seguir las huellas del Nazareno camino del fracaso. Porque no soy auténtico discípulo si no aprendo a morir a mí mismo. Porque no soy verdadero católico si no busco, en cada momento de mi vida, realizar la Voluntad del Padre.

Quiero ir a Jerusalén para entristecerme cuando alguien me insulte por ser cristiano, y para dejarme consolar cuando alguien tienda su mano hacia mí, por encima de las diferencias que nos separan.

Quiero aprender de nuevo, en esa ciudad que es un poco como el mundo entero, que las divisiones nacen del egoísmo y de la falta de apertura a Dios, y que la unión inicia cuando decimos, sencillamente, como un centurión junto a la Cruz del Nazareno: Verdaderamente éste era Hijo de Dios (Mt 27,54).

En pocas palabras, quiero ir a Jerusalén para recordar el inicio de mi amada Iglesia, entre las miserias de la cobardía humana y el valor que surge cuando acogemos, como María y los Apóstoles, el soplo incontenible del Espíritu".
Autor: P. Fernando Pascual LC.

sábado, 5 de mayo de 2012

RINCONES DE ENSUEÑO-EXTREMADURA.

GARGANTA BOHONAL, VALLE DEL JERTE, EXTREMADURA

EXTREMADURA - Paseo por la dehesa extremeña- Con música de Albayada

Torre de Miguel Sesmero "Extremadura"

RIBERA DEL FRESNO

Canto a mi EXTREMADURA

Cáceres. Folklore orgullo Extremeño