"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

jueves, 26 de abril de 2012

PROGRESISMO ABIERTO

            A primera vista, las dos palabras del título parecen tautológicas porque, a priori,  entendemos que todo progresismo es abierto. Indudablemente progreso es algo que avanza. Pero le pueden surgir al paso dos enemigos: su mal empleo o un etiquetado de  lo regresivo como adelanto.
            En febrero, mi amigo Pedro Ortiz entrevistaba para LP a mi también amigo Jesús Ballesteros, catedrático de Filosofía del Derecho de la UV. En el diálogo -que versaba sobre la crisis actual-, el profesor mostraba dos sucesos aparentemente distantes -el mayo francés y la ingeniería financiera- como partes causales importantes de nuestra crisis. ¿Qué tienen en común esos dos hechos tan distintos? Adelantemos que la creación de un ambiente en el que no se practica algo tan elemental como el "trata a los demás como quisieras que te traten a ti", justamente  su amoralidad.
            El Mayo francés de 1968, comenta Ballesteros, tuvo una lectura inicial muy positiva como la petición de mayor democracia y participación política y económica. Algo que tal vez sigue pendiente. Mas aquella rebelión hizo triunfar el goce, el todo está permitido, el principio del placer sobre el principio de realidad. Todo eso parece agravarse en estos últimos años por la fuerza de un pensamiento de fácil imposición porque, en la teoría y en la práctica, mueve a la ley del mínimo esfuerzo para el máximo deleite, al menos tal cual algunos entienden esa complacencia. "haz el amor y no la guerra", meta que parece bella, pero ese amor fenece siendo basura. Allí está el humus en el que crece el relativismo, un hedonismo calificado de extravagante (los hippies), el socavamiento de la ética del trabajo, la mirada hacia los demás como objetos...
            El otro evento reseñado en la entrevista parece de signo contrario porque se trata de la flotación del dólar, asunto procedente de la era Nixon, en el que sitúa de modo práctico la especulación pura y dura que padecemos. Afirma que  el inversor prestaba su dinero con vistas a la creación de riqueza, pero ahora lo importante es hacerse rico sin crear riqueza.
            Más recientemente, he asistido a una brillante conferencia del también profesor de Filosofía -en este caso del CEU- Higinio Marín. Estaba organizada por el IESE y casi todos los asistentes eran empresarios. Si entendí bien, su tesis básica sostuvo que se han creado la ciencia política y la económica, con el postulado de su autonomía respecto a cualquier ética. Ambas han venido fraguándose hace muchos años. Situaba el inicio de ese modo de asumir la ciencia política en "El Príncipe" de Maquiavelo, y poco después llegaba la economía sin ética. Todavía Maquiavelo no es puro pragmatismo porque habla de la importancia de la virtud, pero después de aceptar la política como algo basado en lo que, según él, son la naturaleza y las pasiones humanas: maldad, volubilidad, ingratitud, ambición y envidia.
            Como puede observarse, los extremos se tocan: el marxismo latente en el mayo de Francia -y una cierta forma de anarquismo: aquel "prohibido prohibir", que suena bien- y el liberalismo, o capitalismo extremo que, al estilo de Rousseau,   creyó al hombre tan bueno, que lo hizo peor. El cristianismo cree en el hombre -pero caído y redimido-; marxismo y liberalismo total creyeron sólo en el sistema. Y ambos han fracasado. Por otro lado, los dos hechos históricos citados tienen en común el telón de fondo de la política, una actitud y una ciencia que, sin ninguna referencia más alta, se transforma en un explosivo de potencia increíble. ¿Por qué nos quejamos de políticos y financieros si, de un modo u otro, les estamos pidiendo que mientan por haber caído en la trampa de no admitir ninguna verdad ética por encima de los hombres, las ciencias y los sistemas? ¿Cómo podemos llamar ladrón a quien ha seguido las reglas del sistema? ¿Cómo podemos lamentarnos mientras juagamos a lo políticamente correcto como si fuera, al menos por un tiempo, la "verdad" en la que navegamos?
            Los herederos del Mayo francés forman asimismo el cortejo de creadores de esta encrucijada por los frutos citados, que también constituyen  una explicación de lo que nos pasa. ¿No formamos todos parte de una generación que ha cambiado conciencia por subjetividad y Dios por mayorías parlamentarias? La subjetividad y las mayorías están ahí y son necesarias, pero dan lo que dan. ¿No somos cada uno un pequeño dios que capitidisminuye al verdadero, lo crea a medida de  sus ocurrencias o modas, lo niega o lo ignora, sin valorar el daño causado al hombre? Si no buscamos la incongruencia, requeriríamos un lugar en el que anclarnos, un asomo de perennidad donde asirse.
            Tampoco la persona humana singular se explica por sí misma. De hecho, esas ciencias cerradas a algo superior como un postulado ineludible, no son sino resultado de un hombre autónomo, un ser que se cree independiente. Seguramente el secreto está en amar, en excederse, como decía el profesor Marín.  Ese amor es apertura, una salida del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí, como trató amplia y magistralmente Benedicto XVI en "Deus caritas est".
Autor: Pablo Cabellos Llorente.

RESURRECCIÓN

             Resurrección es palabra grandiosa y sencilla, amable y sobrecogedora porque podemos emplearla como la expresión del muerto que vuelve a la vida, pero también sirve para manifestar la recuperación de un enfermo, para enunciar la conversión de un pecador,  el regreso al hogar de quien lo abandonó,  el renacimiento de un determinado arte, la recuperación de un paisaje deteriorado o la restauración de un idioma perdido.
            Ahora es bien fácil hacer presente la necesidad de resucitar económicamente porque, según un montón de datos, estamos como muertos en ese terreno. Y si pensamos en las causas de esa crisis, veremos con facilidad que es cada país, cada región, cada persona en definitiva quienes necesitamos resucitar. Es necesario que el hombre mendaz y avaricioso -cada uno mire a sí mismo-, provocador de la angustia que padecemos, resucite, cambie de tal modo que se quede como nuevo. Lo curioso es que, sea personal o colectivamente, con frecuencia consideramos que la reanimación ha de hacerla otro y, desde luego, sin que yo sufra. Mal camino.
            Puede parecer irreverente que, cuando conmemoramos la Resurrección de Cristo, un cura comience un artículo de esta manera. Creo que no, porque Jesús resucitado es el alivio que necesitamos, más aún: el cimiento sobre el que volver a edificar unas vidas casi muertas. San León Magno decía en un sermón sobre la Pasión que no se encuentra vestigio alguno de bondad en el corazón del que la avaricia ha hecho su morada. Y es muy difícil abandonar la codicia sin un motivo fuerte. Ese motivo puede ser para muchos el Resucitado que da sentido a la vida, a toda la vida, previo examen de conciencia y consiguiente arrepentimiento, pues sin ellos nos convertimos en esos personajes famosos que jamás tienen nada que rectificar. Mal camino.
            Me atrevería a decir que la valentía de clavar los ojos en el Cristo muerto y glorioso es la senda más segura para salir de esta situación, que es un problema del hombre mismo. Quien no se arrepiente de verdad, no ama de veras, y las crisis cuya causa es el egoísmo sólo las resuelve el amor, la donación, la generosidad, justo lo contrario de lo que nos ha conducido al estado que lamentamos. San Agustín dijo algo que sirve para creyentes y no creyentes, y también para referirlo a cualquier asunto: al comentar las palabras de un conocido salmo -"Oh, Dios, crea en mí un corazón puro"-, añade que para que sea creado este corazón puro, hay que quebrantar antes el impuro.
            Sólo así se resucita verdaderamente, cuando se muere a lo que va mal. Si siempre  el muerto es el vecino, no habrá resurrección, por no mirar lo más intrínseco de mí:  el propio corazón, que siendo lo más íntimo y familiar, también puede ser el peor enemigo. Dijo Cristo que del corazón proceden los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios y las blasfemias. Supongo que no trató de ser exhaustivo, sino que se sirvió de esos errores comunes para indicar la importancia de una interioridad sana. Para un cristiano, ese corazón sincero e inquieto tiene su modelo e impulso en Jesús de Nazaret.

AUTOR: Pablo Cabellos Llorente.

Eucaristía ¡Misterio de luz, Misterio de vida!

Como los dos discípulos del Evangelio, te imploramos, Señor Jesús: quédate con nosotros!

"Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20).

Reunidos ante la Eucaristía, experimentamos con particular intensidad en este momento la verdad de la promesa de Cristo: ¡Él está con nosotros!

(...)

¡Misterio de luz!

De luz tiene necesidad el corazón del hombre, oprimido por el pecado, a veces desorientado y cansado, probado por sufrimientos de todo tipo. El mundo tiene necesidad de luz, en la búsqueda difícil de una paz que parece lejana al comienzo de un milenio perturbado y humillado por la violencia, el terrorismo y la guerra.

¡La Eucaristía es luz! En la Palabra de Dios constantemente proclamada, en el pan y en el vino convertidos en Cuerpo y Sangre de Cristo, es precisamente Él, el Señor Resucitado, quien abre la mente y el corazón y se deja reconocer, como sucedió a los dos discípulos de Emaús "al partir el pan" (cf Lc 24,25). En este gesto convivial revivimos el sacrificio de la Cruz, experimentamos el amor infinito de Dios y sentimos la llamada a difundir la luz de Cristo entre los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

¡Misterio de vida!

¿Qué aspiración puede ser más grande que la vida? Y sin embargo sobre este anhelo humano universal se ciernen sombras amenazadoras: la sombra de una cultura que niega el respeto de la vida en cada una de sus fases; la sombra de una indiferencia que condena a tantas personas a un destino de hambre y subdesarrollo; la sombra de una búsqueda científica que a veces está al servicio del egoísmo del más fuerte.

Queridos hermanos y hermanas: debemos sentirnos interpelados por las necesidades de tantos hermanos. No podemos cerrar el corazón a sus peticiones de ayuda. Y tampoco podemos olvidar que "no sólo de pan vive el hombre" (cf Mt 4,4). Necesitamos el "pan vivo bajado del cielo" ( Jn 6,51). Este pan es Jesús. Alimentarnos de él significa recibir la vida misma de Dios (cf. Jn 10,10), abriéndonos a la lógica del amor y del compartir.

(...)

Como los dos discípulos del Evangelio, te imploramos, Señor Jesús: quédate con nosotros!

Tú, divino Caminante, experto de nuestras calzadas y conocedor de nuestro corazón, no nos dejes prisioneros de las sombras de la noche.

Ampáranos en el cansancio, perdona nuestros pecados, orienta nuestros pasos por la vía del bien.

Bendice a los niños, a los jóvenes, a los ancianos, a las familias y particularmente a los enfermos. Bendice a los sacerdotes y a las personas consagradas. Bendice a toda la humanidad.

En la Eucaristía te has hecho "remedio de inmortalidad": danos el gusto de una vida plena, que nos ayude a caminar sobre esta tierra como peregrinos seguros y alegres, mirando siempre hacia la meta de la vida sin fin.

Quédate con nosotros, Señor! Quédate con nosotros! Amén.


Fragmentos de la homilía con ocasión del comienzo del Año de la Eucaristía el 17 de octubre de 2004.
Autor: SS Juan Pablo II.

miércoles, 25 de abril de 2012

El silencio de Dios

Muchas veces nos preguntamos por qué razón Dios no nos contesta, o se queda callado o por qué permite circunstancias difíciles y aparentemente injustas.

Los hombres nos acostumbramos a querer tener respuestas a todos los interrogantes, más aún, cuando alguno de ellos tiene el aspecto de fracaso, injusticia o falta de sentido común, nuestro interior se debate y se revela en cuestionamientos y en querer dar las respuestas que nos parecen más acertadas.

El silencio de Dios; la vida de Dios está rodeada de silencio. La maravillosa creación del hombre y su gestación, toda ella se va realizando en el silencioso vientre de una madre; la eterna generación de su Hijo Jesucristo, la Encarnación, se tiene en medio del silencio "en medio del silencio" (Sal 18, 4ss). "Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta habla siempre con eterno silencio" (San Juan de la Cruz, Max 21).

El silencio de la creación, los espectáculos más grandiosos de la naturaleza, se desenvuelven en perfecto silencio: un amanecer, el correr de un río, el espejo de un lago, el volar de un cóndor, el influjo del silencio, ha dado origen a obras maestras del pensamiento y del arte: San Juan de la Cruz, Beethoven, Miguel Ángel, etc. Así es el silencio de Dios, un silencio que se convierte en prudencia y espera.

"La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo".
Nuestra vida se desarrolla en una serie continua de elecciones. Un vestido o un trabajo, una escuela o un tipo de cerradura, una comida o un paseo: a todas horas, en todos los lugares, hemos de decidir. Las decisiones siempre miran a un objetivo: lo bueno, lo correcto. Los problemas surgen cuando "parece bueno" lo que no lo es. El paraguas más brillante resulta estar lleno de agujeros. El coche que parecía nuevo, tiene serios problemas en los amortiguadores porque ya había sido usado. La tarde espléndida empleada en un paseo para oxigenar los pulmones se ha convertido en el inicio de una gripe insidiosa por culpa de un vientecillo engañoso. Vemos así, que casi todo lo que escogemos "parece ser bueno", cuando no lo era.

Otras veces, eso "bueno" nos daña de mil maneras insospechadas: o porque nos hace egoístas, o porque nos lleva a ser avaros, o porque destruye las relaciones familiares, o porque nos impide amar a Dios sobre todas las cosas. Espero que esta historia, te aclare un poquito más esa necesidad del silencio y de la prudencia.
Una antigua leyenda noruega nos habla de un hombre llamado Haakon, que cuidaba una ermita, a ella acudía la gente a orar con mucha devoción. En esta ermita había una cruz muy antigua. Muchos acudían ahí para pedirle a Cristo algún milagro. Un día, el ermitaño Haakon quiso pedirle un favor, le impulsaba un sentimiento generoso. Se arrodilló ante la cruz y dijo: "Señor, quiero padecer por Tí, déjame ocupar tu puesto, quiero reemplazarte en la Cruz.", y se quedó fijo con la mirada puesta en la imagen, como esperando la respuesta.

El Señor abrió sus labios y habló. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras: "Hermano mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición".

¿Cuál Señor? -preguntó con acento suplicante Haakon-. "Es una condición difícil", -¡estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, Señor!-. "Escucha. Suceda lo que suceda, y veas lo que veas, has de guardarte en silencio siempre". Haakon contestó: ¡Te lo prometo, Señor! y se efectuó el cambio. Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció al ermitaño colgado con los clavos en la Cruz.

El Señor ocupaba el puesto de Haakon, y éste, por largo tiempo, cumplió el compromiso. A nadie dijo nada, pero un día llegó un rico; después de haber orado, dejó ahí olvidada su cartera. Haakon lo vió y calló; tampoco dijo nada cuando un pobre vino dos horas después y se apropió de la cartera del rico. Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él poco después, para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje. Pero en ese momento, volvió a entrar el rico en busca de la bolsa. Al no hallarla, pensó que el muchacho se la había apropiado. El rico se volvió al joven y le dijo iracundo: "¡Dame la bolsa que me has robado!". El joven sorprendido replicó: "¡No he robado ninguna bolsa!". "¡No mientas, devuélvemela enseguida!". "¡Le repito que no he tomado ninguna bolsa!". El rico arremetió furioso contra él.

Sonó entonces una voz fuerte: "¡Detente!". El rico miró hacia arriba y vio que la imagen le hablaba. Haakon, que no pudo permanecer en silencio, gritó, defendió al joven e increpó al rico por la falsa acusación. Éste quedó anonadado y salió de la ermita. El joven salió también porque tenía prisa para emprender su viaje. Cuando la ermita quedó a solas, Cristo se dirigió al monje y le dijo: "Baja de la Cruz, no sirves para ocupar Mi Puesto, no has sabido guardar silencio". "Señor, ¿cómo iba a permitir esa injusticia?". Jesús ocupó la Cruz de nuevo y el ermitaño se quedó ante la Cruz. El Señor siguió hablando:

"Tú no sabías que al rico le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de un vicio. El pobre, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero. En cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para él resultaría fatal; ahora, hace unos minutos acaba de zozobrar el barco y él ha perdido la vida. Tú no sabías nada, Yo sí sé, por eso callo". Y el Señor nuevamente guardó silencio.

Muchas veces nos preguntamos por qué razón Dios no nos contesta, por qué razón Dios se queda callado o por qué el Señor permite circunstancias difíciles y aparentemente injustas. Muchos de nosotros quisiéramos que Él nos respondiera lo que deseamos oír, pero Dios no es así; Dios nos responde aún con el silencio. Él sabe lo que está haciendo y sabe lo que es mejor para cada uno de nosotros.

Ante los posibles errores y tanto daño, la virtud de la prudencia nos lleva a reflexionar con más calma, a sopesar los pros y los contras de cada decisión, y a considerar seriamente si lo que simplemente "parece" bueno lo sea en realidad. Nos permite, en otras palabras, buscar aquel bien realizable que mejor corresponda a los deseos más profundos de nuestro corazón y a estar abiertos a una visión trascendente que no entendemos en su momento. De este modo, nos será más fácil acertar a la hora de escoger lo que sea realmente bueno, y lo escogeremos siempre en un horizonte de magnanimidad que nos abra siempre a cumplir la Voluntad de Dios en nuestras vidas, como venga. En sus designios, DIOS SIEMPRE SABE LO QUE HACE.
Autor: P. Dennis Doren L.C.

martes, 24 de abril de 2012

Piden a Jesús una señal

Juan 6, 30-35. Pascua. La Eucaristía nos está esperando a todos los que sentimos hambre y sed en nuestras almas.

Del santo Evangelio según san Juan 6, 30-35

Ellos entonces le dijeron: ¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Pan del cielo les dio a comer. Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo. Entonces le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan. Les dijo Jesús: Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.

Oración introductoria

Señor Jesús, hoy me preguntas, -como a Pedro-, si realmente te amo. Junto con el apóstol te repito que ¡te quiero y te amo más que nada en el mundo! Tú lo sabes porque me conoces y siempre me estás buscando para mostrarme el camino que me puede llevar a la santidad.

Petición

Señor, acrecienta mi amor por medio de este momento de oración.

Meditación del Papa

Simón comprende que a Jesús le basta su amor pobre, el único del que es capaz, y sin embargo se entristece porque el Señor se lo ha tenido que decir de ese modo. Por eso le responde: Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero [...] Desde aquel día, Pedro siguió al Maestro con la conciencia clara de su propia fragilidad; pero esta conciencia no lo desalentó, pues sabía que podía contar con la presencia del Resucitado a su lado. Del ingenuo entusiasmo de la adhesión inicial, pasando por la experiencia dolorosa de la negación y el llanto de la conversión, Pedro llegó a fiarse de ese Jesús que se adaptó a su pobre capacidad de amor. Y así también a nosotros nos muestra el camino, a pesar de toda nuestra debilidad. Sabemos que Jesús se adapta a nuestra debilidad. Nosotros lo seguimos con nuestra pobre capacidad de amor y sabemos que Jesús es bueno y nos acepta. Pedro tuvo que recorrer un largo camino hasta convertirse en testigo fiable, en piedra de la Iglesia, por estar constantemente abierto a la acción del Espíritu de Jesús. (Benedicto XVI, 24 de mayo de 2006).

Reflexión

Jesús quiso dejarnos como señal para creer en él (y sobretodo para amarle) la Eucaristía. Es lo más precioso que tenemos en la Iglesia: es Cristo mismo. No es sólo un símbolo, un adorno, un rito: es la presencia real del Señor entre nosotros todos los días hasta el fin del mundo.

Jesucristo quiso quedarse bajo forma de pan, pero dejó claro que ése es el verdadero pan del cielo. La Eucaristía es el alimento que elimina eficazmente el hambre más profunda del hombre, le comunica con Dios y le hace partícipe de su felicidad. Si deja en el alma algo de hambre, ésta sólo es de repetirlo de nuevo.

En la vida de los santos encontramos como denominador común un gran amor hacia la Eucaristía. Ellos encontraron allí, por la fe, a Jesús, el Señor de sus vidas. Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí... Jesucristo habló con suma claridad, no hay espacio para interpretaciones ambiguas. Él está en el pan eucarístico y nos está esperando a todos los que sentimos hambre y sed en nuestras almas.

Propósito

Hacer una visita a Cristo Eucaristía para agradecerle su comprensión, misericordia y amor.

Diálogo con Cristo

Señor, no permitas nunca que te llegue a negar. Que ante todos y ante cualquier circunstancia sepa ser fiel a mi fe. Para lograrlo no me canso de pedirte que me llenes con tu amor, para que siempre pueda responderte con generosidad y firmeza, especialmente en los momentos de más dificultad.
Autor: P. Vicente Yanes.

lunes, 23 de abril de 2012

En el mundo de la misericordia

Nos sorprende ese Dios de misericordias que busca, que rescata, que cura, que salva. Precisamente cuando no lo merecíamos.
Nos sorprende tanto amor de Dios. Porque le dimos motivos para la ira y respondió con su perdón. Porque nos alejamos de sus brazos y no dejó de caminar a nuestro lado. Porque le olvidamos en nuestras alegrías y esperó a que le diéramos gracias. Porque protestamos en la hora del sufrimiento y no se ofendió por nuestras quejas.

Es un amor que va mucho más allá de lo que podamos esperar, que no se explica por lo que podamos merecer. Ama simplemente, sin condiciones, porque es Dios, porque tiene entrañas de misericordia.

Su amor da sentido a la vida. Porque nos quiso empezamos a existir. Porque nos quiere seguimos en este camino de maravillas y de lágrimas. Porque siempre nos querrá tenemos un lugar preparado en el cielo, en nuestra casa eterna.

Nos sorprende ese Dios de misericordias que busca, que rescata, que cura, que salva. Precisamente cuando no lo merecíamos, cuando más lejos estábamos, cuando vivíamos de egoísmos, cuando habíamos pisoteado la justicia.

Así es Dios, un enamorado lleno de pasión por cada uno de sus hijos.

Si escuchamos su llamada discreta y constante, si le abrimos una puerta en nuestras vidas, entrará, limpiará, curará, salvará. (cf. Ap 3,20).

Sólo quien ha sido tocado por ese amor comprende la maravilla de ser hijos de un Padre tan bueno.

Es entonces cuando podemos dejar egoísmos, romper perezas, quitar rencores, empezar a vivir en el mundo de la misericordia y del perdón.

A nosotros se nos perdonó mucho, muchísimo. También nosotros tenemos que perdonar a nuestro hermano (Lc 6,36-38). Seremos entonces semejantes a Dios, que es amor, misericordia y paciencia sin límites.
Autor: P. Fernando Pascual.

domingo, 22 de abril de 2012

Montanchez "Extremadura "

El tema que vale la pena

Discutimos sobre el clima, la bolsa, los impuestos, las promesas de los políticos, la mejor manera de ahorrar, pero dejamos de lado un tema que debería ocupar un lugar único...

Los debates giran en torno a cientos de temas. Discutimos sobre el clima y sobre la familia, sobre la bolsa y sobre los impuestos, sobre las promesas de los políticos y sobre la mejor manera de ahorrar.

Pero a veces dejamos de lado un tema que debería ocupar un lugar único: si Dios existe y si se interesa por los asuntos humanos.

Porque la vida humana, sometida a miles de factores externos y a miles de intereses en conflicto, parece destinada a un futuro caótico e incierto si no interviene Alguien capaz de encender esperanzas, de perdonar pecados, de sanar conciencias, de infundir amores.

Mirar al mundo sin reconocer la posibilidad de una intervención decisiva, salvadora, de lo alto, es perder la roca imprescindible para que exista esperanza. En cambio, descubrir y aceptar que Dios se interesa por los hombres y mujeres del planeta y busca sinceramente ayudarnos abre un panorama consolador: en el camino de la historia humana existe Alguien capaz de corregir males dañinos, de rescatar a víctimas inocentes, de premiar a los que obraron el bien y la justicia.

Ese es el tema que vale la pena llevar en el corazón y en el diálogo. Otros temas, por muy importantes que sean, podrán llenar el tiempo de una tarde entre familiares o amigos, pero no alcanzarán a tocar esa inquietud profunda que se esconde en cada corazón humano: la urgencia de encontrar respuesta a la pregunta sobre el sentido que la vida adquiere cuando descubrimos a un Dios cercano y providente en el horizonte.
Autor: P. Fernando Pascual LC.

sábado, 21 de abril de 2012

Con Maria, durante la Pascua

Feliz Pascua para ti, recibe de tu Madre un abrazo grande, apretado, intenso y todo mi amor, hijo de mi alma.
- María Santísima, acabamos de celebrar la Pascua de Resurrección y seguimos en el tiempo de Pascua... el sol brillaba de una manera especial en ese día, ... al menos así lo sintió mi alma.

- Pues me alegras el alma. Esto me recuerda mi primera fiesta de Pascuas de Resurrección...

- Cuéntame, Señora...

- Verás, era el tercer día después de la muerte de mi Hijo, María Magdalena y las demás mujeres me pasaron a buscar para ir al sepulcro antes del amanecer... llevaban perfumes y estaban muy tristes... yo, en el fondo de mi alma, sentía una profunda paz, recordaba las palabras de mi Hijo... no sabía exactamente que sucedería, pero tenia la certeza de que Algo iba a cambiar la historia.

- ¿No les comentaste nada a ellas?

- No, existen caminos que cada uno debe recorrer por sí mismo... ellas lo entenderían cuando Jesús dispusiera que así debía ser. Al llegar al sepulcro el corazón les dio un salto, pues la piedra de la entrada estaba corrida. Entraron ellas al recinto y me dijeron que estaba vacío, yo quedé fuera... no necesitaba mas explicaciones, podía sentir la presencia de mi Hijo, mas, no le veía. Me alejé unos pasos... cuando volví al lugar donde estaba María Magdalena allí le vi, con ella... pero no quise acercarme... Jesús la consolaba, le pedía que avisara a sus Apóstoles...... ella... tenía el rostro radiante, hizo lo que Él le pedía, vino junto a mí, nos miramos, ella me tomo las manos y, junto a las demás, nos fuimos rápidamente a la casa donde estaban los hombres... yo, a veces, giraba mi rostro, esperando verle, mas ya había partido...

- Señora ¿Por qué no a ti? Quiero decir, porque no te visitó especialmente a ti, que eras su madre...

- Porque, amiga, mi Jesús conocía mi corazón, sabía que yo le esperaba, en cambio, los apóstoles y las demás mujeres estaban desesperados, la Iglesia primitiva estaba sumida en la mas profunda tristeza, su Esposa, la Iglesia, le necesitaba imperiosamente, por ello, hija, es que el buen Esposo corrió a consolarla, el Esposo sería ahora, mas que nunca Camino Verdad y Vida. Pero no te preocupes, nos encontramos Jesús y yo...

- ¿Cuándo?

- Cuando Él se presentó en la casa mientras las puertas estaban cerradas... unos segundos antes de que entrara percibí un intenso perfume, exquisito, desconocido, un perfume de eternidad... mi corazón latía fuerte.... Estaba cocinando, escuché entonces la voz conocida, la voz amada : “La paz esté con ustedes”... había llegado, el Hijo, el Mesías, el Cristo... me acerqué... escuché todas y cada una de sus palabras... los hombres estaban tan admirados que no cabían en sí... yo tenía muchas ganas de abrazarle.... Antes de salir se volvió hacia mí... me miró con todo el amor a que me tenía acostumbrada... fue una mirada intensa, profunda, que valió mas que mil palabras... sus ojos parecían repetir: "Mujer, aquí tienes a tus hijos" le vi partir, había ángeles con Él, por un momento me pareció ver el rostro de Aquel que me lo había anunciado...

- ¿Y luego?

- Luego, luego era el comienzo de la Misión de la Iglesia, el primer instante: "Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Noticia a toda la Creación", la casa era un estallido de alegría, los hombres se abrazaban, unos lloraban, otros cantaban, algunos, terminaban pidiendo silencio por temor a los soldados, luego, Pedro, pidió calma y les dijo: "Hermanos, nuestras Pascuas serán, de aquí en mas, Pascuas de Resurrección, el paso de la muerte a la vida... de nosotros, de cada uno de nosotros, depende que este día no sea olvidado, que el significado de este día sea, para todos los pueblos, signo de esperanza, motivo de fe, fuerza en las pruebas..... de nosotros depende ... Jesús nos acompañará, hasta el fin de los tiempos, pero es nuestra responsabilidad, sostenernos unos a otros en el dolor, consolarnos en las tribulaciones, alentarnos en las pruebas que nos esperan, en resumen, ser Uno... que cuando el mundo nos vea, nos reconozca por el Amor, que puedan decir, por nuestra actitud "son seguidores de Cristo... Son Cristianos".

- "Cristianos" La primera vez que se pronunciaba ¿verdad, Señora?

- Así es, amiga, el corazón y el alma de todos se estremeció al oír la dimensión de esta palabra... Cristianos... Cristianos... quedaba ahora el esperar a la venida del Espíritu Santo...como Jesús mismo lo había prometido... pero esta era otra clase de espera... Comimos todos con inmensa alegría... y alguno de ellos dijo “Felices Pascuas, Amigos” y todos se saludaron... sí, Felices Pascuas amiga mía, Felices Pascuas para todos, también Felices Pascuas para ti, que has leído estas líneas, recibe de esta madre un abrazo grande, apretado, intenso y todo mi amor, hijo de mi alma. Todo mi amor en cada instante de tu vida, no dudes, hijo querido, en buscarme en tu tristeza, en tu alegría, en tu dolor, porque, en toda circunstancia, soy tu madre...


NOTA de la autora:

"Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a la imaginación de la autora, sin intervención sobrenatural alguna."
Autor: María Susana Ratero.

viernes, 20 de abril de 2012

Y tú ¿dónde vas?

Es Dios a quien estabas buscando. Él detiene nuestra carrera, nuestra búsqueda desenfrenada.
¿Dónde vas?. Increíblemente, después de una vida junto a Jesús y Su Madre, Pedro necesitó de este empujón final del Señor para animarse a invertir sus pasos, y volver a Roma para entregarse al martirio final. ¿Dónde ibas, Pedro?. ¿Que hubiera sido de tu vida luego, si Jesús no te hubiera marcado el camino?. Pedro, la cabeza de nuestra amada iglesia, nos mostró siempre cómo se lucha contra nuestras propias flaquezas para finalmente triunfar y glorificar a Dios, haciendo Su Voluntad.

Y tú, ¿dónde vas?. ¡Seguramente al lugar equivocado!.

Buscamos y buscamos satisfacciones en este mundo. Soñamos con algo, y cuando lo alcanzamos, la alegría dura un instante y nuevamente nos sentimos vacíos. Sea un título, un bien material, conocer un lugar, e incluso un hijo o una pareja. Cuando esas cosas están en nuestros sueños nos motivan e impulsan para adelante. Pero cuando finalmente las alcanzamos sentimos una felicidad pasajera, y luego, a buscar otra meta para perseguir. ¡Y eso en el mejor de los casos!. Cuando esos sueños no se hacen realidad, nos frustramos, deprimimos, nos sentimos vacíos, fracasados en la vida.

¿Dónde vamos?. Alguien me preguntó hace poco tiempo: ¿Te llena Dios realmente la vida cuando lo descubres?. ¡Allí está el secreto!. Nada tiene sentido sin Dios, sólo Dios le pone sentido a nuestra vida. El detiene nuestra carrera, nuestra búsqueda desenfrenada, y nos dice:

Yo soy a quien estabas buscando, sin Mi nada tiene sentido. Ámame, descubre cual es Mi Voluntad respecto de tu misión en la vida, y encontrarás la paz verdadera.

En ese momento se acaban las fantasías terrenales, los falsos ídolos que construimos y adoramos: el dinero, el estatus, nuestra posición en la sociedad, nuestra forma de vida. Jesús toma entonces el lugar central dentro nuestro y hace que todo lo demás gire alrededor de Su Voluntad. Si trabajo, deseo hacerlo agradando a Dios, si educo a mis hijos, deseo formarlos en el amor a Dios, si hago un viaje, busco el modo de crecer en mi fe a través de los lugares que visito. En todo descubro la mano de Dios que me pone las oportunidades de crecer en el amor a El a cada instante.

Jesús, ese día, se apareció a Pedro con la Cruz sobre su hombro. Ya había resucitado y ascendido a los Cielos. Pedro huía de Roma ante la amenaza de ser arrestado por defender al Señor. Jesús le dijo entonces: "¿dónde vas Pedro?. Si tú te marchas, yo tengo que tomar tu lugar, con mi Cruz a cuestas". Pedro, sintiéndose morir por ver a Jesús de ese modo, dio media vuelta a sus pasos y volvió a Roma aceptando ser crucificado en nombre de Cristo.

Y tú, ¿dónde vas?.
Autor: Oscar Schmidt.